Tema: ¿Qué nos dice el fallido atentado de Nueva York sobre la naturaleza actual del terrorismo global y de la amenaza que plantea para las sociedades abiertas en general y la norteamericana en particular?
Resumen: El incidente ocurrido el pasado 1 de mayo en Nueva York pone de manifiesto que EEUU continúa siendo blanco prioritario del terrorismo global. Pero se trata de una amenaza terrorista que en ese país es dual. Procede tanto de individuos aislados y células independientes establecidas en el interior del mismo como de entidades transnacionales localizadas en el exterior, pero que disponen de cierta capacidad para movilizar seguidores dentro de la propia sociedad norteamericana o enviarlos desde fuera con el propósito de cometer atentados. En principio, sería mayor cuando existen conexiones con al-Qaeda, sus extensiones territoriales o las organizaciones asociadas que disponen de estructura, liderazgo y estrategia. Tehrik e Taliban Pakistan es una de estas y, de hecho, había advertido sobre su intención de ejecutar actos de terrorismo en territorio estadounidense desde hace más de dos años. Se le atribuye con fundamento el episodio de Times Square. Ahora bien, la amenaza terrorista que plantean los talibán paquistaníes afecta también a otras naciones occidentales.
Análisis: En la ciudad de Nueva York pudo haber ocurrido de nuevo un atentado terrorista al atardecer del pasado día 1 de mayo. Afortunadamente no fue así, pero en caso contrario se habría tratado, con elevada probabilidad, de un incidente cruento, aunque en modo alguno semejante, ni en el procedimiento utilizado ni en sus potenciales consecuencias, a los catastróficos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Un vehículo cuya matrícula no le correspondía, en el que se había colocado un dispositivo explosivo, relativamente complejo a la vez que no especialmente sofisticado, compuesto por bombonas de gas propano, bidones de gasolina y sustancias pirotécnicas, entre otros elementos, fue expresamente aparcado en Times Square, muy concurrido a esa hora, cerca de las 18:30, con el propósito de que estallara y produjese la muerte al mayor número posible de personas. Sin embargo, no hubo explosión, debido al mal funcionamiento del artefacto, aunque aparentemente se inició la detonación del mismo, pues el humo que salía por sus ventanas llamó la atención de dos vendedores de camisetas que se encontraban en una acera próxima, uno de los cuales alertó a la policía y el área fue evacuada antes de que se procediese a inspeccionar el coche bomba y desactivarlo.
Tras esos hechos fueron no pocas las especulaciones que se pudieron escuchar y leer en los medios de comunicación, dentro y fuera de EEUU. Primero, sobre si efectivamente se había tratado de un suceso terrorista y, luego, acerca de quién o quiénes podían ser sus responsables. Por fin, dos días después de lo ocurrido, el lunes 3 de mayo por la noche, un hombre de origen paquistaní, pero nacionalizado estadounidense en abril de 2009, 10 años después de haber llegado a Washington desde su país natal para cursar estudios universitarios, fue detenido cuando trataba de abandonar EEUU en un avión dispuesto ya para despegar del aeropuerto John Fitzgerald Kennedy con destino a Dubai. Este individuo, llamado Faisal Shahzad, fue identificado como comprador del vehículo utilizado en el fallido atentado de Times Square y acusado formalmente de dicha tentativa. Habría admitido, de acuerdo con las autoridades norteamericanas, que condujo personalmente el coche bomba hasta tan emblemático y multitudinario sitio de Manhattan, e incluso que recibió adiestramiento para la confección de artefactos explosivos en Waziristán, demarcación donde se encuentra el bastión de Tehrik e Taliban Pakistan (TTP), una entidad yihadista estrechamente asociada con al-Qaeda.
Es más, TTP se adjudicaba la comisión de atentados terroristas en EEUU, aunque de modo inespecífico, al día siguiente de la tentativa de Times Square, difundiendo tres grabaciones en vídeo que habían sido realizadas a lo largo del mes de abril, días antes de la fallida tentativa en dicho lugar. Finalmente, el propio asesor del presidente Barack Obama para asuntos de seguridad nacional y contraterrorismo, John Brennan, confirmó el 8 de mayo y reiteró el día 9 que los servicios competentes habían podido establecer vínculos entre Faisal Shahzad y aquella organización de talibán paquistaníes, de la que recibió adiestramiento y financiación, así como la orden de llevar a cabo un atentado en suelo norteamericano. En el mismo sentido, el fiscal general estadounidense, Eric Holder, sostuvo, transcurrida una semana desde que cundiera la alarma en Nueva York, que existía evidencia de que TTP estaba detrás de la tentativa de atentado en Manhattan. En suma, lo sucedido el 1 de mayo ha venido a recordar que EEUU es blanco prioritario del terrorismo global. Ahora bien, ¿cuál es el contexto de las amenazas terroristas en EEUU que permita interpretar adecuadamente la frustrada tentativa de Times Square? ¿Qué nos dice el fallido atentado de Nueva York sobre la naturaleza actual del terrorismo global y de la amenaza que plantea para las sociedades abiertas en general y la norteamericana en particular? ¿Proporciona alguna nueva indicación acerca de quienes se implican en las actividades relacionadas con dicho fenómeno y de sus motivaciones?
Una amenaza terrorista dual
Decir que EEUU es blanco prioritario del terrorismo global –esto es, del terrorismo directa o indirectamente relacionado con la urdimbre que tiene en al-Qaeda su núcleo fundacional y referencia permanente– constituye un tópico poco revelador en sí mismo del problema que dicho fenómeno de violencia transnacionalizada supone actualmente para los ciudadanos y las instituciones norteamericanas, incluso dentro de sus propias fronteras nacionales. Para ir algo más allá de ese tópico y valorar en su debido contexto el fallido atentado que tuvo lugar el sábado 1 de mayo en el centro de la ciudad de Nueva York, interesa conocer cuáles son las tendencias recientes que la amenaza del terrorismo yihadista plantea en el interior del territorio estadounidense, en el marco de la cual se inscribe ese hecho. En primer lugar, por lo que se refiere a los antecedentes inmediatos que permiten apreciar su evolución dentro del suelo norteamericano. En segundo lugar, en lo que atañe a la naturaleza de dicha amenaza y a los principales actores implicados en la misma, tal y como se observa hoy en los confines de ese ámbito.
Así, importa recordar que el número de incidentes relacionados con el terrorismo yihadista contabilizados en EEUU durante 2009, al menos 10 de ellos suficientemente significativos, no tiene precedentes. El más notorio de todos ocurrió el día de Navidad. En esa fecha, una aeronave de pasajeros que culminaba un vuelo transatlántico procedente de Ámsterdam estuvo a punto de ser destruida, cuando había iniciado ya las maniobras de aproximación al aeropuerto de Detroit, por un joven islamista radical de nacionalidad nigeriana. Pero, además, existieron planes para atentar contra sinagogas de Nueva York, una base de la Guardia Aérea Nacional en ese mismo estado, un edificio de oficinas en Dallas y la sede de unos juzgados en Springfield, Illinois. También pudieron desbaratarse a tiempo los preparativos de un atentado suicida en el metro asimismo de la ciudad de Nueva York y se produjeron dos ataques con armas de fuego por parte de individuos radicalizados en el yihadismo, los cuales ocasionaron la muerte a una persona en dependencias militares de Little Rock y a otras 13, en noviembre de 2009, en Fort Hood.
En conjunto, todos esos incidentes revelan cuáles son las dos principales fuentes de la amenaza que el terrorismo global plantea actualmente en suelo norteamericano. En relación con ellos y otras actividades terroristas afines han sido identificados y detenidos individuos autóctonos unas veces y foráneos otras, en unas ocasiones radicalizados a partir de su condición musulmana de origen familiar y otras veces al hilo de su conversión al credo islámico. En unos casos se sabe que actuaban aisladamente o que formaban parte de células independientes, es decir grupúsculos escasamente articulados y sólo inspirados por al-Qaeda. En otros, sin embargo, pudo acreditarse que seguían órdenes bien de la jerarquía de al-Qaeda, bien de los dirigentes de una de sus extensiones territoriales, en concreto la denominada al-Qaeda en la Península Arábiga, o de los mandos de alguna organización asociada con al-Qaeda, como la paquistaní Lashkar e Toiba o la somalí al-Shabab. En definitiva, la amenaza terrorista en EEUU es dual. Procede tanto de individuos aislados y células independientes establecidas en el interior del país como de entidades transnacionales localizadas en el exterior pero que disponen de cierta capacidad para movilizar seguidores dentro de la propia sociedad norteamericana o enviarlos desde fuera con el propósito de cometer atentados.
Y es que EEUU no es inmune al llamado homegrown terrorism o terrorismo de formación endógena, si es que alguna vez lo fue, como muchos analistas han sostenido al comparar la situación norteamericana con la europea, asumiendo que la estructura social y la dispersión espacial de los musulmanes en el seno de la sociedad estadounidense, entre otras variables relevantes, favorecían su integración e inhibían procesos de radicalización en la violencia. Como tampoco la amenaza del terrorismo yihadista en territorio norteamericano procede principalmente de individuos aislados y células independientes, como igualmente se ha afirmado a menudo. Al menos en teoría, el peligro sería potencialmente mayor, si nos atenemos a la magnitud y consecuencias de posibles atentados, cuando existen conexiones con al-Qaeda y otras organizaciones insertas en la actual urdimbre del terrorismo global capaces de ofrecer dirección, adiestramiento y recursos. Al escenario más inquietante de la amenaza terrorista, el verdaderamente capaz de poner a prueba la capacidad de resiliencia de la sociedad estadounidense, se refirió hace pocas semanas el presidente Barack Obama, durante la cumbre sobre seguridad nuclear celebrada en abril de este mismo año en Washington, en alusión explícita a los desafíos del terrorismo nuclear.
TTP y la conexión paquistaní
Que el supuesto autor material del fallido acto de terrorismo en Times Square haya nacido, crecido y residido la mayor parte de su vida en Pakistán, así como que viajase con relativa asiduidad a su país de origen –más aún, se trasladó al mismo por última vez en junio de 2009 y permaneció allí hasta febrero de 2010– no es una información en modo alguno irrelevante. Es más, en relación con ese mismo episodio han sido detenidas algunas personas más en ese país u originarias del mismo. Pakistán es el epicentro del terrorismo global, donde además de la propia al-Qaeda se encuentran localizados numerosos grupos y organizaciones relacionadas con dicha estructura terrorista. Es el caso, por ejemplo, de Tehrik e Taliban Pakistan (TTP), una coalición de entre 30 y 40 grupos armados de índole tribal cuya unificación bajo un mismo liderazgo se produjo a finales de 2007 y que ejerce su dominio sobre importantes zonas del noroeste del país, cercanas a la frontera afgana, en las cuales no existe una autoridad estatal efectiva. TTP desarrolla actualmente una intensa campaña terrorista en Pakistán y colabora con la insurgencia de los talibán afganos, pero desde hace más de dos años viene amenazando con perpetrar atentados en países del mundo occidental en general y, de manera expresa, en el territorio mismo de EEUU.
En este sentido, adquiere una especial relevancia no sólo que el detenido por haber intentado atentar en Manhattan haya admitido que recibió entrenamiento en Waziristán, feudo del TTP, sino también que esta organización yihadista, al día siguiente de ese incidente terrorista, difundiese hasta tres vídeos, creíbles por su formato y procedencia, todos grabados durante abril, en los cuales se alude a atentados en ciudades de EEUU. En uno de esos videos, es el propio líder de TTP, Hakimullah Mehsud, quien afirmaba: “se acerca el momento en el que nuestros fedayeen atacarán Estados Unidos en sus principales ciudades (…). Nuestros fedayeen han penetrado en la terrorista América. Vamos a infringir golpes extremadamente dolorosos a la fanática América.” Y añadía: “Las llamas de nuestro corazón sólo se encenderán cuando nuestros fedayeen lleven a cabo ataques precisos y destructivos en la América terrorista, haciendo que se arrodille (…). Muy pronto, en días o meses, la umma musulmana verá los frutos de los más exitosos ataques de nuestros fedayeen en Estados Unidos”. En otro video, la voz del máximo dirigente de TTP deja constancia de la fecha en que graba su proclama, el 19 de abril de 2010, para añadir: “De ahora en adelante, los principales blancos de nuestros fedayeen son las ciudades americanas. Se escucharán buenas noticias en días o semanas”. Estas palabras alertan sobre la posibilidad de que el incidente terrorista de Times Square no sea el único del que se tenga noticia en EEUU en los próximos meses.
En un tercer vídeo, igualmente grabado en abril pero emitido al día siguiente del incidente terrorista en Times Square, incluso se reclamaba por anticipado la ejecución de un atentado en EEUU, probablemente el que estuvo a punto de ocurrir en Nueva York el 1 de mayo. En dicha grabación se insertaron subtítulos en inglés que pueden traducirse al castellano así: “Nosotros, Tehrik e Taliban Pakistan, con todo orgullo y bravura, asumimos toda la responsabilidad por el reciente ataque en Estados Unidos”. Y, después de afirmar que dicho ataque es una revancha por los líderes de TTP y otros grupos yihadistas abatidos en Pakistán e Iraq, por lo que define como interferencia norteamericana en países musulmanes y por los misiles lanzados desde aeronaves no tripuladas contra talibán paquistaníes en las áreas tribales que dominan, concluye: “Advertimos furiosamente a los países de la OTAN, sus gobiernos y su población, que se opongan a las políticas malignas de Estados Unidos y se disculpen sinceramente por las masacres en Irak, Yemen, Afganistán y las áreas tribales de Pakistán, pues de otro modo deben prepararse, en sus regiones, para la peor destrucción y devastación jamás”. Con estas palabras, que evidencian el sentido estratégico que TTP otorga a los atentados en países occidentales, se señala agresivamente a la mayoría de los mismos occidentales y no sólo a EEUU. Y es pertinente recordar que esa misma organización yihadista se hizo ya responsable, a través de su portavoz habitual, del intento, desbaratado por el CNI y la Guardia Civil, de perpetrar una serie de atentados suicidas en Barcelona a inicios de 2008.
Respecto al susodicho Faisal Shahzad, el individuo a quien los mandos de TTP encomendaron ejecutar el atentado frustrado de Times Square, dos variables básicas de su perfil sociológico coinciden con las más habituales entre los detenidos por su implicación en actividades de terrorismo yihadista en el mundo occidental. Es un varón, cuya edad se sitúa en el tramo que va desde primeros de los 20 hasta últimos de los 30. Más allá de ello, no sería, en sentido estricto, un caso de terrorista homegrown. Nació y creció en Pakistán, trasladándose a EEUU para cursar estudios universitarios, permaneciendo luego e integrado, eso sí, hasta convertirse en ciudadano norteamericano. Casado y con hijos, proviene de una familia acomodada y ejercía como profesional cualificado que había estudiado un MBA. Especulando sobre las circunstancias que propiciaron su inmersión en el yihadismo, es revelador que, como han desvelado amigos y familiares, Faisal Shahzad cambió, haciéndose más reservado, pietista y belicoso –el año pasado pidió permiso a su padre para ir a combatir en Afganistán–, tras verse afectado hace ahora unos dos años por graves dificultades financieras e incluso perder, por problemas con la hipoteca, la casa de la cual era propietario en Connecticut. Estaríamos pues ante lo que parece un ejemplo de radicalización yihadista inducida por alguien desde círculos extremistas de Pakistán pero precedida por una experiencia en EEUU de lo que, en términos propios de la psicología política, se conoce como privación relativa.
Conclusiones: El incidente terrorista que tuvo lugar en Nueva York el pasado 1 de mayo pone de manifiesto cómo, al margen de que al-Qaeda tenga la voluntad de volver a perpetrar en EEUU atentados tan espectaculares o más que el 11 de septiembre si en algún momento llegase a disponer de capacidades suficientes para ello –cosa que quizá en la actualidad se ignora más que se duda–, la principal fuente de amenaza relacionada con el terrorismo global, aunque de magnitud y alcance aparentemente más limitados, procede sobre todo de extensiones territoriales de al-Qaeda, como al-Qaeda en la Península Arábiga desde su ubicación yemení, o de organizaciones estrechamente asociadas con al-Qaeda, como Therik e Taliban Pakistan, asentada en las zonas tribales del noroeste paquistaní, entidad a la cual se atribuye el episodio de Times Square. Pero realzar como previsiblemente más seria la amenaza terrorista que se relaciona con entidades yihadistas localizadas en el exterior, dotadas tanto de estructura, liderazgo y estrategia, no debe llevar a minimizar indebidamente otra dimensión de la misma, cual es la que emanaría de individuos aislados y células independientes, unos y otras en principio sólo inspirados por al-Qaeda, surgidos a partir de procesos de radicalización que acontecen entre musulmanes pertenecientes a la propia sociedad estadounidense.
A la hora de afrontar la amenaza dual del terrorismo global en EEUU, no cabe a sus gobernantes otra opción que mirar al mismo tiempo hacia adentro y hacia fuera. Hacia adentro, entre otras cosas, profundizando en el acervo de conocimiento sobre los procesos de radicalización en el yihadismo y de reclutamiento terrorista a que pueden abocar motivaciones individuales basadas no sólo en criterios de racionalidad e identidad sino en otros emocionales que se corresponden, además de con la interiorización del odio y los deseos de venganza, con frustraciones derivadas de experiencias de privación relativa pero ulteriormente politizadas. Como parece ser el caso de la persona detenida por el fallido intento de perpetrar un atentado terrorista en Times Square. Hacia fuera, las autoridades norteamericanas deberán tener muy en cuenta que los focos de amenaza terrorista que se cierne sobre su ámbito jurisdiccional son varios, incluyendo los de la Península Arábiga y el Sur de Asia. En el episodio del pasado día 1 de mayo en Manhattan hubo una conexión paquistaní con TTP. Actuar sobre Waziristán del Norte, donde esta organización yihadista dispone de sus principales bases, requiere una acción sustentada en acuerdos con las autoridades de Pakistán, pero sopesando siempre lo contraproducente que puedan resultar unas u otras iniciativas. En todo caso, no deberían quedar al margen de todo ello otros países occidentales explícitamente amenazados por los talibán paquistaníes.
Fernando Reinares
Investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos