La caída del régimen de al-Assad y sus implicaciones para los refugiados sirios

Control de seguridad en el centro de alojamiento de Osmaniye, en Turquía. En la parte superior, un cartel muestra el nombre de la instalación en tres idiomas (inglés, turco y árabe), junto con la bandera turca y el logotipo de la AFAD (Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias de Turquía). Debajo del cartel, un coche plateado está detenido en la entrada, mientras dos agentes de seguridad, vestidos con uniforme negro, vigilan la zona. A ambos lados, hay vallas de color azul. A la derecha, se distingue a un hombre de pie cerca de un edificio blanco. Refugiados
Entrada al campo de refugiados sirios en Osmaniye (Turquía), gestionado por la AFAD (Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias de Turquía). Foto: © Unión Europea, 2016 - Parlamento Europeo (CC BY-NC-ND 2.0).

Tema
En este análisis se examina la situación actual de los refugiados sirios en la UE y en Turquía, así como la influencia que podría tener en su futuro próximo la caída del régimen de al-Assad. El potencial cambio de régimen en Siria puede ser un indicio de estabilidad, pero la ambivalencia presente en la situación actual y en la región pone en riesgo la vida de los sirios en el extranjero.

Resumen
La inesperada caída del régimen de al-Assad suscitó muchas preguntas sobre el futuro del país, su posible transición hacia una democracia y, lo que es más importante, el futuro de sus ciudadanos, tanto dentro como fuera del país. Habida cuenta de la inmensa cantidad de ciudadanos sirios en el extranjero, que pueden ser desde refugiados a miembros de la diáspora, la desintegración del régimen ha sido recibida con alegría, pero también con muchos interrogantes. Una pregunta esencial es: ¿qué pasará con todos los refugiados sirios? A pesar de ser pocos los que han regresado, las noticias de ciudadanos sirios volviendo a Siria desde los países circundantes coparon los titulares en las últimas fechas tras el anuncio del desplome del régimen. Sin embargo, más que el regreso en sí, lo que ha complicado la situación ha sido la decisión de algunos países europeos de, en vista de los acontecimientos, dejar en suspenso de manera inmediata todas las solicitudes de la condición de refugiado presentadas por sirios. Turquía, país que acoge el mayor número de refugiados sirios, ha prestado más atención a los próximos pasos políticos necesarios para crear un nuevo régimen en Siria, sin dejar de abrir la puerta al mismo tiempo a los regresos voluntarios. No obstante, como la situación en Siria dista de ser estable, en el presente análisis se recomienda cambiar la retórica del “regreso” porque, en la práctica, no hace más que complicarles la vida a aquellos sirios que no sólo huyeron del régimen de al-Assad, sino también del conflicto activo en el país, la inestabilidad política, la miseria económica y las acciones del ISIS –por nombrar uno de los demás grupos armados, sin olvidar a las grandes potencias de la región–. Además, la destitución del régimen en Siria podría provocar la salida de más refugiados del país, entre ellos alauitas, cristianos y otras minorías, por lo que toda evaluación de la situación debe ir más allá de lo que ocurra con el gobierno y plantearse la situación humanitaria de los propios sirios.

Análisis

1. Evolución actual de la situación en Siria

El 8 de diciembre de 2024 el régimen sirio encabezado por la familia al-Assad durante más de cinco décadas se vino abajo. El grupo rebelde armado Hayat Tahrir al-Sham (HTS), principal fuerza opositora que gobernaba la región de Idlib, se apoderó de zonas hasta entonces en manos del régimen y acabó anunciando que controlaba Damasco. Esta rápida ofensiva fue el resultado de meses de tensión creciente, con avances territoriales de las fuerzas del HTS en las provincias de Alepo, Hama y Latakia hasta provocar la caída del régimen.

Pese a que los sirios de todo el mundo han recibido estos acontecimientos con celebraciones y alegría, las raíces yihadistas del HTS suscitaron dudas de inmediato sobre si habría paz y estabilidad en el país. El grupo HTS, que adoptó su nombre tras cortar sus vínculos con al-Qaeda en 2016, ha intentado presentarse desde entonces como una fuerza más moderada, pero muchos países occidentales, entre ellos EEUU y la UE, lo siguen considerando una organización terrorista. Además, las voces críticas apuntan a la aplicación a rajatabla de la sharía en Idlib y la ejecución de disidentes en el pasado como pruebas de su talante autoritario.

Ese es el motivo por el que el compromiso contraído y confirmado por el HTS con las reformas y la inclusión ha sido recibido con un escepticismo generalizado, debido a su historial de promesas incumplidas y acciones que contradicen sus objetivos declarados. El HTS ha anunciado su compromiso con el cambio de gobierno, con la concesión de una igualdad de derechos a toda la población siria, con la descentralización, con la autonomía regional y con la amnistía para los soldados de al-Assad. Aun así, el escepticismo campa a sus anchas. Por ejemplo, durante la toma inicial de Idlib, el HTS prometió inclusión política, pero marginaron a cualquier otra facción opositora e impusieron estructuras de gobierno muy estrictas que favorecían a sus propios dirigentes. Muchos observadores temen que se pueda repetir lo mismo a escala nacional. Además, hay constancia de que no se ha respetado al cien por cien la amnistía ofrecida a los soldados de al-Assad, con incidentes de violencia vengativa contra los leales al régimen en ciudades como Homs y Latakia.

A toda esa incertidumbre se añade que el HTS no es el único grupo opositor armado que opera en Siria. Facciones como el Ejército Nacional Sirio (ENS), las tropas kurdas de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y distintas milicias islamistas siguen desarrollando su actividad en el país. En Afrin y en el norte de Alepo ya se han producido escaramuzas entre el HTS y otras facciones que se disputan el control de territorios importantes. Además, el ISIS sigue siendo una amenaza persistente, con células durmientes que llevan a cabo atentados en zonas rurales de Deir ez-Zor y al-Raqa para sacar rédito del vacío de poder.

En este contexto, se prevé que el gobierno provisional anunciado por el HTS se mantenga en el poder hasta el 1 de marzo de 2025. Sus objetivos principales son ofrecer estabilidad, evitar las luchas de poder entre grupos rebeldes y garantizar la prestación de los servicios básicos a la ciudadanía. La Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada para proteger la soberanía, la independencia y la unidad de Siria, plantea un período de transición de 18 meses a modo de orientación. Los representantes gubernamentales hablan de un período de transición de cuatro años antes de contemplar unas elecciones generales. Sin embargo, está en tela de juicio la capacidad del gobierno provisional para cumplir sus metas declaradas en vista de la volatilidad del entorno.

A todo ello hay que sumar el dinamismo y la complejidad del tejido social sirio, en el que tienen cabida divisiones confesionales, étnicas e ideológicas. Por ejemplo, las comunidades alauitas, partidarias históricamente del régimen de al-Assad, temen sufrir persecuciones por parte del HTS en el poder, mientras que los líderes kurdos han manifestado sus dudas acerca del compromiso del grupo con la autonomía regional. Las tribus árabes suníes del este de Siria también temen al HTS por su aparente favoritismo hacia determinadas facciones. La supervivencia del gobierno provisional y la implantación satisfactoria de una administración inclusiva y ordenada serán hitos fundamentales en los próximos meses y en los años venideros. De no conseguirse, Siria seguirá estando lejos de considerarse un país estable, en particular para aquellos ciudadanos que se pudiesen plantear el regreso del exilio.

2. Acontecimientos inmediatamente posteriores al derrumbe del régimen

En cuanto llegaron a Europa las noticias de la caída del régimen de al-Assad, y una vez pasada la conmoción inicial, algunos países de la UE detuvieron de inmediato la tramitación de las solicitudes de refugiados sirios. Por ejemplo, Dinamarca dejó en suspenso las solicitudes de asilo de ciudadanos sirios, aludiendo al posible cambio de la situación política y de seguridad en Siria. Asimismo, Hungría y Polonia, países conocidos por sus políticas restrictivas de asilo, anunciaron que paralizarían las solicitudes sirias hasta que hubiese una mayor claridad en torno a la estabilidad del nuevo régimen. Aunque estos movimientos sorprendieron a muchos, se corresponden con la inquietud manifestada desde hace tiempo por determinados gobiernos europeos sobre la dificultad de dar cabida a nuevas oleadas de refugiados y su intención de devolverlos, o en ocasiones deportarlos, a terceros países o ahora a la propia Siria.

Para gestionar los movimientos de refugiados, Europa dependía en gran medida de los acuerdos con los países limítrofes con Siria, como por ejemplo el Acuerdo UE-Turquía de 2016 y los acuerdos subsiguientes con Jordania y Líbano. Con estos acuerdos se pretendía limitar el flujo de refugiados hacia Europa mediante la prestación de ayuda financiera a los países receptores a cambio de su compromiso de dar refugio a la población siria desplazada. Por ejemplo, en virtud del acuerdo entre la UE y Turquía, Ankara recibió 6.000 millones de euros para mejorar sus infraestructuras de vivienda y apoyo destinadas a los refugiados. Del mismo modo, el Pacto UE-Jordania destinó fondos a la creación de empleo para refugiados sirios, mientras que el Pacto UE-Líbano proporcionó apoyo financiero para los servicios sanitarios y educativos en zonas con numerosa población refugiada.

3. La respuesta de Europa y Turquía a la evolución actual en Siria

Como cabía esperar, la respuesta inmediata de Europa a la caída del régimen de al-Assad consistió en apuntalar estos acuerdos. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció en su cuenta de Twitter que se destinarían 1.000 millones más de euros a Turquía para ayudar al país a seguir acogiendo a millones de refugiados sirios. El anuncio se interpretó en líneas generales como una ampliación del Acuerdo UE-Turquía y consolidó la percepción de que Europa no tiene intención alguna de abrir sus fronteras a nuevos refugiados. De hecho, algunos analistas señalan que los dirigentes de la UE albergan la esperanza de que la mejora de las condiciones en Siria anime a los refugiados sirios que residen en la actualidad en Europa a regresar a su país de origen.

Algunos Estados miembros se hicieron eco de esa presión a favor del retorno. Con Alemania a la cabeza, muchos Estados miembros paralizaron las solicitudes de asilo de ciudadanos sirios. El canciller de Austria, Karl Nehammer, solicitó públicamente que se replanteara la situación de Siria para facilitar la deportación de refugiados sirios. En la misma línea, las autoridades griegas reiteraron su preferencia por el regreso de los sirios a su país de origen, haciendo hincapié en las dificultades de Grecia para gestionar la afluencia de migrantes a través del mar Egeo. Estas declaraciones, precipitadas por la retórica del regreso, no hacen sino complicar la situación para los refugiados y dejan patente cierto grado de hipocresía en Europa.

Para Turquía, cuyo gobierno se alió con las fuerzas contrarias a al-Assad casi desde el principio de la guerra civil, la situación sirvió para garantizar sus intereses nacionales en la región y tener más protagonismo en la implantación del nuevo régimen sirio, además de poner coto a la actividad de las fuerzas kurdas en el norte de Siria. Por lo tanto, a diferencia de Europa, Turquía se centró más en sus propios objetivos políticos que en los refugiados sirios que se encuentran en su territorio, si bien el gobierno facilitó el regreso voluntario para quien lo deseara al abrir nuevos cruces fronterizos.

Además, pese a que muchos debates giran en torno al regreso de la población, los acontecimientos en Siria podrían provocar nuevas oleadas de desplazados, lo que aumentaría la probabilidad de que más refugiados intentasen entrar a Europa y Turquía. Ya se tiene constancia de más de 40.000 personas desplazadas tras la caída del régimen. Una causa posible son las persecuciones del nuevo régimen, y ya están saliendo a la luz casos de detenciones por parte del HTS de personas supuestamente leales al régimen de al-Assad. Las minorías étnicas y religiosas como los alauitas, los cristianos, los kurdos y los drusos podrían huir del incremento de las tensiones religiosas. La población civil en zonas de conflicto, en especial en áreas disputadas como al-Raqa o el noroeste en manos kurdas, también podría verse obligada a marcharse por la violencia imperante. Además, el desplome de la economía siria –azotada por la inflación, el desempleo y la falta de servicios básicos– sigue empujando a la gente hacia Europa.

Lo anterior no quiere decir que los países de acogida no estén haciendo esfuerzos para mejorar la situación de Siria, tanto a nivel político como económico. En fechas recientes, los ministros de Exteriores de Francia y Alemania visitaron Damasco y ofrecieron ayuda a cambio de medidas democráticas y respeto a las minorías. También comentaron que, en función de cómo se lleve a cabo la transición, podrían anularse las sanciones políticas y económicas. Al mismo tiempo, Turquía también busca la estabilidad regional con el nuevo gobierno de Siria al hacer hincapié en la importancia de la integridad territorial del país.

4. ¿Qué hacer por la población refugiada y cómo gestionar mejor su situación?

La caída del régimen de al-Assad y el ascenso al poder del HTS en Siria han reavivado los debates en Europa y en Turquía sobre el futuro de los refugiados sirios. Pese a que algunos gobiernos europeos ven el cambio de régimen como una oportunidad de fomentar e incluso ordenar la repatriación, la situación sobre el terreno en Siria sigue siendo demasiado volátil para que muchos refugiados se planteen regresar. La inestabilidad económica, la preocupación por las persecuciones del HTS y la destrucción de las infraestructuras hacen que la mayoría de los sirios alberguen dudas sobre el regreso a la patria.

Esa circunstancia exige gestionar mejor la situación de los refugiados, en vez de repetir sin más el discurso del regreso, por muchos motivos. En primer lugar, la reacción inmediata ante la posibilidad del retorno pone de manifiesto que los países receptores están dando prioridad a sus objetivos frente a la protección de la población civil siria. Esa reacción, la paralización de las solicitudes de asilo o el impulso a las deportaciones entran en conflicto con las normas de protección internacional al refugiado, en especial con el principio de “no devolución”, que prohíbe repatriar a una persona a un país en el que podría sufrir persecuciones o daño físico. Sigue siendo así, puesto que a Siria le queda mucho para ser considerado un país estable o seguro. Por lo tanto, para que los países de acogida dejen patente su compromiso con los derechos humanos y los valores humanitarios, es vital cambiar ese discurso del regreso, puesto que socava la confianza entre los refugiados y los propios países receptores, así como en el seno de las alianzas internacionales. La gestión de los refugiados debe basarse en planteamientos transparentes y coherentes con principios que regeneren la confianza y la legitimidad.

Hay muchos aspectos que se deben tener en cuenta antes de apostar al cien por cien la retórica del regreso a Siria. Antes de llegar a una conclusión acerca de la gestión, la pregunta fundamental que debe formularse es qué piensa la población siria sobre el regreso a su país. Los sirios tienen derecho a celebrar la caída del régimen y seguir preocupados por el futuro de su nación. La alegría no debe interpretarse como una decisión en el futuro próximo ni debe entenderse como una determinación de regresar, puesto que muchos sirios creen que deben optar por “esperar y ver qué pasa”. Asimismo, aunque se suele describir a los sirios como un grupo homogéneo, existen distintas expectativas, orígenes diferentes y diversas trayectorias migratorias que influyen en sus ideas sobre el regreso. Comprender estas ideas garantizará que las políticas sean humanas, realistas y sostenibles.

En segundo lugar, por lo que respecta a la confianza, el hecho de que Europa se centre en la repatriación hace mella en el bienestar de los refugiados, puesto que la repatriación no puede darse sin garantizar la seguridad y dignidad en el país de origen. Además de reconocer la complejidad de los problemas, la gestión de los refugiados debe asumir las realidades complejas de Siria y el resto de las dinámicas de la región, como por ejemplo la presencia del ISIS y, por extensión, las implicaciones para los refugiados sirios. Las condiciones en Siria y en la región distan mucho de ser estables cuando a las dificultades políticas, económicas y de seguridad actuales hay que sumar la amenaza del ISIS. Pese a que la mayoría de los sirios huyeron del régimen de al-Assad al principio de la guerra civil, en los años siguientes hubo muchos que escaparon del ISIS y su influencia creciente en la región. Por lo tanto, a pesar de la caída del régimen, el ISIS sigue presente y está ampliando su radio de acción, lo que actúa como factor disuasorio a la hora de plantearse el regreso.

En ese sentido, apostar de forma apresurada por el regreso intensifica el estrés con el que ya viven los refugiados sirios, preocupados como están por el conflicto en curso, el desplome económico, las infraestructuras fallidas y la represión política, a pesar de los acontecimientos actuales con la caída del régimen de al-Assad. La gestión eficaz de los refugiados exige llevar a cabo una evaluación matizada que tenga en cuenta el punto de vista de los refugiados, las valoraciones de especialistas y el seguimiento minucioso de las condiciones en el país de origen.

Pese a que algunos refugiados obtuvieron la ciudadanía europea, muchos sirios aún tienen permisos temporales y siguen intentando llevar una vida segura en Europa. El discurso del regreso hace mella en la gestión de los refugiados cuando se entremezcla con las deportaciones, lo que sin duda exacerba la incertidumbre sobre el futuro. Por ese motivo, lo más importante es que la gestión de los refugiados no agrave las vulnerabilidades actuales.

En tercer lugar, el discurso del regreso representa una respuesta política que sucumbe a la presión interior, en vez de dar una solución sostenible a la gestión de los refugiados. El auge del sentimiento de rechazo a los refugiados a lo largo y ancho de Europa es un tema bien conocido y documentado. Por ese motivo, resulta difícil separar la respuesta del regreso o la repatriación de esos sentimientos contra los refugiados. En ese sentido, la gestión de los refugiados debería dar prioridad a estrategias a largo plazo que tuviesen en cuenta los acontecimientos actuales en Siria, la incertidumbre presente en el país y los problemas posibles, además de las iniciativas de estabilización regional y las respuestas internacionales coordinadas.

En cuarto lugar, para muchos refugiados sirios, Europa y Turquía son ahora su hogar tras más de 10 años de desarraigo. Estos aspectos pueden complicar el regreso, ya que supondría dejar atrás cualquier logro que hubiesen conseguido los refugiados en su país de acogida. Alemania, por ejemplo, que acoge al mayor número de sirios en Europa, puede dar fe de los grandes esfuerzos de integración de la comunidad de refugiados. Muchos sirios han aprendido alemán, han encontrado trabajo y han asistido a la escuela de manera constante, mientras que los refugiados adultos participan cada vez más en programas de formación profesional. Alemania es el ejemplo palmario de cómo hacer patria en Europa, y otros países europeos deberían seguir su ejemplo. Lo mismo cabe decir de Turquía. Si bien su enfoque para la gestión de refugiados se podría caracterizar como una “improvisación sobre la marcha” y se ha visto complicado por la falta de vías legales adecuadas para obtener la ciudadanía, algo que habría aportado una mayor estabilidad a la comunidad de refugiados.

Por lo que respecta a que los países de acogida se hayan convertido en un hogar para los refugiados, muchos sirios ya presentan también un arraigo cultural. El regreso podría suponer complejas negociaciones identitarias, sobre todo para las generaciones más jóvenes. De hecho, la mayoría de los niños sirios nacidos y criados en Europa y en Turquía sólo han conocido esos contextos nacionales, además de que suelen hablar mejor el idioma local que el árabe o cualquier otro idioma de los que se hablan en Siria. Se trata de un problema importante para muchas familias sirias que viene a sumarse a la imprevisibilidad de la región y sus infraestructuras débiles o inexistentes, puesto que sus hijos ya forman parte del sistema cultural y educativo del país de acogida.

Conclusiones
La caída del régimen de al-Assad y la subida al poder del HTS representan un punto de inflexión en la historia de Siria, con profundas implicaciones para la estabilidad regional y para la gestión europea de la cuestión de los refugiados. Pese a que muchos sirios celebran el cambio de régimen, el ascenso del HTS plantea serias dudas en materia de gobernanza, seguridad e inclusión en la región. Las condiciones volátiles en Siria, entre las que destacan el desplome económico, las divisiones confesionales y la amenaza persistente de grupos como el ISIS, no hacen sino poner aún más de relieve los retos para el futuro. Al lidiar con estos factores, la gestión de los refugiados debe dejar de ser reactiva para tomar medidas políticas expeditivas y promover sistemas humanos e igualitarios en consonancia con las obligaciones internacionales. Este planteamiento no beneficiaría únicamente a los refugiados sirios, sino que haría que los sistemas de gestión de Europa fuesen más eficaces e íntegros.

Desde el punto de vista normativo, urge lo siguiente:

  • Huir del discurso del regreso prematuro en el que se haga hincapié en la repatriación, ya que Siria sigue siendo un territorio inestable. En su lugar, las políticas deberían centrarse en ayudar a la integración de los refugiados y solventar sus vulnerabilidades. Asimismo, no hay que olvidar que los acontecimientos recientes han generado desplazados internos que podrían convertirse en nuevos refugiados.
  • Desarrollar un proceso inclusivo de toma de decisiones en el que participe la población refugiada, ya que sus ideas y puntos de vista son esenciales para la formulación de políticas. Comprender la diversidad de sus aspiraciones e inquietudes garantiza que la gestión sea humana y sostenible.
  • Reconocer las realidades complejas de Siria y la región, como son la presencia del ISIS y las tensiones regionales, a la hora de formular estrategias. Este tema reviste una especial importancia en vista de las demandas de EEUU, Rusia e Irán en relación con Siria y su papel de cara al futuro.
  • Elaborar planes regionales a largo plazo de manera estratégica por los que los países de acogida deban cooperar en el plano internacional para estabilizar Siria, afrontar los problemas regionales y garantizar que las soluciones no se limiten a respuestas políticas cortoplacistas. En estos momentos, sigue habiendo problemas para la entrega de ayuda humanitaria, por no hablar de la construcción de infraestructuras.
  • Reforzar las iniciativas de integración mediante el reconocimiento de que muchos refugiados se han forjado una vida en Europa. Los países de acogida deben seguir respaldando la integración, en especial para las generaciones más jóvenes que ven a Europa como su hogar.