Tema: Hasta ser abatido en mayo de 2011, Osama bin Laden era máximo dirigente efectivo del núcleo central de al-Qaeda, pergeñaba el modo de influir sobre un mundo árabe en transformación o insistía en atacar a EEUU y disponía una recentralización de aquella estructura terrorista global.
Resumen: Antes de su muerte y pese a estar recluido en su escondite paquistaní, Osama bin Laden ejercía con decisión y firmeza como dirigente supremo en el mando general al-Qaeda localizado en Pakistán. Su pensamiento estratégico estaba focalizado en influir sobre los cambios políticos que se desarrollaban en algunos países del mundo árabe y en lograr atentar contra EEUU y otros países occidentales. Pero se mostraba muy contrariado con la dinámica operativa y las expresiones públicas de las extensiones territoriales de al-Qaeda en el Norte de África y Oriente Medio, así como con la conducta de algunas organizaciones afiliadas con al-Qaeda. Por eso preparaba un código de conducta al cual debían atenerse los dirigentes de esas entidades, sobre cuyas decisiones tenía una influencia variable pero limitada. La cuestión ahora es si esta voluntad centralizadora en el liderazgo y aquel diseño dual en la estrategia serán o no mantenidos por Ayman al-Zawahiri, quien lo ha sucedido en el directorio de al-Qaeda.
Análisis: Un año después de que Osama bin Laden fuese abatido en una localidad paquistaní relativamente cercana a Islamabad, las autoridades de EEUU han desclasificado 17 cartas, escritas todas ellas en formato electrónico, recibidas o remitidas por Osama bin Laden, otros importantes dirigentes del núcleo central de al-Qaeda y terceros individuos asimismo implicados en la urdimbre del yihadismo global. Esos documentos fueron recuperados en el recinto de Abbottabad donde la CIA había conseguido localizado al líder de al-Qaeda. Según fuentes bien informadas al respecto, el total de los documentos hallados ronda los 6.000, por lo que el número de los desclasificados y publicados el 3 de mayo de 2012, tanto en su versión original en lengua árabe como traducidos al inglés, por el prestigioso Counter Terrorism Center (CTC) de la United States Military Academy (USMA) es muy reducido y seguramente sin relevancia operativa.[1]
Pero aun cuando esta muy pequeña colección de cartas manejadas por el directorio del núcleo central de al-Qaeda, fechadas entre septiembre de 2006 y abril de 2011, no son base suficiente para mejorar de un modo sustancial nuestro conocimiento sobre la evolución reciente de la misma o sobre su estado actual, proporcionan una información de indudable interés acerca del liderazgo que Osama bin Laden ejercía de hecho cuando lo mataron a inicios del mes de mayo de ese último año y de sus principales inquietudes de índole estratégica hasta entonces. Buena parte de lo que puede deducirse de su lectura fue anticipado ya por el Real Instituto Elcano en un ARI publicado en septiembre de 2011 con el título “¿Quién dijo que yihad sin líder? Lo que Abbottabad revela en torno a la situación y el funcionamiento de al-Qaeda” (https://www.realinstitutoelcano.org/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/terrorismo+internacional/ari129-2011). Pero la aparición de esos documentos permite subrayar algunos temas, matizar otros e introducir algunas novedades en el análisis.
Máximo líder ejecutivo del núcleo central de al-Qaeda
Las cartas incautadas en Abbottabad y hechas públicas por las autoridades de EEUU ponen de manifiesto, en primer lugar, que Osama bin Laden ejerció como verdadero emir de al-Qaeda hasta el mismo día de su muerte. Más concretamente, ejerció con determinación como máximo líder efectivo de lo que en los ámbitos académicos y la comunidad de inteligencia se ha dado en denominar al-Qaeda central. Una denominación que, curiosamente, el propio Osama bin Laden hace suya en una de las misivas recogidas hace un año y hechas públicas ahora que firma, para referirse al núcleo central de al-Qaeda y a sus miembros ubicados en el escenario surasiático contiguo que por su frontera común forman Afganistán y Pakistán.
Aquellos 17 documentos, de alguno de los cuales era autor el propio Osama bin Laden y de otros su destinatario, revelan que atendía regularmente asuntos relacionados con el mando general de al-Qaeda y tomaba decisiones ejecutivas al respecto. Para ello se comunicaba de manera regular, mediante misivas grabadas electrónicamente, con altos mandos del mismo núcleo central de dicha estructura terrorista. En las cartas que han sido desclasificadas lo hace muy especialmente con el libio Jamal Ibrahim Ishtiwi al-Misrati, más conocido como Abu Abd al-Rahman o Atiyyatullah, muerto en agosto de 2011 a consecuencia del impacto de un misil lanzado desde una aeronave no tripulada de las tan asiduamente utilizadas por la inteligencia estadounidense, sobre todo desde 2009, contra blancos de al-Qaeda detectados en las zonas tribales al noroeste de Pakistán.
Ayman al-Zawahiri, segundo en la jerarquía de mando prácticamente desde la constitución de al-Qaeda y designado de modo formal como sucesor de Osama bin Laden apenas un mes después de la muerte de este último, quizá sea el autor de una o más de las cartas de remitente desconocido que se encuentran entre las todavía pocas que hasta ahora han sido desclasificadas por las autoridades de EEUU. Pero el contenido del conjunto de dichos documentos sugiere la posibilidad de que estuviera distanciado del estrecho círculo con cuyos miembros trataba con frecuencia Osama bin Laden. Algo que quizá obedezca a razones de seguridad pero que da verosimilitud a algunas especulaciones sobre el cuestionamiento de su acceso al liderazgo en al-Qaeda. Aunque también puede ocurrir que los documentos más relacionados con Ayman al-Zawahiri no hayan sido desclasificados al estar siendo buscado por la CIA.
De entre las cartas en cuestión, ocho tenían como remitente o destinatario a Atiyya. Pero revelan que Osama bin Laden también se comunicaba con otros prominentes miembros del directorio de al-Qaeda, como un destacado ideólogo de la misma, el igualmente libio Abu Yahya al-Libi. Además, entre esas cartas hay asimismo una enviada por un conocido portavoz del núcleo central de al-Qaeda y asesor de su máximo dirigente para asuntos relacionados con medios de comunicación, el converso de origen estadounidense conocido como Adam Yahya Gadah. En suma, Osama bin Laden se ocupaba cotidianamente de los asuntos concernientes al mando general de al-Qaeda y estaba en contacto con altos mandos de la misma que le trasladaban sugerencias y requerían su explícita aprobación para tomar decisiones.
Osama bin Laden, siempre según el contenido de las referidas 17 cartas publicadas por el Counter Terrorism Center de West Point, estaba decididamente preocupado por la supervivencia del núcleo central de al-Qaeda y sobre todo por la seguridad física de sus más destacados integrantes ubicados en la zona de Waziristán y otras anejas. En este sentido, aconsejaba su evacuación y traslado a demarcaciones más alejadas, sobre todo en suelo de Afganistán, o la adopción de medidas especiales para evitar que fuesen abatidos o capturados. En esas cartas también resulta evidente que Osama bin Laden estaba muy preocupado por la ausencia de unidad entre los yihadistas activos en zonas en conflicto, especialmente en Irak pero también en Pakistán.
Pero en el pensamiento estratégico del que fuera emir de al-Qaeda desde su fundación hasta mayo de 2011 destacaban por encima de otros, en el momento de su muerte, dos asuntos: por una parte, encontrar lugares distintos a Afganistán y Pakistán desde los cuales planificar y preparar operaciones en EEUU y otros países del mundo occidental; por otra, cómo reaccionar ante a los acontecimientos políticos que habían empezado a sucederse en distintos países del mundo árabe. Todo ello sin dejar de insistir en la importancia de continuar movilizando recursos humanos y materiales, en todo el mundo, para la yihad en Afganistán, escenario de conflicto que Osama bin Laden cuyas vicisitudes seguía considerando fundamentales para el futuro del yihadismo global.
Influir en el mundo árabe y atacar en EEUU
Respecto a los conflictos y cambios en el mundo árabe, Osama bin Laden planteaba, en una carta fechada precisamente una semana antes de morir, que el núcleo central de al-Qaeda centrara sus esfuerzos en una campaña de propaganda destinada no sólo en “incitar” a la rebelión frente a los gobernantes sino en “guiar, educar y advertir a los musulmanes” respecto a quienes, como los Hermanos Musulmanes y otras entidades islamistas, puedan apartarse de lo que considera el “verdadero islam” y lleguen a comprometer el riguroso entendimiento de la ley islámica al perseguir sus objetivos políticos. Importa subrayar que la indicación dada a sus más estrechos colaboradores en el núcleo central de al-Qaeda era la de no entrar en confrontación con esos actores islamistas, incluidos los partidos que accediesen al gobierno en aquellos países.
Es decir, Osama bin Laden se mantenía firmemente adherido al propósito yihadista de establecer o contribuir a establecer, en el ámbito de las sociedades mayoritariamente musulmanas, dominios en los que impere una visión rigorista de la sharía. Por otra parte, sitúa a al-Qaeda en el contexto más general de un amplio y multiorganizativo sector islamista, de características propias en distintos lugares, con cuyos otros actores colectivos constitutivos cooperar o competir según las circunstancias. Parece, sin embargo, que Atiyya consideraba oportuno enviar a miembros cualificados del núcleo central de al-Qaeda para que se implicaran en el curso de los acontecimientos y establecieran vínculos con esas fuerzas islamistas. Una idea a la que Osama bin Laden no se oponía, aunque solicitaba extremar las cautelas.
Acerca de la planificación y preparación de atentados terroristas contra EEUU y, alternativamente, contra otros países del mundo occidental, desde lugares distintos a Afganistán y Pakistán, donde se ubica el núcleo central de al-Qaeda, que sin sorpresas aparece como el otro tema sobresaliente en el pensamiento estratégico de Osama bin Laden antes de ser abatido en su refugio de Abbottabad, su mismo planteamiento revela que el entorno fronterizo entre ambos países ya no permitía llevar a cabo esas tareas de “operación exterior” con la suficiente seguridad, debido básicamente al trabajo que la inteligencia estadounidense desarrolla contra al-Qaeda en el área.
De aquí la voluntad de implicar en dichas tareas de planificación y preparación a las tres extensiones territoriales de al-Qaeda establecidas entre 2003 y 2007, existentes cuando muere Osama bin Laden –es decir, por orden cronológico, al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), al-Qaeda en Mesopotamia y al-Qaeda en Irak (AQI) y al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)–, todas ellas parte de la estructura terrorista global de al-Qaeda. Antes de adoptar esa decisión, Osama bin Laden había recibido de Yunis al Mauritani, a la postre elegido como jefe de operaciones en países del mundo occidental, una propuesta que consistía en crear una fuerza capaz como ninguna otra de eludir la detección. Pero una fuerza operativa cuyas actividades reclaman coordinación entre, por una parte, el núcleo central de al-Qaeda en Afganistán y Paquistán y, por otra, los líderes de las extensiones territoriales en Oriente Medio y el Norte de África.
En este sentido, importa sobremanera destacar que Osama bin Laden había decidido ya, antes de que lo mataran en mayo de 2011, que el propio Yunis al-Mauritani se trasladase a la Península Arábiga y al Norte de África para, desde esos escenarios, asumir personalmente la responsabilidad de llevar a cabo atentados dentro de países occidentales. Pero Yunis al Mauritani fue capturado en Quetta, Pakistán, en septiembre de 2011. Antes de morir, sin embargo, Osama bin Laden había dado instrucciones a Atiyya para que contactara con los respectivos líderes de las extensiones territoriales de al-Qaeda en esas dos regiones, el yemení Nasir Abd al-Karim al-Wuhayshi, alias Abu Basir, en el caso de AQPA, y el argelino Abu Musab Abd al-Wadud en el de AQMI, a fin de que colaborasen con Yunis al-Mauritani en todo lo que este último necesitase.
Por su posible relevancia desde la perspectiva de los países situados en la Europa meridional, resulta de particular interés mencionar el hecho de que, tal y como revelan las cartas desclasificadas, incluso reclamaba al líder de AQMI que proporcionara a Yunis los fondos necesarios, que el propio Osama bin Laden estimaba en no menos de unos 200.000 euros para los primeros seis meses de su actuación en la zona.
Una centralización de la estructura terrorista global
Empero, las extensiones territoriales de al-Qaeda, que lo son por cuanto sus respectivos dirigentes han jurado fidelidad al emir del núcleo central de al-Qaeda y este ha aceptado solemnemente el juramento, aun cuando es evidente que han extendido geográficamente el alcance de dicha estructura terrorista global, plantean problemas que afectan seriamente a la implementación de una estrategia común y a la coordinación operativa del terrorismo global. Así, los documentos hallados en Abbottabad y publicados son muestra suficiente de la medida en que el modo de actuar de aquellas extensiones territoriales suscitaba serias discrepancias en el seno del directorio del núcleo central de al-Qaeda.
Tanto Osama bin Laden como su inmediato círculo de liderazgo eran conscientes, en particular, de que la comisión de atentados en los que perdían sobre todo la vida musulmanes, tal y como venían ocurriendo en los distintos países del mundo árabe donde las aludidas extensiones territoriales de al-Qaeda desarrollaban y desarrollan sus campañas de violencia, había dañado muy gravemente la imagen de al-Qaeda en su conjunto. A este respecto, Osama bin Laden no se mostraba proclive a disociarse de esas ramas territoriales, pero sí a hacer que los dirigentes de las mismas consultasen sus planes y actividades con el mando general de al-Qaeda y atendiesen indicaciones tácticas y estratégicas procedentes de dicho núcleo central. Es decir, pretendía supervisar los asuntos relacionados con la conducta de dichas extensiones de al-Qaeda.
No es que Osama bin Laden careciera de ascendencia sobre los líderes de las extensiones territoriales de al-Qaeda, con quienes de hecho se mantenía en contacto, como asimismo se deduce de las cartas de Abbottabad. Estas revelan, por ejemplo, que Abu Basir consultó con Osama bin Laden la posibilidad de que el estadounidense de origen yemení Anwar al-Awlaki fuese designado como su sucesor al frente de AQPA. Una posibilidad que por cierto fue rechazada por Osama bin Laden, quien no parecía mostrar excesivo aprecio por este último. Y su decisión fue acatada por los dirigentes de AQPA. También revelan que los líderes de esta y otras ramas territoriales de al-Qaeda reclamaban su aprobación para declarar dominios islámicos en determinadas zonas dentro de las cuales desarrollan sus actividades y otras cuestiones de trascendencia simbólica. Cosa, por cierto, que Osama bin Laden veía con renuencia, sopesando el riesgo de que una vez declarado un dominio islámico no pudiera ser sostenido.
Pero, en asuntos operativos, Osama bin Laden no conseguía persuadir a los líderes de AQPA, AQI y AQMI para que evitasen campañas de atentados susceptibles de ocasionar numerosas víctimas civiles entre poblaciones musulmanas y que por eso mismo producían desafección en el seno de las mismas hacia al-Qaeda, en lugar de centrarse en dirigir la violencia yihadista contra blancos relacionados con EEUU y otros países occidentales. En otras palabras, Osama bin Laden murió en Abbottabad frustrado por la incapacidad para imponer su control y el del núcleo central de al-Qaeda sobre las acciones y las declaraciones, pues concedía una gran importancia a estas últimas, de las extensiones territoriales articuladas por dicha estructura terrorista global.
Así las cosas, Osama bin Laden estaba preparando, según todos los indicios desde al menos 2010, una suerte de código de conducta, aplicable a las extensiones territoriales de al-Qaeda. Ese documento interno contendría las líneas generales a que deberían atenerse los líderes de esas ramas de la estructura terrorista global, incluyendo el compromiso de consultar previamente con el núcleo central de liderazgo de al-Qaeda tanto sus actuaciones violentas, muy en especial respecto a las circunstancias en las que entenderían que la ley islámica permite llevar a cabo ataques en los que mueran civiles musulmanes, como los comunicados que dichos dirigentes o sus respectivas entidades emitan a través de los medios de comunicación. Todo ello a fin de que, en términos del propio Osama bin Laden, “no violemos nuestras palabras con algunas de nuestras prácticas”.
Dicho código de conducta afectaría también a las organizaciones yihadistas afiliadas con al-Qaeda, como Therik e Taliban Pakistan (TTP) y al-Shabab, con cuyas prácticas de violencia en territorio paquistaní y somalí, respectivamente, se mostraba de igual manera muy crítico Osama bin Laden. Es interesante que este último, mucho más suspicaz y cauteloso en fomentar lazos con alguna de esas organizaciones, rechazara la petición de unión con al-Qaeda y subordinación a su emir formulada en 2009 por los líderes de al-Shabab en Somalia, mientras que su sucesor, Ayman al-Zawahiri, que según parece instaba a Osama bin Laden a replantearse ese negativa, la ha anunciado en febrero de 2012.
Conclusión: Quizá pueda algún día confirmarse si, antes de que mataran a Osama bin Laden, Ayman al-Zawahiri estaba efectivamente distanciado del círculo inmediato con el que aquel interactuaba en el liderazgo del núcleo central de al-Qaeda. Quizá entonces pueda afirmarse que entre ambos líderes existían discrepancias respecto al ejercicio del mando y la estrategia a seguir. Quizá a Ayman al-Zawahiri, por su propia trayectoria terrorista contra gobernantes egipcios antes de convertirse en dirigente de al-Qaeda, no le disguste tanto como le disgustaba a Osama bin Laden que las extensiones territoriales de al-Qaeda o sus organizaciones afiliadas ocasionen tantas víctimas entre musulmanes. Quizá por su propio perfil de liderazgo, menos carismático y acaso más discutido que el de su antecesor, Ayman al-Zawahiri no pueda ni pretenda avanzar en la recentralización de la toma de decisiones para el conjunto de la estructura global de al-Qaeda en que se afanaba, frustrado, Osama bin Laden antes de morir.
Quizá sea por ello que Ayman al-Zawahiri, apenas ocho meses después de asumir las funciones de máximo dirigente del núcleo central de al-Qaeda, aceptase la unión con al-Shabab que Osama bin Laden, resoluto como emir del mando general, no se avino a aprobar durante dos años. Es previsible que el pensamiento estratégico de aquel primero y el que tenía Osama bin Laden coincidan en buena medida sobre al papel que el núcleo central de al-Qaeda debe desempeñar en los países del mundo árabe donde las fuerzas islamistas en general y las salafistas en particular están consiguiendo una hegemonía política. Ayman al-Zawahiri mantiene actualmente un discurso que se sitúa en esa línea. Pero, al margen de los matices diferenciales a ese respecto, difícilmente van a variar en la aspiración de perpetrar, directamente o a través de sus extensiones territoriales y organizaciones afiliadas, atentados espectaculares en EEUU y otros países del mundo occidental.
Fernando Reinares
Investigador principal de Terrorismo Global, Real Instituto Elcano, y catedrático de Ciencia Política, Universidad Rey Juan Carlos
[1] Las cartas, en árabe y traducidas al inglés, acompañadas de una cuidada presentación que las sitúa en su debido contexto, pueden hallarse en http://www.ctc.usma.edu/posts/letters-from-abbottabad-bin-ladin-sidelined.