Tema: ¿Cómo ven los ciudadanos europeos y norteamericanos las relaciones transatlánticas? El reciente estudio Transatlantic Trends 2003 del German Marshall Fund da algunas claves.
Resumen: A tenor de los resultados del estudio Transatlantic Trends 2003 hay diferencias entre las opiniones públicas de Europa y EEUU, pero son más los puntos que las unen que los que las separan. Cuando las hay, la causa de las divisiones es la divergencia de valores entre Europa y EEUU en lo relativo al poder militar y su uso legítimo. Los norteamericanos son más militaristas, pero ahora mismo también muestran síntomas de cansancio por los costes que les supone su hegemonía militar. De ahí que mientras muchos europeos desean menos poder de EEUU, muchos norteamericanos desean un mayor poder de Europa, aunque no sólo porque sean multilateralistas sino también porque parecen cansados de soportar solos el peso. Sin embargo, respecto a esta cuestión de si deben ser también una potencia militar -pero también en otros de las relaciones transatlánticas- los europeos están profundamente divididos. Y se diría que cuanto más se aleja Europa de EEUU, más se divide a sí misma.
Análisis: El estudio internacional Transatlantic Trends 2003, cuyos primeros resultados acaban de ver la luz, nos permite analizar el estado de las relaciones transatlánticas tal y como lo percibe la opinión pública europea y norteamericana. La encuesta ha sido realizada por el German Marshall Fund de EEUU y dos fundaciones europeas, la italiana Compagnia di San Paolo y la Luso-American Foundation, en EEUU y siete países europeos (Alemania, Francia, Holanda, Italia, Polonia, Portugal y Reino Unido). Entre el 15 y el 25 de junio de 2003 en cada una de las naciones se llevaron a cabo unas 1.000 entrevistas telefónicas (excepto en Polonia, donde fueron personales por la baja penetración del teléfono en los hogares).
Aparte de otras cuestiones que también se tratan, el eje del estudio lo constituyen las relaciones transatlánticas, que será lo que glosaremos en este análisis. El tema clave que late constantemente es el de la brecha creciente entre EEUU y Europa.
La brecha
Desde luego, los europeos y los norteamericanos no coinciden en la valoración de muchos temas de política exterior. Las mayores divergencias se ponen de manifiesto claramente en la visión del problema de Oriente Próximo. En una escala de 0 a 100, la valoración de los palestinos es similar a ambos lados del charco, 43 en Europa y 39 en EEUU, pero las diferencias emergen en la valoración de Israel (43 y 60, respectivamente).
Los europeos también son más partidarios de incrementar la presión sobre Israel. La idea de imponer sanciones económicas a este país para que se retire de territorio palestino encuentra un 65% de partidarios en Europa, frente al 52% de EEUU. Por el contrario, los norteamericanos se muestran más partidarios de presionar también a los palestinos. La estrategia de cortar la ayuda económica a los palestinos para que cese el terrorismo sobre Israel consigue un 72% de abanderados en EEUU frente al 52% de Europa.
La política exterior de Bush recibe una valoración positiva del 60% de los norteamericanos frente a sólo el 30% de los europeos. Más en concreto, preguntados respecto al ataque a Irak “si los resultados de la guerra compensan la pérdida de vidas humanas y los otros costes”, así lo creería el 55% en EEUU, mientras que el porcentaje se reduce a la mitad (25%) en Europa.
Ahora bien, estas discrepancias no parecen obedecer a percepciones muy diferentes de los peligros y riesgos a escala mundial. El terrorismo internacional se considera una amenaza por igual, de modo que el porcentaje de ciudadanos que se sienten amenazados es del 95% a ambos lados del Atlántico. Y otro tanto sucede con el fundamentalismo islámico, el conflicto palestino-israelí o las armas de destrucción masiva en Irán: para las tres cuestiones, el porcentaje de ciudadanos que se sienten amenazados es del 80% tanto en EEUU como en Europa. Únicamente Corea del Norte parece resultarles un poco más amenazante a los norteamericanos que a los europeos (93% frente a 84%).
¿Qué es lo que causa el hiato en las opiniones? Si las percepciones de amenazas no son distintas, las raíces del desencuentro deben buscarse en otras partes. Las discrepancias obedecen a valores que son distintos en un aspecto muy concreto: la importancia del poder militar y el uso legítimo de la violencia.
En ambos casos se está de acuerdo en que el poder económico es más importante que el militar: sólo encontramos un porcentaje ligeramente más alto en Europa (80%) que en EEUU (69%). Y si nos fijamos en las preferencias de gasto público de los ciudadanos, no hay tantas diferencias en lo relativo a la partida de Defensa. Se está de acuerdo en que hay que gastar: el porcentaje que afirma “que se gasta demasiado” es bajo en ambos casos (25% en EEUU y 31% en Europa). En comparación, encontramos más diferencias respecto a la idea de “que se gasta demasiado en ayuda y cooperación” (59% en EEUU, frente a 31% en Europa).
Por lo tanto, la clave en el fondo no es si hay que estar armado o no, punto en el que hasta cierto punto hay coincidencia, sino en si antes de usar la fuerza se deben intentar otras vías. Lo que realmente marca las diferencias es el uso de la violencia como instrumento legítimo. La idea de que “en determinadas circunstancias la guerra es necesaria para hacer justicia” es secundada por el 84% de los ciudadanos de EEUU frente al 48% en Europa (excepto en el Reino Unido, en donde se alcanza el 74%).
Al profundizar en esta cuestión de la justificación de la violencia, en la encuesta se experimentó muy inteligentemente con distintos escenarios, con el fin de poder estimar cuánto afectaban las circunstancias concretas a la valoración del entrevistado. Éste podía elegir entre el uso de la violencia y de las sanciones económicas según apoyasen una u otra vía EEUU o Europa, y según fuese contra países que acogen terroristas y contra países que amenazasen a otros con armamento nuclear. En total había hasta ocho escenarios distintos.
Pues bien, independientemente de las circunstancias y de la postura de los gobiernos, para la población tanto de EEUU como de Europa la opción militar es second best. Lo que sucede es que, de nuevo con independencia de las circunstancias, en EEUU siempre se legitima más la violencia que en Europa. Como diría Cooper, los europeos viven en un mundo postmoderno, los norteamericanos en un mundo moderno; o en la visión de Kagan, Europa es Venus y EEUU es Marte. Y ambos “planetas” están de acuerdo en que las dos partes “tienen valores sociales y culturales diferentes”: 83% de los encuestados en EEUU y 79% en Europa. Ahora bien, son planetas distintos, pero giran alrededor del mismo sol. Hay mecanismos comunes que mueven a ambas opiniones públicas.
En la encuesta, de nuevo en un experimento con mucha enjundia, se plantea al entrevistado si su país debería apoyar un ataque en cuatro escenarios que se diferencian por el multilateralismo, esto es, por el número de países y el paraguas de las instituciones que legitiman el ataque: si sólo lo apoyase EEUU, si EEUU también contase con sus aliados, si lo avalase la OTAN, o si lo respaldase la ONU.
Tanto si el país a atacar es Corea como si se trata de Irán, las respuestas resultantes del experimento corroboraron el mayor militarismo de los norteamericanos: el respaldo al ataque es siempre mayor en EEUU que en Europa. Ahora bien, también es interesante constatar dos similitudes no desdeñables:
• Que en ambos lados del Atlántico se justifica más contra Irán que contra Corea, lo que indica que tienen una percepción de amenazas parecida, y
• Lo que es más importante: en ambos países la legitimación es siempre mayor conforme aumenta el multilateralismo de la acción, de manera que por ejemplo, si lo respalda la ONU, el porcentaje de apoyo al ataque contra Irán es prácticamente el mismo en EEUU que en Europa, un 75%.
La opinión pública de EEUU es multilateralista. Y de hecho a muchos norteamericanos el unilateralismo les parece tan peligroso como a los europeos. Que es una peligro “la tendencia de EEUU a ir por libre” lo cree el 78% de los europeos, pero también hasta un 67% de los norteamericanos.
Otra muestra de las convicciones multilareralistas comunes es también que la opinión sobre la ONU sea positiva en el 66% de los casos en EEUU, y sólo un poco más (76%) en Europa. Sólo cuando hay circunstancias excepcionales que justifiquen la violencia, “si los intereses vitales de nuestro país están amenazados”, para el 57% de los norteamericanos “está justificado ignorar a la ONU”, mientras que el porcentaje es del 40% en Europa.
En conclusión, hay importantes diferencias de valores, pero también percepciones y estrategias parecidas ante problemas comunes.
El europeísmo de los norteamericanos
¿Cómo perciben las dos partes sus encuentros y desencuentros? En la encuesta se preguntaba si en los últimos tiempos Europa y EEUU se han acercado, separado o seguido igual. Encontramos el mismo porcentaje de europeos y norteamericanos –un 35%- que consideran que se han separado. Respecto a si se ha seguido igual, el porcentaje es mayor en EEUU (41% frente a 34% en Europa). Por lo tanto, podemos deducir que los europeos parecen más frustrados que los norteamericanos en la medida en que éstos no aprecian tanto el deterioro como los primeros.
Seguramente Europa es más sensible porque es la parte débil. Se siente un poco más amenazada por EEUU de lo que éste se sienten por Europa. Y ya no sólo en el aspecto militar. En la cuestión de la competencia económica, Europa se siente más amenazada por EEUU de lo que éste se siente por Europa. El porcentaje de europeos que considera a EEUU una amenaza económica es del 65%, mientras que el de norteamericanos que consideran así a Europa es del 49%. Por otra parte, EEUU también se siente menos dependientes de Europa. Para los norteamericanos es casi tan importante Asia (36%) como Europa (50%).
En cualquier caso, el porcentaje de ciudadanos tanto de EEUU como de Europa que creen que “deberían ser más independientes” en sus relaciones internacionales es idéntico y no supera el 50% a ambos lados del Atlántico, a pesar de la coyuntura actual. La misma reciprocidad la encontramos en el aprecio que se tienen ambos mundos. Las valoraciones mutuas siguen siendo positivas e idénticas. En una escala de 0 a 100, los europeos dan a Estados Unidos un 57, y los norteamericanos a los europeos un 60.
El impacto de las circunstancias actuales se ha hecho notar, aunque no en la manera en la que se ha especulado. Ha habido cambios respecto a hace un año. Los europeos han enfriado su atlantismo, pues el indicador baja desde 64 al 60 que acabamos de mencionar, pero, por el contrario, parece que los norteamericanos han avivado su europeísmo, pues la puntuación dada a los europeos ha subido del 53 al 60.
Podemos decir, por lo tanto, que son los europeos los que ahora aprecian menos a los norteamericanos. Algunas otras preguntas refuerzan este diagnóstico. Para el 45% de los europeos no es deseable que EEUU ejerza un liderazgo mundial tan marcado, pero para el 80% de los norteamericanos sí que sería deseable que Europa ejerciese ese liderazgo: creen que hace menos de lo que podría y debiera.
El estudio permite profundizar en esta cuestión de la unipolaridad y la multipolaridad. Como era de esperar, que EEUU debería ser el único superpoder lo cree sólo un 10% de europeos, pero también sólo el 42% de los norteamericanos. Por lo tanto, éstos son menos unipolares de lo que pensamos los europeos. Lo corrobora también el hecho de que hasta un 37% de los norteamericanos defienda que la UE sea también un superpoder, algo que también querría el 71% de los europeos.
Dentro de los europeístas norteamericanos también encontramos un porcentaje significativo que desean ese mayor papel de Europa incluso “aunque a veces se enfrentase a las políticas de EEUU”: así lo dice el 83% de los norteamericanos partidarios de la superpotencia europea. Y entre los norteamericanos que desean seguir siendo el único superpoder y rechazan la idea de una superpotencia europea (un 42%) exactamente la mitad acabarían aceptando esta última posibilidad cuando se les recuerda que entonces Estados Unidos podría compartir con Europa “el coste y los riesgos de los problemas globales”.
En cualquier caso, entre los europeos y norteamericanos que quieren que Europa sea una superpotencia hay coincidencia en señalar mayoritariamente que el objetivo debe ser la cooperación en la acción internacional. Los pocos (sobre todo europeos) que no prefieren la cooperación, están divididos entre quienes quieren la competencia (10 a 15%) y quienes prefieren hablar mejor de contrapeso (20 a 25%). Pero éste es sólo uno de los muchos puntos de disenso en el Viejo Continente, porque éste está profundamente dividido.
Europa dividida
Los europeos, sean del país que sean, creen mayoritariamente que Europa “puede tener influencia en la solución de los problemas del mundo mediante instrumentos como la diplomacia, el comercio o la ayuda al desarrollo” (88%). Por el contrario, la mayoría de las opiniones públicas nacionales están fragmentadas en el punto clave de si, además de un poder blando, Europa debe tener algún poder duro, militar. En el estudio del GMF, a los europeos que opinaron que Europa también debería ser una superpotencia –que, recordemos, era la mayoría (71%)- se les preguntó si seguirían dispuestos a ello aunque supusiese aumentar el gasto militar. En el conjunto de Europa, los resultados fueron que el 51% sí lo estaría y el 44% no. Pero estos porcentajes son prácticamente los mismos en todos los países, de modo que es una división recalcitrante, y patente sobre todo en Alemania (49 y 48%), pero también en Polonia. Y lo que es más: en Holanda, las personas en desacuerdo con la vía militar incluso superan a las que están de acuerdo. Italia y el Reino Unido son los únicos países en los que parece mayor la voluntad de asumir el coste militar de la supremacía entre quienes pretender equipararse con EEUU.
La anterior es una profunda división transversal, en el sentido de que atraviesa todos los países por igual. Pero a la fisura dentro de cada país hay que sumar la división entre países en temas clave. En lo relativo a la valoración positiva de la política exterior de Bush, por ejemplo, detrás de la media europea del 30% encontramos una enorme variación. Los mayores detractores son Francia (11%) y Alemania (15%). Entre los partidarios, el más ferviente es Polonia, con un 58%. Siguen Italia y Portugal con un 40%, y después el Reino Unido con un 35%.
Respecto a qué es más importante para los intereses del país, si Europa o EEUU, el 77% de los entrevistados europeos dicen que la UE, el 13% que EEUU y el 7% que ambos. Ahora bien: en Inglaterra tenemos un 36% de entrevistados que dicen que EEUU, pero también en Polonia, un 16% que opinan que los dos son importantes.
Con todo, la grieta no se abre sólo entre el centro y la periferia europea, sino también en el mismo núcleo. En la cuestión de si Europa se ha separado de EEUU, teníamos una media del 36% de europeos que así lo creían. El porcentaje ascendía al 50% en Alemania. Por el contrario, en Francia la mayoría (50%) piensa que se han mantenido iguales. Lo anterior quiere decir que en Alemania se ha vivido más trágicamente el alejamiento, quizá porque siempre ha habido menos antiamericanismo que en Francia. Por lo tanto, se puede aventurar que cuanto mayor sea la separación de EEUU, también mayor puede ser la fractura en el núcleo europeo.
Conclusiones: Se pueden enumerar varias conclusiones importantes a partir del estudio Transatlantic Trends 2003 que cuestionan algunos de los lugares comunes actuales. En primer lugar, hay diferencias entre Europa y EEUU, pero son más los puntos que unen que los que separan. Aunque se ha tensado, el vínculo resiste.
En cualquier caso, la causa de las divisiones no es la percepción de amenazas ni la actitud ante las instituciones internacionales. La clave es la división de valores entre Europa y EEUU en lo relativo al uso de la violencia, que probablemente tiene causas históricas y sociales profundas que no tienen que ver con la escena internacional.
Mientras muchos europeos desean menos poder de EEUU, muchos norteamericanos desean un mayor poder de Europa, aunque no porque sean multilateralistas (interés ajeno) sino porque parecen cansados de soportar el peso (interés propio). Parece que se trata de repartir los costes aunque haya que repartir el poder, pero sin perderlo del todo.
Finalmente, Europa está profundamente dividida. A la tensión dentro del núcleo de la UE (por el atlantismo del Reino Unido y el sentimiento pro-americano en Alemania) hay que añadir el nuevo atlantismo de los países de la ampliación al Sur (Portugal o Italia) y al Este (Polonia). Se diría que cuanto más se aleja Europa de EEUU, más se divide a sí misma.
Javier Noya
Investigador principal, Área de Imagen Exterior y Opinión Pública
Real Instituto Elcano