Tema: La decisiva reelección del Presidente George W. Bush (con una mayoría republicana más amplia en ambas cámaras del Congreso) confirma que Estados Unidos es un país de centro-derecha. No obstante, el país permanece dividido. De hecho, la campaña presidencial puso de relieve las divisiones culturales existentes en el seno de la sociedad estadounidense, que en muchos aspectos reflejan la fuente de las actuales tensiones transatlánticas.
Resumen: Aunque la campaña presidencial se ha visto determinada fundamentalmente por el terrorismo y la guerra en Irak, el núcleo de estas elecciones ha estado centrado en los valores morales: una quinta parte de los votantes afirmó que lo que más le preocupaba eran dichos valores (la misma proporción que afirmó que lo que más le preocupaba eran el terrorismo y la economía) y ocho de cada diez de ellos votaron a Bush. De hecho, la carrera presidencial de este año ha marcado un hito en la política estadounidense: John Kerry ha sido el primer candidato presidencial de la historia de este país con una visión del mundo plenamente posmoderna. En marcado contraste, las ideas conservadoras tradicionales de George W. Bush se basan en una visión esencialmente moderna. Aunque los votantes decidieron apostar por lo que consideraban las certidumbres religiosas y morales ofrecidas por Bush, en realidad el público estadounidense se encuentra dividido a partes iguales por lo que respecta a los valores culturales. Las denominadas guerras culturales en el seno de la sociedad estadounidense reflejan la preponderancia cada vez mayor de una visión posmoderna del mundo, marcada por el secularismo y el relativismo moral frente a los absolutos tradicionales asociados a las raíces cristianas de los inicios de este país. Ésta es ya la norma en Europa occidental, pero en Estados Unidos está tan sólo empezando a emerger como un factor significativo en el terreno político. No cabe duda de que en la actualidad Estados Unidos se encuentra inmerso en una lucha multigeneracional en torno a los valores morales, a medida que la cultura avanza progresivamente hacia la posmodernidad. Además, el proceso de evolución cultural en este país es un microcosmo de las fuerzas que intervienen en el escenario más amplio de las relaciones internacionales actuales. De hecho, la causa fundamental de las tensiones transatlánticas (así como de la guerra contra el terrorismo islamista a mayor escala) implica esencialmente un choque de cosmovisiones al encontrarse Estados premodernos, modernos y postmodernos en un mundo cada vez más globalizado.
Análisis
Los resultados de las elecciones: no una victoria aplastante, pero sí un mandato claro
George W. Bush ha ganado las elecciones presidenciales de este año por un sólido 51% contra 48% de los votos. Bush consiguió una cifra récord de 58 millones de votos en total, el mayor número de votos recibido por un candidato presidencial en toda la historia de EEUU. Obtuvo aproximadamente 8,7 millones de votos populares más que en 2000 y fue reelegido con un margen de 3,5 millones de votos, en las primeras elecciones presidenciales de la historia moderna con igual número de votantes republicanos y demócratas. Bush se ha convertido en el primer candidato presidencial en conseguir más del 50% del voto popular desde que su padre lo consiguiera en 1988 y ha obtenido un mayor porcentaje de votos populares que ningún candidato demócrata desde Lyndon B. Johnson en 1964.
Los republicanos también han mejorado su control unificado del Gobierno federal, consiguiendo avances significativos en Capitol Hill, especialmente en el Senado, donde el panorama político ha cambiado radicalmente. No sólo los republicanos han conseguido un avance global de cuatro escaños en el Senado, sino que además Tom Daschle, el líder de la minoría que había sido la imagen pública de los demócratas en el Senado durante los últimos diez años, ha perdido en su intento de reelección, siendo el único Senador que perdió su escaño el pasado 2 de noviembre.
Cuando el nuevo Congreso se reúna en enero, el Senado estará dividido al 55/45. Los republicanos seguirán estando lejos de la mayoría a prueba de obstruccionismos de 60 votos, pero probablemente conseguirán con mayor facilidad formar las coaliciones necesarias para anular cualquier tipo de resistencia. De hecho, los republicanos del Senado ya están planeando ampliar sus márgenes de uno a dos votos en comisiones importantes para poder proponer legislación con mayor facilidad. De hecho, esta mayoría republicana más decidida y conservadora deberá hacer que sea más fácil para su partido imponer la agenda social, económica y medioambiental que defiende; una agenda que acusan a Daschle de haber contribuido a bloquear.
En la Cámara de Representantes los republicanos ampliaron su mayoría en al menos dos escaños, a lo cual contribuyeron los cinco que obtuvieron ya sólo en Texas al beneficiarse de un nuevo mapa de distrito para el Congreso que les ayudó a desbancar a cuatro demócratas de sus escaños y conseguir otro escaño más sin dificultades. Si bien los demócratas consiguieron algunas victorias, no fueron capaces de desbancar a la mayor parte de los republicanos con escaño en la Cámara a los que pretendían desbancar.
El conservadurismo estadounidense se compone de tres bloques principales: los tradicionalistas religiosos, quienes se oponen a la “intromisión estatal” (big government) y los halcones en política exterior. Lo más probable es que el Gobierno Bush intente satisfacer a estos tres grupos y, si bien tras su elección Bush afirmó que trabajaría por unir el país, es poco probable que los republicanos vayan a optar por seguir una línea centrista de concesiones. En vista de los resultados electorales, especialmente en el Congreso, Bush y su partido se encuentran en posición de hacer aprobar una agenda social conservadora en Washington durante los próximos cuatro años y es probable que la Casa Blanca continúe con una política exterior enérgica e intervensionista.
Los valores morales como elemento definitorio de las elecciones
Resulta difícil sobreestimar la importancia de la religión en la política de EEUU. Las encuestas de opinión muestran que, en líneas generales, los estadounidenses son religiosos: un 90% expresa algún tipo de creencia en Dios y hasta un 30% se describe como cristiano evangélico. Atrás quedaron los días en que las creencias de un candidato eran consideradas como una cuestión privada por parte de los medios de comunicación y los votantes. En la actualidad se espera que los aspirantes a la Presidencia expresen sus opiniones de fe de forma tan habitual como lo hacen con respecto a la política fiscal o las reformas del sistema sanitario.
Y aunque muchos votantes se vieron atraídos por las ideas de Bush en torno al terrorismo y la seguridad nacional, lo que le llevó a una posición de ventaja en las elecciones fue lo que se percibió como su sentido de la moralidad y los valores tradicionales. Bush es el Presidente más abiertamente cristiano de esta generación, lo que le ha granjeado las simpatías de muchos cristianos, tanto católicos como protestantes: de los votantes que consideraban su principal prioridad los valores morales, el 80% votó a Bush. Una cuarta parte del electorado estuvo compuesto por evangélicos blancos y cristianos “renacidos a la fe” (born-again Christians)y votó por Bush en una proporción de cuatro a uno. Bush venció a Kerry en casi todas las categorías religiosas excepto entre la comunidad judía, tres cuartas partes de la cual apoyó a Kerry; pero éstos sólo supusieron un 3% del electorado. Bush obtuvo unos resultados especialmente buenos entre los católicos blancos (un 56% le votó, frente al 43% que votó a Kerry), a pesar de que Kerry ha sido el primer católico candidato a la Presidencia desde John F. Kennedy en 1960.
La asistencia a la Iglesia fue un importante indicador de las preferencias políticas. Un 61% de quienes acuden a la Iglesia más de una vez por semana votó a Bush (un 39% a Kerry). Entre quienes nunca acuden a la Iglesia las cifras fueron a la inversa.
Otro factor fue que las enmiendas constitucionales estatales propuestas para prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo aumentaron el número de votantes socialmente conservadores en muchos de los once estados donde estas medidas aparecieron en la papeleta de voto. Dichas enmiendas, que definen el matrimonio como una unión entre un hombre y una mujer exclusivamente, fueron aprobadas de forma abrumadora en la totalidad de los once estados, recibiendo un claro apoyo de los demócratas y los independientes además del de los republicanos. Esta medida parece haber actuado como un imán para miles de votantes socialmente conservadores de las comunidades rurales y zonas residenciales que de otra forma quizás no habrían votado. Y en comicios reñidos, como en Ohio, esos votantes (que históricamente han mostrado un fuerte apoyo a los republicanos) pueden haber inclinado la balanza.
De hecho, da la impresión de que la reticencia de Kerry a hablar de su fe religiosa en público puede haberle costado las elecciones.
Las guerras culturales estadounidenses: un paso hacia la posmodernidad
El debate sobre valores morales que saltó a la palestra durante la campaña presidencial es en realidad el trasfondo de una tendencia cultural mucho más amplia existente en la actualidad en los Estados Unidos. Las divisiones en el seno de la sociedad estadounidense se han definido de muchas formas: liberales contra conservadores, “azules” contra “rojos”, norte contra sur o “retro” contra “metro”. El diario barcelonés La Vanguardia intentó explicar recientemente dicha división declarando que los demócratas toman café en Starbucks mientras que los republicanos lo toman en el “deli” local, donde les rellenan la taza gratis, una afirmación que probablemente sorprendería a la mayor parte de los americanos. Así, ninguna de estas definiciones es del todo apropiada.
La mayor parte de los observadores políticos en Estados Unidos sí que están de acuerdo, sin embargo, en que las creencias religiosas se han convertido en un indicador importante y fiable del modo en que EEUU vota. De hecho, tanto el bloque de voto “espiritual” como el “secular” cada vez están más claramente definidos: quienes acuden a la Iglesia de forma regular cada vez son más republicanos, mientras que quienes no acuden son cada vez más demócratas.
Este fenómeno va en gran medida de la mano de un cambio cultural profundo que se está produciendo en la sociedad occidental en su conjunto: el rápido paso de la modernidad a la posmodernidad. La posmodernidad es un cambio cultural en la visión que se tiene del mundo, con un alejamiento de la anterior visión “moderna”. Estos cambios son extremadamente infrecuentes; el último fue el Renacimiento, que se produjo hace 500 años y marcó el inicio de la modernidad.
La diferencia esencial entre las visiones moderna y posmoderna se reduce a una cuestión fundamental: ¿puede la verdad ser absoluta? La visión moderna mantiene que la verdad es objetiva y absoluta, mientras que la posmoderna mantiene que todas las verdades son subjetivas y por lo tanto relativas. La visión posmoderna defiende que lo que es verdad para uno puede no necesariamente ser verdad para otro.
Además, la visión moderna se basa fundamentalmente en crear orden a partir del caos. George W. Bush fue reelegido en parte debido a su reiterado uso de un mensaje claro y conciso en torno a la necesidad de salir victoriosos en la guerra contra el terrorismo. El discurso de Bush atrajo a un amplio espectro de votantes que divide el mundo en dos bandos: buenos y malos, lo que está bien y lo que está mal. Bush repitió en numerosas ocasiones que “la gente tiene claro cuál es mi postura”.
Esto también explica por qué Bush expresa emplea expresiones grandilocuentes tales como que la democracia es la forma de gobierno más “civilizada” y que la democracia conducirá a la felicidad humana universal. Estos absolutos morales forman parte de una visión del mundo esencialmente moderna. De hecho, el aumento del fundamentalismo religioso en EEUU (y el poder político que éste ejerce) es una reacción directa ante la influencia de la posmodernidad en la sociedad estadounidense y es una forma de oposición al cuestionamiento de los “grandes argumentos” de las verdades religiosas.
En contraste, Kerry recurrió tan poco a su religión que una encuesta realizada en julio por el Pew Research Centre mostró que tan sólo el 43% de los católicos sabían siquiera que era católico. Y las pocas declaraciones que hizo en torno a sus creencias religiosas revelaron una visión del mundo posmoderna y plenamente secular. Kerry afirmó en un momento dado “creer en la ciencia”. Mientras que Bush formuló el delicado asunto de la investigación con células madre de embriones como un dilema moral y pidió a miembros del clero, profesionales de la ética y científicos que le aconsejasen al respecto, Kerry lo planteó como un asunto de ciencia clínica y se rodeó de doctores e investigadores universitarios con batas blancas de laboratorio.
En otra ocasión Kerry afirmó “no puedo tomar algo que es un artículo de fe para mi y convertirlo en ley para alguien que no lo comparte”. Este relativismo moral (un matiz esencialmente posmoderno) dio pie a Bush para atacar a Kerry día tras día, calificándolo de persona de ideas inconstantes. De hecho, la incapacidad del segundo para expresar convicciones de forma clara y coherente sirvió a Bush para confirmar su argumento de que Kerry era demasiado indeciso y vacilante para dirigir el país.
El Presidente Lyndon B. Johnson dijo una vez que los demócratas están a favor de muchas cosas pero en contra de muy pocas. El resultado de las elecciones de este año sugiere que un reto clave tanto para demócratas como para republicanos en futuras carreras presidenciales será presentar a candidatos que se sientan cómodos hablando de su fe y sean capaces de tratar aspectos morales con convicción.
Estados Unidos dispone de uno de los regímenes constitucionales más antiguos del mundo, pero aun así es el único país desarrollado que nunca ha tenido un Gobierno de izquierdas. Dado el amplio y profundo conservadurismo del país, EEUU probablemente siga conservando una visión moderna del mundo durante mucho tiempo en el futuro.
¿Y ahora qué?
A nivel internacional algunos comentaristas políticos han afirmado que EEUU parece ser de Marte y Europa de Venus. En realidad, los estadounidenses son modernos, mientras que los europeos son posmodernos. Los primeros ven el mundo en blanco y negro y los segundos lo prefieren gris. Y esto no cambiará en los próximos cuatro años.
Con todo, las elecciones de 2004 reafirmaron la preeminencia de EEUU en las relaciones internacionales. Ninguna elección americana reciente ha suscitado semejante interés en el extranjero ni sus resultados han generado tanta preocupación en todo el mundo. Algunos estadounidenses neoconservadores ya han afirmado que la reelección de Bush justifica su política de acciones preventivas contra posibles promotores potenciales del terrorismo. Un día después de las elecciones un comentarista neoconservador declaró que “el mundo ha visto estas elecciones como un referéndum sobre la Doctrina de Bush y no se ha equivocado al respecto”. De hecho, Irán puede ser el próximo objetivo de las intervenciones militares estadounidenses en un intento por parte de Washington de desmantelar el programa nuclear de Teherán.
Puede que Bush haya convencido tanto a adversarios como a aliados de que Estados Unidos pretende transformar el orden político en Oriente Medio y transformar los Estados premodernos en modernos. Y muchos americanos se han visto persuadidos por el enfoque de política exterior de la Administración Bush, repleto de imágenes de certidumbre moral y de batallas generacionales para derrotar a un nuevo enemigo, transformando al mismo tiempo toda una región. Pero una Europa posmoderna y posreligiosa sigue perpleja ante una nación en la que la mesa se sigue bendiciendo en la mitad de los hogares.
Algunos europeos pueden sentir que son meros espectadores de como se va desenvolviendo su destino, tal y como lo expresó un importante dirigente político alemán. Pero muchos otros europeos entienden que las principales diferencias entre EEUU y Europa son sistémicas y están decididos a mantener sólida la Alianza Atlántica. A fin de cuentas, el antiamericanismo es una opción en la que tanto Europa como EEUU saldrían perdiendo.
Conclusión: Aunque George W. Bush fue reelegido por un sólido margen y los republicanos han ampliado su control en las tres ramas de la administración federal, EEUU sigue estando dividido en dos partes iguales en muchos aspectos. Además, Bush sigue siendo una figura polarizante tanto en su país como en el extranjero. Con todo, no es probable que su Administración se desplace hacia una línea centrista y sus partidarios ya se han puesto a la tarea de asegurar el mandato para una ambiciosa agenda de objetivos largamente buscados, tanto dentro como fuera de EEUU.
Soeren Kern
Analista de política exterior estadounidense y antiguo director ejecutivo de Arms Control Today