Tema: A diferencia de lo ocurrido antes de las crisis financieras asiáticas de 1997-98, en los últimos años la economía de Filipinas ha crecido sustancialmente más que la de sus vecinos. No obstante, Filipinas tiene un alto déficit presupuestario y serios problemas estructurales, de cuya resolución adecuada depende que se mantenga esa vitalidad. Con todo, la nueva situación abre perspectivas favorables para las exportaciones y las inversiones españolas en el país, que hasta ahora han sido muy escasas.
Resumen: El crecimiento relativamente alto en 2002 de la economía de Filipinas (cuyo PIB creció a una tasa del 4,6%), pese a ser muy significativo, no está asentado del todo, ya que el país depende mucho de las importaciones de petróleo, de las ventas en el mercado estadounidense, de las remesas de emigrantes y del turismo, factores todos ellos muy sensibles a los diversos efectos económicos de un eventual conflicto armado con Irak. Además, el déficit y el endeudamiento públicos han alcanzado niveles preocupantes. No obstante, las perspectivas económicas parecen favorables, si no median, claro está, graves perturbaciones externas. La nueva expansión económica de Filipinas debería ser aprovechada por los exportadores y los inversores españoles para aumentar sus ventas y sus implantaciones en aquel país, que hasta ahora han sido muy escasas.
Análisis: Filipinas, durante largo tiempo considerada la oveja negra económica de Asia oriental, ha registrado en los últimos años un crecimiento sostenido. Su PIB creció a una tasa media anual del 3% en 1998-2002, una expansión mayor que la de los otros tres países principales de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), es decir, Indonesia, Malasia y Tailandia. Conviene recordar que en el decenio anterior a las crisis asiáticas (1987-97), el crecimiento anual medio de Filipinas no llegó siquiera a la mitad del alcanzado por esos tres países.
En 2002 el PIB creció un sorprendente 4,6%, frente al 3,2% registrado en 2001. Tal crecimiento, debido en buena medida al excelente comportamiento de la producción agrícola, fue superior que el de sus vecinos, con la única excepción de Tailandia. Además, la inflación se redujo del 6,1% en 2001 al 3,1% en 2002.
No obstante, el crecimiento no está del todo asentado y se enmarca en una situación macroeconómica delicada. Filipinas es muy dependiente de las importaciones de crudo, que abastecen el 95% del consumo interno de petróleo y suponen el 5% del PIB, y cuyos precios pueden aumentar apreciablemente de resultas del conflicto con Irak, así como de las exportaciones al mercado de EEUU (destino de una cuarta parte de las exportaciones totales), cuya expansión puede resentirse de la nueva coyuntura. Además, como es bien sabido, las remesas de los seis millones de filipinos que trabajan en el extranjero alcanzan nada menos que 7.000 millones de dólares al año (una quinta parte de las exportaciones de mercancías) y podrían reducirse si cambia el entorno económico en los países receptores de esa mano de obra.
El déficit presupuestario empieza a ser muy elevado (5,3% del PIB en 2002) y constituye actualmente el principal problema macroeconómico del país, a la vista sobre todo de su carácter estructural. Durante el ejercicio pasado, el déficit ha superado con mucho las previsiones hechas a mediados de año por el gobierno (3,3% del PIB). Varias agencias de calificación de riesgos han reducido el rating de Filipinas por ese motivo, lo que ha mermado la credibilidad internacional de la política económica y ha provocado, en los últimos meses, cierta depreciación del peso respecto del dólar estadounidense. La evolución del tipo de cambio del peso contrasta con el comportamiento de las monedas de Indonesia, Corea del Sur o Singapur, que, por el contrario, se han apreciado frente a un dólar que ha mostrado recientemente síntomas de debilidad. Los analistas consideran que tales efectos podrían dificultar y encarecer los empréstitos del gobierno en el extranjero y, sobre todo, no entienden la magnitud del desequilibrio de las cuentas públicas en un contexto de relativamente alto crecimiento económico. El déficit público se debe no tanto a unos gastos públicos descontrolados (al fin y al cabo, el gasto público sólo supone el 20% del PIB), sino a las graves carencias recaudatorias del sistema fiscal. Los ingresos fiscales no sólo son muy escasos (apenas el 12% del PIB), sino que se han reducido desde el 17% en 1997. Además, la deuda pública ha alcanzado niveles preocupantes: 63% del PIB en 2001 y 70% en 2002.
Tal situación excluye el recurso a una política fiscal expansiva, que podría resultar sin embargo necesaria si se produce una acusada degradación del entorno económico interno y externo durante 2003. Únicamente la política monetaria tiene margen para ser relajada, a la vista de los relativamente altos tipos de interés, que, situados en torno al 9%, son mayores que los de sus vecinos (excepto Indonesia) y que los vigentes en las grandes economías del mundo. Sin embargo, para que puedan bajar apreciablemente los tipos de interés es necesario reducir el déficit público. Aun así, es dudoso que esa bajada pueda revitalizar la inversión privada, dada la alta proporción de préstamos de dudoso cobro que presenta el sistema bancario (alrededor del 17% desde finales del año 2000).
Por añadidura, la economía de Filipinas está plagada de serios problemas estructurales: corrupción endémica, mala calidad de las infraestructuras y, sobre todo, elevado desempleo, enorme pobreza y gran desigualdad. La tasa de paro supera el 11%; una cifra muy elevada para un país de Asia oriental. La pobreza, que se había reducido sustancialmente antes de las crisis asiáticas (pasó del 34% de la población total en 1990 al 25% en 1997), ha aumentado desde entonces (26% en 2000). Si se establece la línea de pobreza en dos dólares de ingresos diarios, se estima que el 44% de la población no alcanza ese umbral. El gobierno se ha fijado como objetivo erradicar la pobreza en 2010, pero esa meta exigiría un crecimiento anual medio de al menos el 7% en los próximos siete años (el llamado plan 747 del Secretario de Economía Rómulo Neri), lo que parece ser muy difícil – por no decir imposible – de conseguir. La desigualdad es enorme, especialmente para un país asiático: según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en 1997 la renta de la quinta parte más rica de los hogares fue casi diez veces mayor que la del 20% más pobre, cociente muy superior a los registrados en Indonesia o Tailandia. La voluntad de la presidenta Gloria Macapagal Arroyo de “convertir el crecimiento económico en equidad social” es por tanto un reto formidable.
Perspectivas económicas
Aunque el gobierno pretende alcanzar el equilibrio presupuestario en 2006, lo cierto es que puede tener grandes dificultades para reducir el déficit público a corto plazo, pese a que prevé aumentar los impuestos que gravan la compra de alcohol, tabaco y algunos automóviles así como privatizar parte de la red eléctrica. Para empezar, están previstas elecciones parlamentarias y presidenciales en mayo de 2004, de manera que el ciclo político puede interferir negativamente con la contención del gasto. Además, el año en curso podría desembocar en un crecimiento menor del PIB (la previsión hecha por el Banco Asiático de Desarrollo en enero para el conjunto de 2003, que hay que contemplar con todas las precauciones debidas, es del 3,9%, siete décimas menos que en 2002). Las exportaciones de mercancías, que crecieron un saludable 4,8% el año pasado, pueden verse afectadas negativamente si la expansión estadounidense es menor de la esperada. El conflicto con Irak puede desembocar no sólo en mayores precios del petróleo sino también, especialmente si hay atentados terroristas y una renovada insurgencia islamista en el Sur del país, en menores ingresos por turismo. No cabe descartar tampoco que el clima sea menos benigno que en 2002 y repercuta desfavorablemente en las actividades agrícolas.
Suponiendo pues que no resulte fácil reducir el desequilibrio de las cuentas públicas, el recorte de los tipos de interés se vería obstaculizado. Por lo demás, esa política monetaria expansiva no está exenta de inconvenientes, ya que aceleraría la ya notable depreciación del peso, generando inflación y un encarecimiento de la deuda externa.
No obstante, salvo catástrofe económica externa, el crecimiento no inflacionario de Filipinas podría perfectamente continuar, ya que ha descansado hasta ahora sobre todo en el consumo privado interno y la expansión del sector servicios.
También se ha reducido mucho el riesgo de una nueva crisis financiera, en buena medida porque el cociente entre la deuda externa a corto plazo y las reservas en divisas, que fue del 110% a principios de 1998, está situado hoy en el entorno del 50%. Por añadidura, el saldo de la balanza corriente sigue siendo positivo, a diferencia de lo que ocurría en 1997 y 1998, aunque presenta una clara tendencia a la baja.
Así, si el gobierno consigue reducir el déficit presupuestario con una política encaminada a aumentar la recaudación impositiva, evita un rebrote de la inflación, continúa con el saneamiento financiero y empresarial, consigue mantener la paz y el orden, lucha eficazmente contra la corrupción y mejora sustancialmente las infraestructuras, las perspectivas económicas de Filipinas parecen positivas a corto y medio plazo. Las previsiones de crecimiento de la Economist Intelligence Unit para 2003 y 2004 son de 3,8% y 4%, respectivamente. Conviene tener en cuenta que la decisión de la presidenta Gloria Macapagal Arroyo de no ser candidata en las elecciones de 2004, aunque podría quizá no ser definitiva, facilita que su administración se concentre mucho más en promover el saneamiento y el crecimiento económicos. Sin embargo, los problemas de terrorismo interno con el grupo Abu Sayyaf en el Sur del país y con el Frente Moro de Liberación Islámica (MILF) en Mindanao, que podrían recrudecerse si se complica el conflicto con Irak, y con la guerrilla del Nuevo Ejército del Pueblo (NPA) en varias zonas del país, pueden perjudicar al turismo y a las inversiones extranjeras.
¿Oportunidades para España?
Las exportaciones de productos españoles a Filipinas son muy escasas y su evolución reciente no parece haber reflejado la nueva vitalidad económica de aquel país. La media anual de esas exportaciones fue de 118,5 millones de euros en 1999-2001, equivalentes al 0,1% de las exportaciones totales de España y al 0,3% de las importaciones totales de Filipinas. Aunque las ventas de productos españoles en Filipinas crecieron de 116,4 millones de euros en 2000 a 127,7 millones en 2001, esa evolución no parece haber continuado en 2002, pese a que las importaciones totales de Filipinas aumentaron 6,2%. Según los últimos datos hechos públicos por la Secretaría de Estado de Comercio y Turismo (para enero-noviembre de 2002), las exportaciones españolas fueron de 111,5 millones de euros, cifra sorprendentemente inferior a la registrada en el mismo periodo del año anterior (121,2 millones).
En cuanto a las importaciones, ascendieron a una media anual de 142 millones de euros en 1999-2001, lo que arroja un déficit para España de 23,5 millones. Es de destacar igualmente que en 2001 España tuvo con Filipinas superávit comercial (0,4 millones), que ha desaparecido en los once primeros meses de 2002 para convertirse en déficit (de 3,6 millones de euros).
En suma, la exportación española a Filipinas es muy escasa (con una cuota del 0,3% del mercado importador filipino, que hay que poner en relación con la cuota española de 1,8% en el mercado mundial) y no parece haber sacado provecho de la mayor expansión reciente de ese país. Resulta necesario, por tanto, aumentar esa exportación, dado que su valor no se corresponde con el peso comercial de España en el mundo y a la vista de que Filipinas está creciendo a una tasa relativamente alta y superior a las de otros países del sudeste asiático.
Hasta ahora, los principales productos exportados han sido maquinaria mecánica, bebidas alcohólicas y productos de plástico, mientras que las principales importaciones han sido productos eléctricos y electrónicos, maquinaria mecánica y prendas de vestir. Aunque resulta difícil competir con los productos de EEUU o Australia, existe margen para aumentar las exportaciones de bienes de consumo y de bienes de equipo de mayor valor añadido.
En cuanto a las inversiones directas españolas en Filipinas, ascendieron, en media anual, a 98,5 millones de euros (0,14% de la inversión total de España en el extranjero) en el trienio 1999-2001. Pese a que se trata de una cifra pequeña, es superior sin embargo a la inversión española en China, incluyendo Hong Kong, que ascendió a 71,6 millones de euros (0,10% de la inversión total). Filipinas es, después de Japón, el segundo destino principal de las inversiones españolas en Asia oriental. La liberalización económica y el relativamente alto crecimiento del país en los últimos años ofrece nuevas oportunidades de inversión a las empresas españolas, tanto grandes como pequeñas y medianas. Al igual que en otros países asiáticos, las empresas mixtas parecen ser el mejor instrumento para la implantación en el mercado filipino.
Conviene además tener en cuenta que Filipinas, por sus lazos históricos con España, es uno de los tres países prioritarios de nuestra cooperación para el desarrollo en Asia, junto con China y Vietnam.
Conclusiones: Filipinas ya no es excepción en Asia sudoriental. Su economía está creciendo incluso más que las de Tailandia o Malasia, todo lo contrario de lo que ocurría antes de las crisis asiáticas de 1997-98.
No obstante, la economía filipina es muy sensible a los posibles efectos económicos de un eventual conflicto bélico con Irak, ya que depende mucho de las importaciones de petróleo, de las exportaciones a EEUU y de las remesas de emigrantes. El turismo podría verse afectado negativamente si se intensifican las actividades terroristas de grupos radicales islamistas, como Abu Sayyaf y el Frente Moro de Liberación Islámica. Además, el gobierno de la presidenta Gloria Macapagal Arroyo debe hacer frente con urgencia a un déficit presupuestario excesivo.
Incluso en tales condiciones y en la hipótesis de que no se produzca una perturbación económica externa de gran calado, es muy posible que Filipinas siga creciendo en los próximos dos años en el entorno del 4%, una tasa relativamente alta para ese país.
España, cuyos lazos históricos y culturales con Filipinas son muy estrechos, debería aprovechar esa nueva situación y tomar conciencia de que la nueva vitalidad económica del país es una oportunidad para aumentar las exportaciones y las inversiones de nuestras empresas, que hasta ahora han sido muy escasas y que no parecen por el momento estar reflejando el nuevo dinamismo de ese país.
Pablo Bustelo
profesor titular de Economía Aplicada en la UCM y analista asociado para Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano