Tema: Los recientes atentados contra dos sinagogas en Estambul, presumiblemente originados en el entorno de Al-Qaida, muestran que el factor antisemita tiene una gran importancia entre los seguidores de Bin Laden.
Resumen: El terrorismo se nutre del odio, y el odio racista resulta particularmente peligroso. En ese sentido, las actitudes antisemitas que, estimuladas por el conflicto palestino-israelí, se observan a veces en los dirigentes y en los medios de comunicación de los países musulmanes, representan una baza de la que Al-Qaida se vale para su campaña de terror, en la que por otra parte las víctimas son a menudo musulmanas. Y es importante que los europeos sepamos mostrar que nuestra política en el Próximo Oriente se basa en el deseo de contribuir a una paz duradera, beneficiosa para todos, y que no se ve influida por la pervivencia de las actitudes antisemitas que tan trágicas consecuencias tuvieron en el pasado.
Análisis: En los últimos días han surgido indicios esperanzadores de que puedan reanudarse las negociaciones para un acuerdo entre israelíes y palestinos que ponga fin a más de medio siglo de conflicto. Por el lado palestino, el nuevo jefe de gobierno, Ahmed Qurei, ofrece la reanudación del diálogo y, con ayuda egipcia, presiona a Hamas y las restantes organizaciones responsables de los ataques terroristas contra Israel para que declaren una nueva tregua. Y por el lado israelí, Sharon se muestra también dispuesto a dialogar, en tanto que voces autorizadas, como la del general Moshe Yaalon, jefe del Estado Mayor, reprochan a su gobierno no haber sabido aprovechar la oportunidad que representaba la voluntad negociadora del antecesor de Qurei, Mahmoud Abbas.
Entre tanto, en Turquía, el país musulmán que viene manteniendo mejores relaciones con Israel, el primer ministro Erdogan está demostrando cómo un partido que tiene un componente islamista puede contribuir a la consolidación de la democracia y preparar a su país para un eventual ingreso en la Unión Europea.
Ambos procesos van en contra de los intereses de quienes sueñan con implantar mediante el terrorismo un régimen teocrático en todo el mundo islámico. La lógica subyacente a los atentados contra dos sinagogas en Estambul el pasado día 15 de noviembre resulta por tanto bastante evidente: tienen a la vez un carácter antiisraelí y antiturco. Entre las víctimas mortales se encuentran diecinueve musulmanes y seis judíos. Los terroristas suicidas, ya identificados, eran turcos y la acción ha sido reivindicada por un grupo vinculado a Al-Qaida, las Brigadas del Mártir Abu Hafs al Masri, que toman su nombre de un dirigente de Al-Qaida muerto en Afganistán. Por otra parte, un comunicado de Abu Mohammad al Ablaj, que se presenta como portavoz de Al-Qaida, ha reivindicado a la vez los recientes atentados de Riad, Nasiriya y Estambul.
Todo parece indicar que Al-Qaida ha abierto un nuevo frente en Turquía. Es necesario precisar que la autenticidad de las reivindicaciones no ha sido establecida y que los vínculos concretos de los terroristas suicidas con Al-Qaida no se conocen todavía. Pero, aunque establecerlos resulta muy importante desde el punto de vista operativo, desde un punto de vista analítico no importa mucho que los terroristas estén orgánicamente vinculados al grupo de Bin Laden o no. De hecho, no sabemos hasta qué punto el núcleo central de Al-Qaida está hoy en condiciones de coordinar los ataques que se vienen sucediendo en distintos lugares del planeta. En el fondo, el enemigo más peligroso no es tanto la propia Al-Qaida como lo que podemos denominar el “al-qaidismo”, es decir esa ideología fanática que propone una guerra global contra todos los supuestos enemigos del Islam, que ha encontrado su gran modelo en los atentados del 11 de septiembre y que se está difundiendo en todo el mundo musulmán por los más diversos medios, desde los sermones hasta Internet.
Un rasgo específico de los atentados contra las sinagogas de Estambul, sobre el que conviene reflexionar, es su carácter antisemita. No ha sido un ataque contra ciudadanos israelíes, sino contra judíos turcos, y esto es algo que la prensa árabe, que ha condenado unánimemente el atentado, ha entendido muy bien. Un artículo publicado el 19 de noviembre en el diario egipcio Al-Ahram subrayaba el carácter racista de unos atentados dirigidos contra unas personas por el simple hecho de ser judías, lo que implicaba hacer a todos los judíos del mundo responsables de las acciones de Israel.
Atentados terroristas cuyas víctimas son judíos, pero no israelíes, se han producido varios en los últimos años. Recordemos algunos:
· Octubre de 1980. Un atentado atribuido al Frente Popular para la Liberación de Palestina causó cuatro muertos en una sinagoga de París.
· Agosto de 1982. Un atentado atribuido al grupo palestino de Abu Nidal causó seis muertos en un restaurante judío de París.
· Septiembre de 1986. Un atentado atribuido a Abu Nidal causó 22 muertos en una de las sinagogas de Estambul que ha sido también atacada recientemente.
· Julio de 1994. Un atentado atribuido a grupos vinculados al gobierno iraní causó 85 muertos en una mutualidad judía de Buenos Aires.
· Abril de 2002. Un atentado reivindicado por Al-Qaida causó 22 muertos, incluidos 14 turistas alemanes, en una sinagoga de la isla de Djerba, en Túnez.
· Mayo de 2003. 33 muertos en diversos atentados en Casablanca, con objetivos judíos y también españoles.
En ninguno de estos casos se trataba de objetivos vinculados al Estado de Israel. La única “culpa” de las víctimas era la de ser judías, lo que supone que se trata de atentados de carácter netamente antisemita, es decir racista. Ahora bien, sabemos por la trágica experiencia del siglo pasado que entre todas las abominables formas de odio que afligen a la humanidad, el odio racista es el más peligroso, lo que explica que sea considerado un agravante de diversos delitos en las legislaciones de varios países. A pesar de ello, las acusaciones de antisemitismo son a veces rechazadas en el mundo islámico y fuera de él, presentándolas como una mera excusa para disuadir a cualquiera de atreverse a criticar las políticas de los gobiernos israelíes. Un intelectual americano, Edward S. Herman, ha escrito recientemente que el pretexto del antisemitismo y las referencias al holocausto están siendo empleados para justificar las medidas antipalestinas de Israel.
El tema es lo suficientemente grave como para merecer algunas precisiones. La primera es puramente semántica: aunque el término antisemita parece aludir al odio hacia todos los pueblos de lengua semita, incluidos los árabes, históricamente se ha empleado para referirse tan solo al odio a los judíos. La arabofobia también existe y es una forma de racismo igualmente abominable. La segunda es de carácter conceptual e implica una llamada a diferenciar actitudes que no pueden ser confundidas:
· Ni siquiera es necesario argumentar que las críticas a las actuaciones del gobierno israelí no implican en modo alguno antisemitismo.
· La defensa de la causa palestina tampoco implica en modo alguno antisemitismo. La creación de un Estado palestino no sólo representa una respuesta a las legítimas aspiraciones de unas personas que hoy no son ciudadanos de ningún Estado, sino que cada vez más se percibe como la única salida viable para un conflicto que lleva amenazando a Israel desde su independencia.
· Antisionismo y antisemitismo no son sinónimos. El antisionismo no es necesariamente racista, aunque conviene destacar la gravedad de sus implicaciones. Consiste en exigir la destrucción del Estado de Israel, que forma parte de la comunidad internacional desde hace más de medio siglo.
· El antisemitismo constituye una forma de racismo, es decir una instigación al odio contra unas comunidades humanas que se prolongan en el tiempo por la transmisión de padres a hijos de un patrimonio que es a la vez genético y cultural.
Lo grave es que, con demasiada frecuencia, se defiende la causa palestina con argumentos estrictamente antisemitas. Esto resulta perjudicial para los propios palestinos, en la medida en que se dificulta una solución negociada, y constituye un caldo de cultivo para el terrorismo. Los ejemplos de antisemitismo en los medios de comunicación árabes e islámicos son hoy muy abundantes. Es frecuente que se niegue la verdadera magnitud del holocausto, que se atribuyan a una conspiración judía los atentados del 11 de septiembre, que se den por válidas las teorías más delirantes del viejo antisemitismo europeo. El año pasado, por ejemplo, la televisión pública egipcia y otras cadenas árabes retransmitieron una serie titulada El caballero sin caballo, inspirada en Los Protocolos de los Sabios de Sión, una burda falsificación de un proyecto mundial de dominación judía realizada en la Rusia zarista. De esta manera, se están introduciendo en el mundo islámico, tradicionalmente más tolerante que el mundo cristiano hacia las comunidades judías (como lo prueba la acogida que en el imperio otomano tuvieron los sefardíes expulsados de España), las mismas mentiras que en Europa condujeron al holocausto.
Esto supone favorecer el “al-qaidismo”, que tiene uno de sus componentes básicos en el odio a los “cruzados” (entiéndase cristianos o simplemente occidentales) y a los judíos, aunque buena parte de sus víctimas resulten ser musulmanas. Si se siembra el odio, no es extraño que se coseche terrorismo.
En este sentido, ha sido enormemente significativo el discurso del primer ministro de Malaisia, Mahathir Mohammad, en la reciente reunión de la Organización de la Conferencia Islámica, que constituyó su despedida de la política tras largos años de gobierno. Por supuesto, es normal que una parte central de su discurso se centrara en la denuncia de la política israelí, una de las pocas cuestiones en las que están de acuerdo todos los gobernantes del mundo islámico. Y es cierto que, lejos de incitar a la violencia, llamó a los musulmanes a utilizar la inteligencia frente a Israel. Pero lo cierto es que en su argumentación recurrió a los más genuinos tópicos del antisemitismo europeo. El ejemplo más claro de ello estuvo en el siguiente párrafo de su discurso, que reproduzco en la versión oficial inglesa:
“We are up against a people who think. They survived 2000 years of pogroms not by hitting back, but by thinking. They invented and successfully promoted Socialism, Communism, human rights and democracy so that persecuting them would appear to be wrong, so they may enjoy equal rights with others. With these they have now gained control of the most powerful countries and they, this tiny community, have become a world power.”
Los judíos han inventado el socialismo y el comunismo, los derechos humanos y la democracia y gracias a ello se han hecho con el control de los países más poderosos. Son palabras que pudiera haber suscrito cualquier antisemita hace ochenta o cien años. Pero no sería justo evocar la polémica suscitada por estas palabras sin aludir a otra que nos afecta mucho más de lleno. Es sabido que la política europea es más favorable a la causa palestina que la norteamericana. Es sabido también que existen tensiones entre Israel y la Unión Europea por este motivo y que el enviado de la UE para el Próximo Oriente, Marc Otte, no es recibido a alto nivel en Israel, en represalia por haberse reunido con Arafat. Son cuestiones que no afectan directamente al tema aquí tratado, pero lo que sí es necesario analizar es la percepción que está surgiendo en Israel de que Europa tiene una actitud poco amistosa hacia su país.
La polémica se ha desencadenado a partir de una encuesta realizada por la Unión Europea, en la que se ofrecía una pequeña lista de Estados, en la que figuraba Israel, para que los encuestados escogieran aquéllos que les parecían más amenazadores para la paz. El país más mencionado fue Israel, que fue designado por el 59% de los europeos, seguido por Irán, Corea del Norte y Estados Unidos, que fueron designados por un 53%. Los resultados de Israel e Irán en cada uno de los quince Estados de la UE se recogen en el gráfico siguiente.
Ciertamente la encuesta no fue bien diseñada. En primer lugar, debía haberse incluido también a la Autoridad Palestina, y en segundo lugar no se entiende claramente si la amenaza percibida deriva de la actitud de Israel o del conflicto que le enfrenta con los palestinos y con algunos países musulmanes. Para aclarar el tema conviene recurrir a otra encuesta, la que Sofres realizó en julio pasado en Estados Unidos y en ocho países europeos, por encargo de The German Marshall Fund y la Compagnia di San Paolo. En esa encuesta se plantearon una serie de amenazas y europeos y americanos coincidieron en las cinco más graves:
1) El terrorismo internacional es considerado una amenaza importante o muy importante por el 96% de los europeos y el 96% de los norteamericanos.
2) Un conflicto militar entre Israel y sus vecinos es considerado una amenaza importante o muy importante por el 87% de los europeos y el 82% de los norteamericanos.
3) El fundamentalismo islámico es considerado una amenaza importante o muy importante por el 85% de los europeos y el 83% de los norteamericanos.
4) El desarrollo de armas de destrucción masiva por Corea del Norte es considerado una amenaza importante o muy importante por el 84% de los europeos y el 93% de los norteamericanos.
5) El desarrollo de armas de destrucción masiva por Irán es considerado una amenaza importante o muy importante por el 82% de los europeos y el 85% de los norteamericanos.
Ante unas supuestas amenazas más claramente definidas que en la encuesta antes citada, las respuestas de europeos y americanos resultan pues ser muy similares y posiblemente no se alejen tampoco mucho de las que darían los propios israelíes (con las diferencias debidas a que estos se encuentran mucho más cerca de algunos de los focos de conflicto). La misma encuesta planteaba también el grado de simpatía hacia diversos países, instituciones y pueblos. Parte de las respuestas se reflejan en el gráfico siguiente:
De nuevo las diferencias entre la opinión norteamericana y la europea resultan ser escasas, pero una de las más llamativas es que el aprecio norteamericano por Israel es bastante mayor. En cuanto a los europeos, sus simpatías hacia israelíes y palestinos se equilibran. En resumen, no parece que exista en Europa esa antipatía hacia Israel que parecía deducirse de una cuestión mal planteada en el Eurobarómetro de otoño.
Otros indicios preocupantes aparecen, sin embargo, en una encuesta que la Anti-defamation League, una organización judía de Estados Unidos fundada para combatir el antisemitismo, realizó en 2002 en diez países europeos (European Attitudes Toward Jews). De acuerdo con ella, un porcentaje importante de europeos cree, por ejemplo, que los judíos tienen demasiado poder en el mundo de los negocios y que hablan demasiado del holocausto, siendo particularmente elevado el número de quienes mantienen esas opiniones en España. Es posible, pues, que en ciertos países europeos exista una reticencia difusa hacia Israel y hacia los judíos, que se ve estimulada por las dramáticas imágenes de los sufrimientos palestinos. Y puede que ello contribuya a que una sociedad tan sensibilizada hacia el terrorismo como la española no se muestre tan impactada por los atentados que padece Israel como cabría suponer. Pero lo que resulta indudable es que las actitudes abiertamente antisemitas son marcadamente minoritarias tanto en España como en el conjunto de Europa.
Conclusiones: Los recientes atentados contra la comunidad judía turca, como otros anteriores contra las comunidades judías de Túnez y Marruecos, tienen un indudable contenido racista. Junto al terrorismo antiisraelí protagonizado por Hamas y otras organizaciones palestinas, hay un terrorismo que sólo puede ser definido como antisemita.
A menudo se ha indicado que el conflicto israelí-palestino representa un gran estímulo para el terrorismo islamista y para el antisemitismo. Es importante observar que, viceversa, tanto los atentados indiscriminados contra la población civil israelí como estos atentados antisemitas en distintos países dificultan una solución negociada de aquel conflicto, al hacer dudar a muchos israelíes de que ningún tipo de concesiones por su parte pueda asegurarles la paz.
Las actitudes antisemitas difundidas por distintos sectores musulmanes constituyen una irresponsable siembra de odio, que sólo puede beneficiar a unas organizaciones terroristas que representan una amenaza sobre todo para los propios países musulmanes.
El rechazo de todo tipo de actitudes racistas y xenófobas representa un valor esencial de la democracia europea, tras las horrendas experiencias del periodo nazi. Es de nuevo necesario insistir en su importancia en las difíciles circunstancias actuales, en las que el temor al terrorismo islamista pudiera generar una xenofobia antiárabe o antimusulmana y la crítica a las políticas israelíes pudiera generar actitudes antisionistas e incluso antisemitas.
Juan Avilés
Director del Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior