Tema: Aunque la amenaza del terrorismo yihadista es común a todos los países de Europa occidental, una serie de factores históricos, geográficos, sociológicos, económicos y políticos, entre otros, permite anticipar que, a corto y medio plazo, algunos seguirán estando más afectados por dicho fenómeno que los demás.
Resumen: La amenaza del terrorismo directa o indirectamente relacionado con al-Qaeda no se distribuye de manera homogénea a lo largo y ancho de Europa occidental. A corto y medio plazo, una serie de factores históricos, geográficos, sociológicos, económicos y políticos, así como algunas circunstancias y cuestiones adicionales, permiten anticipar que, con independencia de las variaciones en nivel y naturaleza que registre en cada momento la amenaza del terrorismo global, cuatro países seguirían estando más afectados por dicho fenómeno que los demás. En concreto, Reino Unido, Francia, Italia y España. Con una afectación media pero creciente se encontrarían Alemania, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca y Suecia. Respecto a los restantes países del entorno europeo occidental, resulta en principio verosímil preveer que en el futuro próximo se verán relativamente menos afectados por el terrorismo yihadista que otros de su mismo ámbito.
Análisis: Europa occidental no es el principal escenario del terrorismo global, es decir del terrorismo directa o indirectamente relacionado con al-Qaeda. Desde la década de los noventa hasta hoy, el número de atentados yihadistas ocurridos en esa región del mundo, al margen de su dispar alcance y magnitud, es muy pequeño si lo comparamos con el que han registrado otras. De hecho, los principales escenarios actuales de dicha violencia se hallan el Sur de Asia y Oriente Medio, donde los actos de terrorismo practicados con esa misma orientación ideológica son muy frecuentes. También en el Norte y Este de África es acusada su incidencia. Más aún, la amenaza terrorista que, con esa misma impronta del extremismo neosalafista, se cierne sobre las naciones del entorno europeo occidental, remite en buena medida a actores localizados principalmente en países de esas otras áreas de mundo, como Pakistán, Irak, Yemen, Argelia o Somalia.
Han transcurrido más de quince años desde los atentados de 1995 en París, los primeros relacionados de uno u otro modo con el terrorismo yihadista contemporáneo. Casi diez desde los más catastróficos, ocurridos en Nueva York y Washington en 2001. En nuestros días, los actores del terrorismo global constituyen un fenómeno polimorfo. En su urdimbre pueden distinguirse al menos cuatro grandes componentes. En primer lugar, al-Qaeda, núcleo fundacional y matriz permanente de referencia para el yihadismo global en su conjunto. En segundo lugar, las extensiones territoriales que al-Qaeda ha ido estableciendo a partir de 2003, tales como al-Qaeda en Irak, al-Qaeda en la Península Arábiga o al-Qaeda en el Magreb Islámico. En tercer lugar, el heterogéneo elenco de grupos y organizaciones asociados con aquella estructura terrorista, que incluye, por ejemplo, a Therik e Taliban Pakistan, Al Shabaab, la Unión para Yihad Islámica o Abu Sayyaf. En cuarto y último lugar, los individuos y células independientes, adheridos a una misma concepción fundamentalista del Islam pero carentes de ligámenes con entidades correspondientes a cualquiera de esos otros tres componentes.
Esos cuatro componentes del terrorismo global, por separado o entremezclados de forma variable, se han revelado todos ellos como fuente de amenaza para Europa occidental. Así lo han puesto de manifiesto los distintos incidentes atribuibles al mismo, ya fuesen atentados consumados o planes y preparativos para llevarlos a cabo que se desbarataron, especialmente a lo largo de la última década. En ocasiones, detrás de esos episodios se hallaba un único actor del terrorismo yihadista, bien fuese al-Qaeda, alguna de sus extensiones territoriales, alguno de sus grupos y organizaciones afines, o células independientes e individuos aislados actuando por su cuenta. Otras veces, los hechos han puesto de manifiesto la naturaleza a menudo compuesta que adquiere la amenaza del terrorismo global en Europa occidental, pudiendo observarse una combinación variable, eventualmente excepcional, de actores adscribibles a distintos componentes de ese fenómeno. De cualquier modo, cuando en la preparación, planificación o ejecución de un atentado existen conexiones con alguna entidad terrorista con base en el exterior, los incidentes tienden a ser de mayor envergadura e impacto.
Ahora bien, al margen de las distintas expresiones que puede adoptar la amenaza del terrorismo global en Europa occidental y de las implicaciones que ello conlleva en lo que se refiere a modalidades, procedimientos o selección de blancos para la ejecución de atentados, cabe preguntarse si se distribuye homogéneamente a lo largo y ancho del espacio europeo en general y de Europa occidental en particular, o si, por el contrario, afecta en mayor medida a unos países que a otros, cualquiera que sean el nivel y la evolución de la misma. Y si, en el supuesto de que Europa occidental se configure como un escenario dentro del cual la amenaza del terrorismo global no afecta por igual a las distintas naciones ubicadas en ese ámbito geopolítico, es posible abordar qué tipo de factores ayudarían a entender ese tipo de disparidades.
¿Escenario homogéneo o diferencial?
Afirmar que ningún país europeo es ajeno a la amenaza del terrorismo global sería una obviedad. Precisar que dicha amenaza no afecta por igual a los distintos países europeos es aproximarse algo mejor a la realidad. Un simple vistazo a, por una parte, los atentados ocurridos o las fallidas tentativas de perpetrar otros y, por otra, los datos y las valoraciones que sobre dicho fenómeno contienen dos documentos públicos de referencia a este respecto, como son los informes anuales elaborados tanto por Europol en el seno de la Unión Europea como por el Departamento de Estado en Estados Unidos, permiten apreciar que, efectivamente, los desafíos inherentes a dicho fenómeno no parecen incidir de manera homogénea sobre el conjunto de los países europeos. Aunque todo indica que el problema es de mucho mayor alcance en los que corresponden a Europa occidental, también en el seno de este último conjunto se detectan marcadas variaciones de unos casos a otros.
Me detendré tan sólo en alguna de las evidencias e informaciones que sustentan este planteamiento. Desde 2002, los principales actos de terrorismo yihadista en el territorio de Europa occidental han ocurrido en España y Reino Unido. Otros incidentes menores han tenido lugar en Países Bajos, Italia, Suecia y Alemania. Planes y preparativos para cometer nuevos atentados fueron desbaratados a tiempo en esos mismos países y en algunos más como Dinamarca, Francia o Bélgica. Entre 2006 y 2009, por ejemplo, en Reino Unido, España y Francia se detuvieron a centenares de individuos, sospechosos de actividades de terrorismo islamista. Sin ser necesarios tres dígitos para contabilizar el número de detenciones relacionadas con esos comportamientos criminales, en Italia, Bélgica, Alemania, Dinamarca y Países Bajos oscilaron, durante ese mismo cuatrienio, entre diez y noventa. En otros países de Europa occidental las cifras fueron considerablemente más reducidas, aunque el número de detenciones no fue inferior a cinco ni en Austria ni en Suecia.
El hecho es que, a partir de esos indicadores y de esas evaluaciones, es posible deducir que los retos inherentes al terrorismo global han sido, en los últimos años, de mayor gravedad para unos países europeos que en otros y, más concretamente, para determinados países deES Europa occidental si los comparamos con otros incluso de su mismo ámbito regional. Explicar estas variaciones aparentemente tan significativas requiere de un análisis diferencial. Es decir, de un análisis que, siquiera de un modo somero, ponga de manifiesto cuáles son las principales diferencias existentes entre unos y otros de los países europeos occidentales respecto a factores percibidos como relevantes para entender la dispar incidencia que en la actualidad registra la amenaza del terrorismo directa o indirectamente relacionado con al-Qaeda. Estos factores estructurales y coyunturales son sobre todo, aunque no exclusivamente, históricos, geográficos, sociales, económicos y políticos. Iré, pues, por partes.
Antecedentes históricos relevantes
Acerca de los factores de índole histórica, una diferencia especialmente relevante entre los países de Europa occidental a la hora de apreciar el mayor o menor señalamiento agresivo de que son objeto por parte de los grupos y organizaciones terroristas de orientación islamista se refiere a sus antecedentes de relación con el mundo islámico del cual proceden estas entidades yihadistas y donde fundamentalmente sitúan a su población de referencia, entendida ésta como el conjunto de los creyentes musulmanes o umma. En este sentido, hay dos indicadores que, referidos a esos antecedentes históricos, adquieren una especial significación. Por una parte, existen países europeos con un pasado de colonialismo en territorios con poblaciones mayoritariamente musulmanas del Norte de África, Oriente Medio, Asia del Sur y Sudeste Asiático. Por otra, una porción continental de lo que en nuestros días denominamos Europa occidental estuvo bajo dominio musulmán durante la Edad Media.
Aun cuando han transcurrido generaciones desde el periodo colonial, el resentimiento y la animadversión hacia las otrora metrópolis europeas permanecen todavía instalados en la cultura política de las sociedades musulmanas luego constituidas en Estados independientes. A la sensibilidad propia de esas actitudes reminiscentes apela de manera recurrente la narrativa yihadista, que culpa a los países coloniales de haber fragmentado a la nación del Islam mediante fronteras arbitrariamente impuestas. Tanto el Reino Unido como Francia destacan entre aquellas naciones europeas que gobernaron, en su condición de metrópolis coloniales, amplias zonas del mundo entonces como ahora habitadas predominantemente por gentes que de uno u otro modo se consideran seguidores de corrientes religiosas basadas en los postulados del Islam. Pero no deben olvidarse, a este respecto, otros países europeos como Italia, España o Países Bajos, que igualmente tuvieron una presencia colonial, aunque más limitada, en determinados espacios dentro de esas mismas zonas.
Pero estos antecedentes coloniales no son la única relación histórica de algunos países de Europa occidental con el mundo islámico que resulta pertinente para un análisis diferencial de la amenaza que hoy en día supone terrorismo yihadista en esa región. Una porción continental de la misma estuvo bajo dominio musulmán durante la Edad Media. Sobre buena parte de lo que en nuestro tiempo son los territorios de España y Portugal, en concreto, imperó el Islam entre los siglos VIII y XV. Al Andalus, como se denomina a la formación social y política musulmana instaurada en la Península Ibérica tras haber sido invadida por árabes y bereberes norteafricanos a partir del año 711, en el proceso de expansión del Islam desde su lugar de origen hacia el oeste, no es para los actuales líderes de al-Qaeda o de sus extensiones territoriales, en especial al-Qaeda en el Magreb Islámico, una manifestación singular del alcance y el esplendor adquiridos por la civilización islámica, sino una demarcación intemporal e indefinidamente adscrita a esa religión que se halla ocupada por infieles desde hace más de quinientos años.
Distancia a los focos de amenaza
El factor de carácter geográfico que ha de ser tomado en consideración, cuando se trata de explicar por qué unos países de Europa occidental están más afectados por la amenaza del terrorismo yihadista que otros, tiene que ver con la mayor o menor proximidad de los mismos a zonas que son foco de dicha violencia. Es decir, tiene que ver con la distancia a que se encuentran esos países de ámbitos extraeuropeos donde tienen su base principal o desarrollan campañas de terrorismo grupos y organizaciones imbricados en la urdimbre del yihadismo global. A partir de esos escenarios, si son adyacentes o cercanos, esas entidades diseminan o pueden diseminar elementos terroristas en Europa occidental para desarrollar un amplio rango de propósitos entre los cuales se incluyen desde la movilización de recursos humanos y materiales, es decir tareas de reclutamiento y financiación, hasta la preparación y ejecución de atentados que con asiduidad se basan en esas labores previas.
Ello significa que, siempre según esta aproximación geográfica y dado que el conjunto de Europa occidental se encuentra lejos del epicentro del terrorismo global en las áreas tribales de Pakistán, tres países localizados en su frontera meridional, concretamente Francia, España e Italia, estarían relativamente más expuestas que otros de aquel ámbito a la amenaza del terrorismo yihadista. Ello es debido a que la denominada al-Qaeda en el Magreb Islámico, la extensión territorial de al-Qaeda formada en septiembre de 2006 a partir de un acuerdo de mutua conveniencia alcanzado entre la principal organización yihadista activa hasta entonces en el ámbito nortafricano, el denominado Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, y la propia estructura terrorista liderada hasta su muerte por Osama bin Laden, se encuentra asentada en Argelia y extendida por otros países del mismo entorno norteafricano, sobre todo hacia la franja del Sahel. Aunque una cierta cercanía al foco terrorista norteafricano puede ser valorada en el caso de otros países europeos fronterizos con aquellos tres indicados.
Un foco terrorista menos sobresaliente en la actualidad, pero que en la década de los noventa fue muy importante para el desarrollo de entramados de terrorismo islamista en Europa occidental y no debe soslayarse, es el referido a los Balcanes en general y a Bosnia en particular. Dicho foco concerniría a Austria, Italia y Grecia, este último país fronterizo además con Turquía, ámbito de tránsito de yihadistas desde Europa occidental hacia Oriente Medio o el Sur de Asia. Ahora bien, de acuerdo con los distintos indicadores nacionales que permiten distintos niveles de la amenaza terrorista, esta no es menos considerable en países de Europa occidental geográficamente alejados de los aludidos focos circundantes del yihadismo global. Ello obedece a factores sociológicos, que actúan como variables intervinientes capaces de atenuar la importancia relativa de los factores históricos y de los geográficos, aunque se encuentren mutuamente interrelacionados.
Factores de índole sociodemográfica
Entre los aludidos factores sociológicos adquieren una especial significación el del tamaño y la composición de las comunidades musulmanas existentes en cada país, pues en el seno de las mismas ocurren procesos de radicalización violenta y tratan de desenvolverse los terroristas. A este respecto, el número y la proporción de los musulmanes europeos o que residen en Europa occidental difiere marcadamente de unos países a otros. En términos absolutos, Francia, Alemania, Reino Unido, España e Italia cuentan con las mayores colectividades musulmanas u originarias de países predominantemente musulmanes, cuyos montos oscilarían entre el millón y los cinco millones de habitantes, cifras agregadas aproximadas muy superiores a las de otras naciones de Europa occidental.
Aunque por debajo de esa cantidad pero superando con creces las cien mil personas correspondientes a esa misma categoría cabría listar a otros siete países del mismo ámbito, como Países Bajos, Grecia, Suiza, Austria, Bélgica, Dinamarca y Suecia. Más aún, en términos relativos, las proporciones más elevadas incluyen no sólo a Francia, Reino Unido, Alemana, España e Italia, si bien con notables variaciones de unos a otros, sino también a aquellos otros siete, todos ellos con tasas superiores al 2% de musulmanes u oriundos de sociedades mayoritariamente musulmanes respecto al total de sus respectivas poblaciones nacionales. Incluso en alguno de estos últimos casos dicho porcentaje se duplica y es marcadamente superior al de algunos de las cinco naciones de Europa occidental con mayor número de habitantes musulmanes o procedentes de países con poblaciones mayoritariamente musulmanas en términos absolutos.
Empero, algunos datos sugieren la existencia de diferencias significativas en los niveles de radicalización yihadista observables dentro de esas distintas colectividades musulmanas establecidas en Europa occidental, según el origen de las mismas. Entre las procedentes de Pakistán tendería a ser mayor, por ejemplo, que entre las provenientes de Turquía, debido a las peculiaridades nacionales del credo islámico dominante. Estas variaciones pueden en buena medida interpretarse como efecto de contenidos culturales específicos de esos países con sociedades mayoritariamente musulmanas que impregnan maneras diferentes de entender y vivir el Islam. Aunque es verosímil la hipótesis de que dichos niveles tiendan a equipararse en el caso de las segundas y terceras generaciones, descendientes de inmigrantes de origen musulmán. Con todo, no hay evidencia comparada suficiente para sostener que estas segundas y terceras generaciones sean más propensas a la radicalización violenta que las primeras.
Economía nacional y presencia global
al-Qaeda y el resto de los actores insertos en la urdimbre del actual terrorismo global declaran reiteradamente que entre sus propósitos, cuando de infringir daño a lo que denominan como el enemigo lejano se trata, está el de menoscabar seriamente las economías de los países afectados por su violencia y conseguir que sus atentados o la amenaza creíble de ejecutarlos repercuta negativamente sobre la economía internacional. Osama bin Laden, en un mensaje difundido en 2009, se jactaba de que los atentados del 11 de septiembre de 2001 produjeron no sólo destrucción y muertes en suelo estadounidense sino la crisis financiera internacional y las dificultades económicas por las que viene atravesando en mundo occidental en general. No es inusual que, a la hora de elegir blancos contra los cuales dirigir sus actos de violencia, los dirigentes de los grupos y organizaciones terroristas de orientación yihadista tengan en cuenta ese tipo de consideraciones y hasta hagan públicas sus intenciones.
En este sentido, es preciso tener en cuenta que no todo los países de Europa occidental, menos aún del conjunto de los países europeos, tienen la misma importancia económica ni el mismo peso en la economía internacional, por lo que sus correspondientes intereses a menoscabar no serán, en principio, igualmente atractivos como blanco del terrorismo global. Si se atiende a la presencia exterior de las distintas naciones europeas a través del comercio de bienes y de servicios, la energía y las inversiones externas, por ejemplo, destacan los datos referidos a Alemania, Reino Unido y Francia. Tomando en consideración esas mismas variables relativas a la proyección de la economía nacional, en un segundo bloque se sitúan Países Bajos, Bélgica, Italia, España, Noruega, Suiza, Suecia e Irlanda, quedando los demás del mismo entorno europeo occidental en un tercer nivel de la clasificación.
Estrechamente ligado al peso económico de los distintos países de Europa occidental y la proyección exterior de sus respectivas economías, pero con una significación intrínseca propia y de mayor alcance cabe referirse a la presencia global de las distintas naciones, considerado como el posicionamiento internacional las mismas en distintas áreas, no sólo la económica, que les facilita ejercer poder o influencia en la escena mundial. Aquellos países mejor situados a tal respecto resultarán particularmente atractivos para al-Qaeda y otras entidades pertenecientes a la urdimbre del terrorismo global. De acuerdo con el Índice Elcano de Presencia Global, calculado para el 2010, hay tres países de Europa occidental que sobresalen considerablemente respecto al resto. De nuevo, son Alemania, Francia y Reino Unido. Tras ellos se encuentran Italia, España, Países Bajos y Bélgica, quedando el resto de naciones por detrás, aun cuando entre ellas existan considerables diferencias respecto a su presencia global.
Dimensiones de la variable política
Constatar que unos países de Europa occidental se encuentran más afectados por la amenaza del terrorismo internacional que otros requiere igualmente prestar atención factores de cariz político. Por una parte, al relacionado con aspectos de la política exterior de esos países que adquieran una especial significación respecto a aquel fenómeno. Lo que, sobre todo, supone aludir al hecho de que tengan o no tropas desplegadas en zonas del mundo con sociedades mayoritariamente musulmanas, cualquiera que sea su misión. Es sabido, en este sentido, que desde al-Qaeda, sus extensiones territoriales o los grupos y las organizaciones asociadas con dicha estructura terrorista, se reiteran comunicados hostiles hacia países con presencia militar en Afganistán o también en Líbano, proclamas de un contenido muy similar a las que en su día emitieron con respecto al despliegue de soldados europeos en Irak.
Aunque todos los países comunitarios de Europa occidental contribuyen de uno u otro modo a la International Security Assistance Force (ISAF, Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad) que desarrolla su misión en Afganistán, sobresalen en especial los contingentes enviados por Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España, si bien los de Dinamarca, Bélgica y Suecia, pertenecientes al mismo ámbito, son igualmente muy destacados y los de Países Bajos, Finlandia, Grecia y Portugal también notables. Respecto a la misión de la United Nations Interim Force in Lebanon (UNIFIL, Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano), a ella contribuyen desde 2006, en distinto grado, nueve países de Europa occidental. En concreto, se trata de España, Italia, Francia, Alemania, Bélgica, Dinamarca, Grecia, Irlanda y Portugal.
Por otra parte, hay una dimensión interna en la variable política, más coyuntural desde luego, pero complementaria y estrechamente relacionada con la anterior, que parece incidir sobre las variaciones anuales en la amenaza del terrorismo yihadista que registran los países de Europa occidental y debe ser tenida en cuenta. Se trata de la celebración de elecciones nacionales. Éstas son percibidas por los actores del yihadismo global como oportunidades para influir sobre las actitudes y conductas de los ciudadanos, produciendo cambios en la política exterior de sus gobiernos. Aquellos presentan los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, ocurridos tres días antes de unos comicios que reemplazaron al partido en el Ejecutivo, lo que conllevó la salida de los soldados españoles que desde el año anterior estaban en Irak, como un éxito a repetir en otros países. En 2009, al-Qaeda amenazó una y otra vez a los alemanes con perpetrar algún acto similar en su país si en las elecciones previstas para noviembre de ese año no votaban de tal modo que las autoridades de Berlín decidiesen retirar sus tropas de Afganistán.
Circunstancias y temas adicionales
Además de los factores históricos, geográficos, sociodemográficos, económicos y políticos cuya variada incidencia nacional permite entender algo mejor por qué el terrorismo yihadista parece ser un problema mayor para unos países de Europa occidental que para otros, es preciso tener en cuenta circunstancias y temas adicionales de verosímil incidencia en un análisis diferencial. Se trata, en particular, de circunstancias y temas que suscitan un especial animadversión hacia determinados países por parte de al-Qaeda y los demás actores de la urdimbre del terrorismo global. Algo que a menudo se expresa mediante un señalamiento agresivo a través de las productoras de propaganda de que disponen esos grupos y organizaciones, en mensajes que se difunden ampliamente a través de los numerosos sitios de internet que hacen suya una decidida orientación yihadista.
La propias actuaciones de prevención y lucha contra el terrorismo global en Europa occidental en los últimos años, con operaciones policiales a consecuencia de las cuales se han desmantelado numerosas tramas yihadistas y detenido centenares individuos acusados de hallarse implicados en actividades relacionadas con aquella forma de criminalidad, conllevan probablemente un efecto paradójico. Desde la óptica de los terroristas, los países en que han tenido lugar más operaciones contraterroristas tienden a ser señalados como enemigos lejanos especialmente hostiles. Esos serían los casos de Reino Unido, Francia y España. Inmediatamente después, de Italia, Bélgica, Alemania, Dinamarca y Países Bajos. Aunque el potencial de la amenaza se vea contenido o reducido como consecuencia de la respuesta de las agencias estatales de seguridad, la propaganda del yihadismo global estimulando motivaciones para el terrorismo contra ellos basadas en el resentimiento o la voluntad venganza.
Pero hay otros temas específicos que, referidos a uno o varios países de Europa occidental, incrementan la fijación hacia los mismos por parte de los grupos y las organizaciones implicadas en el terrorismo global. Entre ellos cabe aludir a las caricaturas de Mahoma aparecidas hace algunos años en un periódico de Dinamarca y reproducidas posteriormente por otro de Suecia, que siguen enardeciendo a los yihadistas y estimulando la comisión de atentados contra ciudadanos e intereses de dicho país. Asimismo, la prohibición en Francia de determinadas vestimentas utilizadas por mujeres, que los grupos y organizaciones terroristas de orientación yihadista consideran símbolos e imperativos islámicos, se ha dejado sentir con notable virulencia en proclamas y comunicados hostiles de sus líderes. Como igualmente en el caso del referendum suizo que limita la altura a que pueden elevarse los minaretes de las mezquitas construidas en el país.
Conclusión: Si para cada uno de los factores considerados se calculase una única puntuación adecuada a una escala de valores lineales o en intervalos, asignada siempre según la incidencia nula, baja, media o alta de las variables descritas para cada nación, sumando luego los registros y dividiéndolos por seis, sin necesidad en principio de ponderación alguna, resultará evidente cómo, a corto y medio plazo, una serie de condiciones estructurales o persistentes permiten anticipar que, dentro del escenario de Europa occidental, con independencia de las variaciones en nivel y naturaleza que registre en cada momento la amenaza del terrorismo global, cuatro países seguirían estando más afectados por dicho fenómeno. En concreto, Reino Unido, Francia, Italia y España. Con una afectación media se encontrarían Alemania, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca y Suecia. Grecia y Suiza se hallarían entre estos últimos y los restantes países del entorno europeo occidental, respecto a los cuales resulta en principio verosímil preveer que en el futuro próximo se verán menos afectados por el terrorismo yihadista que otros de su ámbito, aunque en modo alguno sustraídos de los desafíos inherentes al mismo.
Curiosamente, las percepciones públicas de la amenaza terrorista no coinciden exactamente con esta clasificación, aunque tampoco dejan de corresponderse en buena medida con ella. De acuerdo con los datos del Eurobarómetro obtenidos anualmente entre 2006 y 2010, es decir el quinquenio inmediatamente posterior a los atentados de Madrid en marzo de 2004 y de Londres en julio de 2005, la media de los ciudadanos europeos que durante ese periodo de tiempo consideraban al terrorismo entre los dos problemas más importantes afrontados por sus respectivos países quedaba por encima del 10% en España, donde como es sabido la preocupación no se limita a la amenaza del terrorismo internacional, Dinamarca, Reino Unido y Países Bajos. Registros inferiores a esa cifra, pero superiores al 3% se obtuvieron en Italia, Alemania, Francia y Bélgica, así como también en Austria. La opinión pública del resto de las naciones de Europa occidental expresaba una relativa menor inquietud sobre la amenaza terrorista respecto a otros problemas económicos, sociales y políticos acuciantes.
Fernando Reinares es investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y, entre abril y julio de 2011, Public Policy Scholar en el Woodrow Wilson Center de Washington.