Tema: La cuestión principal que se le plantea al nuevo Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, es si será capaz de recuperar el papel central en la construcción de Europa que tuvo la Comisión en el pasado y así frenar la tendencia hacia la “pérdida de autoridad” que ni Jacques Santer ni Romano Prodi pudieron evitar.
Resumen: Una tarea esencial que tendrá el nuevo Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, será la de recuperar el papel central de la Comisión en la construcción de Europa. Esta cuestión es crucial si la Comisión pretende actuar como un elemento de equilibrio dentro de la Unión, garantizando la solidaridad y la legitimidad dual de los Estados y los ciudadanos. La Comisión debe asegurarse que cuenta con el firme apoyo de todos los Estados miembros, no solamente del eje franco-alemán, sino también de los demás miembros, con el fin de que se puedan crear las mayorías sólidas que ya no surgen automáticamente como consecuencia del acuerdo entre París y Berlín, tal y como solía ocurrir en el pasado. Barroso también tendrá que equilibrar las relaciones de la UE con los Estados Unidos, con vistas a que Europa se convierta en un contrapunto y no en un contrapoder: queda por ver cómo puede llegar Europa a ser un contrapunto sin actuar como un contrapoder. Pero quizá el reto más importante será la ratificación de la Constitución Europea en los referendos nacionales que se van a celebrar próximamente. La victoria del “no” en un solo país bastaría para que la ratificación del Tratado Constitucional quedara condenada al fracaso y se generara una crisis política.
Análisis: Lo prioritario para la nueva Comisión deberá ser la propia Comisión. Debe volver a ocupar su lugar de garante del proyecto de la Comunidad. La cuestión fundamental que se plantea es si José Manuel Durão Barroso puede recuperar el papel central de la Comisión en la construcción de Europa que tuvo en el pasado y así frenar la tendencia hacia la “pérdida de autoridad” o debilidad creciente que ni Jacques Santer ni Romano Prodi lograron evitar. A simple vista, la imagen que ofrece el candidato elegido, que constituía el “común denominador”, sugiere que no se conseguirá. Pero Barroso debe demostrar, por el bien de Europa, que aquellos que le consideran un candidato débil se equivocan. Esto es algo que empezó a hacer cuando constituyó la nueva Comisión; ahora tiene que probar que ha creado una Comisión fuerte. En los próximos años, surgirán muchas ocasiones en las que se podrá comprobar la capacidad de la nueva Comisión, incluyendo la celebración de los referendos constitucionales, las negociaciones financieras para 2007-2013 y la reconstrucción de las relaciones transatlánticas. La visión que tiene Barroso de Europa se adecua en muchos aspectos a este nuevo contexto. Sin embargo, su éxito dependerá no solamente de la firmeza con la que defienda sus convicciones, sino también del comportamiento de los Estados miembros. La trayectoria profesional de Barroso está muy vinculada a la integración europea de Portugal y su visión de Europa refleja esta particular experiencia. Barroso es un auténtico europeísta, pero también un atlantista comprometido.
El “verdadero federalismo”
La visión que tiene Barroso de Europa no es la de un federalista europeo. De hecho, hay pocos portugueses que compartan esta visión de Europa. Por el contrario, está a favor de lo que el antiguo primer ministro António Guterres llamaba “verdadero federalismo”. Esta “nueva forma de pensamiento” acerca de la integración surgió entre 1992 y el nombramiento de Durão Barroso como respuesta a la preocupación existente respecto al lugar que ocupan los Estados en la Unión y como un reflejo de la experiencia portuguesa. El “verdadero” federalismo no consiste en el apoyo a la creación de un superestado federal europeo a semejanza de los Estados Unidos de América; se trata más bien de un modelo de gobierno basado en la solidaridad y la legitimidad dual de los Estados y los ciudadanos (la Estrategia de Lisboa es un resultado de esta visión). Es fundamental destacar que en este planteamiento la Comisión ha de desempeñar un papel central como elemento de equilibrio dentro de la Unión. En Portugal se dice que la Comisión es el mejor aliado de los Estados pequeños.
Un atlantismo improbable
La visión de la política exterior que tiene Barroso (fue ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno de Cavaco Silva) consiste en que una perspectiva europea no es incompatible con un atlantismo comprometido. Es lo que muchos portugueses llaman un euroatlantista. El euroatlantismo no se ha puesto a prueba hasta que los europeos se han visto obligados a elegir entre la solidaridad con otros Estados miembros y el alineamiento con EEUU, como ha ocurrido durante la Administración Bush cuando se ha recurrido a una retórica divisiva sobre la “vieja” y la “nueva” Europa. En una ocasión dijo Barroso que Europa debería “actuar como un contrapunto, no como un contrapoder, frente a los Estados Unidos”. La guerra de Irak ha demostrado que la teoría del contrapunto es insuficiente para frenar las aventuras neoconservadoras. También ha demostrado que el alineamiento automático à la Tony Blair no es la forma más adecuada para poder influir en mayor medida sobre el transcurso de los acontecimientos. Queda por ver cómo puede ser Europa un contrapunto sin convertirse en un contrapoder. De lo que no cabe duda es que la condición previa para que Europa pueda ejercer alguna influencia es su unidad.
Los gobiernos deben desempeñar el papel central en este aspecto, pero también es esencial que la Comisión lleve a cabo un trabajo paciente en los grandes temas del regionalismo y las relaciones interregionales, la política de vecindad y el acuerdo UE-MERCOSUR. Estas fueron las tareas que reafirmaron la posibilidad de regresar a los métodos de gobernanza global que caracterizaron a los años 90. Estos son infinitamente más efectivos que el unilateralismo como medio para garantizar la seguridad internacional y combatir el terrorismo. La experiencia diplomática de Durão Barroso puede jugar un importante papel en este sentido, en combinación con la Presidencia y el futuro ministro de Asuntos Exteriores de la Unión, que será también el vicepresidente de la Comisión. Sin embargo, el trabajo que espera a Barroso será sin duda ingente si John Kerry pierde las elecciones presidenciales en EEUU.
Un nuevo equilibrio europeo
El nombramiento de Barroso como Presidente de la Comisión (es la primera vez que se ha designado para este cargo a alguien que no procede de un Estado miembro fundador) es una señal de los profundos cambios que se han producido en la Unión desde la última ampliación. La Comisión debe asegurarse que cuenta con el firme apoyo de los Estados miembros, especialmente del eje franco-alemán (algo que Jacques Delors consiguió con Helmut Kohl y François Mitterrand) y después extender ese consenso a otros países, con el fin de que se puedan obtener las mayorías sólidas que ya no surgen automáticamente como consecuencia del acuerdo entre París y Berlín, tal y como solía ocurrir en el pasado. Esta es una ardua tarea que se verá facilitada por la cohesión interna de la Comisión o por su capacidad de actuar como una unidad y no como un conjunto de poderes feudales rivales. Conviene reiterar que mientras la Comisión tiene el derecho de iniciativa, las decisiones son adoptadas esencialmente por los gobiernos, en el Consejo, y por el Parlamento Europeo, a través de la codecisión.
Conclusión: José Manuel Durão Barroso tiene razón al enfatizar la naturaleza política de su nuevo trabajo. Hay que recordar que las elecciones europeas supusieron un gran castigo para la mayoría de los gobiernos y confirmaron la decepción de los ciudadanos con las políticas actuales, especialmente las económicas, que no sólo son nacionales. Se castigó a los gobiernos porque es el mercado el que encabeza la integración europea mediante el instrumento de la moneda única. No existe una correspondiente política social y económica que minimice los efectos más dañinos de las crisis. Es en estas difíciles circunstancias en las que la ratificación de la Constitución Europea se someterá a referéndum y en algunos casos, como en Francia y en el Reino Unido, se plantea un riesgo muy peligroso para el futuro de la Unión. El espectro de Maastricht se cierne de nuevo sobre Europa: por entonces, el “sí” de Francia ganó por un margen muy estrecho y el “no” de Dinamarca se impuso temporalmente. Ahora, una victoria del “no” en un solo país bastaría para que la ratificación del Tratado Constitucional quedara condenada al fracaso y se generara una crisis política.
Nota: Las palabras de Durão Barroso que aquí se citan se han tomado de una entrevista con el autor acerca de la visión de la Unión Europea de Barroso, que se publicó en O Mundo em Portugues (21/VI/2001). La traducción al inglés de la entrevista puede verse en www.ieei.pt.
Álvaro de Vasconcelos
Director del Instituto de Estudos Estratégicos e Internacionais de Portugal