Tema: Las relaciones económicas españolas con los países del Golfo de Guinea están creciendo de forma significativa por lo que España debe contribuir a mejorar la gobernanza y la seguridad de esta zona estratégica.
Resumen: En los últimos años el peso del Golfo de Guinea en el comercio español ha aumentado de manera significativa impulsado por el crecimiento económico de la región y su abundancia de recursos naturales, sobre todo energéticos. El deterioro de la situación de seguridad en la zona podría frenar esa tendencia y afectar a la seguridad de suministro de España. Al igual que en el conjunto de África, y con diferencias de país a país, en el Golfo de Guinea existen oportunidades y riesgos para los intereses nacionales que precisan una estrategia de actuación que dé sentido y economía de escala a las actuales actuaciones compartimentadas.
Este ARI describe la creciente interdependencia económica, los intereses energéticos y comerciales, los problemas de gobernanza de los recursos y los riesgos de seguridad que acompañan la proyección económica española en el Golfo de Guinea.
Análisis
Una interdependencia limitada pero creciente
La interdependencia económica entre España y el Golfo de Guinea se estructura en torno a las exportaciones españolas de bienes y sus importaciones de recursos naturales. El peso de los países del Golfo de Guinea en las exportaciones españolas es muy reducido, pero ha experimentado un impulso importante desde el inicio de la crisis económica. Las exportaciones españolas al conjunto de la región crecieron entre 2007 y 2012 a una tasa anual superior al 14% anual, muy por encima del 3,7% a que lo han hecho las exportaciones al conjunto del mundo. Las tasas son especialmente altas para países como Sierra Leona, Togo, Ghana, Camerún y Guinea Ecuatorial. El patrón de interdependencia está sesgado por el lado de las importaciones, que suponen porcentajes superiores a los de las exportaciones, básicamente debido a las importaciones de gas y petróleo. El principal suministrador de la región en 2012 fue Nigeria (2,8% de las importaciones españolas), seguido de lejos por Guinea Ecuatorial (0,34%), Camerún (0,16%) y Gabón (0,14%).
En casi todos los casos, las tasas de crecimiento anual de las importaciones han estado muy por debajo de las de las exportaciones. Las importaciones españolas procedentes de productores de recursos naturales se han comportado mejor, creciendo a tasas anuales muy superiores a la caída en un 2,3% de las importaciones totales españolas. Esta evolución refleja la mayor inelasticidad de las importaciones españolas procedentes de los productores de hidrocarburos y minerales de la región. En conjunto, los datos anteriores dibujan una importancia menor de la región en los flujos comerciales españoles, aunque matizada por el fuerte crecimiento del comercio y, sobre todo, de las exportaciones españolas, que incluso se ha acelerado en la primera mitad de 2013. Aunque el dinamismo de los flujos comerciales depende en gran medida de la propia evolución económica de la región, las perspectivas de crecimiento de los países africanos subsaharianos y las oportunidades que ofrece a España vienen sido destacadas en los últimos tiempos.[1]
La participación de la región en la cartera de inversiones españolas es muy reducida, y sólo recientemente han alcanzado cierta relevancia. Esta realidad general no debe esconder que hay empresas españolas con proyectos de inversión importantes en la región y que la seguridad física y jurídica de estas inversiones puede resultar crucial para las mismas. A esto se añade el potencial futuro. La secuencia habitual de internacionalización de la empresa española consiste en penetrar primero los mercados mediante el comercio, y sólo realizar inversiones sobre la base de un conocimiento del mercado habitualmente adquirido mediante los intercambios de bienes y servicios. Además, las grandes empresas suelen abrir el camino a las medianas y pequeñas. Es decir, la inversión sigue al comercio, por lo que sería previsible que conforme la internacionalización de las inversiones españolas madure éstas inviertan más en la región.
Los países del Golfo de Guinea son suministradores importantes de España sobre todo por su condición de exportadores de recursos naturales. La proximidad geográfica hace que los países de la región y España sean “socios naturales”, aunque los beneficios de esa cercanía están mediatizados por la falta de infraestructuras de transporte y la reducida dimensión de los mercados locales. No obstante, en el caso de los recursos naturales, las infraestructuras existen y, aunque insuficientes, las exportaciones de hidrocarburos y minerales proporcionan una gran parte de los ingresos de la región. De hecho, ésta tiende a consolidarse en un segundo plano del mapa energético español, sólo por detrás del Norte de África y Oriente Medio.
Su importancia estratégica no radica sólo en este hecho fundamental, sino también en que ello se presta a vulnerabilidades ante dinámicas internas como pueden ser los conflictos por recursos o los conflictos ambientales. En el caso del petróleo, los principales suministradores españoles fueron Nigeria (11% de las importaciones) y Guinea Ecuatorial (1,7%). En relación al gas, el principal proveedor regional de España en 2012 fue Nigeria (14%). Respecto a las importaciones de minerales, la región presenta una importancia secundaria para España, aunque alberga proveedores importantes, como Guinea (2,14% de las importaciones españolas de minerales, con especial importancia de bauxita y oro). No hay un flujo demasiado significativo de minerales estratégicos como las tierras raras.
Respecto a los hidrocarburos, España ha recurrido repetidamente a Nigeria para sustituir a suministradores de crudo en problemas, como Libia e Irán. La cercanía geográfica, la ausencia de choke points y, sobre todo, la calidad de los crudos dulces y ligeros de la región, la convierten en un vector de diversificación y compensación idóneo para España. En cierta medida, la sustitución de las importaciones de otros productores ha incrementado la importancia estratégica del Golfo de Guinea para la seguridad energética española. La revolución norteamericana del shale gas y el tight oil abren además la posibilidad de que parte de las exportaciones de la región hacia EEUU queden liberadas para los consumidores europeos y asiáticos. Por ello, parece importante que España lleve a cabo una reflexión estratégica sobre su posicionamiento energético en la región.
El Golfo de Guinea en sentido amplio comprende productores consolidados, como Nigeria y Camerún, que han tenido sus propios conflictos territoriales, en vías de resolución, acerca del control de la península de Bakassi, cuya soberanía fue otorgada a Camerún por el Tribunal Internacional de la Haya. Otro conflicto es el existente entre Guinea Ecuatorial y Gabón acerca de la isla de Mbañe, situada en la bahía de Corisco, y que contendría abundantes reservas de crudo. No obstante, la importancia de la región trasciende sus recursos actuales, pues el potencial de explotación de los productores emergentes es muy importante. Este factor es relevante para España no sólo por la magnitud de las importaciones de gas y petróleo de la zona, sino porque su futuro desarrollo ofrece una posibilidad de diversificación adicional a la actual frente a los abastecimientos de Oriente Medio y el Norte de África. En términos de hidrocarburos, buena parte de la franja costera del África Occidental podría contener recursos de petróleo y gas accesibles con las nuevas técnicas de prospección y extracción en aguas profundas.
En los últimos años, se han realizado descubrimientos importantes en el Golfo de Guinea que han convertido sus costas en la nueva provincia petrolera de África Occidental.[2] En 2007, KOSMOS Energy descubrió el campo Jubilee en aguas profundas de Ghana inicialmente poco prometedoras; en 2009 un consorcio con participación de Repsol descubrió el campo Venus en aguas profundas de Sierra Leona igualmente poco propicias. Se despertaron así importantes expectativas sobre el descubrimiento de una nueva provincia petrolera, el West African Transform Margin, un área situada entre dos placas tectónicas que se extiende casi 1.500 km a lo largo de la costa en las aguas profundas entre los dos países. La región ya había sido explorada sin éxito, especialmente tras los descubrimientos realizados en Nigeria en la década de 1960, pero al parecer las exploraciones buscaron un tipo de estructura geológica distinta y no se aventuraron en aguas profundas.
Las grandes majors internacionales acudieron rápidamente a una zona hasta entonces explorada básicamente por pequeñas y medianas empresas petroleras, muchas de ellas estadounidenses. Como ya se ha apuntado, entre ellas figura Repsol. En Sierra Leona, destacan los hallazgos de Repsol en los pozos Venus B-1 (2009), Mercury-1 (2010) y Júpiter-1 (2012), en una zona poco explorada y muy prometedora. Repsol también está presente en Liberia en cuatro bloques de exploración en varios de los cuales ha incrementado su participación en los últimos años. Repsol descartó recientemente la explotación de un bloque en Guinea Ecuatorial por razones de falta de viabilidad comercial. Repsol también tiene operaciones en Angola, Sudáfrica (con Gas Natural Fenosa) y Namibia, lejos del Golfo de Guinea pero que utilizan rutas de navegación que discurren cerca de la parte más occidental del mismo.
Además de para el transporte de recursos naturales del propio Golfo de Guinea y del resto del continente (Sahel, África del Sur), las rutas marítimas aseguran también el flujo de exportaciones españolas, que han aumentado con fuerza en los últimos años. Aunque las cifras siguen siendo reducidas, al igual que ocurre con las inversiones, el potencial futuro debe ser considerado. Para España, África no es sólo uno de los espacios naturales de diversificación de los suministros de recursos naturales, sino también uno de sus espacios naturales de comercio e inversión a explorar para diversificar en el margen la cartera de riesgos española hacia zonas de más riesgo pero también de mayor rentabilidad esperada.[3]
Una gobernanza deficiente de los recursos naturales
El impacto de los nuevos descubrimientos de recursos naturales puede acelerar el dinamismo económico africano, uno de los continentes que más crece desde hace varios años y con mayor pujanza demográfica. Evidentemente, los obstáculos al desarrollo son muy numerosos, pero uno de los más claros es la seguridad. La literatura sobre economía política de los conflictos citada en la sección precedente está plagada –si no inducida– por conflictos africanos por recursos naturales, muchos de los cuales se producen o han producido en África Occidental. Apoyar una buena gobernanza de los recursos naturales es esencial para que éstos puedan contribuir al desarrollo de la región. Debe tenerse en cuenta que los países del Golfo de Guinea padecen graves problemas de gobernanza de los recursos naturales, aunque el Índice de Gobernanza de los Recursos elaborado por Revenue Watch[4]muestra grandes diferencias entre países situados en posiciones relativamente elevadas en el ranking de 58 países, como Ghana (15) y Liberia (16); intermedias como Gabón (32) y Guinea (33); y bajas, como Nigeria (40), Camerún (47) y Guinea Ecuatorial (56).
La literatura sobre el impacto de la abundancia de recursos naturales en los conflictos apunta que: (1) una elevada dependencia de las exportaciones de recursos naturales aumenta el riesgo de guerra civil; (2) que éste se reduce cuando se dan contrapesos institucionales al poder y aumenta la transparencia de la gestión de esos recursos; y (3) que un conflicto en un país con recursos naturales valiosos tiene el doble de probabilidad de reproducirse durante los cinco años posteriores al mismo.[5] Una gestión adecuada de los recursos naturales es uno de los factores que pueden ayudar a evitar que un conflicto se reproduzca, bien sea con los mismos protagonistas o con contendientes diferentes.
Establecer una buena gobernanza de los recursos naturales resulta también clave para dinamizar la economía y crear puestos de trabajo, creando expectativas de mejora en la gestión y redistribución de las rentas derivadas de esos recursos. En presencia de tensiones territoriales internas, caso de Nigeria, la delegación de la autoridad o establecer mecanismos de autoridad compartida sobre los recursos naturales puede ser un medio de aumentar la estabilidad, si bien a expensas de pérdidas de eficiencia en la gestión de recursos, a los que el principio de subsidiariedad aconseja mantener bajo control nacional y no regional o local. En muchos casos, compartir las rentas de los recursos naturales es un pre-requisito para la pacificación, como ocurre en Nigeria con el Delta del Níger, donde el gobierno local recibe una proporción fija de las rentas obtenidas.
En muchas ocasiones, los conflictos se originan por fallos en la gobernanza de los recursos naturales que se traducen en corrupción, falta de transparencia y de rendición de cuentas, y una redistribución poco inclusiva de sus rentas. Las posibles vías para mejorar la gobernanza de los recursos naturales han sido objeto de numerosos análisis en los últimos años, pero los principales resultados se plasman en la Iniciativa para la Transparencia en la Industria Extractivas (EITI en sus siglas inglesas), la Natural Resource Charter (NRC) apoyada por el Banco Mundial y el FMI, la iniciativa de la UE en el ámbito forestal denominada Forest Law Enforcement, Governance and Trade (FLEGT) y las exigencias de la SEC estadounidense de que las empresas cotizadas en ese país reflejen los pagos de forma transparente, y la UE ha adoptado medidas similares recientemente. España debería apoyar todas las iniciativas existentes en la materia, tanto a nivel multilateral como europeo, y hacer de ello un elemento de su imagen exterior en la región.
Finalmente, deben tenerse en cuenta los conflictos ambientales, que pueden traducirse en conflictos semejantes a los anteriores, pero también acarrear un deterioro de las condiciones socio-económicas de los países afectados y repercutir negativamente en su estabilidad. El IV Assessment Report del IPCC apuntaba ya las graves implicaciones del cambio climático para África: en 2020 el conjunto del continente padecerá un stress hídrico muy importante, las tierras áridas y semiáridas aumentarán en un 5%-8%, y los rendimientos de la agricultura no irrigada pueden reducirse hasta en un 50%, lo que planteará graves problemas de seguridad alimentaria y malnutrición. Para el final del siglo XXI, las zonas costeras (donde se concentra la población) se verán afectadas por la elevación del nivel del mar y los costes de adaptación pueden elevarse hasta el 5%-10% del PIB.
La seguridad: algo más que piratería
La inseguridad afecta más a la gobernanza y desarrollo de los países de la región que a los intereses económicos de los países de fuera de ella. Aunque la piratería está adquiriendo notoriedad, existen otros problemas estructurales asociados a la debilidad interna, la expansión del terrorismo yihadista por la región y el auge del crimen organizado que según la OCDE pueden inhibir el potencial de desarrollo del Golfo de Guinea.[6] A medio y largo plazo, la piratería no será la principal fuente de riesgos para el desarrollo local y las inversiones extranjeras, sino la falta de unas estructuras de seguridad nacionales y regionales eficaces. Si esas estructuras no se refuerzan aprovechando el crecimiento económico, se acabarán haciendo con ellas las estructuras criminales que, organizadas o no, tienen más capacidad que la mayor parte de las fuerzas armadas y de seguridad regionales.
La existencia de narco-Estados como Guinea Bissau o lo ocurrido en Malí deberían ser un aviso para quienes subestiman el riesgo que representan los actores no estatales violentos para la estabilidad del Golfo de Guinea. Son las fuerzas de seguridad locales las que, además de la protección de los buques y las plataformas, deben garantizar el funcionamiento de la justicia, controlar las fronteras y mantener el control del territorio para evitar la llegada e implantación de estos actores violentos que se aprovechan de la fragilidad de los Estados; los mismos actores que viven de las redes de tráficos ilícitos por las que se desplazan drogas, personas y armas.[7] También se aprovechan de las desigualdades, la competición por las rentas y desafección social por la falta de justicia. Sin ese caldo de cultivo, sería difícil que arraigaran movimientos como Boko Haram y las franquicias de al-Qaeda, que aprovechan la existencia de agravios para desarrollar movimientos terroristas y de insurgencia.
Una vez instalados, actuarán contra las infraestructuras donde se producen o por las que se transportan materias primas y energía de la que dependen los ingresos locales, obligando a las compañías extractoras a pagar un sobrecoste de protección (en Nigeria los costes de seguridad de los proyectos medianos y pequeños de exploración son más elevados que los de los mega-proyectos según Leicher (2012). La connivencia o incapacidad de los gobiernos locales para luchar contra esos grupos se traduce en un incremento de la inseguridad humana de las poblaciones del Golfo, a los que hay que añadir los efectos del consumo de drogas importadas, como la cocaína y la heroína, o fabricadas ya localmente, como las anfetaminas y el éxtasis que revela el World Drug Report 2012. Finalmente, hay otros aspectos de la seguridad marítima como la pesca ilegal (el 40%) y la contaminación medioambiental que se suelen olvidar a pesar de su impacto sobre la economía y la seguridad alimentaria.
A corto plazo, la piratería seguirá llamando la atención occidental. Ya era una preocupación en Nigeria antes de que Somalia le arrebatara en 2007 el “liderazgo” del ranking de incidentes que ahora vuelve a sus manos según los datos de la Organización Marítima Internacional (IMO) de 2012 pero con menor entidad (27 ataques en 2012 frente a los 47 en 2007). Los datos conocidos del Golfo de Guinea, a pesar de su inexactitud porque no todos los ataques se declaran y por las diferencias metodológicas, confirman un incremento de la actividad que no es tan alarmante como se suele creer. Los datos de la Tabla 1 revelan el momento de la piratería en el Golfo: 62 ataques en 2012 –38 de ellos armados–, 10 secuestros y 207 rehenes según la contabilidad de la IMO, pero las cifras comparadas apuntan a una contención más que a una expansión del fenómeno.
La sobrevaloración de la piratería en el Golfo se debe a su equiparación con la conocida en Somalia sin tener en cuenta las diferencias existentes. Ambos coinciden en que la piratería es consecuencia de situaciones similares de pobreza, desigualdad y desgobernanza, pero difieren en la naturaleza del fenómeno (robar mercancías y pertenencias en lugar de exigir secuestros, hacerlo con violencia porque no es necesario preservar la vida de los rehenes y hacerlo en las proximidades del litoral –aunque ya se ha producido acciones a más de 110 millas náuticas–, lo que desnaturaliza su calificación de piratería). Estas diferencias entre ambos fenómenos plantean dudas sobre si la protección naval de las líneas de tránsito y el empleo de medidas de autoprotección o seguridad privada por los buques mercantes, que tan buen resultado han dado en Somalia, podría repetirse en el Golfo de Guinea.
Tabla 1. Tendencias del crecimiento de la piratería en Nigeria y el conjunto del Golfo de Guinea
2008 | 2009 | 2010 | 2011 | 2012 | |
RI Nigeria | 114 | 91 | 73 | 52 | 48 |
RI total Golfo | 138 | 120 | 110 | 116 | 89 |
IMO Nigeria | 40 | 29 | 19 | 10 | 27 |
IMO total Golfo | 58 | 48 | 38 | 80 | 62 |
Fuente: elaboración propia sobre datos de Risk Intelligence (RI) y de la International Maritime Organisation (IMO).
La razón puede estar en el incremento de la presión de las fuerzas navales regionales sobre los piratas, incluida la reconversión en fuerzas de seguridad de antiguos militantes del Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger y la externalización de la seguridad marítima a contratistas privados en Nigeria. Lo preocupante es la posible que constituye un modo de vida para la pequeña delincuencia y un negocio lucrativo para los grupos criminales organizados porque los ingresos por el robo de petróleo son mayores y más sencillos de obtener que los producidos por los secuestros. El valor directo de los bienes robados oscila según datos de la IMO para 2012 entre los 34 millones y los 100 millones de dólares, daños inferiores a los 2.000 millones que calculó la Comisión de Evaluación de Naciones Unidas en 2011 debido al efecto combinado del alza de seguros y la pérdida de ingresos portuarios y aranceles comerciales.
Mapa 1. Distribución de los 62 actos de piratería en el Golfo de Guinea durante 2012
Para combatir un tipo de piratería distinto del de las costas de Somalia, se precisa un tipo diferente de respuesta que pasa por el refuerzo de las capacidades marítimas de los países del Golfo, pero también por el refuerzo de su seguridad interior, ya que los ataques se realizan tanto por delincuentes habituales como por tramas criminales organizadas y que se aprovechan de la corrupción –cuando no la complicidad– de las limitadas fuerzas de seguridad encargadas de su represión. A diferencia de Somalia, en el Golfo de Guinea existen capacidades militares, policiales y judiciales locales que se pueden apoyar para que actúen preventivamente en lugar de esperar a que las estadísticas de la piratería se disparen.
Antes de pedir ayuda externa como se ha hecho en la reciente Cumbre sobre Piratería de junio de 2013 en Yaundé (Camerún), la región debería de contar con una estrategia y mecanismos de actuación propios y armonizados en la que pudieran integrarse las capacidades locales y extra-regionales, tal y como pedía el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en su Resolución 2039 de 2012. Las fuerzas navales de algunos países como Nigeria y Benín, y las de los de la Comunidad Económica de Estados de África Central, apoyadas en su centro de control marítimo, realizan patrullas conjuntas pero faltan muchas otras armadas por incorporarse (la Resolución 2039 recomendaba la implicación de la Comisión del Golfo de Guinea y la de la Comunidad Económica de África Occidental junto con los anteriores).
Las fuerzas navales de países occidentales organizan ejercicios de adiestramiento con las marinas del Golfo de Guinea (African Partnership Station, African Maritime Law Enforcement Partnership, Obangame Express) y algunos países con intereses económicos y de seguridad marítima en la región (China, India, Sudáfrica y Brasil) contribuyen con equipos y fondos. España participa en las iniciativas de adiestramiento señaladas y colabora con las fuerzas navales de países como EEUU, Francia y el Reino Unido que, a diferencia de las españolas, disfrutan de instalaciones locales desde la que dar continuidad a su presencia y cooperación. Su participación en la Operación Atalanta de la UE le permite realizar acciones de adiestramiento en el Golfo de Guinea como las que realiza en la costa oriental africana aprovechando los gastos comunes de la operación, al igual que puede aprovechar los fondos del Instrumento de Estabilidad de la UE (4,5 millones de euros) para participar junto a otros seis países en el Programa de Rutas Marítimas Críticas (CRIMGO) de la UE.
La seguridad marítima se ha incorporado a la lista de riesgos de la Estrategia de Seguridad Nacional, pero todavía es pronto para ver qué prioridad ocupa y cuánto esfuerzo se dedica a la seguridad marítima de África Occidental y del Golfo de Guinea. Tierra adentro, la cooperación internacional de España debe enfocarse a reforzar el Estado de derecho y las agencias locales que lo promueven, de forma individual en países como Nigeria donde nuestros intereses económicos justifiquen una relación bilateral o en formato multilateral cuando sea posible como se hace en las misiones civiles que la UE ha puesto en marcha en Níger o en el Cuerno de África.
Siendo una recién llegada a la región, la actuación española tiene que orientarse a establecer relaciones de confianza con las fuerzas armadas y de seguridad regionales, colaborando desde lo concreto a lo genérico, y desde lo personal a lo institucional. Pero para que esa línea de actuación prospere, debe integrarse en una estrategia de acción transversal más amplia que integre la actuación de todos los instrumentos del Estado en el Golfo de Guinea y que respalde la creciente penetración comercial y económica de las empresas españolas en la región. Sin esa estrategia integradora, la asistencia española a la seguridad del Golfo de Guinea seguirá dependiendo de las iniciativas individuales de la Armada o de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y de los recursos limitados que puedan dedicar a ello.
Conclusión: En resumen, la relevancia geo-económica del Golfo de Guinea para España no estriba tanto en su significación actual como en que supone un vector de diversificación del aprovisionamiento energético y, tal vez en menor medida, de socio comercial e inversor. Desde la perspectiva energética, el conjunto del África Occidental ofrece una panoplia muy amplia de opciones técnicas, condiciones de participación empresarial más abiertas y términos contractuales atractivos, mucho territorio por explorar y rondas de concesiones pendientes, nuevas fronteras de exploración, elevado potencial de GNL e incluso recursos sin explorar, incluyendo no convencionales como crudo pesado, arenas bituminosas (oil sands) e incluso gas no convencional. Su relevancia estratégica para España tenderá a aumentar a medio plazo, y las empresas españolas pueden extender su ya relevante papel en algunos países para conformar una cartera de intereses geoeconómicos más amplia.
Si se considera que la proyección económica española en el Golfo de Guinea es prioritaria, resulta imprescindible acompañar esa proyección con una estrategia transversal que apoye la instalación y sostenibilidad de las inversiones españolas en la zona. En ella se deben adoptar las medidas que permitan una actuación sostenida orientada a afrontar los problemas estructurales de inseguridad regional, a reformar o reforzar sus sectores de seguridad y defensa y a establecer los lazos de cooperación que permitan apoyar la mayor presencia económica que se espera. En lugar de esperar a que se produzcan colapsos estatales como el de Malí para acudir enseguida –y a cualquier precio– a remediarlo, la estrategia debería ser más proactiva y atajar las causas estructurales de inseguridad que amenazan el desarrollo económico y la gobernanza de la región. Si la piratería evoluciona tan negativamente al alza como ocurrió en Somalia, se podría pensar en un despliegue de fuerzas aeronavales para imponer la seguridad marítima pero, mientras, es mejor comenzar a canalizar la influencia española a través de acuerdos bilaterales o multilaterales de seguridad y defensa asociados a nuestros intereses económicos en la zona.
Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía, Real Instituto Elcano.
Félix Arteaga, investigador principal de Seguridad y Defensa, Real Instituto Elcano.
[1] R. Gómez-Jordana Moya (2013), “África Subsahariana: un espacio de oportunidades para la empresa española”, Documento de Trabajo, nº 1/2013, Real Instituto Elcano, 17/I/2013.
[2] Petroleum Economist (2009), “West Africa’s new oil province”, 1/XII/2009.
[3] G. Escribano (2012), “Aproximación a la seguridad de las inversiones extranjeras españolas“, ARI, nº 75/2012, Real Instituto Elcano, 31/X/2012.
[4] Véase el informe www.revenuewatch.org.
[5] Véase, por ejemplo, P. Collier (2007), The Bottom Billion: Why the Poorest Countries are Failing and What Can Be Done About It, Oxford University Press; y Nichols, Lujala y Bruch (2011), “When Peacebuilding Meets the Plan: Natural Resource Governance and Post-Conflict Recovery”, Journal of Diplomacy and International Relations, vol. 12, nº 1, pp. 11-26.
[6] OECD (2012), “Global Security Risks and West Africa: Development Challenges”, enero.
[7] International Crisis Group (2012), “The Gulf of Guinea: The New Danger Zone”, 12/XI/2012.