Tema: Después de una crisis política, movilizaciones callejeras y negociaciones a puerta cerrada, Ucrania está a la espera de nuevas elecciones el 26 de diciembre. Los pronósticos apuntan a una victoria del candidato de la oposición, Víctor Yúshenko, cuya campaña ha sido reforzada por las recientes confirmaciones de su envenenamiento. Mientras tanto, se siguen planteando interrogantes sobre el papel que pueda jugar la “revolución naranja” con respecto al nuevo orden de las relaciones entre las fuerzas políticas y los intereses económicos, tanto dentro del país como fuera de las fronteras de Ucrania.
Resumen: Gracias a la decisión del Tribunal Supremo de Ucrania del 3 de diciembre y al voto parlamentario del 8 de diciembre ha sido posible la resolución de la crisis política en Ucrania. Se aprobó la enmienda constitucional abogada por el presidente saliente Leonid Kuchma, que transfiere ciertos poderes presidenciales al Parlamento nacional. A su vez, la oposición ha conseguido el importante cambio de la ley electoral que puede hacer posible la victoria de Yúshenko. Mientras tanto, Víctor Yanukovych parece haber perdido relevancia política a nivel nacional, por lo menos hasta que se celebre la tercera vuelta. Yúshenko ha declarado el fin de las movilizaciones callejeras y tendrá que pasar el resto de su campaña electoral negociando tanto con sus adversarios políticos como con los miembros más radicales de la oposición. Al mismo tiempo, para los medios de comunicación internacionales, la cara desfigurada del líder de la oposición y la nueva etapa en las relaciones entre Rusia y Occidente a que ha dado lugar las elecciones ucranianas parecen más importantes que la cuestión de un verdadero cambio político en Ucrania.
Análisis: La decisión del Tribunal Supremo
La crisis política en Ucrania empezó con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que se celebraron el 21 de noviembre. La mayoría de las encuestas de opinión pública antes de las elecciones, así como las realizadas entre personas que ya habían votado, pronosticaban la victoria de Víctor Yúshenko, líder del bloque Nasha Ukrayina (Nuestra Ucrania), formado por varios partidos y grupos de la oposición al régimen del presidente Leonid Kuchma. A pesar de los numerosos casos de fraude electoral registrados por diversos grupos de observadores, incluidos los de la OSCE, Víctor Yanukovych, primer ministro en funciones y candidato supuestamente elegido por Kuchma y apoyado por los grupos industriales y financieros de la región de Donetsk en el este de Ucrania, fue declarado nuevo presidente del país. Mientras Kuchma guardaba silencio y el presidente ruso Vladímir Putin precipitadamente saludaba a Yanukovych, en Kiev, así como en el centro y el oeste de Ucrania, surgieron potentes movimientos de protesta en la calle. Tras dos semanas de resistencia popular, mediación internacional y maniobras políticas del presidente saliente, el Tribunal Supremo de Ucrania decidió a favor de una tercera vuelta de las elecciones el 26 de diciembre.
Se trata de una decisión de importancia singular y un logro democrático de la “revolución naranja”. El Tribunal Supremo ha mostrado su independencia a la hora de analizar las demandas de la oposición encabezada por Yúshenko en cuanto a las irregularidades electorales del 21 de noviembre. A nivel político se discutían por lo menos cuatro posibilidades: (1) una decisión del Tribunal Supremo que rechazara las exigencias de la oposición y, por lo tanto, apoyara el resultado del voto declarando a Yanukovych vencedor y presidente de la nación; (2) una resolución a favor de la tercera vuelta solamente en aquellas regiones donde se habían producido irregularidades, es decir, en Donetsk, Luhansk, Zaporizhia, Kirovograd y, posiblemente, Kharkiv; (3) la convocatoria de nuevas elecciones, empezando desde cero y excluyendo tanto a Yúshenko como a Yanukovych; y, finalmente, (4) la aprobación de la repetición de las elecciones a nivel nacional con la participación de los candidatos del 21 de noviembre. Tanto Kuchma como Putin se mostraron partidarios de celebrar elecciones con nuevos candidatos. Los portavoces de la Unión Europea y el Departamento de Estado de EEUU estaban de acuerdo con la oposición ucraniana. Ni la facción moderada de esta última, representada por Yúshenko, Petro Poroshenko y Mykola Tomenko, ni los elementos más radicales, como Yulia Tymoshenko, apoyada por el movimiento de resistencia civil Pora (Ya es la hora), estaban dispuestos a continuar negociando con Kuchma de no optar el Tribunal Supremo por convocar nuevas elecciones con la participación de Yúshenko.
La reforma constitucional y la reforma de la ley electoral
Se puede especular sobre quién ha sido el verdadero ganador del voto parlamentario del 8 de diciembre, que aprobó las enmiendas constitucionales e introdujo la reforma electoral antes de las elecciones del 26 de diciembre. Sin embargo, hay que subrayar que sin la decisión del Tribunal Supremo, este voto no se hubiera materializado y la situación general, con millares de personas en el centro de Kiev y esporádicas declaraciones separatistas llegadas desde Donbas, hubiera podido empeorar de una manera significativa. El 28 de noviembre, Kuchma convocó una reunión del Consejo de Seguridad durante la cual se discutió la posibilidad del uso de la fuerza contra los manifestantes que habían bloqueado los edificios del gobierno y de la administración presidencial. Es cierto que Yúshenko fue incapaz de sacar todo el beneficio político de la decisión del Tribunal Supremo que hubiera satisfecho enteramente las exigencias de la oposición y, de esta manera, abandonó la “revolución” para dedicarse a maniobras diplomáticas. Sin embargo, la razón por la que Yúshenko se vio obligado a continuar con las negociaciones con Kuchma, fue su conocimiento del sistema político ucraniano y de las fuerzas a las que se tenía que enfrentar. Sorprendentemente, el supuesto envenenamiento de Yúshenko ha sido noticia en los medios de comunicación internacionales solo en los últimos días. Sin embargo, Yúshenko sufrió el ataque en septiembre, en medio de la campaña electoral, posiblemente en una cena con altos cargos del Servicio de Seguridad.
En cuanto a la reforma constitucional aprobada por el parlamento el 8 de diciembre, se trata de una decisión que ha ayudado a resolver una crisis política, aunque es un arreglo que, en términos políticos, no se puede considerar la mejor solución para Ucrania. Hay varios aspectos de la reforma, tanto en su contenido como en las circunstancias que han rodeado su aprobación, que apuntan a que no habrá ningún cambio espectacular en el sistema político de Ucrania. Esto es preocupante porque uno de los puntos clave del programa de Yúshenko es el de cambiar el régimen de Kuchma, corrupto y controlado por poderosos clanes industriales orientados hacia Rusia o a sus propios intereses regionales. Y, altas consideraciones políticas aparte, eso fue lo que Yúshenko prometía a sus seguidores que se manifestaron en la calle durante 18 días.
El voto en el Parlamento ha sido utilizado por ambas partes, tanto por Yúshenko como por Kuchma, para declarar la victoria y subrayar que ha sido una decisión histórica. Para Kuchma el voto también ha servido para liberarse finalmente de cualquier vínculo con Yanukovych que, desde su región de Donetsk, declaraba que la decisión del Parlamento era un “golpe de estado suavizado”. Yúshenko, sin embargo, una vez más se ha mostrado vacilante políticamente por haber permitido a Kuchma volver al poder real, aunque solo sea por unas pocas semanas. El largo silencio de Kuchma después del voto del 21 de noviembre, su viaje a Moscú, la entrevista fugaz que mantuvo en el aeropuerto Vnukovo con Putin y su decisión final de no utilizar la fuerza contra las manifestaciones masivas, prueban que Kuchma estaba a punto de perder el timón político. Sin embargo, logró recuperar sus posiciones e, incluso, presentarse como jefe de Estado emeritus frente a los diputados de la Rada el 8 de diciembre.
El recorte de los poderes presidenciales de Yúshenko ha sido el objetivo principal de la reforma constitucional abogada por Kuchma. Recordemos que solamente cuando resultó imposible aprobarla en la Rada en abril de 2004, Kuchma inició la campaña electoral de Yanukovych, dándole luz verde para que se presentara como candidato oficialista. Además, el interés que Kuchma mostraba en la reforma se centraba, primero, en la figura del primer ministro y, segundo, en las garantías de la inmunidad personal y judicial para si mismo tras la finalización de su mandato. Según algunas fuentes, Kuchma ha sido humillado, por lo menos públicamente, ya que no ha podido obtener ningún tipo de garantía en cuanto a su futuro. Sin embargo, es casi evidente que el acuerdo se ha alcanzado de alguna manera. Además, Kuchma no ha aceptado la exigencia de la oposición, reforzada por el voto parlamentario, de la dimisión del gobierno de Yanukovych. Con Yanukovych de vacaciones antes de la votación del 26 de diciembre, Kuchma en efecto tiene dos semanas de poder casi absoluto, mientras que las ambiciones de Volodymyr Lytvyn, el influyente presidente del Parlamento, no podrán, por ahora, materializarse. En cuanto a las demás exigencias de la oposición, Kuchma ha cumplido con una, cesando al Fiscal General del Estado Hennadiy Vasylyev el 9 de diciembre y reemplazándolo por Svyatoslav Piskun, que se hizo tristemente celebre por haber apoyado a Kuchma en la investigación del asesinato del periodista Georgiy Gongadze en 2000.
Lo concedido por Yúshenko es su apoyo a la enmienda constitucional que transfiere ciertos poderes presidenciales al Parlamento (la Rada Suprema) y al gobierno. Sin embargo, según sus asesores, Yúshenko está a favor de la reforma, como confirmó él mismo tras la primera vuelta del 30 de noviembre, cuando tuvo que pactar con Oleksandr Moroz y el partido socialista. Leyendo el texto de la enmienda, uno llega a la conclusión de que, por un lado, el presidente no se convierte en una figura puramente protocolaria; por otro lado, existen ciertos límites cronológicos para la implementación de la enmienda. Entrará en vigor entre septiembre de 2005 y abril de 2006 dependiendo de si se aprueben otras enmiendas. Por lo tanto (y teniendo en cuenta que en marzo de 2006 se deberán convocar elecciones parlamentarias), Yúshenko tendrá tiempo suficiente para disponer de poderes presidenciales sin recortes. Como ha dicho Oleksandr Volkov, el antiguo asesor de Kuchma, “Si uno tiene cerebro le bastarán pocos días para ejercer el poder que tiene”.
Habiendo aceptado los cambios constitucionales, Yúshenko ha logrado que se cambiara la ley electoral, que se formara una nueva Comisión Electoral Central (CEC) y, por lo general, que se crearan condiciones muy favorables para él en la votación del 26 de diciembre. Es una victoria a corto plazo, que fue confirmada por el voto en contra de la enmienda por una parte de la oposición encabezada por Tymoshenko. Además, no se ha confirmado si Yúshenko mismo votó o no por la reforma. Está claro que Yúshenko se ha visto obligado a apoyar la reforma porque ésta venía en un bloque de varios cambios legislativos, unos que le favorecían más y otros menos. Sin embargo, el hecho de que ni pudo movilizar a toda la oposición en apoyo de la enmienda política, ni se atrevió el día de la votación en el parlamento a presentar el cambio constitucional a sus seguidores en el centro de la capital como un paso necesario hacia la profunda reforma del régimen, muestra que Yúshenko una vez más fue incapaz de alcanzar la velocidad necesaria en unas circunstancias que le favorecían.
Las elecciones del 26 de diciembre
Las modificaciones de la ley electoral son muy precisas y, claramente, servirán para impedir el fraude electoral que se vio en octubre y noviembre. Los cambios afectan al censo electoral (por ejemplo, salvo por decisión de un tribunal no se podrá introducir ningún cambio en las listas el día de la votación), a las papeletas para el voto postal (con reglas mucho más rigurosas) y a la nueva Comisión Electoral Central (CEC), cuyo presidente Yaroslav Davydovych, después de la segunda vuelta, no quiso firmar los resultados de los comicios a favor de Yanukovych. Con más de 4.000 observadores internacionales (un número sin precedentes), es muy probable que las elecciones sean libres. Quedan interrogantes en cuanto a Yanukovych: si se presentará, en sus propias palabras, como el candidato “en oposición a la oposición”, o si retira su candidatura, según le han sugerido Kuchma y el jefe de su administración Víctor Medvedchuk. Y si Yanukovych no participa, ¿cuál será la reacción de la población del este y del sur de Ucrania? En el caso de que Yúshenko sea el único candidato, se verá obligado a alcanzar un porcentaje de voto del 50% más uno. Teóricamente, eso parece fácil de realizar pero habría que hacer cálculos precisos en cuanto al número de votantes en cada región, comparando los números del este y el sur, las regiones más pobladas, y el oeste y el centro. Para hacerlo hay que esperar al nuevo censo electoral. Por tanto, será difícil hacer pronósticos en cuanto a los números hasta los últimos días antes de la votación. Yúshenko ha declarado que va a ganar en 19 de las 27 regiones. Sin embargo, todo, o casi todo, es posible en Ucrania.
Es muy improbable que Yanukovych gane las elecciones. Su campaña electoral seguramente se centrará en las regiones donde recibió más apoyo, pero no llegará a Kiev. Aparte de sus recientes acusaciones de que la campaña electoral de Yúshenko ha recibido apoyo financiero del gobierno estadounidense, Yanukovych, se dice, está muy decepcionado por la “traición” de los actuales gobernantes del centro, léase Kuchma. Este último intenta utilizar recursos y apoyo local para convertirse en un actor político independiente a fin de estar en la oposición al presidente Yúshenko. Contando con cerca de 15 millones de votos (según sus propios cálculos), podría llegar a serlo. En cuanto al resultado final de las elecciones, Yúshenko puede ganar con un margen de hasta el 10% a su favor.
Las manifestaciones callejeras, que seguramente contribuirán al desarrollo de la sociedad civil ucraniana, han sido la fuerza principal detrás de las negociaciones y de los movimientos políticos de la oposición. Sin embargo, con el tiempo, se han hecho visibles también las diferencias entre los acontecimientos de otoño de 2003 en Georgia y la actual situación en Ucrania. No se puede negar que el hecho de que se abrieran las negociaciones entre las diferentes partes (especialmente con Kuchma), las promesas rotas y las decisiones retrasadas, han servido para que el número de manifestantes en la calle disminuyera. También se han puesto de relieve las diferencias entre varios bloques de la oposición y entre la oposición y sus socios socialistas. Han tomado fuerza otros actores políticos como Lytvyn, e incluso Víctor Pinchuk. Todo ello podía contribuir al desmembramiento del apoyo de la oposición que, por cierto, desde el principio carecía de cualquier principio de unidad política. Nasha Ukrayina no es un solo partido, sino un bloque de partidos y grupos políticos inicialmente creado para enfrentarse a la mayoría en el Parlamento. El fin de la “revolución”, por lo tanto, ha sido lógico pero bastante decepcionante para los que esperaban acabar con el régimen de Kuchma.
En cuanto a la campaña de Yúshenko, se pueden esperar intentos de romper el frágil acuerdo dentro de la oposición. En una rueda de prensa el 10 de diciembre, Yúshenko prometió no acosar a sus adversarios políticos al llegar al poder. Si de esta manera Yúshenko se refiere a Kuchma, debería acordarse del enfrentamiento personal de muchos años entre su aliada Yulia Tymoshenko y el presidente actual. Por otro lado, siguen las negociaciones a puerta cerrada. Estos días Yúshenko tendrá que hablar, por lo menos, con tres aspirantes al puesto del primer ministro, Tymoshenko, Moroz y Lytvyn. En lo que se refiere a intereses económicos, el 10 de diciembre Yúshenko reiteró que las privatizaciones que no han cumplido la normativa oficial (citando el ejemplo de Kryvorizhstal) podrían ser revisadas. Al mismo tiempo, añadió que no le gustaban términos como “re-reprivatización” o “des-nacionalización”. Fue significativa la presencia de Víctor Pinchuk, yerno de Kuchma y uno de los “oligarcas” detrás de la privatización de Kryvorizhstal, en julio de 2004 en la plaza central de Kiev, donde habló con los manifestantes para luego ser entrevistado por el New York Times y The Times. Sin embargo, Rinat Akhmetov, el hombre más rico del país, y otro socio de Kryvorizhstal, sigue apoyando a Yanukovych y ha sido alabado por Anders Aslund del Carnegie Endowment for International Peace (que le considera “una persona muy inteligente”). Este tipo de negociaciones, tanto políticas como entre representantes de grupos industriales y financieros, formará parte de la campaña electoral de Yúshenko, esta vez poco transparente para el público.
El papel de los actores internacionales
Los medios de comunicación, tanto en occidente como en Rusia, han contribuido a la imagen de una Ucrania polarizada. Desde el principio de la campaña electoral se han creado y ofrecido al público imágenes muy definidas de Yúshenko, el candidato pro-europeo y pro-occidental, y de Yanukovych, el candidato oficialista, pro-ruso y sucesor de Kuchma. Cuando se produjo la crisis política se empezó a hablar de una posible partición o federalización ucraniana. Es una visión simplista y una reflexión paradójica de los prejuicios de Rusia y de los miedos de la UE hacia Ucrania. Este punto de vista fue activamente propagado por cuatro de las cinco cadenas de la televisión central ucraniana, controladas por personas cercanas a Kuchma.
Los asesores de política exterior de Putin han cometido uno de los errores más graves de tiempos recientes al haberle aconsejado apoyar a Yanukovych e intentar utilizar su influencia directa y su presencia personal durante la campaña electoral ucraniana. Durante los últimos años, Rusia ha puesto de manifiesto que su breve matrimonio con la democracia liberal se ha terminado. La guerra en Chechenia, los ataques terroristas y la débil oposición al omnipotente presidente Vladímir Putin son los elementos que han ayudado a recrear las ambiciones geopolíticas de Rusia, parecidas a las de la época Soviética. Rusia está preocupada por mantener y cultivar su esfera de intereses. Las elecciones en Ucrania pueden decidir dónde terminan exactamente los intereses de la Rusia moderna. El fracaso de esta particular estrategia de la política exterior rusa hacia Ucrania y el reciente intercambio de comentarios críticos entre el ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergey Lavrov y el secretario de Estado Colin Powell en Sofia y Bruselas han mostrado antes que nada la necesidad para Rusia de revisar los principios y modos de empleo de sus relaciones con las antiguas repúblicas soviéticas.
A diferencia de los pequeños países Bálticos que consiguieron integrarse en la UE después de su ruptura con la Unión Soviética, y Georgia, que hace poco ha vivido la “revolución de las rosas”, Ucrania sigue oscilando entre Rusia y Europa. La Unión Europea no ha logrado desarrollar una política coherente hacia Ucrania. Los comentarios de Romano Prodi de que Ucrania y Nueva Zelanda tienen la misma posibilidad de llegar a ser miembros de la UE, subrayan la posición de Ucrania en la lista de las prioridades de la UE. El hecho de que, recientemente, Javier Solana se ha convertido en un visitante frecuente de las orillas del Dniéper (Dnipro en ucraniano) se debe al miedo de la UE de que se pueda producir una partición de Ucrania. Sin embargo, la repetición del desmembramiento balcánico en Ucrania es muy improbable, como lo es el “divorcio civilizado” entre el este y el oeste de Ucrania abogado por ciertos sectores en Rusia. A largo plazo, y dependiendo de las circunstancias del futuro desarrollo de Ucrania, existe una cierta posibilidad de que se produzca alguna forma de federalización asimétrica del país.
De todas maneras, si Yúshenko gana el 26 de diciembre, será difícil un cambio radical en la política exterior del país. En primer lugar, la Unión Europea no tiene nada que ofrecer a Ucrania a corto plazo. Y, quizá, tampoco a largo plazo. Ucrania podría beneficiarse enormemente si la UE iniciara un proceso de negociaciones preparatorias dejando la puerta abierta a su entrada al club europeo a largo plazo. De momento, parece que esta opción queda descartada. En cuanto a Rusia, dados los enormes intereses rusos en la economía ucraniana, especialmente en el sistema de gasoductos que transportan hasta el 75% del gas natural ruso hacia los mercados europeos, es imposible imaginar una ruptura de los vínculos económicos entre Rusia y Ucrania. Sin embargo, con el cambio del presidente y la muy esperada sustitución de Kuchma, que permanece en el poder desde el lejano 1994, puede empezar un proceso de reposicionamiento gradual de Ucrania en el ámbito europeo e internacional.
Conclusión: Los acontecimientos de octubre y noviembre de 2004 en Ucrania, en particular las movilizaciones callejeras, nos permiten hacer pronósticos optimistas con respecto al desarrollo de la sociedad civil en Ucrania. En cuanto al presente sistema político, se ha mostrado incapaz de romper con el régimen de Leonid Kuchma. Por lo tanto, con la llegada del nuevo presidente se puede esperar un periodo de incertidumbre política y posible redistribución de ciertos intereses económicos antes de las elecciones parlamentarias de 2006. Ucrania es un país donde representantes de poderosos grupos industriales y financieros son miembros del Parlamento nacional, tanto simpatizantes de Yúshenko como partidarios de Kuchma. Por lo tanto, son previsibles cambios políticos en Ucrania hasta que empiecen a interferir con los intereses económicos de estos grupos.
Anastasia Petrova
Consultora privada, especializada en temas energéticos