Tema: El 28 de mayo se realizará la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. Aunque las encuestas pueden equivocarse (así ocurrió en las elecciones legislativas de marzo), todo parece indicar que el presidente Álvaro Uribe (2002-2006) será reelegido con una cómoda mayoría absoluta –más del 50% de los votos, requisito para evitar la segunda vuelta–. A pesar de la eventual continuidad de la Administración Uribe, es posible que el resultado condicione cambios significativos en el sistema de partidos colombiano. Resumen: Este artículo examina algunos aspectos del escenario político colombiano frente a las elecciones presidenciales del 28 de mayo. Tras presentar a los distintos candidatos y a los partidos que les apoyan, el análisis se centra en las diferencias entre sus programas, sobre todo en materia de seguridad, aunque también en otras áreas como la economía y las relaciones internacionales, mostrando las diferencias fundamentales entre el Gobierno y la oposición. Se argumenta que la continuidad de las políticas de seguridad del Gobierno –materia en que las diferencias con la oposición son notables– estaría garantizando la reelección del presidente Uribe, según las encuestas. En la última sección se examina brevemente la evolución de los sondeos de opinión, que sugieren tanto el triunfo del presidente Uribe en la primera vuelta como la derrota del liberalismo en el segundo lugar frente al Polo Democrático Alternativo (PDA), y se adelantan algunas observaciones sobre el posible impacto de dicho resultado en el sistema de partidos. Análisis: Como es tradicional en la política colombiana, ésta ha sido otra prolongada contienda electoral. El ex alcalde de Bogotá Antanas Mockus –líder del Partido Visionario (PV)–, inició su campaña a mediados de 2004. Horacio Serpa –candidato del Partido Liberal (PL)– renunció a la embajada en la Organización de Estados Americanos (OEA) a fines de 2004 para lanzarse al ruedo. Esta vez la campaña presidencial tardó en tomar forma, principalmente por dos motivos. Primero, por la incertidumbre frente a la sentencia de la Corte Constitucional sobre la reforma aprobada por el Congreso que permitía la reelección presidencial inmediata, que sólo se conoció en octubre de 2005. Y, segundo, por el proceso de selección de candidatos de los principales partidos de la oposición –PL y PDA–, sujeto a elecciones primarias celebradas en marzo de este año, a tiempo con las elecciones legislativas. Los candidatos y partidos en disputa • El presidente Álvaro Uribe –disidente del PL–, apoyado por una coalición multipartidaria en la que se destacan dos partidos de formación reciente alrededor de sus políticas –Cambio Radical (CR) y Partido de la Unidad Nacional (PU)–, y el tradicional Partido Conservador (PC), que en dos elecciones consecutivas ha decidido no llevar candidato propio. La campaña del presidente Uribe se desarrolla a través de la organización Primero Colombia, bajo cuyo nombre se registró como candidato en 2002. Este escenario electoral –dominado por la coalición de gobierno y dos partidos importante de oposición, el PL y el PDA– refleja un proceso de recomposición del sistema de partidos colombiano, condicionado por nuevas instituciones electorales y por la figura del presidente Uribe. Aunque a ratos Antanas Mockus parecía proyectarse como un candidato en tercería –distanciado del Gobierno pero prometiendo la continuidad de algunas políticas–, la campaña tendió a polarizarse entre simpatizantes y enemigos de Uribe. No se trata de una mera lucha entre personalidades. Las plataformas del Gobierno y de la oposición ofrecen visiones diferenciadas sobre cómo resolver los graves problemas de la sociedad colombiana. Las propuestas del Gobierno y la oposición La seguridad Los esfuerzos por restablecer el control en el territorio nacional han contribuido a mayores niveles de seguridad. Hoy hay presencia de la policía en todos los municipios del país –unos 170 de los 1.100 municipios colombianos no tenían presencia policial hace cuatro años–. El Gobierno está lejos de derrotar definitivamente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN), pero durante estos cuatro años ha ganado la iniciativa contra dichos grupos guerrilleros, mientras ha mermado su capacidad ofensiva. El proceso de desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, los grupos armados ilegales, enemigos de la guerrilla y conocidos como paramilitares) está lleno de riesgos, dudas y preocupaciones, mas se espera que su desmantelamiento abra el camino para ponerle fin al conflicto armado. Este no es el lugar para un balance sistemático de la política de seguridad democrática del Gobierno Uribe. Podrían anotársele fallos, imperfecciones y vacíos. Por el momento, importa reconocer los significativos avances en esta materia fundamental, con el fin de entender las principales razones del extraordinario apoyo que sigue recibiendo su gestión. De acuerdo con los estudios de Gallup –encargados por un grupo de medios de comunicación, incluida la cadena Caracol–, un 64,5% de los encuestados en mayo de 2006 considera que el país es más seguro que hace un año. Casi el 80% apoya las negociaciones con los grupos paramilitares. Más del 66% está de acuerdo con que su Gobierno “es respetuoso de los derechos humanos” (un 25% no lo cree así). Entre todos los candidatos, Uribe es percibido como el más preparado para enfrentarse a los diversos problemas de seguridad por una amplia mayoría: combatir la delincuencia común (67,3%), la guerrilla (71,4%), los paramilitares (66,5%) y el narcotráfico (67%). El problema de seguridad sigue siendo tan severo, y prioritario, que la mayoría de los encuestados estarían dispuestos a “perder algunas libertades para tratar de mejorar la seguridad”. Al mismo tiempo, la confianza general que infunde el presidente es quizá la razón por la cual la mayoría de los encuestados considera que los principales problemas que deberán ser resueltos por el próximo mandatario colombiano no están en el área de seguridad, sino en el terreno económico-social. Mientras el presidente Uribe promete la continuidad de unas políticas que son generalmente percibidas como exitosas, los candidatos de la oposición han mantenido un discurso crítico de los resultados de la política de “seguridad democrática”, mientras ofrecen otras soluciones, basadas en diagnósticos fundamentalmente distintos del problema. Tanto para Serpa (PL) como para Gaviria (PDA) la seguridad parecería un asunto secundario, derivado de los problemas de inequidad e injusticia social en Colombia. Las palabras “homicidio” o “secuestro” están ausentes del programa presidencial del PDA, Construyamos democracia, no más desigualdad. La expresión seguridad tampoco aparece en dicho documento, excepto para referirse a la “seguridad social integral”, o a la “seguridad soberana” en alusión crítica a la ayuda militar de EEUU. Ambos candidatos subvaloran los avances de seguridad como “falsos”. Según Gaviria, el presidente Uribe ha construido un “mundo virtual”para los colombianos, un espejismo mediático que ocultaría la falta real de seguridad y el deterioro de los derechos humanos. En los inicios de su campaña, el ex alcalde Mockus reconoció –a diferencia de Serpa y Gaviria– algunos avances de la política de seguridad, cuando prometió que había que “construir sobre lo construido”, pero con mayor énfasis en programas de pedagogía ciudadana. En fechas recientes, Mockus ha radicalizado sus críticas al Gobierno, particularmente por sus negociaciones con las AUC. Según Mockus, los avances de seguridad se encuentran empantanados, serían conquistas “de corto vuelo”, cuyas limitaciones auguran “más violencia para el futuro”. El conflicto armado y la búsqueda de la paz A pesar de los esfuerzos de los candidatos del PL y PDA de aparecer como los portadores de la solución política del conflicto armado, los informes de Gallup sugieren que una mayoría (51%) percibe a Uribe como el más capacitado para “trabajar para lograr una paz negociada”. El presidente no se ha cerrado al diálogo con la guerrilla –en los últimos meses el Gobierno ha sostenido conversaciones con el ELN en Cuba–. A mediados de mayo, el presidente Uribe fue más allá al decir que estaría dispuesto a una zona despejada “más extensa que la que se había definido con los países europeos para el acuerdo humanitario” con las FARC, siempre y cuando éstas aceptaran “un cese de hostilidades”. Alfredo Rangel –director de la Fundación Seguridad y Democracia– ha dicho que está “casi seguro de que en el segundo mandato de Uribe habrá conversaciones de paz con las FARC”. Entre los cuatro candidatos, el más duro sobre cómo negociar o no con los grupos armados ilegales quizá sea Antanas Mockus –cuyo programa gira alrededor de la premisa del respeto a la legalidad–. Pero su mensaje contra la “cultura del atajo”, a ratos confuso, no ha calado lo suficiente en una opinión pública que ahora vuelve a dar muestras de preferir la vía negociada para superar el conflicto armado. Las políticas económicas y sociales Los resultados de la gestión económica de Uribe son, no obstante, positivos. Como observó Daniel Castellanos, en un balance para El Espectador, “la economía logró salir de la recesión de 1999, y el año pasado creció 5,1%, la mejor cifra de los 10 últimos años, gracias, sobre todo, a un repunte impresionante de la inversión”. La inflación continúa baja, al 4,12%. Hay aún problemas con el déficit del Gobierno central, pero “la tendencia de la deuda pública dejó de ser explosiva”. La tasa de desempleo ha disminuido, aunque se mantiene relativamente alta. Los indicadores sociales son menos positivos, pero también se observan adelantos, como en las áreas de educación y salud. La pobreza, que sigue siendo un grave problema, ha disminuido –lo que se discute es cuánto–. En su balance para El Espectador, Alejandro Gaviria concluyó que “los resultados sociales son aceptables, pero más por cuenta de la buena economía que de la acertada política social”. De cualquier manera, en estas áreas las propuestas de la oposición tampoco hacen mucha mella al Gobierno. Aunque en asuntos sociales la opinión favorable no es tan alta como en seguridad, los estudios de Gallup sugieren que la gran mayoría considera al presidente Uribe el candidato más capacitado para resolver los problemas de desempleo, educación, salud, servicios públicos y pobreza. Las relaciones internacionales Elecciones con opción Una campaña atípica Las principales firmas encuestadoras que han seguido la campaña electoral han dado, por lo general, la victoria al presidente Uribe en la primera vuelta, aunque con algunas diferencias y excepciones. La intención de voto por el presidente se ha mantenido consistentemente en el 56%, según las encuestas encargadas por las revista Semana y la cadena RCN a Napoleón Franco. El “opinómetro” de El Tiempo sugiere mayor volatilidad: en enero la intención de voto por el presidente bajó al 48%, subió al 65,2% en febrero y volvió a bajar al 53,9% en marzo, pero subió otra vez al 58,9% en el último sondeo. Las encuestas de Gallup también sugieren cambios, pero siempre han dado un cómodo triunfo a Uribe. No obstante, de la abrumadora mayoría registrada por Gallup en diciembre de 2005 (70,9%), la intención de voto por el presidente descendió al 58,2% en abril –quizá por la forma como el Gobierno manejó los escándalos suscitados por las acusaciones de un ex funcionario del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS)–. Pero en las últimas encuestas de mayo, la intención de voto por Uribe había subido al 61,2%. Los cambios más visibles, similares en todas las encuestas, se han producido en las campañas de Serpa (PL) y Gaviria (PDA). En los sondeos de Gallup, el ascenso de Gaviria es constante: 2,2% en diciembre de 2005, 10,3% en marzo de 2006, 14,9% en abril y 20,4% en mayo, cuando pasó al segundo lugar. Serpa, por el contrario, ha bajado desde marzo, cuando tenía un 20,4% de la intención de voto. Desde entonces descendió al 18,7% en abril y al 13,7% en mayo, cuando pasó a ser tercero. Mockus alcanzó un pico del 5,7% en diciembre de 2005, pero descendió y, pese a una leve recuperación en abril, en la última encuesta no llega al 1%. Desde mayo, El Tiempo también le da el segundo lugar al candidato del PDA. Por supuesto que la oposición cuestiona con insistencia la credibilidad de las encuestas. Para el ex presidente y dirigente del PL, Alfonso López Michelsen, las elecciones siguen siendo “una gran incógnita”. Sin embargo, de ser acertadas las predicciones, no sólo el presidente Uribe triunfaría en primera vuelta sino que el PDA derrotaría al liberalismo, un hecho político de enorme significado. La eventualidad de lo que la revista Cambio llamara la “debacle liberal” ha anticipado un debate sobre el futuro del PL y del sistema de partidos colombiano, en recomposición desde hace algún tiempo. Los resultados del 28 de mayo tendrían que verse conjuntamente con los de las elecciones legislativas del pasado marzo, donde el liberalismo, aunque disminuido, mantuvo su condición de principal partido de la oposición. Una derrota estruendosa de Serpa podría motivar la deserción de muchos parlamentarios liberales hacia los recién formados partidos uribistas. Algunos han sugerido la reunificación del Partido alrededor del presidente quien, si bien en disidencia frente a los dirigentes liberales, nunca ha renunciado a su condición liberal y mantiene un discurso de apelación a las bases del partido. Este último escenario es quizá remoto, aunque no imposible. Es difícil concebir la reunificación del PL alrededor de Uribe después de la dura oposición del liderazgo del partido: el jefe único del PL, el ex presidente César Gaviria, ha descartado esa posibilidad. Pese a las incógnitas, todo parece indicar que el sistema político de Colombia se mueve con mayor claridad hacia un multipartidismo limitado, donde unos cinco partidos políticos tendrán el mayor protagonismo, agrupados en dos grandes coaliciones alrededor del Gobierno –Cambio Radical, el Partido de Unidad Nacional y el Partido Conservador–, y en la oposición el Partido Liberal y el Polo Democrático Alternativo. Los resultados del 28 de mayo, y el papel que decida jugar el presidente Uribe, determinarán el curso definitivo de este proceso. Conclusiones: Frente a opciones de gobierno diferenciadas, el electorado colombiano parece inclinarse por la continuidad de las políticas del presidente Uribe, a quien las encuestas dan como ganador en primera vuelta en las elecciones del 28 de mayo. Aunque este triunfo ha sido predecible, la posible conquista del segundo lugar por el candidato del PDA es un hecho sorpresivo, que consolidaría la posición de este nuevo partido en el sistema partidista colombiano, en proceso de transformación. Eduardo Posada Carbó |
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