Tema: La ola de cambio que recorre el Norte de África ha deteriorado las economías de los países más afectados. Marruecos es el único país de la región que sigue mostrando un importante dinamismo económico, lo que le proporciona una ventana de oportunidad para posicionarse en el nuevo mapa económico mediterráneo.
Resumen: El escenario económico norteafricano se ha visto profundamente alterado durante 2011. A diferencia de lo ocurrido en otros países, en Marruecos el crecimiento se ha visto afectado de manera relativamente menor pese a la fragilización de los equilibrios macroeconómicos. Para poder posicionarse favorablemente en el nuevo contexto regional, el país debe acelerar las reformas económicas e institucionales y consolidarlas endógenamente. La UE también debería acompañar e incentivar esas reformas con una visión estratégica a largo plazo, replanteándose los obstáculos a la integración de Marruecos en el mercado europeo. El nuevo posicionamiento de Marruecos no puede producirse sólo por defecto, debido a los problemas de sus vecinos norteafricanos, sino también por méritos propios. España y Marruecos deben valorar este nuevo horizonte estratégico y reconsiderar las trabas al aprovechamiento de las complementariedades productivas entre ambos países.
Análisis: El futuro de Marruecos depende de lo que ocurra en los próximos años en sus vecinos norteafricanos. Ni siquiera la relativa inmunidad geográfica que le procura Argelia puede desvincularle de lo que suceda en Túnez, Libia o Egipto, los tres muy afectados económicamente por los acontecimientos recientes. El escenario regional sencillamente ha cambiado por completo, aumentando su complejidad económica e introduciendo nuevos interrogantes sobre el futuro modelo económico de las transiciones políticas: ¿habrá una reorientación de los flujos comerciales, turísticos y de inversión?; ¿avanzarán unos países más que otros en la integración con la UE?; ¿serán todos ellos capaces de continuar el proceso de reformas económicas?; ¿y de mantener los equilibrios macroeconómicos y el crecimiento?
Pero una vez dado el contexto, lo relevante para Marruecos es decidir qué lugar quiere ocupar en el nuevo mapa mediterráneo y cómo responder a dichos interrogantes. Adaptarse a los cambios e intentar maximizar las oportunidades que ofrecen minimizando sus riesgos es, desde luego, más fácil de decir que de hacer, además de una obviedad. Pero definir las grandes tendencias de esos cambios, identificar sus oportunidades y sus riesgos, y cómo aprovechar los primeros y gestionar los segundos no es un ejercicio tan trivial, especialmente en un contexto complejo y volátil como el actual. Ese esfuerzo recaerá sobre los marroquíes, pero la UE y sus Estados miembros deben acompañarles para aumentar las posibilidades de que fructifique.
Una economía en transición
Con datos del PNUD, Marruecos se sitúa por debajo de la media de los países de desarrollo humano medio, cerrando el ránking norteafricano en la posición 130 del Índice de Desarrollo Humano 2011 (IDH), muy por detrás de Libia (64), Túnez (94) y Argelia (96), en gran parte debido a la alta incidencia del analfabetismo. La esperanza de vida en Marruecos es de casi 72 años, por encima de la media de los países de desarrollo humano medio pero un año más baja que en Argelia y dos años más baja que en Túnez y Libia. Las expectativas de escolarización apenas superan los 10 años, por debajo de la media de los países árabes o los países de desarrollo humano medio, frente a los 13 de Argelia, 14 de Túnez y 16 de Libia.
Los niveles de desigualdad en el ingreso medidos por el índice de Gini son moderados, similares a los de Túnez o EEUU, pero mayores que los de Argelia, que muestra niveles cercanos a los españoles. Aunque el porcentaje de población que padece desnutrición es relativamente reducido, muy inferior al de países de IDH mucho más alto como la mayoría de los latinoamericanos, y comparable al de Rumanía, en Marruecos es el más elevado de la región y está en ascenso: un 13% de la población en 2004-2006 frente al 11% en 1990-1992; para 2004-2006 el porcentaje para Túnez y Argelia era del 10%. Además, los índices de distribución en la ingesta de calorías muestran una situación de mayor desigualdad que en el ingreso. Algo semejante pasa con la pobreza: las tasas no son comparativamente elevadas para un país en desarrollo, pero no se consigue erradicarla y alcanza una gran profundidad, sobre todo en el mundo rural y en algunas zonas peri-urbanas, donde tiende a aumentar.
Estos datos no deben ocultar la situación de pobreza y desigualdad que padece el país, que muchas veces se manifiestan de manera más intensa en rentas no monetarias como la capacidad de acceder al empleo, a las concesiones y servicios públicos, y a la financiación. Pero pone en tela de juicio la interpretación de que las revueltas árabes tienen un origen exclusivamente económico por las malas condiciones de vida de la población. Ese parece ser también el caso marroquí, donde las protestas han sido eminentemente urbanas y las demandas sociales, aunque con contenido de justicia económica, han estado centradas en reclamaciones de carácter político, estrechamente vinculadas a las quejas por la corrupción y la actuación rentista de las elites.
Desde una perspectiva de largo plazo, los vectores de modernización social subyacentes pueden tener mayor peso que los problemas coyunturales o el contagio, en la medida en que son aquéllos los que proporcionan la base para que las demandas de cambio se consoliden. Esos vectores entrañan fenómenos como la urbanización, la transición demográfica y el dividendo económico y social que implica (familias mononucleares más reducidas que facilitan la autonomía y la auto-realización), la emergencia de una clase media formada por profesionales, pequeños y medianos empresarios, y técnicos intermedios, o la exposición internacional que genera el desarrollo de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.[1]
En el plano económico ese dinamismo se aprecia en los indicadores de espíritu empresarial, fuente de movilidad y de transformación social: Marruecos ha doblado la densidad de entrada de nuevas empresas en la segunda mitad de la década pasada, situándose a la cabeza de la región junto con Omán, Túnez y Jordania, y alcanzando los niveles de Turquía.[2] Aunque las elites económicas han capturado parte de las rentas de la liberalización, ésta ha creado nuevas oportunidades de diversificación empresarial conforme se reducían las barreras de entrada; donde éstas han permanecido, los sectores semi-formal e informal han generado multitud de micro-empresas, hasta el punto de que Marruecos ostenta el mayor porcentaje del sector informal sobre el PIB del conjunto de la región, estimado por el FMI en un 44%. Si las reformas en favor de mayor competencia y transparencia en los mercados permiten reducir las barreras de entrada y transvasar parte de la actividad del sector informal al formal, pueden ayudar a consolidar una transición política más ordenada.
Marruecos creció con fuerza en la década pasada, al 4,4% anual entre 2000 y 2005, y algunos años a tasas incluso superiores en su segunda mitad, incluso en un contexto internacional complicado. A diferencia de lo que ocurría en décadas anteriores, la volatilidad del crecimiento ha remitido, hasta el punto de que incluso en años de malas cosechas, como 2007, siguió siendo positivo (2,7%). El crecimiento también ha favorecido la emergencia de empresarios, profesionales liberales y técnicos medios. En 2010 el crecimiento del PIB fue del 3,2% y el FMI tiene para 2011 una previsión del 4,6%, lo que supone un elemento diferencial frente a las peores perspectivas de crecimiento de Túnez y Egipto.[3] Ciertamente, la pluviometría ha soportado el crecimiento marroquí en las dos últimas campañas agrícolas, pero también ha evitado el hundimiento del tunecino.
La inflación se mantuvo en el 1% en 2009 y 2010, aunque los subsidios y los controles de precios mantienen la represión de los precios. El déficit público, en cambio, se ha deteriorado con rapidez, pasando de un superávit del 1,5% del PIB en 2008 a un déficit del 4,5% en 2010, volviendo a los niveles de la primera mitad de la década; el FMI prevé para 2011 un empeoramiento hasta el 5,8% del PIB. La balanza por cuenta corriente entró en déficit en 2008 por la conjugación de la crisis económica internacional y su impacto sobre los mercados europeos de Marruecos, y por el aumento de los precios de cereales y petróleo. En 2000-2005, la cuenta corriente registró un superávit medio del 2,2% del PIB, pero en 2008 entraba en déficit, alcanzando el 4,3% del PIB en 2010 y con previsiones de llegar al 5,2% en 2011. Este deterioro ha supuesto presiones sobre las reservas de divisas, que a finales de 2010 apenas suponían siete meses de importaciones y que el FMI prevé por debajo de seis meses para finales de 2011.
El principal impacto de las revueltas árabes en la economía marroquí puede ser la reducción de su espacio de política fiscal. El coste de financiar la deuda pública (que supuso en 2010 un 51% del PIB de Marruecos y que el FMI estima en un 54% para 2011) ha aumentado en toda la región, y los spreads de los bonos marroquíes no han sido una excepción. El desempleo sigue siendo de los más altos de la región y una gran rémora para la economía del país, afectando al 15% de la población activa y el 32% de los jóvenes. A esto debe añadirse un importante subempleo, buena parte del mismo en la agricultura y el sector informal. Como respuesta a las protestas, el gobierno ha subido los salarios a trabajadores públicos y militares, ha inyectado más de 2.000 millones de dólares para doblar los subsidios (que ya suponen cerca del 30% de los ingresos fiscales), incluido 18.000 nuevos empleos públicos en el último presupuesto y creado un programa de empleo público adicional para universitarios en paro. El esfuerzo fiscal para sostener estas medidas es importante y su sostenibilidad dependerá de que el país sea capaz de mantener niveles elevados de crecimiento.
En el plano exterior, el turismo seguía creciendo en el primer trimestre de 2011, pero ya se registraban indicios de retraimiento de la demanda europea, que supone más del 80% del turismo que recibe el país. El sector representó en 2010 más del 12% del empleo y más del 7% del PIB. En el segundo trimestre del año la aportación del sector turístico al PIB cayó casi un 4%. El atentado de Marrakech de abril de 20110 supuso un golpe más abrupto que las protestas, pero si se consolida una percepción de inestabilidad el impacto puede ser duradero y contrarrestar el desvío de turistas desde Túnez y Egipto. Por otro lado, el efecto de los mayores precios de energía y alimentos previstos para 2011 sobre las importaciones y el déficit fiscal (por el coste de los subsidios) ha sido calculado por el FMI en más del 2% del PIB. Sólo el aumento de precios de los fosfatos y una cosecha récord han permitido a Marruecos contener el déficit comercial. Las inversiones extranjeras, ya muy afectadas por la crisis, prácticamente han desaparecido en los últimos meses, si bien el mantenimiento del investment grade por las agencias de calificación permite cierto optimismo para el futuro.
El margen de maniobra económico del gobierno para afrontar las nuevas demandas sociales es ahora más estrecho. El crecimiento de los últimos meses se ha visto apoyado por una buena cosecha, los subsidios y otras políticas de demanda. Pero el impacto conjunto de la crisis económica en los clientes europeos de Marruecos y de la situación de incertidumbre regional, incrementará la restricción exterior con un deterioro de la balanza por cuenta corriente hasta alcanzar un déficit de casi el 6% del PIB en 2011. El FMI prevé como consecuencia una fuerte contracción en el nivel de reservas del país, pero una estabilización de la deuda externa en los niveles actuales, por debajo del 25% del PIB.
Las previsiones apuntan a un deterioro de las condiciones económicas a corto plazo, pero en menor medida que en Túnez y Egipto. Esto coloca al país en una situación de partida comparativamente favorable si sabe aprovechar sus oportunidades. Un Marruecos estable y abierto en lo político y lo económico, capaz de mejorar el entorno institucional y atraer inversiones, podría ser uno de los ganadores económicos de la ola de cambio que recorre la región. No obstante, esas oportunidades se ven condicionadas a las respuestas a sus retos económicos y políticos: mantener el crecimiento y los equilibrios macroeconómicos al tiempo que satisface las crecientes demandas sociales; y, en paralelo, aplicar los cambios políticos demandados manteniendo la estabilidad. En este contexto nacional, ¿cuál puede ser el lugar de la economía de Marruecos en el nuevo mapa regional?
Marruecos y la UE en un Mediterráneo diferente
El entusiasmo de la comunidad internacional por las transformaciones políticas en la ribera sur del Mediterráneo se ha ido enfriando conforme quedaba de manifiesto la complejidad del proceso. Pero es evidente que la consolidación de la democracia y la economía de mercado en un grupo amplio de países de la región implicaría un cambio que ha sido comparado con la caída del muro de Berlín. La comparación puede ser forzada, dadas las diferentes perspectivas de integración ofrecidas entonces a los países de la ampliación y ahora a los vecinos mediterráneos; y también por la cerrazón que el socialismo real imponía a las economías de aquellos países frente a la liberalización que han acometido los países del sur del Mediterráneo en los últimos años.
Algunas cifras pueden ayudar a poner la comparación en perspectiva. Por limitarla a las exportaciones, en 1989 la UE dirigía apenas un 0,8% de sus exportaciones a los países de la ampliación al este;[4] en 2010, éstos representaban casi el 8,5% de sus exportaciones. En 1989, la UE realizaba con el conjunto de Oriente Medio y el Norte de África el 4,7% de sus exportaciones; en 2010 apenas habían subido al 5,6%. Con los países socios mediterráneos (PSM), las exportaciones europeas pasaron del 2,7% en 1989 al 3,6% en 2010. Esos porcentajes varían mucho por Estado miembro. Por ejemplo, para España los PSM absorbieron en 2010 el 6,6% de sus exportaciones, frente al 3% de las exportaciones alemanas. En sentido contrario, el 11% de las exportaciones alemanas se dirigen hacia los 10 países del este de la UE, mientras que éstos representan el 4,2% de las exportaciones españolas. En suma, probablemente los flujos comerciales europeos no presentan el mismo grado de potencial con los PSM que con la Europa Oriental de 1989, precisamente porque ya son mucho más importantes de lo que entonces eran aquéllos, especialmente para los Estados miembros mediterráneos.
Pero además queda potencial para incrementar las relaciones económicas en un escenario de mayor integración y modernización más acelerada de las economías de la región, dentro de la cual Marruecos es actualmente la más dinámica. Su cercanía a Europa le proporciona una posición geo-económica privilegiada. Los esfuerzos de diversificación canalizados a través de grandes planes nacionales empiezan lentamente a dar sus frutos. En los últimos años el país se ha integrado en algunas redes industriales transnacionales, especialmente europeas, como la agroindustria, materiales de construcción, el textil, el automóvil y la electrónica. También se ha esforzado por mejorar la productividad de su agricultura, el atractivo de su sector turístico y el desarrollo de los servicios offshore. La geografía le convierte también en el país mejor posicionado para beneficiarse del despliegue a largo plazo de las energías renovables en la ribera sur del Mediterráneo para abastecer los mercados europeos.[5]
A esto debe añadirse su posición internacional. Aunque se trata de una economía pequeña, Marruecos es miembro de la OMC y la densidad de sus relaciones con la UE y EEUU tiende a ser más elevada que la de otros países de su entorno, quizá con la excepción de Egipto. La UE le ha otorgado un Estatuto Avanzado, sea ello lo que fuere, y siempre ha figurado entre el grupo de países mediterráneos más dispuesto a avanzar en la integración económica con la UE. Sus relaciones con EEUU también son privilegiadas: tiene un acuerdo de libre comercio que funciona satisfactoriamente; forma parte de las monarquías árabes cuya transición “tranquila” EEUU parece dispuesto a apoyar; y se encuentra en el eje atlántico que EEUU intenta tejer para equilibrar el peso creciente de China en el eje del Pacífico. Todos estos vectores, internos y externos, aunque no exentos de debilidades (bajo desarrollo humano relativo, productividad reducida, desempleo y problemas institucionales varios), colocan a Marruecos en una posición de salida ventajosa en el actual contexto mediterráneo.
Los cambios en las relaciones económicas euro-marroquíes son de orden cualitativo, pero las estadísticas aportan un orden de magnitud. Según Eurostat, en 2010 Marruecos supuso el 1% de las exportaciones de bienes de la UE-27 (en la posición nº 24 del ránking de importadores de la UE), y el 0,5% de sus importaciones (nº 35 en el ránking de exportadores a la UE), con un saldo comercial favorable a la UE de más de 5.000 millones de euros. En ese mismo año, la UE representó cerca del 60% de las exportaciones e importaciones de Marruecos, seguida por China (un 6,4%) y EEUU (5,7%). Las exportaciones marroquíes a la UE se han diversificado lentamente, y las manufacturas ya representan más del 60% de las mismas, sobre todo textiles, pero también manufacturas de mayor valor añadido. La diversificación también se plasma en los servicios: en 2009, Marruecos representó el 1% de las importaciones de servicios de la UE y el 0,5% de sus exportaciones. Y en las inversiones: en 2009, el stock de inversiones de la UE en Marruecos alcanzaba casi los 14.000 millones de euros, lejos de los 52.000 millones de Turquía y los 26.000 millones de Egipto, pero muy por encima de cualquier otro país mediterráneo.
En suma, las dinámicas de largo plazo parecen apuntar que Marruecos está maduro para avanzar en la integración económica con la UE a un ritmo más rápido que el resto de países de la región. Al mismo tiempo, en el corto plazo la incertidumbre regional y cómo puede afectar a la evolución del país permanece, y parece importante disiparla cuanto antes. El desafío para Marruecos es responder, política y económicamente, a los retos de la nueva situación. Para la UE, consiste en plantear un modelo creíble de integración a Marruecos que extienda las opciones de europeización adoptadas por el país hasta la fecha. Eso pasa por proveer incentivos para anclar las reformas realizadas o planeadas y ofrecer nuevas perspectivas que permitan avanzar en las pendientes. La cuestión es qué incentivos proveer, en qué magnitud, y cómo hacerlo.
Empezando por el final, uno de los riesgos que se perciben en las transiciones de Egipto y Túnez es que la captura de las reformas económicas por parte de las elites en el pasado desacredite esas reformas en el futuro. La concentración del poder económico es una constante de los regímenes de la ribera sur del mediterráneo, y la UE se ha percibido como muy cercana a esas elites. Por tanto, lo primero es asegurar la inclusividad de esos incentivos, que alcancen a los sectores de la población marroquí excluidos hasta la fecha de los esquemas euro-mediterráneos. Otro tema de discusión es la condicionalidad: si los incentivos crecen con la disposición a reformar, política y económicamente, pueden acompañar una transición más ordenada en lo económico. En todo caso, la primacía de lo político en la situación actual hace que el componente fundamental del cambio sea endógeno.
La magnitud de los incentivos es, junto con su distribución, el objeto subyacente a la polémica europea. De un lado se sabe que los incentivos han de ser importantes para estar a la altura de los desafíos. Por otro, se sabe que su provisión debe ser inmediata, porque en la actual situación de incertidumbre la tasa de descuento de los incentivos ha subido vertiginosamente. Más que antes de las revueltas, un incentivo hoy tiene un valor muy superior a ciento mañana. Los enfoques graduales han perdido su atractivo, y se requieren medidas inmediatas más que de gran magnitud. Esa magnitud de los incentivos será además en el período previsible muy limitada. La “primavera árabe” ha sorprendido a la economía europea en su situación más complicada en décadas, lo que plantea graves dificultades para realizar programas de cooperación financiera sustanciales o concesiones comerciales que entrañen amenazas a los niveles de empleo a corto plazo, aunque ambos presenten claras oportunidades a un plazo más largo.
El carácter de los incentivos ha sido tratado por la Comisión Europea y la alta representante en dos comunicaciones conjuntas: A Partnership for Democracy and Shared Prosperity with the Southern Mediterranean[6] y A New Response to a Changing Neighbourhood.[7] El primer documento reconoce las dificultades económicas que afrontan las transiciones y la necesidad de acompañarlas con ayuda financiera, aunque de manera condicionada y diferenciada según sus avances en democratización y derechos humanos. Se reconoce también la necesidad de proveer incentivos para la sostenibilidad económica de las transiciones. Aparte de los incentivos financieros, se apuntan la liberalización del comercio agrícola y los servicios, el apoyo al desarrollo rural y a la modernización agrícola, la movilidad de los trabajadores, el apoyo a las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones, a las PYMES, a las renovables y al transporte, y una Comunidad Euromediterránea de la energía.
El segundo documento aborda las prioridades del “Partenariado por la Democracia y la Prosperidad Compartidas”, en las que hay lugar para la convergencia de las preferencias marroquíes, y en alguna de ellas se menciona explícitamente al país, como en un eventual Partenariado de Movilidad de la mano de obra. La mejora de la cooperación industrial, el lanzamiento de proyectos piloto de desarrollo agrícola y rural, o focalizar la Unión para el Mediterráneo (UpM) en proyectos que beneficien a las poblaciones, son todos ellos procesos de los que Marruecos puede beneficiarse, si bien carecen para el país de la relevancia de vectores como la movilidad, la liberalización agrícola o el despliegue de las energías renovables.
El énfasis en la cooperación energética sigue la estela del Plan Solar Mediterráneo de la UpM para proponer un partenariado para las energías renovables y la eficiencia energética. A ello se añade la perspectiva a medio plazo de la integración en el Tratado de la Comunidad de la Energía o la creación de una Comunidad Euro-mediterránea de la Energía, que entrañaría la convergencia hacia el acquis energético comunitario. En un escenario euro-mediterráneo de despliegue de las energías renovables, Marruecos es uno de los principales beneficiarios potenciales: cuenta con la única interconexión eléctrica con la UE de la ribera sur del Mediterráneo; tiene experiencia en la cooperación eléctrica con la UE y en la sincronización del Maghreb con el sistema eléctrico europeo; cuenta, junto con Egipto, con el mix renovable más diversificado de la región, con un potencial importante en recursos solares, eólicos y, en menor medida, de hidroelectricidad y biomasa; y, finalmente, puede converger con mayor facilidad hacia un marco regulatorio basado en el acervo comunitario que países productores de hidrocarburos como Argelia y Libia.
El vector agrícola, en cambio, parece bloqueado. Las apelaciones a garantizar un mejor acceso a las exportaciones agrícolas marroquíes se limitan a acelerar la entrada en vigor del Acuerdo Agrícola UE-Marruecos de 2009, cuyas modestas concesiones comerciales por parte comunitaria se limitan a ampliar los contingentes de productos sensibles sin variar los precios de entrada ni los calendarios de importación. A pesar de ello, los agricultores europeos, especialmente (pero no sólo) los españoles, han mostrado su oposición al Acuerdo, que sigue bloqueado en el Parlamento Europeo. Este bloqueo obstaculiza la apertura de cauces de entendimiento a nuevos sectores y, dentro del propio sector agrícola y agroindustrial, la creación de dinámicas de complementariedad de las que tanto Marruecos como la UE (y España) podrían beneficiarse.
En resumen, el modelo de integración que la UE ofrece a Marruecos sigue siendo fragmentario y poco reconocible, y no proporciona incentivos claros. El camino hacia la creación de un Espacio Económico Euro-mediterráneo a imagen y semejanza del Espacio Económico Europeo que contenía implícitamente la Política de Vecindad ha ido perdiendo credibilidad, y con él las expectativas de integración profunda de Marruecos con la UE. Esto obliga a replantear los obstáculos a la integración de Marruecos en el mercado europeo desde una perspectiva menos cortoplacista, aunque de mayor exigencia política. Pese a sus dificultades económicas, la UE parece haber interiorizado que algo debe cambiar en sus relaciones con una ribera sur del Mediterráneo muy diferente a la de principios de 2011. Los cambios en la región pueden avanzar en muy diversos sentidos, estancarse o incluso retroceder en algunos países, pero será difícil restablecer los antiguos equilibrios. En cualquier escenario, la relación Marruecos-UE no puede permanecer ajena a estas transformaciones.
Conclusiones: En el actual contexto regional del Norte de África, Marruecos se encuentra en disposición de consolidarse, por delante de Egipto y Túnez, como el país con mayor capacidad para aprovechar las oportunidades que ofrece el nuevo mapa geo-económico mediterráneo. El crecimiento económico no ha resultado tan dañado y las incertidumbres sobre el modelo económico son menores. Pero esa ventana de oportunidad puede ser estrecha y, para aprovechar estas ventajas relativas, es necesario que las reformas progresen y se consoliden endógenamente, proyectando un modelo político y económico consistente con lo que se ha denominado “el lado correcto de la Historia”.
Una de las lecciones aprendidas de las revoluciones de Túnez y Egipto (y por oposición de Libia y Siria) es que los regímenes más interdependientes con la economía internacional son más vulnerables a las revueltas: la pérdida de ingresos turísticos, la depreciación de la moneda y del rating de la deuda, la paralización de inversiones extranjeras y la salida de capitales, y las perturbaciones logísticas de las exportaciones elevan considerablemente el coste económico de la inestabilidad. Eso facilita la convergencia de intereses a favor del cambio político de actores económicos hasta entonces ajenos a las protestas, a menos que el propio régimen canalice las demandas sociales mediante reformas políticas y económicas. El gobierno marroquí que surja de las próximas elecciones afronta el doble reto de dar respuesta a esas demandas y a las expectativas internacionales en un contexto más exigente. Desde esa perspectiva, ganar tiempo distribuyendo rentas no es una opción óptima, sobre todo porque la ventana de oportunidad que proporciona una situación tan fluida como la actual puede ser de corta duración.
Por el lado europeo, es preciso que la UE y sus Estados miembros acompañen el proceso con una visión igualmente estratégica sobre el papel que Marruecos puede jugar en un Mediterráneo más próspero y democrático. Frente a las incertidumbres que plantea el rumbo de la política económica en Egipto o Túnez, por no hablar de Libia y Argelia, Marruecos puede posicionarse como el más sólido socio natural de la UE en la región a corto plazo. Y no sólo de la UE. Otros actores internacionales como EEUU, las monarquías del Golfo y países emergentes como Brasil y China también querrán revisar sus estrategias regionales y Marruecos ya forma parte de ellas, como revela la invitación del Consejo de Cooperación del Golfo a sumarse al club de las monarquías árabes, cortésmente declinada por Marruecos.
No obstante, ese nuevo posicionamiento del país no puede producirse exclusivamente por defecto como resultado de los problemas del resto. Como se apuntaba en el análisis precedente, un Marruecos estable y abierto en lo político y lo económico, capaz de mejorar el entorno institucional y atraer inversiones, podría ser uno de los ganadores económicos de la ola de cambio regional. Tanto Marruecos como la UE deben encontrar formas de señalar un nuevo compromiso económico que consolide las ventajas del primero por méritos propios, y no a expensas de sus vecinos norteafricanos. El resultado de semejante estrategia resulta fundamental para España, para la que Marruecos constituye un socio económico de primer orden. Parece importante que España incorpore esta nueva perspectiva y lidere el acompañamiento europeo de ese posicionamiento marroquí, reconsiderando los obstáculos que permanecen para la integración productiva de ambos países y para el aprovechamiento mutuo de sus complementariedades. Aunque eso sólo puede darse si Marruecos también percibe a España como elemento indisociable de su nuevo encaje en el escenario económico euro-mediterráneo.
Gonzalo Escribano
Investigador principal y director del Progrma de Energía, Real Instituto Elcano
[1] Véase al respecto G. Escribano (2011), “Cambio político y economía en el mundo árabe: algunas implicaciones para España”, ARI nº 49/2011, Real Instituto Elcano; y G. Escribano (2011), “Economía del cambio en el mundo árabe”, Política Exterior, nº 141, mayo/junio.
[2] Número de sociedades limitadas registradas por cada 1.000 personas en edad de trabajar. En Marruecos la densidad de entrada pasó de 0,5 a 1,3 entre 2004 y 2009; en 2009 la tasa era de 4,5 en Israel, 1,2 en Túnez, 0,9 en Turquía, 0,7 en Jordania, 0,4 en Argelia y 0,1 en Egipto (2008). Datos del Entrepreneurship Database del Banco Mundial.
[3] En Túnez el FMI prevé para 2011 un crecimiento nulo en Túnez, del 1,2% en Egipto y del 2,9% en Argelia. FMI (2011), Regional Economic Outlook, Middle East and Central Asia, Washington DC, octubre, http://www.imf.org/external/pubs/ft/reo/2011/mcd/eng/pdf/mreo1011.pdf.
[4] Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y Eslovenia. Datos de Datacomext.
[5] Véase G. Escribano (2010) Marruecos y la internacionalización de la empresa española, Real Instituto Elcano-ICEX-ICO, Madrid.
[6] Bruselas, 8/3/2011 COM(2011) 200.
[7] Bruselas, 25/05 /2011 COM(2011) 303.