¿Por qué hay que analizar y comprender las campañas de desinformación de China y Rusia sobre el COVID-19?

Desinformación oscura. Foto: Leigh Anthony DEHANEY (CC BY-NC 2.0)

Tema

Conviene estudiar las campañas de desinformación de Rusia y ser consciente que China está aprendiendo rápidamente de ellas.

Resumen

En enero, al comienzo de la crisis del COVID-19, los medios de comunicación rusos financiados por el Kremlin difundían las narrativas fabricadas por los medios oficiales chinos sobre el origen del virus. Sin embargo, a partir de marzo, cuando los países europeos empezaron a introducir medidas de emergencia, Rusia comenzó a aplicar las mismas tácticas de desinformación utilizadas en sus campañas anteriores, con el objetivo de cuestionar la credibilidad de las instituciones democráticas de la UE y de EEUU y su capacidad para gestionar la crisis sanitaria.

Hay indicios de que las campañas de desinformación no están coordinadas por el Kremlin, es decir, de que no hay una estrategia del gobierno ruso detrás de ellas, pero los medios de comunicación que forman parte del “ecosistema” de desinformación e influenciapolítica creado y financiado previamente por el Kremlin (SputnikRTPervy Kanalrubaltic.ru, etc.) han adaptado su actividad habitual al contexto de la pandemia.

Aunque no existe una coordinación entre los medios de comunicación rusos y chinos, es evidente que China está aprendiendo muy rápido las tácticas de desinformación rusas y que ambos países combinan las campañas de desinformación con la propaganda –“la diplomacia de las mascarillas”– para presentarse como países responsables y solidarios.

No hay evidencia de que España haya sido un objetivo de las campañas de desinformación, aunque sí dos entidades multilaterales –la UE y la OTAN– de las que forma parte.

El impacto de la desinformación es muy difícil de medir, pero por ahora está claro que acaba de abrirse el debate sobre quién gestiona la pandemia con mayor eficacia: las democracias o las autocracias.

Análisis

¿Por qué hay que analizar las campañas de desinformación específicas de China y Rusia?

A diferencia de los conflictos políticos o armados, que son regionales, la crisis del COVID-19 afecta a todo el mundo. La pandemia es terreno fértil para la infodemia, la acumulación de demasiada información sobre el COVID-19, así como para la desinformación. Hay ejemplos de desinformación por ignorancia, como la propuesta del presidente Donald Trump de inyectar un desinfectante en humanos y usar la luz solar para luchar contra el COVID-19, pero también con intención y premeditación, como lo ha hecho el gobierno chino al divulgar la noticia de que los militares estadounidenses introdujeron el virus en China. Esta es la diferencia básica entre los bulos y la desinformación: en el caso de los bulos no existe la intención de engañar; en el caso de la desinformación sí, porque detrás de ella hay el objetivo político de desacreditar, confundir y debilitar al adversario.

¿Por qué es importante analizar las campañas de desinformación específicas de Rusia y China?

En primer lugar, porque según los datos de EUvsDisinfo, un informe interno de la Comisión Europea, y del East Stratcom Task Force del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), China y Rusia están aprovechando el contexto de esta crisis e intentan dar forma a las narrativas internacionales sobre la pandemia en su beneficio. Además, el número de casos de desinformación están aumentando: entre finales de enero y el 5 de marzo de 2020, hubo 79 casos, a finales de marzo 188 y a mediados de abril 283 casos, según los datos de EUvsDisinfo.

Por otra parte, tenemos una larga experiencia de la desinformación rusa. Rusia inventó el concepto de desinformación como instrumento de influencia política hace casi un siglo. Sus recientes campañas arrancan de 2008, relacionadas con la guerra de Georgia. Después de estas, los medios de comunicación rusos se implicaron en las campañas de desinformación en relación con el conflicto de Ucrania, la anexión ilegal de Crimea, las elecciones presidenciales de EEUU de 2016el Brexit, el referéndum ilegal de Cataluña y las elecciones europeas.

Existe un “ecosistema” compuesto por los medios de comunicación financiados por el Kremlin –como RTSputnikPervy Kanal y rubaltic.ru– y también sites registrados fuera de Rusia pero dedicados principalmente a temas rusos y con una agenda abiertamente pro-Kremlin –como Russia-InsiderRussian-FaithThe DuranThe SakerGlobal ResearchVeterans Today y The Alt World. Todos ellos, junto con las redes sociales como Facebook y Twitter, fueron y son los vehículos de difusión de la desinformación sobre la UE, la OTAN, EEUU y países particulares como Polonia, Ucrania y los Estados bálticos. Los objetivos principales de dichas campañas eran y son debilitar la relación transatlántica, fomentar la división entre los aliados y desafiar la credibilidad de las instituciones democráticas.

La tercera razón por la que es importante analizar las campañas de desinformación chinas y rusas es que China está aprendiendo muy rápidamente sobre las tácticas rusas. Esta es la mayor novedad en las campañas vinculadas al COVID-19. Dichas tácticas incluyen el uso de canales oficiales para propagar teorías conspirativas y luego divulgarlas por los medios de comunicación que dependen de financiación estatal y las redes sociales. Aquí se percibe claramente un cambio en la estrategia informativa-manipuladora de China, que tradicionalmente estaba enfocada en negar acceso a la información sobre el régimen. Sin embargo, debido a la erosión de la imagen del gobierno comunista por su gestión de la epidemia convertida en pandemia, el gobierno chino adoptó tácticas rusas, más agresivas, que no consisten ya en controlar la información, como lo había hecho hasta ahora, sino en acusar a los militares estadounidenses y sembrar confusión sobre el origen del virus y sobre la gestión de la crisis en los países democráticos.

La cuarta razón es que tanto Rusia como China, a pesar de sus diferentes objetivos políticos y falta de coordinación mutua, están combinando las campañas de desinformación con propaganda, en la llamada “diplomacia de las mascarillas”.

China está empeñada en una ofensiva diplomática para posicionarse como el líder en la ayuda humanitaria a otros países. Como el mayor productor del mundo de material sanitario, China intenta usar el poder blando para presentarse como un país responsable y borrar de nuestra memoria su pésima gestión del comienzo de la epidemia en Wuhan. Ahora bien, sus esfuerzos son vistos con mucho escepticismo por los países occidentales. Esto se debe, como afirma Joseph S. Nye, al hecho de que el poder blando no se basa en la propaganda, sino en la atracción: la mejor propaganda no es ni puede ser poder blando.

Los informes confusos sobre el envío de suministros médicos de Rusia a EEUU y sobre la llegada de equipos militares rusos a Italia (con el marbete From Russia with love), supusieron una victoria propagandística para Rusia. En el caso de EEUU, el Kremlin logró introducir los productos de empresas bajo sanciones estadounidenses. En el caso de Italia, aunque incluso el 80% del equipo entregado es inapropiado y defectuoso, el Kremlin logró lanzar un ataque propagandístico contra la UE: “Rusia está ayudando a Italia y la UE no”.

La desinformación rusa en el contexto del COVID-19

Durante el mes de enero de 2020 los medios de comunicación rusos divulgaron narrativas de teorías conspirativas sobre el origen del virus procedentes de los medios de comunicación chinos, esto es, que EEUU había creado el COVID-19 en un laboratorio y que militares estadounidenses lo introdujeron en China.

El primer caso de desinformación específicamente ruso sobre el actual COVID-19 fue una historia de Sputnik, afirmando que el extraño nuevo virus en China “probablemente se fabricó en los laboratorios de la OTAN” y que EEUU creó el coronavirus como un arma contra China y su economía.

A mediados de marzo de 2020, la UE publicó un informe interno para subrayar que “se está llevando a cabo una importante campaña de desinformación por parte de los medios de comunicación estatales rusos y los medios pro-Kremlin en relación con el COVID-19”. Según este informe, “la campaña está diseñada para exacerbar la confusión, el pánico y el miedo, y para evitar que la gente acceda a información fiable sobre el virus y las disposiciones de seguridad pública”. El documento de la UE señala que hay pruebas de que los medios favorables al Kremlin a menudo no son autores de la desinformación por sí mismos, sino que amplifican los informes falsos o sin fundamento de otras fuentes. “Estos esfuerzos están en línea con la estrategia más amplia del Kremlin de intentar subvertir las sociedades europeas desde dentro explotando sus vulnerabilidades y divisiones”.

Hay varias narraciones que apuntan a la UE. Tanto EUvsDisinfo como East Stratcom Task Force, que con regularidad monitorizan la desinformación de los medios de comunicación rusos, subrayan que hay tres tipos de narrativas falsas que se refieren a la UE. Parece que las tres representan una nueva variación de los mensajes de la desinformación de la época soviética: “Occidente/Europa/EEUU están en plena decadencia o muertos”. En el contexto de pandemia, este mensaje se transforma en:

  1. “La UE está fallando en la pandemia; la Unión está a punto de colapsar junto con la zona Schengen sin fronteras.
  2. “La UE es egoísta y traiciona sus propios valores”. En Ucrania, por ejemplo, los mensajes catastróficos sobre el inminente colapso de la UE se combinaron con el retrato de Ucrania como un “Estado fallido” que fue “abandonado por sus aliados europeos”.
  3. “La UE está aprovechando la crisis para avanzar en cumplimiento de sus propios intereses”. Esta narración es menos prominente, pero se divulgó en relación con Georgia, donde supuestamente el gobierno de Tbilisi estaba violando “la frontera con Ossetia del Sur, con la ayuda de la Misión Europea que monitoriza el conflicto”.

Como han indicado el informe interno de la UE y EUvsDisinfo, hay indicios de que las campañas de desinformación no están coordinadas por el Kremlin, es decir, no hay una estrategia del gobierno ruso detrás de estas campañas de desinformación, pero los medios de comunicación que forman parte del “ecosistema” de desinformación e influencia política creado previamente por el Kremlin han ido adaptando sus narraciones al contexto de la pandemia. Incluso, los miembros del gobierno intentan paliar el daño hecho por el “ecosistema” de la desinformación. Por ejemplo, el ministro de sanidad, Mikhail Murashko dijo el pasado 6 de abril en Pervy Kanal (el Canal 1 de la TV estatal rusa): “Después de todo, ahora la mayoría afirma que se trata de un virus natural, que se ha adaptado para coexistir con los humanos. No veo ninguna razón para dudar de ello”.

Después de años de estrategias de comunicación y desinformación negativas, el “ecosistema” de desinformación e influencia política ha cobrado autonomía y a veces supone “fuego amigo”. Además, en este punto, se advierte el síndrome ruso del “doble”: todo lo que ha ocurrido y está ocurriendo en los países de la UE se ve como un espejo de lo que pronto puede suceder en Rusia, por lo que el Kremlin intenta suavizar las narrativas negativas sobre los europeos. En enero los medios de comunicación rusos se rieron del pánico de los europeos que compraban compulsivamente papel higiénico, subrayando que “la crisis ha puesto al descubierto la debilidad de Europa”. Cuando el coronavirus llegó a Rusia, resultó que los rusos empezaron a comprar papel higiénico de la misma manera.

El impacto de la desinformación china y rusa sobre el COVID-19

El impacto de la desinformación es muy difícil de medir. Primero, porque la interferencia extranjera comienza en casa. Tenemos que prestar atención a nuestras vulnerabilidades, porque la desinformación extranjera se nutre de ellas. Los medios de comunicación occidentales criticaron mucho la falta de solidaridad de la UE al comienzo de la pandemia. Pero, mientras en nuestras sociedades la crítica forma parte de la libertad de expresión, en el caso de la desinformación la crítica se usa como una forma de ataque al sistema democrático.

En el contexto del COVID-19 hay, al menos, dos impactos diferentes de la desinformación. Uno es el doméstico: se trata de la desinformación en casa, con el objetivo de blindar el régimen y presentar la gestión del gobierno propio como siempre mejor que la de los países occidentales. La falta de transparencia en la gestión de la crisis del COVID-19 en China y Rusia, empezando por el número de contagiados y muertos, no sólo es una consecuencia de sus regímenes autoritarios, sino también el fundamento mismo de la desinformación dirigida en primer lugar a su propia población y luego al mundo entero.

El otro impacto de la desinformación se produce fuera de China y Rusia. En el exterior pueden distinguirse diferentes niveles de desinformación. Los contenidos del canal RT en español ocupan la posición 12ª entre los más compartidos en las redes de Twitter y Facebook con respecto al coronavirus.

La teoría conspirativa sobre el origen del virus es, por ahora, la que consigue mayor impacto comprobado de desinformación. Tanto en EEUU como en España, el 29% de los encuestados en sondeos de opinión pública creen que el coronavirus fue creado en un laboratorio.

No hay evidencia alguna de que España haya sido el blanco de las campañas de desinformación rusas. Sin embargo, los españoles, como ciudadanos de un país miembro de la UE y la OTAN, deberían ser conscientes de que los regímenes chino y ruso tratan de desacreditar a ambas instituciones. El impacto de la desinformación más difícil de medir es el de las narrativas emprendidas por China e imitadas por Rusia, acerca de la eficiencia de los sistemas autoritarios en la lucha contra la pandemia, en contraste con el caos de la gestión de la crisis en las democracias liberales.

Conclusiones

Las campañas de desinformación, en combinación con la propaganda china y rusa, implican la “promoción del autoritarismo” como respuesta a la “promoción de la democracia” y de los valores liberales que los países occidentales mantienen desde el final de la Guerra Fría. Además, los autócratas aman las crisis porque son oportunidades para consolidar su poder y el control de la población, bajo el pretexto de la defensa del interés común.

La UE y la OTAN ya han tomado medidas para contrarrestar las narrativas de desinformación y propaganda. La UE cuenta con EUvsDisinfo y con el East Stratcom Task Force (entre otras instituciones que se dedican a contener la desinformación). El pasado 15 de abril, los ministros de Defensa, en una reunión virtual de la OTAN, debatieron la importancia de contener los crecientes niveles de desinformación y propaganda impulsados por actores estatales y no estatales. España, aunque no es un blanco para las campañas de desinformación, debería solidarizarse con sus aliados que sí lo son.

Lo que queda por hacer, y lo que influirá en el futuro de la relación transatlántica (entre otros factores mucho más complejos), es que las democracias liberales se coordinen tanto para la lucha contra la pandemia como para la defensa de sus valores, e impidan que dos Estados autoritarios se erijan en paradigma de gestión exitosa. Por eso es importante analizar y comprender los contenidos y los objetivos de las campañas de desinformación emprendidas desde China y Rusia.

Mira Milosevich-Juaristi
Investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora asociada de Russia’s Foreign Policy del Instituto de Empresa (IE University) | @MiraMilosevich1

Desinformación oscura. Foto: Leigh Anthony DEHANEY (CC BY-NC 2.0)