Tema: La tensión política interna ha ido aumentando en el Líbano tras forzar Hezbolá la caída del gobierno de Saad Hariri en febrero de 2011 y acusar formalmente el Tribunal Especial de Naciones Unidas para Líbano a miembros de Hezbolá del asesinato de Rafiq Hariri en 2005. Además, tanto los efectos de la desestabilización del régimen sirio como la propuesta de proclamación de un Estado palestino podrían acabar desbordando las tensiones acumuladas. [1]
Análisis: La situación política, económica y de seguridad en el Líbano se estabilizó tras la guerra que asoló el sur del país en 2006 y que obligó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a reforzar la Fuerza Provisional del Líbano (UNIFIL) en la que fuerzas españolas han venido participando desde entonces. A pesar de las oportunidades abiertas por la intervención, las luchas sectarias siguen dividiendo a la población, así como la injerencia en sus asuntos internos de Siria, Irán, Israel y Hezbolá, entre muchos otros que dirimen sus disputas bilaterales sobre el territorio libanés. La fragilidad del Estado contrasta con el poder militar y político de Hezbolá, un Estado dentro del anterior, que ha conseguido hacerse con el control de ambos gracias a la caída del gobierno de Saad Hariri en febrero de 2011, lo que ha radicalizado la bipolaridad en torno a las dos Coaliciones 8 de Marzo (en la oposición) y 14 de Marzo (en el poder).
Este ARI describe la evolución política interna, los juegos de influencia de terceros y sus implicaciones para UNIFIL y para el contingente español a la espera de lo que pueda ocurrir en Siria y en Israel durante los próximos meses.
Análisis: El Líbano ha disfrutado de una cierta estabilidad tras el final de la guerra civil y la firma de los Acuerdos de Taïf de 1989, que redistribuyeron las cuotas de poder de las diversas confesiones que el Pacto Nacional les asignaba desde la independencia (el nuevo reparto se hizo a partes iguales entre cristianos, por un lado, y musulmanes y drusos por otro). Sin embargo, no se pudo consolidar la estabilidad política debido a la ocupación siria y a su injerencia en los asuntos internos. El apoyo o la resistencia a la influencia de Siria condujo a un enfrentamiento sectario agravado por los atentados selectivos contra los parlamentarios antisirios en los que fueron asesinados ocho de los 68 miembros de la coalición gubernamental 14 de Marzo, empezando por el líder Rafiq Hariri en febrero de 2005 y terminando por Antoine Ghanim en septiembre de 2007, aunque también fueron asesinados políticos prosirios, como Saleh Aridi del Partido Democrático Libanés el 10 de septiembre de 2008.
Precisamente, el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri produjo una ola de protestas contra Siria que le obligó a una retirada unilateral de sus fuerzas del territorio libanés. Tras la retirada, se ha mantenido un pulso por el poder entre la Coalición 8 de Marzo (chiíes de Hezbolá y de Amal junto con maronitas del general Michel Aoun) y la Coalición 14 de Marzo (suníes de Hariri, maronitas de Samir Geagea y de Amine Gemayel y drusos de Walid Jumblatt) que ha perpetuado la fragmentación y confrontación entre religiones, clanes y los grupos cristiano-suní y prosirio. Los atentados también se dirigieron contra miembros de las Fuerzas Armadas libanesas: el 13 de diciembre de 2007 dirigido contra el jefe de operaciones del Ejército, el general François el Hajj, responsable de las acciones de limpieza en el campo palestino de Nahr el-Bared en mayo de 2007, y el 13 de agosto de 2008 y el 29 de septiembre del mismo año sobre vehículos y personal en Trípoli. El Líbano vivió su último momento grave de tensión en mayo de 2008 cuando las milicias de Hezbolá se enfrentaron a los partidarios gubernamentales tras intentar el gobierno libanés acabar con su red de comunicaciones internas y con su control de los accesos al aeropuerto de Beirut (con una cifra aproximada de 89 muertos y 150 heridos). Los enfrentamientos armados rompieron una tregua que duraba 18 años desde que acabó la guerra civil en 1990 (en agosto de 2010 se produjo un enfrentamiento armado entre partidarios de Hezbolá y la organización suní Al-Ahbash en algunos barrios de Beirut pero que no llegó al nivel de violencia de los mencionados en mayo de 2008).
La situación política mejoró nuevamente a partir del Acuerdo de Doha, Qatar, de 21 de mayo de 2008, para modificar la ley electoral y redistribuir los escaños entre los distintos grupos religiosos (el Acuerdo aseguró a la Coalición 8 de Marzo 11 de los 30 miembros del gabinete libanés, lo que le permite vetar decisiones que afecten a sus intereses –como la de desarmar a sus milicias– o a los de Siria e Irán). El Acuerdo desbloqueó la elección del presidente Suleiman, la constitución de un nuevo gobierno de unidad nacional el 11 de julio y la puesta en marcha de un Diálogo Nacional desde septiembre de 2008 entre las partes libanesas. El 7 de junio de 2009 tuvieron lugar las elecciones generales con la victoria, inesperada, de la Coalición 14 de Marzo de Saad Hariri, a la que se unió el PSP de Walid Jumblatt, frente a la Coalición 8 de Marzo liderada por Hezbolá (71 de los 128 escaños frente a 57).
A pesar de su derrota electoral, Hezbolá siguió disponiendo de suficiente capacidad para controlar el Estado libanés, hacer de él un Estado islámico y aumentar la visibilidad de la influencia siria e iraní en la zona. Hezbolá continúa detentando un poder armado que no debería tener en aplicación de la Resolución 1599(2004) de Naciones Unidas. Disponer de capacidades militares le permite legitimar su papel de garante armado de la resistencia frente a Israel y le da una capacidad de influencia decisiva en los asuntos internos que se traduce en demostraciones de fuerza intimidatoria. Así, cuando a finales de 2010 se conoció que el Tribunal Especial creado por Naciones Unidas para investigar el asesinato de Rafiq Hariri en 2005, Hezbolá iba a implicar a miembros de Hezbolá, su líder Sayyed Hassan Nasralh amenazó con crear “una explosión” en Beirut y realizó nuevas demostraciones de poder militar que coadyuvaron al cambio de gobierno.[2] A pesar de las mediaciones saudí y siria, primero, y turca y qatarí después, o las concesiones del primer ministro Saad Hariri, Hezbolá consiguió derribar al gobierno el 12 de enero de 2011 forzando la renuncia de sus 10 ministros. Posteriormente, el apoyo druso permitió la elección del suní Najib Mikati como primer ministro el 5 de junio de 2011.[3]
Las injerencias y las malas compañías externas
Además de los clanes y facciones religiosas internas, en el conflicto libanés influyen otros actores externos como EEUU, Siria, Irán, Arabia Saudí e Israel. En los últimos meses, tanto la nueva Administración estadounidense como Arabia Saudí –tras la mediación egipcia y kuwaití– ofrecieron a Siria incentivos como el levantamiento de sanciones y fondos para el desarrollo o empleos para jóvenes suníes para que se distanciara de Irán y colaborara en la estabilización de Oriente Medio, Irak y Afganistán. Siria ha compartido con Irán la asistencia a Hezbolá pero ha tratado de evitar que actuar por su cuenta y, en ese sentido, servía de contención frente a los deseos de Teherán y de las facciones más radicales de la organización terrorista.
Así como la “primavera” árabe no tuvo ningún efecto directo de contagio sobre el Líbano, la desestabilización del régimen de los el-Assad sí que afectó al nuevo gobierno por la especial relación entre Siria y Hezbolá. El mismo gobierno que promovió en el Consejo de Seguridad la intervención militar contra el régimen de Gadafi es el que luego se ha opuesto a que Naciones Unidas o la Liga Árabe condenaran al régimen de Bashar el-Assad. Los líderes de Hezbolá han expresado su apoyo explicito a sus mentores de Damasco, aunque han desmentido que sus milicias apoyaran la represión del régimen sirio. De igual forma, los opositores suníes liderados desde París por Saad Hariri han negado su apoyo a los activistas sirios pero han condenado a las autoridades sirias por su represión contra la población. La caída del régimen de los el-Assad perjudicaría especialmente a Hezbolá, porque pondría en riesgo la continuidad del apoyo sirio y beneficiaría a la comunidad suní, pero en uno y otro caso existe el riesgo de que los enfrentamientos ya registrados entre las facciones libanesas en algunas ciudades deriven en un enfrentamiento abierto, lo que devolvería al Líbano a una situación de guerra civil.
Por su parte, Irán ha mantenido abierto el frente libanés para presionar a EEUU, Israel y Arabia Saudí. Durante su visita en octubre de 2010 al Líbano, el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, reiteró su apoyo a Hezbolá, firmó 17 acuerdos comerciales y económicos y acusó al Tribunal Especial de Naciones Unidas de estar al servicio de estadounidenses e israelíes. Irán ha tratado de cortocircuitar cualquier aproximación entre Siria y Arabia Saudí debido al juego suma-cero entre suníes y chiíes en Oriente Medio. Irán apoya estratégica y económicamente a Hezbolá (se estima que recibe 10.000 millones de dólares anualmente para su labor asistencial) aunque últimamente se ha especulado sobre su apoyo a otros grupos insurgentes y con una restricción en el flujo de fondos desde Teherán con los que Hezbolá financia su clientelismo social y humanitario.
A pesar de lo anterior, las relaciones entre Líbano e Israel habían mejorado razonablemente. Entre julio y agosto de 2008 se llegó a un acuerdo humanitario que permitió intercambiar prisioneros y restos mortales entre Hezbolá e Israel y la entrega de datos sobre las bombas de racimo dispersadas durante 2006. Posteriormente restablecieron sus relaciones diplomáticas en octubre de 2008, intercambiaron embajadores entre abril y mayo de 2009, firmaron acuerdos de paso e intercambios económicos en julio de 2010 y crearon el mes siguiente una comisión para delimitar la frontera común. No obstante, la normalización no ha producido efectos prácticos y a los problemas de delimitación de las fronteras terrestres se unió el de las marítimas cuando Israel desvió la línea de boyas para ocupar más espacio de cara a los yacimientos energéticos que se han localizado en la plataforma continental.
El conflicto sirio también ha reducido las expectativas de un posible acuerdo entre El Líbano e Israel para la devolución de los Altos del Golán o de las Granjas de Shebaa (Israel pretende devolvérselas a Siria pero ésta atribuye su propiedad al Líbano). También existe la posibilidad de que Irán empuje a Hezbolá a actuar para disminuir la presión internacional sobre Siria o que Israel actúe contra Hezbolá para aliviar la presión social y política interna. Frente a esta acumulación de tensiones, las Fuerzas Armadas libanesas no disponen de orientación estratégica ni suficiencia presupuestaria, con lo que no pueden ser capaces de garantizar la estabilidad libanesa por sí mismas. El presidente Suleiman ha reconocido la necesidad de modernizar su armamento y ha recibido ofertas de Irán y Rusia. EEUU también se ofreció a apoyar la modernización pero ha retirado su oferta, al igual que Francia, tras consumarse el acceso al poder de la Coalición 8 de Marzo liderada por Hezbolá. Como resultado, las Fuerzas Armadas libanesas seguirán disponiendo de menor capacidad militar que las milicias de Hezbolá y tendrán dificultad para prevenir los enfrentamientos entre facciones, por no hablar de la dificultad de controlar a grupos palestinos como Fatah al-Intifada y PFLP-GC que siguen armados y a los que no se han podido desarmar por la fuerza ni por las negociaciones dentro de la Mesa de Diálogo Nacional.
La seguridad libanesa vista desde UNIFIL
El incremento de cascos azules facilitó la retirada israelí y la llegada de las Fuerzas Armadas libanesas para controlar el espacio situado entre el río Litani y la Línea Azul de separación. Hasta ahora, UNIFIL ha cumplido su misión con un número limitado de incidentes graves: lanzamientos de cohetes sobre territorio israelí, ataques contra vehículos de las tropas de UNIFIL y numerosos incidentes sobre la frontera. Son incidentes aislados a pesar de los esfuerzos de UNIFIL (los más graves se produjeron el 2 de agosto de 2010 en El Adeisse, cuando un incidente sobre la Línea Azul provocó tres víctimas libanesas y una israelí en el primer enfrentamiento armado desde 2006. Los informes del secretario general reflejan las tensiones periódicas entre las fuerzas de UNIFIL y la población afín a Hezbolá como las registradas en julio de 2010 para protestar por su presencia o evitar sus actividades (la última conocida el 6 de abril de 2011 cuando la población de Aita as Shaab impidió la entrada de una patrulla francesa) pero no existe una situación de acoso organizado a las fuerzas de UNIFIL.
A 30 de junio de 2011 participan en UNIFIL 12.349 militares y 1.000 civiles. España lidera el Sector Este (véase la Figura 1) aportando el Mando y Cuartel General, incluidos los sistemas de mando y control para encuadrar al Grupo Táctico español, en el que se integra un pequeño contingente salvadoreño, el resto de fuerzas indias, nepalíes, indonesias, malasias y camboyanas y un grupo de oficiales serbios. Además, el general de división Alberto Asarta está al frente de UNIFIL, con lo que es el jefe de la Misión (Head of Mission) y jefe de la Fuerza (Force Commander). En la operación Libre Hidalgo participan 1.032 militares españoles con carácter permanente (medio centenar en Naqoura) dentro de los más de 4.000 de la Brigada Multinacional Este y del Cuartel General de UNIFIL, lo que sitúa a España como el quinto contribuyente de personal sobre el terreno, habiendo rotado unos 12.800 miembros hasta la fecha por el contingente. Este sufrió un atentado el 24 de junio de 2007 que le causó seis muertos y dos heridos. Su autoría sigue sin conocerse y ni la investigación libanesa ni la de la Audiencia Nacional española confirman ni deniegan la reivindicación de al-Qaeda (en agosto de 2007 Ayman al-Zawahri apoyó el atentado en una cinta de video y en abril de 2008 reiteró sus amenazas contra UNIFIL). El coste financiero hasta finales de 2010 ha sido de 791 millones de euros, de ellos 173 millones correspondientes a 2010 y otros 46 millones a través del Plan de Desarrollo de Naciones Unidas.
Figura 1. Despliegue de UNIFIL
El Ejército libanés trata de controlar las actividades armadas y el tráfico de armas en la zona fronteriza y por vía marítima pero todavía no ha cumplido el mandato de las resoluciones 1.559 (2004) y 1.701 (2006) de desarmar a todas las milicias incluidas las de Hezbolá (en las dos primeras misiones pueden contar con la colaboración de UNIFIL pero la segunda es de su responsabilidad exclusiva). Los dirigentes libaneses se comprometieron en mayo de 2008 a negociar el desarme dentro del Diálogo Nacional pero el proceso se encuentra estancado y las Fuerzas Armadas libanesas son conscientes de que cualquier intento de desarme por su parte podría desencadenar un enfrentamiento abierto con Hezbolá y otro interno entre sus distintas afinidades cristianas, suníes, chiíes y drusas de sus miembros.
Mientras la presencia de fuerzas libanesas apoyadas por las de UNIFIL ha impedido la presencia abierta de milicias armadas de Hezbolá en la zona de despliegue, continúan produciéndose sobrevuelos diarios israelíes de aviones, tripulados o no, sobre territorio libanés que UNIFIL sólo puede denunciar. Israel justifica la invasión del espacio aéreo libanés por la necesidad de vigilar el rearme de Hezbolá, una acusación que Hezbolá no niega y que las autoridades israelíes afirman que se están produciendo tanto al norte del río Litani como dentro del área de operaciones de UNIFIL (véanse las estimaciones israelíes de construcciones subterráneas de Hezbolá en la Figura 2). En abril de 2010 Israel acusó a Siria de facilitar el acceso de Hezbolá a misiles Scud que se almacenarían en territorio sirio o en el norte del Líbano y también ha acusado a Irán de facilitar medios aéreos no tripulados a Hezbolá, así como de mantener unos 4.000 miembros de los Guardianes de la Revolución en suelo libanés y entrenar a miembros de Hezbolá en suelo iraní.
Figura 2. Instalaciones militares de Hezbolá en la parte sur del Líbano
Fuente: imagen de The Washington Post (31/III/2011) cedidas por las Fuerzas de Defensa de Israel.
Sin embargo, no hay evidencias contrastadas de tráfico de armas al sur del río Litani o que el contrabando de armas se efectúe a través de la frontera terrestre entre Siria y el Líbano, a pesar de que puede ocurrir porque la Fuerza Fronteriza libanesa carece de los medios y la formación necesaria para garantizar el control completo de la frontera común que ejerce desde el 1 de abril de 2010 (informe LIBAT). Tampoco por vía marítima, pese a que la Fuerza Naval de Naciones Unidas ha solicitado información a más de 38.000 buques desde 2006, de los que las fuerzas navales libanesas han inspeccionado a unos 1.000 sin verificar el contrabando de armas. En consecuencia, los informes del secretario general de Naciones Unidas[4] reiteran que no han recibido evidencias que comprueben las acusaciones israelíes, evidencias cuya recogida corresponde a las autoridades y fuerzas libanesas.
Fuera del área de responsabilidad de UNIFIL, preocupa el incremento de capacidades y presencia militar de Hezbolá junto con la presencia de armas palestinas dentro y, sobre todo, fuera de los campamentos de refugiados. También representan una fuente de preocupación los grupos del Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General y Fatah al-Islam o que grupos chiíes acaben actuando fuera del control de sus líderes tradicionales o que yihadistas controlados por al-Qaeda actúen contra los “cascos azules. Los lanzamientos de cohetes sobre Israel son otra fuente de riesgo aunque en los últimos meses no se han producido desde 2009, cuando su lanzamiento condujo a disparos de artillería de represalia por las Fuerzas de Defensa israelíes, con conocimiento o sin él de UNIFIL.
La situación del contingente español
El contingente español está dedicado habitualmente a vigilar la zona de separación y a patrullar su zona de responsabilidad: unos 60 km de Línea Azul con una profundidad de entre seis y 25 km. En la zona de despliegue español, no tienen presencia armada abierta los miembros de Hezbolá aunque desarrollan misiones de inteligencia vigilando las actividades de UNIFIL y conservan la infraestructura que utilizaron para resistir la invasión israelí (véase la Figura 3). Además, continúa progresando una colonización chií de la zona inmediata a la Línea Azul mediante la adquisición de inmuebles y terreno por Hezbolá y sus partidarios a precios superiores a los de mercado, lo que dificulta la labor de UNIFIL y favorece la implantación de Hezbolá. A pesar de lo anterior, el contingente español desarrolla su actividad con normalidad y los soldados salen a las poblaciones vecinas. Cuando se produce un incidente serio se aumentan las medidas de protección y se suspenden las salidas para reanudarlas de forma controlada cuando mejoran las condiciones de seguridad.
La misión española de apoyo a la paz en El Líbano ha ido cumpliendo los objetivos previstos en el mandato de Naciones Unidas: ha permitido y apoyado el despliegue de las fuerzas armadas libanesas en el sur del país, ha vigilado la zona de separación y evitado los enfrentamientos directos, graves y prolongados entre las partes. La actuación imparcial de UNIFIL en la zona, su coordinación con los gobiernos libanés e israelí, le han ganado la confianza –o evitado la desconfianza– de la población chií mayoritaria en su zona de acción y de las autoridades israelíes, respectivamente. A pesar de que los israelíes continúan sobrevolando el espacio aéreo libanés y de que las milicias chií desarrollan misiones de inteligencia en la zona, la situación en la zona de despliegue es mucho más estable que fuera de ella. Las rotaciones españolas continúan con normalidad y en la actualidad se encuentran desplegados el Cuartel General y un Batallón de maniobra de la Brigada de Infantería Acorazada Guadarrama XII (en el que se integra una compañía de Infantería de Marina).
Figura 3. Instalaciones de Hezbolá en al-Khiyam dentro del área española de responsabilidad
Fuente: imagen de The Washington Post (31/III/2011) cedidas por las Fuerzas de Defensa de Israel.
Escenarios de evolución
Las tensiones internas han derivado en hostilidad contenida por la superioridad militar de Hezbolá, una hegemonía que podría alterarse como consecuencia de la caída del régimen alauí de Damasco o la disminución de la influencia iraní en la zona. El cambio de poder de manos chií a suníes en Siria afectaría al equilibrio de poder en el Líbano. Ya se han registrado algunos conatos de enfrentamientos en ciudades con población mixta pero el líder del Movimiento Futuro, el defenestrado Saad Hariri, ha comenzado también a agitar la acusación del Tribunal Especial, algo a lo que se opuso mientras estaba en el poder para no perderlo. El cambio de alianzas podría alterar la capacidad de disuasión militar de Hezbolá y propiciar un enfrentamiento armado.
Por otro lado, Israel sigue denunciando el reforzamiento de la capacidad y estructura militar de Hezbolá y teme que Irán empuje a Hezbolá a atacar a Israel para retrasar o vengar la caída del régimen de Bashar el-Assad o en apoyo a Hamas si la reclamación de un Estado palestino en septiembre de 2011 conduce a un enfrentamiento entre Hamas e Israel. Hezbolá no ha dejado de mantener la presión sobre Israel y el jeque Nasralh pidió a sus partidarios que se prepararan para reconquistar la Galilea en febrero de 2011 y en mayo del mismo año el “Partido de Dios” permitió que activistas palestinos asaltaran las vallas fronterizas para conmemorar el día de la Nakba. El régimen sirio e Hezbolá seguirán provocando a Israel, como lo hicieron el 15 de mayo de 2011 cuando animaron a manifestantes palestinos a saltar la valla fronteriza en Maroun al-Ras, al sur del Líbano sobre la Línea Azul, y el Ejército israelí abrió fuego matando a siete e hiriendo a 111. En sentido contrario, preocupa que la creciente contestación social de la población israelí anime a su gobierno a iniciar una aventura militar contra Hezbolá, una aventura con la que se saldaría de paso el fracaso y la humillación de las Fuerzas Armadas israelíes por Hezbolá en 2006. Un enfrentamiento abierto por Hezbolá o un ataque preventivo de Israel colocaría a las tropas de UNIFIL, incluidas las españolas, en una situación comprometida.
Conclusión: La presencia militar internacional se prorrogará indefinidamente mientras que no se cumplan los objetivos de desarme fijados en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad. La estabilización militar es una condición necesaria, pero no suficiente para reconstruir la nación libanesa. La actuación de UNIFIL ha creado oportunidades de estabilidad y prosperidad para la población libanesa que el sectarismo interno y la rivalidad exterior han hecho fracasar. Atrapados en medio de las tensiones que se acumulan, la población y las fuerzas internacionales, sólo pueden esperar que los acontecimientos en Siria e Israel de los próximos meses no compliquen aun más la situación. Habrá que esperar junto a ellos.
Félix Arteaga
Investigador principal de Seguridad y Defensa, Real Instituto Elcano
[1] El presente ARI es un resumen del documento que aparece en el Especial del Real Instituto Elcano sobre misiones internacionales españolas en la página web y que se elaboró en colaboración con los miembros de un Grupo de Trabajo ad-hoc.
[2] Los detalles sobre la implicación de cuatro miembros de Hezbolá se encuentran en la acusación del Tribunal Especial para el Líbano de Naciones Unidas (8/VII/2011).
[3] Para un análisis de los efectos del cambio de gobierno, véase Julia Choucairer (2011), “Líbano: implicaciones del nuevo equilibrio de fuerzas”, ARI nº 30/2011.
[4] Para el último informe del secretario general de Naciones Unidas sobre el Líbano véase Consejo de Seguridad (2011), “Sixteenth Report of the Secretary-General on the Implementation of Security Council Resolution 1701 (2006)”, S/2011/406, 10/VII/2011.