¿Un germen de euroescepticismo? El procés y las actitudes hacia la UE

Estelada y bandera de Europa en un concierto proindependencia en el Camp Nou (Barcelona) en 2013. Foto: Núria (CC BY-SA 2.0)

Tema

La internacionalización y el papel de la UE en el procés han tenido un efecto sobre las actitudes hacia la UE de los ciudadanos catalanes.

Resumen

La creciente internacionalización del procés ha llevado a un posicionamiento por parte de las instituciones europeas del lado del Gobierno español. Este hecho se ve reflejado en las actitudes hacia la UE de ciudadanos catalanes. Una primera parte del análisis encuentra que el territorio catalán no ha sido tradicionalmente más europeísta que el resto de España. En un segundo nivel, la parte principal de esta contribución analiza la evolución de actitudes hacia la UE entre los ciudadanos catalanes a raíz del 1 de octubre. Los datos muestran un incremento tanto de confianza como de sentimiento de unión hacia la UE entre ciudadanos no independentistas, que se ve acompañado de un descenso en ambas variables por parte del bloque independentista.

Análisis

Introducción

Algo característico de los últimos meses del procés catalán ha sido que los acontecimientos asociados al mismo se han internacionalizado cada vez más. Así, tanto la UE como algunos países miembros de manera más específica se han visto involucrados de manera directa en la sucesión de acontecimientos a la que asistimos desde el pasado mes de septiembre. Las peticiones de mediación (o incluso de activación del artículo 7 de los tratados) a las instituciones europeas, el traslado de parte del ex Gobierno catalán a Bruselas, la manifestación acontecida el 7 de diciembre de 2017 en la capital belga y la emisión de euroórdenes y posterior detención de Carles Puigdemont en Alemania son claras muestras de la dimensión europea que ha alcanzado el conflicto.

A pesar de las numerosas demandas por parte de los independentistas, la UE se ha mantenido en todo momento del lado del Gobierno español, algo que podría haber frustrado las expectativas puestas en Bruselas por parte de parte de la ciudadanía catalana ¿Ha tenido esto un impacto en las actitudes de los ciudadanos catalanes, tradicionalmente considerados europeístas, hacia la UE? Esta es la pregunta que se tratará de responder con este análisis.

Tradicionalmente, el apoyo de la ciudadanía a la UE se ha explicado a través de dos líneas principales. Por una parte, la UE ha sido percibida durante muchos años por muchos ciudadanos como un ente lejano cuyas decisiones no afectaban necesariamente a su vida diaria, algo que generaba lo que se conoce como “consenso permisivo” hacia la integración. Por otra parte, la UE ha sido tradicionalmente relacionada con programas y políticas percibidas como beneficiosas para todo el mundo (apertura comercial, programas Erasmus, fondos regionales…). Estas dos líneas han generado que, en países como España, exista un apoyo hacia la integración que trasciende el eje izquierda-derecha. Algunos autores han señalado también que esto puede verse complementado por que, en algunos países, los ciudadanos perciban la UE como más eficiente o fiable que sus gobiernos nacionales, algo que podría ser especialmente pertinente en el caso de Cataluña.

A lo largo de la última década, sin embargo, estas líneas de apoyo parecen haberse vuelto mucho más difusas, al verse la UE altamente implicada tanto en la crisis económica como en la crisis de refugiados. Esta implicación en asuntos con un impacto directo en la vida directa de los ciudadanos (economía, inmigración) ha sido el germen del surgimiento del euroescepticismo en varios países europeos. En el caso catalán podríamos asistir ante un mecanismo similar si la no implicación de la UE en la crisis catalana llevase a los ciudadanos a percibir a la Unión de manera más negativa, al actuar en contra de sus objetivos políticos: ¿existe un germen de euroescepticismo en el procés?

Para contestar a estas preguntas, el análisis estudiará primero las actitudes hacia la UE por parte de los ciudadanos catalanes a lo largo de las dos últimas décadas. Esto permitirá testar la idea defendida por algunos nacionalistas catalanes de que Cataluña ha sido tradicionalmente más europeísta que el resto de España. En una segunda parte, el análisis se centrará en el impacto sobre las actitudes hacia la UE de los acontecimientos relacionados con el procés a partir de septiembre de 2017 en Cataluña.

¿Es cierta la idea de que el nacionalismo/independentismo ha sido tradicionalmente más europeísta que el resto de España?

En caso afirmativo, tendría sentido que los datos de apoyo a la UE en Cataluña fueran superiores a los de España ya antes del comienzo del procés.

Para analizar si este es el caso, se utilizarán las encuestas pre-electorales del CIS de las últimas cuatro elecciones al Parlamento Europeo, llevadas a cabo en 1999, 2004, 2009 y 2014, en las que se pregunta a los encuestados si se posicionan a favor o en contra de la UE. El análisis divide la muestra entre residentes en Cataluña y en el resto de España, desglosando entre aquellos a favor y en contra de la Unión. Los resultados pueden observarse en la Figura 1.

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La Figura 1 muestra una evolución muy similar en las actitudes de ambos bloques territoriales a lo largo de las cuatro elecciones analizadas. Los niveles de apoyo son muy similares en Cataluña y en el resto de España durante todo el período, mientras que las diferencias nunca superan los cinco puntos.

Hasta 2009 el apoyo a la UE es superior en el resto de España que en Cataluña, tendencia que sólo se invierte en 2014, una vez comenzado el procés. Esto podría ser señal de la aparición de una expectativa –posteriormente frustrada– de que la UE podría jugar un papel en las demandas de autodeterminación de los secesionistas. El porcentaje de encuestados en contra de la UE es, además, superior en Cataluña para todas las encuestas analizadas –si bien es cierto que los niveles son muy similares en ambos bloques territoriales–.

En el mismo sentido, un análisis de la participación en las elecciones europeas a partir de 1987 muestra que esta participación ha sido menor en Cataluña que en el total de España para todas las elecciones al Parlamento Europeo que han tenido lugar en España, con la única excepción de 2014, año en que la participación en Cataluña alcanzó un 48%, por un 44% en el total de España. Este dato podría reforzar la hipótesis de que, una vez comenzado el procés se genera la expectativa de que “Bruselas” pueda ser de ayuda para los objetivos de la agenda independentista.

Un último indicador sobre el europeísmo en Cataluña en comparación con el resto de España lo da el referéndum sobre la Constitución Europea en 2005: Cataluña se sitúa junto con el País Vasco y Navarra como una de las comunidades autónomas con un menor apoyo a la Constitución Europea, con un porcentaje de “síes” por debajo de un 70% (siendo el apoyo en el total de España de un 81,65%). Además, el porcentaje de votos en contra fue 11 puntos superior en Cataluña que en el resto de España.

Los datos parecen indicar, por lo tanto, que los votantes en Cataluña no han sido tradicionalmente más europeístas que los del resto de España, sino que los niveles de apoyo han sido durante las últimas dos décadas similares en ambos territorios, con tendencia a ser algo más bajos en Cataluña hasta el comienzo del procés.

¿Cómo ha afectado la respuesta de la UE a las actitudes de Cataluña y resto de España hacia la UE?

Como avanzaba la introducción, los últimos meses del procés en Cataluña han tenido un claro componente europeo, desde las demandas de intervención por parte de independentistas hasta la marcha de Carles Puigdemont a Bélgica para europeizar la situación. ¿Han tenido estos sucesos un impacto en la percepción de la UE por parte de los votantes?

Si, efectivamente, el apoyo a la UE puede explicarse en función de que los ciudadanos perciben la gobernanza europea como más eficiente para alcanzar sus objetivos que la nacional (o autonómica, en este caso), se podría esperar que el papel de la UE en la crisis catalana tuviese un efecto en dicha percepción. Así, tendría sentido encontrar un impacto negativo sobre las actitudes de los votantes independentistas, al situarse Bruselas como impedimento a sus aspiraciones, a la vez que un impacto positivo en el bloque constitucionalista, al ver sus expectativas reforzadas por parte de la UE.

Para analizar estas percepciones, se utilizarán datos del Barómetro de Opinión Política (BOP) del CEO en relación a los sentimientos de confianza y de unión hacia la UE entre los votantes en Cataluña. El análisis desglosará estas actitudes en función de una serie de variables que podrían ayudar a entender mejor la evolución de las percepciones: preferencias territoriales, sentimientos de identificación, e intención y recuerdo de voto. Así, mediante el análisis de varios cruces de variables y la comparación de tendencias en los mismos, es posible reducir la posibilidad de que ciertas tendencias sean simplemente casuales.

Los datos de confianza hacia la UE del BOP, disponibles a partir de 2013, permiten observar la evolución de esta variable a lo largo de buena parte del procés. Las Figuras 2 y 3 muestran la confianza en la UE según preferencias territoriales y según identificación territorial.

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Lo primero que se observa en los datos es que, hasta 2017, no parece haber ninguna tendencia que diferencie a aquellos encuestados con distintas preferencias o identificaciones. Las tendencias se muestran similares entre bloques y no existen grandes diferencias entre los niveles de confianza, si bien a partir de 2016 el nivel de confianza comienza a ser sustancialmente más bajo tanto entre independentistas como entre aquellos que se sienten sólo catalanes, a raíz de un aumento de confianza por parte de los no independentistas.

Pero la mayor divergencia entre bloques es la que observamos entre las dos encuestas llevadas a cabo en 2017 (la primera con trabajo de campo en julio y la segunda en octubre), entre las cuales se sitúan los acontecimientos del 6 y 7 de septiembre, el 1 de octubre y el repetido respaldo de la UE al gobierno español sin tener en cuenta las diferentes demandas independentistas de intervención.

Entre estos dos puntos, los gráficos muestran como la confianza se mantiene relativamente constante entre aquellos que consideran que Cataluña debería ser parte de España (con una ligera caída entre federalistas) y aquellos que se sienten sólo españoles, o tan españoles como catalanes (con una fuerte subida entre aquellos que se sienten más catalanes que españoles). Tal vez lo más destacable es la fuerte caída en confianza tanto entre independentistas como entre aquellos que se sienten sólo catalanes, o más catalanes que españoles. La fuerte caída en la confianza de estos tres grupos entre julio y finales de octubre podría, efectivamente, señalar una caída de expectativas entre independentistas causada por la no intervención de la UE.

Las Figuras 4 y 5 ayudan a complementar este análisis, mostrando la evolución de la confianza hacia la UE entre votantes a partidos independentistas y no independentistas1 (desglosados por intención y recuerdo de voto).

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Ambas Figuras muestran tendencias muy similares, como podría esperarse, y parecen concordar con el anterior análisis de preferencias e identificación territoriales. Así, observamos una creciente confianza en la UE entre votantes no independentistas a partir de 2015 (subiendo algo más de un punto sobre 10 en ambos casos) y una fuerte caída de un punto de confianza entre los votantes independentistas que se produce entre julio y octubre de 2017.

En líneas generales, todas las Figuras que muestran la evolución de la confianza parecen señalar una divergencia limitada entre bloques antes de 2017, que se acentúa durante este año. Así, entre julio y octubre del pasado año, se ve aumentar la confianza en la UE por parte deconstitucionalistas, mientras que se observa una caída por parte de aquellos encuestados que se identifican como independentistas.

Otro modo de medir las actitudes hacia la UE es evaluar la evolución del sentimiento de “unión”de los ciudadanos hacia la UE. Esta medida es más reciente –sólo se introduce en el BOP a partir de 2016–, por lo que no se puede ver una evolución temporal larga en el tiempo, aunque sí permite analizar el impacto de los últimos acontecimientos del procés así como contrastar los resultados con la medida de confianza que se acaba de presentar.

Las Figuras 6 y 7 muestran la evolución del sentimiento de unión hacia la UE según preferencias e identificación territoriales.

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La evolución que muestran las Figuras está en línea con la observada en la evolución de la confianza. Así, entre 2016 y 2017 aumenta el sentimiento de unión entre aquellos que creen que Cataluña debe tener algún tipo de encaje dentro de España, así como entre aquellos que se sienten españoles en cierta medida (si bien entre aquellos que se sienten más catalanes que españoles el valor se mantiene casi constante).

Volviendo a la explicación en términos de expectativas, cabe destacar que se podría estar no tanto ante una historia de expectativas hacia la UE frustradas entre independentistas –si bien el sentimiento de unión desciende entre este grupo–, sino de expectativas reafirmadas entre no secesionistas al posicionarse la UE del lado del gobierno español. Así, los datos muestran que el incremento en el sentimiento de unión de constitucionalistas es mucho mayor (de algo más de dos puntos) que el descenso entre independentistas (algo menos de un punto).

Las Figuras 8 y 9 muestran el lado electoral del sentimiento de unión y en ellos puede verse la evolución del mismo en función del recuerdo y de la intención de voto entre 2016 y 2017.

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En línea con lo anterior, estas Figuras muestran un ligero descenso en el sentimiento de unión entre los votantes independentistas, acompañado por un aumento fuerte entre los constitucionalistas. Pero al igual que en el desglose por preferencias e identificación territorial, los gráficos vuelven a mostrar cómo el aumento entre constitucionalistas supera con creces el descenso entre independentistas. Este aumento es especialmente marcado entre votantes del PPC, entre quienes alcanza casi tres puntos, en claro contraste con el ligero descenso entre los votantes de Junts pel Si.

Los gráficos anteriores permiten trazar una serie de conclusiones preliminares. La primera es que la escalada de acontecimientos en el procés parece haber tenido un efecto claro en las actitudes hacia la UE entre los catalanes. Mientras que hasta 2016 no hay patrones ni tendencias claros que separen a votantes independentistas de unionistas, los datos provenientes de encuestas llevadas a cabo en 2017 muestran una clara separación de tendencias entre unos y otros. En esta línea, la comparación de datos previos y posteriores al 1-O muestran una clara separación de bloques con respecto a sus actitudes que es difícilmente explicable en función de acontecimientos o sucesos ajenos a la situación catalana.

La segunda conclusión preliminar es que los datos parecen concordar con la hipótesis desarrollada al comienzo de la sección. En efecto, el impacto del procés en las actitudes de los encuestados independentistas se muestra negativo, mientras que lo contrario ocurre para los encuestados que muestran actitudes y preferencias en el bloque unionista. Sin embargo, los datos también señalan que la hipótesis podría ser matizada: mientras que el aumento de confianza entre unionistas se corresponde con un descenso entre independentistas, los datos de unión matizan esta tendencia al mostrar un claro aumento entre unionistas pero una tendencia mucho más estable entre nacionalistas.

Conclusiones

El análisis que se acaba de presentar ha tratado de dar respuestas a dos preguntas principales: (1) si el apoyo hacia la UE ha sido tradicionalmente mayor en Cataluña que en el resto de España; y (2) si los acontecimientos más recientes del procés, habida cuenta de su internacionalización, han afectado a las actitudes de los ciudadanos catalanes hacia la UE.

La primera parte del análisis muestra que, en contra de lo defendido por algunos nacionalistas, Cataluña no ha sido tradicionalmente un territorio más europeísta que el resto de España. Esto es visible por el hecho de que hasta 2014 el apoyo a la UE fuera menor en Cataluña que en el resto del territorio español, pero también por los datos de participación en las elecciones europeas y por el hecho de que Cataluña fuera una de las comunidades autónomas con menor apoyo a la Constitución Europea en 2005.

Estos datos contrastan con la tradicional percepción por parte de muchos independentistas de que Cataluña sería una sociedad especialmente pro-europea, así como con la recurrente comparación establecida por muchos entre los casos de Escocia y Cataluña y los motivos para la secesión de ambos territorios. Mientras que en Escocia los datos han mostrado en numerosas ocasiones que los ciudadanos son más pro-europeos que los del resto del Reino Unido, este no parece ser el caso en Cataluña.

La segunda parte del análisis muestra que, como se sugería en la introducción, la internacionalización del procés y el apoyo ofrecido al Gobierno español por parte de la UE parecen haber tenido un impacto en las actitudes de los ciudadanos catalanes, tanto entre independentistas como entre constitucionalistas. Así, mientras que hasta 2016 los datos apenas muestran diferencias de actitudes por preferencias territoriales, entre julio y octubre de 2017 se produce una fuerte subida en el sentimiento de confianza y unión de los no secesionistas, acompañado por un descenso simultáneo entre independentistas.

Si bien es pronto para anticipar si esta tendencia se convertirá en duradera, parece indudable que el procés ha tenido un impacto en las actitudes hacia la UE de los ciudadanos catalanes en lo que podría ser una historia de expectativas frustradas. La gestión política de este cambio de actitudes será, con toda probabilidad, fundamental a la hora de afianzar o acabar con lo que podría ser un germen de un sentimiento euroescéptico en Cataluña.

Ariane Aumaitre Balado
Asistente académica, Departamento de Estudios Políticos y de Gobernanza Europeas, Colegio de Europa, Brujas
 | @ariamsita


1 El bloque de partidos independentistas incluye CiU, ERC y CUP en 2013, 2014 y 2015, y Junts pel Sí y CUP en 2016. En 2017 el bloque de intención de voto incluye PDeCAT, ERC y CUP y el de recuerdo de voto Junts Pel Sí y CUP. El bloque no independentista incluye a PPC, PSC y C’s en 2013; PPC, PSC, C’s y Podemos en 2014 y 2015; y PPC, PSC, C’s y En Comú Podem en 2016 y 2017.