Tema: La “tormentosa” Presidencia checa es síntoma de una profunda crisis de identidad en la UE.
Resumen: En este ARI se observan: (1) los retos y dificultades que ha tenido que afrontar Praga y hasta donde han tenido éxito sus iniciativas; (2) algunas incidencias negativas relacionadas con “torpezas diplomáticas”; (3) la “tormentosa” Presidencia checa como síntoma de una profunda crisis de identidad en la UE, consecuencia de los cambios drásticos en las identificaciones con los “Otros” más relevantes (la URSS y EEUU), que ha dado lugar a una lucha asimétrica entre los que han optado por: (a) regresar a un estadio anterior, a una especie de versión adaptada de la desaparecida CEE (los euroescépticos británicos, checos y polacos, principalmente); y (b) los que han perseguido una unión política mucho más avanzada, con el fin de adaptarse a las nuevas circunstancias del presente y la emergencia de nuevos escenarios (los eurofederalistas).
Análisis: La República Checa no lo tuvo fácil a la hora de afrontar su Presidencia. No llegó en el mejor momento. Por una parte estuvo atascada en medio de numerosas crisis: la financiero-económica mundial; la político-institucional en la UE; la crisis de Gaza; y crisis del gas ruso. Por otra parte, llegó justo después de una Presidencia muy activa calificada por muchos como la “mejor” de los últimos años: la francesa.
En realidad, la Presidencia checa en la UE han sido dos. O como se prefiera, una Presidencia dividida en dos partes. Cada una de ellas bien diferenciada según las actitudes y percepciones de los diferentes actores que la han protagonizado.
La primera se correspondería con la liderada por el primer ministro Topolánek, hasta el 8 de mayo. Un periodo “tormentoso”, en el sentido de que existió una frenética actividad y agitación donde luz y oscuridad, ruido y silencio se interrumpieron indiscriminadamente entre buenas intenciones y unos torpes gestos diplomáticos, lo que provocó que al mismo tiempo que se lograran éxitos significativos, estos quedaran eclipsados por las salidas de órbita en determinados delirios de grandeza de una elite “eurorrealista” checa –integrada exclusivamente por una minoría del ODS y por su fundador Klaus, aunque ya no pertenece a dicho partido– que de tanto imitar a los conservadores británicos actuaron en momentos determinados con la arrogante actitud de creerse potencia mundial, dando lecciones a EEUU y a los países de la UE de cómo había que superar la crisis económica-financiero mundial y la político-institucional en la UE. Esto se verá con más detalles en el segundo apartado de este ARI.
Esta actitud extremadamente “euroescéptica” –proveniente de un país pequeño, recién incorporado a la UE, con poco peso económico y que recibe fondos estructurales– significó una cierta condena por parte de países grandes de la UE, como Francia y Alemania. El primero porque durante la crisis política quiso demostrar ser más activo que ningún otro país en la integración europea –al menos a través del presidente francés Sarkozy– y los checos, claro, a ojos de los franceses estaban haciendo lo contrario. El segundo, porque el país teutón es el que más contribuye económicamente a la UE, y la actitud de los checos les ha parecido, en ocasiones, provocadoramente exagerada, en función de lo que este pequeño país centroeuropeo aporta a la UE.
Sin embargo, no se debe olvidar que esta etiqueta “euroescéptica” puesta en el exterior a toda la República Checa no se ajusta ni a la mayoría de los partidos políticos, ni a la opinión pública checa, la cual en un 67% estaba satisfecha en la UE (CVVM, febrero de 2009). Por tanto, se debe matizar que esta marca “negativa”, extendida a toda la República Checa, se debe fundamentalmente al ruido que ha ejercido en el exterior la figura del presidente Václav Klaus.
La “segunda presidencia”, por el contrario, se presentó serena y calmada. Se inició en medio de una notable desmoralización en la UE, tras la caída del gobierno de Topolánek. Ya se daba por muerta la Presidencia checa. Pero, de repente e inesperadamente, el nuevo gobierno provisional encabezado por Jan Fischer –de profesión “pragmático”– sorprendió positivamente en Bruselas con un alto sentido de la diplomacia y un fuerte ímpetu por querer unir voluntades, como demostró en la cumbre de junio, en la que lideró las garantías fundamentales para que Irlanda pudiera celebrar su segundo referéndum.
(1) Alcance de las principales iniciativas de la presidencia checa
El programa de la Presidencia checa titulado “Europa sin Barreras” dio prioridad a tres materias fundamentales que repasaremos en este ARI: (a) la economía, especialmente se observarán las medidas más significativas adoptadas con respecto a la crisis económica; (b) la energía, con especial atención a las iniciativas que se han tomado hacia la mejora del funcionamiento, la infraestructura, el uso, la calidad, la diversificación de las fuentes energéticas y de las vías de suministro; y (c) la UE en el mundo, en aquellas que atañen a la Política Europea de Vecindad (PEV) y las futuras ampliaciones de la UE.
Economía. La presidencia checa ha contribuido a que los socios comunitarios no desplegaran en exceso tentadoras políticas proteccionistas que a corto plazo pudieran mejorar la situación de un país concreto, pero que a la larga perjudicara al conjunto de la Unión, al causar trastornos en el mercado interno. Un miedo que se reflejó, por ejemplo, en la posibilidad de que Renault trasladara a Francia buena parte de su producción en Eslovenia. En este sentido, consiguió que todos “prometieran” su determinación a respetar las reglas del mercado interno y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
Con respecto al Plan Europeo de Recuperación Económica –ese conjunto de medidas dotadas de un presupuesto de 200.000 millones de euros (1.5% del PIB de la UE), que la Comisión Europea desplegó con el fin de incrementar el poder adquisitivo, crear empleo y reactivar el crecimiento– la Presidencia checa ha conseguido alcanzar un acuerdo en el que se pueda reducir el IVA en aquellas empresas del sector servicios donde se requiera una intensiva mano de obra, con el objetivo de mantener puestos de trabajo, sobre todo en las PYMEs, más vulnerables a la crisis.
Al mismo tiempo, la UE se comprometió a aportar 75.000 millones de euros al FMI (Fondo Monetario Internacional) para contribuir en las políticas frente a la crisis. También, aunque Topolánek se mostró al principio en contra de la siguiente propuesta, se aprobó finalmente doblar a 50.000 millones de euros los fondos de ayudas económicas a países de la UE que no contaran con el euro, especialmente pensado para aliviar la situación económica de Hungría y Letonia. Con respecto al futuro de la PAC (Política Agraria Común), los ministros de agricultura de los 27, reunidos el 2 de junio en Brno, asumieron que esta no tiene más remedio que cambiar a un régimen más equilibrado en 2013. Una tarea que traerá tensión. La PAC actual no es nada popular en la mayoría de los países del Este de la UE, porque se entiende como una política que beneficia en exceso a Francia y España; y se resaltan las desigualdades entre agricultores de diferentes Estados miembros. Así, es frecuente escuchar el ejemplo del granjero griego, que percibe de media 600 euros por hectárea, mientras que el letón sólo recibe 100.
Energía. En este sector la Presidencia checa se ha mostrado muy activa y ha conseguido notables avances, algo que puede considerarse el mayor éxito de Praga durante su Presidencia. Ya era una prioridad en su agenda, pero aún más cuando estalló la crisis del gas ruso con Ucrania, que dio casi la bienvenida en enero a los checos, un asunto que no solo afectó directamente a Ucrania, sino al suministro de gas hacia el oeste de Europa, perjudicando dramáticamente en pleno invierno a los hogares y oficinas de Bulgaria y Eslovaquia, donde hubo cortes de calefacción una vez se agotaron sus reservas. En esta crisis, la UE se pronunció con una sola voz, y medió para resolver el asunto con un nuevo acuerdo sobre los precios de suministro entre Rusia y Ucrania. A pesar de esto, no hay garantías de que la crisis del gas ruso no se repita en próximos inviernos.
Por eso, para tratar de evitar episodios como este, la UE busca alternativas. En la cumbre del Consejo de la UE de primavera se aprobó una partida de 4.000 millones de euros para proyectos dedicados a asegurar el suministro de energía en el futuro. Y en la cumbre del Corredor Sur, el 8 de mayo en Praga, donde se reunieron representantes de la UE y de países productores y de tránsito en esta área (Azerbaiyán, Georgia, Turquía y Egipto), se establecieron nuevas bases y un calendario para crear una “nueva ruta de la seda”, a través del transporte de energía desde el Cáucaso y Medio Oriente hasta Europa. Y además de garantizarse otra fuente de abastecimiento alternativo a Rusia, se pretende fomentar el flujo de trabajadores, mercancía y tecnología en ambos sentidos del pasillo. Un plan ambicioso que será difícil de materializar, y que contará como mínimo con sucesivas zancadillas de Rusia, la principal perjudicada.
La UE carece de una política energética común y de un mercado único. Teniendo en cuenta este déficit, la Presidencia checa fomentó mejoras, negociando con representantes del Parlamento Europeo la entrada de un tercer paquete energético sobre la liberalización de la electricidad y el gas, aprobada finalmente por el Parlamento Europeo en abril. Este paquete está formado por dos directivas y tres reglamentos, a través de los cuales se refuerza la independencia de los reguladores nacionales y se proporciona una mayor protección a los usuarios, que podrán cambiar de suministrador con mucha más facilidad que ahora, las facturas serán más detalladas y se espera que en 2020 al menos el 80% de la población de la UE esté ya equipada con contadores inteligentes.
La UE en el mundo. Dentro de la Política Europea de Vecindad (PEV), la Presidencia checa apoyó la materialización del Partenariado Oriental, una propuesta de Suecia y Polonia en 2008, que pretende reforzar el comercio e impulsar los valores democráticos de la UE a través de la cooperación con seis países de interés estratégico: Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán y Bielorrusia. Este proyecto, finalmente aprobado durante la cumbre del Consejo en primavera e inaugurado en la cumbre de Praga del 7 de mayo, ha sido dotado con un presupuesto de 600 millones de euros, sin que esto signifique que deba cristalizar en la adhesión de alguno de estos países. Este acercamiento de la UE a países que hace menos de 20 años formaban parte de la URSS significa para Rusia una amenaza –como mínimo una provocación– pero para la UE una buena estrategia en torno a los hidrocarburos, pues refuerza los lazos con países como Georgia y Azerbaiyán, que ya se explicó en el apartado de la energía que son imprescindibles para la materialización del “corredor sur”.
Con respecto a futuras ampliaciones, la Presidencia checa se mostró abierta y mantuvo un contacto activo con los países de los Balcanes, aunque no pudo evitar que la cumbre de junio sobre la adhesión de Croacia se pospusiera por falta de acuerdo entre Eslovenia y Croacia, ya que el primero pretendía entonces boicotear la entrada de Croacia mientras ésta se resistiera a compartir las aguas del Adriático, cerca de la ciudad eslovena de Piran, algo que no permitía tener a los eslovenos acceso directo a aguas internacionales. El asunto finalmente se solucionó en septiembre durante la Presidencia sueca y ha dado luz verde a la futura entrada de Croacia en la UE.
También se aceleró el proceso para que Montenegro, que presentó su solicitud en diciembre de 2008, pueda ser considerado país candidato, invitando a la Comisión a que prepare una opinión formal sobre su estatus, algo que podría tardar todavía un año en concretarse. También Albania, menos de un mes después de ingresar en la OTAN, presentó su solicitud de adhesión a la UE a finales de abril. Con respecto a Turquía se llevaron a cabo ciertos avances, siendo el más significativo, ocurrido el último día de la Presidencia checa, el de la apertura del capítulo de tasas, entonces el undécimo en abrirse de los 35 de los que se componen las negociaciones de adhesión a la UE.
(2) Incidencias negativas
Algunos torpes gestos diplomáticos. Sería injusto afirmar que la República Checa haya desplegado una diplomacia torpe desde el Ministerio de Asuntos Exteriores –que durante el período Topolánek encabezó el ministroKarel Schwarzenberg, entonces en representación del partido verde; o desde la Vicepresidencia para Asuntos Europeos (dirigida por Alexandr Vondra), encargada directamente de la Presidencia checa en la UE, y que controlaba el ODS, entonces principal partido de la coalición de gobierno–. Así que se debe matizar y concretarlo a ciertos deslices diplomáticos que han causado mucho ruido, proveniente generalmente desde el presidente Klaus o desde el entonces primer ministro Topolánek. Concretamente, los dos gestos que más controversia levantaron ocurrieron en el Parlamento Europeo, ambos relacionados con una cierta actitud arrogante sobre el resto de países de la UE, que situaba imaginariamente a la República Checa como una potencia mundial, dando lecciones a todos en materia económica y política.
El primero de estos gestos venía ya precedido con las credenciales del presidente Klaus –autodenominado “disidente” de la UE–, que no defraudó en febrero de 2009 cuando en el Parlamento Europeo se atrevió a comparar la UE con la URSS, consiguiendo que la mayoría de los eurodiputados abandonaran la sesión frente a dicha provocación. Sin embargo, a partir de este momento, Klaus se mantuvo en unos niveles bastante discretos y silenciosos durante el resto del semestre.
El segundo gesto fatídico, un mes después, ocurrió precisamente desde el entonces primer ministro, cuando Topolánek nos advirtió a todos con rotundidad –desmarcándose descaradamente de una posición conjunta dentro del Consejo de la UE que él presidía– que el plan Obama para hacer frente a la crisis económico-financiera mundial era un “camino al infierno” (to je cesta do pekel). A pesar de esto, se puede decir que Topolánek, al trabajar cara a cara con los grandes de la UE, disminuyó su euroescepticismo durante la Presidencia checa y apoyó con todas sus fuerzas el Tratado de Lisboa para que el Parlamento checo lo aprobara en primavera, como finalmente consiguió.
Tampoco se debe olvidar el revuelo relacionado con la escultura Entropa, nada más empezar la presidencia en enero. En ella se pretendía exponer algunos estereotipos de cada país de la UE, con el fin terapéutico de reírnos de nosotros mismos. Pero el resultado fue una ofensa para países como Bulgaria, que obligaron a tapar la sección dedicada a este país, al no poder soportar que el toilet turco –aunque bastante extendido en dicho país– sirviera de elemento representativo nacional. Además, se descubrió a los pocos días que el autor de la obra, el artista checo David Černy, engañó a su gobierno y a Bruselas al hacer toda la escultura en solitario (con tres asistentes), y no en colaboración con un artista de cada país de la UE-27, como estaba recogido en el proyecto inicial. A pesar de esto, Entropa acaparó una gran atención y atrajo a numerosos turistas al edificio Justus Lipsius, donde reside el Consejo de la UE. Un aporte muy positivo que se debe reconocer a la República Checa que –aunque no se desarrolló como exactamente esperaban los de Praga (la polémica con Bulgaria)– ha contribuido a que el arte ocupara un papel destacado en la alta política europea durante su Presidencia, un dato siempre culturalmente más enriquecedor que algunas de las actitudes políticas egocéntricas que recorren el espacio europeo.
Como se observará en las conclusiones, estas incidencias –junto a la caída del gobierno checo a finales de marzo– han sido determinantes a la hora de juzgar desfavorablemente la Presidencia checa en su conjunto: ¿la peor de toda la historia, como se rumorea todavía en los pasillos y cafeterías de la Comisión Europea? Como se verá en el apartado siguiente, esta valoración catastrófica y precipitada está asociada además de a estos incidentes negativos durante la Presidencia checa, a la re-actualización de estereotipos históricos entre Este y Oeste como consecuencia de una crisis de identidad generalizada en la UE, que a su paso preparó el terreno para la materialización de otra crisis, la política, a partir de 2005. Esta última como consecuencia de la no aprobación de la Constitución Europea y, posteriormente, a las dificultades para aprobar Lisboa. Además de esto, la Presidencia checa fue testigo de la llegada de otra crisis inesperada, la económica-financiera surgida a finales de 2008, que puso aún más de relieve la crisis de identidad en la UE. Veamos que quiere decir esto con más detalle.
(3) ¿Crisis de identidad generalizada en la UE?
Hasta ahora se han observado elementos específicos de la Presidencia checa que nos han ayudado a explicar actitudes e iniciativas durante este período semestral. Sin embargo, para valorar en profundidad el semestre checo es conveniente reconocer el Zeitgeist o espíritu del tiempo donde esta se ha desarrollado, y en este sentido hay que resaltar que la crisis político-institucional que todavía atraviesa la UE (aunque la puesta en marcha del Tratado de Lisboa es un paso hacia la salida de la crisis) ya venía precedida desde los 90 por una crisis de identidad –que todavía hoy perdura– producida conjuntamente por la revolución de las tecnologías y la caída del Telón de Acero. Una crisis de identidad que incumbe a las identidades nacionales en la UE, a los estereotipos negativos que todavía existen entre Este y Oeste, y también a los drásticos cambios en las identificaciones de la UE con respecto a sus “Otros” externos más relevantes: EEUU y la desaparecida URSS. Todos estos elementos se desataron a flor de piel durante la Presidencia checa. Veamos con cierta perspectiva y profundidad el trasfondo de esto.
Identidad y el “Otro”. Los 90 fueron testigo de la llegada de una crisis generalizada de las identidades, asociada a la revolución de las tecnologías y de Internet, al abrir bruscamente un nuevo escenario: la globalización y el ciberespacio que, aunque ya se venía gestando desde antes, solo pudo dispararse desenfrenada y definitivamente con la caída del Telón de Acero. A partir de entonces, los conceptos de tiempo y espacio sufrieron un cambio drástico, comparable al de la Revolución Industrial en el siglo XIX. El ser humano, desorientado frente a los ritmos acelerados de una nueva geografía –es decir, un nuevo mapa del mundo como consecuencia de los cambios políticos pero, sobre todo, una nueva geografía virtual como consecuencia de la aparición del ciberespacio– se ha visto desbordado ante la complejidad del nuevo escenario, y con ello, lógicamente, se han producido cambios bruscos en las identificaciones con sus Otros más relevantes.
A diferencia de los vegetales, que están sujetos por raíces, los individuos y sus identidades no son fijas, ni inmóviles, ni eternas; sino fluidas y cambiantes a través de los tiempos, pues la identidad se construye a través de las sucesivas identificaciones –simbólicas e imaginarias– con sus “Otros” más relevantes. Y, claro, el “Otro” también cambia. El “Otro” puede ser una nación, una comunidad étnica, un imperio, una persona, un territorio, un partido político, un sindicato, un concepto como democracia, un club de fútbol, una banda de rock, pero también un capítulo de la historia, una era, una ideología, una utopía o un deseo. Estas identificaciones pueden ser tanto positivas como negativas: positivas cuando se imitan; negativas cuando se rechazan (aparentemente).
La expansión de la UE no ha sido producto de la fuerza de ningún ejército, sino de las identificaciones positivas de los países candidatos hacia la UE y viceversa. Y de esta manera se ha construido en medio siglo, desde 1957 hasta el 2007, una Unión de 27 Estados. Al mismo tiempo, la UE –entonces CEE– se construyó a través de identificaciones negativas, es decir, en negativo con respecto a la Segunda Guerra Mundial, pues la CEE significaba lo contrario. Pero también se formuló como reacción y oposición a la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Estos dos elementos jugaron el papel de “Otros” negativos en la construcción de la identidad de la primitiva UE (CEE). Pero, claro, hoy los “Otros” han cambiado. Por una parte, la Segunda Guerra Mundial queda cada vez más lejos para las nuevas generaciones y, por otra, la URSS desapareció en 1991.
Así, la pérdida de su “Otro” negativo más relevante (URSS) dejó a la entonces CEE desorientada y sumida en una crisis de identidad, y reaccionó ante la susodicha desorientación, al menos parcialmente, de la siguiente manera:
- Devorando parte de la identidad de su enemigo caído (URSS), pues no solo adoptó parte de su nombre (Unión), en la cumbre de Maastricht de diciembre de 1991, cuando agonizaba la URSS, sino que integró una década después a una mayoría de países europeos del desaparecido COMECON.
- Distanciándose de su “Otro” positivo por excelencia y aliado en la Guerra Fría: EEUU, y convirtiéndose, por momentos, en sustituto de la URSS en términos de rivalidad por la supremacía económica, pues la UE no tardó mucho en competir por arrebatar el dominio económico mundial a la potencia americana. Un deseo que se reflejaba en la propia Estrategia de Lisboa de marzo de 2000, “convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo”.
Al mismo tiempo, EEUU, inmerso en otra crisis de identidad asociada también a la perdida de la URSS y del orden bipolar mundial al que estaban acostumbrados, reaccionó desorientado en un mundo “sin muro”: (a) reinventando más al Este un nuevo enemigo en Asia, el controvertido “eje del mal”: Irak, Irán y Corea del Norte; y (b) convirtiendo en rival directo a la UE, en tanto que la propia Bruselas los había retado con la estrategia de Lisboa en el año 2000. Y así, guiados por la entonces recién llegada Administración Bush, trataron de frenar el crecimiento de la UE dividiéndola justo antes de que se ampliara, con aquella artificial Vieja y Nueva Europa en torno a la Guerra de Irak.
Y la UE, efectivamente, se dividió. Simplificando, entre europeístas y atlantistas. Por una parte, países como Francia, Alemania y, desde 2004, España, no se identificaban ni con los intereses ni con la visión del mundo de la Administración Bush. Por otra parte, los atlantistas de la UE –el Reino Unido, Polonia y, desde 2006, la República Checa– no se identificaban con una UE enfrentada a EEUU, y así, en este ambiente de división, a duras penas se ha conseguido reformar la UE, que todavía vive del “rígido” Tratado de Niza, hasta que entre en vigor el 1 de diciembre el Tratado de Lisboa. Y no parece casualidad que precisamente los tres países atlantistas citados anteriormente, hayan sido los únicos en rechazar la Carta de los Derechos Fundamentales.
Llegados al día de hoy, nos encontramos todavía inmersos en una profunda crisis económico-financiera a nivel mundial (con signos ya de recuperación), y la UE y EEUU muy perjudicados. Pero con una buena señal. Hoy, en un mundo sin Bush, y con un aire renovado por la llegada de Obama, las relaciones UE-EEUU están en mejor disposición que antes, porque ambos, al fin y al cabo, necesitan identificarse positivamente para su propia supervivencia y para superar la crisis económica mundial. De esta manera, se ha contribuido indirectamente a superar parcialmente el estigma de la artificial división de la Vieja y la Nueva Europa, como se insinuó en ‘Retos de la Presidencia checa en la UE’ (Daniel Esparza, ARI nº 28/2009, Real Instituto Elcano), pues debería mejorar “el clima político dentro de la UE, ya que el Oeste –que lleva desconfiando del Este desde la ampliación de 2004– no tendrá más remedio que dejar de interpretar la admiración hacia EEUU, de países como Polonia y la República Checa, bajo la sospecha de actuar como submarinos o caballos de Troya de los norteamericanos dentro de la Unión. Y también el Este, junto al Reino Unido, proclives al atlantismo, se identificarán más con una UE próxima a EEUU”. Así, en esta línea de reconciliación e identificaciones positivas, es donde se puede enmarcar la cumbre UE-EEUU de Praga, el 4 y 5 de abril de 2009, durante la Presidencia checa. Un paso adelante en este sentido.
Dos tipos de reacciones a la crisis de identidad.En general, y simplificando, una crisis de identidad suele generar dos reacciones contradictorias que luchan entre sí y que provoca, como es obvio, períodos tormentosos e inestables. Por una parte, se suelen manifestar fuerzas que tienden a regresar al estadio anterior previo a dicha crisis de identidad, pues se presenta simbólicamente como una edad de oro, cuya aparente pérdida es la que ha provocado la crisis. Por otra parte, surgen fuerzas que buscan una salida hacia delante para tratar de adaptar la identidad a las nuevas circunstancias e identificaciones con el momento presente, incluso con un futuro próximo.
Y esta ha sido precisamente la atmósfera general de los últimos años en la UE, hasta que Václav Klaus firmara el 3 de noviembre para ratificar el Tratado de Lisboa. Una tormentosa lucha entre dos tendencias opuestas: (1) los que han luchado por volver al estadio anterior, una especie de regreso a la CEE, donde la UE representaría solo un espacio de libre mercado, representado principalmente por los euroescépticos británicos, euroescépticos polacos y euroescépticos checos, es decir, los que más trabas han puesto al Tratado de Lisboa (con el permiso de Irlanda); y (2) aquellos que han tratado de adaptar su identidad a las nuevas circunstancias del presente, tratando de dar un paso adelante hacia la materialización de una unión política en la UE, los eurofederalistas. Estos últimos han basado en razones estratégicas de futuro la construcción de esa nueva identidad, con el objetivo de reforzar el poder de la UE en el exterior y adaptarlo al nuevo escenario globalizado, donde cada vez hay una mayor rivalidad comercial –que no militar, como ocurría con la URSS– con respecto a un emergente “Otro” que podría significar una amenaza en el futuro: “Chindia” (China y la India).
En este sentido, el Tratado de Lisboa, del que tantas pegas han puesto los euroescépticos checos, polacos y británicos, otorga por primera vez en la historia una personalidad jurídica única a la UE, lo que significa que a partir del 1 de diciembre la UE podrá preparar acuerdos internacionales y participar en organizaciones internacionales trabajando como entidad propia.
Conclusiones: La Presidencia checa difícilmente será olvidada. Ha conseguido logros importantes, pero esto apenas ha tenido, ni tendrá repercusión; pues, sobre todo, el semestre checo ha encarnado el espíritu de un tiempo tormentoso, plagado de crisis, donde la mayoría de los actores políticos de la UE, incluidos los checos, se han mostrado con los nervios a flor de piel. En medio de este tipo de tensiones en algunos medios de comunicación especializados en actualidad política de la UE, como por ejemplo euobserver.com, se ha insinuado que en los pasillos y cafeterías de la Comisión Europea se sigue rumoreando que la Presidencia checa ha sido “la peor de toda la historia.”[1]
Este ARI no defiende esta radical sentencia porque más que valorar el semestre checo, lo que representa es la mala fama que ha adquirido este país centroeuropeo debido al excesivo ruido y protagonismo que –ya incluso desde antes de enero de 2009– habían adquirido determinados personajes de la política checa con actitudes temerosas, acomplejadas, eurofóbicas y atrincheradas como las de Václav Klaus, que no representan a la mayoría de la opinión pública checa ni la de la mayoría de los partidos políticos de este país. Afortunadamente para la República Checa, la llegada en mayo de un nuevo –aunque provisional– primer ministro Fischer, mejoró la imagen de la Presidencia checa en la UE. Este demostró estar a la altura de las circunstancias y –con un alto grado de diplomacia y deseo de unir voluntades– acercó su país a posiciones favorables a la salida de la crisis político-institucional que padecía la Unión.
Otra de las reflexiones que ha planteado este ARI es que el simple hecho de que se haya valorado la Presidencia checa en la UE tan superficial y despectivamente –además de por las razones explicadas anteriormente– tiene que ver con una re-actualización de los viejos estereotipos negativos Este-Oeste, entendido este fenómeno como un síntoma más de la crisis de identidad que lleva sufriendo la UE desde los 90. Pues ante la desorientación producida por la desaparición de la URSS y el bloque comunista, en el “Este” han quedado todavía hombres de Estado como Klaus, que no parecen haberse dado cuenta del fin de la Guerra Fría, y no solo siguen invocando a la URSS, sino que además la comparan patológicamente con la UE, como si la Bruselas de hoy fuese una nueva versión del Moscú soviético. Pero también en el Oeste muchos políticos y jefes de Estado –digamos que el presidente francés Sarkozy– se han apoyado en estereotipos históricos con los que han construido su discurso, y sin darse cuenta se han visto poseídos por el espíritu arcaico del miedo por el Este, y lo han re-actualizado en el tiempo presente echando sutilmente a los nuevos países miembros la culpa de los males de la UE (como ha ocurrido durante la Presidencia checa). Y así, con ello, más inconsciente que conscientemente, han recreado una nueva versión del mito de la caída del imperio romano (UE) como consecuencia de las invasiones bárbaras que, claro, venían del Este, como los nuevos Estados miembros.
Ya sean “Oeste-reotipos” o “Este-reotipos”, ninguno de los dos parece saludable para la siguiente fase de la construcción europea: dividen.
Daniel Esparza Ruiz
Doctor europeo en Ciencias Políticas y profesor en la Universidad Palacký de Olomouc, República Checa; su actividad investigadora se centra en la formación y transformación de las identidades nacionales en países miembros de la UE
[1] Andrew Rettman, “Czech Presidency Limps off EU Stage”, 30/VI/2009, http://euobserver.com/9/28398.