Tema: Al-Qaeda estableció una célula en Kenia a inicios de los 90. Al-Shabab se formó posteriormente en Somalia. Pero la relación entre ambas es muy estrecha, constituyendo una amenaza terrorista para la región del Este de África y más allá.
Resumen: El Este de África es desde el inicio de la década de los 90 un escenario particularmente significativo del terrorismo yihadista, aunque sea en estos momentos cuando adquiera una especial relevancia. Al-Qaeda estableció una célula en Kenia al poco de dar comienzo aquella década y desde entonces no ha dejado de constituir una amenaza para la estabilidad del país y su economía nacional. Al-Shabab, por su parte, surgida con posterioridad, es una amenaza existencial para el ya de por sí fallido Estado de Somalia, desde donde aquella célula de miembros de la estructura terrorista fundada por Osama bin Laden ha venido también operando. Pero los nexos entre ésta y al-Shabab llegan al solapamiento entre ambas entidades, que incluso comparten en cierta medida sus directorios. A partir de aquí se entiende mejor la naturaleza y el alcance de la amenaza terrorista que conjuntamente representan para Somalia, Kenia y otros países de la región, e incluso para algunos occidentales.
Análisis: A 10 años de los atentados del 11 de septiembre, cuando los principales escenarios del terrorismo yihadista siguen localizándose en el sur de Asia y Oriente Medio, el curso de los acontecimientos en Somalia, donde actúa al-Shabab y desde donde opera también en buena medida la célula de al-Qaeda en Kenia, hace que adquiera un renovado interés el ámbito del Este de África, donde se desenvuelven esos actores colectivos relacionados entre sí y con la urdimbre del terrorismo global en su conjunto. Pero, ¿cuándo y cómo se estableció una célula de al-Qaeda en Kenia? ¿Cuál es la dinámica reciente de la violencia de al-Shabab en Somalia? ¿En qué medida puede hablarse de nexos entre aquella célula y esta última organización? Responder a estas preguntas, siquiera de manera sucinta, permite una aproximación a la amenaza que la violencia yihadista supone actualmente para Somalia, Kenia y otros países de la región, como pusieron de manifiesto los atentados suicidas del 11 de julio de 2010 en Kampala, la capital de Uganda. Sin olvidar aquellos indicios cuya evidencia permite conjeturar que el Este de África es asimismo un foco de amenaza terrorista para algunos países de Europa Occidental y Estados Unidos.
Una célula de al-Qaeda en Kenia
Poco después de haber sido fundada, cuando al-Qaeda había conseguido asentarse en Sudán, concretamente entre 1991 y 1996, antes de reubicarse en Afganistán, extendió también su influencia hacia otros países del Este de África. Individuos relacionados con al-Qaeda con origen libio, egipcio, libanés y jordano, por ejemplo, se desenvolvían en Nairobi o Mombasa desde inicios de los 90. Su propósito inicial era el de establecer una infraestructura que facilitara el tránsito por la región a miembros de aquella organización terrorista, pero también desarrollar actividades de financiación mediante la constitución de pequeñas empresas. Todo ello se enmascaraba a menudo mediante supuestas entidades caritativas. Asimismo, llevaban a cabo actividades de entrenamiento en el uso de armas y explosivos. En Kenia, de hecho, se adiestraron individuos que, ya en 1993, combatieron contra tropas estadounidenses en Somalia.
Pronto, los miembros de al-Qaeda que actuaban en Kenia se vieron en la necesidad de contar con miembros locales, pertenecientes a la población musulmana del país, para mejor desarrollar sus tareas. Así es como fueron reclutados, tras un proceso de radicalización que a menudo incluía viajes a Afganistán, Pakistán o Yemen, Fazul Abdullah Mohammed, Faid Mohammed Ally Msalam, Issa Oman Isa y Ahmed Salim Swedan, ciudadanos kenianos que pasaron a conformar el núcleo de lo que será la célula de al-Qaeda en el Este de África. En 1996 disponía ya de bases en Lamu y Ras Kiambuli, a lo largo de la frontera entre Kenia y Somalia. Para granjearse la hospitalidad de los con frecuencia pauperizados habitantes de esas áreas, donaban dinero y en ocasiones contraían matrimonio con mujeres pertenecientes a las comunidades en cuyo seno se introducían.
Como en tantos otros casos, esa célula pasó de labores logísticas y económicas a otras de índole operativa. Así, el primero de los actos de terrorismo cometidos por integrantes de la misma tuvo lugar antes del 11-S, el 7 de agosto de 1998. Se trató de una serie concatenada de atentados suicidas, ejecutados junto a las embajadas de EEUU en Nairobi y Dar es Salaam, la capital de Tanzania. En conjunto, algo más de 200 personas perdieron la vida como consecuencia de las explosiones y se registraron alrededor de 5.000 heridos. Estos fueron los primeros atentados ideados, planificados, preparados y ejecutados por al-Qaeda desde que su líder, actualmente fallecido, Osama bin Laden, anunciara poco más de cinco meses antes y desde Pakistán, la constitución del Frente Islámico Mundial para Yihad contra Judíos y Cruzados, por el que algunos grupos armados islamistas norteafricanos y asiáticos quedaban asociados a al-Qaeda en una común agenda global.
Será después del 11-S, concretamente en noviembre de 2002, cuando Kenia vuelva a ser escenario de otra secuencia de actos de terrorismo ejecutados por miembros de la célula de al-Qaeda en el Este de África. Ese día, un terrorista suicida atentó contra un hotel turístico de Kikambala, ocasionando la muerte a 15 personas y lesiones a más de 40. Los terroristas fracasaron sin embargo en derribar, mediante un misil, una aeronave israelí de pasajeros cuando despegaba en el aeropuerto de Mombasa. Esa misma célula, todavía liderada por Fazul Abdullah Mohammed y conectada con el directorio de al-Qaeda, intervendrá, aunque no en exclusiva, en los atentados suicidas perpetrados en Kampala el 11 de julio de 2010. Fazul Abdullah Mohammed murió el 8 de junio de 2011, no en Kenia sino en Mogadiscio, la capital de Somalia, el territorio de al-Shabab.
Evolución reciente de al-Shabab
Al-Shabab, o para ser más precisos al-Shabab al-Mujahidin, se forma después de la derrota, en 1997, por parte de las fuerzas armadas procedentes de Etiopía y del territorio somalí de Putlandia, de al-Ittihad al-Islamiyya. Algunos miembros de esta última organización se trasladaron a Afganistán con el fin de recibir entrenamiento en el uso de armas y explosivos. Allí fue donde entablaron relación con al-Qaeda y constituyeron al-Shabab. Tras los atentados del 11-S regresaron a Somalia, estableciendo un campo de entrenamiento en Mogadiscio. Al-Shabab era una de las organizaciones integrantes de la heterogénea coalición de entidades islamistas somalíes, Ittihad al-mahakim al-islamiya, conocida como Unión de Tribunales Islámicos, que en 2006 se hizo con el poder en Mogadiscio, imponiéndose a la denominada Alianza para la Restauración de la Paz y Contra el Terrorismo.
Ese mismo año, la invasión etíope de Somalia, respaldada por EEUU, con el propósito de detener el avance de la Unión de los Tribunales Islámicos, proporcionó a al-Shabab una nueva oportunidad para desarrollar sus actividades yihadistas. El 18 de septiembre de 2006 se produjo, de hecho, el primer atentado suicida registrado en Somalia, en las cercanías del edificio del Parlamento en Somalia, cuyo blanco principal era el presidente del Gobierno Federal de Transición. Al mismo tiempo, la presencia de tropas de Etiopía en Somalia suscitó una revulsión entre la diáspora somalí en todo el mundo. Al-Shabab comenzó entonces a utilizar Internet como medio para diseminar propaganda, algo que permitió a la organización yihadista inducir procesos de radicalización en el seno de aquella diáspora y reclutar militantes, lo que continuó haciendo incluso después de la retirada etíope de Somalia en enero de 2009. El posterior despliegue de soldados de Uganda y Burundi en Somalia, como resultado de una resolución de la Unión Africana, fue utilizado por al-Qaeda y por al-Shabab.
Así, un buen número de expatriados somalíes residentes en EEUU y algún país de Europa Occidental, como por ejemplo Dinamarca, empezaron a trasladarse a Somalia con el propósito de combatir contra la presencia de soldados infieles en el territorio de su país. No pocos de ellos han intervenido directamente, desde al menos 2008, en la ejecución de importantes atentados suicidas, en ocasiones muy letales –como el que fue perpetrado en un conocido hotel de Mogadiscio mientras se celebraba la ceremonia de graduación de estudiantes de una institución universitaria de la ciudad–, cuya autoría fue asumida por al-Shabab. Importa recordar que esta organización yihadista atenta principalmente contra segmentos no afines de la población somalí –el pasado 4 de octubre, un atentado contra estudiantes en Mogadiscio causó cerca de 100 muertos– y contra las fuerzas gubernamentales. Este mismo mes de octubre, un mando de al-Shabab de origen estadounidense, Omar Hammami, aparecía en un conocido foro yihadista en lengua inglesa, Shumukh al-Islam, dirigiéndose a jóvenes musulmanes que viven en países occidentales para que viajen a Somalia y se unan a su misma organización.
El día 5 del pasado mes de agosto, al-Shabab, que entonces controlaba amplias zonas de Mogadiscio, decidió una retirada táctica de las mismas, tras una ofensiva iniciada en febrero por fuerzas de la misión de la Unión Africana y del propio Gobierno Federal de Transición. Ante una situación adversa, los dirigentes de al-Shabab renunciaron a su dominio sobre dichas áreas para plantearse una confrontación armada de características diferentes al enfrentamiento entre partidas más o menos numerosas de activistas propios y soldados de aquellos contingentes. Pero esa retirada supuso asimismo una importante caída de los recursos económicos que al-Shabab conseguía de la población bajo su control, en especial de los derivados de la extorsión que ejercía sobre comerciantes de los mercados existentes en la capital somalí. Para una organización que necesita mantener sus estructuras y sostener su campaña de terrorismo, pagar a militantes que en gran número lo son a cambio de incentivos selectivos, e incluso a los clanes locales sin cuyo concurso es mucho más difícil operar, la reducción de ingresos es un muy grave contratiempo. De aquí que se haya inclinado, desde el pasado septiembre, por emular a al-Qaeda en el Magreb Islámico, llevando a cabo secuestros con propósitos de financiación.
Nexos entre al-Qaeda y al-Shabab
Desde finales de los 90 había importantes miembros de la célula de al-Qaeda en Kenia que se habían instalado en Somalia, entre los que se encontraba Fazul Abdullah Mohammed, dirigente de la misma. Al-Qaeda y la Unión de los Tribunales Islámicos mantenían vínculos antes de 2006, año en el que destacados integrantes de al-Shabab empiezan a relacionar sus actividades en Mogadiscio con el llamamiento a los musulmanes de todo el mundo para que se unieran a la yihad global y contra lo que definían como enemigos del islam. En esos pronunciamientos alineaban el llamamiento a una yihad en Somalia con los que, con finalidad similar, se llevaban a cabo en Irak, Afganistán, Palestina, Chechenia y el Magreb. Así las cosas, en noviembre de 2008 Ayman al Zawahiri, entonces número dos en la jerarquía de al-Qaeda, hizo un reconocimiento explícito de al-Shabab, a cuyos militantes denominaba “leones del Islam en Somalia” e instaba a instaurar un dominio salafista en su país.
Pocos meses después, en junio de 2009, desde el interior de al-Qaeda se transmitió que esta estructura terrorista, que contaba con presencia en Somalia, disponía de miembros que actuaban junto a al-Shabab. Al año siguiente, 2010, parecía ya evidente que la célula de al-Qaeda en el Este de África, al mando de Fazul Abdullah Mohammed, ejercía una notable influencia sobre al-Shabab, acentuando su alineamiento con al-Qaeda. Entre los cuadros y dirigentes de esa organización yihadista somalí se detectaban individuos originarios de otros países de la región, como Sudán, o incluso procedentes de Arabia Saudí y Pakistán. Por otra parte, en ese mismo sentido, la proximidad geográfica entre Somalia y Yemen propiciaba un acercamiento entre al-Shabab y al-Qaeda en la Península Arábiga, lo que a su vez fortalecía las conexiones con el núcleo central de al-Qaeda. Osama bin Laden, avanzado el año 2009, había estimulado a los yihadista somalíes, que a su vez se autoproclamaron soldados de aquel.
En septiembre de 2009 fue abatido el entonces líder de la célula de al-Qaeda en el Este de África. El propio emir de al-Qaeda, Osama bin Laden, designó como nuevo dirigente de su estructura terrorista en la región del Cuerno de África a Fazul Abdullah Mohammed, quien anunció que, desde Somalia, proyectarían sus actividades yihadistas hacia otros países de la zona como Kenia, Etiopía y Yibuti. Esta designación fue recibida con alborozo por el directorio de al-Shabab. En febrero de 2010, al-Shabab y un grupo yihadista de Kamboni emitieron un comunicado en el que declaraban expresamente haberse unido a la yihad internacional de al-Qaeda. La muerte de Nabhan fue lo que estimuló la preparación, como revancha, de la serie de atentados ocurridos en Kampala el 11 de julio de 2010, exactamente mientras las selecciones nacionales de España y los Países Bajos jugaban la final de la Copa del Mundo de fútbol. Más aún, la célula que los perpetró se denominaba precisamente Nabhan.
Tales atentados, perpetrados por dos terroristas suicidas –uno keniano y el otro somalí– en un restaurante de cocina etíope y un club local de rugby, en los que perdieron la vida 74 personas, en su mayoría ugandeses, pusieron de manifiesto la estrecha relación operativa, en el Este de África, entre al-Qaeda y al-Shabab. Además, fueron los primeros en que esta última se implicaba fuera de Somalia. Uganda fue seleccionada como blanco debido a que sus soldados constituyen buena parte de las fuerzas armadas de AMISOM (African Union Mission in Somalia) en Mogadiscio, que tanto al-Qaeda como al-Shabab consideran su principal obstáculo para imponer un dominio yihadista en Somalia. Por otra parte, al-Shabab había amenazado con atentar en Kampala y Burundi desde 2009. En el directorio de esta organización yihadista, que reclamó la autoría de tales atentados, estaba entonces Fazul Abdullah Mohammed. Además de al-Shabab estuvieron por tanto implicados miembros de al-Qaeda asentados en Somalia y Kenia. Por si cupieran dudas sobre el nexo entre estas entidades yihadistas, el pasado 14 de octubre, el portavoz de al-Shabab y un responsable de la célula de al-Qaeda en el Este de África aparecieron juntos, ante las cámaras de al-Yazira, en el campo de refugiados Aal Yasser, controlado por aquella primera organización, subrayando la conexión entre ambas mientras inauguraban una iniciativa asistencial denominada “Campaña de caridad el mártir Osama bin Laden para ayudar a los afectados por la sequía”.
Conclusiones: Poco antes de finalizar este análisis sobre los nexos del terrorismo yihadista en África del Este, la Embajada de EEUU en Kenia advertía sobre la posibilidad de un inminente atentado terrorista en este último país. Esta alerta se producía una semana después de que, el pasado 13 de octubre, tropas kenianas entraran en Somalia, con la aquiescencia de las autoridades de Mogadiscio y la complacencia de AMISOM, para perseguir a militantes de al-Shabab y atacar sus bases en el sur de ese país. La decisión fue adoptada tras el secuestro de dos cooperantes españolas en un campo de refugiados somalíes dentro del territorio de Kenia, que se sumaba al de otros dos turistas europeos llevados a cabo en septiembre. Estos hechos suponen un grave nuevo contratiempo para el sector turístico de Kenia, fundamental en su economía nacional, aunque la intervención militar en Somalia sucede a la ofensiva que los soldados de la Unión Africana y del Gobierno Federal de Transición vienen desarrollando desde el mes de febrero, produciéndose además cuando al-Shabab había sido forzada a abandonar casi en su totalidad Mogadiscio. Está por ver que las tropas kenianas consigan sus propósitos declarados, si bien al-Shabab se está viendo obligada a hacer frente, en suelo somalí, a soldados de otros tres países de la región.
Al-Shabab, que pese a haber conseguido asimilar recientemente a algún grupo rival, no atraviesa por su mejor momento y cuyos componentes también se han visto afectados tanto por las graves circunstancias que afectan a la población somalí en su conjunto como por el malestar de amplios sectores de esta con las severas prácticas impuestas por la organización yihadista en las demarcaciones que domina, reaccionó a la decisión del Gobierno de Kenia amenazando con perpetrar atentados en ciudades de este último país, donde la célula de al-Qaeda establecida hace casi dos décadas no ha dejado de existir. Y son los nexos entre al-Shabab y esta célula de al-Qaeda en el Este de África los que sitúan en su adecuada dimensión la verdadera amenaza del terrorismo yihadista en Kenia y otros países de la región. Sin olvidar que son ya un buen número los individuos de origen somalí que, procedentes de distintos países europeos y norteamericanos, se han unido en los últimos años a al-Shabab, lo que hace del Este de África un foco significativo de amenaza terrorista para algunas de esas naciones occidentales. Donde continúan existiendo ámbitos de la población musulmana en los que los acontecimientos que están teniendo lugar en Kenia van a adquirir especial atención como parte de la narrativa utilizada en los procesos de radicalización yihadista y reclutamiento terrorista.
Fernando Reinares
Investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos