Tema: La decisión del Tribunal Constitucional turco de admitir a trámite una querella contra el gobierno neoislamista –y proeuropeo– presentada por el establishment militantemente laico podría poner en peligro el ya de por sí complicado intento del gobierno de ingresar en la UE. De ser hallado culpable, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), actualmente en el gobierno, será declarado ilegal y 70 de sus líderes serán inhabilitados para la actividad política durante cinco años, algo que provocará críticas de la Comisión Europea. En caso de fracasar es poco probable que los partidarios de mantener el statu quo laicista abandonen su lucha contra el partido AKP. Pase lo que pase el ya estancado proceso de reformas de Turquía para adherirse a la UE se paralizará este año.
Resumen: La medida adoptada contra el partido AKP del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, en realidad un golpe de Estado judicial, fue provocada por la decisión que el gobierno tomó en febrero de relajar las restricciones impuestas al uso del pañuelo islámico en las universidades. La clase dirigente laica –un grupo muy cohesionado que incluye a las fuerzas armadas, el poder judicial, sectores de la administración pública y numerosas mujeres de las áreas urbanas, en particular de Ankara y Estambul– nunca se ha sentido a gusto con la victoria democrática del AKP en 2002 y buscaba la manera de expulsar al partido del gobierno. Este sector sospecha que el gobierno tiene una “agenda oculta” para imponer la Sharia (ley islámica). Sin embargo, no hay pruebas que apoyen estas sospechas.
Análisis: El sector laicista, para el cual las reformas del venerado Kemal Atat?rk, fundador de la República de Turquía en 1923, son sacrosantas, fue derrotado de forma aplastante en las elecciones generales del pasado mes de julio cuando el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ganó el 46% de los votos, comparado con el 34% de votos que obtuvo en 2002 (véase William Chislett, “Elecciones turcas: los islamistas asestan un duro golpe al establishment laico”, ARI nº 86/2007, Real Instituto Elcano). Las elecciones se celebraron cuatro meses antes de lo previsto después de que los militares, autoproclamados guardianes de la constitución firmemente laica, amenazaran con intervenir si el AKP insistía en presentar a su candidato a la presidencia, Abdullah G?l, el ministro de Relaciones Exteriores, para sustituir a Ahmet Necdet Sezer, un ex juez que debía dejar el cargo en mayo (véase William Chislett, “El ejército turco arroja el guante”, ARI nº 51/2007, Real Instituto Elcano). La mujer de G?l, como la de Erdogan, lleva el pañuelo islámico que está vetado en los edificios públicos y que ha llegado a simbolizar –para el establishment laicista– una amenaza para la República. Para el estamento militar fue un duro trago soportar al primer gobierno del AKP y el control de la presidencia fue la gota que colmó el vaso. El presidente, que jura lealtad a la “naturaleza secular de la República” es el comandante en jefe de las fuerzas armadas, responsable de algunos nombramientos importantes y tiene poder de veto sobre las leyes aprobadas por el parlamento. Sezer no dudó en utilizar estos poderes contra el AKP.
En lugar de ceder y presentar a otro candidato, Erdogan hizo una apuesta valiente y decidió romper el impasse adelantando las elecciones parlamentarias. La jugada le salió bien. El AKP ganó 340 escaños de los 550 escaños del parlamento, ratificando el cargo de G?l (Turquía no tiene todavía elecciones presidenciales directas). El Partido Republicano del Pueblo (CHP), el partido político más antiguo de Turquía, que mantiene viva la llama del kemalismo, sufrió una gran derrota. Su campaña se basó en la amenaza al laicismo y obtuvo 111 escaños (el 20,9% de los votos), retrocediendo desde los 178 obtenidos en 2002 (19,4%) cuando fue el único partido, junto con el AKP, que incrementó su número de escaños en el parlamento (los independientes obtuvieron nueve escaños), en tanto que el partido de extrema derecha Partido de Acción Nacionalista (MHP) regresó al parlamento con 72 escaños y el 14,3% de los votos (57 y el 18%, respectivamente en 1999, véase Recuadro 1). Incapaz de lograr el poder en las urnas, las elites laicistas tratan ahora de derrocar al gobierno pidiendo al Tribunal Constitucional que ilegalice al AKP sobre la base de actividades contra el laicismo que son anticonstitucionales. Abdurrahman Yalsinkaya, el fiscal jefe del Alto Tribunal de Apelación, presentó un extenso documento en el que detallaba los cargos el 31 de marzo. Los 11 jueces del Tribunal Constitucional votaron por unanimidad la admisión a trámite de la demanda, lo que significa que creen que el AKP debe hacer frente a la acusación. El gobierno dispone de un mes para preparar su defensa.
Recuadro 1. Islamismo político en Turquía: % de los votos y de los escaños en el parlamento pertenecientes a partidos islamistas, 1972–2007
1972 | 1977 | 1987 | 1991 | 1995 | 1999 | 2002 | 2007 | |||||||||
Partido | V | E | V | E | V | E | V | E | V | E | V | E | V | E | V | E |
Salv. Nac | 11.8 | 48 | 8.6 | 24 | – | – | – | – | – | – | – | – | – | – | ||
Bienestar | – | – | – | – | 7.2 | 0 | 16.9 | 62 | 21.4 | 158 | – | – | – | – | ||
Virtud | – | – | – | – | – | – | – | – | – | – | 15.4 | 111 | – | – | ||
AKP | – | – | – | – | – | – | – | – | – | – | – | – | 34.0 | 363 | 46.4 | 340 |
V = votos; E = escaños.
Fuente: Ministerio del Interior Turco.
El Tribunal Constitucional tiene un largo historial de ilegalización de partidos políticos. En total, 26 han sido prohibidos desde la llegada de la democracia multipartidista en los años 50, pero ninguno de ellos mientras se encontraba en el poder. En 1998, el proislamista Partido del Bienestar, el más numeroso del parlamento, fue desmantelado por violar los estrictos principios laicos turcos. Sus líderes fueron proscritos de la política durante cinco años. En 2001, el proislamista Partido de la Virtud, la principal agrupación de la oposición al gobierno, fue ilegalizado acusado de haberse convertido en el foco de actividades antisecularistas.
El tipo de secularismo de Turquía es más militante que la práctica francesa de la laïcité; representa los cimientos de la República. Muchos turcos consideran que si no fuera por esta firme laicidad su país no sería hoy en día uno de los más democráticos y avanzados del mundo musulmán. El islam es la religión predominante y todos los ciudadanos tienen la libertad de practicarla, pero al mismo tiempo es controlada al milímetro por el Departamento de Asuntos Religiosos que redacta los sermones y mantiene a los imanes bajo control, algo que choca con la idea occidental de la libertad de religión. La educación islámica en Turquía, a diferencia del resto del mundo musulmán, está organizada bajo criterios de instrucción europeos y no de acuerdo con los métodos tradicionales islámicos. Para los fundadores de la República, el islam es una fe que debería reducirse al ámbito privado y no debería permitírsele que se organice y desempeñe ningún papel en la esfera pública lo cual se contempla como una vuelta al retraso del pasado otomano. Ataturk abolió el califato, reemplazó la ley islámica por legislación occidental, introdujo el alfabeto latino y otorgó a las mujeres el derecho a votar y a trabajar en cualquier profesión. El amplio movimiento conocido como kemalismo sigue siendo hoy en día una especie de religión estatal, a la cual se adhiere con firmeza un amplio sector de la sociedad (funcionarios, académicos, periodistas, diplomáticos y las clases militares y profesionales).
El AKP se fundó en 2001 como una rama del ilegalizado Partido de la Virtud. Desde sus comienzos ha adoptado una línea pragmática, expresada en una mayor tolerancia ante la diversidad religiosa y étnica. Su arrolladora victoria en 2002 e incluso más aplastante en 2007 supuso un duro golpe para la elite secular. Estas victorias pusieron de manifiesto la enorme pérdida de confianza en los corruptos y desacreditados partidos tradicionales, tanto de la derecha como de la izquierda y una idea generalizada de que el partido islamista, pese a las proscripciones anteriores, sería más limpio y más eficaz a la hora de reformar el país y de prepararlo para la tan deseada entrada en la UE (Turquía se convirtió en miembro asociado de la por entonces Comunidad Económica Europea en 1963).
Las sucesivas prohibiciones de los partidos de base islamista no tuvieron efecto; más bien al contrario, ya que el islam se ha convertido en una fuerza de masas. La clase dirigente laica no entendió que el islamismo en Turquía es más un movimiento que un partido puesto que está “enraizado en la cultura local, las relaciones interpersonales, y las redes comunitarias, a su vez conectadas a través de organizaciones civiles a la política de los partidos nacionales”.[1] El AKP es un movimiento de base que ha logrado desafiar al paternalismo centralista y autoritario del sistema político. Esto explica cómo ha logrado mantener el impulso político a pesar de las prohibiciones.
El gobierno del AKP, un gobierno confesional y socialmente conservador –un caso único por su modernidad en el mundo musulmán, lo cual le convierte en un ejemplo que otros países musulmanes deberían seguir– ha hecho más por modernizar política y económicamente a Turquía en seis años que cualquier otro gobierno en los 15 años anteriores. Paradójicamente, fue este gobierno –y no alguno de los anteriores gobiernos laicos, supuestamente proeuropeos– quien sometió a Turquía a una importante transformación política para poder alcanzar los criterios de Copenhague requeridos para iniciar las negociaciones de ingreso (en 2005). La fecha más temprana prevista para la entrada de Turquía en la UE, antes de la presente crisis, era 2015.
El AKP niega tener una “agenda oculta” para convertir a Turquía en un Estado islámico fundamentalista –si lo hiciera la UE no dudaría en expulsarlo, en caso de ser ya un miembro, o bien se cancelarían las negociaciones para la entrada si éstas estuvieran todavía en curso–. Una razón del entusiasmo del AKP por entrar en la UE es que considera que la pertenencia a la organización europea protegería mejor sus intereses religiosos ante las elites seculares. Sin embargo, este entusiasmo se está desvaneciendo ante la oposición interna y el debilitamiento del apoyo en los países de la UE (rechazo abierto en el caso del presidente francés Nicolas Sarkozy).
¿Hay alguna prueba que sugiera que Turquía esté cayendo en el islamismo fundamentalista? Antes de analizar esta cuestión, es pertinente señalar los resultados de un estudio comparativo de la opinión pública en Turquía en 1999 y 2006 (un período de importantes reformas) llevado a cabo por TESEV. En este estudio se revela que los turcos son más religiosos y que al mismo tiempo están más en contra de la Sharia que en 1999. Los ciudadanos turcos están mucho más apegados a las normas y valores democráticos tales como la libertad de expresión, la libertad de asociación, etc. Además, están muy divididos en, por un lado, un pequeño grupo homogéneo (alrededor del 28%) tenazmente laico y que se siente amenazado por el islamismo fundamentalista y, por otro lado, un grupo más amplio aunque menos homogéneo que se siente cómodo con la idea de que la religión se manifieste más claramente en público sin que ello comprometa necesariamente el laicismo.[2] El propio AKP declara en su página web: “Nuestro partido considera la religión como una de las instituciones más importantes de la humanidad, y el laicismo como un requisito previo a la democracia, y una garantía de la libertad de religión y de conciencia. También rechaza la interpretación y distorsión del laicismo como enemigo de la religión”. ¿Hay coherencia entre sus palabras y sus actos?
Siendo Erdogan alcalde de Estambul, en 1999, fue encarcelado por incitar al odio religioso, tras leer un poema en público (“Nuestras mezquitas son nuestros cuarteles, nuestras cúpulas son nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y nuestros creyentes nuestros soldados”). Sin duda, esta experiencia ayudó a convencer a Erdogan de que la única posibilidad para un partido con raíces islamistas de sobrevivir a la siempre vigilante elite laica era rebajar la retórica de los partidos islamistas anteriores y ser más pragmático y reformista. Lo logró con la creación del AKP, que ha estado en el poder mucho más tiempo que ningún otro partido similar. Al tener vetada la posibilidad de ocupar un escaño parlamentario, Erdogan no pudo convertirse en primer ministro tras la victoria del AKP en las elecciones de 2002 destinadas a cubrir un escaño parlamentario (su lugar fue ocupado por Gül) hasta que el parlamento enmendó la constitución y ganó las elecciones en 2003.
Aparte de suavizar la prohibición del uso del pañuelo islámico en las universidades (fue apoyado por el partido de extrema derecha MHP, que probablemente era consciente de que estaba tendiendo una trampa al partido gobernante), pero no en los colegios, las pruebas que se esgrimen contra el gobierno van desde sus intentos de relajar las restricciones en la educación religiosa a un fallido intento de ilegalizar el adulterio, supuestos comentarios antilaicistas por parte de altos cargos del partido y la censura de anuncios de bikinis por parte del ayuntamiento de Estambul, dirigido por el AKP. La sociedad laica y la Comisión Europea han protestado con presteza cada vez que algo se veía como un movimiento en la dirección fundamentalista. Este fue sin duda el caso de la ley sobre el adulterio de 2004 que fue rápidamente abandonada después de que decenas de miles de mujeres tomaran las calles de Ankara y Estambul en señal de protesta. Lo que gran parte de los opositores al gobierno pasaron por alto en aquel debate concreto fue que el adulterio era ilegal en Turquía hasta 1996, cuando el Tribunal Constitucional revocó la ley porque penalizaba más a las mujeres que a los hombres. Los hombres se consideraban adúlteros si estaban implicados en una relación duradera; en cambio las mujeres podían ser acusadas en caso de ser infieles una sola vez. El AKP era culpable de intentar volver atrás en el tiempo, pero no de introducir un nuevo elemento en el código penal.
La cuestión de los derechos de las mujeres en Turquía es muy controvertida. Las mujeres tuvieron que esperar hasta el proceso de reformas para el ingreso en la UE después de 2001 para adquirir los mismos derechos que los hombres en el matrimonio, el divorcio, la educación y la propiedad. Las elecciones generales de 2007 duplicaron el número de mujeres en el parlamento hasta alcanzar 49, la mayoría del AKP. Un informe publicado en 2007 por European Stability Initiative (ESI) explicaba este hecho sucintamente:
“Hay quienes temen que Turquía pueda dar la espalda a sus tradiciones laicistas. Algunas de las voces más airadas proceden de las mujeres kemalistas, quienes insisten en que el ascenso del “Islam político” representa una grave amenaza para los derechos y libertades de las mujeres turcas. Ha habido incluso llamamientos a la restricción de la democracia turca, para proteger los derechos de las mujeres. Sin embargo este “feminismo autoritario” está alejado de la realidad de la Turquía contemporánea y de sus logros en los últimos años”.[3]
Las mujeres kemalistas no se han dado cuenta de que el AKP ha hecho más por la causa de los derechos de las mujeres que los partidos “laicos” en el pasado. Que esto es así se demuestra en la brecha que sigue existiendo –seis años después de que el AKP llegase al poder– entre los laicistas y el AKP, quien todavía tiene que conquistar el corazón y la mente de los laicistas (esencialmente clases medias urbanas), a diferencia del grueso de sus partidarios más religiosos de las zonas rurales de Turquía (y los emigrantes del campo en la ciudad). Ambos bandos todavía no han encontrado un modus vivendi.
Resulta significativo que la frase “Turquía es laica y seguirá siendo laica”, más que una invocación para tener más democracia, haya sido uno de los eslóganes más difundidos en las masivas manifestaciones públicas contra el AKP. El laicismo en Turquía se equipara más con la occidentalización y la modernidad que con la democracia; si a los ardientes kemalistas se les pidiese que dijesen con sinceridad si prefieren sacrificar el laicismo o la democracia liberal probablemente dirán que la democracia, en lugar de manifestar que ambos conceptos deberían ser complementarios como lo son en Occidente.
Aunque suene ridículo, el asunto que inflama a los laicistas y les ha llevado a su actual confrontación con el gobierno es el pañuelo islámico. Turquía era el único país de Europa que lo prohibía en las universidades y, sin embargo, en noviembre de 2005 el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos rechazó el recurso de una estudiante que llevó su caso ante este tribunal en 1998. A esta mujer no se le permitía el acceso a las clases de la Universidad de Estambul por cubrirse la cabeza con el pañuelo. La sentencia fundamentada en la necesidad de “mantener el carácter laico de las instituciones educativas” supuso una amarga decepción para Erdogan que esperaba que la UE apoyase su postura más tolerante respecto al pañuelo islámico. Se trata de una cuestión muy delicada: el Tribunal Europeo dijo que podría haber una prohibición pero no que debiera haberla, lo cual supone una diferencia importante. En la práctica respetó el derecho de Turquía a regular la cuestión. Por lo tanto, el AKP no ha violado la Carta Europea de los Derechos Humanos al levantar la prohibición de llevar el pañuelo.
En el Reino Unido, por ejemplo, una estudiante ganaría un caso semejante. Francia, en cambio, ha endurecido las leyes sobre el uso de símbolos abiertamente religiosos. No hay una posición general europea sobre la cuestión del pañuelo.
En Turquía, los kemalistas ven el pañuelo como un símbolo reaccionario y una vuelta al pasado; los partidarios del AKP, en general, lo consideran más como un símbolo de identidad, movilidad e independencia –y entre las jóvenes, al menos en las zonas cosmopolitas de Estambul, parece a menudo un accesorio de moda–. Hasta que Erdogan se convirtió en primer ministro y G?l en presidente, las primeras damas turcas no podían llevar el pañuelo, al menos en sus respectivas residencias oficiales. La mujer de Erdogan fue recibida en la Casa Blanca en Washington cubierta con el pañuelo, pero no así en el palacio presidencial en Ankara hasta que G?l asumió la presidencia. Ninguna de las dos, sin embargo, hace ostentación de este uso. Miembros del estamento militar y del judicial se niegan incluso a asistir a actos oficiales si saben de antemano que habrá mujeres turcas con el pañuelo, y esto incluye las recepciones para dirigentes extranjeros.
El comisario para la ampliación de la UE, Olli Rehn, partidario del ingreso de Turquía en la organización, aseguró que este caso no estaba justificado. “La prohibición o disolución de partidos políticos es una medida de largo alcance que debería utilizarse con el mayor cuidado”, indicó. “En una democracia europea normal asuntos políticos como éste se debatirían en el Parlamento y se decidirían por votación, no en los tribunales”.
El gobierno respondió a la decisión del Tribunal Constitucional de admitir la apelación, declarando que acelerará un paquete de medidas constitucionales que dificulten las ilegalizaciones de partidos. Está considerando la enmienda de los artículos 68 y 69 de la constitución, que se refieren al cierre de partidos políticos. El actual sistema de prohibir partidos impide a los políticos expresar sus opiniones con libertad. El gobierno puede tomar esta opción pero es dudoso que suavice con ella sus relaciones con los vehementes laicistas.
Conclusión: El castigo que se ha buscado infligir al gobierno–prohibiendo a un partido que fue elegido democráticamente por un amplio margen– resulta desproporcionado respecto a la amenaza que supuestamente representa. La democracia turca es lo bastante madura como para rechazar en las urnas a cualquier partido que busque el camino del fundamentalismo islámico. La imagen que este caso ofrece de Turquía es el de un país que necesita ser tutelado.
El resultado del caso será decisivo para determinar si Turquía puede seguir modernizándose políticamente e ingresar por lo tanto en la UE. Se han hecho más progresos en el frente económico; la crisis ya está afectando a la economía puesto que ha hecho mella en la confianza internacional y ha provocado la caída de la bolsa y de la lira turca.
A pesar de este caso, el AKP no debe perder su impulso reformista. Al contrario, debe retomar la iniciativa. En particular, no ha derogado todavía el tristemente famoso Artículo 301 del código penal, bajo el cual algunos escritores (entre ellos el premio Nobel de 2006, Orhan Pamuk) están siendo perseguidos por el crimen de insultar a la “identidad Turca”.
William Chislett
Escritor, autor de tres ARI sobre Turquía para el Real Instituto Elcano, y también de dos libros sobre dicho país (Euromoney, 1999 y 2000)
[1] Véase See Jenny B. White, Islamist Mobilization in Turkey, University of Washington Press, 2002, p. 27.
[2] Véase Kemal Kirisci, “New Cold Wars? Civilization Discourse & Beyond”, boletín del EDAM, invierno de 2008, www.edam.org.tr/images/PDF/yayinlar/makaleler/e-bulten/edam_bulletin_winter_2008_kkirisci.pdf.
[3] Véase “Sex and Power in Turkey”, www.esiweb.org/pdf/esi_document_id_90.pdf, y “Turkey and Europe: The Way Ahead”, www.crisisgroup.org/home/index.cfm?id=5021.