Tema
La evolución reciente de la radicalización yihadista en España se caracteriza por una tendencia hacia el rejuvenecimiento de los radicalizados, el papel central de los espacios virtuales como catalizadores del proceso y la repercusión de conflictos internacionales y crisis geopolíticas.
Resumen
A partir de datos originales sobre 205 yihadistas condenados o muertos en España entre 2012 y 2023, este ARI analiza tres tendencias que están marcando la evolución de la radicalización en nuestro país. El fenómeno se ve determinado por la confluencia de factores personales, donde se observa un crecimiento en la radicalización de menores de 18 años; sociales, con la esfera digital como espacio favorable para el desarrollo de estos procesos; y contextuales, reflejando el impacto de conflictos internacionales, como la guerra civil siria y el reciente conflicto en Gaza, en el potencial del movimiento yihadista para atraer nuevos seguidores. Estas tendencias sugieren que la radicalización yihadista en España seguirá conduciendo, principalmente, a la implicación terrorista en funciones preparatorias, no violentas.
Análisis
La radicalización yihadista, entendida como el proceso mediante el cual las personas adoptan un marco de creencias y valores asociado con una interpretación violenta y rigorista del islam, representa un reto de primer orden para la seguridad global por su potencial para conducir al extremismo y el terrorismo. Este fenómeno se caracteriza por un conjunto de patrones específicos, que en el caso español han revelado una evolución variable en las dos últimas décadas.
Algunos de estos patrones se han mantenido estables a lo largo de los años. La radicalización yihadista ha sido y es, eminentemente, un fenómeno grupal: el 90,1% de los yihadistas condenados en España entre 2012 y 2023 se radicalizó en compañía de otras personas, un porcentaje consistente con el de la década previa. La transmisión interpersonal de narrativas extremistas y polarizadoras, las dinámicas de inclusión y aislamiento, los sentimientos de pertenencia y validación social, y las presiones grupales operan como mecanismos clave en el proceso.[1] La radicalización yihadista es, también, un fenómeno localizado: de manera sostenida, los yihadistas en España se han radicalizado en un número reducido de zonas geográficas. Mayoritariamente en Cataluña (el 36,6% de los condenados o muertos entre 2012 y 2023), Madrid (15,7%) y Ceuta (14,2%), y, en este último periodo, también en Melilla (11,2%). Por lo general, el resto de las Comunidades Autónomas han registrado porcentajes significativamente inferiores. La concentración de los principales focos de radicalización en estas cuatro áreas no coincide con la distribución de la población musulmana en nuestro país, por lo que la actuación de redes y células locales dedicadas a la movilización yihadista es clave para entender la organización geográfica del fenómeno.[2]
En cambio, otros patrones relacionados con los procesos de radicalización en España han experimentado una clara evolución en los últimos 20 años. Este ARI analiza tres que muestran señales de transformación. El primero de ellos revela una incipiente tendencia de cambio -el rejuvenecimiento de los individuos que se radicalizan-; el segundo, una tendencia en consolidación -la centralidad de los espacios virtuales-; y el tercero, una tendencia que podría determinar el horizonte inmediato del fenómeno -el efecto de los conflictos y crisis internacionales-. La confluencia de estos patrones, que reflejan factores personales, sociales y contextuales de la radicalización violenta, ofrecen algunas pistas acerca del presente y futuro del yihadismo en España.
Este análisis se basa en datos originales sobre yihadistas condenados o muertos en España en el periodo comprendido entre 2012 y 2023, recogidos y almacenados en la Base de Datos Elcano sobre Yihadistas en España (BDEYE).[3] Se trata de 195 individuos detenidos en nuestro país por su implicación en diferentes actividades de terrorismo. El universo de estudio lo completan otros 10 sujetos fallecidos, bien en el curso de su participación en un atentado terrorista (siete de los miembros de la célula de Ripoll que actuó en Barcelona y Cambrils en 2017, así como los individuos que atentaron en solitario en Cornellá, en 2018, y en Torre Pacheco, en 2021) o en circunstancias ajenas a su militancia, pero una vez habían sido arrestados como consecuencia de ella. Los datos sobre sus procesos de radicalización proceden de diversas fuentes: principalmente de las sentencias dictadas por la Audiencia Nacional, el único órgano judicial de primera instancia que entiende de delitos de terrorismo en España. En algunos casos, esa información ha sido ampliada y triangulada gracias al acceso a informes policiales y sumarios judiciales, a la asistencia a juicios orales e, incluso, al desarrollo de entrevistas personales en prisión con 40 de estos militantes de la yihad global.
El rejuvenecimiento de los radicalizados
Los individuos que inician su radicalización en el yihadismo, predominantemente jóvenes, lo hacen cada vez a edades más tempranas. Durante las dos últimas décadas, algo más del 71% de los yihadistas tenía menos de 30 años en el momento de su radicalización (Figura 1). Pero el segmento de quienes no habían alcanzado la mayoría de edad al comienzo de ese proceso se ha incrementado visiblemente: los militantes que se radicalizan con menos de 18 años han pasado de representar el 17,1% de los condenados o fallecidos entre 2001 y 2011, al 23,4% entre 2012 y 2023. En ese mismo periodo, el grupo de los jóvenes adultos -quienes tienen entre 18 y 29 años- se ha reducido del 54,3% al 47,8%.
Los datos disponibles para este análisis revelan que el factor edad es un importante condicionante en los procesos de radicalización. Comparados con otros grupos etarios, los menores estuvieron más frecuentemente vinculados a otros activistas yihadistas (en el 81,3% de los casos) antes de radicalizarse (Figura 2). Esas conexiones solían basarse en lazos familiares (48,1%) y de amistad (29,6%), y en menor medida de vecindad (22,3%), de manera que es más probable que para los adolescentes el proceso comenzara dentro de su entorno social inmediato.
A su vez, su movilización yihadista se vio a menudo determinada por la combinación de influencias extremistas físicas y virtuales. Para la mayoría de quienes se radicalizaron antes de los 18 años, el contacto con sus agentes de radicalización se produjo en interacciones cara a cara (en el 73,3% de los casos). La esfera online, por su parte, sirvió como espacio para integrarse en comunidades de afines, compartir estados emocionales a través de mensajes e imágenes, o explorar temas que resonaban con sus preocupaciones personales, usualmente ligados a su identidad musulmana.
Estos rasgos de la socialización de los menores en el salafismo yihadista permiten caracterizar tres fórmulas dominantes y complementarias en las trayectorias que han conducido a su movilización terrorista en España.[4] En primer lugar, la fórmula intrafamiliar favorece la transmisión intergeneracional de valores y normas asociados al salafismo yihadista en entornos domésticos fuertemente ideologizados. En algunos casos, progenitores o hermanos han empleado esta fórmula sobre menores en edades tempranas, repercutiendo negativamente en su integración social y formación educativa. En segundo lugar, la fórmula en entorno inmediato ha conducido a jóvenes a iniciar y avanzar en su movilización yihadista junto a amigos y parejas sentimentales o inducidos por reclutadores con quienes se relacionan en espacios de su día a día. Habitualmente, estos reclutadores buscaron modificar los patrones de socialización y comportamiento de los menores, en una estrategia dirigida a generar interdependencia y aislarlos frente a otras influencias. En tercer lugar, la fórmula virtual, a través de la cual los menores han adoptado un papel proactivo, fortaleciendo su identificación con la causa de la yihad global y buscando modos de apoyar directamente al movimiento yihadista. Esta dinámica cuestiona el “paradigma de joven vulnerable” que tiende a ver a los menores como receptores pasivos de los esfuerzos de radicalización de terceros, sin autonomía ni capacidad para influir en el curso del proceso, de forma análoga a lo que sucede en contextos de ciberacoso y grooming sexual.
La relación entre edad y procesos de radicalización ha suscitado algunas hipótesis sobre su efecto en las actividades y funciones que desempeñan los yihadistas. La detención a finales de enero de 2024 de un adolescente en Sevilla, que había avanzado en la planificación y preparación de un atentado, o la implicación de varios menores en algunos de los complots terroristas desbaratados en Francia en 2023 ha contribuido a la percepción social de una mayor predisposición hacia la violencia entre quienes se radicalizan durante la adolescencia. En realidad, la asociación entre el factor generacional y la naturaleza de la implicación yihadista, si bien no puede corroborarse estadísticamente con los datos disponibles, apunta a que sólo el grupo de los radicalizados en su etapa de jóvenes adultos registra una mayor participación en funciones operativas que aquellos en otras etapas vitales (Figura 3).
Los yihadistas que se radicalizan siendo menores de 18 años o mayores de 30 tienden más a adoptar funciones de apoyo y a participar en tareas preparatorias. La tesis de la disponibilidad biográfica ha sido utilizada para explicar que es más probable que personas con menores responsabilidades personales, familiares y profesionales se impliquen en actividades de alto riesgo y coste, como las relacionadas directamente con la violencia, debido a que disponen de más capacidad y flexibilidad para dedicarse intensamente a su militancia. Esta condición se atribuye con más frecuencia a los adultos jóvenes que a personas de mayor edad.
Junto con la intención, la oportunidad de implicarse puede variar entre grupos de edad. Los menores, pese a su exposición a influencias extremistas en su entorno inmediato, aparecen también limitados por el control que ejercen figuras de autoridad. Incluso cuando los progenitores actúan como agentes de radicalización, el objetivo del proceso se orienta con frecuencia a producir un cambio cognitivo (la adopción de la ideología de la yihad global), sin necesariamente promover la participación en acciones de terrorismo.[5]
La centralidad de los espacios virtuales
La radicalización yihadista está cada vez más interrelacionada con el mundo virtual. Entre 2012 y 2023, la prevalencia del ámbito online en los procesos de radicalización fue muy alta: está presente en el 86,6% de los casos, en un 40,4% de manera exclusiva (Figura 4). Esta tendencia marca un contraste notable con el intervalo 2001-2011, cuando los espacios virtuales estaban involucrados en la radicalización del 45,5% de los yihadistas condenados o muertos durante ese periodo y apenas el 5,5% de ellos se radicalizó completamente por medios digitales. El significativo aumento de la radicalización online, sobre todo en su modalidad exclusiva, ha acompañado la transformación del panorama digital en las dos últimas décadas, con la expansión de la conectividad a internet, la generalización de los teléfonos inteligentes y el uso extendido de las redes sociales, entre otros desarrollos.
Con todo, las trayectorias híbridas, caracterizadas por la combinación entre los dominios virtual y físico, son hoy en día el modelo predominante en la radicalización. Mientras que en algunos de estos casos internet es la puerta de entrada al movimiento yihadista, despertando el interés inicial a través de la exposición a contenidos extremistas y favoreciendo posteriores encuentros presenciales, en otros casos refuerza creencias ya presentes, adquiridas a través de interacciones físicas. En términos de género, si bien la predominancia de los entornos digitales se da tanto en la radicalización de hombres como de mujeres, ellas muestran una mayor propensión hacia la radicalización exclusivamente online (47,4% frente al 39,4%), mientras que en ellos es más común la radicalización mixta (46,7% frente al 42,1%).
Los espacios virtuales desempeñan en el proceso de radicalización un papel integral: orientan las percepciones, motivaciones y acciones de los yihadistas facilitando el acceso a información y material multimedia de carácter radical, las comunicaciones personales entre seguidores del movimiento y la planificación y coordinación de actividades. Las redes sociales son los espacios predominantes en el proceso, involucradas en la radicalización del 90,1% de los yihadistas condenados o muertos en España entre 2012 y 2023 (Figura 5). Plataformas como YouTube, X –la antigua Twitter– y Facebook fueron los principales canales de interacción y de difusión de contenido ideológico y propagandístico, lo que revela la preferencia de las organizaciones y seguidores del movimiento yihadista por redes sociales consolidadas frente a plataformas emergentes como TikTok e Instagram, que aparecen en un número reducido de casos. Las preferencias de uso de los yihadistas pueden responder también a características específicas de estas plataformas, como el perfil demográfico y el volumen de sus usuarios, o a sus políticas y eficacia en la detección y eliminación de contenido radical.
Las plataformas web, utilizadas en su radicalización por el 64,9% de los yihadistas, proporcionan también acceso a publicaciones y material de audio y voz producido por los órganos oficiales de organizaciones o por sus seguidores, y a discursos o portales de consulta de predicadores salafistas. Asimismo, las aplicaciones de mensajería instantánea, como WhatsApp y Telegram, junto con servicios de voz y video, utilizados por el 55,7% de los implicados, facilitan una comunicación directa y privada entre yihadistas, respondiendo a sus necesidades de anonimato, seguridad y difusión selectiva. Si bien las redes sociales desempeñan un papel significativo en los procesos de radicalización tanto de mujeres como hombres, la comunicación a través de aplicaciones es más prevalente entre ellas y el acceso y uso de internet, entre ellos.
La mayor o menor preponderancia de lo online en las trayectorias que han conducido a los yihadistas en España hacia su implicación terrorista podría guardar relación con algunos de sus rasgos demográficos, atendiendo a diferencias intergrupales observadas. Los yihadistas radicalizados exclusivamente offline tenían, de media, mayor edad al inicio del proceso (28,2 años), estaban más frecuentemente desempleados, habían recibido condenas en el pasado por delitos comunes y mantenían relación con activistas yihadistas con anterioridad a iniciar sus propios procesos de radicalización. Por el contrario, quienes avanzaron en su trayectoria de radicalización exclusivamente por espacios virtuales eran generalmente más jóvenes en el momento de la radicalización (22,2 años de media), carecían de antecedentes penales y su aproximación al movimiento yihadista se había producido tras la popularización de las redes sociales a partir de la década de 2010. Comúnmente sin vínculos sociales previos con otros activistas, su inicial desconexión con el movimiento yihadista podría explicar que sus procesos de radicalización nunca trascendieran la esfera virtual.
La inclinación por una u otra trayectoria de radicalización explica además variaciones en las funciones que los yihadistas han asumido, en línea con lo que muestran otros estudios.[6] Los yihadistas condenados o muertos en España entre 2012 y 2023 que se radicalizaron exclusivamente online tendieron a adoptar funciones preparatorias, no violentas, a menudo relacionadas con el proselitismo (Figura 6). Estas pudieron consistir en la difusión de propaganda, así como en la participación en debates ideológicos o sobre asuntos que centraron la agenda discursiva de las organizaciones yihadistas. Por el contrario, quienes se radicalizaron a través de una combinación de espacios y contactos virtuales y físicos tendieron a implicarse en mayor medida en actividades operativas, ya fuera en zonas de conflicto como combatientes terroristas extranjeros o planificando atentados terroristas en territorio nacional. Las trayectorias exclusivamente offline también resultaron en una mayor participación en acciones violentas.
La asociación entre trayectorias de radicalización y funciones desempeñadas durante la implicación terrorista sugiere que, si bien el ámbito online facilita el primer contacto con el extremismo, la interacción física con otros activistas puede reforzar la identificación y compromiso con el movimiento yihadista y permitir el acceso a las capacidades y recursos necesarios para el desempeño de funciones operativas, favoreciendo así la transición hacia la violencia. La exposición combinada a influencias yihadistas físicas y virtuales también puede producir una intensificación y reafirmación ideológica.
La resonancia de los conflictos internacionales
La radicalización violenta es un fenómeno altamente sensible a los vaivenes del escenario global. El movimiento yihadista reacciona y se adapta a eventos geopolíticos y crisis mundiales[7] de los que se sirve para construir y extender su marco interpretativo y de acción. Esta dinámica, que ha condicionado tradicionalmente la evolución del fenómeno con la alternancia de ciclos de mayor y menor movilización yihadista, se ve intensificada por la erupción de conflictos internacionales[8], que son un importante instigador de agravios colectivos y catalizador para la adopción de una ideología radical.
La guerra civil en Siria, el principal precedente reciente, ilustra ese potencial de movilización. El 69,6% de los yihadistas detenidos entre 2012 y 2023 se radicalizó en el intervalo de tiempo comprendido entre 2011 y 2015 (Figura 7). El periodo estuvo marcado primero por el estallido del conflicto sirio en 2012, desencadenado tras la violenta represión a manos del régimen de Bashar al-Assad de las protestas antiautoritarias que se habían extendido en el país desde un año antes. Posteriormente, por la aparición de Estado Islámico entre el atomizado mapa de actores armados locales y la proclamación de su califato en el verano de 2014 sobre amplias franjas de Siria e Irak. El ciclo de movilización durante ese periodo se vio impulsado por la llamada que hizo el movimiento yihadista a la solidaridad con el pueblo sirio y a la acción para desplazarse al conflicto.
La crisis siria adquirió un fuerte potencial de movilización global al activar una narrativa victimizante sobre un colectivo con el que se identifican y empatizan miles de personas. Esta fue capitalizada por grupos yihadistas para insistir en sus consignas discursivas habituales, denunciando la discriminación y persecución del islam y los musulmanes suníes, el desinterés de los regímenes en países mayoritariamente musulmanes por el “sufrimiento” de los civiles y la falta de reacción de Occidente.
La formación de la coalición global contra Estado Islámico a finales de 2014 inició una intensa campaña de bombardeos que llevó a la organización a perder control territorial hasta su colapso en 2019, mientras el régimen de al-Assad lograba reinstalar su dominio y debilitar las expectativas de cambio. Esta evolución del conflicto condujo a un declive en la capacidad de las organizaciones para atraer nuevos seguidores. Sólo un 19,6% de los yihadistas de la muestra de estudio se radicalizaron después de 2016, en un contexto en el que, a pesar de la escalada de violencia en otras regiones como el lago Chad, el Sahel, Egipto, Somalia y Mozambique, la movilización yihadista tuvo un alcance principalmente local y regional, debido a la escasa resonancia transnacional de estas crisis de seguridad.[9]
El auge de la movilización al inicio de la guerra civil siria ofrece algunas pistas sobre la evolución que podría experimentar la radicalización yihadista en España a raíz de la intervención militar de Israel en Gaza. El conflicto está produciendo un número incesante de víctimas civiles palestinas mientras el ejército israelí trata de neutralizar a Hamás tras el ataque que la organización islamista perpetró en octubre de 2023, en el que murieron más de 1.200 personas. En este contexto, el foco de atención del yihadismo global podría estar en condiciones de regresar a Oriente Medio, aun cuando está intensificando sus acciones también en otras zonas, como Afganistán.
La vuelta a la región del Levante -que comprende Israel, Palestina, Jordania, Líbano y Siria, así como algunas áreas adyacentes- tiene una importancia simbólica, pues es ahí donde Ayman al-Zawahiri, lugarteniente y sucesor de Osama bin Laden al frente de al-Qaeda, situó el centro de gravedad del movimiento yihadista.[10] El conflicto en Gaza también refuerza la visión y estrategias clásicas del yihadismo global, pues le permite mantener un amplio espectro de enemigos (entre otros, Israel y Occidente en términos generales) y expandir sus bases de reclutamiento. Para ello, apela tanto a los agravios que sufren los musulmanes por la persecución y opresión de los no musulmanes, como a las expectativas de recuperar el control sobre territorios habitados mayoritariamente por musulmanes.
Pese a las similitudes, Gaza no replica totalmente el escenario sirio. La guerra en la Franja tiene potencial para incrementar los niveles de radicalización yihadista a nivel global, pero difícilmente puede generar oportunidades para una movilización a gran escala y con una fuerte orientación hacia la implicación violenta, como en Siria. Las organizaciones yihadistas no han ligado sus apelaciones a la solidaridad y la protección de los musulmanes con el desplazamiento a la zona, sino con una reorientación hacia la acción en Europa, donde los activistas tradicionalmente se han implicado más en funciones preparatorias que operativas.[11]
Conclusiones
La radicalización yihadista en España es un fenómeno grupal, con una clara localización geográfica, cada vez más juvenil, muy ligado a la esfera virtual y altamente sensible y reactivo al contexto global. Tres tendencias en particular ofrecen señales de cambios en el fenómeno que condicionan la evolución del yihadismo en nuestro país.
En primer lugar, se ha producido un relativo rejuvenecimiento de los radicalizados. Los menores de 18 constituyen el único grupo demográfico cuyo peso ha aumentado en la última década entre los militantes que se adhieren a la yihad global. En segundo lugar, los espacios virtuales se han consolidado como el principal entorno donde ocurren estos procesos, tanto de manera exclusiva como en combinación con el espacio físico. En tercer lugar, la reciente experiencia sugiere que el auge de los ciclos de radicalización está fuertemente ligado al estallido de conflictos internacionales que instigan agravios colectivos y nutren las narrativas de las organizaciones, como demostró la guerra civil siria entre 2011 y 2015 y podría ocurrir de nuevo en el contexto de la intervención militar israelí en Gaza.
El rejuvenecimiento de los radicalizados se relaciona con menores posibilidades de dedicarse intensamente a sus compromisos ideológicos, por falta de flexibilidad, capacidad e independencia. El notable incremento de los procesos que transcurren exclusivamente en la esfera virtual apunta también a un fenómeno en el que predominan los militantes que se dedican a actividades relacionadas con el proselitismo, la radicalización de terceros, la captación de fondos y el apoyo logístico. En este sentido, los datos indican que el contacto físico con otros yihadistas durante la radicalización desempeña un papel crucial para que una persona desarrolle mayor predisposición hacia la implicación violenta. Incluso el conflicto en Gaza, pese a su potencial para intensificar los procesos de radicalización, carece de la capacidad para generar una movilización hacia la zona de conflicto y, por consiguiente, con un fuerte componente violento, como en Siria, si bien sí está incrementando la amenaza potencial que representa en Occidente. En conjunto, estas tendencias sugieren que la radicalización yihadista en España seguirá conduciendo, principalmente, a la implicación terrorista en funciones preparatorias, no violentas.
[1] Álvaro Vicente (2021), “Vínculos sociales y terrorismo yihadista: ¿qué conduce de la radicalización violenta a la implicación terrorista?”, ARI, nº 39/2021, Real Instituto Elcano, marzo, pp. 1-12.
[2] Fernando Reinares, Carola García-Calvo y Álvaro Vicente (2019), Yihadismo y yihadistas en España. Quince años después del 11-M, Real Instituto Elcano, Madrid.
[3] La BDEYE es gestionada por el Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global del Real Instituto Elcano. Los miembros del programa quieren reconocer la imprescindible labor que han realizado Lucía Fernández Rodríguez y Naomi Moreno Cosgrove, ayudantes de investigación en prácticas del Real Instituto Elcano, en la codificación de datos obtenidos de sentencias judiciales dictadas por la Audiencia Nacional.
[4] Álvaro Vicente (2018), “Fórmulas utilizadas para la radicalización y el reclutamiento yihadista de menores en España”, ARI, nº 76/2018, Real Instituto Elcano, junio, pp. 76-94.
[5] Álvaro Vicente (2023), “Social Ties and Jihadist Participation: A Mixed-Methods Approach to the Differential Recruitment of Radicalized Youth in Spain”, Terrorism and Political Violence 35, no. 4, pp. 988-1006.
[6] Sean C. Reynolds and Mohammed M. Hafez (2019), “Social Network Analysis of German Foreign Fighters in Syria and Iraq”, Terrorism and Political Violence, 31:4, pp. 661-686; Jonathan Kenyon, Jens Binder y C. Baker-Beall (2021), “Exploring the role of the Internet in radicalization and offending of convicted extremists”, Ministry of Justice Analytical Series; Rosie Mutton, James Lewis y Sarah Marsden (2023), Online Radicalisation: A Rapid Review of the Literature, Centre for Research and Evidence on Security Threats.
[7] Sergio Altuna y Carola García-Calvo (2020), “¡Castigo de Alá! El movimiento yihadista global ante la crisis del COVID-19”, ARI, nº52/2020, Real Instituto Elcano, abril.
[8] Carola García-Calvo y Álvaro Vicente (2023), “La operación ‘Inundación de al-Aqsa’ de Hamás y sus repercusiones en el yihadismo global”, ARI, nº 101/2023, Real Instituto Elcano, octubre.
[9] Tricia Bacon y Jason Warner (2021), “Twenty Years After 9/11: The Threat in Africa–The New Epicenter of Global Jihadi Terror”, CTC Sentinel 14.7, pp.76-90.
[10] De acuerdo con Zawahiri, el “corazón del mundo islámico” abarca el Levante, Egipto, la península Arábiga e Irak, pero su “centro” se ubica exclusivamente en la región del Levante y en Egipto, de donde él era originario. Ayman al-Zawahiri (2005), “Zawahiri’s letter to Zarqawi”, Harmony Documents, Combating Terrorism Center at West Point, https://ctc.westpoint.edu/wp-content/uploads/2013/10/Zawahiris-Letter-to-Zarqawi-Translation.pdf
[11] Carola García-Calvo (2024), “Pautas de implicación de los yihadistas en España: desarrollos recientes y tendencias en la amenaza terrorista”, ARI, nº 29/2024, Real Instituto Elcano, 29/II/2024.