Tema: Este análisis trata sobre la importancia de la diplomacia cultural como instrumento de la política exterior del gobierno mexicano.
Resumen: En este análisis se exponen y analizan a grandes rasgos las estrategias desarrolladas por los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón en el ámbito de la diplomacia cultural. A pesar de las acciones llevadas a cabo por el gobierno y de la infraestructura creada para la promoción y difusión internacional de la cultura mexicana, la diplomacia cultural en México sigue careciendo de solidez debido en gran medida a la falta de continuidad de los programas institucionales en ese ámbito y a la subordinación de la cultura a la agenda política del Ejecutivo.
Análisis: En la nueva agenda internacional creada por las transformaciones sociales, económicas y políticas operadas en el marco de la globalización, las relaciones culturales han venido a cobrar un nuevo protagonismo. El papel de la cultura ha empezado a ser valorado como factor determinante del desarrollo de los países, no sólo por el importante valor económico de las denominadas industrias culturales, sino porque la cultura ha sido vista como un puente de comunicación entre las naciones que facilita el conocimiento mutuo, al mismo tiempo que posibilita la cooperación económica y cultural.
En México, la cultura ha sido históricamente un componente esencial del quehacer diplomático. El gobierno promueve en los foros internacionales el respeto a la diversidad cultural y ha establecido relaciones y alianzas con países de desarrollo comparable para generar respuestas comunes a los desafíos que la globalización plantea, en particular el referido a la preservación de la identidad y el patrimonio cultural de las naciones. Asimismo, México está activamente implicado en la difusión de la cultura nacional más allá de sus fronteras, por medio de lo que se conoce como diplomacia cultural.
En este análisis, llamaremos diplomacia cultural al conjunto de operaciones y obras culturales o educativas orquestadas por el Estado con ayuda de diversos socios para asegurar una presencia cultural nacional en el extranjero, con< fines de política exterior. En efecto, los Estados se han servido tradicionalmente de la cultura para la difusión de una imagen positiva en el exterior. En primer lugar, debido a que buscan simpatías políticas en el extranjero así como mantener una imagen de prestigio; y en segundo lugar, con el fin de establecer con ciertos socios un clima de cooperación propicio a los negocios e inversiones. A lo largo del siglo XX, la cultura dejó progresivamente de ser considerada únicamente como arma de propaganda política para convertirse en una herramienta de la imagen exterior y en un nuevo campo de la cooperación internacional. Uniendo promoción cultural y cooperación internacional, las potencias que aspiran a ejercer influencia de alcance mundial han recurrido en distintos momentos a estrategias de puesta en valor de su soft power o “poder suave”, término acuñado por el profesor de Harvard Joseph Nye para describir la capacidad de un país para influir en otros por medios persuasivos.
En esta tendencia, México no ha constituido una excepción, como se verá en la primera parte del análisis. En los apartados siguientes, se analizará la trayectoria de la diplomacia cultural mexicana durante el período 2000–2007, para terminar en las conclusiones con un balance general de la diplomacia cultural mexicana y de sus perspectivas de futuro.
Antecedentes
Se puede afirmar que, a partir de la revolución mexicana de 1910, el Estado fue fundamental en el proceso de creación de la identidad y cultura nacionales, y que desempeñó un papel central en la difusión interna y externa de la producción artística y cultural de los creadores mexicanos. En las primeras décadas del siglo XX, José Vasconcelos definió una estrategia integral de cultura y educación que se tradujo, en el ámbito exterior, en las “embajadas culturales” o programas de intercambio de estudiantes con otros países americanos y, en el interior, en la creación de las primeras bibliotecas rurales y en el impulso a las “misiones culturales”. Del interés del gobierno mexicano de contar con una infraestructura cultural sólida dan cuenta las grandes instituciones culturales creadas en las décadas siguientes, entre las que destacan el Fondo de Cultura Económica (1934), el Seminario de la Cultura Mexicana (1942), el Colegio Nacional (1943) y el Instituto Nacional Indigenista (1948). En las décadas de 1940 y 1950, México impulsó una serie de grandes exposiciones en las que se dio una identificación con el pasado histórico y se puso de relieve lo prehispánico a través del muralismo mexicano. La consolidación de la “época de oro” del cine mexicano se dio gracias a la emergencia de nuevas tecnologías y el surgimiento de medios de comunicación masiva que dieron origen a la televisión mexicana. A finales de los años 50, se creó la Subsecretaría de Cultura, que sería el antecedente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), y comenzó un período intenso de articulación de instituciones culturales, entre ellas el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) que contribuirían para proyectar al mundo el acervo cultural y el patrimonio histórico mexicanos.
En los años 60, la cultura se incorporó de manera formal como una instancia administrativa de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE); es así que en el gobierno de Adolfo López Mateos se creó una Dirección encargada de los asuntos culturales. Igualmente, durante esa época se construyeron diversos museos como el Museo Nacional de Antropología y el Museo de Arte Moderno. Una de las etapas de mayor activismo de la diplomacia cultural mexicana se dio en los años 1970–1976, durante el gobierno de Luis Echeverría, en la que México participaría activamente en diversos foros internacionales de impronta cultural. Se logró una mayor diversificación de las relaciones exteriores y se fomentó la diplomacia cultural, especialmente en América Latina y el Caribe. La década siguiente fue de baja promoción cultural debido a la crisis de la deuda y los graves problemas del aparato productivo mexicano. No obstante, se impulsó la apertura de institutos y centros culturales de México en el exterior, particularmente en EEUU, donde existía un mayor número de comunidades mexicanas en el extranjero. Los objetivos eran fomentar la cultura nacional, conocer las acciones de las comunidades mexicanas en el exterior, difundir la cultura nacional contemporánea a la población de origen mexicano y extenderla incluso al público estadounidense. De manera paralela, se dio la creación de centros culturales en Europa, particularmente en Madrid y París.
En los años 90, y en el marco de las negociaciones del TLCAN, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari promovió una serie de actividades culturales mexicanas como parte de la estrategia de seducción de futuros socios comerciales. Es en este período que el gobierno mexicano enfatizó el valor de la cultura como instrumento de política exterior y se dieron los primeros pasos hacia una diplomacia cultural en sentido estricto. Específicamente se realizó un amplió programa de “relaciones públicas” para atraer inversores extranjeros, así como actividades culturales, en particular con las comunidades mexicanas residentes en el extranjero, para mejorar la imagen del país en el exterior. Sin embargo, los problemas económicos internos, así como la crisis de legitimidad con que asumió el gobierno Salinas de Gortari, constituyeron factores decisivos en el diseño de su política exterior, impidiendo un salto cualitativo de la promoción cultural a una dinámica de diplomacia cultural. La búsqueda por ampliar los mercados para los productos mexicanos, reforzar los vínculos políticos con países desarrollados, así como negociar un tratado de libre comercio, constituyeron los ejes centrales de la acción exterior de su gobierno.
Durante la administración de Ernesto Zedillo (1994–2000), los procesos de globalización y de cooperación internacional obligaron al presidente a fortalecer la presencia de México en el exterior. Se emprendió una reestructuración de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), destacando la creación del Instituto Mexicano de Cooperación Internacional (IMEXCI), cuya labor era la coordinación de las comisiones mixtas de cooperación educativa y cultural y el establecimiento de programas bilaterales en ese ámbito. El número y la profundidad de las intervenciones permiten afirmar que la política cultural mexicana consideró prioritaria durante este período la protección del patrimonio histórico, sin olvidar el estímulo a la creación libre y a la difusión cultural. Con este propósito se organizaron exposiciones importantes en el extranjero, como “Teotihuacan: una ciudad cosmopolita del México antiguo” (Portugal y Colombia); “Grandes maestros del arte moderno mexicano” (Japón); “José Clemente Orozco” (EEUU); “Imaginarios Mexicanos” (Canadá); “Miradas Cruzadas, Frida y Diego” (Francia); “Vida y muerte: arte funerario del occidente de México” (España); “José Luis Cuevas” (El Salvador); “Pintura moderna en México” (Argentina y Brasil); y “Francisco Zuñiga” (Costa Rica). Esta amplia actividad cultural se correspondía con un régimen político que comenzaba a dejar atrás su talante autoritario y se acercaba a un horizonte más plural y abierto. En este sentido, la alternancia política posibilitó la apertura internacional del país a temas vedados tradicionalmente como los derechos humanos y la democracia.
La diplomacia cultural durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón
Con el arribo de Vicente Fox a la presidencia de la república, que significó la alternancia política después de más de 70 años de gobiernos priístas, la política exterior tomó un nuevo impulso, en particular con la promoción de una nueva imagen internacional de México. El presidente Fox anunció su propósito de dar a conocer al país en el mundo como una nación democrática, con amplias libertades y con un amplio respeto por los derechos humanos. En esta línea, el Plan Nacional de Desarrollo 2001–2006 enunciaba los objetivos estratégicos de su política exterior: promover y fortalecer la democracia y los derechos humanos como bases fundamentales del sistema internacional; fortalecer la capacidad para proteger y defender los derechos de los mexicanos en el extranjero; intensificar la participación e influencias de México en los foros multilaterales con un papel activo en el diseño de la nueva arquitectura internacional; utilizar los esquemas de concertación regional para equilibrar la agenda de política exterior mexicana mediante nuevos ejes de acción política; y apuntalar y encabezar los esfuerzos de promoción económica, comercial y cultural, y de la imagen de México en aras de un desarrollo nacional sustentable y de largo aliento.
A esta tarea se abocó la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), que bajo la conducción de Jorge Castañeda tuvo el firme propósito de proyectar al mundo una imagen de un México democrático, libre y moderno. Esta visión reflejaría a una nación que había llevado a cabo una serie de importantes reformas económicas y políticas y que con el nuevo gobierno refrendaba su vocación de apertura al exterior al participar en los principales foros mundiales y en la toma de decisiones que impulsaba la nueva arquitectura internacional. Ante este panorama, el dirigente de la diplomacia mexicana se comprometería a cambiar la imagen a través de una estrategia de reestructuración de diversas áreas de la Cancillería, con lo que se pretendía darle un nuevo perfil y enfoque a la diplomacia mexicana.
Una de las primeras acciones concretas de la administración de Jorge Castañeda fue la reestructuración de la Dirección General para Asuntos Culturales, que dependería ahora directamente del canciller, a fin de que la cultura se convirtiera en piedra angular de la política de imagen de México. Otra acción fue reformar y reforzar la red de institutos culturales en el mundo mediante la creación del “Instituto México”, como órgano desconcentrado de la SRE, con el objetivo principal de promover y difundir la lengua, el arte, la educación, la ciencia y tecnología, el turismo, la industria cultural y, en general, la producción artística nacional. En una primera fase, se adaptaron a estos fines los centros culturales mexicanos en países como EEUU, Francia, el Reino Unido y Brasil. El Instituto se enmarcaba en la tradición de otros institutos nacionales que buscan la promoción exterior de la lengua y la cultura, como es el caso de la Alianza Francesa y el Instituto Francés de América Latina, el British Council, la United States Information Agency, el Instituto Goethe, el Instituto Dante Alighieri y el Instituto Cervantes. En ese sentido, la enseñanza de español en el extranjero es uno de los pilares de la promoción de la cultura en el exterior.
En México, dicha promoción se realiza en coordinación con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través del Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE), que actualmente cuenta con varias sedes principalmente en EEUU (San Antonio, Chicago y Los Ángeles) y Canadá (Hull). Asimismo, existe un convenio con la Universidad de Salamanca y con el Instituto Cervantes en España para la acreditación de estudiantes y formación profesoral de la enseñanza de la lengua española en el extranjero. En síntesis, con la creación del Instituto de México se buscaría unificar la promoción de las labores de los centros culturales mexicanos bajo un mismo marco jurídico.
Otra acción relevante del Canciller Castañeda fue el incremento de la participación del sector privado en la promoción cultural en el extranjero. Con el fin de llevar a cabo dichas tareas, se preveía que cada representación del Instituto de México contara con el apoyo de una sociedad de amigos, así como con la colaboración del fideicomiso “México, Puente de Encuentros”. Dicho fideicomiso representaría un paso importante en el establecimiento de una nueva relación entre gobierno y sociedad en materia de difusión de la cultura mexicana, con lo que se permitiría canalizar recursos del sector privado a las labores de diplomacia cultural y se fortalecería la imagen de México en el exterior. Según datos oficiales, entre diciembre del 2001 y noviembre del 2002, se produjeron 1.045 proyectos culturales de naturaleza diversa (artes visuales, exposiciones, residencias artísticas, participación en ferias y bienales internacionales).
Finalmente, con Castañeda se realizó el nombramiento de 22 artistas e intelectuales como representantes culturales de México, con el fin de proyectar la imagen de un México plural y moderno; estrategia que no era novedosa, pues la vinculación entre la diplomacia y la literatura tiene una larga tradición histórica en el país. El nombramiento de intelectuales y artistas como agregados culturales no estuvo ausente de polémica, no sólo por las críticas al carácter no profesional de los nominados (que desplazaban al personal diplomático) y al riesgo de clientelismo de intelectuales y artistas, sino también por el temor a que la difusión exterior de la cultura nacional estuviera determinada por intereses políticos de las elites y los grupos que ostentan el poder cultural en México, y no en función de las estrategias de política exterior del gobierno mexicano en turno.
Además de estos cambios, se continuó con la promoción del arte y la cultura de México en el extranjero; por ejemplo, durante el primer año de gobierno se realizaron 121 exposiciones de arte mexicano en el mundo. Durante las primeras visitas del presidente Fox al extranjero se llevaron a cabo exposiciones de gran magnitud como de la Frida Kahlo< en Italia o la muestra de la cultura maya en China, así como la exposición más importante de piezas aztecas en el Royal Academy de Londres que contribuyeron a un cambio significativo de la percepción internacional de México. Sin embargo, los acontecimientos de septiembre de 2001 en EEUU modificaron el orden de las prioridades de política exterior.
Es de señalar que la cultura continuó ocupando un puesto privilegiado en la agenda del secretario Castañeda, a pesar de una situación internacional de creciente complejidad que culminaría con la guerra de Irak. La diplomacia mexicana desplegó una intensa actividad en este período, en particular con sus contribuciones a la arquitectura internacional del nuevo milenio; durante este año, México ocupó un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y participó en las discusiones sobre la paz y la seguridad internacionales. En este contexto, la reforma de la Dirección General de Asuntos Culturales y la creación del Instituto de México, a decir del secretario Castañeda, reflejaban el papel central de la cultura en la promoción de la imagen de México.
Estos proyectos formaban parte de una estrategia ambiciosa que pretendía una difusión vigorosa de la cultura mexicana en el extranjero, a través de la promoción de una imagen positiva de la sociedad mexicana, así como de una nueva forma de percibir la relación entre el gobierno y la iniciativa privada. Sin embargo, con la dimisión de Jorge Castañeda a principios de 2003, varias de las iniciativas propuestas durante su administración fueron relegadas y con el arribo de Luis Ernesto Derbez a la SRE en 2003 las prioridades de la política exterior, y en particular la cultura, se modificaron.
El nuevo responsable de la política exterior del país señaló la necesidad de asumir una política exterior basada en los principios, comprometida con los valores universales de la democracia, los derechos humanos y la justicia internacional y orientada por estrategias concretas y políticas diseñadas para potenciar el desarrollo nacional de la agenda internacional. La nueva Cancillería definió seis ejes estratégicos para la conducción de la política exterior mexicana; el cuarto eje fue el de la promoción cultural. El secretario Derbez destacó el papel de las industrias culturales y del binomio cultura–economía como factor de desarrollo en el contexto de la globalización. En ese sentido, señaló que “la cultura está llamada a convertirse en un auténtico motor de la economía del siglo xxi. Durante las últimas dos décadas, la globalización y el desarrollo tecnológico han traído consigo una acelerada transformación de los sistemas de comunicación e información, y han convertido a las industrias culturales en uno de los sectores más dinámicos de la economía, que no sólo genera empleo y capital, sino que constituye un espacio fundamental para la construcción y transformación de las identidades culturales”. La orientación económica está presente al señalar que la Cancillería mexicana busca que la promoción de las industrias culturales mexicanas en el extranjero no sólo resulte en beneficios económicos sino que al mismo tiempo promuevan la cultura mexicana en el mundo. De esta forma, la agenda de diplomacia cultural de Derbez se alejó del ambicioso proyecto cultural ideado por Castañeda para cambiar la imagen de México en el extranjero, probando que la estrategia cultural del país en el exterior depende del estilo de cada canciller más que de una estrategia de Estado de largo plazo, coherente y que genere un amplio apoyo por parte de las instituciones del Estado mexicano.
En el actual gobierno de Felipe Calderón la política exterior mantiene un perfil bajo si se compara con el período estridente de la actividad desarrollada en el sexenio de Vicente Fox. La secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, ha modificado la estrategia desplegada por sus antecesores. En lo que respecta a la diplomacia cultural, si bien es cierto que todavía es muy temprano para analizar la labor de la SRE durante la administración actual, es pertinente señalar algunas de principales acciones realizadas en este primer año de su gobierno en materia de diplomacia cultural.
El despliegue cultural exterior de la SRE
El más reciente Informe de Labores de la Secretaría de Relaciones Exteriores, correspondiente a 2007, expone los objetivos, los instrumentos y las acciones de la Cancillería en materia de proyección cultural exterior. La SRE, a través de la Dirección General de Asuntos Culturales, coordina la red de representaciones diplomáticas y consulares en el exterior para llevar a cabo las actividades de promoción cultural e intercambio académico, así como el establecimiento de programas de cooperación educativa y cultural con los diversos países con los que México mantiene relaciones diplomáticas. Con ello se busca ampliar la presencia y liderazgo de México a nivel internacional. En el ámbito de la promoción cultural y educativa, la SRE hace énfasis en el programa de becas y cooperación educativa, así como en la participación de México en diversos foros y festivales culturales internacionales. Asimismo, la Cancillería mexicana apoya a la comunidad académica y artística para garantizar su presencia en los principales foros internacionales, generar alianzas, identificar nuevas áreas de cooperación con las comunidades de otros países, desarrollar nuevos mercados para los productos y servicios culturales, así como el intercambio académico y la movilidad estudiantil que contribuyen a la formación de “capital humano”. Con estas acciones, el gobierno mexicano pretende que “la riqueza artística y cultural de México siga siendo una herramienta de política exterior para posicionar a nuestro país con una imagen positiva a nivel internacional”.
Esta estrategia se vincula estrechamente a la tradición diplomática mexicana. México desarrolla 47 programas bilaterales de cooperación cultural en materia de educación artística, recursos humanos, actividades artísticas y culturales, radio, cinematografía, televisión y medios audiovisuales. Asimismo, cuenta con una vasta promoción de la cultura a través de une veintena de institutos y centros culturales en el exterior, particularmente en EEUU (Washington y San Antonio), y en Europa (Madrid y París). Participa de manera activa en foros internacionales en el ámbito cultural, entre los que destacan: el Encuentro de Ministros de Cultura y Responsables de las políticas culturales de América Latina y el Caribe; la Comisión Mexicana de Cooperación con América Central, el Grupo de Alto Nivel de la UNESCO; el Grupo de los Tres (G3), formado por México, Colombia y Venezuela; las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno; y el Comité Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura de la Organización de Estados Americanos (OEA).<
Asimismo, como parte de la diplomacia cultural que ha desarrollado México en las últimas décadas se han creado centros académicos de estudios sobre México en distintas universidades en el mundo. Por ejemplo, la Cátedra Rosario Castellanos de Estudios Mexicanos en la Universidad Hebrea de Jerusalén, el Institut d’Études Mexicaines de la Universidad de Perpignan en Francia; la Cátedra de Estudios sobre México Contemporáneo de la Université de Montréal, en Canadá; el Centro de Estudios de México en la Unión Europea (CESMUE), del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset en Madrid; el Centro de Estudios México–Estados Unidos de la Universidad de Texas en Dallas; el Center for US–Mexican Studies de la Universidad de California en San Diego; y el Centro de Estudios Mexicanos y Centro–Americanos (CEMCA) del Ministerio Francés de Asuntos Exteriores, por destacar sólo algunos.
Este énfasis en la cooperación cultural ha sido ampliamente continuado por el actual gobierno, pues en la presente administración, el gobierno mexicano a través de la SRE, ha participado en la negociación, celebración y seguimiento de los convenios y programas bilaterales de cooperación educativa y cultural que México suscribió con Austria, Botswana, Brasil, Canadá, Egipto, Jamaica, Japón, la provincia de Québec, la República Dominicana, Siria y Colombia. En este último país, el gobierno de México a través del Fondo de Cultura Económica inauguró en enero del 2008 el Centro Cultural Gabriel García Márquez, considerado una joya arquitectónica y un recinto para la cultura, las letras y las artes. Por otra parte, y en cumplimiento con los objetivos estratégicos de política exterior contenidos en el Plan Nacional de Desarrollo 2007–2012, la SRE, a través de la Dirección General de Asuntos Culturales, colabora en el fomento a la formación de capital humano mediante el programa de becas. Dicho programa es prioritario y sus acciones abarcan una vasta zona geográfica: América Latina y el Caribe, EEUU y Canadá, Europa, Asia–Pacífico, África y Medio Oriente.
Conclusiones: Como se observa, la diplomacia cultural de México en las últimas dos administraciones ha tenido variados énfasis, desde el ambicioso proyecto cultural de Jorge Castañeda para proyectar una nueva imagen de México en el extranjero, pasando por la visión económica de la cultura de Ernesto Derbez, hasta la visión más institucional de la cooperación cultural y educativa del actual gobierno. Los altibajos en la diplomacia cultural de México son evidentes: existen períodos en donde se ha entendido claramente el potencial de la cultura y el papel que ésta debe desempeñar en la política exterior mexicana, y otros en que simplemente la diplomacia cultural ha sido relegada.
Esta situación debe modificarse, ya que México cuenta con un patrimonio histórico y con una creatividad que lo convierten en potencia cultural de alcance internacional. México dispone de una herramienta óptima para la política exterior: una cultura milenaria, rica y diversa, y sobre todo una amplia gama de manifestaciones artísticas y culturales contemporáneas que pueden contribuir a proyectar la imagen de un país moderno. Las relaciones culturales permiten el acercamiento entre los diversos sectores políticos, económicos y sociales; a través de ellas se establecen vínculos y se entra en contacto con las diversas esferas de la sociedad del país con el que se establecen relaciones diplomáticas. La cultura es facilitadora de estos intercambios y puente de acercamiento entre los países de la comunidad internacional.
Fabiola Rodríguez Barba
Ex jefa del Departamento de Política Interna de Canadá en la Dirección General para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, actualmente es candidata a Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Quebec en Montreal, Canadá.