Tema
Israel se prepara para desarrollar la Operación militar “Espadas de Hierro” dentro de la guerra que ha declarado a Hamás tras su asalto desde Gaza a territorio israelí el 8 de octubre de 2023.
Resumen
La gravedad y las víctimas del asalto terrorista de las milicias de Hamás ha llevado al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, a declarar la guerra a Hamás. La guerra se desarrollará en todas las dimensiones del poder israelí, incluido el militar en el que se focaliza este análisis. Las confrontaciones armadas cuentan con precedentes como los que se analizan, pero una situación de guerra plantea numerosas incógnitas, que también se describen, sobre todo si se quiere que sea larga y dura.
Análisis
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se apresuró a declarar la guerra tras la invasión del territorio israelí por las milicias de Hamás que asesinaron, ametrallaron, secuestraron y aterrorizaron a todos los civiles y militares que estaban a su alcance el pasado 8 de octubre. Tras recuperar el territorio perdido, y siguiendo el patrón de respuesta israelí a acciones militares anteriores, sólo cabe preguntarse cuándo empezará la guerra que, según el primer ministro, será larga y dura.
Habrá que distinguir la guerra, en la que Israel utilizará todos sus recursos, de la operación militar (Espadas de Hierro) en la que empleará su poder militar. En la guerra, el gobierno y la sociedad israelí tendrán que esmerarse en la gestión diplomática, cognitiva y económica de la nueva fase que se abre, tanto hacia el exterior como hacia el interior, para ganar las batallas que no se libran en los teatros de operaciones. Para ello cuentan, por el momento, con el apoyo expreso de las grandes potencias occidentales y con la legitimidad internacional de la defensa propia, dos activos volátiles en manos torpes, pero de inestimable valor si se administran con cabeza.
La declaración de guerra de Israel, por primera vez desde 1973, tiene como finalidad constatar formalmente que Israel se enfrenta a una amenaza existencial, una percepción que se había relajado tras muchos años de complacencia y ceguera estratégica entonces, al igual que ahora se ha subestimado la amenaza de Hamás. No es que esta organización disponga de la misma capacidad militar que Egipto y Siria tenían en aquel momento para poner en peligro la existencia de Israel, sino que la estrategia israelí que ha contenido la violencia de Hamás en Gaza ya no funciona y, cuestionada su capacidad de disuasión, Israel corre el riesgo de que otras amenazas regionales intenten probar suerte. En compensación, y si en anteriores enfrentamientos Israel había sopesado el riesgo de que otra milicia más radical emergiera si derrotaba militarmente a Hamás, ahora ese riesgo se ha reducido porque Hamás se ha convertido en la facción más radical posible y su comportamiento violento e indiscriminado durante el asalto se parece más al del terrorismo yihadista de Estado Islámico que al de otras demostraciones de fuerza de las milicias palestinas, como las vistas en Cisjordania en los últimos meses.[1] Si la guerra del Yom Kippur duró hasta que los contendientes constataron su incapacidad militar para imponerse, en esta ocasión le basta a Hamás demostrar que Israel tampoco puede imponerse militarmente, lo que coloca a Israel en la disyuntiva de demostrar lo contrario o resignarse a la impotencia.
La guerra se alargará porque el asalto de Hamás se ha llevado por delante las expectativas de paz generadas por los Acuerdos de Abraham o por la iniciativa egipcia de alto el fuego permanente (hudna) en la Franja de Gaza de junio pasado.
La desescalada del conflicto cuenta con numerosos opositores, aunque Irán, Hizbulah y Hamás ya se bastan por sí mismos para abortar, una y otra vez, las iniciativas de los mediadores, a los que hay añadir la lista de equidistantes que no parará de crecer a medida que se alargue o intensifique el conflicto. En todo caso, y mientras las controversias sobre las causas y responsables de la guerra ocupan la atención académica y mediática por el momento,[2] el foco cambiará en cuanto la Operación Espadas de Hierro se ponga en marcha hacia su dimensión militar.
El patrón militar de los enfrentamientos
Por si pudiera servir como precedente, entre el 11 y el 12 de noviembre de 2012, Hamás y la Yihad Islámica Palestina lanzaron más de 200 cohetes y disparos de mortero sobre Israel que respondió con la Operación Pilar de Defensa, movilizando a 57.000 reservistas y rodeando Gaza sin penetrar en ella. Tras el lanzamiento de unos 1.500 cohetes, la mediación egipcia puso fin al combate el 21 de noviembre de 2012. Dos años más tarde, la fuerza aérea israelí no consiguió cerrar la red de túneles y las fuerzas terrestres irrumpieron unos cuantos kilómetros en Gaza para retirarse dos semanas después tras encontrar seria resistencia en algunos puntos.[3]
En otro precedente más reciente, el 2 de mayo de 2023, la Yihad islámica Palestina lanzó 21 cohetes desde la franja de Gaza, a los que seguirían otros hasta llegar a los 1.468, una cifra que obligó también entonces a evacuar y desplazar a la población civil limítrofe. Siete días después, las Fuerzas Armadas israelíes (IDF) llevaron a cabo acciones aéreas selectivas contra los dirigentes de la organización, sin que sus fuerzas terrestres penetraran en la Franja de Gaza, que concluyeron con un alto el fuego el día 13. En esta ocasión, Egipto, Qatar y Estados Unidos mediaron para cesar el enfrentamiento. La Yihad Islámica Palestina pidió que se interrumpieran los ataques a sus dirigentes, la devolución del cuerpo de Khader Adnan, un miembro significado de las milicias que falleció en prisión, y otras cesiones menores que Israel rechazó conceder. Tampoco se vino abajo el apoyo social a las operaciones militares a pesar del momento álgido de las crisis judicial y política en el mes de mayo. Como resultado de la Operación Flecha y Escudo, el gobierno y las IDF dieron por su capacidad de disuasión militar y la resiliencia civil de Israel respecto a las milicias yihadistas, una conclusión que fomentó su autocomplacencia y, probablemente, redujo su diligencia para prevenir lo ocurrido cinco meses después.[4]
La guerra conduce a la confrontación armada a otro nivel
Si la Operación Espadas de Hierro mantiene el mismo patrón de respuesta, las IDF darán primacía a los dirigentes de Hamás en su selección de blancos, pero la operación necesita algo más que ajusticiar a los responsables de la masacre de octubre: necesita mostrar a sus seguidores en Gaza que Hamás no puede protegerles del sufrimiento que causan sus acciones. Las fuerzas israelíes necesitan arrebatar a Hamás el control territorial para demostrar a los palestinos de Gaza y Cisjordania que no garantizan su seguridad frente a Israel, al igual que el asalto de Hamás ha puesto en duda la confianza israelí en sus Fuerzas Armadas. No necesitan ocupar toda la franja, pero sí desmantelar todo el prestigio militar de Hamás que puedan para cuestionar su liderazgo palestino ya que de lo contrario Hamás aumentará su capacidad de influencia sobre el resto de las facciones de Gaza y Cisjordania en detrimento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
La operación militar si es dura tiene que ser corta, porque si los daños colaterales sobre la población civil se acumulan acaban socavando la legitimidad del casus belli israelí y debilitando sus apoyos, tal y como ocurrió en ocasiones anteriores.[5] La dureza incluye el dilema de poner en riesgo la vida de los rehenes o retrasar el ajuste de cuentas. Para ser dura, la Operación tendrá que tener un componente terrestre porque las acciones aéreas desgastan, pero no desalojan, a las milicias terroristas como se evidenció durante la operación contra el campo de Jenin en Cisjordania en julio pasado.[6] Si la operación no es dura, tendrá que alargarse en el tiempo para alcanzar los objetivos estratégicos asignados, lo que pone a los mandos israelíes ante un escenario inédito para el que no se habían preparado anteriormente, incluida la escalada regional del conflicto.
La valoración del plan estratégico corresponde a un conjunto de actores políticos y militares con un complicado proceso de decisiones.[7] El sector de la defensa (Fuerzas Armadas, Ministerio y expertos) suelen primar en las decisiones de seguridad nacional, salvo que tengan repercusiones importantes en los sectores políticos y sociales. El asalto de Hamás ha dañado la credibilidad de las IDF, que han sido la base de la existencia nacional desde su creación, y éstas tendrán que arriesgar en sus decisiones para tratar de recuperar todo el prestigio que puedan cuanto antes.
La capacidad de proyección militar de Israel es muy limitada[8] y su potencial interno se ha ido debilitando a medida que una gran parte de la población está exenta del reclutamiento por motivos religiosos y la población que acaba alistada no aporta el volumen de fuerzas necesario para desarrollar una guerra larga y dura como la que se anuncia. El reclutamiento mantiene sus niveles gracias a su obligatoriedad, exigente hasta la prisión con los objetores y demasiado permisiva con las exclusiones por motivos religiosos de los ultraortodoxos, lo que pervierte la igualdad constitucional de los jóvenes israelíes y tensa el enfrentamiento del Gobierno con las autoridades judiciales.[9] La presencia de reservistas militares en las últimas manifestaciones contra el gobierno y los plantes realizados generaron dudas sobre la cohesión de sus Fuerzas Armadas antes del asalto y del nivel de resiliencia civil, una situación que se revertirá tras éste pero que se puede reproducir si una operación fallida agudiza las contradicciones existentes.
Israel cuenta con 170.000 soldados en activo y 465.000 en reserva que no bastarán para mantener la seguridad en las condiciones como las vividas hasta ahora.[10] El Ejército de Tierra cuenta con 26.000 mandos y 100.000 reclutas, por lo que sus despliegues y movilizaciones sólo pueden cubrir el escenario geográfico de conflicto más probable en perjuicio de la cobertura de los demás.[11] Una guerra en varios frentes colocaría a las Fuerzas Armadas, particularmente a las terrestres, en una situación complicada y el Ejercito es consciente de esa situación. Del mismo modo, una guerra en múltiples dominios y operaciones agudizaría las dificultades de personal. Las nuevas formas de guerra multiplican los puestos de combate y las IDF no han tenido más remedio que ampliar en 2021 el abanico de opciones para que los reclutas pudieran escoger un puesto acorde con sus calificaciones, algo que ya se venía haciendo con las mujeres.[12]
Los mandos israelíes no podrán desplegar todas sus fuerzas terrestres en torno a Gaza porque tiene que prevenir un estallido en Cisjordania y, sobre todo, en el norte donde las milicias de Hizbulah podrían emular a las de Hamás y entrar en territorio israelí en lugar de prolongar el duelo artillero que mantienen en los últimos meses. La apertura de un segundo frente por Hizbulah evidenciaría la conexión iraní detrás de los ataques y legitimaría la defensa militar de su territorio, por lo que no parece probable que ocurra, aunque no se puede descartar. De hecho, las IDF se han venido preparando en los últimos años en el norte para un escenario de conflicto similar al del asalto que se acaba de materializar en el sur por Hamás donde no se esperaban que ocurriera. Ahora las reservas están movilizadas y la población evacuada ante una situación de riesgo en la que, a buen seguro, los mandos de la fuerza de Naciones Unidas en la zona (UNIFIL) han planificado la evacuación de sus cascos azules, incluidos los españoles.
Conclusiones
Declarar la guerra rompe el patrón conocido de los enfrentamientos armados entre Israel y Hamás y eleva las operaciones militares a un nivel superior por explorar. Las guerras se declaran para ganarlas, pero la habitual superioridad militar israelí ha quedado en entredicho y está por ver cuánto arriesgan sus Fuerzas Armadas para imponerse militarmente a Hamás. Las dificultades estratégicas que se exponen, a la que hay que añadir las diplomáticas, cognitivas, sociales y económicas que no se abordan en este análisis, avalan la posibilidad de que la guerra se alargue y se endurezca hasta que una de las dos partes prevalezca o ambas constaten su incapacidad. Israel conoce todos los retos que afronta con su declaración de guerra a Hamás, pero también los que afrontaría si no lo hace. La Operación Espadas de Hierro está a punto de comenzar.
[1] Dalia Hatuqa, “The New Palestinian Resistance”, Foreign Policy (20/III/2023).
[2] Entre otros: Bronwen Maddox, “The assault by Hamas Will unite Israel and its allies”, Chatham House Expert Comment (8/X/2023); “IISS experts assess the Hamas-Israel war and its international implications”, Online Analysis (10/X/2023); y Sonia Sánchez, “De diluvio a tsunami: escenario y repercusiones de la última guerra entre Hamás e Israel”, Real Instituto Elcano (9/X/2023).
[3] Autores varios, “Lessons from Israel’s Wars in Gaza”, RAND Corporation, 2017.
[4] Meir Elran, Operation Shield and Arrow: Lessons for Israel’s Civilian Front, INSS Insight nº 1733 (11/VI/2023).
[5] Ghassan Shabaneh, “Israel’s Aggression Against Gaza: Implications and Analysis”, Aljazeera Centre for Studies (10/IX/2014).
[6] Ronaldo Schemidt, “Israel launches major military operation in West Bank”, Le Monde/AFP (3/VII/2023)
[7] Charles D. Freilich, Zion’s Dilemmas, Cornell University Press, 2012.
[8] En 2022 ocupa el puesto 40/150 en capacidad de presencia y proyección militar fuera de sus fronteras en el índice Elcano de Presencia Global del Real Instituto Elcano.
[9] Michael Bachner, “After previous failure, Haredi army draft bill passes its first reading”, Times of Israel (10/X/2023).
[10] Military Balance 2023, Institute of International and Strategic Studies, p. 331.
[11] Noga Tampolsky y Shira Rubin, “Israel massed troops in the West Bank. Then Hamas attacked from Gaza”, The Washington Post (9/X/2023).
[12] Yaniv Kubovich, “After Six Decades, Israeli Military Change Recruitment Aptitudes Tests”, Haretz (11/VII/2021).