Tema1
En este análisis se realiza un ejercicio prospectivo como el llevado a cabo un año atrás sobre algunas posibles consecuencias de la pandemia y su salida. El análisis gira en torno a 2022, año determinante, centrándose en los siguientes elementos: vacunas, economía, sociedad y política, elecciones, y globalización y gobernanza global. Estamos más ante un proceso de reconstrucción y transformación, que de recuperación. Se plantean tres paisajes o escenarios generales.
Resumen
Hace un año hicimos un ejercicio de prospectiva sobre algunas consecuencias del coronavirus. En esta ocasión nos centramos en el año 2022 que consideramos determinante para lo que es, más que una recuperación, una transformación del mundo y de España y su entorno europeo, como tras la salida de una catástrofe. No es una vuelta atrás, sino un proceso de reinvención. Las tendencias que se manejan se agrupan en cinco dimensiones diferentes pero que interactúan entre sí: (1) el impacto de las vacunas; (2) la evolución de las economías; (3) el impacto social; (4) las grandes citas electorales en torno a ese año; y (5) la evolución de la globalización y de la gobernanza global geopolítica. A modo de resumen, concluimos con tres posibles (entre muchos otros) escenarios: (1) renqueando; (2) unos nuevos “locos años 20”; y (3) una transformación inclusiva.
Análisis
Introducción
Hace un año hicimos un ejercicio prospectivo titulado “Coronavirus: tendencias y paisajes para el día después”. No se trataba entonces, ni ahora, de anticipar lo que va a ocurrir, sino de fijar una serie de variables determinantes, para aclarar lo que puede ocurrir, los horizontes, y acabar elaborando tres paisajes, más que escenarios.
El año 2022 se presenta como crucial, un año bisagra, para la evolución de la crisis provocada por la pandemia y otros factores y, por ello, hacemos girar este análisis en torno a esta fecha. Como dijo en una reunión (por Zoom, claro) un alto cargo de una conocida consultora, “yo le digo a mis clientes que se limiten a pasar 2021 lo menos mal posible y centren sus vistas para sus inversiones en 2022”. El año 2021 es de transición, determinado esencialmente por el impacto que puedan tener las vacunas y la reactivación de las economías europeas y de EEUU (China ha empezado antes). El año 2022 puede marcar una transformación.
Ahora bien, el futuro inmediato del proceso que estamos viviendo es más incierto que su futuro lejano. Lo que pase en 2022 (que en buena medida depende de nosotros) no va a revelar dónde desembocará la corriente de fondo que nos arrastra, pero sí tendencias.
Como en el anterior ejercicio, este es un enfoque general, pero desde un punto de vista esencialmente europeo y español.
No se trata de hacer un análisis exhaustivo. Las variables determinantes que examinamos son las siguientes: (1) el impacto de las vacunas; (2) la evolución de las economías; (3) el impacto social y político; (4) las citas electorales de importancia; y (4) la evolución de la globalización y de la gobernanza global. Al concluir, se trazan tres paisajes generales.
(1) Las vacunas: ¿virus pandémico o endémico?
Una incertidumbre que se ha despejado respecto a hace un año es que hay vacunas contra el COVID-19: un gran éxito de la ciencia y del dinero que han puesto los Estados para estas investigaciones.
En 2021 la mayor parte de la ciudadanía (salvo los que se nieguen o, de momento, los niños) en los países desarrollados, y los más vulnerables en países en vías de desarrollo, habrán sido vacunados. El número de muertes tenderá, así, a disminuir.
De la efectividad de las vacunas depende si logramos salir de una situación pandémica o entramos en una endémica, es decir, que permanece en algunas partes y se puede repetir con cierta frecuencia. En 2022 se podrá saber si vamos hacia un “COVID largo”, a tener que convivir con y luchar contra el COVID-19 y sus variantes, o nuevos virus, durante un tiempo.
Se desconoce aún la protección a largo plazo de las vacunas, la respuesta inmunológica persistente (es decir, de más de un año). Se desconoce asimismo la capacidad de las personas vacunadas de no contagiar a otras, aunque los primeros resultados (declarados desde la industria farmacéutica y puestos de relieve por el caso de Israel) son esperanzadores a este respecto. Tampoco si servirán para proteger frente a mutaciones o variantes más peligrosas y resistentes del virus, o si las variantes irán perdiendo vigor. O si habrá que ir, ya en 2022, a nuevas campañas de vacunaciones con vacunas adaptadas a las nuevas mutaciones.
No está garantizado que las vacunas existentes lleguen a todo el mundo sin tardar demasiado. Una amplia protección requiere no sólo campañas nacionales o regionales, sino una campaña de vacunación global. Cuanto más se tarde en vacunar al sur más probabilidades habrá de nuevas cepas más agresivas. En el mejor de los casos tal campaña podría tomar dos o tres años, ante el retraso tomado por la falta de gobernanza global de la vacunación, en programas como COVAX y en parte también depende de cómo se resuelva el debate en el seno de la OMC sobre la suspensión de las patentes. Pero las economías desarrolladas finalmente han decidido reforzar sus aportaciones para esta campaña global.
El certificado o “pasaporte” de vacunación –según cómo (¿habrá que acompañarlo de otras pruebas como una PCR?)– puede favorecer la paulatina normalización de los viajes, regionales europeos antes que intercontinentales, lo que tendrá incidencia sobre el turismo y los desplazamientos y reuniones internacionales de negocios. Si funciona, 2022 puede indicar la generación de nuevos hábitos de vida.
La pandemia habrá multiplicado el teletrabajo, así como las reuniones virtuales, que están para quedarse, en detrimento de las presenciales.
Muchas empresas habrán cambiado de forma estructural su forma de trabajar y relacionarse con sus clientes. Tendrán que decidir si avanzan por esa senda o vuelven a la antigua normalidad. Habrá menos viajes de trabajo
La gestión de las vacunas por la UE estuvo unificada al principio, pero sus fallos han llevado a una fragmentación de la Unión, tras haber conseguido una mayor unidad con los fondos comunes de reconstrucción. Esto puede afectar en 2022 a la idea de “soberanía europea” en diversas dimensiones y al apoyo popular a la UE, justamente cuando se habrá de desplegar la Conferencia sobre el Futuro de Europa.
(2) Las salidas de la crisis económica
Si las vacunas funcionan, 2022 puede ser el año de la recuperación de las economías europeas según la mayor parte de las proyecciones de los grandes organismos europeos e internacionales, especialmente para una como la española tan dependiente (15% del PIB) del turismo y la hostelería. El año 2021 sólo estará en recuperación en su segunda mitad, y habrá grandes diferencias entre países en su alcance y ritmo. Una economía como la española tardará en llegar a una situación como la de 2019.
Por ejemplo, los servicios del BBVA recogen que para 2022 continuará la recuperación general con un crecimiento global del 4,1%, con los programas fiscales plenamente desplegados.
Pero no se trata de un regreso al pasado. “Recuperación” no es el término adecuado para entender el futuro inmediato, sino más bien “reconstrucción”, que hay que aprovechar para una “transformación”. La situación se parece más que a la salida de una crisis económica, a la generada tras una catástrofe (aunque no haya habido destrucción de infraestructuras, fábricas y viviendas.)
En muchos países, incluida España, partes importantes de la economía anterior no se recuperarán porque se irá poniendo de manifiesto que carecen de futuro y empezarán a ser sustituidas por otras adecuadas a tiempos nuevos. En 2022 no se recuperará la vieja economía, sino que partes de ella entrarán en crisis definitiva y comenzará, o se reforzará, el desarrollo de actividades económicas nuevas.
Estamos ante un proceso de transformación, una revolución económica –algunos la llaman la 4ª Revolución Industrial, pero va más allá– que empezó antes de, pero se ha acelerado con, la pandemia. Es un proceso de transformación no sólo para España, aunque sí especialmente, sino para el conjunto de Europa (y del mundo). Es una oportunidad única, que no se puede perder y que no se volverá a presentar en mucho tiempo. Desde luego, para España, que ha perdido en su historia varias revoluciones industriales.
Previsiblemente, en 2022 se van a ir cerrando grifos de las ayudas directas a las empresas y trabajadores (salvo algunos fondos europeos) que se hayan abierto en 2020 y 2021, y en 2022 pueden acumularse las quiebras, morosidades y otros factores que pueden afectar al sistema financiero que hasta el momento ha aguantado bien al haber entrado en la crisis bien capitalizado. No cabe excluir que, una vez más, una crisis económica acabe en una crisis financiera.
En los próximos meses, y en 2022, muchos gobiernos van a tener que tomar decisiones, que pueden ser desgarradoras, sobre a qué, o qué tipo de, empresas salvar, cuáles dejar caer, y las nuevas actividades a impulsar. La transformación, para España, puede significar menos bares, pero extracción de litio en Extremadura, hidrógenos verdes en el País Vasco y fábricas de baterías y coches eléctricos en Cataluña y otras Comunidades. Es decir, competir incluso con China.
El verano de 2020 demostró que el consumo se puede recuperar rápidamente cuando se relajan las restricciones. Pero estos meses de pandemia pueden haber cambiado hábitos de consumo (como el tipo de viviendas, formas de vestir, formas de entretenimiento, etc.).
Aunque empiecen a llegar en 2021, 2022 es el año en el que estarán en pleno funcionamiento los fondos de recuperación europeos, especialmente el Next Generation EU que puede traer a España unos 150.000 millones de euros (80.000 millones en transferencias y el resto en créditos). Entre este fondo y otras partidas, entre 2021 y 2027, España va a recibir unos 200.000 millones de euros de la UE.
Lo que España reciba de verdad en 2022 dependerá mucho de la capacidad de absorción (administraciones públicas y empresas) de estos fondos, es decir, de la calidad y viabilidad de los proyectos presentados para recibir este dinero. Bruegel calcula que España recibirá ese año un 20% del total. Es importante la capacidad de monitorear, desde España y desde la UE, estos gastos. La métrica y el control serán elementos esenciales.
El fondo Next Generation EU se ha de dedicar esencialmente a la transformación de las economías, con un énfasis especial en las políticas climáticas y de digitalización. Es para los países de la UE, y especialmente para España, una oportunidad única de transformación de su economía (y sociedad) en cuatro años.
Se abordarán simultáneamente dos ámbitos de actuación: el de corto plazo, donde pueden seguir impulsándose políticas “clásicas” y de recuperación; y el de medio plazo, donde se deben abordar políticas de transformación.
Tal transformación lleva su tiempo: 2022, tras las primeras medidas en 2020 y 2021, será sólo un inicio a este respecto; 2022 puede marcar un punto de inflexión, o de oportunidad perdida.
El año 2022 puede marcar también un cambio en la forma de hacer políticas (policies). Junto a políticas ya ensayadas es necesario innovar en el diseño de otras nuevas, más participativas y transparentes. Para ello no se agilizará sólo en los mecanismos de gestión de las ayudas, sino también en los mecanismos de evaluación y revisión de las políticas. Cuando una política no funcione no se debe insistir en mantenerla, lo que requiere diseñar mecanismos ágiles para la gestión dinámica de las políticas.
En 2022 se manifestarán preocupaciones sobre niveles de endeudamiento público y privado excesivamente elevados, y los posibles cambios en los comportamientos de empresas, y de consumidores, que pueden cambiar el horizonte de diversos sectores.
La Comisión Europea ha propuesto seguir con las reglas fiscales congeladas hasta 2023. Si las políticas de austeridad saltaron por los aires con el impacto de los confinamientos y restricciones, 2022, y con muchas menos dudas 2023, puede marcar un regreso del debate sobre la necesidad de cerrar el grifo de los déficits y las deudas nacionales. En parte va a depender de cómo se vea que se están gastando los dineros públicos europeos y nacionales. En todo caso, parece que se aceptarán niveles de deuda sobre PIB elevados, pero que no se aceptará que continúen creciendo cuando se deje atrás la pandemia, lo que exigirá reformas fiscales en algunos países como España.
La tentación de cerrar el grifo, como a principios de 2010 tras la crisis de 2008, es un debate que, en contra de los intereses expresados por responsables españoles, empieza a aflorar en Alemania, donde ahí las elecciones de septiembre de 2021 marcan la retirada de Angela Merkel de la política alemana y europea. Algunos miembros de la CDU piden volver al mandato constitucional de contención del déficit a un tope máximo de 0,35% del PIB y a los límites generales del Tratado de Maastricht.
Las previsiones, en general, sitúan el crecimiento de la economía de Europa tras el bienio 2020-2021 por detrás de EEUU y China.
China va muy por delante. A finales de 2021 ya estaba creciendo a un ritmo del 7% anualizado. Y el cambio de modo de vida de mucha gente en Occidente, por ejemplo, con el teletrabajo, ha hecho aumentar sus exportaciones de bienes electrónicos y otros.
EEUU ya estaba inyectando dinero público en su economía antes de la llegada de Biden a la Casa Blanca. El paquete fiscal de 1,9 billones de dólares que ha impulsado esta Administración es tres veces superior al de los europeos (la UE como tal y los Estados miembros). La recuperación de EEUU será más rápida, aunque hay dudas de si será duradera o recalentará la economía.
Estamos ante tres modelos muy distintos de políticas de recuperación, y 2022 va a empezar a indicar cuál tendrá más éxito. Por un lado, el de EEUU en el que predominan las ayudas a personas y unidades familiares, antes que a las empresas, aunque el segundo paso de la Administración –ya se plantean 3.000 millones de dólares más a los 1.900 millones ya aprobados (más lo que aportó la Administración Trump), están dirigidos a infraestructuras y otras inversiones–. Cantidades muy lejanas a las que se manejan en Europa. Este, el de la UE, es otro modelo, con un sistema de ayudas al mantenimiento suspendido del empleo (el modelo alemán, o en España de ERTES), ciertas ayudas directas a las empresas y un plan europeo, con fondos comunes que irán a proyectos empresariales para transformar la economía y reducir algunas distancias (sobre todo en digitalización y energía verde) respecto a EEUU y China. La desventaja de Europa es que su inyección en la economía es mucho menor que la estadounidense. La gran ventaja es que se expande más en el tiempo y está pensada para una transformación de la economía. Finalmente, está el modelo de China, potenciado con, desde hace unos dos años, la llamada “doble circulación”, de impulso a la vez al consumo interno y a la exportación a medida que sus productos escalan en valor añadido, gracias a su cuantiosa inversión en tecnología. El contexto actual le ofrece una oportunidad (que EEUU trata de evitar que aproveche). El peligro para Europa es quedarse atrás en la recuperación y transformación respecto a EEUU y China. Y que, en consecuencia, el desacople económico acabe no siendo solo con China, sino también con EEUU.
El turismo, como apuntamos al hablar de las vacunas, puede recuperarse entre europeos en la segunda mitad de 2021, pero no llegará a su plenitud hasta 2022 o después, especialmente si se trata del turismo entre Europa y EEUU, o entre Europa y Asia.
Respecto a la hostelería, lo que señala el cocinero José Andrés para sus actividades en EEUU vale también para Europa, y especialmente España: “Si soy realista, volveremos al negocio completo en 2022, marzo de 2022. Espero que ese sea entonces cuando podamos hacer que la industria hostelera empiece a volver a la normalidad”. Aunque para entonces en España se habrán generado muchas quiebras en el sector.
Cada vez más analistas apuntan a un repunte de la inflación, tras años sin variación en el índice los precios. Ello puede tener efectos positivos (facilitar el pago de la deuda ya contraída, un respiro para los bancos), pero puede hacer perder poder adquisitivo a los pensionistas y a los asalariados si los sueldos y pensiones no suben. En todo caso, la aceleración de la inflación es mucho más probable en EEUU que en la Eurozona.
La consiguiente posible subida de tipos puede perjudicar a muchas economías emergentes endeudados en dólares.
Un elemento que afecta a los países en vías de desarrollo, especialmente a los más pobres, pero también a los de renta media: la caída en las remesas de sus emigrantes. El Banco Mundial estima que cayeron un 7% en 2020 (cayeron un 5% durante la crisis financiera de 2009) y se espera que vuelvan a caer en 2021. Ello ya tiene repercusiones graves en los países en vías de desarrollo, ya gravemente afectados por la crisis económica global. El año 2022, si se confirma la recuperación –pese a que se mantenga algunas restricciones a los viajes– puede ver un repunte de la inmigración en los países desarrollados.
El año 2022 será decisivo para el diseño o uso de monedas digitales (euro, dólar, yen). Es un campo en el que China (yuan) ya lleva la delantera y puede plantear un reto a la hegemonía del dólar. Puede ser un reto para las criptomonedas, pero también para la banca y sus depósitos tradicionales.
La transformación va a llevar también a un cambio en la valoración de las materias primas, con una posible estabilización temporal del precio del petróleo (en competencia con energías renovables y gas), y subida de materias necesarias para las nuevas tecnologías, como el litio, buscando Occidente una menor dependencia de China, por ejemplo en tierras raras con sus propias producciones.
(3) Crisis sociales
La pandemia, como indica la psiquiatra Lola Morón, ha producido una quiebra en la línea vital (la de las seguridades garantizadas y otros componentes, no del proyecto vital) de muchas personas, casi general. Este fenómeno ha producido un sentido de indefensión que nos acercado en muchas sociedades a un abismo existencial. La ausencia de una idea colectiva entre los ciudadanos, en parte debido a los gobernantes, ha generado polarizaciones, y puede llevar a un distanciamiento de la política y a una anomía.
El primer impacto social es a través del paro. En 2021 y 2022 habrá quiebras importantes, y el sistema de ERTEs o esquemas similares, que ha permitido cierta contención del desempleo en países de la UE, será financieramente muy difícil de sostener por los Estados que lo tienen (esencialmente europeos).
Algo similar puede ocurrir con las ayudas directas a las empresas, salvo las del fondo de recuperación europeo, que, hay que insistir, no está para salvar sino para transformar actividades y empresas. El paro, sobre todo en un país como España que en este aspecto no se había recuperado plenamente de la anterior crisis, se mantendrá en niveles elevados. La tasa del paro juvenil suele ser siempre el doble de la general, y en este caso algo superior. España está a la cabeza en Europa en esta tasa de paro juvenil.
La recuperación puede reforzar la precariedad en el empleo con, además, un estancamiento de los salarios en Europa, sobre todo los más bajos, pese al aumento de los salarios mínimos en diversas economías. Las empresas van a ser más selectivas en la contratación.
Dentro de lo negativo, un impacto positivo del paro juvenil es que, al no encontrar empleo, muchos jóvenes se están moviendo hacia el emprendimiento, lo que puede generar innovación. España es desde 2017 uno de los países de la UE con más “emprendimiento juvenil”.
El malestar social estaba ya presente en el mundo antes de la pandemia (por ejemplo, con #Metoo) y se ha reforzado con esta. Incluso algunos movimientos de movilización, como el citado o #BlackLivesMatter, que empezó en 2013 pero estalló en 2020, se han expandido a Europa. La falta de resultados aumenta la frustración. La situación puede generar protestas o, por el contrario, apatía, como señalan algunos psiquiatras.
La reanudación del crecimiento económico puede generar frustración en los que se queden atrás. Los hijos de la ira, o del hartazgo. Ya hemos visto episodios de violencia, por diversos motivos, pero con este trasfondo común, en EEUU, Barcelona, Ámsterdam, etc… Dependiendo de cómo se gestione la situación social, este tipo de movimientos podrían ir a más en la salida de la crisis.
Los aumentos en la desigualdad, y más aún en la pobreza, van a contribuir a agravar este clima social. Según el Banco Mundial, la pobreza extrema ha aumentado en 2020 en el mundo por primera vez en 20 años. Oxfam Intermón pronostica que la crisis económica derivada de la pandemia sumará un millón más de personas pobres en España, con casi el 80% de estos en situación de pobreza extrema. Nada indica una rápida superación de esta condición.
Estos son años también de avance de la automatización, y más con la pandemia. Según el Foro Económico Mundial (WEF) la automatización, junto con la crisis provocada por la pandemia, está creando un escenario de “doble disrupción” para los trabajadores, la crisis en sí y la adopción de tecnologías de automatización por parte de muchas empresas de aquí a 2025. El 43% de las empresas encuestadas por el WEF indican que van a reducir su plantilla debido a la integración de la tecnología y el 34% ampliar su plantilla debido a la integración de la tecnología. En 2025 el tiempo dedicado a las tareas actuales en el trabajo por los humanos y las máquinas será equivalente.
El WEF calcula que por ello se perderán 85 millones de puestos de trabajo entre 2020 y 2025 en los 26 países estudiados, pero se crearán 97 millones nuevos.
El problema, desde el punto de vista social es que los que pierden su empleo por estas causas no están preparados para las nuevas tareas, habiendo en Europa un déficit de un millón de personas con cualificaciones STEM (de ahí la importancia de programas urgentes de competencias digitales profesionales, además de para la población en general).
La disminución de las perspectivas de empleo que actualmente enfrentan los trabajadores de bajos salarios puede persistir después de que termine la pandemia. El uso continuado de las tecnologías de teletrabajo puede disminuir permanentemente la demanda de muchas ocupaciones de servicios de bajos salarios (en impulsar otras como los servicios de entrega a domicilio). También las restricciones del COVID-19 han obligado a la automatización en muchas industrias y servicios y que muchas empresas no volverán a su proceso de producción anterior incluso después de que los centros de trabajo sean seguros para volver a ellos.
El progreso en inteligencia artificial y formas conexas de tecnologías de automatización amenaza con revertir los avances que los países en desarrollo y los mercados emergentes han experimentado al integrarse en la economía mundial en el último medio siglo, agravando la pobreza y la desigualdad.
En términos de empleos no está garantizado que la economía verde, los Green Deals, sirva para compensar con nuevos empleos los que se pierden con la automatización. La propia Comisión Europea, en su Previsión Estratégica, consciente de este problema, estima que una economía más verde podría crear 24 millones de nuevos empleos globalmente, insuficientes, aunque con efectos indudables en la recuperación de la crisis del COVID-19. La Organización Mundial del Trabajo (OIT) es más negativa en su previsión, al calcular que se perderán de aquí a 2030 72 millones de empleos debido al estrés térmico y a los aumentos de la temperatura.
Estamos ante un posible conflicto generacional, aunque sus consecuencias son siempre muy difíciles de prever. Lo traducen algunas encuestas en España, en Francia, y en otros lugares, China incluida. Era un conflicto latente, pero se puede estar convirtiendo en un choque entre generaciones con la pandemia, que tiene a veces traducciones violentas, generadas por el malestar las generaciones más jóvenes (menores de 30 años). Este choque puede agravarse si estas generaciones no logran mejorar su situación económica con la recuperación. En la actualidad no ven solo que van a vivir peor que sus padres –algo presente desde la crisis de 2008–, sino que van a vivir peor dentro de cinco años.
Esta situación ha tenido un reflejo inmediato en la reducción de la natalidad durante la pandemia. En diciembre de 2020 ha bajado en un 22% en España, un 13% en Francia y un 21,6% en Italia.
Los “millennials” (nacidos entre mediados de los 80 y principios de 2000), que ya vivieron una crisis profunda cuando la gran recesión de 2008 y muchos de los cuales estaban formando familias cuando llegó la pandemia, se consideran los grandes perdedores de esta crisis, especialmente cuando se ven como la generación mejor formada (aunque aún insuficiente en especialidades STEM). La generación siguiente, la Z, está viviendo problemas de socialización, incluso en una universidad no normalizada por la pandemia. ¿Volverá la juventud a movilizaciones políticas generacionales por temas (como la economía verde, la capacitación y la educación y la igualdad de género) o a movimientos generales movilizadores como en 2011?
La formación y capacitación a las nuevas necesidades es central. En ellas se juega la juventud (y los maduros con el re-skilling) su futuro, en España y en el conjunto de Europa.
No hay una reacción de los jóvenes contra los mayores, sino contra la generación de Baby Boomers, la generación del 68, que consideran privilegiada (en progreso, empleo, emancipación y pensiones). Sobre todo, los jóvenes de 18 a 34 años en España ven que tienen trabajos precarios, cuando los encuentran, con bajos salarios, lo que imposibilita su emancipación.
Incluso en China, la creciente frustración por la movilidad social pone de relieve una “grave divergencia” entre una economía china de rápido crecimiento y la satisfacción de la vida de los jóvenes, pese a su dinamismo. Es lo que se llama la “paradoja del PIB”, y que podría aplicarse a economías occidentales en la recuperación.
La condición de las mujeres es otra de las grandes perdedoras de las consecuencias de la pandemia, y tardará en recuperarse más allá de 2022. Es entre ellas que más ha crecido el desempleo, más se han tenido que dedicar a las labores del hogar en el confinamiento y, cuando podían, en el teletrabajo. Y han perdido muchos de sus empleos de servicios de bajo salario. Además, ha aumentado la brecha salarial de género.
Las enfermedades mentales han crecido con la pandemia, y algunas de sus derivadas pueden perdurar o cambiar después. Estamos a nivel general en un estado sub-depresivo. Los confinamientos, el distanciamiento social, el no poder mantener relaciones normales con la gente y las limitaciones a algunas libertades, han causado estragos psicológicos, sobre todo en términos de aislamiento y soledad, que pueden perdurar. En España, el CIS y Metroscopia han recogido recientemente un deterioro anímico de la población. La actitud que predomina es de desánimo. Y puede conducir a protestar, o, por el contrario, como es normal en depresiones leves, a fenómenos de apatía.
Según un informe sobre la salud mental y bienestar de los jóvenes españoles en pandemia, se registraron entre ellos aumentos significativos de depresión, tendencias al suicidio y ansiedad. Aunque no llegue ser una situación de enfermedad, tras la pandemia, si se controla, la situación anímica quedará por debajo de lo que hasta ahora se consideraba el nivel de bienestar mental habitual. También se ha generado adicción tecnológica: el 18% de la juventud española tiene adicción tecnológica (que no obsesión) diagnosticada por psicólogos y psiquiatras.
De cara a los próximos años, el estrés pandémico puede transformarse en estrés post pandémico, si la gente sigue enfermando, sigue perdiendo empleo y el distanciamiento social sigue siendo necesario. Lo ocurrido dejará huellas perdurables de miedo, de inseguridad y de aislamiento, de sentido de la vulnerabilidad. La angustia –el miedo a lo que puede pasar– perdurará. Aunque, si se controla la pandemia y se recupera y transforma le economía, se pasará, y habrá una recuperación de la idea de línea vital.
Con la pandemia ha crecido la xenofobia en muchos países. En EEUU ha quedado patente no sólo el racismo contra los afroamericanos, sino también contra los de origen asiático. El buen resultado de VOX en las elecciones catalanas de 2021 se debe no sólo a su campaña antiindependentista, sino también en contra de la inmigración. En Francia se habla de islamo-izquierdismo y el gobierno centrista legisla contra lo que llama “separatismo islamista”.
(4) Citas electorales
En 2022 hay citas electorales de importancia, con consecuencias. Y seguirá el debate sobre el deterioro de la democracia en el mundo Occidental, aunque si este logra una recuperación y una transformación inclusiva, la democracia se puede reforzar. No está clara la evolución del populismo, pues la pandemia ha generado un aumento de las teorías conspirativas sobre la que en buena parte reposa.
Ya en 2021, el próximo 26 septiembre tendrán lugar las elecciones en Alemania, a las que ya no se presentará Angela Merkel. No se sabe aún quién será el candidato de la CDU/CSU a la Cancillería, ni, si es el partido más votado, como parece, con quién gobernará (probablemente con los Verdes, que están creciendo). La victoria de los democristianos y su continuidad al frente de un gobierno de coalición no está garantizada. Pero, incluso desde una cierta continuidad, Berlín en 2022 puede marcar diferencias con la política europea marcada por Merkel en sus más de 15 años al frente del Gobierno. Ya hemos apuntado que puede resurgir el debate sobre la vuelta a la austeridad. Por otra parte, la extrema derecha antieuropea, la Alianza por Alemania (AfD), ha dejado desde hace un tiempo de crecer en las encuestas, permaneciendo en torno a un 10%.
En abril-mayo de 2022 habrá elecciones a la presidencia y legislativas en Francia. Aunque ni por su derecha moderada ni por su izquierda el centrista Emanuel Macron tiene, hoy por hoy, rivales, varias encuestas indican que Marine Le Pen, líder de la Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional), va por delante de cara a la primera vuelta, y próxima a Macron de cara a la segunda. No parece que se vaya a repetir un movimiento general anti Frente Nacional, como ocurrió con Chirac en 2002. El ascenso de Le Pen, de hecho, está contaminando la política francesa En todo caso, esta cita electoral puede crear un paréntesis en los asuntos europeos y, aunando las elecciones francesas y alemanas, demorar una reactivación del esencial eje franco-alemán y del proyecto europeo.
En Italia, el gobierno del tecnócrata Mario Draghi no tiene cita electoral hasta 2023, con lo que si logra encauzar la economía italiana tendrá estabilidad a lo largo de 2022. A la vez se está moderando, con la renovación en su liderazgo, el populismo del Movimiento 5 Estrellas y de otros partidos políticos. Pero aunque se trata de un Gobierno de unidad nacional, presidido por una figura tecnocrática, el caso italiano plantea la cuestión de para qué sirven las elecciones democráticas.
Tampoco se puede excluir de forma rotunda que los diversos acontecimientos actuales en la política española obliguen a convocar elecciones anticipadas en España, incluso ya en 2022.
Otra incertidumbre que se ha despejado respecto a lo planteado un año atrás es la victoria de Biden y los Demócratas frente a Trump en las elecciones de noviembre de 2020. Pero los Demócratas han retrocedido en la Cámara de Representantes y sólo logrado por un voto el control del Senado. De ahí la importancia de las elecciones a mitad de mandato de noviembre de 2022 (con posibles nuevas restricciones en el derecho a voto impulsados por las cámaras de estados federados dominadas por Republicanos). Por una parte, se verá si Biden y los Demócratas logran mantener la mayoría en el Congreso, o si la pierden (como le ha ocurrido a sus predecesores Demócratas Clinton y Obama) y cuáles serán las perspectivas para las presidenciales de 2024. Por otra parte, y lo indicarán las primarias para los candidatos Republicanos, se pondrá de manifiesto si Trump y el trumpismo siguen manteniendo el control, la abducción, sobre el Partido Republicano. La sociedad estadounidense sigue estando dividida y polarizada. ¿Es esta una situación endémica? ¿Quién acabará siendo el paréntesis, Trump o Biden? Es una cuestión que se plantean los europeos y Pekín. Biden dispone de menos de 18 meses para aplicar su agenda y que cale.
(5) Gobernanza global y globalización
La competencia entre EEUU y China va a seguir como elemento central y estructurador del escenario global junto, de forma secundaria, con una tensión Occidental con Rusia. En eso hay un consenso en EEUU, aunque con la Administración Biden las formas cambien, pero las medidas sean más letales. La competencia con China –que corre el riesgo de convertirse en confrontación– responde a una razón estructural –el ascenso de una gran potencia frente a otra no dispuesta a ceder su liderazgo en muchos campos–, pero también a otra coyuntural: es quizá el único terreno de entendimiento que tiene Biden con los Republicanos, junto con un cierto proteccionismo y el principio del estímulo fiscal.
Puede darse cooperación en algunos ámbitos (lucha contra el cambio climático, OMS), rivalidad en otros (tecnología y organismos de gobernanza regional o global) y conflicto abierto en otros (como el Mar de China y Taiwán).
Los dirigentes chinos han convencido a sus ciudadanos de que el sistema político-económico en el que viven es el mejor del que han disfrutado en toda su muy larga historia. Ello tendrá un impacto, al alza, en su peso geopolítico e incluso ideológico. China tolerará cada vez menos injerencias extranjeras en sus intereses geopolíticos inmediatos y en materia de libertades y derechos humanos internos.
A la vez, en estos años China quiere asentar su recuperación, pues históricamente así lo ve, como mayor potencia global en todos los sentidos. Y especialmente como potencia regional lo que puede generar problemas con Taiwán y en el mar del Sur de China.
Esta competencia le está planteando ya un problema a Europa. El desacople en lo digital entre las dos potencias va en detrimento de los intereses europeos. Del empeño de Biden de marcar la pauta a la UE en su política hacia China va a depender mucho el futuro económico de la UE, que busca una “tercera vía”, aunque no equidistante entre ambos. Biden, por su parte, parece buscar un acomodo con los europeos en varios temas, para empezar el comercial, para atraerles a sus posiciones contra China.
El año 2022 va a ser también cuando la OTAN va a adoptar un nuevo planteamiento de cara a 2030, en el que la cuestión de China va a ser determinante, aunque no necesariamente de forma operativa.
La globalización ya está cambiando. Muchos países y empresas se han percatado de que las cadenas de suministros –sobre todo de algunos estratégicos como los sanitarios o los chips– eran demasiado largas y dependientes de Asia, y en particular de China. En una parte se van a acortar. Son cambios que no se hacen de un día para otro, y en los que 2022 puede marcar un punto de inflexión en las realidades.
El año 2022 puede ser cuando Europa se lance verdaderamente a ser una potencia notable en semiconductores, en datos y en IA, si logra las inversiones público-privadas suficientes.
Este cambio puede verse reforzado por los vientos proteccionistas que soplan tanto en EEUU (de America First a Buy American) como en Europa, aunque algunas disputas comerciales se gestionen bien.
La OMC lleva años encallada. Con el desbloqueo por parte de la Administración Biden y la llegada a su dirección de Okonjo-Iweala y su programa de reformas, la organización tiene una nueva oportunidad de situarse en el centro del comercio global en la era digital. Pero el acuerdo no se antoja fácil. Estas tendencias podrían reforzar el avance hacia una globalización más regionalizada.
En cuanto a la gobernanza global, las organizaciones existentes pueden recuperarse, pero seguirán sometidas a las tensiones entre EEUU y China y Rusia, que no ven reconocidas en ellas sus intereses y están creando otras paralelas.
La pandemia ha demostrado que la gobernanza global ha cambiado. Ahí está el papel de los científicos, de empresas privadas e incluso de fundaciones y ONG (tras la salida de la OMS de EEUU decidida por Trump –y rectificada por Biden–, el primer contribuyente era la Fundación Bill and Melinda Gates). Se avanza, en muchos campos, hacia una gobernanza global de actores diversos, no sólo los Estados, niveles y temas diversos. Era una tendencia ya en curso que se ha reforzado. Unos la llamam “gobernanza inductiva”, otros “gobernanza inclusiva”.
Conclusiones
Tres paisajes
Muchos de estos elementos y tendencias se influyen mutuamente, lo que, con fines de clarificación, nos permite esbozar no tres escenarios elaborados, sino lo que hemos venido en llamar “paisajes”.
(1) Renqueando
Demasiadas dudas y divisiones (europeas o a nivel global) persisten sobre las vacunas, lo que lastra la recuperación económica, aunque en Europa, y especialmente en España, los fondos europeos de recuperación permiten ir saliendo de la actual situación, aunque no logran suficientemente esa transformación del país que se persigue con ellos. La transformación no se logra en el medio plazo. La cuestión es si se inician los procesos de transformación o volvemos, en este escenario a la situación de business as usual, en el mejor de los casos a un muddling through. Este escenario lleva a un mayor control por parte de la Comisión y de algunos Estados miembros, y a que vuelva el debate sobre la necesidad de no malgastar y sobre la austeridad. El malestar social se profundiza en nuestras sociedades, y en EEUU fortalece al trumpismo, con la consiguiente desconfianza europea hacia EEUU. El proteccionismo se refuerza impulsando más procesos de desglobalización. La gobernanza global sigue de forma improvisada, sin reforzar las instituciones. La competencia entre China y EEUU marca la agenda global, con una Europa debilitada.
(2) “Nuevos locos años 20”
Entre las clases altas y medias del mundo en desarrollo, eclosionan las ganas de diversión, viajes y gastos, tendencia favorecida por la seguridad proporcionada por las vacunas que libera una enorme demanda embalsada, producto del ahorro forzoso durante 2020 y 2021, que aumentará la inflación. El crecimiento económico retoma (aunque con Europa por detrás de China y EEUU). Se produce una cierta exuberancia, acompañada por una mayor desigualdad con los perdedores de la crisis y de su salida. Lo que puede llevar a mayor inseguridad ciudadana, problemas de orden público y al auge de movimientos populistas. La actual laxitud con las cuentas públicas se acaba rectificando, esencialmente en Europa. La competencia entre EEUU y China prosigue, distanciando algo más a Europa de Washington. Los “locos años 20” de corta duración: recuérdese cómo acabaron los “locos años 20” del siglo pasado, en el crash del 29 y sus consecuencias.
(3) Una transformación inclusiva
El proceso de vacunación global se acelera, aunque aún tardará en cubrir una mayoría del mundo. Lo gobernanza global se refuerza con más actores. Se avanza no ya hacia una recuperación, sino a una auténtica transformación inclusiva, tanto entre sociedades como dentro de las sociedades. El capitalismo cambia del neoliberalismo inspirado en Milton Friedman, con una prioridad a los accionistas y el beneficio, por uno que tome en cuenta más los stakeholders, los concernidos por las empresas, y que aumente el sentimiento de comunidad en detrimento del individualismo neo-liberal. Hay una consideración renovada de los bienes públicos o comunes, desde el medioambiente, con progresos a este respecto, a la salud, pasando también por las esenciales de la digitalización y la conectividad. China y EEUU siguen siendo competidores, pero gestionando sus diferencias de modo a no generar inestabilidades que acaben escapando a su control, e incluso son capaces de reformar la OMC, la OMS y otras instituciones, para el alivio de Europa. En suma, un mundo más ordenado.
Previsiblemente, ninguno de estos paisajes se plasmará, pero sí alguna combinación de ellos. No se trataba de hacer pronósticos, sino de apuntar a lo que hay que estar mirando.
Andrés Ortega
Investigador sénior asociado, Real Instituto Elcano | @andresortegak
1 Estoy en deuda con muchas fuentes –sólo he citado las imprescindibles– y con varias personas que han aportado idea y/o comentarios, siempre enriquecedores, entre ellos, Carlos Alonso Zaldívar, Raquel Jorge Ricart, Juan Miguel Márquez, Miguel Otero y Federico Steinberg. También a Enrique Feas, sobre los fondos europeos, y a los doctores Lola Morón y Gabriel Aboud, con sus visiones sobre la situación anímica.