Trump, el conservadurismo estadounidense y la Convención

Donald Trump en un mitin en el Desert Diamond Arena de Glendale de Arizona, EEUU. conservadurismo estadounidense
Donald Trump en un mitin en el Desert Diamond Arena de Glendale de Arizona, EEUU. Foto: Gage Skidmore (CC BY-SA 2.0).

Tema
El ex presidente de EEUU, Donald Trump, aspira a un segundo mandato en la Casa Blanca apartándose del tradicional conservadurismo estadounidense.

Resumen
¿Cuáles son las posibles credenciales conservadoras de Donald Trump, y que relación tienen con el conservadurismo que ha sido la piedra angular de la mayoría de los candidatos presidenciales republicanos anteriores a él? Hay una ruptura con el molde conservador que ha quedado claramente plasmada en la última Convención Nacional Republicana y la aprobación de la nueva “plataforma del partido”, donde se reflejan sus principios ideológicos.

Análisis
La Convención Nacional Republicana, celebrada en Milwaukee entre el 15 y el 18 de julio, oficializó la candidatura de Donald Trump a la carrera presidencial de EEUU. Coincidió además con el 60 aniversario de otra importante convención republicana celebrada en San Francisco en 1964, donde el GOP (Grand Old Party) nominó como candidato a las elecciones al senador de Arizona Barry Goldwater. Tras décadas en las que ningún candidato autoidentificado como conservador fuese capaz de alcanzar la nominación, el ala conservadora del partido empezaba su ascenso en el GOP. Uno de los momentos culminantes de dicha convención fue su discurso de aceptación, en el que Goldwater proclamó que “el extremismo en defensa de la libertad no es un defecto” y que “la moderación en la búsqueda de la justicia no es una virtud”. Hoy en día, algunos de los asistentes a la convención de Milwaukee quisieron ver en esa convención del 64 un presagio del temperamento y la retórica emergentes que ahora son parte central de la política republicana. La diferencia es que Donald Trump no es un conservador.

Goldwater perdió las elecciones frente a Lyndon B. Johnson pero fue a partir de entonces cuando un nuevo conservadurismo estadounidense comenzó a expandirse, en parte gracias a teóricos como William F. Buckley Jr., editor de National Review, con consignas sobre la responsabilidad fiscal, el gobierno limitado y un liderazgo estadounidense en el ámbito internacional. La culminación llegaría con la presidencia de Ronald Reagan en 1980 y un nuevo conservadurismo que dominaría el último cuarto del siglo XX y los primeros años del XXI.

El estilo de Reagan ha sido la piedra angular de la mayoría de los candidatos presidenciales republicanos hasta hace poco, con un conjunto de creencias que hacía hincapié en la libertad y el statu quo: “Hay una relación causa-efecto tan clara y predecible como una ley física: a medida que el gobierno se expande, la libertad se contrae”. Logró así que muchos antiguos votantes demócratas optaran por él, que los evangélicos se le sumaran –hasta entonces apenas participaban en política–, y contó con el apoyo de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), siendo el primer candidato presidencial que lo lograba.

Este conservadurismo que ha vibrado hasta hace poco era reacio a un gobierno centralizado, se oponía a la intervención federal en los negocios, al aumento del gasto, a la subida de impuestos, a los programas públicos y las subvenciones, y apostaba por una “América” fuerte de cara al exterior. Tras heredar Trump este Partido Republicano, amenazó con represalias a las empresas estadounidenses que trasladaran sus producciones al extranjero, aumentó la deuda nacional, impulsó guerras comerciales aumentando aranceles y dio subvenciones a los agricultores perjudicados por los mismos. También atacó a la prensa libre, al FBI –a menudo considerado una organización conservadora– y a la cúpula militar, y calificó a partes de la Constitución de “falsas”. También censuró el “excepcionalismo americano” y por lo tanto creía que EEUU no tenía la responsabilidad de ejercer el liderazgo mundial. “Los republicanos eran un partido conocido por iniciar guerras en el extranjero, recortar la Seguridad Social y Medicare en casa y promover la amnistía masiva para los extranjeros ilegales”, dijo Trump a un grupo de donantes en 2023. Algunos de los senadores como, Marco Rubio y Josh Hawley, ya se habían mostrado escépticos ante la vieja ortodoxia antes de que Trump se presentara por primera vez a las elecciones presidenciales. Pero fue Trump quien demostró con su ejemplo que los candidatos republicanos podían apartarse de la ortodoxia “reaganiana” y ser recompensados en las urnas.

Trump carece, por tanto, de credenciales conservadoras, pero ha sido capaz de que el Partido Republicano cambie drásticamente sus posturas con respecto al libre comercio, al gasto, a las relaciones con los autócratas, a la política militar, a la política de inmigración y a los déficit. Es cierto que Donald Trump promulgó algunas políticas conservadoras en su primer mandato, como la reducción de impuestos y el nombramiento de jueces conservadores para el Tribunal Supremo; y también que se apoyó en veteranos de Reagan y Bush que se oponían discretamente a sus políticas, porque debía cubrir miles de puestos en la Casa Blanca y agencias ejecutivas. Es probable que el hecho de que Trump haya continuado con algunas de estas causas conservadoras tradicionales haya llevado a la gente a seguir utilizando la palabra “conservador” cuando hablan de él a pesar de que muchas de sus acciones son contrarias a la ideología tradicional.

Como ya advirtió el senador republicano Mitt Romney, ya no sólo Trump sino una gran parte de su partido no cree a día de hoy en la Constitución, mientras que Mike Pence duda si el Partido Republicano es, hoy en día, el partido del conservadurismo o del populismo. La Constitución estableció leyes para proteger la libertad de los ciudadanos, sentó las bases del federalismo –un sistema que garantiza que el gobierno nacional no tenga el control absoluto y garantizando cierto poder a los estados–, y estableció los controles y equilibrios entre los tres poderes del Estado. Cuando un alto número de representantes republicanos cuestionó los resultados en algunos estados en 2020 y trataron de darles la vuelta, estaban atacando el poder que la Constitución otorga a los propios estados; cuando los republicanos del Congreso decidieron dejar libre a Trump por su papel en la insurrección del 6 de enero de 2021, mostraron que el abuso de poder puede quedar sin control a nivel federal.

También hay un factor a tener en cuenta y es que la pluralidad de los votantes conservadores ha ido restando importancia al tradicionalismo, al respeto por la costumbre y las instituciones establecidas, cuyo apoyo ha ido cayendo en la última década, un elemento del que Trump ha sabido sacar provecho.

Si la elección del republicano en 2016 supuso una clara, aunque inesperada, ruptura con el molde conservador, tras dejar el poder, la pregunta era si su legado se disiparía o continuaría, dando origen a un movimiento político verdadero y duradero. Lo que ha ocurrido, y que ha quedado plasmado en la última convención republicana, ha sido la culminación de un realineamiento total del GOP del conservadurismo tradicional al “MAGAismo”. El Partido Republicano es ya el partido de Trump, con sus conversos (como Nikki Haley), la nueva guardia de estrellas emergentes (J.D. Vance y Sarah Huckabee) y grandes cambios en la política tradicional del partido.

1. La Convención

El discurso de aceptación de la candidatura del ex presidente Trump supuso el primer gran discurso público que pronunció tras el atentado contra su persona pocos días antes. También fue la primera convención republicana en persona desde que la pandemia del COVID provocó la cancelación de la mayoría de los actos en torno a la convención de 2020. La velada final contó con un amplio abanico de oradores, desde el luchador profesional retirado Hulk Hogan hasta el líder evangélico Franklin Graham, y culminó con el discurso de Trump, que puso el broche de oro a una semana de actos y discursos en apoyo de la visión que el ex presidente tiene del país.

Mientras el mundo de la política trataba de saber si el presidente Joe Biden dejaría el paso libre a un nuevo candidato, Trump se enfrascó en un larguísimo discurso que incluso acabó con el entusiasmo y energía de sus más fieles seguidores. Los días posteriores al atentado a su persona, se había visto un Trump algo más suave y humano, había hablado de la unidad y quería ser el líder de toda América. Se esperaba, por tanto, que en la convención siguiera esa línea, aunque fuera sólo una mera táctica para atraer un puñado de votos independientes claves en unas elecciones reñidas. Pero Trump no se dejó limitar por el texto de su discurso ni por los previos llamamientos a la unidad. Tras un comienzo tranquilo, volvió una y otra vez sobre sus temas de campaña y atacó a los demócratas, con lo que sus iniciales esfuerzos por girar hacia el futuro se perdieron en un torrente de palabras. Trump dejó pasar la oportunidad de solidificar la ventaja que había ganado en las semanas previas.

En su discurso, el candidato republicano volvió a afirmar que las elecciones de 2020 fueron robadas, elogió a líderes autoritarios del mundo, prometió que llevaría a cabo la mayor deportación de la historia de EEUU y prometió que Rusia y China le temerían tanto que detendrían sus acciones agresivas. Avivó el miedo existencial a que algo vaya muy mal en EEUU, desdeñó las normas sociales, políticas e internacionales establecidas, y apostó por un liderazgo a través de la fuerza como la solución al malestar creado por el liberalismo “blando” y lo políticamente correcto.

Trump estuvo arropado por el “contra-establishment” creado como alternativa al establishment republicano desde su victoria de 2016. Llamados populistas o conservadores nacionalistas, esta “alternativa” comprende en su mayoría a jóvenes ligados a think-tanks y grupos como American Compass, America First Policy Institute y American Moment, a revistas como American Affairs, Compact y Tablet, que han ayudado a la promoción de una nueva generación más populista y nacionalista, y que ha sustituido a los “reaganistas” heredados y a los grupos de presión corporativos. Y todos ellos apoyaron la presentación de una “plataforma del partido” que divergía enormemente del pasado.

Históricamente, las “plataformas de los partidos” han sido largas y áridas declaraciones de principios elaboradas por personas de los partidos políticos y expertos, y apenas leídas fuera de esos círculos. La plataforma republicana de 2016 era precisamente eso: más de 50 páginas de texto denso que invocaba los ideales políticos de la era Reagan y que nunca mencionaba a Trump por su nombre. En 2020 el GOP ni siquiera se molestó en actualizarla. Por el contrario, la plataforma de 2024 es más escueta y sencilla y se lee como un homenaje a Trump, mencionándolo repetidamente y reflejando su inconfundible estilo, con letras mayúsculas al azar y fragmentos de frases esparcidos por todo el texto, reflejando el lenguaje y el formato típicos de Trump en sus publicaciones en las redes sociales.

De esta manera, Trump ha puesto su sello en el partido de una manera que no hizo en 2020 o 2016, tratando de transformar la política del partido a largo plazo. Algunos votantes conservadores se sintieron frustrados al ver que el texto divergía enormemente del pasado, debilitando, por ejemplo, el lenguaje tradicional del partido sobre el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Muchos miembros del ala más conservadora del Partido Republicano –incluidos muchos líderes evangélicos– habían pedido a Trump y al partido que fueran más allá, impulsando una prohibición federal del aborto. Pero el ex presidente, consciente de que unas restricciones más estrictas del aborto podrían alienar a grupos clave, como las mujeres de los suburbios y los jóvenes, ha tratado de abrirse un estrecho camino, atribuyéndose el mérito de haber eliminado el acceso al aborto en todo el país la revocación de Roe vs Wade–, pero dejando que sean los estados los que decidan hasta dónde llegar. La nueva plataforma del partido trata de reflejar ese difícil equilibrio y señala, por ejemplo, que el partido apoya el acceso a los métodos anticonceptivos y a los tratamientos de fecundación in vitro, en contra del ala más conservadora. También dice que el partido “promoverá una cultura que valore la santidad del matrimonio”, pero no busca definirlo, para algunos una señal de que el GOP se está alejando de la lucha sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que una gran mayoría de los estadounidenses lo apoyan, como señalan encuestas recientes.

En consonancia con el mantra de Trump “América primero” en política exterior, la plataforma del Partido Republicano dice que una segunda Administración Trump invertirá fuertemente en el ejército estadounidense mediante el aumento de pago a las tropas y el aumento de la producción de capacidades de defensa, y promete construir un sistema de defensa antimisiles “Cúpula de Hierro”, como el que Israel despliega cuando es atacado, pero no menciona directamente a Ucrania, un controvertido asunto que divide a los republicanos. Sin embargo, esa combinación de apoyo al ejército y escepticismo sobre “guerras eternas” imposibles de ganar convierte o acerca a este partido de Trump más al realismo que al aislacionismo.

Pero el tema que domina casi toda la “plataforma” es la inmigración. El ex presidente ha hecho de ella una pieza central de su campaña, y su duro lenguaje sobre el tema está grabado a fuego en la plataforma 2024. El documento se refiere repetidamente a una “invasión” de inmigrantes y prevé “la mayor operación de deportación de la historia de EEUU”, incluso previendo el despliegue de tropas federales en la frontera sur. La plataforma de 2016 también proponía una aplicación estricta de las leyes de inmigración, pero su retórica era más suave, ensalzando incluso las contribuciones de los inmigrantes a la sociedad estadounidense. También promete aumentar las penas para quienes se queden más tiempo del permitido en sus visados y recortar la financiación federal a las “ciudades santuario” (ciudades que adoptan políticas para limitar su cooperación con las autoridades federales en temas de inmigración, detenciones y deportaciones). Asimismo, promete “traer de vuelta la prohibición de viajar”, en referencia a la orden ejecutiva de Trump, apenas una semana después de su llegada a la presidencia, que prohibía la entrada en EEUU a personas procedentes de varios países de mayoría musulmana. En casi todas las secciones –incluso en temas aparentemente no relacionados, como el apoyo a las personas mayores–, la plataforma incluye una alusión, aunque breve, sobre el freno a la inmigración ilegal.

La plataforma destaca también la inflación como uno de los mayores problemas de la nación. Aboga por la producción nacional de energía como solución para reducir los costes, y para ello toma prestada parte de la retórica favorita de Trump en torno a los combustibles fósiles. La política económica republicana se basó durante mucho tiempo en dos pilares: la reducción de impuestos y la disminución de la deuda nacional. Pero aunque la plataforma 2024 aboga por fuertes recortes fiscales –incluida la eliminación de los impuestos sobre las propinas de los trabajadores de la hostelería por la que también apuestan los demócratas–, no menciona la reducción de la deuda nacional, que se acerca a los 35 billones de dólares. En cambio, la nueva plataforma vincula otros objetivos políticos, como la represión de la inmigración y la eliminación de las regulaciones sobre el petróleo y el gas, a su objetivo económico más amplio de frenar la inflación.

La plataforma también pide el cierre del Departamento de Educación federal, una medida radical que descentralizaría por completo la política educativa y la dejaría enteramente en manos de los estados. Y propone el restablecimiento de la Comisión 1776, un órgano asesor de la era Trump dentro del departamento de Educación que elaboró un informe diseñado para “garantizar la educación patriótica”. Trump esta vez sí ha hecho suyos los llamamientos de los activistas conservadores para que se impongan restricciones estrictas a la enseñanza de la raza, el género y la sexualidad en las escuelas públicas y estos llamamientos se han consolidado en la plataforma del partido.

Conclusiones
La nueva “plataforma del partido”, dedicada “A los hombres y mujeres olvidados de EEUU”, muestra hasta qué punto el partido se ciñe al discurso de campaña de Trump, y es una continuación del movimiento del partido en los últimos ocho años, alejándose del republicanismo tradicional y acercándose a la lealtad a Trump.

El GOP parece diseñado para servir a Trump y ahora en 2024, ni siquiera pretendió deliberar sobre la plataforma del partido. Del otro lado, el Partido Demócrata ha sido capaz de reunir la voluntad y el deseo de corregirse y ha recuperado el control sobre la candidatura a la Casa Blanca con la renuncia de Biden. Pero el Partido Republicano ha abandonado su papel institucional, convirtiéndose en un culto a la personalidad que proyecta la voluntad de un hombre de mentalidad claramente autoritaria.