Tema: En esta serie de dos ARI se analiza la transición iniciada en Egipto tras la caída del presidente Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero, teniendo en cuenta los actores y los temas que están marcando dicha transición.
Resumen: Han pasado nueve meses desde el desencadenamiento del movimiento popular que resultó en el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak después de casi 30 años de ejercicio de un poder cada día más autoritario, represivo, caprichoso, corrupto y alejado de la realidad política, social y económica del país. Los millones de egipcios que se sumaron a las manifestaciones durante 18 días en todas las grandes ciudades del país no tenían, sin embargo, el único propósito de destituir a su presidente de tres décadas. Éste sólo era un medio para realizar sus objetivos esenciales expresados en los tres eslóganes del movimiento: libertad, dignidad y justicia social. Esta realización suponía el desmantelamiento completo del régimen y la construcción de un nuevo sistema político verdaderamente representativo y democrático, que obrara en el interés general, entendido como el de la mayoría de la población. Cabe preguntarse nueve meses después dónde ha quedado la realización de los objetivos del movimiento.
Análisis: Al emprender el análisis del proceso desencadenado en Egipto a partir del pasado 25 de enero, es importante recordar algunas de sus características más significativas. El movimiento popular, cuyos actores consideran como una verdadera revolución y no un simple levantamiento, ha carecido de líderes. Éste fue un movimiento horizontal con participación de grupos diversos llevados por una juventud de clase media y media-alta. Otra característica significativa resultante de la primera es que los revolucionarios de enero y febrero no buscaron hacerse con el poder como fruto de su sublevación. Su movimiento sacudió fuertemente el régimen y lo despojó de toda legitimidad, pero dejó a otros, a los militares, que se deshicieran de su cúpula y que así cosecharan el ejercicio del poder.
Finalmente, el proceso ha tenido lugar dentro de una escena mediática totalmente inédita para movimientos revolucionarios y para la edificación de nuevos sistemas políticos. La multiplicación de medios audiovisuales y de redes sociales permitió una ampliación vertiginosa en magnitud y en velocidad de las protestas y del desafío. Esto fue determinante en la rápida caída del presidente Mubarak. Pero el transcurrir de los meses ha mostrado que esta multiplicación también permitió el surgimiento de una infinidad de actores políticos y sociales que expresan opiniones y actitudes imposibles de ignorar. Los medios de comunicación actuales permiten acceder al estatuto de actores políticos a grupos que no lo podían adquirir previamente. Lo bien fundado de las actitudes y opiniones expresadas por estos importa poco. La multiplicación de medios de comunicación así haría el consenso necesario para acordar reglas y normas y para construir nuevo sistema difícil de conseguir. Pero, tal vez, también haga difícil la supresión de las expresiones de oposición. El autoritarismo sería así casi imposible de reproducir.
Antes de pasar revista a las cuestiones más importantes que plantea cada uno de los dos objetivos de desmantelamiento del régimen y de la edificación de un nuevo sistema político, y las etapas por las que atravesaron desde la caída del presidente Mubarak el 11 de febrero, determinaremos los actores políticos, sociales y económicos más significativos en el período actual de transición que vive Egipto. La multiplicación de actores tratando de influir sobre las opciones del Estado, los nuevos temas planteados y los medios utilizados para actuar en política apuntan todos hacia la modelación de un nuevo sistema político. El nacimiento de éste tropieza con la resistencia del antiguo sistema que se niega a desaparecer. Se trata de saber si habrá continuidad en los sistemas o ruptura entre ellos. O más bien, la pregunta puede ser sobre las medidas en las que habrá continuidad y ruptura. Terminaremos con una conclusión que tratará de los posibles escenarios futuros a corto y medio plazo.
Los actores de la transición política
Seis grupos de actores de la transición pueden ser identificados en la actualidad. El primer grupo es el de los actores estatales, es decir el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) y el gobierno. Luego vienen tres grupos de actores políticos constituidos por los movimientos y partidos religiosos, laicos y los grupos de jóvenes revolucionarios. Un quinto grupo es el de los “residuos”, formado por los nostálgicos del régimen de Mubarak. Finalmente, existe el grupo de actores sociales que plantean cuestiones específicas relacionadas con el nivel de vida, el empleo o la organización social. Es de notar que un gran número de actores, obviamente con excepción de los del primer grupo, siguen sin estatuto jurídico legalizado. Los difíciles criterios de creación de partidos y de organizaciones no gubernamentales impuestos por la ley resultaron en una informalidad de la política. Como en el sector informal de la economía, el acceso es fácil, pero sin estatuto jurídico reconocido, la actividad es frecuentemente de baja productividad y poca calidad y su continuidad es imprevisible. Esto se debe en gran medida al manejo del proceso de transición que trataremos en la siguiente sección.
(1) Actores estatales
El CSFA (también nos referiremos a él como Consejo Militar) ejerce el poder supremo desde que se anunció que el presidente Mubarak había decidido renunciar a ejercerlo y se lo confiaba. En realidad, todo indica que el CSFA pidió o impuso al presidente que dejara el poder y que se retirara al balneario de Sharm El Sheij. El Consejo se compone del jefe de estado mayor, de los comandantes de las fuerzas de tierra, mar y aire, de las zonas militares y de las diferentes ramas del ejército, así como de los vice-ministros de Defensa. El presidente del Consejo es el comandante en jefe de las fuerzas armadas y ministro de Defensa del presidente Mubarak durante cerca de 20 años, el mariscal Muhammad Hussein Tantawy. Todos los miembros fueron nombrados por el presidente Mubarak, trabajaron de cerca con él y se reunieron como CSFA con frecuencia bajo su presidencia. Con excepción de los de su presidente, de su vice-presidente, del jefe de estado mayor y de otros tres o cuatro miembros, los nombres de los otros integrantes del Consejo Militar no son conocidos por el público. El Consejo ejerce los poderes ejecutivo y legislativo después de la disolución de las dos cámaras del Parlamento y de la abolición de la Constitución de 1971.
El gobierno participa con el Consejo Militar en el ejercicio del poder ejecutivo, pero le ha sido netamente subordinado hasta el momento. Curiosamente, el derrocamiento del presidente Mubarak no ocasionó un cambio de gobierno. Permaneció aquel que había sido formado el 31 de enero para salvar al régimen. Fue solamente tres semanas después del derrocamiento que un nuevo gobierno fue formado, pero por el mismo primer ministro y guardando un gran número de ministros de Mubarak. Un mes más tarde, y bajo presión de la calle, el primer ministro fue por fin cambiado. El nuevo fue un candidato de los jóvenes revolucionarios. Introdujo cambios pero guardó un gran número de ministros de la era Mubarak, incluidos aquellos que en plena revolución habían accedido a finales de enero a entrar en el gobierno para salvar al régimen tambaleante. Fue únicamente a mediados de julio que el primer ministro tuvo las manos más libres para formar su segundo gobierno, en donde de un golpe cambió a 14 ministros. Con todo, aunque en un numero mucho más reducido, sigue guardando ministros de la era Mubarak.
(2) Movimientos y partidos religiosos
La principal fuerza política organizada, entre religiosos y no religiosos, es la de los Hermanos Musulmanes. Su sólida organización se debe a décadas de trabajo subterráneo en la ilegalidad. Aunque se abstuvieran de participar al principio de las manifestaciones iniciadas el 25 de enero, se sumaron a ellas después y su juventud jugó un papel valioso en defensa de la revolución el 2 de febrero, día de la infame “batalla del camello” lanzada por el régimen contra los manifestantes. Los Hermanos Musulmanes han creado recientemente el Partido de la Libertad y Justicia.
Los salafistas, que de aquí en adelante llamaremos “tradicionalistas”, constituyen el segundo grupo religioso. Éstos están distribuidos en una multitud de grupos. La principal preocupación de los tradicionalistas es la vuelta a los valores del islam de los primeros precursores. Nunca antes se habían manifestado en la escena política. En realidad, basándose en interpretaciones suyas de los textos y de la tradición, siempre se habían opuesto a todo rechazo del poder constituido. En enero, habían explícitamente declarado su oposición a las manifestaciones contra el régimen del presidente Mubarak. Con todo, varios partidos tradicionalistas han sido constituidos. Sobresale entre ellos el Partido al-Nur (la luz), cuya base se encuentra en Alejandría. Se sospecha que los tradicionalistas, y en especial al-Nur, han recibido ayudas financieras sustanciales provenientes de países del Golfo. Estas ayudas habrían permitido a al-Nur abrir decenas de sedes del partido en Alejandría.
La Gama’a Islamiya (asociación islámica) es un grupo de ideas extremas que ha practicado la violencia y recurrido a asesinatos durante los años 80 y 90. A ella se atribuye el asesinato del presidente Sadat en 1981. En los últimos años, y desde las cárceles, se había retractado de sus tesis violentas. La justicia administrativa acaba de reconocer la legalidad de al-Bena’ wal Tanmiya (Construccion y Dsarollo), el partido constituido por la Gama’a.
El Partido del Wasat (centro) es una escisión de hace casi dos décadas de una parte de los entonces jóvenes de los Hermanos Musulmanes. En lucha continua por su legalización, este partido ha sido más próximo al movimiento social y político, esencialmente constituido por laicos, que el movimiento de sus orígenes. También lo distingue una disciplina menos férrea.
Los sufíes son los últimos componentes de las tendencias religiosas. Nunca habían intervenido en política a pesar de sus millones de adeptos. Una gran hostilidad los separa de los tradicionalistas puesto que estos consideran que los sufíes han desfigurado la pureza del islam de los principios con sus prácticas y su veneración de los santones. De hecho, los sufíes solo quieren preservar sus prácticas y no tienen problema alguno con el sistema social y cultural imperante en el país. Los sufíes han constituido más de un partido como el del Tahrir (liberación) o de Sawt al-Horreya (voz de la libertad).
(3) Movimientos laicos
Tres tendencias pueden ser identificadas entre los movimientos laicos: los liberales, la izquierda y los naseristas. Grupos que atraviesan estas tendencias constituyen el cuarto componente de los movimientos laicos. Aquí sólo pasaremos revista a los partidos y grupos más conocidos en estos movimientos.
Por liberales no se entiende necesariamente a los adeptos de políticas económicas liberales, sino a los partidarios del liberalismo político hecho de multipartidismo, libertad de expresión y asociación, protección de derechos civiles e igualdad entre los ciudadanos, y de Estado de Derecho. Estos abarcan a grupos y partidos desde la derecha económica neoliberal hasta la social democracia, adepta de netas políticas redistributivas y de un claro papel del estado en la regulación y rectificación del mercado. Hay que reconocer, sin embargo, que las diferencias entre los partidos liberales, así entendidos, son difíciles de percibir.
Los liberales incluyen a un partido histórico, el Wafd, que, reconocido legalmente durante el régimen de Mubarak, había sido reducido a un papel de apéndice destinado a garantizar la cosmética aparentemente pluralista del sistema. Los liberales también cuentan con el Frente Democrático que también ya existía en el sistema político previo. Su combate esencial, en el margen del sistema, había sido la instauración de un verdadero pluralismo. Se acaba de unir a los liberales el recientemente legalizado al-Ghad al-Gadid (nuevo mañana). El líder de ese partido, Ayman Nur, y también fundador del antiguo al-Ghad, había sido candidato a las elecciones presidenciales en 2005 y había pagado su atrevimiento con años en la cárcel. Otros partidos recientemente constituidos incluyen a los de los Liberales Egipcios, de corte económico liberal; el Democrático y Social, de orientación socialdemócrata como su nombre indica; al-Adl (justicia), con un matiz de fondo cultural musulmán; y Misr al-Horreya (el Egipto de la libertad).
La izquierda también incluye a un partido cuya representación simbólica en las dos cámaras del Parlamento bajo Mubarak había servido la cosmética del régimen. Éste es al-Tagamo’, que había empezado en los años setenta y ochenta como claro partido de asociación de izquierdas opuesto a las políticas económicas introducidas por Sadat. Otros grupos de izquierda ahora manifestándose públicamente incluyen a partidos que actuaban previamente en la clandestinidad y otros recientemente formados. Entre estos últimos se distingue la Alianza Popular y Socialista, que incluye a ex miembros del Tagamo’ insatisfechos con su liderazgo y con la manera en que el partido se había transformado en apéndice del régimen en el periodo anterior al 25 de enero, así como a intelectuales y personalidades de izquierdas previamente no organizados. El Partido Comunista Egipcio, heredero en nombre por lo menos de una tradición que remonta por lo menos a los años 40, y el Partido Obrero Marxista, después de décadas en la clandestinidad, salieron los dos a la superficie. El Partido Obrero Democrático y la Corriente de Renovación Socialistason otros grupos de izquierda que se han dado a conocer en los últimos meses.
Los naseristas forman el tercer movimiento que quiere distinguir entre política y religión. Como los demás grupos laicos, están divididos en varios partidos y organizaciones como el Partido Árabe Naserista, el Partido Karama (dignidad) y la Campaña Hamdein Sabahi para la Presidencia de la República. Los naseristas subrayan sus temas preferidos de alianza interclasista, socialismo, papel preponderante para obreros y campesinos, y panarabismo pero con una nueva adhesión al multipartidismo.
El cuarto componente de movimientos laicos es aquel constituido por grupos que fueron los primeros en oponerse abiertamente al régimen del presidente Mubarak, al proyecto de sucesión de padre a hijo y a las políticas económicas neoliberales puestas en práctica. Éstos son Kifaya (basta ya), que desde 2004 se opuso en la calle a la reelección en 2005 de Mubarak; el Movimiento 6 de Abril, que toma su nombre de las huelgas de los trabajadores del sector textil en Mahalla el-Kubra por mejores salarios y condiciones de trabajo en 2006; y la Asociación Nacional para el Cambio, que desde 2009 exigía cambios democráticos en el país y declaraba su confianza y adhesión a Muhammad ElBaradei como alternativa presidencial. Este candidato potencial también goza de la adhesión de la Campaña Independiente de Apoyo a Muhammad ElBaradei.
(4) Los partidos de los “residuos”
Los “residuos” (folul) es el término utilizado en el Egipto actual para caracterizar a los nostálgicos del régimen del ex presidente Mubarak y a los que defienden intereses adquiridos gracias a él. Partidos como el antiguo al-Ghad y varios otros recientemente constituidos reúnen a los residuos. No hay que tomar a la ligera el peso que pueden adquirir esos nuevos partidos en zonas rurales donde los lazos tradicionales y los medios financieros de los residuos pueden hacerles ganar influencia en procesos electorales.
(5) Grupos de jóvenes
Si es arduo identificar a los partidos liberales y de izquierdas, hacerlo con los grupos de jóvenes revolucionarios lo es mucho más. Si el decreto ley sobre partidos políticos sigue imponiendo criterios difíciles para la constitución legal de partidos, el único estatuto que puede regir a los grupos de jóvenes es el de las organizaciones no gubernamentales. Éste está incluido en una ley de la era de Mubarak, rechazada por la sociedad civil por las restricciones que impone a la libertad de asociación y por el derecho de intervención en la vida asociativa que le otorga al gobierno. La ausencia de un marco jurídico, la liquidez que caracteriza a cambios revolucionarios y el ahora fácil acceso a la calle y a los medios de comunicación facilitaron la multiplicación de grupos. No se puede saber si tal o cual grupo se limita a un nombre y una pancarta o si implica un grado de organización y goza de influencia. Pero es de entre estos grupos que nació la chispa del cambio en enero, y son esencialmente estos grupos los que mantienen la presión por este mismo cambio.
Entre estos grupos se distingue la Coalición de la Juventud de la Revolución, que agrupa a ocho grupos de jóvenes que van desde la izquierda de Justicia y Libertad pasando por liberales del partido del Frente Democrático, de al-Ghad, del Movimiento 6 de Abril, de la Asociación Nacional para el Cambio y llegando hasta la Juventud de los Hermanos Musulmanes. Esta Juventud, cabe señalar, ha tenido varios problemas con su organización principal. Su trabajo e interacción con los otros grupos de jóvenes en enero y febrero los acercó a estos y los socializó en las ideas de libertad, igualdad y pluralismo.
Los grupos de la Coalición, con grupos virtuales como Kolonna Jaled Said (todos somos Jaled Said, en recuerdo del joven asesinado por la Seguridad del Estado en Alejandría en el verano de 2010) son indudablemente los máximos artífices del estallido del movimiento popular revolucionario el 25 de enero y de sus posterior desarrollo hasta la caída de su cúpula. La Coalición parece guardar un grado razonable de organización en diferentesciudades del país. La Unión de Juventud de la Revolución es un grupo de jóvenes que declaró su existencia después de la caída del presidente Mubarak el 11 de febrero. La Unión de la Juventud de Maspero, formada por jóvenes coptos, y la Liga de Juventud Progresista son otras agrupaciones activas.Más grupos de jóvenes son creados continuamente a nivel nacional o local. Obviamente, la multiplicación de éstos diluye en particular el peso de la Coalición y de sus grupos constitutivos. Los grupos de jóvenes no han creado partidos políticos. Sin embargo, algunos de sus miembros más notables se han adherido, e incluso participan en el liderazgo, de algunos de los partidos laicos señalados anteriormente.
(6) Actores sociales
En Egipto, la libertad sindical no era respetada. Una sola central sindical, íntimamente vinculada al Estado, supuestamente representaba a los intereses de los trabajadores. Pero los sindicatos de facto establecidos en los últimos dos años o después de la caída del presidente Mubarak se erigieron en actores sociales de peso innegable. La central llamada oficial no desapareció, sin embargo, y siguió librando una batalla de supervivencia. Los círculos económicos privados, sonados en un primer tiempo por las revelaciones sobre la envergadura de la corrupción en que algunos de sus elementos estaban involucrados, recobraron rápidamente su equilibrio. La Federación de Industrias Egipcias (FIE), en especial, y la Federación General de Cámaras de Comercio continuaron defendiendo los intereses del sector privado. Grupos de pensionistas, de desempleados, de empleados precarios, de vecinos de asentamientos informales, de gente sin vivienda y otros se constituían día a día, cada cual presionando por su causa mediante formas de protesta como un sinfín de huelgas y manifestaciones.
Conclusión: Los actores delimitan las fronteras de un sistema político. Su multiplicación después de la caída de Mubarak el 11 de febrero y la diversidad de sus preocupaciones indican una ampliación de facto del sistema político egipcio. Esta diversidad a su vez refleja una sociedad compleja que se resiste a la simplificación con la que algunos actores internos como externos la retratan. Los actores se han situado en relación con los temas del desmantelamiento del régimen, cuya cúpula cayó el 11 de febrero, y de la construcción del nuevo sistema político. Pero el ritmo frenético de los acontecimientos en los últimos meses, la situación económica y las reivindicaciones populares también les han obligado a pronunciarse. Así se ha visto que los actores se pueden dividir en primera instancia en dos grupos: los actores estatales, en particular el CSFA, no parecen desear ir muy lejos en los cambios en el sistema y en sus procedimientos. Esto no debería sorprender puesto que dichos actores provienen del Estado y han sido algunos de sus pilares esenciales en las últimas décadas. Con estos actores estatales, se sitúan los “residuos” del régimen del ex presidente y un gran número de intereses económicos. Los demás actores desean un cambio profundo. Pero surge otra división entre ellos que se refiere en particular al lugar que le corresponde a la religión en el sistema político. Esta división se refleja continuamente ante la perspectiva de las elecciones convocadas para finales de noviembre. En la segunda parte de este análisis trataremos de los temas de la transición y de las actitudes de los actores respecto de esos temas. Además del desmantelamiento del régimen y de la construcción del nuevo sistema político, los recientes acontecimientos han impuesto a la cuestión confesional y a la cuestión de la justicia social como temas centrales de la transición.
Ibrahim Awad
Profesor de políticas públicas en la Universidad Americana de El Cairo