Tema: Se ofrece una reflexión sobre las consecuencias que puedan tener los atentados del 11 de marzo y se proponen algunas medidas para contrarrestar los efectos negativos que puedan derivarse de ellos.
Resumen: Los atentados de Madrid, cuya autoría se atribuye en estos momentos al entramado terrorista de al-Qaeda, pueden convertirse en un éxito estratégico de la yihad global. Se trata de acciones que refuerzan el discurso y la moral de los yihadistas; pueden dañar la solidez de la coalición internacional contra el terrorismo; y pueden perturbar también la convivencia social en los países con comunidades árabes o musulmanas numerosas. Resulta necesario explorar medidas que ayuden a prevenir dichos efectos.
Análisis: El 11 de marzo de 2004 pasará a la historia como el día en que el terrorismo de al-Qaeda irrumpió violentamente en España y en Europa Occidental. Hasta esa fecha la red terrorista había golpeado con éxito el territorio norteamericano y numerosos intereses occidentales en países de mayoría musulmana. Pero, a pesar de varios intentos fallidos y con excepción de la campaña de atentados en Francia a mediados de los noventa, el Viejo Continente parecía de momento a salvo de los combatientes de la yihad (1). Los atentados de Madrid suponen el fin dramático de ese sentimiento generalizado de seguridad.
Después de encajar el shock emocional de la tragedia y de reconocer el valor de las innumerables muestras de solidaridad que se han producido en estos días, es lógico que nos preguntemos sobre las consecuencias que pueden derivarse de estos acontecimientos en el corto y largo plazo. Aunque todavía es pronto para realizar un análisis firme y riguroso de lo sucedido, y de lo que está por venir (las investigaciones se encuentran en su fase inicial), en estas líneas vamos a aventurar algunas hipótesis sobre los desafíos que se pueden presentar, o agudizarse, a partir de este momento.
(a) Los atentados de Madrid pueden convertirse en un éxito estratégico de los yihadistas.
Al-Qaeda considera que existe una conspiración contra el Islam liderada por Estados Unidos, Israel y sus aliados. En consecuencia, una de sus principales aspiraciones consiste en trasladar al territorio occidental la destrucción y el terror que ellos dicen sufrir por parte de sus enemigos. El 11 de septiembre se convirtió en el ejemplo paradigmático de ataque contra el corazón del adversario. Y, exactamente dos años y medio más tarde, los yihadistas han conseguido asestar un nuevo golpe, beneficiándose además del protagonismo mundial que le proporcionaron los atentados de Washington y Nueva York.
Con los acciones de Madrid, al-Qaeda ha vuelto a demostrar a sus simpatizantes que el enemigo es vulnerable. Desde septiembre de 2001 los atentados de la red terrorista contra objetivos occidentales habían tenido lugar en países de mayoría islámica. A largo plazo, la continuación de esa estrategia podía volverse en contra de al-Qaeda y restarle popularidad, pues en muchos casos se saldaban con la muerte de musulmanes que se encontraban cerca del lugar del atentado; y, además, incentivaban la cooperación de los gobiernos locales, aliados imprescindibles en la lucha internacional contra el terrorismo. Llevar la guerra al territorio de los “infieles” satisface los deseos de revancha de sus simpatizantes.
Además, los atentados del 11 de marzo pueden convertirse en una inyección de moral por las implicaciones que estos pueden tener sobre la acción exterior de un país que en los últimos años se ha destacado por su cercanía a Estados Unidos. El Partido Socialista incluyó entre sus promesas la retirada de las tropas españolas de Irak, si la ONU no asumía las riendas del país, antes de final de junio de 2004. La victoria electoral del PSOE tres días después de producirse los atentados y la confirmación del compromiso de traer de regreso las fuerzas va a ser interpretada por al-Qaeda como un éxito más de su estrategia asimétrica. Los muyahidin se caracterizan por aplicar lecturas causa-efecto extremadamente simples: derrumbe de la Unión Soviética por su derrota en Afganistán; debilidad militar norteamericana tras el episodio Blackhawk Down en Somalia; desvinculación de los aliados de Estados Unidos si sufren atentados como los de Madrid…
El efecto psicológico al que nos referimos no es en absoluto desdeñable si tenemos en cuenta la naturaleza descentralizada de al-Qaeda. La red terrorista es en realidad un proyecto a largo plazo cuyo éxito depende del número de personas dispuestas a sumarse a él aun a costa de los mayores sacrificios. No es tanto una organización como una ideología. El nuevo golpe en el corazón de Occidente incrementa sustancialmente el prestigio de la yihad global, y le dota de mayor atractivo ante los ojos de numerosos jóvenes insertos en ambientes radicalizados, principal fuente de reclutamiento de la red.
(b) Pueden ser los primeros de una serie de atentados en Europa Occidental y sus consecuencias políticas pueden dañar la solidez de la coalición internacional contra el terrorismo.
Por otra parte, los atentados de Madrid pueden interpretarse también como una prueba de notable agudeza política por parte del sistema de planificación de al-Qaeda. En un análisis de cerca de cincuenta páginas, elaborado por miembros de la red terrorista y publicado en diciembre de 2003, se realiza una valoración sobre la situación de la yihad en Irak y se reflexiona sobre el modo de lograr la retirada española del país. Tras estudiar con detalle la situación política española, los autores de dicho documento llegaban a la conclusión de que a causa del malestar social generado por la guerra, una cadena de ataques contra las fuerzas españolas en Irak podría desgastar al gobierno de José María Aznar y, en último término, conseguir la retirada de las tropas.
El ataque en territorio español ha tenido unos efectos acordes con las expectativas de quienes redactaron dicho documento. Como la red también se caracteriza por poseer un sistema de lecciones aprendidas, es probable que se intente aplicar la misma fórmula a otros aliados europeos de Estados Unidos. No sería de extrañar que países como el Reino Unido, Italia o Polonia se encuentren entre los siguientes objetivos de la yihad global.
Si efectivamente este cálculo forma parte de sus planes, y es capaz de implementarlo de manera sangrienta en otras ciudades del Viejo Continente, nos encontraríamos ante una variante estratégica de lo que hasta ahora ha sido la línea maestra en la conducta de al-Qaeda. El objetivo final de los yihadistas consiste en la reinstauración del califato, es decir, la unión política de los musulmanes bajo un sistema que vele por el cumplimiento social de las normas religiosas. Para alcanzar esta meta consideran precisa la destrucción de los enemigos del Islam (los “cruzados y judíos”) y la eliminación de los gobernantes “apóstatas” que rigen los países musulmanes (y a los que califican de agentes de los primeros). Según al-Qaeda, este objetivo intermedio es alcanzable si se concentran los ataques sobre la “cabeza de la serpiente” (Estados Unidos). Durante los últimos años la red ha conseguido logros sustanciales en este sentido. Los atentados del 11 de septiembre van a marcar la memoria colectiva del pueblo norteamericano durante más de una generación; y desde aquella fecha sus tropas se encuentran comprometidas en frentes tan complejos como los de Asia Central y, particularmente, Irak. Como es de sobra conocido, al-Qaeda tiene su origen en los voluntarios árabes que combatieron a los soviéticos en Afganistán y aspira a derrotar de una manera similar a los Estados Unidos.
Pero, como decimos, los atentados de Madrid pueden significar el comienzo de una nueva línea en su estrategia global. Golpeando a los aliados y, sobre todo, creando psicosis entre su población, al-Qaeda puede conseguir la apertura de brechas en la coalición liderada por Washington. Conviene tener presente que la guerra de Irak tensó las relaciones transatlánticas y que la opinión pública europea muestra elevados niveles de escepticismo y crítica sobre el enfoque que aplica Washington a la lucha internacional contra el terrorismo. En ese contexto, la repetición de masacres como la de Madrid en otras capitales europeas, antes que unir a la población en la lucha contra al-Qaeda, puede volverse en contra del liderazgo norteamericano. Algo que perjudicaría gravemente la cooperación internacional en esa materia. El 11 de septiembre aglutinó a la mayor parte de la ciudadanía norteamericana en torno a su gobierno, pero los atentados de Madrid evidencian que, en un asunto tan complejo como la lucha contra al-Qaeda, el comportamiento colectivo también puede ser otro.
Esta lectura de los acontecimientos ofrece un panorama sombrío ante la posibilidad de nuevos atentados. Seguimos en el terreno de las conjeturas, pero, efectivamente, lo más lógico es que al-Qaeda intente repetir otra masacre en suelo europeo. El terrorismo es esencialmente violencia psicológica y su potencial se multiplica a través de la concatenación de sus ataques. Por ello, es muy probable que lo vuelva a intentar, y que la próxima vez no sea España sino otro país del Viejo Continente. De ese modo, la consternación que han provocado los atentados de Madrid puede convertirse en pánico social en el conjunto de la UE. Un terror en cierto modo similar al que atenazó a la sociedad norteamericana tras el 11 de septiembre, con el añadido de confusión, que acabamos de comentar, a la pregunta de por qué nos atacan.
También cabe un escenario alternativo, pero menos probable, y es que la red terrorista opte por no hacer distinciones y golpee a un país como, por ejemplo, Francia, que se ha destacado por su oposición a la política exterior norteamericana. En ese caso, la reacción social europea podría dar un vuelco hacia las tesis más duras sobre el modo de dirigir la campaña antiterrorista. Sin embargo, el grado de sutileza política del que hasta el momento ha hecho gala al-Qaeda reduce las probabilidades de dicha opción.
La posible ejecución de nuevos ataques terroristas también dependerá de la capacidad operativa de al-Qaeda en Europa. Las detenciones llevadas a cabo en Madrid dos días después de los atentados pueden conducir a la desarticulación de la célula responsable de las acciones, y obligar a que otros elementos de la red primen ahora su seguridad (cambiando de lugar de residencia o reduciendo los contactos internos). Todavía es pronto para especular con fundamento en este sentido.
(c) Deterioro de la convivencia en sociedades que alberguen un número elevado de musulmanes o de personas de origen árabe.
El terrorismo de al-Qaeda pretende la destrucción de sus adversarios mediante acciones que generen inestabilidad política, social y económica. Uno de los efectos de los atentados de Madrid puede consistir precisamente en un incremento exponencial de la desconfianza del ciudadano de a pie hacia los colectivos árabes y musulmanes que viven en su mismo país.
Después del 11 de marzo la reacción más extrema de algunos grupos minoritarios se ha materializado en manifestaciones y, en algunos casos, acciones violentas contra varias sedes del Partido Popular, por considerar al gobierno responsable indirecto de los atentados. Estas acciones han sido rápidamente condenadas por los partidos democráticos. Pero no es descartable que en los próximos días se produzca alguna acción radical contra personas o locales musulmanes, si la investigación sigue revelando nombres de magrebíes residentes en España o, más todavía, si se produce un nuevo atentado en territorio español o europeo. No obstante, y al margen de episodios violentos muy localizados que rápidamente serían reprobados por la ciudadanía en general, el mayor riesgo proviene del muro de desconfianza que puede llegar a levantarse entre la sociedad de acogida y los inmigrantes árabes o musulmanes. Se trata de un riesgo que se puede contagiar también a otros países de Europa, pero que en el caso de España podría verse agravado por razones añadidas.
España ha experimentado en los últimos años la mayor tasa de la UE en crecimiento relativo y absoluto de población extranjera. La percepción de la sociedad hacia un fenómeno que hasta hace poco era desconocido ha variado a tenor de las opiniones que han circulado en el espacio público y conforme la inmigración se ha ido convirtiendo en una realidad presente en la vida de millones de ciudadanos. Las encuestas han registrado ese cambio de parecer en el transcurso de pocos años. Aunque en términos generales la actitud sigue siendo favorable a la venida de nuevas personas, siempre que cuenten con un puesto de trabajo y estén dispuestas a integrarse, también se detecta una preocupación cada vez mayor ante el riesgo de que el aumento de población extranjera pueda ir paralelo al incremento de la criminalidad y de la inseguridad ciudadana.
A esto hay que añadir la mala percepción que existe en algunos sectores de la sociedad española hacia los inmigrantes provenientes del Magreb y, en particular, de Marruecos (que de hecho constituyen el colectivo más importante de extranjeros, posiblemente por encima del medio millón si contamos a los que se encuentran en situación irregular). Las razones son diversas: historia de las relaciones con el país vecino; barrera lingüística y cultural; asociación imaginaria de ese colectivo con noticias referentes a la inmigración ilegal o la delincuencia; precariedad económica; etc. Si a ello algunos le añaden ahora la posible vinculación con el entramado de la yihad global, la percepción mutua puede verse seriamente dañada.
Este análisis hay que enmarcarlo, además, en un contexto de futuro aumento de la población marroquí en suelo español. Actualmente casi un tercio de la población de Marruecos tiene menos de quince años; y es muy improbable que el mercado laboral autóctono llegue a ser capaz de absorber tal cantidad de jóvenes en los próximos diez años. Muchos de ellos pondrán sus esperanzas vitales en la inmigración a Europa y, de entrada, a España por su cercanía geográfica. Si al-Qaeda sigue atentando en suelo europeo la convivencia multicultural podría deteriorarse, lo que desde todo punto de vista iría en favor de los intereses de la yihad global.
Recomendaciones finales: Los acontecimientos del 11 de marzo están todavía muy cercanos en el tiempo y el análisis que acabamos de realizar tiene mucho de especulativo. Sin embargo, es probable que algunas de las ideas que hemos planteado se encuentren en la mente de los yihadistas y pretendan llevarlas a cabo. Ante esa posibilidad, hay dos líneas de trabajo que pueden orientar la actuación de los próximos meses:
(a) España no debe ofrecer imagen de debilidad ante el terrorismo de al-Qaeda. Con esta afirmación no pretendemos entrar en el debate sobre la retirada o no de las tropas en Irak. El Partido Socialista se había comprometido a traerlas de regreso si ganaba las elecciones mucho tiempo antes de los atentados, y la retirada no debe interpretarse necesariamente como el éxito de un chantaje, aunque los yihadistas seguro que lo van a entender así.
También es indudable que el nuevo gobierno español va a mantener su compromiso en la lucha internacional contra el terrorismo, y que los mecanismos de cooperación internacional en esa materia desde el punto de vista legal, policial y de inteligencia van a seguir a pleno rendimiento. España ha sufrido una masacre en su territorio y evitará a toda costa que vuelva a repetirse. Lo que quizá convenga en estos momentos es enfatizar públicamente dicha cooperación, de manera que quede claro que España sigue participando activamente en la lucha contra al-Qaeda.
(b) Al mismo tiempo, debe evitarse que los atentados contaminen la convivencia social entre inmigrantes y la sociedad de acogida. Por un lado, conviene que a través de diversas actuaciones (campañas institucionales, foros de encuentro, gestos y declaraciones públicas de responsables políticos y sociales) los españoles autóctonos no priven de la presunción de inocencia a otras personas en razón de su origen o religión. Por otra parte, los colectivos magrebíes y musulmanes deben también velar para que al-Qaeda no se convierta en un parásito que aproveche la presencia de esas comunidades en el país para esconderse, difundir propaganda, obtener recursos y reclutar a nuevos miembros. La cooperación ciudadana de esas minorías resulta necesaria para garantizar la concordia social.
Nota:
(1) A este respecto se pueden consultar del Real Instituto Elcano el Documento de Trabajo “¿Es al-Qaeda una amenaza para Europa?” de Juan Avilés, en DT 3/2002, y el Análisis “Las redes de terrorismo islamista en España. Balance y perspectivas de futuro” de Javier Jordán, en ARI 119/2003.
Javier Jordán
Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Granada y autor de “Profetas del miedo. Aproximación al terrorismo islamista” (EUNSA, 2004).