Perspectivas económicas de Asia oriental en 2003-2004: ¿un milagro que se desvanece?

Perspectivas económicas de Asia oriental en 2003-2004: ¿un milagro que se desvanece?

Tema: La más que probable desaceleración del crecimiento económico en Asia oriental en 2003 es un fenómeno preocupante, acentuado además por la incertidumbre que rodea a la neumonía atípica asiática (SARS) y a otras incógnitas importantes (la cotización del dólar estadounidense, el comercio mundial, las remesas de los emigrantes asiáticos que trabajan en Oriente Medio y las importaciones de esa región). Aunque los organismos internacionales prevén una recuperación apreciable en 2004, cabe preguntarse si se está produciendo o no una desaparición paulatina del otrora espectacular milagro económico de la región.

Resumen: Tanto el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) como el Banco Mundial prevén que en 2003 persista la recesión japonesa y que se produzca una notable desaceleración del crecimiento en el resto de Asia oriental. Este análisis pasa revista a los factores de la tendencia a la baja del crecimiento y a los elementos que contrarrestan parcialmente esa caída. Finalmente, se discute si ese fenómeno es un simple revés coyuntural o la antesala del progresivo desvanecimiento del otrora espectacular milagro económico de Asia oriental.

Análisis: Aunque no se ha cumplido la previsión de graves efectos económicos negativos debidos a la guerra en Irak (en particular la temida alza de los precios del petróleo), las perspectivas de crecimiento en 2003 para Asia oriental no son precisamente optimistas. La persistencia de la recesión en Japón y la desaceleración del crecimiento en el resto de Asia oriental en 2003 respecto de 2002 son fenómenos preocupantes dado que la segunda mayor economía del mundo sigue instalada en la crisis y puesto que el resto de Asia oriental (y singularmente China) es en la actualidad la única región que ejerce de motor de un crecimiento mundial enmarcado, como es sabido, en un contexto global deprimido. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en su Economic Outlook de abril pasado, prevé un crecimiento del PIB de los países de la Organización de apenas un 1,9% en 2003, sólo una décima superior al 1,8% registrado en 2002. Conviene no infravalorar la importancia de Asia oriental en la economía mundial, ya que su PIB supuso en 2002 nada menos que un tercio del producto bruto mundial, medidos en paridad de poder adquisitivo.

Además, esa evolución preocupante se ve agravada por el contexto de incertidumbre que rodea todavía a la neumonía atípica asiática (SARS) y a otros aspectos importantes (la debilidad del dólar estadounidense, el lento crecimiento del comercio mundial, las menores remesas de los trabajadores asiáticos en Oriente Medio y la caída de la demanda externa de esa última región).

El SARS puede recortar sustancialmente el crecimiento de Asia oriental (especialmente en Hong Kong, Singapur y Taiwan, pero también, si la epidemia se prolonga, en Tailandia, Malasia e Indonesia). El Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) ha estimado que si la epidemia es controlada antes de un mes, el impacto económico será modesto (medio punto de recorte en el crecimiento) pero que si se prolonga hasta finales del tercer cuatrimestre, su incidencia podría ser bastante mayor (entre un punto y un punto y medio). La pérdida de la temporada turística, la caída aún mayor de los viajes de negocios y el mucho menor movimiento interno y externo de las personas explicarían esa importante incidencia.

La debilidad del dólar estadounidense, especialmente si se acelera, puede afectar muy negativamente a los países asiáticos cuyas exportaciones están muy orientadas al mercado de EEUU (como Filipinas, Hong Kong, Corea del Sur, Tailandia y Malasia, en los que ese mercado absorbe más de una quinta parte de las ventas al exterior). Es más, en 2002 a la demanda estadounidense se debió casi la mitad del incremento de las ventas totales al exterior de Asia oriental.

El crecimiento del comercio mundial, que fue muy escaso en 2002 (apenas el 3%), puede acelerarse un tanto en 2003, pero la previsión actual de un cambio de tendencia en 2003 (un crecimiento del 6% tanto para el Banco Mundial como para el BAsD) podría resultar demasiado optimista, especialmente si el SARS afecta a las exportaciones de grandes potencias comerciales de Asia oriental. Por ejemplo, el FMI prevé un crecimiento de las exportaciones mundiales de bienes y servicios de sólo 4,3% en 2003.

En lo que atañe a las remesas de emigrantes asiáticos en Oriente Medio, la situación actual afecta sobre todo a algunas economías de Asia meridional (Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka), pero una décima parte de las remesas de los trabajadores filipinos en el extranjero procede de aquella región. También Vietnam es vulnerable a un descenso de las remesas de sus emigrantes instalados en Oriente Medio.

Las exportaciones de productos asiáticos a Oriente Medio constituyen, por su parte, un factor de mucha menor importancia. Baste señalar sin embargo que Irak ha recibido hasta ahora nada menos que un tercio de las exportaciones vietnamitas de arroz y té.

Japón seguirá registrando un crecimiento muy bajo (del 0,5% en 2003, tras el 0,3% registrado en 2002) dadas las expectativas de deflación, el estancamiento de los salarios y el creciente desempleo. Pese al aumento de liquidez, el creciente gasto público y el progreso –aunque limitado– en el saneamiento bancario, Japón no parece en condiciones de salir de la recesión, salvo que remitan las tendencias deflacionarias o se produzca una sustancial depreciación del yen, fenómenos ambos que parecen poco probables en las circunstancias actuales.

Tras crecer un saludable 6% en 2002, el resto de Asia oriental parece encaminado a registrar un crecimiento del PIB notablemente inferior en 2003, tal y como prevén los recientes informes del Banco Mundial (East Asia Update) y del BAsD (Asian Development Outlook 2003), publicados a finales de abril.

El Banco Mundial prevé un crecimiento en Asia oriental (sin contar Japón) del 5% en 2003 mientras que el BAsD estima que la tasa será del 5,3% en el noreste de Asia y del 3,4% en el sudeste asiático. Esas tasas son no sólo inferiores a la registrada en 2002, sino también bastante más bajas que la tendencia histórica (hasta las crisis financieras de 1997-98). No obstante, el crecimiento de esa región seguirá siendo el mayor del mundo.

Los factores negativos
El menor crecimiento se debe a un conjunto de factores externos negativos, que cabe enumerar como sigue:

1. Lento crecimiento del PIB en EEUU, la UE y Japón (1,5% de media), aunque ligeramente superior al registrado en 2002 (1,4%). Esa situación –casi recesiva– en los países desarrollados afecta mucho a Asia oriental, región en la que un buen número de países depende de las exportaciones a los mercados occidentales para crecer de manera sostenida. Pese al reciente auge del comercio intrarregional en la zona, muchas economías siguen dirigiendo el grueso de sus exportaciones a los mercados solventes de EEUU y la UE (no tanto ya a Japón, cuyas importaciones desde otros países asiáticos se redujeron el 3% en 2002);

2. La crisis continuada (desde 2001) del mercado mundial de componentes electrónicos, que afecta a las economías asiáticas muy especializadas en la exportación de tales productos, como Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Malasia. En particular, aunque las ventas mundiales de semiconductores crecieron el 1% en 2002 (tras caer nada menos que el 31% en 2001), la expansión de ese mercado en 2003 puede verse muy limitada por el menor crecimiento en China, Taiwán y Corea del Sur;

3. El estallido del SARS, que tendrá efectos nocivos sobre el turismo, el transporte aéreo y otros servicios y que puede afectar desfavorablemente a Hong Kong, Singapur, Taiwán y, en menor medida, China, con repercusiones indirectas en otras economías de la región;

4. El descenso del turismo (una caída prevista del 10%, tras una década de aumento anual medio cercano al 7%), ante el temor tanto al terrorismo islamista (sobre todo en Filipinas e Indonesia) como al SARS. La retracción del turismo afectará a las economías más dependientes de los ingresos por ese concepto (como Tailandia, Malasia, Hong Kong, Singapur e Indonesia). Las actividades relacionadas con el turismo suponen el 9% del PIB y el 8% del empleo en la región, y son muy sensibles a acontecimientos extraordinarios. A título de ejemplo, el atentado terrorista de Bali ha supuesto una merma en el crecimiento del PIB de Indonesia estimada en 0,5 puntos en 2002 y en una franja entre 0,5 y 2 puntos en 2003. Hong Kong y los países del sudeste asiático (salvo Filipinas) son muy sensibles a ese cambio de coyuntura ya que sus ingresos por turismo representan más del 4% de su PIB;

5. La cada vez mayor desviación de la inversión directa extranjera desde el sudeste asiático y algunas economías de Asia nororiental (Corea y Taiwan) hacia China. Por ejemplo, la inversión directa extranjera en Corea del Sur y en los diez países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) pasó de 22.000 millones de dólares en 1999 a 12.000 millones en 2002, mientras que aumentó en China de 40.000 a 53.000 millones;
6. Los riesgos geopolíticos, como la posibilidad de nuevos atentados terroristas en Filipinas y en Indonesia así como la incertidumbre respecto de la crisis nuclear con Corea del Norte.


Los factores positivos
No obstante, también hay aspectos positivos que contendrán la desaceleración del crecimiento:

1. El aumento de los precios de algunos productos agrícolas (aceite vegetal, arroz, cacao), lo que beneficia a países exportadores de productos primarios, como Indonesia, Malasia y Vietnam;

2. La previsible recuperación –aunque modesta– de las entradas de capital extranjero privado en la región: el Institute of International Finance prevé unas entradas netas de capital extranjero privado de 62.500 millones de dólares en las economías emergentes de Asia (cifra algo superior a los 61.800 millones registrados en 2002), de las que 5.700 millones corresponderán al grupo de Asia-5 (Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia), cifra ésta en cambio bastante mayor que la de 2002 (2.900 millones);

3. La fuerte acumulación de reservas en divisas, que fortalece la confianza de los inversores y hace poco probable, junto con unas balanzas corrientes saneadas, una nueva crisis financiera. Las reservas del conjunto de Asia oriental ya superan nada menos que un billón de dólares, destacando no sólo Japón (485.000 millones de dólares), sino también China (309.000 millones), Taiwán (165.000 millones), Corea (123.000 millones), Hong Kong (112.000 millones) y Singapur (84.000 millones);

4. El comercio intrarregional, especialmente con China, que supone un factor que contrarresta la situación recesiva en el resto del mundo. La proporción destinada a China de las exportaciones totales de ocho países asiáticos (Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur, Tailandia, Taiwán y Vietnam) ha pasado del 8% en 1990 al 16% en 2002. Otro dato sobresaliente es que Corea del Sur ya exporta más a China que a Japón;

5. La posibilidad de recurrir a estímulos macroeconómicos, excepto en las economías que tienen altos déficit presupuestarios y/o elevadas deudas públicas (como Malasia, Filipinas e Indonesia). Existe también margen para relajar la política monetaria, especialmente en Indonesia, Filipinas y Corea del Sur;

6. Los resultados de las reformas estructurales que se emprendieron tras las crisis financieras de 1997, especialmente en lo relativo a la reestructuración empresarial y financiera.

Conclusiones: ¿Revés coyuntural o comienzo del fin del milagro?
Aunque las previsiones para 2004 son algo más positivas (1,3%-1,6% en Japón y una tasa de 5,9% para el BAsD y de 5,7% para el Banco Mundial en el caso del resto de Asia oriental), todo parece indicar que los primeros años del siglo XXI serán un periodo del crecimiento relativamente lento en Asia oriental, tras la fuerte recuperación de 1999 y 2000 que siguió a las crisis financieras de 1997-98. Por ejemplo, las previsiones del Banco Mundial hasta el año 2015 (que hay que contemplar con todas las precauciones debidas, dada la incertidumbre inherente a un plazo tan largo) estiman un crecimiento anual medio del PIB per cápita de Asia oriental (sin contar Japón) del 5,1% en 2001-2005 y del 5,4% en 2006-2015, cifras algo más bajas que la registrada en los años ochenta (5,6%) y sobre todo muy inferiores a la del decenio de los noventa (6,4%).

Así, cabe preguntarse si el revés de 2003 (que sucede, conviene recordar, al registrado en 2001) será el simple resultado de perturbaciones externas pasajeras o una señal de que el extraordinario auge de Asia oriental en el último tercio del siglo XX está empezando a desvanecerse.

La respuesta más adecuada parece ser la primera, pero no cabe duda de que Asia oriental será seguramente incapaz de retornar a las espectaculares tasas de crecimiento que registró antes de las crisis de 1997-98. En suma, el milagro continuará pero a un ritmo considerablemente más lento.

Puesto que Japón está sufriendo una recesión estructural, de la que es difícil que pueda salir en el corto plazo (aunque tampoco parece que la crisis vaya a ir a más), el factor principal a tener en cuenta es la evolución de China, la otra gran economía de la región.

El crecimiento económico en China durante los próximos años puede verse afectado negativamente por su importante deuda pública, que podría aumentar si se acentúa la crisis de su sistema bancario (debida en buena medida a una insuficiente reestructuración de las empresas estatales). Tal deuda, si no es contenida, podría, según algunos analistas, provocar incluso en un plazo de seis o siete años una crisis financiera similar a la de Rusia en 1998, es decir, debida al impago en el mercado interior de bonos. Es sabido igualmente que China está obligada, tras su ingreso en la OMC, a proceder a la apertura de su cuenta de capital (que si no es llevada a cabo con cautela podría desembocar en un elevado endeudamiento externo a corto plazo, esto es, en una situación parecida a la que vivieron otros países asiáticos antes de 1997). Tales escenarios parecen, al menos con la información disponible hasta el momento, muy catastrofistas. No cabe descartar que China –siempre, claro está que siga creciendo en torno al 7%– pueda empezar a resolver los problemas de sus empresas estatales y por tanto los de su sector bancario. Sería además muy sorprendente que los gobernantes chinos emprendieran la convertibilidad plena de la moneda sin las debidas garantías.

Si China sigue creciendo a tasas elevadas, es posible que sus importaciones desde otros países de Asia oriental compensen la creciente competencia china que sufren esos países en mercados terceros. Además, el reciente acuerdo entre la ASEAN y China, que prevé un área de libre comercio entre el sudeste asiático y su poderoso vecino septentrional para 2010, podría contener la desviación de inversiones desde el primero hacia el segundo.

Suponiendo, pues, que la recesión japonesa no se agrave aún más y que China pueda seguir progresado a un ritmo alto y, claro está, contenga los riesgos de crisis financiera, todo hace pensar que el crecimiento de Asia oriental continuará en los próximos años. Esas son buenas noticias para el resto de la economía mundial, que tiene dificultades para salir, al menos por el momento, de una situación prácticamente recesiva y que se enfrenta seguramente a un largo periodo de expansión moderada. Así, el motor del crecimiento económico mundial seguirá estando en la orilla asiática del Pacífico.

Pablo Bustelo
Profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y analista asociado (Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano

Pablo Bustelo Gómez. Profesor titular de Economía Aplicada en la UCM. Investigador principal del Real Instituto Elcano (2002-2013)

Escrito por Pablo Bustelo

Pablo Bustelo Gómez es profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y director del Grupo de Estudios Económicos de Asia Oriental (GEEAO) en dicha universidad. Pionero de los estudios académicos sobre Asia-Pacífico en España, ha sido investigador principal (Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano entre 2002 y 2013, coordinador de Estudios [...]