Tema: Tras haberse consolidado Tailandia como una de las más prósperas democracias de Asia oriental, el pasado 19 de septiembre un golpe de Estado militar destituyó al primer ministro Thaksin. Se impone pues una reevaluación de las perspectivas económicas de esa “tierra de los libres”.
Resumen: En este análisis revisamos cómo, pese a la crisis financiera de 1997, Tailandia se había convertido en una de las más prósperas democracias de la región. El golpe de Estado ha reavivado las preocupaciones sobre la economía del país: aunque se puede descartar en principio una debacle financiera como la padecida en 1997, son diversas las vías por las que el golpe podría incidir en el crecimiento tailandés de los próximos años. Concluimos, finalmente, que la gravedad del impacto dependerá de hasta qué punto el golpe de Estado supone –o se percibe como– un abandono de la democratización, así como de las primeras decisiones en materia económica del gobierno interino.
Análisis: Tailandia ha sido considerada, al menos hasta la crisis de 1997, como uno de los más notables casos de desarrollo de Asia oriental. Se contó entre las Economías Asiáticas de Alto Rendimiento de un conocido informe del Banco Mundial de 1993 y se granjeó el apelativo, junto con Malasia e Indonesia, de Economía Dinámica de Asia.
El crecimiento medio anual del PIB en este país fue del 7,3% (1) en 1965-1980, del 7,6% en los años ochenta y del 4,2% en los noventa. Entretanto, fueron claramente menores las cifras correspondientes a América Latina y el Caribe (6%, 1,6% y 3,3%, respectivamente) y África subsahariana (4,2%, 2,1% y 2,5%). Este crecimiento económico ha dado lugar, además, a mejoras importantes en los niveles de vida de la población tailandesa.
Es cierto que desde mediados de los años noventa Tailandia se ha encontrado con varias piedras en el camino: la mayor de todas, la crisis financiera de 1997, que se saldó con un -1,3% de crecimiento del PIB en 1997 y un -10,5% en 1998; pero también reseñables, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), la gripe aviar y el tsunami de diciembre de 2004, que impactaron sobre el turismo. Pero la economía tailandesa se ha mostrado resistente: contra el pronóstico inicial del Fondo Monetario Internacional (FMI), que preveía una recuperación más lenta después de la crisis financiera, el crecimiento económico del país repuntó con fuerza hasta alcanzar el 7% en 2003; y tras una variación negativa del número de visitantes internacionales en 2005, el turismo se recuperaba desde finales de ese año.
Quince años de democracia
Al desarrollo socioeconómico iniciado en los años sesenta, se le sumó en los años noventa la democratización. Con la excepción de breves períodos, Tailandia estuvo hasta comienzos de los noventa gobernada por militares que se iban alternando en el poder mediante golpes de Estado: 17 desde el establecimiento de la monarquía constitucional en 1932, y en 1991 el que parecía el último de ellos.
Tras el regreso al sistema electoral poco después del golpe de 1991, y la promulgación de una Constitución popular en 1997, Thaksin Shinawatra, con su partido Thai Rak Thai (“los thais aman a los thais”), ganó las elecciones de 2001. Durante su gobierno, y más aún desde su segunda victoria electoral (en febrero de 2005), han sido crecientes las acusaciones de, entre otras cosas, coacción de la libertad de prensa, compra de votos, utilización del poder para favorecer a sus empresas, abusos policiales en la guerra contra el narcotráfico, e incapacidad de frenar la insurgencia islamista del sur del país.
Especialmente controvertida fue la venta por parte de la familia de Thaksin de Shin Corporation, la empresa de telecomunicaciones fundada por el mismo Thaksin, a una compañía pública de Singapur por un valor de casi 1.900 millones de dólares estadounidenses. Dicha venta, argüían sus críticos, suponía elusión fiscal, así como el traspaso de activos estratégicos a un gobierno extranjero (incluso por encima de los límites permitidos por la regulación sobre inversión extranjera).
En abril de 2006 se celebraron nuevas elecciones, que de nuevo ganó Thaksin; pero, ante el boicot de la oposición, la Corte Suprema anuló el resultado electoral y determinó que se debían convocar nuevos comicios. Thaksin permanecería como primer ministro provisional hasta las nuevas elecciones, que se celebrarían en otoño. El 19 de septiembre, estando Thaksin en Nueva York, los militares, bajo el mando de Sondhi Boonyaratglin y el apelativo de Consejo para la Reforma Democrática (CRD), acabaron con los 15 años de democratización en Tailandia.
¿Inestabilidad financiera como consecuencia del golpe de Estado?
El golpe de Estado se hizo notar inmediatamente en algunos indicadores financieros. Primero, el mismo 19 de septiembre, el valor del baht con respecto al dólar cayó en un 1,31% (el mayor descenso en cuatro años). Tras varios días de recuperación, la noticia de que sería el General Surayud Chulanont el primer ministro interino acarreó nuevas caídas del baht (el 29 de septiembre y el 2 de octubre). Segundo, el SET, principal índice de la bolsa tailandesa, sufrió pérdidas de entre 0,5% y 1,5% los días 19, 21 y 22 de septiembre. Tampoco recibió con optimismo el nombramiento de Surayud, cerrando de nuevo en negativo los días 28 y 29 de septiembre, y 2 y 3 de octubre. Finalmente, las compañías de rating, como Standard & Poor’s o Fitch Ratings, pusieron en revisión sus calificaciones de los activos del país. Pero estas reacciones pueden calificarse como limitadas: el baht sigue contándose entre las monedas de Asia oriental que más valor han ganado en lo que va de año; las pérdidas del SET fueron mucho mayores tras el golpe de Estado de 1991; y los bonos tailandeses están ahora revaluándose al mayor ritmo de los últimos dos años.
Además, el país no presenta las debilidades que le hicieron susceptible a un pánico financiero en 1997. Primero, no se han producido las entradas de capital de riesgo (en gran cuantía, volátil y denominado en moneda extranjera) que se registraron en el decenio anterior a la crisis: la inversión en cartera tan sólo ha repuntado en 2005 después de años de valores ligeramente negativos, y las otras inversiones siguen, aun después de una recuperación considerable, sin tornarse positivas.
Segundo, Tailandia no presenta las debilidades en la balanza por cuenta corriente presentes en los años previos a la crisis: si en 1995 y 1996 padecía déficit corrientes de en torno al 8% del PIB, entre 1998 y 2004 presentó superávit y el déficit de 2005 fue de sólo el 2%. En esta ocasión, tampoco se aprecian las tensiones inflacionistas o de apreciación real de la moneda que pudieron entonces motivar los problemas comerciales: la inflación fue del 4,8% de media en los cinco años anteriores a 1997, y del 2,7% en los anteriores a 2006 (con un repunte, eso sí, hasta el 4,5% en 2005, relacionado con el elevado precio del petróleo).
Tercero, Tailandia presenta una situación financiera más saneada que la anterior a la crisis de 1997, siendo ahora menores el crecimiento del crédito hacia sectores improductivos, los desajustes de denominaciones en sus balances o los desajustes de vencimientos. Es más, el sistema de regulación y supervisión financiera se ha reforzado considerablemente desde entonces y como consecuencia de la crisis misma.
Las posibles vías de impacto en el crecimiento económico
El crecimiento económico tailandés, que se había recuperado notablemente tras la crisis de 1997, se moderó en 2004 (6,2%) y sobre todo en 2005 (4,4%). El escaso dinamismo de 2005 es achacable, sobre todo, al encarecimiento del petróleo: el consumo y la inversión se ralentizaron ligeramente, por las elevaciones de tipos de interés en respuesta al incremento de los precios del crudo; y las exportaciones netas mostraron una clara tendencia a la baja. Al mismo tiempo, el consumo público creció nada menos que el 12%.
En los dos primeros trimestres de 2006, el crecimiento económico no mostró mucho más dinamismo: 6% y 4,8% en tasas interanuales. Al elevado precio del petróleo y los consiguientes incrementos del tipo de interés, se sumó la incertidumbre política. Mientras que las tasas de crecimiento del consumo y la inversión siguieron cayendo (hasta el 3,7% y el 3,9%, respectivamente, en el segundo trimestre del año), las exportaciones netas se recuperaron, gracias en buena medida al repunte del turismo (pasado el efecto del tsunami) y de las exportaciones de productos electrónicos y agrícolas (estas últimas afectadas en 2005 por una sequía). En directa relación con la situación política se encuentra el frenazo del crecimiento del consumo público (-0,8% en el primer trimestre de 2006), por la paralización de varios proyectos de gasto del gobierno de Thaksin.
Con el golpe de Estado, las previsiones de crecimiento han sido revisadas a la baja. En el World Economic Outlook de septiembre de 2006, el FMI predecía un 4,5% y un 5% para 2006 y 2007 respectivamente. Las previsiones de diversos analistas son ahora de en torno al 4% para ambos años. A continuación repasamos las posibles vías de incidencia del golpe sobre el crecimiento.
El consumo podría verse afectado de manera inmediata. Por una parte, es previsible que el consumo privado (el 54,6% del PIB de media en 2000-2005) prosiga su ralentización como resultado de la incertidumbre. Como ya indicamos, las tensiones políticas estaban dejando huella en esta variable desde comienzos del año: el Índice de Confianza del Consumidor fue de 79,1 en agosto de 2006, lo que supuso el nivel más bajo en cuatro años y medio y la octava caída consecutiva. Si antes del golpe el final de las incertidumbres políticas se podía fechar en otoño de 2006, ahora éstas tardarán algo más en despejarse.
Por otra parte, parece que el consumo público (el 8,8% del PIB en 2000-2005) también podría perder dinamismo como consecuencia del golpe. Thaksin puso en marcha generosos programas de gasto (crédito barato para poblaciones rurales, universalización de la sanidad, etc.), que no sólo suponían en sí mismos una adición a la demanda agregada, sino que además redundarían en mayores niveles de consumo privado. Pero todavía siendo Thaksin primer ministro en funciones, no se aprobaron los presupuestos públicos para el ejercicio fiscal de 2007, de modo que se puso freno a la continuidad de tales programas. Parece que el Gobierno interino someterá un nuevo presupuesto a la aprobación del Parlamento en diciembre. Su contenido, no obstante, es aún incierto.
También sería preocupante que la inversión recibiera el impacto del golpe de Estado: ésta supone el 21% del PIB (la media en 2000-2005) y venía presentando un comportamiento especialmente dinámico entre 2003 y 2005 (un crecimiento del 11%-13%). El Índice de Confianza Empresarial ya estaba cayendo desde enero de 2006, como resultado en parte de las tensiones políticas: habiendo alcanzado 45,9 en diciembre de 2005, se situó en agosto de 2006 en 43,0. Por su parte, el Índice de Confianza Empresarial a tres meses estaba registrando subidas en el verano de 2006, como consecuencia, entre otras cosas, de la previsión de unas elecciones en otoño. Al no producirse éstas, este indicador podría regresar a valores menos positivos.
En cuanto a la inversión pública, podrían posponerse aún más los planeados “mega-proyectos” de inversión en infraestructuras (ya paralizados por la no aprobación del presupuesto para 2007). Se preveían inversiones por valor de unos 45.000 millones de dólares en proyectos de, entre otros, carreteras, ferrocarriles, vivienda, agua y energía. El Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) predecía que los mega-proyectos supondrían, directamente y mediante efectos de arrastre, entre 0,5 y 0,7 puntos porcentuales del crecimiento económico de 2007 y años sucesivos. Es más, la muy necesaria inversión en infraestructuras, además de suponer formación de capital revertiría en incrementos de productividad y competitividad.
La inversión extranjera directa (IED) también podría verse afectada por las tensiones políticas. Primero, existe incertidumbre sobre los controles que la limitan: si bien éstos se venían aplicando de manera laxa, es esperable que desde la venta de Shin Corporation se supervise más rigurosamente su cumplimiento. Segundo, el golpe de Estado supone un freno a las negociaciones con EEUU y Japón sobre sendos tratados de libre comercio (TLC), que incluían cláusulas de liberalización y protección de la IED. Tercero, la paralización de los mega-proyectos y de los planes de privatización, previstos por Thaksin, supone por el momento el cierre de importantes vías de entrada de capital extranjero.
Finalmente, el golpe de Estado también podría incidir en las exportaciones, lo que resultaría particularmente grave en una economía extravertida como la tailandesa: las exportaciones suponen el 64,6% de su PIB y las exportaciones netas el 13,5% (media entre 2000 y 2005). Las exportaciones podrían resentirse del golpe, primero, porque éste ha supuesto la paralización de las negociaciones de los mencionados TLC con EEUU y con Japón. No obstante, estudios preliminares apuntaban a que los TLC supondrían para Tailandia un mayor crecimiento de las importaciones que de las exportaciones. Segundo, porque el golpe afecte al turismo, actividad que genera unos ingresos de algo más del 7,5% del PIB tailandés (media de 1998-2004) –la mayor contribución del turismo al PIB de toda Asia–. En 2005, el crecimiento del número de turistas internacionales fue incluso negativo (-6%), pero venía recuperándose desde finales del mismo año, hasta el punto de que el BAsD preveía, antes del golpe, que el crecimiento de las exportaciones de 2006 y 2007 se debería, entre otras cosas, al fortalecimiento del turismo. Pero podría producirse ahora una nueva ralentización del número de visitantes y de los consiguientes ingresos por turismo, aunque según la Pacific Asia Travel Association el impacto por el momento ha sido mínimo y no cabe esperar una reacción como la que siguió al tsunami.
¿De qué dependerá la gravedad del impacto?
A la vista de las vías por las que se podría producir un impacto negativo del golpe de Estado en la economía tailandesa (fundamentalmente incertidumbres y postergación de proyectos públicos de consumo e inversión), la gravedad de tal impacto dependerá en buena medida de si el golpe supone –o se percibe como- una ruptura más o menos definitiva con la democratización, así como de las decisiones económicas del Gobierno interino (especialmente en materia de gasto público y relaciones económicas exteriores). Así, pueden plantearse dos escenarios posibles.
El primer escenario es aquel en el que el golpe militar se percibe como un alejamiento del proceso de democratización y de anteriores regulaciones económicas: como un “cambio de sentido” (u-turn), tal y como Condoleezza Rice, secretaria de Estado de EEUU, lo calificó en un primer momento. El segundo escenario es aquel en el que el golpe se percibe como el final de la crisis política que Thaksin había traído consigo: como un necesario “rodeo” (detour) para regresar a la senda de la democratización, como el general Winai Phattiyakul, uno de los líderes del golpe, precisó ante la calificación de Rice.
Es difícil determinar cómo se percibe el golpe en Tailandia. Por una parte, las encuestas publicadas en la prensa los días siguientes al golpe mostraban una aceptación de más del 80%. Por otra, existen grupos de oposición: primero, parece que un movimiento pro-democracia está despegando, existen grupos de activistas leales a la Constitución de 1997 y se esperan mayores protestas cuando la junta levante las restricciones al derecho de reunión; segundo, podría surgir discrepancia entre las poblaciones rurales votantes de Thaksin (aunque éstas quizá veneran más al rey, quien ha dado su aprobación al golpe, que a cualquier político).
En cualquier caso, la percepción de los actores económicos nacionales e internacionales va a depender de si se van dando los pasos prometidos por el CRD hacia unas elecciones democráticas. El CRD por el momento ha cumplido con el plazo auto-impuesto de dos semanas para nombrar un primer ministro interino civil y aprobar una Constitución provisional. Pero también es cierto que el primer ministro interino, Surayud, no es estrictamente un civil, sino un general retirado; y, además, la nueva Constitución provisional convierte a los golpistas en asesores del Gobierno y sustituye a otra (la de 1997) que gozaba de gran popularidad. Los siguientes plazos con que golpistas y Gobierno interino habrán de cumplir son los referidos a la redacción y sometimiento a referéndum de una nueva Constitución y a la celebración de elecciones democráticas, anunciadas para octubre de 2007.
Por el momento, el apoyo del rey al golpe de Estado, la toma del mando por Surayud y su gabinete de gobierno, y las decisiones en materia económica de éstos marcarán las perspectivas de los agentes económicos. El visto bueno del rey al golpe, primero, y al nombramiento de Surayud, después, favorece una imagen de estabilidad y retorno a la senda democrática. Igualmente, parece que el golpe ha recibido el apoyo (más o menos activo) del General Prem Tinsulanonda, cabeza del Consejo Privado del rey. Si, por un lado, estos apoyos confieren estabilidad al nuevo régimen, también suponen la aparición de un “eje institucional informal” que puede “trastornar futuros arreglos democráticos” (en palabras de Walden Bello, director ejecutivo de Focus on the Global South).
Por su parte, Surayud es un general retirado, conocido fundamentalmente por su papel en la modernización y profesionalización de los militares. Su principal pasivo a la hora de infundir confianza en posibles consumidores e inversores radica quizá en su escasa experiencia en materia económica y en que se adscribe a las ideas del monarca Bhumibol Adulyadej, sobre la prevalencia de la auto-suficiencia (en palabras del rey: “suficiente para comer, suficiente para vivir”) sobre el capitalismo más puro al que parecía avanzar el país con Thaksin. De hecho, ya ha afirmado que se va a concentrar más en la unidad nacional que en el crecimiento económico.
Pero el equipo de gobierno, también aprobado por el rey, parece un gesto claro para tranquilizar a los agentes económicos. El nombramiento más relevante para la economía es quizá el de Pridiyathorn Devakula (anteriormente gobernador del Banco de Tailandia, educado en los EEUU, y que goza de la credibilidad de los inversores) como ministro de finanzas y vice-primer ministro. Pero también el de un antiguo embajador en la Organización Mundial del Comercio como ministro de Comercio, o el de un antiguo embajador en EEUU como ministro de Exteriores.
Conclusiones: Son diversas las vías por las que el golpe de Estado puede afectar a la economía tailandesa. No obstante, es descartable un colapso financiero como el de 1997, y la ralentización del crecimiento económico dependerá de cuánto se prolongue el regreso a un régimen democrático, así como de las primeras decisiones del Gobierno interino en materia de, fundamentalmente, gasto público y relaciones económicas exteriores.
Clara García
Profesora ayudante doctor de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Grupo de Estudios Económicos de Asia Oriental (GEEAO)
(1) Toda la información estadística que aparece en este análisis proviene de International Financial Statistics Online (FMI), World Economic Outlook Database Online (FMI), Handbook of Statistics Online (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), Bloomberg; y estadísticas provistas online por el Banco de Tailandia.