El 14 de marzo de 2004 la ciudadanía confió en el Partido Socialista para, entre otras muchas tareas, reorientar el rumbo de la Política Exterior de España y retomar los elementos que configuran más de 30 años de consenso democrático en materia internacional.
Impulsado por una voluntad unánime de la ciudadanía, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, llegaba a la Moncloa con un primer compromiso: retirar las tropas españolas del escenario bélico de Irak. Los socialistas cumplíamos con los millones de ciudadanos que habían denunciado en la calle una guerra ilegal y plagada de mentiras y una ocupación cruenta e inmoral que ha creado inestabilidad política y económica y ha ofrecido un nuevo espacio de proyección, más cercano, al terrorismo yihadista.
Ahora, 4 años después, ha llegado el momento de examinar nuestra gestión y de que los ciudadanos conozcan nuestros compromisos para la próxima legislatura para, si es su voluntad, otorgarnos su confianza el próximo 9 de marzo.
El triunfo del PSOE en 2004 sacó a flote la Política Exterior española, superando el periodo de excepción del gobierno de José María Aznar. Desde el primer momento, recuperamos una perspectiva activa, creativa y ciudadana de España como país capaz de trazar su propio camino y determinar su propio destino, constituyéndose en un nuevo modelo de actor global acorde con las expectativas y capacidades de los españoles.
El gobierno de Zapatero ha conseguido reparar, desideologizar y reformar nuestra acción internacional para recuperar los valores y ejes tradicionales, junto a algunos nuevos, adaptándolos a los intereses de España ante los retos y oportunidades del mundo hoy, frente a la estrategia negativa y unilateral del Partido Popular, que ahogó las líneas maestras de una Política Exterior labrada durante más de dos décadas.
Reorientamos el rumbo de nuestra Política Exterior conforme marcan los intereses de España y de sus ciudadanos, pero también conforme a nuestros propios valores. Hemos trabajado con humildad, y sin desmayo, para que España recupere su prestigio y su credibilidad internacional hasta saberse un país de referencia para empujar el mundo hacia el camino de la paz y el diálogo, la defensa de los Derechos Humanos y la justicia social.
Nuestra Política Exterior ha renacido sobre unos cimientos sólidos: la confianza en la capacidad de España y de sus ciudadanosy ciudadanas, la primacía del Derecho Internacional, la recuperacióny promoción del multilateralismo activo y reformista, el regreso a lasenda de la paz y la estabilidad, el compromiso inquebrantable con ladignidad del ser humano y un enfoque global de la seguridad comobien público esencial para el ejercicio ciudadano de la libertad.
Hemos desplazado al espacio de ‘lo exterior’ la construcción de unnicho de poder blando para reintegrarnos en Europa y en el mundo.En eso ha consistido el discurso del multilateralismo eficaz, laAlianza de civilizaciones, las misiones de paz o la cooperación aldesarrollo. Tal y como reconocía Vicente Palacio en su artículo del26 de enero en El País. Todos estos elementos han contribuido adifundir una imagen de cierto ‘talante’ internacional para España.
España, octava economía del mundo y a la que la geopolítica hasituado en la primera línea del tablero internacional, tiene laoportunidad y la obligación de estar entre los primeros de la diplomacia y la acción exterior del S. XXI.España se ha convertido, paulatinamente, desde la caída del muro deBerlín y con el avance de la globalización y el giro que significaronlos atentados del 11 de septiembre de 2001, en un país de gran importancia geoestratégica en el mundo. España es eje de una doble línea: euro-mediterránea y euro-atlántica (tomando las relaciones transatlánticas en sentido amplio), y se erige en esta legislatura en nuevo puente de comunicación con África.
España ha pasado de la retaguardia de la Europa de la guerra fría a la primera línea de las fronteras y desafíos de la globalización. El Gobierno Zapatero ha integrado la Política Exterior en un proyecto político global y coherente para afrontar los grandes desafíos transversales del mundo globalizado: seguridad, prosperidad, inmigración, lucha contra el cambio climático y energía. Actuando de la misma manera dentro y fuera de España.
El PSOE quiere que España sea cada vez más fuerte e influyente en la escena internacional, porque ésa es la mejor manera de responder a las aspiraciones y necesidades de los españoles. Y, parafraseando a Solana, el poder de España va a medirse por su capacidad para generar consensos en la comunidad internacional. La capacidad de influencia de España en el mundo tendrá mucho que ver con un activo difícil de cuantificar pero fácil de detectar: la legitimidad.
En el mundo de hoy, las fronteras ya no separan sino que unen nuestro destino con el de nuestros vecinos, acercando oportunidades y riesgos. El desvanecimiento de las fronteras entre la Política Exterior y política interna nos obliga, en un círculo virtuoso, a reforzarnos fuera para ser más fuertes dentro y a mejorar dentro para proyectarnos con más fuerza en el exterior.
Los grandes desafíos transversales a los que se enfrenta Europa, nuestro principal ámbito de referencia, encuentran en España a un Estado clave.
Europa
Europa ha ocupado, y lo seguirá haciendo, un lugar privilegiado. Zapatero ha demostrado la eficacia del liderazgo constructivo y frente a la división y el aislamiento de Aznar, hemos vuelto al corazón de la UE. España ha sido protagonista principal del nuevo impulso al proceso de construcción europea cristalizado en la reforma de los tratados y la creación de renovadas políticas europeas para responder a las exigencias de nuestros ciudadanos y a la defensa de sus intereses: la política de inmigración, la política energética y medioambiental y una Política Exterior europea reforzada. España supo asimismo defender sus intereses en la negociación de las Perspectivas Financieras 2007-2013, en las que conseguimos un excelente acuerdo de transición sin precedentes, solidario, equitativo e innovador, gracias al cual numerosas regiones españolas siguen beneficiándose de importantes cuantías de los fondos estructurales y de cohesión (aun cuando deberíamos ser ya contribuyentes netos).
Nuestro país continuará siendo receptor neto de fondos durante los 7 años de vigencia del nuevo Marco Financiero con un saldo neto de 16.181 millones de Euros, y gracias al reconocimiento, sin precedente alguno, de un período transitorio de 7 años para nuestro país, España consigue asimismo 3.250 millones de Euros del Fondo de Cohesión. Además, a estas cifras hay que sumar la línea de financiación especial conseguida por España con la creación de un Fondo Especial para el Desarrollo Tecnológico para nuestro país dotado con una cuantía de 2.000 millones de Euros, y los 4.400 millones de euros para la política migratoria fronteriza de la Unión.
Las políticas europeas y europeístas de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero se alimentan de los mismos valores, pero responden, lógicamente, a una evaluación diferente de los intereses de España en dos momentos históricos diferenciados. Para González, Europa fue la respuesta a la marginalidad heredada, a la necesidad inaplazable de prosperidad económica y consolidación democrática. Para Zapatero, Europa es, sobre todo, una apuesta de futuro, es la mejor respuesta a las oportunidades y retos globales que sacuden el mundo.
Que nadie caiga en la tentación de creer que Europa es el fruto maduro del pasado. Que su razón de ser consiste en los retos superados de ayer. La Europa comunitaria es la necesidad del presente y el puente para resolver los problemas del futuro, no es la fortaleza del pasado. A partir de Europa, España debe ganarse su puesto en la globalización.
La Presidencia española de la Unión Europea de 2010 constituirá una nueva oportunidad para impulsar la unión política enuna Europa cada vez más próspera y solidaria, más comprometidacon el resto del mundo, más capaz de responder a las expectativas delos europeos y europeas.
Estados Unidos
Ahora bien, la vocación europeísta y la vocación atlántica son complementarias. Superado el desencuentro entorno a Irak, la política hacia los Estados Unidos (EE.UU.) ha sido reencauzada apostando por una relación que concentra los esfuerzos en los puntos de acuerdo y en los intereses compartidos y no permite que las diferencias puntuales entorpezcan una relación positiva y constructiva para ambas partes.
Nos proponemos intensificar la relación tanto desde la perspectiva española como desde la europea, promoviendo nuevas fórmulas de colaboración en todos aquellos ámbitos que afectan a nuestros intereses mutuos y a los del mundo global como la seguridad, el cambio climático, la economía, la ciencia, la tecnología, la educación o la cultura.
En este sentido, apoyamos la creación de un Área Trasatlántica de Integración entre la UE y los EE.UU. Y, dado el triángulo derelaciones entre España, EE.UU. y América Latina, nos proponemoscooperar, combinando nuestros intereses respectivos, en beneficiode los Estados latinoamericanos y en áreas como la lucha contra lapobreza, el desarrollo, la alfabetización, la igualdad, la regulación delos flujos migratorios o la lucha contra el cambio climático, losservicios básicos o las infraestructuras, así como en la inversión ypromoción de sectores estratégicos.
Lo cierto es que, pese a quien pese, en esta legislatura las relaciones con los EE.UU. se han profundizado y estrechado especialmente en el plano económico, con aumentos notables de la inversión directa en ambas direcciones (de España a EEUU se ha multiplicado por tres y de EEUU a España ha aumentado en un 50%).
Estoy convencida de que las relaciones de España con unos EE.UU. comandados por Obama o Hillary Clinton, pero también por McCain, serán mejores. Pero no sólo mejorarán las relaciones de EE.UU. con España, sino también las que mantiene con la comunidad internacional en su conjunto.
América Latina
Continuando en el lado atlántico de nuestras relaciones exteriores, en estos cuatro años, América Latina ha regresado a la primera línea de nuestra acción exterior. Superando las vías de comunicación interrumpidas con algunos países. El Gobierno Zapatero ha recuperado unas relaciones diplomáticas respetuosas y fructíferas con todos los Estados latinoamericanos, sin renunciar al diálogo crítico cuando resulta necesario (por ejemplo, diálogo con Cuba en materia de Derechos Humanos).
Somos partidarios de evitar, sobre todo en América Latina, una ideologización interesada de la Política Exterior como la que propició Aznar y defiende el PP. Por responsabilidad y sentido de Estado, ha de primar el interés de España a largo plazo. El tupido tejido de las relaciones entre Estados está por encima de las coyunturas políticas y los cambios de gobierno.
Sin renunciar a una política global, con vínculos sólidos y estables hacia América Latina en su conjunto, hemos avanzado con decisión, por encima de ideologías, en nuestra asociación estratégica con 5 países clave: Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México. Todos ellos cumplen con cuatro requisitos fundamentales: gran peso regional, fortaleza económica, interés mutuo en la profundización de la agenda bilateral y consenso político en España.
Debemos seguir avanzando en la relación bilateral y regional así como en la dimensión europea y multilateral, todas ellas íntimamente relacionadas. La potenciación de las Cumbres Iberoamericanas y de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) contribuirá a consolidar la proyección exterior de la Comunidad Iberoamericana a escala global.
Trabajaremos para fortalecer una identidad iberoamericana compartida de nuestra cultura y de nuestras lenguas, impulsando el desarrollo de mecanismos de solidaridad. La conmemoración de los Bicentenarios de las Repúblicas Latinoamericanas es una gran ocasión para propiciar un espacio de encuentro y concertación con España y una oportunidad para dar un nuevo impulso a las relaciones políticas, sociales, económicas, culturales y científicas en la zona.
Política de Vecindad – Mediterráneo
No somos una isla -aunque algunos lo creyeron-. Las relaciones con nuestros vecinos han dado un gran salto cualitativo y seguirán siendo prioritarias. Portugal y Francia, Marruecos y Argelia, no son sólo vecinos, son aliados estratégicos imprescindibles para construir un espacio estable de confianza y para gestionar cuestiones tan fundamentales como la cooperación decidida contra el terrorismo, inmigración gestionada con rigor y creación de nuevas oportunidades energéticas. No sólo hemos mejorado las formas. Hemos respondido con hechos.
España ha recuperado su liderazgo en el Mediterráneo y Oriente Medio, progresando desde los mínimos históricos de enemistad y alarmismo del gobierno anterior (por ejemplo, el conflicto entorno a Perejil) a un marco estable de relaciones basado en la capacidad de diálogo y concertación.
La creación de una Unión para el Mediterráneo, con la participación de todos los Estados miembros de la UE, será fundamental para relanzar y culminar el Proceso de Barcelona con políticas ambiciosas, dotada de instituciones eficaces y los recursos necesarios para la gestión conjunta de los retos compartidos.
Seguiremos apoyando también las negociaciones directas entre Marruecos y el Frente Polisario, bajo el auspicio de Naciones Unidas, con el fin de alcanzar, en el marco del Derecho Internacional, una solución política justa, duradera, democrática y aceptable para todas las partes implicadas, que prevea la autodeterminación del pueblo saharaui.
En estos cuatro años, hemos logrado reactivar las relaciones tanto con Marruecos como con Argelia -de forma simultánea-, haciéndoles comprender que la intensificación de los contactos con uno no va en detrimento del otro. La Agencia Española de Cooperación Internacional y para el Desarrollo (AECID), único donante con presencia permanente en los campos de refugiados, se ha convertido en el primer donante individual, sólo superado por la UE. El Gobierno ha multiplicado por cuatro la ayuda a los campos de refugiados saharauis, respecto al año 2003. En el año 2007 el presupuesto de la AECID fue de 6,5 millones de euros. Y, por primera vez, miembros del gobierno español visitan los campamentos de refugiados saharauis.
En Oriente Medio, tras las expectativas generadas en la Conferencia de Annapolis, continuaremos nuestros esfuerzos diplomáticos para que las negociaciones prosperen, apoyando las gestiones del Cuarteto para buscar un arreglo regional duradero que, por medio de una Conferencia Internacional de Paz, culmine con la existencia viable de dos Estados soberanos, Israel y Palestina, con fronteras seguras y mutuamente reconocidas.
África
Otro de los grandes avances de esta legislatura ha sido iniciar el camino para que nuestra Política Exterior, cuyos intereses son hoy globales, sea efectivamente global. El África subsahariana, la región más pobre del planeta, es, por primera vez en la historia de nuestra democracia, una prioridad de nuestra acción exterior.
La política socialista hacia África supone la superación de una acción superficial, parcial y eminentemente defensiva. África es una urgencia ética que exige de acciones decididas para acabar con el hambre, la enfermedad y la pobreza. España continuará trabajando activamente en el seno de la ONU, incrementando nuestras contribuciones financieras hasta cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuyo mayor desafío se encuentra precisamente en el continente africano.
Gracias al Plan África, España trabaja con más intensidad que nunca en este continente, aumentando el esfuerzo en materia de solidaridad y cooperación, contribuyendo al desarrollo político, social y económico, así como al fomento de la democracia, la consolidación de la paz y la seguridad, la protección y defensa de los Derechos Humanos, la equidad de género, la protección del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático y la gestión de las migraciones.
El PSOE seguirá trabajando para ampliar la dimensión africana de la Política Exterior y de cooperación española, consolidándola como nuevo eje de nuestra acción exterior y aprobando un nuevo Plan África 2008 – 2012.
Hemos triplicado la cooperación con África, realizando un considerable esfuerzo de canje de deuda y comprometiéndonos a contribuir al Fondo Global de Lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis con 600 millones de dólares en el período 2008-2010.
Con 124 millones de euros, España ha aumentado un 38% su contribución al Fondo del Banco Africano de Desarrollo que ha alcanzado la cifra récord de 8.600 millones de dólares para los próximos 3 años, destinados a infraestructuras, buen gobierno, integración regional, sostenibilidad ambiental, o fomento de la igualdad entre mujeres y hombres.
La lucha contra la pobreza y la consecución de los Objetivos del Milenio constituyen elementos fundamentales de la Política Exterior del PSOE. Nuestra política de cooperación al desarrollo defiende la paz, la dignidad humana, la igualdad y la equidad a escala mundial.
Después de haber triplicado la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) desde el 0,23% de la Renta Nacional Bruta (RNB) del año 2003 hasta el 0,5% en 2008, alcanzando los 5.500 millones de euros en 2008 frente a los 1.985 millones que se destinaban en 2004, en esta legislatura nos comprometemos a seguir mejorando nuestra política de cooperación y alcanzar el 0,7% de la RNB en AOD, como marcan los Objetivos del Milenio.
No debemos resignarnos ante el fracaso de las negociaciones multilaterales de la Ronda Doha en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y por eso trabajaremos, desde el ámbito de la Unión Europea, para lograr un acuerdo que tenga en cuenta los intereses de los países menos avanzados para que esta sea una verdadera Ronda del Desarrollo. Defendemos un sistema de comercio internacional justo, que respete los derechos de los trabajadores y la protección del medio ambiente, y por ello impulsaremos un futuro acuerdo que contenga garantías en torno a estándares sociales y medioambientales y de sostenibilidad del medio rural, así como la aplicación de incentivos y mecanismos de trato especial para los países en desarrollo que aseguren una mayor corresponsabilidad con sus necesidades.
Asia- Pacífico
Asia es también ahora un elemento de futuro de la Política Exterior española. Asia-Pacífico es la región de mayor crecimiento y dinamismo del planeta, pero su espectacular desarrollo es desigual y persisten desequilibrios en los ámbitos de la cohesión social, los Derechos Humanos y la sostenibilidad del desarrollo; es también una pieza clave para la seguridad y equilibrio global del poder y es uno de los frentes de la lucha contra el terrorismo islamista radical. Asia y el Pacífico son fundamentales en materia de energía, por sus recursos, y en lo que respecta al aprovisionamiento de materias primas y al precio de los alimentos básicos, así como a la protección del medio ambiente.
A lo largo de los 4 años del Plan de Acción Asia-Pacífico 2005-2008 se han ejecutado un total 161 acciones concretas -y 70 más se encuentran en proceso de ejecución-, cubriendo 21 países de la región en un esfuerzo sin precedentes para garantizar nuestra presencia y visibilidad en la región: aumento en un 40% en el número de Embajadas (además de 2 nuevos Consulados Generales, 1 nueva Oficina Comercial, 3 nuevas Consejerías de Defensa, 4 más de Interior y 6 nuevos Institutos Cervantes), un ritmo y frecuencias inédito en los contactos y viajes de Alto Nivel (han visitado España 11 jefes de estado o de gobierno y José Luís Rodríguez Zapatero ha viajado a 4 países de la región (China, India Afganistán y Singapur), la Casa Real en total ha realizado 8 viajes a la región, y los Vicepresidentes y gabinete de gobierno han realizado continuos viajes -el ministro AAEE hasta 9 países-); incremento exponencial de nuestra participación en los foros regionales y en los mecanismos de diálogo de la UE con la zona y apertura de la Casa Asia en Barcelona.
La política del PSOE en Asia buscará siempre reafirmar los Derechos Humanos, propiciar la democracia y el Estado de Derecho, y prevenir y combatir el terrorismo. Persistiremos en nuestros esfuerzos a favor de la abolición de la pena de muerte en todo el mundo, como hemos logrado en Filipinas, y de la solución pacífica de los conflictos. Consideramos imprescindible intensificar la política europea común para Asia, en la que España desempeñe un papel prioritario en su definición y aplicación, al tiempo que aprobaremos un nuevo Plan Asia-Pacífico.
Trabajaremos tanto bilateralmente como desde la UE y el seno de las organizaciones internacionales, para promover la paz y la seguridad en los procesos asiáticos, intensificar los flujos comerciales y las inversiones en ambas direcciones, promover el avance de los países menos desarrollados de la región y fomentar el conocimiento mutuo y el multilateralismo.
Competitividad internacional
En esta legislatura, hemos mejorado la competitivad exterior de nuestras empresas a través de la inversión en capital físico, humano y tecnológico, con una apuesta clara por la I+D+i, con medidas concretas para ampliar la base exportadora de la economía española, que aunque sigue siendo reducida (77.300 empresas) está aumentado notablemente (17% en 2006), y para mejorar la diversificación sectorial y geográfica. En este sentido, además de los destinos tradicionales -como la UE y América Latina-, en los últimos años España ha aumentado notablemente su presencia en países de importancia estratégica en nuestro futuro como China (en 2007, 600 millones de euros, se ha invertido tanto como en los 10 años anteriores), o, como referimos ya, con los EE.UU.
Los esfuerzos realizados en esta legislatura hacia un modelo de crecimiento más centrado en la innovación, han tenido también una importante repercusión en el ámbito internacional de la actividad económica española. Nuestra economía está cada vez más integrada en el mundo y nuestras empresas tienen una presencia creciente en nuevos mercados. España es ya el tercer país del mundo que más invierte en el exterior, sólo por detrás de EEUU y Francia (80.000 millones de euros en 2007 frente a los 25.500 de 2003).
Queda sin embargo mucho por hacer en el futuro, que ineludiblemente deberá continuar en la senda iniciada en esta legislatura. La competitividad internacional de España no puede basarse en mantener unos costes y salarios bajos, sino en el aumento de la productividad. Hemos de consolidar, por tanto, el cambio iniciado, continuando con los esfuerzos de inversión en a I+D+i y con especial atención a las políticas de apoyo a la internacionalización de nuestras empresas. Además de dinamizar las relaciones económicas con nuestros socios fundamentales, una política exterior eficiente en el plano económico ha de establecer con claridad líneas de actuación estratégicas de futuro, acorde con la cada vez más diversificada presencia de las empresas españolas en el mundo.
Conclusión
El mapa de nuestras relaciones no es suficiente para comprender el cambio de rumbo de nuestra Política Exterior. Para progresar con seguridad en un contexto mundial cambiante, hemos fortalecido nuestro papel a través de la credibilidad de nuestras acciones y nuestros argumentos.
España no puede ni debe ser una potencia en el sentido duro del término pues esa aspiración no responde ni a la voluntad de la ciudadanía ni a nuestra dimensión militar y defensiva. No necesitamos parecernos a nadie. España tiene un gran capital y potencial diplomático, económico y cultural para ejercer liderazgo internacional desde una estrategia propia: la promoción de ideas y de valores conforma un caudal de influencia positiva en el escenario global.
El PSOE entiende que en el mundo de hoy, la acción exterior está, más que nunca, vinculada a los valores, aspiraciones y problemas cotidianos de los ciudadanos. La Política Exterior requiere de respaldo social y democrático. Ya no es el coto de los especialistas o del ejecutivo y sus diplomáticos. Los españoles, nuestras empresas, nuestras universidades, el mundo no gubernamental, el ámbito cultural… saben donde están y hacia donde quieren ir. Por eso, nuestro compromiso con la renovación de la vida pública y el impulso democrático ha impregnado la Política Exterior. Por eso, hemos impulsado la ley que obliga a la autorización previa del Parlamento para cualquier misión militar en el exterior. Por eso se han multiplicado las intervenciones del ministro y los/as secretarios/as de Estado en el Parlamento, promoviéndose la participación de diputados en delegaciones y misiones diplomáticas y avanzándose en la apertura del Estado de las Autonomías, que también son Estado, al exterior.
La sociedad española privilegia el consenso sobre la confrontación, la negociación sobre la intransigencia, el acuerdo sobre la imposición y exige todos los esfuerzos diplomáticos antes de la guerra. No es una sociedad debilitada, es una sociedad fuerte y segura. Los españoles entienden la complejidad y riesgos del mundo actual y han demostrado su capacidad para asumir nuevos y difíciles compromisos internacionales. Lo demuestran, por ejemplo, con su compromiso con el 0,7% de la RNB para la cooperación al desarrollo, que alcanzaremos en la próxima legislatura, o con su apoyo a la Alianza de Civilizaciones, una iniciativa española que sintetiza nuestra apuesta por una globalización basada en los valores de la paz, el respeto y la promoción de los Derechos Humanos. Pero también lo demuestran en Afganistán o el Líbano al asumir la intervención de nuestras fuerzas armadas en el exterior cuando debemos defender la seguridad colectiva y los principios internacionales que tantas generaciones, y tantos muertos, ha costado construir.
Consenso y Miedo
Desgraciadamente, la oposición del PP en Política Exterior sólo ha sido coherente en una cosa: en la crítica catastrofista de todo. La derecha sigue viendo el mundo, al igual que España, en blanco y negro. Pero la complejidad del mundo globalizado no se presta a análisis binarios o maniqueístas, de buenos y malos, que sirven para azuzar una política alarmista basada en el miedo. ‘Lo único que debemos temer es al miedo mismo’ (Franklin D. Roosevelt).
Seguiremos procurando el consenso en cuanto a los objetivos de nuestra política exterior aun cuando podamos discrepar en las estrategias. Seguiremos apelando al sentido de Estado del Partido Popular para acordar las líneas básicas de nuestra acción exterior para garantizar su máxima aceptación por parte de la ciudadanía y que se dé continuidad a nuestra proyección en el mundo. De hecho, como ha reconocido el propio ministro Moratinos: “la coincidencia, aunque menos ruidosa, ha sido el tono habitual (…) coincidencia unánime en cuanto a la formulación de los principios”.
Un requisito indispensable es que el PP recupere un proyecto de Política Exterior basado en los valores e intereses de España y los españoles en un momento de madurez de nuestra democracia que, como señala Gustavo Suárez Pertierra, la política exterior se ha incorporado plenamente al debate parlamentario.
Un servicio exterior a la altura de nuestra ambición
José María Aznar creyó que existían atajos hacia el estatus de gran potencia. Creyó que la autopista al G8 pasaba por el peaje de las Azores y pagó el precio más alto: apoyar una guerra injusta. Pero no basta con voluntad o voluntarismo. Somos conscientes de que, en muchos aspectos, el éxito de la Política Exterior española también requiere de una Política Exterior europea más capaz y eficaz.
La visión de una España más fuerte e influyente, en la vanguardia de la diplomacia del S. XXI, con intereses y capacidades globales, requiere una política de reforma intensa, progresiva de nuestro aparato y estrategia exterior. El nuevo mundo de las relaciones interdependientes globales en múltiples niveles requiere de una maquinaria nueva, ajustada a los retos del futuro.
Las nuevas circunstancias internacionales del S. XXI y la propia evolución interna de nuestro país hacen inaplazable esa reforma, que ha de producirse en dos ámbitos: en materia de coordinación de los distintos actores implicados en las relaciones internacionales y en relación a los medios personales y materiales para la realización de la acción exterior.
Este gobierno es ambicioso en sus objetivos, pero ha sido y será igualmente ambicioso a la hora de mejorar sus capacidades –tangibles (capacidad presupuestaria, servicio exterior, aparato militar y de cooperación) e intangibles (capacidad estratégica, prestigio, credibilidad internacional e imagen de país)-. Por eso hemos iniciado la reforma de los instrumentos de la acción exterior española y nos proponemos profundizar en la modernización del servicio exterior desde un planteamiento integral de nuestra Política Exterior, coherente con la posición de España en el mundo.
El objetivo de la reforma que necesita nuestra diplomacia debe ser orientado hacia la consecución de un servicio público de alta calidad que se traduzca en una mejor asistencia y protección de los intereses de España y de los españoles, y que nos permita jugar el papel que nos corresponde como país situado entre los más avanzados y que trabaja por un mundo más justo, más libre y más igualitario.
El Gobierno socialista aprobó en septiembre de 2006 una serie de medidas para la potenciación de la acción exterior del Estado. Entre estas medidas se recogían varias disposiciones relativas al fortalecimiento del despliegue diplomático, consular y de las oficinas sectoriales de las Embajadas de España, a los recursos humanos del servicio exterior y a los medios materiales puestos a disposición de la acción exterior del Estado.
La aplicación de estas medidas, combinadas con otras iniciativas, han supuesto en los últimos cuatro años, la apertura de trece nuevas Embajadas y de trece nuevas Oficinas Consulares, la ampliación de la plantilla de otras 39 Oficinas Consulares y la creación de 104 nuevas plazas para funcionarios de la Carrera Diplomática. Además, se ha potenciado la red exterior de sedes del Instituto Cervantes, con 24 nuevos centros, y se han abierto una docena de Oficinas Técnicas de Cooperación en el extranjero. Los socialistas continuaremos con la reforma y mejora del servicio y de la acción exterior y de sus capacidades, a fin de disponer de los recursos para poder hacer lo que debemos hacer, para que nuestra acción exterior esté en todos los frentes a la altura de nuestras ambiciones.
La Mirada Positiva
En las Relaciones Internacionales no existen los caminos mágicos. Creemos en un cambio de estatus creíble y progresivo, al servicio de nuestros intereses y de la mano de nuestras capacidades. Este gobierno ha decidido asumir de manera decidida, progresiva y creíble, de acuerdo con la ciudadanía, el esfuerzo y las contrapartidas que conlleva la mejora de la capacidad de España en el mundo. Los españoles entienden que a medida que España crece y se hace más fuerte, nuestros intereses también se expanden, pues cada vez son más los asuntos internacionales que nos afectan. Esta vía, la del trabajo, la de hacer camino al andar, la de construir una España más fuerte, con una voz no sólo más potente sino más escuchada y respetada, es la única política sostenible.
Frente a los que se afanan en recordar con un romanticismo rancio y conservador la grandeza pretérita de España, y la marginación posterior, envuelta en pesimismo, nosotros creemos y trabajamos por el presente y futuro de una España abierta y confiada, orgullosa de su riqueza y diversidad. Una España dinámica e integradora, que ya no puede recibir lecciones de nadie. Una España cuyos anhelos ya no consisten en los modelos de otros sino en los objetivos que los españoles nos marcamos a nosotros mismos. España no debe sufrir orgullosamente, España debe prosperar orgullosamente. Hemos culminado el viaje que transita de los deseos de normalización y homologación con Europa a convertirnos en un referente de desarrollo, democracia y modernización.
Sabemos que la imagen de España, las bases de la “marca España” y de su credibilidad y prestigio internacional radica, desde la transición, en el progreso democrático, en nuestra fortaleza institucional, en la extensión de derechos y libertades, en el buen gobierno, en nuestro esfuerzo por aunar prosperidad y cohesión.
La imagen de país positivo y atractivo, la riqueza de nuestra historia, la universalidad de nuestra cultura, con nuestro activo más importante, el español, a la cabeza; los vínculos históricos, lingüísticos y culturales con América Latina, un vínculo que tiene unas raíces humanas gracias a las migraciones en ambos sentidos; una relación privilegiada con Marruecos y el mundo árabe… son el trampolín para nuestra proyección y acción exterior.
La Política Exterior de España se alimenta del éxito de nuestro proyecto político colectivo. La Política Exterior bebe del trabajo, aspiraciones y deseos de todos los que vivimos en este país diverso de población creciente e historia compartida. El compromiso con la justicia, la paz, la democracia y los Derechos Humanos es, para los progresistas, una obligación moral y una necesidad compartida. En un mundo en el que los problemas no se detienen en las fronteras, tampoco deben hacerlo las soluciones. La defensa de los valores e intereses de España no es contradictoria con la construcción de una sociedad global más justa y solidaria. Antes al contrario, sabemos (como reza el proverbio africano) que ‘las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran’ y que nuestro compromiso es también con el mundo que sufre. Sabemos que la sangre y la pobreza de África o Afganistán salpican en Londres o Madrid. Nuestra Política Exterior se pone al servicio de los ciudadanos y ciudadanas para construir el mundo en el que queremos que vivan nuestros hijos y nuestras hijas.
Muchas gracias.