Tema: Intervención de S.A.R. Príncipe Turki al Faisal en el Real Instituto Elcano el 26 de septiembre de 2011 (texto traducido del inglés).
Gracias por invitarme a dirigirme a ustedes hoy.
El objetivo de mi presentación es ofrecerles un tour d’horizon, un término empleado por los capitanes de barco desde hace siglos. Realizar un tour d’horizon es echar un vistazo de 360º alrededor de uno para evaluar las condiciones meteorológicas. Observar dónde está la mar en calma y dónde hay una tempestad. Tras otear el horizonte, el capitán vuelve su atención hacia su nave y se pregunta en qué condiciones está la embarcación cuando se prepara para tomar rumbo hacia el horizonte.
Por medio de esta evaluación, el capitán de un barco puede determinar el mejor rumbo para llevar su nave a puerto de forma segura. Así que yo voy a realizar mi propio tour d’horizon para valorar cómo puede dirigirse Arabia Saudí –mi “nave del Estado”– hacia un futuro próspero.
Como ustedes bien saben, Oriente Medio ha entrado en una fase de profunda transición, con gobiernos que se desmoronan, nuevas fuerzas sociales emergentes, alianzas que se reconfiguran y crecientes tensiones internacionales –algunas bastante antiguas y otras relativamente recientes– que requieren nuevas valoraciones desde todos los ángulos políticos.Sin embargo, a pesar de que el panorama general del entorno de Arabia Saudí está marcado por esta gran turbulencia, en el centro de estas numerosas tormentas se sitúa nuestro Reino que, me complace informarles, permanece estable y seguro gracias al sabio liderazgo del Rey Abdullah, a un sentimiento de nacionalismo creciente entre el pueblo, a la inversión continua de nuestro gobierno en infraestructuras y seguridad, y a políticas económicas que han bendecido a nuestra tierra con crecimiento económico, superávit presupuestarios y más de 550.000 millones de dólares en reservas en divisas. Con esto no quiero decir que el reino no se enfrente a desafíos, tanto de dentro como de fuera de nuestras fronteras. Pero a medida que yo vaya describiendo las turbulencias que se acumulan sobre nuestro horizonte, también os animo a no olvidar que el lugar desde donde contemplo estos temporales está sano y salvo y piensa utilizar sus vastos recursos para ayudar a sus vecinos a capear las difíciles condiciones actuales.
La primera y principal de estas tempestades son los cambios políticos que están ocurriendo en numerosos países árabes. Si bien Arabia Saudí reconoce la voluntad de todos los pueblos de elegir a sus líderes y acepta, y en muchos casos apoya, los acontecimientos que se desarrollan en sus países vecinos, el Reino no debe olvidar las difíciles situaciones que casi siempre se producen después de convulsiones sociales basadas en visiones idealistas. Egipto y Túnez, los países donde se inició la llamada Primavera Árabe, han entrado ahora en peligrosas y difíciles etapas de reorganización. Las economías de ambos países están en caída libre y fuerzas y grupos políticos oportunistas están dispuestos a aumentar de forma significativa su poder en las elecciones que se avecinan en esos países. La guerra civil en Libia y la escalada de violencia en Yemen se han cobrado miles de vidas y provocado un retroceso de décadas en el desarrollo de dichos países, al tiempo que la situación sigue siendo altamente impredecible. La situación en Bahréin parece haberse estabilizado por ahora, pero los problemas podrían recrudecerse de nuevo.
En Siria, una sociedad entera se encuentra al borde de un espantoso abismo de guerra civil, que podría extenderse a Líbano, Turquía e Irak.
Mientras que estas volátiles condiciones nacionales son relativamente recientes, existen varios problemas más antiguos –digamos tormentas que llevan algún tiempo fraguándose– cuyas consecuencias son difíciles de determinar. En primer lugar, y vinculado estrechamente con las dificultades a las que se enfrentan muchas naciones árabes, está el caso de Irán. Hay tres cuestiones relativas al liderazgo de Irán –su ambición de adquirir armas nucleares, la ocupación de islas pertenecientes a los Emiratos Árabes Unidos y su intromisión constante en los asuntos de naciones árabes–. En cuanto a la cuestión de las armas nucleares, Arabia Saudí sigue insistiendo en que Irán e Israel deben renunciar a la adquisición de armas nucleares y apoyar la creación de una Zona Libre de Armas de Destrucción Masiva en Oriente Medio. Esto es sin duda lo mejor para el futuro de todos los pueblos del planeta. Y, con el objetivo de convencer a los líderes de Irán y de Israel de que éste es el camino a seguir, respaldamos totalmente el refuerzo de las sanciones, la diplomacia activa y la acción concertada a través de las Naciones Unidas.
En cuanto a la segunda cuestión, Arabia Saudí respalda a los Emiratos Árabes Unidos en sus esfuerzos legítimos y justos por recuperar sus islas de manos de Irán recurriendo al Tribunal Internacional de Justicia. Aquí tampoco puede haber flexibilidad. Los líderes iraníes deben abandonar sus intentos de influir en la dirección que toman los gobiernos árabes financiando entidades no estatales como Hamás, Hezbolá y diversas milicias chiíes. Cuando Arabia Saudí mira a Irán y se plantea qué ocurrirá en la próxima década, solo puede esperar que el pueblo iraní inste a sus líderes a tomar una ruta más sabia y segura que la que ahora parecen obstinados en seguir, y que perjudica tanto a la nación iraní como a otros pueblos.
Otra tormenta de más larga gestación que los recientes levantamientos –una cuestión que se sitúa en el centro de muchas de las dificultades a las que se enfrenta nuestra región– es la difícil situación del pueblo palestino. Hoy es un momento especialmente emocionante para mí porque me ofrece la oportunidad de hablar de este asunto nada más producirse un hito histórico en el conflicto. Me refiero, por supuesto, a la petición oficial realizada por el presidente palestino Mahmoud Abbas el viernes al secretario general de las Naciones Unidas para que la ONU acepte al Estado palestino como miembro de pleno derecho. A causa de esta petición, de la diplomacia que se hizo antes, de los debates en torno al tema y de los malentendidos que han enturbiado sus verdades, rara vez ha habido un momento más apropiado para aclarar la situación y llegar a una decisión justa sobre las medidas correctas y necesarias que hay que adoptar.
Como dijo recientemente el ex presidente norteamericano Jimmy Carter: “la persecución de los palestinos por las fuerzas de ocupación es uno de los peores ejemplos de privación de derechos humanos”.Y mientras que ha habido muchos argumentos en este sentido y contraargumentos, el camino de la paz está claro.
La Iniciativa para la Paz Árabe firmemente impulsada por el Rey Abdullah en 2002 preparó el terreno para poner fin a las hostilidades: si los israelíes se retiran de los territorios ocupados, incluyendo Jerusalén Este, a las fronteras anteriores al 4 de junio de 1967 y abordan la situación de los refugiados de mutuo acuerdo, Arabia Saudí, la Liga Árabe y la Organización para la Cooperación Islámica establecerán relaciones normales y pacíficas con Israel. Y en cuanto al tema clave del Estado palestino, Arabia Saudí está con los Estados miembros de la ONU que desean que las Naciones Unidas realicen una declaración oficial reconociendo al Estado palestino y cree, como ellos, que la estatalidad palestina no es cuestión de si se producirá algún día, sino que debe producirse ya.
Por último, cuando se trata de las dificultades a las que se enfrenta nuestra región, debemos admitir que el terrorismo sigue siendo una amenaza importante. Pero no es solo al-Qaeda quien sigue conspirando contra nosotros. Hay también otros actores no estatales que están surgiendo o que están volviendo a aparecer y que se están posicionando para aprovechar los vacíos de poder creados por las cambiantes dinámicas políticas. La débil situación de la gobernanza en Yemen, Libia, Túnez, Egipto, Siria y otros países genera las condiciones perfectas para que células terroristas echen raíces y lleven a cabo actos desesperados, malignos y anárquicos. A ello se debe que Arabia Saudí siga colaborando con sus aliados, donde quiera que pueda encontrarlos, para erradicar esta lacra de individuos que se creen con el derecho de infligir una odiosa violencia a otros en nombre de fines falsos y destructivos. Me alegra ver que la propuesta de Arabia Saudí de establecer un centro antiterrorista internacional ha sido adoptada por la ONU. El Rey Abdullah ya ha contribuido con 10 millones de dólares como capital inicial a las operaciones de este centro.
Todas estas tormentas –la agitación y violencia que están sufriendo los países árabes, la agresividad regional de Ahmadineyad, el persistente conflicto israelí-palestino, y la creación y explotación de enclaves terroristas– tienen algo en común: todas ellas afectan profundamente al estado general de la seguridad y la estabilidad de la región. Y, cuando se discute sobre seguridad y estabilidad en Oriente Medio, se llega inevitablemente a la cuestión de la energía global.
Esto se debe en primer lugar a la importancia que tiene Arabia Saudí en el suministro de energía del planeta, pero también se debe a otros factores. Los Estados del Golfo siguen siendo importantes proveedores de petróleo. Oleoductos y rutas marítimas de transporte recorren la región, atravesando áreas de gran conflictividad. La percepción de la estabilidad en la región es un factor determinante en los mercados del petróleo y en la influencia de éstos sobre los precios, lo que, inevitablemente, afecta a casi todas las economías del mundo.
Así que, cuando oteamos el horizonte más amplio del mercado global de la energía a través de los nubarrones de Oriente Medio, ¿qué es lo que vemos? Otra vez, lo que vemos es transición. Como la mayoría de ustedes saben bien, Europa y Estados Unidos siguen siendo importantes consumidores de energía, pero Asia representa una parte cada vez más grande de la demanda global. Además, casi todos los países están tratando de diversificar su mezcla energética para aprovechar fuentes de energía alternativas, con el doble objetivo de promover la independencia energética y de evitar efectos negativos en el medio ambiente. Pero desde la perspectiva saudí, no se trata de una cuestión de independencia energética, sino de interdependencia energética, tanto por el bien de nuestras economías como de nuestro medio ambiente. Así que lo que vemos, aunque sea solo a través de los ojos de la esperanza, son las voces más sabias de cada país imponiéndose y alentando a sus gobiernos a cooperar para garantizar una mezcla energética procedente de una variedad de fuentes estables. Y, obviamente, Arabia Saudí quiere desempeñar un papel destacado a la hora de ayudar a conseguir este objetivo.
Esto me lleva a mi último tema –la propia Arabia Saudí– ya que todo tour d’horizon debe ir seguido de una evaluación de las condiciones del propio navío para que el capitán pueda saber de qué es capaz su barco teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas. Y estoy encantado de comunicarles que nuestra “nave del Estado” está en condiciones de navegación bastante buenas. Con el 25% de las reservas mundiales de crudo y casi el 70% del excedente de capacidad global, las proyecciones actuales para los próximos cinco años calculan que el Reino obtendrá una media de unos 250.000 millones de dólares en ingresos petroleros anuales (para 2011, la proyección es de casi 300.000 millones). Además, el Reino tiene casi 550.000 millones de dólares en reservas de divisas, una suma que piensa aumentar de forma constante.
Para mantener los niveles de exportación de crudo actuales al tiempo que cubre las necesidades internas de energía que están en aumento, el gobierno está invirtiendo fuertes sumas en tecnología solar, y gastará más de 100.000 millones de dólares en construir al menos 16 centrales nucleares en todo su territorio. La energía solar cubrirá el desfase a corto plazo, satisfaciendo una parte del incremento de las necesidades energéticas internas, y en el plazo de una década, nuestros planes contemplan que la energía nuclear desempeñe un papel fundamental en el aumento del petróleo como fuente de energía interna.
De esta forma Arabia Saudí podrá alimentar el crecimiento de su floreciente economía sin reducir significativamente su capacidad de exportación de petróleo.
También me alegra informarles de que la infraestructura productora de petróleo de Arabia Saudí se ha demostrado, y seguirá demostrándose, inmune a los ataques. Esto no se debe únicamente a los miles de millones de dólares invertidos en seguridad y vigilancia, sino también a la creación de un cuerpo de seguridad que cuenta con 35.000 efectivos. Estas tropas proceden de todo el territorio del Reino y están recibiendo un entrenamiento exhaustivo por medio de un programa de asistencia técnica de Estados Unidos. Esta fuerza especializada, que no existía antes de 2005, tiene como responsabilidad exclusiva proteger todas las instalaciones energéticas de amenazas tanto internas como externas.
En relación con las tormentas políticas a las que nos hemos referido antes, Arabia Saudí, como lugar de nacimiento del islam y del líder de los mundos musulmán y árabe, tiene la especial responsabilidad de involucrarse de cualquier modo que sea prudente, justo y beneficioso para ayudar a los países que están padeciendo turbulencias a conseguir la estabilidad política interna. Y tiene toda la intención de llevar a cabo esta responsabilidad por el bien de todos; no solo por medio de la diplomacia, misiones de asesoramiento y apoyo financiero, sino también a través de una política exterior más enérgica dirigida a cumplir su papel de líder regional.
Pero ninguno de los esfuerzos de Arabia Saudí daría frutos si no emanasen de una nación que ha hecho grandes esfuerzos, y estoy orgulloso de decir que ha tenido éxito en esos esfuerzos, para crear un país que es estable y seguro. Las razones de este éxito son muchas.
En las dos últimas décadas, nuestro gobierno ha llevado a cabo una serie de medidas de reforma en educación, en participación ciudadana –como anunció ayer el Rey, las mujeres no solo podrán ser miembros de la Shura, también votarán y podrán ser elegidas en los consejos municipales–, así como reformas en seguridad y en política económica. Estas medidas han dado abundantes frutos en el sentido de que hoy se puede percibir entre la población saudí un creciente sentimiento nacionalista que está ejerciendo una gran fuerza de cohesión interna en nuestro país. Una prueba reciente y reveladora de esta unidad nacional se puede ver en el llamado “Día de la Rabia” que recibió gran publicidad en los medios occidentales. Se presentó como un día en el que las protestas se extenderían por todo el Reino, pero en realidad estas protestas no se materializaron. De hecho, a diferencia de la mayor parte de nuestros vecinos, el Reino está experimentando su propia “Primavera Saudí” en la que están floreciendo el patriotismo y el compromiso nacional.
Y ahora ha llegado el momento de concluir mi tour d’horizon para poder volver a mi puesto de miembro de la tripulación de la nave Saudí. Mi análisis ha hecho hincapié en las tormentas y quizá no ha prestado suficiente atención a los signos esperanzadores. Sí, Arabia Saudí se mantienen en el ojo del huracán, serena y firme en su posición de líder del mundo árabe, pero en las tormentas que tienen lugar en otros países hay atisbos importantes de una calma en ciernes. Creo que los ciudadanos de esos países que han sido testigos de tanta agitación, si Dios quiere, y desde luego con la ayuda de Arabia Saudí, resolverán sus diferencias y llegarán a puerto seguro. Creo que los terroristas lo tendrán muy difícil para seguir ocultos y que medidas antiterroristas –como las adoptadas con gran firmeza por Arabia Saudí en las dos últimas décadas– servirán de orientación a otras naciones en sus esfuerzos para erradicar las células de destrucción donde quiera que estén. Creo que las sanciones, la diplomacia y la buena voluntad, además de la inestabilidad interna y un cambio de liderazgo, devolverán la cordura a Irán y lo animarán a seguir un camino más pacífico. Creo que los palestinos verán el tan anhelado reconocimiento de su propio Estado en las Naciones Unidas. Y creo que nuestro objetivo de interdependencia energética se está realizando ya, y que trabajaremos juntos porque es lo que debemos hacer para alcanzar la mezcla energética ideal de fuentes globales. Pero, por encima de todo, creo que Arabia Saudí tiene un papel importante y fundamental que desempeñar a la hora de navegar por las aguas turbulentas con el fin de mostrar el camino a todas las naciones que buscan llevar a buen puerto a sus naves del Estado. Y con esto termino diciendo: buena travesía para todos y ojalá podamos encontrarnos pronto en un puerto seguro, aunque solo sea para realizar reparaciones en el barco y cargar provisiones para nuestro próximo gran viaje.
Gracias,
S.A.R. Príncipe Turki al Faisal