Tema
Este análisis busca explicar cómo opera Hamás y a qué obedece la operación “Inundación de al-Aqsa” del 7 de octubre, incidiendo en los elementos de cambio en su estrategia y tácticas. Además, explora el modo en que el ataque podría servir no sólo a los fines de la organización islamista radical que domina Gaza, sino a los de organizaciones del yihadismo global que, como al-Qaeda y Estado Islámico, tienen también en la “liberación” de Palestina y la “destrucción” de Israel un objetivo fundamental.
Resumen
El ataque del 7 de octubre cometido por Hamás, con apoyo de la Yihad Islámica palestina, en distintos puntos del territorio israelí próximos a Gaza ha revelado un cambio estratégico y un salto cualitativo en las capacidades de la organización islamista radical que domina la Franja. En la decisión de atacar del modo en que lo hizo, Hamás ha podido perseguir un doble propósito: provocar a Israel para dinamitar la normalización de sus relaciones en el mundo árabe y recuperar apoyos entre una población local crecientemente descontenta con su modo de gobernar. A su vez, el ataque y la contundente respuesta militar israelí sirve a los fines de organizaciones del yihadismo global como al-Qaeda y Estado Islámico, que tratarán de capitalizar el sentimiento de agravio e ira entre la población palestina y la comunidad musulmana general, para movilizar a sus propios partidarios contra objetivos judíos en Oriente Medio y fuera de esta región, en particular en Europa. Ahora bien, el conflicto palestino-israelí tiene potencial para amplificar los blancos de esa violencia e intensificar la amenaza del yihadismo global.
Análisis
En la madrugada del pasado 7 de octubre, coincidiendo con el Sabbat, día sagrado para los judíos, el grupo islamista radical palestino Hamás lanzó, junto a Yihad Islámica Palestina (YIP), un inesperado ataque terrorista transfronterizo contra Israel. Esta acción violenta –sin precedentes por su complejidad y letalidad– combinó una amplia gama de tácticas terroristas, desplegadas por tierra, mar y aire por los militantes islamistas, tanto contra objetivos civiles como militares israelíes. Con un balance estimado de 1.300 víctimas y 199 secuestrados, dicha acción marca un antes y un después en la evolución histórica de la organización islamista Hamás, cuyas consecuencias son todavía inciertas para ella y dependerán en gran medida de la intensidad con la que Israel, a través de sus Fuerzas de Defensa (FDI), materialice su ofensiva militar de respuesta.
El Movimiento de Resistencia Islámica, conocido popularmente como Hamás, es una organización islamista radical formada en 1987 en la Franja de Gaza como rama local de la Hermandad Musulmana, bajo la jurisdicción egipcia. Hamás participa en el juego político utilizando las instituciones para ganar influencia, al tiempo que proporciona servicios sociales y realiza una importante labor de predicación (dawa) para ganarse el reconocimiento y apoyo de la población palestina. Esto facilitó su acceso al poder tras imponerse ampliamente en las urnas a su principal competidor, el partido secular al-Fatah, en 2006. Asimismo, Hamás cuenta con una rama militar, conocida como Brigadas Izz ad-Din al Qassam (Brigadas al-Qassam, en adelante), que lideró la serie de acciones terroristas coordinadas perpetradas contra la población israelí del 7 de octubre.
Las Brigadas al-Qassam no actúan de manera totalmente independiente de las facciones política y caritativa, sino que las tres forman parte de un todo orgánico.[1] Y es que la rama palestina de la Hermandad es la única que, una vez en el poder, no ha renunciado al uso de la violencia para la consecución de sus objetivos políticos.[2] Estos, tal y como se recogen en su carta fundacional de 1988, así como en una matizada versión posterior, publicada en 2014, son esencialmente la destrucción del Estado de Israel, la expulsión de los judíos del territorio y el establecimiento de un Estado regido por la ley islámica (sharía) en Palestina, negando cualquier opción de solución negociada al conflicto que enfrenta a árabes e israelíes. Desde 2001, Hamás, incluidas sus Brigadas al-Qassam, figura en el listado de organizaciones terroristas de la Unión Europea (UE),[3] y también en el de Estados Unidos (EEUU), entre otros.
Operación “Inundación de al-Aqsa»
Las FDI y Hamás se han enfrentado repetidamente en la Franja desde que ésta alcanzara el poder en la Franja hace ya 16 años, pero la organización islamista palestina nunca había desarrollado una acción con la complejidad ni el alcance que caracterizan a la del 7 de octubre. Tanto el secreto con el que fue planificada la acción, que pasó desapercibida para los servicios de inteligencia israelíes, como la magnitud de las acciones violentas perpetradas durante la operación denominada “Inundación de al-Aqsa” –en alusión a la mezquita homónima de Jerusalén, cuyo uso y control ha sido reiterado objeto de disputas entre judíos y musulmanes– apuntan un uso estratégico de la violencia, propio de los grupos terroristas, que sugiere una yihadización de Hamás.
Hasta la fecha, la organización islamista palestina había dirigido su amplio repertorio de violencia, en el que predominan las tácticas terroristas, contra israelíes adultos, considerados objetivos legítimos dada la obligatoriedad de la prestación del servicio militar en Israel para todos sus ciudadanos al alcanzar la mayoría de edad, mientras que las víctimas infantiles y ancianas se consideraban “daños colaterales” de sus acciones. Sin embargo, en esta ocasión los ataques de los militantes islamistas radicales se dirigieron de manera indiscriminada contra el conjunto de la población israelí, sin distinguir entre sus blancos.
Además de la lluvia de cohetes lanzados desde Gaza –5.000 proyectiles según fuentes palestinas, la mitad según las fuerzas de seguridad israelíes– desde territorio palestino hacia Israel, los militantes de Hamás infiltrados en territorio israelí llevaron a cabo acciones operativas que incluían el uso de armas de fuego, apuñalamientos y secuestros, entre otras. El número de víctimas y rehenes capturados en el transcurso del ataque múltiple y coordinado, cuya exhaustiva preparación podría haberse extendido a lo largo de un año si no más, es el mayor registrado en la historia de Israel en un solo día.[4] Ello da la medida del salto cualitativo que el grupo ha dado en sus capacidades y medios, y que cabe atribuir al soporte que ha proporcionado principalmente Irán.
Con este duro golpe, los líderes del grupo islamista radical buscaban provocar a Israel, cuya contundente reacción sin duda podían anticipar –y que, cuando se escriben estas líneas, se ha cobrado unas 3.000 víctimas y más de 7.500 heridos palestinos como consecuencia de los bombardeos sobre la Franja de Gaza–. Lo cierto es que el atentado se produce en un momento en el que Israel, con la mediación de EEUU, ha ido normalizado progresivamente sus relaciones con países árabes de Oriente Medio y el Norte de África en el marco de los Acuerdos de Abraham de 2020, y avanzaba en la misma senda en relación con Arabia Saudí. Esto pondría en una situación comprometida a Irán, patrocinador de Hamás, que quedaría aislado en su confrontación con Israel. En este contexto, la operación terrorista podría responder a una estrategia de Hamás de desestabilización regional destinada a dinamitar dicho proceso, a la que también contribuiría la milicia chií de Hizbulá, protegida por Teherán, con sus acciones contra el enemigo común sionista desde la frontera libanesa.[5]
Pero en la decisión de atentar contra Israel del modo en que lo ha hecho, Hamás ha podido buscar también recuperar potencial de movilización entre su población de referencia, conteniendo así el descontento, extendido entre los residentes de Gaza, con su forma de gobierno. A tenor de varias encuestas, pese a haber sido realizadas con los constreñimientos impuestos por Hamás, tres cuartas partes de los gazatíes consideran que la administración local es corrupta, mientras que la mitad rechaza la lucha armada como única manera de interacción entre israelíes y palestinos, mostrándose de acuerdo con que se inicien negociaciones para la paz. Además, una mitad de la población palestina se muestra favorable a que los gobiernos árabes asuman un papel más activo en dichas negociaciones, en sintonía con el espíritu de los Acuerdos de Abraham. Ello va en contra de los principios estratégicos de Hamás, que no contemplan otra posibilidad que la aniquilación del Estado de Israel.
Ahora bien, el futuro de Hamás tras esta acción es todavía incierto. Las FDI no sólo tratarán de destruir el grupo y sus infraestructuras, sino que pretenden reestablecer su poder disuasorio en la Franja y vengar a las víctimas del atentado, por lo que la respuesta será contundente.[6] Es posible que esta respuesta israelí sea matizada en algunos aspectos –como el de permitir que la ayuda humanitaria llegue a las zonas en que, por indicación del gobierno israelí ante la inminencia de una intervención militar, se ha concentrado la población de la Franja– gracias a la mediación de EEUU y, en menor medida, la UE. Al igual que ocurrió con al-Qaeda tras los atentados del 11-S y el inicio de la “Guerra contra el terror” proclamada por EEUU, la organización islamista radical palestina no será la misma tras la ofensiva israelí.
Pero la forma que adopte Hamás dependerá no sólo de la magnitud de la respuesta militar israelí, sino también de las capacidades y recursos que logre preservar la organización yihadista y que, en buena medida, definirán su potencial de resiliencia, así como de las propias decisiones que adopten sus dirigentes, dentro y fuera de Gaza, pues algunos, como Ismail Haniyeh, reside en Qatar protegido por sus autoridades. Los escasos precedentes revelan que una ofensiva militar contundente puede llevar a la desaparición de una organización terrorista. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en Sri Lanka cuando declaró en 2009 la derrota del grupo separatista Tigres de Liberación de la Tierra Tamil. El fin del desafío armado independentista en la isla llegó, sin embargo, después de tres décadas de un conflicto que provocó más de 75.000 muertes.[7] El potencial coste en víctimas civiles de una estrategia represiva muy dura ofrece una vía a Hamás para mutar y asegurar su supervivencia. Ahora, con su brutal acción terrorista, el grupo radical ha sembrado una semilla que puede dar sus frutos –a medio plazo– en forma de apoyo a su causa.
Repercusiones en el yihadismo global
El ataque de Hamás ha tenido también repercusión en el yihadismo global. Si bien para esa organización islamista radical la “liberación” de Palestina y la “destrucción” de Israel constituyen objetivos fundacionales, para al-Qaeda y Estado Islámico son también objetivos fundamentales en una estrategia de mayor alcance. A pesar de esta convergencia, el grupo palestino y las organizaciones yihadistas mantienen importantes diferencias a nivel ideológico y estratégico. Estas tensiones laten en la sucesión de comunicados con que las ramas territoriales de al-Qaeda, entre otras las establecidas en el Magreb y África occidental, han celebrado el golpe asestado a Israel y han mostrado un apoyo desigual hacia Hamás, e incluso inexistente hacia la YIP por su mayor proximidad con Irán. Mientras que Estado Islámico y sus filiales han permanecido silentes en los más de 10 días tras el atentado, el entorno de al-Qaeda se ha centrado en animar a la población palestina a mantener su campaña violenta contra judíos e instar al resto de seguidores musulmanes en todo el mundo a unir esfuerzos contra Israel.
Las divergencias entre Hamás y el yihadismo global han persistido desde que el grupo islamista radical ganó las elecciones de 2006 y tomó el control de la Franja de Gaza. Contrarios a participar de cualquier proceso democrático, que consideran una forma de apostasía, se ha extendido en círculos yihadistas la consideración de que Hamás ha incurrido en varias desviaciones doctrinales, entre ellas, la de no dedicarse en exclusiva a la yihad contra Israel y haber renunciado a implementar la ley de Alá.[8] Osama bin Laden y su lugarteniente y luego sucesor, Ayman al-Zawahiri, censuraron también a Hamás por priorizar objetivos nacionales sobre su identidad islámica, al haber desvinculado su acción en territorio palestino de la contienda mundial entre musulmanes e infieles.[9] Las críticas se han dirigido igualmente hacia el apoyo que el grupo recibe de Turquía y Qatar. Estado Islámico, en su enfoque doctrinal más marcadamente sectario, ha señalado a Hamás como un objetivo más de su campaña violenta contra actores “politeístas”, equiparándolo a regímenes como los de Egipto, Arabia Saudí e Irán, y a potencias occidentales.[10]
Hamás, por su parte, ha intentado controlar y reprimir la presencia en Gaza del movimiento del yihadismo global, al que ha considerado una amenaza directa a su autoridad. En el pasado, estas tensiones han derivado en redadas y detenciones de miembros de organizaciones locales alineadas con este movimiento, atentados contra cargos de Hamás y del gobierno de Gaza, así como reivindicaciones cruzadas de ataques cometidos en territorio israelí.
En este contexto, la reacción del yihadismo global afín a al-Qaeda al ataque de Hamás y la respuesta israelí sugiere una estrategia de movilización de sus propios simpatizantes. El impacto de esta estrategia estará condicionado en buena medida por la duración y magnitud de la ofensiva militar, sobre todo en relación con las víctimas mortales que provoque entre la población civil palestina. En esta lógica, el efecto previsible de la guerra entre Hamás e Israel será el de reinstalar la causa palestina y la resistencia armada al Estado judío como temas prominentes en la retórica de las organizaciones del yihadismo global.
Esos temas han sido un recurso discursivo habitual de al-Qaeda y Estado Islámico al albur de escaladas violentas o acontecimientos políticos relevantes en la zona, en un intento por capitalizar el sentimiento de agravio no sólo entre la población local sino también en el conjunto de la comunidad musulmana. Líderes de estas organizaciones y sus ramas territoriales han instado regularmente a sus seguidores a responder con atentados a las operaciones militares israelíes, denunciando la inacción de los regímenes árabes ante el “sufrimiento” local.[11] También han alentado en otras ocasiones el derrocamiento de gobiernos en países de mayoría musulmana que han estrechado lazos con Israel, y han prometido represalias por decisiones como el traslado de la Embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén.
La retórica antisionista no ha logrado, sin embargo, generar respaldo al yihadismo global entre la población palestina ni en la comunidad árabe israelí[12] y las llamadas a atacar objetivos e intereses judíos han tenido en el pasado un efecto moderado en la seguridad de la región. Tanto al-Qaeda como Estado Islámico han afrontado persistentes dificultades para desarrollar capacidades propias en Israel debido a los esfuerzos de los servicios de seguridad. Incapaces de ejecutar campañas continuadas de violencia, las organizaciones yihadistas se han limitado a reivindicar atentados perpetrados por individuos que se inspiran en su propaganda. Pero estos atentados cometidos en Israel por actores sin vínculo organizativo han sido escasos, espaciados en el tiempo, poco sofisticados y de baja letalidad. Tampoco han tenido éxito los intentos por generar inestabilidad a través de países vecinos como Egipto, Jordania o Siria, donde Estado Islámico ha urgido a sus miembros a llevar a cabo atentados contra judíos por medio de armas químicas y misiles.
La estrategia movilizadora del yihadismo global podría tener también efecto en Europa Occidental, convirtiéndola en un escenario prioritario de la amenaza terrorista contra objetivos judíos, como ha ocurrido en la última década con atentados en Francia, Bélgica y Dinamarca. Con la mayor comunidad judía del continente, Francia, en particular, ha afrontado una mayor incidencia de este tipo de actos terroristas desde 2012, cuando un joven radicalizado en prisión e instruido en Pakistán por al-Qaeda acabó con la vida de un rabino y tres menores en una escuela de Toulouse.
Con la irrupción de Estado Islámico, Francia volvió a ser el epicentro de la violencia contra blancos judíos. En noviembre de 2015, un seguidor de esta organización asaltó un supermercado kósher en París y asesinó a cuatro clientes; días después, tres jóvenes inspirados por el grupo atacaron con un cuchillo a un profesor judío en Marsella. En 2016, otro atentado en esa ciudad con un machete hirió a otro docente judío. El reciente asesinato de un profesor en Arras, al norte del país, a manos de un joven ruso identificado con antelación por su radicalización yihadista, que el ministro del Interior francés ha vinculado con los acontecimientos en Oriente Medio, revela, sin embargo, el potencial del conflicto palestino-israelí para introducir nuevos vectores que producen radicalización violenta, amplificar los objetivos del yihadismo global y reactivar la amenaza que éste representa.
Conclusiones
La operación “Inundación de al-Aqsa” puede tener un potente efecto galvanizador del conflicto palestino-israelí, lo que produce a su vez un efecto derivado en la amenaza del yihadismo global. Mientras que el ataque terrorista ha permitido a Hamás materializar una estrategia novedosa, con la que logra tanto provocar a Israel como movilizar a su población de referencia, abre también un interrogante acerca de cómo evolucionará la organización islamista radical. La posibilidad de que la contundente respuesta militar israelí, que persigue destruir a Hamás, produzca un elevado número de víctimas mortales entre la población civil puede determinar en buena medida esa transformación.
Previsiblemente, ello también incidirá en el potencial de movilización que logren organizaciones como al-Qaeda y Estado Islámico, que en el pasado se han servido discursivamente del conflicto para capitalizar un sentimiento de agravio entre los musulmanes. Mientras se impone una lógica de competición entre los distintos grupos terroristas que buscan movilizar a sus seguidores, podría incrementarse la amenaza terrorista contra personas e intereses judíos. Las dificultades de al-Qaeda y Estado Islámico para utilizar con ese fin capacidades operativas propias en Oriente Medio podría convertir de nuevo a Europa Occidental en un escenario prioritario de sus amenazas. No obstante, no puede descartarse que una intensificación de la amenaza relacionada con el yihadismo global acabe amplificando los objetivos de su violencia más allá de blancos judíos.
[1] Richard Davis (2016), Hamas, Popular Support and War in the Middle East Insurgency in the Holy Land, Routledge, New York.
[2] Devorah Margolin (2023), “A Major Pivot in Hamas Strategy”, War on the Rocks Commentary, 16/X/2023.
[3] Para más información ver la Decisión del Consejo.
[4] Daniel Bayman y Seth G. Jones (2023), “What Israel Will Face in Gaza. The High Costs of Crushing Hamas”, Foreign Affairs, 14/X/2023.
[5] Bruce Hoffmann y Jacob Ware (2023), “Israel’s 9/11? How Hamas Terrorist Attacks will Change the Middle East”, War on the Rocks Comentary, 10/X/2023.
[6] Daniel Bayman y Seth G. Jones (2023), op. cit.
[7] Rubén Campos Palarea y Amaia Sánchez Cacicedo (2009), “La derrota militar de los Tigres Tamiles y la posible evolución del conflicto étnico-político en Sri Lanka”, Real Instituto Elcano, ARI 116/2009.
[8] Mary Habeck (2010), ‘Al-Qaida and Hamas: The Limits of Salafi-Jihadi Pragmatism’ CTC Sentinel 3.2.
[9] Fernando Reinares (2009), “¿Qué dicen los líderes de Al Qaeda sobre la operación militar israelí en Gaza?”, Real Instituto Elcano, ARI 14/2009 .
[10] Thomas Joscelyn (2018), ‘Analysis: Islamic State spokesman says “new phase” of jihad has begun’, The Long War Journal, 14/IV/2018.
[11] Lorena Atiyas-Lvovsky, Eitan Azani, Michael Barak y Assaf Moghadam (2011), “CTC-ICT Focus on Israel: In Word and Deed? Global Jihad and the Threat to Israel and the Jewish Community”, Terrorism 34.8.
[12] Jacob Poushter (2015), “In nations with significant Muslim populations, much disdain for ISIS”, Pew Research Center.