Opinión pública y clima internacional 2002-2010 (ARI)

Opinión pública y clima internacional 2002-2010 (ARI)

Tema: Este trabajo analiza la evolución del clima de opinión en España sobre los asuntos internacionales.

Resumen: En el trabajo se analiza la percepción de la opinión pública española sobre la situación internacional, prestando también atención a las expectativas de futuro. El período estudiado es 2002-2010, tomando como base de datos el Barómetro del Real Instituto Elcano. A la luz de esta evidencia se señalan los períodos de mayor optimismo y pesimismo, llegando a la conclusión de que la crisis financiera internacional ha sumido a los españoles en un clima de opinión que, sin duda, es de los más negativos hasta ahora, especialmente en lo relativo al fututo. Este es el escenario en el que tendrá que desenvolverse el nuevo gobierno.

Análisis

Introducción
Vamos a seguir la evolución de la opinión pública española sobre el exterior entre 2002 y 2011. Nos interesan dos parámetros básicos en esta década: la valoración del presente y las expectativas respecto al futuro. Son dos formas de aproximarnos a lo que se llama generalmente el “clima de opinión”, sólo que en lugar de pulsar el nacional, nos vamos a detener en el internacional.

Las preguntas del BRIE se refieren a la situación internacional. Sin embargo, la percepción del mundo en España, como en todos los países, está condicionada por la agenda interna. En este sentido, vamos a ver cómo los acontecimientos o procesos de la arena internacional han trascendido en la opinión pública de nuestro país.

Por todos los estudios que se han hecho a día de hoy, sabemos que en realidad los españoles están más interesados por lo nacional que por lo internacional. Sin embargo, en esta década han tenido lugar tantos cambios, de tanta importancia, que lógicamente han debido tener impacto en nuestra opinión pública, por desinteresada que esté.

Además, tanto el terrorismo yihadista como la crisis financiera internacional azotaron de forma directa a España. En consecuencia, cabe esperar un impacto directo en el clima de opinión, alterando la visión del presente y del futuro.

Analizaremos la valoración del presente, pero también las expectativas respecto al futuro. ¿Por qué las segundas? Porque acaso sean tanto o más importantes que las primeras a la hora de medir el impacto de la opinión pública sobre la política, en este caso, exterior. Baste recordar que los economistas han estudiado el papel determinante de las expectativas en el comportamiento de los mercados.

Valoración del presente
En los casi 10 años de BRIE las valoraciones negativas siempre han superado a las negativas. No es extraño si pensamos que ha sido una década convulsa, marcada primero por el terrorismo internacional y, a partir de 2007, por la crisis financiera internacional.

Partimos a finales de 2002 con un 60% de españoles que hacían una valoración negativa, frente a sólo un 30% que tenían una visión más amable. La proporción era de dos a uno.

La cima del pesimismo se alcanzó en la primavera de 2004, con el 82% de valoraciones negativas frente a sólo un 16% de positivas. Evidentemente, este deterioro se debe a la Guerra de Irak y el terrorismo internacional.

En particular, hay que subrayar el mazazo que supone el 15-M. Entre marzo y junio de 2004 aumenta en casi 10 puntos el porcentaje de pesimistas. Entre el verano y el invierno de 2004 la opinión pública española vive un clima de distensión: la percepción negativa cae 20 puntos. Por lo tanto, la sacudida fue enorme.

Comparativamente, 2005 y 2006 fueron años más tranquilos, al menos en la visión de los ciudadanos españoles. Se retornó a los niveles de pesimismo de 2002, en torno al 60%. Pero, además, sucede que los españoles optimistas eran más que en 2002: el 39%.

En el verano de 2006 estamos ante el momento de menor diferencia entre las dos visiones: sólo el 20%. Recordemos que a finales de 2002 la diferencia era de 30 puntos. Si la primavera de 2004 fue el momento de mayor tensión, la primavera de 2006 fue el de mayor relajación.

Desde 2007 vivimos otro repunte del pesimismo, que se agudiza desde 2009. Ahora es evidente que la opinión pública española está acusando el golpe de la crisis financiera internacional.

Figura 1. Evolución de la valoración de la situación internacional en la actualidad, BRIE 1 a 25 (noviembre de 2002 a diciembre de 2010)
image001 46


La evolución de las expectativas
Si queremos pulsar el clima de opinión de una sociedad, no podemos quedarnos en la valoración del presente. Es bien sabido que tanto o más importante que la percepción actual son las expectativas respecto al futuro. Por lo tanto, en este apartado vamos a comparar ambas variables.

A finales de 2002 y principios de 2003, la valoración del presente ya era mala, aunque no tanto como en 2004. Las que sí eran tremendamente pesimistas eran las perspectivas de futuro. Ya vimos que un 60% pensaba que el presente era malo. Pero este dato todavía se vuelve más dramático si pensamos que en ese mismo momento sólo un 15% de los españoles albergaba alguna expectativa de mejora de la coyuntura internacional. La Guerra de Irak era este factor de pesimismo.

Conforme se van desarrollando los acontecimientos, ya vimos que la percepción del presente se iba tiñendo de tonos oscuros, hasta la oscuridad en la que cae la opinión pública española tras los atentados del 11-M. También significaron los atentados un cambio en las expectativas, que hasta entonces habían mejorado significativamente. Y es que 2002-2004 es un momento de optimismo respecto al futuro en un contexto de percepción negra del presente. Parece que los españoles pensasen que se había tocado fondo y que a partir de entonces sólo se podía mejorar.

Como dijimos, esta dinámica de disonancia entre el presente y el futuro es la que caracteriza el período 2002-2004. Tras los atentados del 11-M, que supusieron el momento de máxima tensión, se produjo la distensión, por el descenso del porcentaje de españoles que valoraban negativamente el presente.

Sin embargo, la visión más amable del presente, pasada la crisis del 11-M, de nuevo no se tradujo en un mayor optimismo respecto al futuro. “Estamos mejor que antes, pero no espero que mejoremos mucho a corto plazo”. El “valle” que se produce en 2004-2006 por el descenso de las valoraciones negativas del presente no fue acompañado de expectativas positivas respecto al futuro, que de hecho empeoraron ligeramente en el mismo período.

Por lo tanto, hasta ahora lo que tenemos son dos dinámicas relativamente independientes, con momentos en los que los españoles miran el presente con pesimismo y al futuro con optimismo (2002-2004) y, a la inversa, un período en que se mira el presente con algo más de optimismo, aunque al futuro con pesimismo (2004-2006). En definitiva, la primera parte de la década viene marcada por este desajuste entre el presente y el futuro.

En cambio, desde mediados de 2007 se vuelve al pesimismo total, pues las dos dinámicas coinciden. Hay pesimismo tanto en la valoración del presente como del futuro. Caemos en un agujero que en este sentido se parece al de 2002, y del que sólo salimos en 2008, aunque por poco tiempo.

¿Qué sucede a partir de 2008 con el comienzo de la crisis económica? Ya hemos visto que la valoración del presente se va tiñendo de tonos cada vez más oscuros. Es un crecimiento lineal del pesimismo al pensar en la situación actual.

En cambio, la evolución de las expectativas fluctúa mucho más al hilo de las noticias económicas y los discursos políticos. Vemos que en 2009 se pensaba que la situación era mala, pero que se albergaban perspectivas de mejora. A principios de 2010 se alcanza el momento de máxima negatividad respecto al presente pero de mayor optimismo respecto al futuro. Es otro momento de disonancia positiva.

Sin embargo, en 2010 vuelven las sacudidas de los mercados y los anuncios de recortes. La valoración negativa del presente sigue en aumento, y también lo hace la del futuro, de forma que de nuevo estamos en otro de esos agujeros negros que caracterizan la década.

Figura 2. Evolución de la valoración del futuro de la situación internacional, BRIE 2 a 25 (febrero de 2003 a diciembre de 2010)

image002 38


Pasado y presente
Sobre el trasfondo anterior, ¿qué ha sucedido en 2011? A finales de 2010 disminuyó del 82% al 77% el porcentaje de españoles que veían un presente negro. Sin embargo, las expectativas respecto al futuro siguieron empeorando y, de hecho, en 2010 el porcentaje de españoles que veían el fututo con optimismo se redujo en 10 puntos, del 50% al 40%.

Como es sabido, las incertidumbres siguieron en 2011, aunque en la primera mitad algunos datos positivos llevaron a muchos políticos y analistas a pensar en la “luz al final del túnel”. Esto cambia después del verano, en la segunda mitad del año, cuando se empieza a hablar de la posibilidad de una segunda recesión.

El BRIE refleja perfectamente el clima de opinión de la primera mitad del año. La valoración negativa del presente es algo peor que en 2010, pero en la primera mitad del año se estabiliza e incluso disminuye algo. El BRIE también muestra que las expectativas respecto al futuro mejoraron en la primera mitad de 2011, con un significativo 5%.

Figura 3. Valoración negativa del presente y pesimismo respecto al futuro (diciembre de 2010 a junio de 2011)

image003 35

Habrá que esperar hasta diciembre para conocer los resultados del otoño-invierno de 2011. Pero todo hace suponer que la valoración del presente será mala y que las expectativas respecto al futuro pueden ser peores, dada la enorme incertidumbre que rodea los mercados y la política europea.

En perspectiva histórica, no podemos descartar que volvamos a la situación de 2002, que –recordemos– fue el momento de máximo pesimismo de la opinión pública española, tanto en la valoración del presente como del futuro. Y ese es el clima al que tendrá que enfrentarse el gobierno salido de las elecciones del 20-N.

Conclusiones: La década convulsa que ha sido 2001-2010 se ha traducido en un clima pesimista, aunque con enormes altibajos en la opinión pública, sobre todo en lo referido a las expectativas respecto al futuro. En este trabajo se han intentado apuntar las claves de esta evolución en los últimos años.

En primer lugar, hay que tener en cuenta el “doble retardo” español. Los efectos del 11-S norteamericano y el terrorismo internacional naturalmente tuvieron repercusión en la opinión pública española. Pero la amenaza no se hace notar de lleno hasta 2004, con los atentados del 11-M, atribuidos por la mayor parte de los españoles a la participación de nuestras Fuerzas Armadas en la Guerra de Irak. Ésta tuvo un reflejo inmediato en nuestra opinión pública ya antes, por la implicación del gobierno Aznar y el envío de tropas españolas.

Un hiato parecido vuelve a suceder en la segunda mitad de la década con la crisis financiera internacional, que se suele datar con la quiebra de Goldman Sachs. Aunque el impacto objetivo en nuestra economía ya se empezó a dar a partir de entonces, no empezó a entrar en la agenda pública hasta 2009, pasadas las elecciones generales de 2008. Acaso los anuncios de recortes del gobierno socialista en la primavera de 2010 fuesen en este sentido el aldabonazo que supuso un giro en la agenda pública.

Estos son, básicamente, los dos grandes factores que debemos tener en cuenta a la hora de seguir y explicar los cambios en la opinión pública española sobre la situación internacional, repetimos, mediada por la situación nacional. Se puede hablar entonces de un efecto del contexto nacional, desde el que se evalúa la situación internacional.

En estos años, los españoles han vivido varios momentos de pesimismo absoluto, esto es, de valoración negativa tanto del presente como del futuro. Ahora estamos instalados de hecho en una de estas simas, por la incertidumbre que rodea la economía internacional desde el estallido de la crisis financiera.

Sin embargo, en perspectiva histórica, estamos mejor que en la coyuntura de los atentados del 11-S y la Guerra de Irak. Con niveles similares de pesimismo en la valoración del presente, la del futuro era mucho peor entonces, por lo menos hasta ahora.

Sin embargo, está aumentando el pesimismo respecto al futuro, de forma que se puede dar de nuevo la pinza siniestra de una visión negativa del presente y unas expectativas escasas de cambio en el futuro. Este puede ser el clima al que se enfrentará el gobierno salido del 20-N.

Javier Noya
Investigador principal de Imagen Exterior de España y Opinión Pública, Real Instituto Elcano