Estimado secretario de Estado,
Estimado presidente del Real Instituto Elcano,
Autoridades,
Señoras y señores:
Quisiera en primer lugar dar las gracias al Real Instituto Elcano, a la secretaria de Estado de la Unión Europea y a la Oficina de Representación de las Instituciones Europeas por su invitación a este Seminario Internacional.
Agradezco también al secretario de Estado Cséfalvay, y al resto de las autoridades húngaras, su participación en este Seminario, y les doy la bienvenida a nuestro país.
Un día como hoy, hace justamente un año, tuve la oportunidad de presidir por última vez el Consejo de Competitividad, en el marco de la Presidencia Española de la Unión Europea.
Esta fue, sin ninguna duda, una de las experiencias más enriquecedoras que he vivido como ministra y una oportunidad única para reflexionar sobre lo mucho que ha cambiado España desde que, en el año 1986, fuera aceptada como miembro de pleno de derecho en las Comunidades Europeas.
Durante estos 25 años, España ha vivido el periodo democrático de mayor estabilidad y prosperidad en toda su historia.
Un periodo en el que, particularmente en materia de ciencia y tecnología, nuestro país ha experimentado un cambio radical. Una transformación vertiginosa que puede servir de ejemplo a los cambios igualmente radicales que deberá abordar Europa en los próximos años, si está dispuesta, como plantea este Seminario en su título, a tomarse en serio la Estrategia UE-2020.
Basta pensar que en el año 1986 España ocupaba una discreta posición en el ranking mundial de la ciencia, la nº 30, y que 25 años después nuestro país pertenece al “Top ten” de las potencias científicas mundiales.
Este crecimiento se ha acelerado en los últimos años, de forma que desde 2004 hemos incrementado en un 36% el número de investigadores y duplicado los presupuestos públicos que dedicamos a la investigación.
En paralelo a la rápida transformación de nuestra Ciencia, hemos acompañado la apuesta creciente de nuestras empresas por la innovación; un compromiso que se refleja en un ritmo de crecimiento de la inversión privada en I+D que está entre los más altos de la OCDE.
Durante nuestra Presidencia de la Unión, en 2010, hemos querido compartir esta experiencia —la de un país de ciencia que quiere ser, cada vez más, un país de innovación— con nuestros socios europeos.
Lo hemos hecho porque creemos que Europa debe moverse rápido en esta materia. Y porque tenemos la convicción de que no sólo es conveniente y urgente, sino que es posible, tal y como ha demostrado nuestro país.
Para trabajar en esa “Unión por la Innovación” que está prevista en la Estrategia UE-2020 hemos de apelar al mejor espíritu europeo: aquel que ha hecho posible superar retos como la libre circulación de personas y mercancías, la política exterior común, o la moneda única.
Los escenarios que eran considerados un sueño por aquellos que nos precedieron son hoy las conquistas de nuestra generación, y representan para nuestros hijos libertades y derechos inalienables, incluso obvios, cuya renuncia no contemplarán ni como hipótesis.
Este ciclo de lo imposible a lo inevitable es lo que hemos de conseguir en los próximos años en Europa en materia de Innovación.
La magnitud del reto no debe disuadirnos, sino incentivarnos a actuar ya.
No podemos obviar que, por ejemplo, a día de hoy, tan solo hay cuatro compañías europeas entre las quince mayores empresas tecnológicas del mundo, y que no contamos con ninguna entre las que lideran los grandes cambios en Internet.
Las razones de este déficit son muchas y muy diversas pero yo querría llamar hoy su atención sobre dos ámbitos que España planteó a Europa durante su Presidencia, y que representan prioridades en nuestra agenda política nacional. Me refiero al acceso a la financiación y a los mercados, dos barreras de entrada que dificultan la innovación y en cuya superación es clave el papel de las Administraciones.
Sabemos que el acceso a financiación está siendo un factor limitante para la innovación europea desde múltiples perspectivas, y que lo es especialmente en el actual contexto financiero complejo, con un una liquidez muy ajustada.
Nuestras jóvenes empresas innovadoras compiten en Europa en inferioridad de condiciones con aquellas que surgen en otras áreas geográficas del mundo, en las que tienen menos dificultades de acceso al capital, una restricción que sí ralentiza y limita su crecimiento en Europa.
Lo mismo ocurre con muchas empresas que, habiendo surgido en sectores tradicionales, están ahora en condiciones de reinventar sus productos y servicios mediante la innovación, pero ven limitados los instrumentos financieros convencionales para ello.
Para vencer estas barreras, y en el marco de la Estrategia UE-2020, necesitamos dar un impulso urgente y decidido al capital riesgo europeo mediante vehículos público-privados especializados. Instrumentos capaces de aportar a las empresas participadas, no sólo fondos, sino conocimiento sectorial y conexiones internacionales.
Tanto las Conclusiones del Consejo de Competitividad 26 de mayo de 2010 sobre “Creación de una Europa innovadora”, como la Comunicación “Unión por la Innovación”, y también los resultados de la Reunión Informal de ministros celebrada en abril en Budapest, recogen la necesidad de fomentar el capital riesgo e incluyen compromisos para hacerlo.
Creemos que es importante que este esquema de fondos sume esfuerzos de varios Estados miembros y cuente con una aportación adicional de fondos de la Comisión Europea.
Por nuestra parte, desde el Gobierno de España, vamos a movilizar 300 millones de euros con este objetivo, y estamos abiertos al intercambio de fondos con otros países europeos, para fomentar la inversión cruzada y las operaciones corporativas transnacionales. De esta manera conseguimos que un instrumento financiero se convierta, además, en una manera efectiva de afianzar una nueva cultura de internacionalización entre las empresas europeas.
Me referiré a continuación a la segunda de estas dos “grandes cuestiones pendientes”: el papel esencial que deben asumir las administraciones públicas para facilitar el acceso al mercado de los productos innovadores.
Considero que impulsar la compra pública innovadora en las administraciones europeas es esencial:
- para validar nuevas tecnologías,
- por su efecto demostrador ante clientes –públicos y privados- de terceros países,
- y por su carácter ejemplarizante para el conjunto de una ciudadanía que debe reconocer, cada vez más, el esfuerzo de quienes crean e innovan.
En muchas ocasiones, el cliente público es la mejor vía para presentar en el mercado un nuevo producto o servicio innovador. Además, la Administración está en una situación privilegiada para generar nuevas demandas que exijan innovaciones radicales.
Hemos de recordar que las Administraciones públicas toman decisiones de compra, cada año, por un valor aproximado del 17% del PIB europeo. Y que estas decisiones, convenientemente orientadas para incentivar la innovación, pueden suponer un potente vector de competitividad para el conjunto de la economía europea.
España ha impulsado en este ámbito una gran actuación a nivel de todo el Gobierno, con una hoja de ruta clara, que incluye compromisos de compra pública innovadora para todos los departamentos.
Con ella se trata de dar más oportunidades a las empresas innovadoras en sectores que son clave para el cambio de modelo productivo como la economía verde, la economía de la salud y asistencial, las grandes instalaciones científicas o la modernización administrativa.
Al mismo tiempo, los compradores públicos y los usuarios finales, que somos todos los ciudadanos europeos, nos beneficiaremos de productos y servicios más avanzados.
Me consta que estos dos asuntos que nos preocupan particularmente en España —la mejora del entorno financiero de la innovación y el desarrollo de la compra pública como instrumento tractor de la innovación—, son cuestiones que la Presidencia Húngara de la UE tiene también entre sus prioridades.
Por ello quiero agradecer al secretario de Estado húngaro Sr. Zoltán Cséfalvay, Presidente de turno del Consejo de Competitividad de la Unión Europea, su intenso trabajo durante este semestre, así como la magnífica colaboración y el espíritu constructivo que, como país miembro del Trío —junto con España y Bélgica—, ha mostrado desde enero de 2010.
Señoras y señores:
El Sr. Cséfalvay, a quién podrán escuchar a continuación, es secretario de Estado de Asuntos Estratégicos en el Ministerio de Economía Nacional de Hungría. Su sólida trayectoria en materia de política económica, su background científico y académico y su experiencia internacional han sido un importante activo durante estos meses de Presidencia Húngara que van a culminar muy pronto con éxito ―y supongo que con un cierto alivio, para todo el equipo ministerial, después de un semestre muy intenso―.
Para finalizar y antes de dar paso al secretario de Estado, solamente quiero añadir que ambos compartimos un interés particular en un ámbito que representa uno de los grandes retos socioeconómicos de Europa para los próximos años: el envejecimiento de la población.
Por esta razón, ambos formamos parte del Consejo Directivo de la Asociación Europea de Innovación sobre “Envejecimiento Activo y Saludable”, que es una iniciativa piloto vinculada precisamente a la Estrategia UE-2020, y les aseguro que entre nuestros países hay una gran sintonía en los enfoques y planteamientos.
Dear Minister, welcome to Spain and my best wishes for your last Competitiveness Council as Presidency.
It is a pleasure to give you the floor in Madrid.
Thank you very much.
Cristina Garmendia