Tema: Este análisis examina la evolución en la opinión pública norteamericana del apoyo a la guerra de Irak, incluyendo el efecto de acontecimientos como la captura de Sadam Husein, y su relación con las intenciones de voto en las próximas elecciones presidenciales.
Resumen: En octubre de 2003, antes de la detención de Sadam Husein, por primera vez eran mayoría los norteamericanos que desaprobaban “cómo ha manejado EEUU la situación en Irak desde el final de las principales operaciones militares en abril de 2003”. Esto contrastaba con la unánime aprobación y pequeña oposición que se manifestaban en abril, seis meses antes. Aunque la detención del dictador iraquí, en la segunda semana de diciembre, invirtió esta tendencia, las encuestas del Pew Research Center (PRC) revelan la persistencia de las tendencias latentes respecto a la guerra. Si bien la valoración de la gestión del Presidente Bush ha experimentado una subida considerable, así como sus perspectivas de ser reelegido, las opiniones subyacentes sobre la marcha de la guerra no han variado tanto. El efecto cohesionador en torno a la presidencia no ha sido tan fuerte como cabría esperar y podría tratarse de un efecto transitorio No hay duda, en cambio, de que el futuro político de Bush está ligado a la marcha de la guerra.
Análisis: El apoyo en EEUU a la guerra de Irak ha ido descendiendo a medida que el conflicto se ha prolongado y se han evidenciado los costes económicos y humanos que implica. Desde la proclamación de la victoria en abril hasta el otoño, el respaldo había bajado casi 20 puntos (de 72% a 54%). La oposición bélica había aumentado del 25% al 43%.
¿Está a favor o en contra de la guerra de EE.UU. con Irak?
En otoño, la población estadounidense estaba dividida sobre la permanencia de las tropas. A finales de octubre, los que apoyan una retirada parcial o total (57%) superaban por primera vez a aquellos que preferían mantener o aumentar el contingente militar (43%). La detención de Sadam Husein alteró temporalmente esta división, casi a partes iguales, de la sociedad norteamericana.
¿Aprueba o desaprueba el modo en que EE.UU. está manejando la situación con Irak desde el final de los mayores combates en abril de 2003?
En octubre de 2003, antes de la detención de Sadam Husein, por primera vez eran más los norteamericanos que desaprobaban “cómo ha manejado EEUU la situación en Irak desde el final de las principales operaciones militares en abril de 2003”. El 50% de críticos se situaba frente al 47% de apoyos. Estos datos contrastaban con la unánime aprobación (80%) y pequeña oposición (18%) que se manifestaban en abril, seis meses antes. La oposición llegó a crecer hasta el 55%, pero la detención del dictador iraquí, en la segunda semana de diciembre, invirtió esta tendencia. Dos de cada tres estadounidenses pasaron a aprobar el curso de la guerra (65% frente al 34%). Pero, en realidad, el cambio no ha sido ni tan fuerte ni tan permanente, tal como señala la recuperación de los críticos con el curso de la guerra en la primera semana de enero (38%), frente a un descenso correlativo de los apoyos ( 60%). La misma encuesta de Gallup recoge que, en la primera semana de enero de 2004, el 45% de la población era partidaria de una retirada parcial o total de las tropas, frente al 51% que prefiere mantener el contingente actual o incrementarlo.
¿Aprueba o desaprueba la decisión de EE.UU. de declarar la guerra a Irak en marzo 2003?
El Gráfico 3 muestra el relativo peso de “la captura” de Sadam Husein, comparando los datos de la segunda semana de diciembre de 2003 casi un mes más tarde. Los porcentajes de apoyo y rechazo “de la decisión de ir a la guerra en marzo de 2003” no experimentaron fluctuaciones importantes, eliminando casi el “golpe de efecto” de las imágenes de Sadam Husein detenido. En la primera semana de diciembre de 2003, el 60% de los encuestados aprobaban haber decretado la guerra y el 39% se mostraba en contra. En la primera semana de enero de 2004, los porcentajes apenas habían variado: 63% a favor, frente al 35% en contra.
Las encuestas del Pew Research Center (PRC) nos ayudan a matizar el verdadero efecto de la captura de Sadam Husein y la persistencia de las tendencias latentes respecto a la guerra. La valoración de la gestión del Presidente Bush experimenta una subida considerable y, más importante, sus perspectivas de ser reelegido. Pero las opiniones subyacentes sobre la marcha de la guerra no han variado tanto.
Tabla 1 (PRC, 18 diciembre, 2003)
Antes | Después | Cambio | |
George W. Bush | |||
Detención de Sadam Husein | 50 | 57 | +7 |
Inicio de la guerra con Irak | 55 | 67 | +12 |
Ataque del 11-S | 51 | 80 | +29 |
Bill Clinton | |||
Bombas de Oklahoma | 46 | 51 | +5 |
George H.W. Bush | |||
Inicio de guerra del Golfo | 59 | 79 | +20 |
Ronald Reagan | |||
Invasión de Granada | 49 | 53 | +4 |
Jimmy Carter | |||
Crisis de la embajada de Irán | 32 | 51 | +19 |
La aprobación de la labor de George W. Bush se incrementó en 7 puntos (del 50% en noviembre al 57% en la semana siguiente a la captura de Sadam). Ese incremento es superior al de Ronald Reagan tras la invasión de Granada en 1983 (4 puntos) y al respaldo del presidente Clinton tras el atentado de Oklahoma en 1995 (5 puntos). Estos incrementos supusieron la reelección de ambos presidentes.
La potencialidad predictiva de estos datos para las elecciones presidenciales debe matizarse. Como muestra la Tabla 1, Bush había logrado mayores incrementos (12 puntos) cuando comenzó la guerra de Irak y, aún más (29), tras los atentados del 11-S. Se acercaba entonces a las subidas de popularidad experimentadas por Jimmy Carter tras la crisis de la embajada en Irán en 1979 y al apoyo que recibió su padre tras declarar la primera Guerra del Golfo. Pero ninguno de estos dos presidentes anteriores fue reelegido. Por tanto, el efecto cohesionador en torno a la presidencia no ha sido tan fuerte como cabría esperar y podría tratarse de un efecto transitorio.
No hay duda, en cambio, de que el futuro político de Bush está ligado a la marcha de la guerra. La mitad de los que piensan que su presidencia será un éxito citan la invasión de Irak como su mayor logro. De igual modo que la mitad de los que adoptan una visión crítica de su mandato citan la guerra como su mayor fracaso (PRC, diciembre 2003). La información de las intenciones de voto aportada por el Gráfico 4 es contundente.
Si el General retirado Wesley Clark fuese el candidato demócrata y George W. Bush fuese el candidato republicano, ¿a quien votaría usted? Hoy en día, ¿se inclina más hacia el demócrata, Clark, o hacia el republicano, Bush?
La detención de Sadam Husein ha favorecido las perspectivas de Bush de ser reelegido, frente al candidato demócrata, el General retirado Wesley Clark, que había hecho de la oposición a la guerra su principal bandera electoral. Bush aumentó en 6 puntos la intención de voto, mientras Clark descendía 7 puntos, invirtiendo así la pequeña ventaja que el candidato demócrata empezaba a apuntar a principios de invierno.
El Pew Research Center (diciembre 2003) señalaba que la detención de Sadam Husein mejoró las perspectivas de “la guerra contra el terrorismo” en un porcentaje de la población, superior en más del doble (59%), que los que consideraban que habían empeorado (26%). Este optimismo resulta sorprendente si se considera que la posguerra está reportando el mayor número de muertos entre las tropas estadounidenses; víctimas, además, de una resistencia iraquí catalogada como terrorista. El mayor efecto electoral de la detención de Sadam se produjo entre los votantes demócratas. Una mayoría de ellos (56%) afirmaron entonces estar a favor de haber declarado la guerra; mientras que en otoño eran clara minoría (39%). En añadidura, la satisfacción con la situación nacional, que en octubre alcanzaba el mínimo histórico de la presidencia de Bush (38%), ha aumentado al 44%. Este trasvase de la valoración de la política exterior a la política doméstica sí puede reafirmar el liderazgo electoral republicano.
Los datos describen una situación un tanto paradójica. Hechos clave que pudieran representar avances bélicos tienen trascendencia electoral. En este sentido, la detención de Osama Bin Laden proporcionaría aún mayores réditos electorales. El 41% de la población la consideraba más importante que “la captura” de Sadam (29%) (Gallup, agosto 2003). Pero, al mismo tiempo, este tipo de sucesos no altera tanto la evaluación global de las razones y del curso de la guerra a medio plazo. Conviene reiterar que existe una clara división en el seno de la sociedad norteamericana en cuanto a qué hacer con las tropas (con una mayoría a favor de reducir el contingente) y sobre la conveniencia de haber comenzado la guerra y el modo en que se está llevando (con una mayoría que respalda al Gobierno).
Las ambigüedades y contradicciones de la opinión pública norteamericana quedan de manifiesto repasando la revisión o evaluación que la sociedad norteamericana hacía en noviembre de 2003, cuando la situación en Irak parecía empeorar por momentos y Wesley Clark se perfilaba como un candidato con opciones de gobernar. Los últimos datos que hemos recogido de enero de 2004 indican que las tendencias subyacentes han vuelto a aflorar. Y podrían hacerlo aún más si aumentan los costes en vidas humanas y si no se producen “victorias” simbólicas como la detención de Sadam Husein. El informe del Program on International Policy Attitudes (PIPA, noviembre 2003) concluía lo siguiente:
1) Una mayoría de los norteamericanos cree que la Administración Bush se precipitó al declarar la guerra, con supuestos incorrectos; ya que presentó a Irak como un peligro inminente (87%), cuando no era así (sólo lo suscribía un 42% de los encuestados) y el Gobierno carecía de evidencia (58%). Los sondeos previos al estallido de la guerra mostraban una mayoría favorable a conceder más tiempo a la diplomacia y a las resoluciones de la ONU. Esta postura crítica desapareció con el estallido del conflicto, pero comenzaba a cuajar de nuevo antes de detener a Sadam.
2) Una mayoría de la población aprueba la tesis de la guerra preventiva, entendida como derecho a derrocar a un gobierno hostil si existe constancia de que representa un peligro posible (31%) o inminente (41%) de ataque con armas de destrucción masiva (ADM) o de apoyo a grupos terroristas. Pero sólo una minoría cree que existían tales evidencias en el caso de Irak (17% respecto a las ADM y 15% respecto al terrorismo). El apoyo a la guerra crece si existen violaciones de los derechos humanos comparables al genocidio, incluso sin la sanción de la ONU (41%), pero sólo una minoría cree que éste fuese el caso de Irak (19%).
3) Una mayoría considerable de norteamericanos piensa que el Presidente Bush habría llevado el país a la guerra de todos modos, aunque careciese de evidencias sobre las ADM o del apoyo de Irak a al-Qaida (63%). Por tanto, más de la mitad de la población duda, a veces, de las declaraciones del presidente (56%). Todo ello repercutía en una clara inversión de sus perspectivas electorales.
4) Las fuentes del apoyo continuado a la decisión de la guerra se enraízan en la cultura política norteamericana, en la tradicional cohesión en torno al presidente frente a una amenaza externa y en un evidente clima de desinformación. Sólo una minoría afirma que declarar la guerra fue una decisión equivocada (38%), aunque le separaban sólo cuatro puntos de quienes sostenían todo lo contrario (42%). Los apoyos provienen del “apoyo al presidente” (15%), o del convencimiento de que en Irak había ADM y que serán encontradas (71%) o de que el régimen representaba un peligro inminente con sus planes de armamento y los contactos con al-Qaida (40%). En suma, mientras que la mayoría cree que había razones serias para precipitar la decisión, al mismo tiempo sostiene que el peligro no era inminente y que la decisión se tomó de forma precipitada y sin suficiente apoyo internacional.
5) Una mayoría aplastante continúa creyendo que EEUU tiene la responsabilidad de permanecer en Irak hasta que haya un gobierno estable (77%), pero dos tercios afirman que el Gobierno no planificó bien la posguerra. La permanencia media que se calcula de las tropas es de tres años. Es decir, vuelven a pesar la lealtad patriótica con las decisiones del Presidente, pero su conveniencia es puesta en duda por la constatación evidente de los errores cometidos y, como veremos, con la constatación de los costes pagados.
6) Frente a las críticas de alarmismo, no parece que los norteamericanos exageren las condiciones de sus tropas. Subestiman muchísimo la media de ataques diarios que sufren las tropas: calculando una media de cinco ataques en lugar de los 16 a 33 que ocurrían en el periodo de noviembre en el que se hizo el estudio. Pero la media de muertes norteamericanas por fuego enemigo se aproxima mucho a la realidad (150). A pesar de todos estos datos, la mayoría no cree que la población iraquí sea hostil a EEUU y, contra toda evidencia, sólo una cuarta parte cree que ahora haya menos terroristas asentados en Irak que antes de la guerra.
Las posturas contradictorias de la opinión pública norteamericana resultan lógicas e incluso coherentes con el sistema de información bélica que lo nutre. El control y la espectacularización han alcanzado en esta guerra las cotas más altas. Es una cuestión que dejamos para otro trabajo que recopilará los sesgos de los medios con algunos de los graves errores en los que sectores significativos de la población sigue incurriendo; en concreto, la existencia de ADM, los contactos terroristas del anterior régimen de Bagdad o la popularidad de la guerra en la opinión pública europea y árabe.
Conclusiones: En este texto hemos visto que, a pesar del control informativo, resulta evidente que se ha incumplido la promesa de lograr una victoria fulgurante y sin víctimas; así como la exageración de los motivos para ir a la guerra y la precipitación con la que se tomó la decisión. Por ello, ciertos logros como la detención de Sadam Husein pueden no tener la trascendencia que se les ha atribuido. Además, hay que recordar que la mitad de los norteamericanos afirman que la guerra no ha tenido demasiado impacto en su vida personal y la otra mitad restante se reparte, a partes iguales, entre quienes perciben un efecto positivo y un efecto negativo (Gallup, enero 2004). Consciente de estos dos factores (lo impredecible del curso bélico y de sus efectos electorales a medio plazo), el Presidente ha comenzado a introducir reformas domésticas que afectan al voto de las minorías inmigrantes (legalización progresiva de los trabajadores “ilegales”) o que emplazan el orgullo nacional en la frontera del espacio (futuras expediciones tripuladas a Marte).
Víctor Sampedro Blanco
Universidad Rey Juan Carlos
NOTA: Este texto acabó de redactarse el 15 de enero de 2004. Las encuestas citadas están todas accesible en Internet, en las webs de Gallup (de acceso gratuito sólo las del año 2004), PEW y PIPA.