Tema: La evolución reciente de las relaciones entre EEUU y la India ha suscitado una inusual atención, especialmente durante la reciente visita a Washington del primer ministro indio, Manmohan Singh. Tal interés se debe a la estrategia estadounidense de ganar influencia en Asia y a la elección por Washington como posible aliado para tal fin de un país con el que no ha tenido hasta ahora lazos estrechos (a diferencia, por ejemplo, de Pakistán) y que está además llevando a cabo otras líneas de acción exterior que claramente difieren de los intereses de EEUU.
Resumen: El texto constata un acercamiento reciente entre la India y EEUU, que se caracteriza por el destacado interés de Washington en reconvertir lo que hasta hace poco eran unas relaciones tibias en una alianza con un gran componente estratégico. Se analizan los distintos motivos que pueden justificar la estrategia estadounidense y su consonancia o divergencia con los intereses en política exterior del gobierno indio actual. Por último, se valoran las posibilidades de evolución de esa relación con respecto a posibles dilemas que, para la India, representa el poder de EEUU.
Análisis: A la luz del continuo periplo diplomático de alto nivel a Nueva Delhi durante el primer semestre del presente año –con las visitas de entre otros la secretaria de Estado estadounidense Condoleezza Rice, el primer ministro chino Wen Jiabao y el primer ministro japonés Junichiro Koizumi–, se observa que la India emerge como un cruce de caminos indispensable para la proyección de alianzas que puedan desarrollarse en los próximos años y cuyo escenario principal se encuentra en el continente asiático. La India se ha erigido en un poder codiciado tanto por EEUU como por China, los cuales ven en él un contrapeso necesario para imponer una determinada visión del orden internacional más favorable a sus respectivos intereses. Sin embargo, esa visión no excluye el hecho de que la India aspira a mantenerse como un poder global por méritos propios.
En una entrevista publicada el pasado mes de mayo en el diario The Hindu, el ministro de Asuntos Exteriores Natwar Singh reiteraba su deseo de explorar las distintas posibilidades que se abren al país en política exterior, sin comprometer en cualquier caso los intereses nacionales. Las relaciones con China han mejorado sustancialmente y los avances sobre los principios para el tratamiento de la cuestión fronteriza se han fraguado a gran velocidad, especialmente si se comparan con la falta de avances tras largos períodos de negociaciones anteriores. En cuanto a Japón, parece haber una buena sintonía, tras el distanciamiento provocado a raíz de los ensayos nucleares indios de 1998. Se han establecido marcos de cooperación con Rusia dentro de lo que ya se contempla como una alternativa asiática al predominio estadounidense. Quizá lo más relevante en esa diplomacia de búsqueda de amigos ha sido el giro que han tomado las relaciones con EEUU durante el último año y muy particularmente el empeño que está poniendo Washington en mejorar tales relaciones. No hay que olvidar que doce meses atrás Natwar Singh se mostraba muy crítico con la política de Washington a causa, entre otros asuntos, del apoyo militar prestado por EEUU a Pakistán. ¿Qué es lo que ha cambiado?
El desarrollo de la relación con EEUU
La evolución de las relaciones con Washington en el último año ha suscitado todo un debate en la India acerca de la manera en que el gobierno de Nueva Delhi debe manejar ese asunto, debido al complejo mapa de intereses que está en juego. En los editoriales de algunos periódicos como el The Hindustan Times se ha insistido en la singularidad del momento actual, dado que por vez primera parece que EEUU busca más a la India que viceversa, como ha ocurrido habitualmente en el pasado. Según esa postura, la alianza estratégica con Washington sería muy beneficiosa para la India y de ningún modo se trataría de una relación desigual, puesto que Washington ya contempla a Nueva Delhi como un poder de primer orden. Una perspectiva diferente es la que ofrecen expertos como el reputado periodista A.G. Noorani, que abogan por reforzar las relaciones con China, país con el que hay una mayor consonancia de intereses dentro de lo que sería el desarrollo de un “polo asiático”. Para la corriente de opinión pro-China, que cuenta con ciertas simpatías en el ámbito decisorio del actual gobierno, las relaciones indo-estadounidenses poseen un carácter limitado y estarán siempre sujetas a los intereses de la proyección de los intereses de Washington en el continente asiático.
El hecho de que EEUU desee una relación privilegiada con la India se puede constatar si se observan los cambios en la política estadounidense hacia este país en los últimos años y muy particularmente en los últimos meses. La administración Bush ha respondido con una US-India Partnership a la India-China Partnership, contemplando una oferta de colaboración en áreas hasta hace poco vetadas en el trato con Nueva Delhi debido a su condición de potencia nuclear. Así, por ejemplo, EEUU e India han iniciado un diálogo de colaboración en materia de energía (una de las principales preocupaciones de Nueva Delhi, ya que debe hacer frente a la demanda que necesita su pujante economía), que incluye aspectos de cierta sensibilidad como es el caso de la energía nuclear para uso civil. Los dos países también han establecido áreas de intercambio en el ámbito de la tecnología espacial y misiles de defensa. Además, se ha sabido a finales de junio que ambos están ultimando un acuerdo militar que abarca ámbitos de cooperación en actuaciones multinacionales y de mantenimiento de la paz. A ello se añade la garantía por parte de EEUU de la venta de armamento sofisticado por un período de diez años.
Lo que más sorprende de esa aparente nueva etapa de la relación bilateral, además del número de concesiones realizadas por EEUU y de la naturaleza de éstas, es lo poco que la India está ofreciendo (entiéndase por ello la posibilidad de revisar ciertas posturas en asuntos clave) para ajustarse a los intereses del gobierno estadounidense. El caso más llamativo es el tema nuclear, que ha constituido el mayor elemento de presión de Washington durante los últimos siete años, donde la India no ha cedido un ápice en sus planteamientos. El parlamento indio aprobó una ley el pasado 10 de mayo para prevenir la transferencia de información relacionada con las armas nucleares y misiles balísticos a terceros países sin tales capacidades, pero continúa sin manifestar deseos de adherirse al consenso internacional en la materia. Quizá EEUU se muestre ahora más comprensivo con la condición nuclear de India y Pakistán y centre sus esfuerzos en ejercer cierta presión para el desarrollo del actual diálogo de paz en Asia meridional y la posible resolución del conflicto de Cachemira, que disminuiría el riesgo nuclear en la zona.
El segundo elemento en el que Nueva Delhi parece distanciarse de los intereses de Washington es de naturaleza geopolítica y geoestratégica y se refiere a las buenas relaciones que el país de Asia meridional tiene con dos rivales (por motivos diferentes) de Washington: Irán y China. En las circunstancias actuales, en las que EEUU está ejerciendo una gran presión sobre el programa nuclear iraní, el gobierno indio pretende reforzar sus lazos con el país de Asia central en caso de que prospere la construcción del gasoducto Irán-Pakistán-India. El estrechamiento de las relaciones indo-iraníes está motivado por factores energéticos, pero Irán también es un país destacado en la política exterior de India en Asia central. El otro foco que preocupa a EEUU se cierne sobre el desarrollo de las relaciones sino-indias, ya que esa colaboración parece destinada a contrarrestar la influencia estadounidense en Asia.
Los posibles motivos de la estrategia estadounidense
La política estadounidense hacia la India siempre ha estado diseñada en clave regional, es decir, en función del papel preponderante que ese país ha desempeñado en Asia meridional y en su condición de parte en el conflicto indo-pakistaní. Tradicionalmente, EEUU ha tenido un trato preferente con Pakistán, como país bajo su área de influencia frente a las afinidades pro-soviéticas de la India, y esa relación ha cobrado un nuevo impulso tras el regreso de Washington a Afganistán, ahora en su lucha contra el terrorismo de al-Qaeda. En años recientes, la mayor atención otorgada a la India fue durante la segunda administración Clinton (con una política más conocida como la de India First), marcada por una estrategia de persuasión para que Nueva Delhi se adhiriese al consenso internacional en materia de proliferación nuclear y de cierta intervención para favorecer un clima de diálogo en la región, tal como describe el experto regional y por aquel entonces vicesecretario de Estado estadounidense, Strobe Talbott, en su libro Engaging India.
Una de las principales razones, quizá la menos referida habitualmente, de la política estadounidense hacia Nueva Delhi puede ser precisamente el mantenimiento de esa clave regional. El compromiso con la India se ha realizado tras dar a Pakistán innumerables concesiones, como otorgarle la condición de aliado preferente no-miembro de la OTAN, con el consiguiente apoyo militar que tal cosa implica. Calculada la peligrosidad de los posibles efectos desestabilizadores de esa política, es probable que Washington haya querido ofrecer una serie de compensaciones a la India para respaldar ciertos intereses regionales, los cuales podrían tener su principal foco de atención en Pakistán. Estos intereses responderían al hecho de suscribir acuerdos con Islamabad para la creación de bases militares en distintos puntos fronterizos. No hay que olvidar que Pakistán, además de compartir fronteras con Afganistán e India, también lo hace con Irán y China. En tales circunstancias, la India se hallaría en un futuro próximo en una posición estratégica muy delicada.
El argumento más recurrente para explicar el novedoso entendimiento entre EEUU y la India se refiere al deseo de Washington de situarla bajo su área de influencia para contrarrestar el creciente peso que en términos económicos, aunque también estratégicos, está teniendo la República Popular China. Washington observaría con gran preocupación el eje Nueva Delhi-Pekín (y posiblemente Moscú), que desplazaría el poder estadounidense de buena parte de Asia, y constituiría una amenaza a sus propios intereses energéticos en Asia central. El interés en buscar apoyos en la India se basaría en la coincidencia con una de las tradicionales líneas en política exterior de Nueva Delhi, que ha consistido en mejorar las relaciones con su vecino del noreste, pero contrarrestando el extraordinario poder que representa mediante alianzas con terceros países.
Un tercer motivo de los intereses estadounidenses residiría en disuadir a Nueva Delhi en su creciente entendimiento con Irán, país con pésimas relaciones con EEUU, y en ofrecer una alternativa en materia energética a la compra del gas y petróleo de Irán y a la construcción de un gasoducto a través de Pakistán y que llegaría a la India. EEUU se ha opuesto públicamente al gasoducto (como reiteró la secretaria de Estado Condoleezza Rice durante su visita a la India y Pakistán en abril), aunque últimamente ha matizado esta postura ante la defensa cerrada del proyecto realizada por India y Pakistán.
Posible evolución de la relación bilateral
Por ahora, la relación entre la India y EEUU se ha llevado a cabo en un clima de gran flexibilidad y de sinceridad en lo que se refiere a los puntos de divergencia entre ambos países. Washington ha demostrado públicamente su desacuerdo en determinados asuntos, al igual que lo ha hecho el gobierno indio. Los dos países disienten sobre cuestiones como el conflicto de Irak y por ahora no han mostrado claramente su respaldo a ciertas aspiraciones cruciales de cada uno de ellos: en el caso de la India, la obtención del apoyo estadounidense para convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad y en el de EEUU, el apoyo indio a su programa del escudo antimisiles. En la cuestión de las aspiraciones indias ante la reforma del Consejo de Seguridad parece que EEUU podría ceder, pero seguiría divergiendo en la cuestión de otorgar el veto a los nuevos miembros.
La naturaleza del diálogo que está teniendo lugar entre la India y EEUU destaca por su contenido estratégico. Es cierto que ambos países pueden beneficiarse mutuamente de sus conocimientos científicos de manera complementaria, pero lo que más desconcierta es hasta qué punto Nueva Delhi va a desarrollar esa relación sin comprometer otros de sus principales intereses. La modernización en materia de defensa es un tema de constante atención por parte de los distintos gobiernos indios y el país depende mucho de las importaciones de armamento para esa modernización. Sin embargo, un notorio rearme puede desembocar en una respuesta similar por parte de otros países de la región, dando un mayor realce a la carrera de armamentos. Ello incidiría negativamente en la posible evolución de las relaciones de la India con otros países asiáticos y principalmente con China.
El desafío más cercano y concreto de las relaciones indo-americanas lo va a plantear la India si sigue adelante con el apoyo al gasoducto desde de Irán. La ley estadounidense aún vigente, Iran and Libya Sanctions Act (1996), penaliza las inversiones en gas y petróleo iraní superiores a 20 millones de dólares. El proyecto del gasoducto Irán-Pakistán-India se cifra en varios miles de millones de dólares (en los que cabe la participación india de algún modo), con lo cual tanto India como Pakistán se pueden exponer a sanciones de distinto tipo. Frente al rechazo inicial, la secretaria de Estado Rice parece estar reconsiderando su postura en los últimos tiempos, por lo que cabe preguntarse si EEUU contempla ya la realidad del gasoducto o si es que se está ejerciendo algún tipo de discreta presión a India y Pakistán para que abandonen el proyecto. Lo que sí se sabe es que Washington ha realizado contraofertas con recursos procedentes de Turkmenistán y otros países de la zona del Caspio.
EEUU ha desempeñado un papel clave en el último acercamiento entre la India y Pakistán, además de haber intervenido en crisis anteriores como durante el conflicto de Kargil, lo que le otorgado una mayor confianza por parte de un gobierno indio con una perspectiva de cómo debería ser el orden internacional muy diferente de la de Washington. EEUU es una presencia inevitable en Asia meridional y la India pretende responder a ella con un mayor entendimiento, aunque sin olvidar una cierta cautela. La India puede, a través de Washington, defender sus intereses en el contexto regional en el que vive (por ejemplo, ejerciendo cierta presión sobre Pakistán). EEUU, por su parte, puede convertirse en un aliado muy codiciado en la lucha competitiva que se está desarrollando en la búsqueda de una mayor influencia en Asia.
Conclusiones: Al examinar las relaciones indo-estadounidenses, se observa que prima un carácter estratégico con un marcado acento asiático. Ese carácter estratégico está vinculado con cuestiones relativas al ejercicio de influencia y poder en el continente y a la defensa de ciertos intereses vitales. Esas cuestiones son diferentes en grado y forma para la India y para EEUU pero presentan un alto grado de complementariedad. Por ahora no está muy clara la dirección que va a tomar el desarrollo de esa relación, que parece avanzar a gran velocidad, a juzgar por las decisiones que se están produciendo, pero sí se puede afirmar ya que el actual diálogo entre India y EEUU va a tener repercusiones directas en la evolución de la política exterior india en el futuro inmediato.
Antía Mato Bouzas
Investigadora del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado