Tema: La inmigración de origen iberoamericano se ha intensificado en Europa desde 1990. En la actualidad, el español y lo hispano en Europa sobrepasan los límites de España, así como el portugués y lo luso sobrepasan las fronteras de Portugal.
Resumen: Europa, tradicional receptora de población africana y asiática, se ha ido consolidando durante las dos últimas décadas como destino de población de origen iberoamericano. Razones de naturaleza idiomática y cultural, junto a unas políticas migratorias favorables, justifican la importancia de España y de Portugal como principales países receptores, pero la llegada de población americana también se ha conocido en otras muchas áreas europeas. Esta realidad migratoria, que en conjunto alcanza los 3 millones de personas, ha convertido a Europa en territorio de implantación y desarrollo de las lenguas y la cultura iberoamericanas.
Análisis: Los movimientos migratorios protagonizados por los países iberoamericanos –los de antigua colonización española y portuguesa– han conocido dos etapas bien diferenciadas durante los últimos 100 años: una inmigratoria y otra emigratoria. Durante la primera mitad del siglo XX, diversos países iberoamericanos experimentaron una inmigración intensa, aunque con variaciones, debidas tanto a la naturaleza de las estructuras agraria y productiva de los países de origen, principalmente europeos, como al perfil político y socioeconómico de los países americanos de destino. Desde 1950, sin embargo, fueron los países iberoamericanos los que experimentaron con mayor intensidad la salida de emigrantes hacia el exterior, principalmente hacia EEUU. En estas décadas también son reseñables los movimientos migratorios producidos entre varios países iberoamericanos, como los trasvases desde Centroamérica a México o desde los países andinos a Chile, Argentina y Brasil, aunque su volumen no es comparable en términos absolutos a los movimientos orientados desde Iberoamérica hacia EEUU, en especial desde México. Los datos de la UNESCO apuntan que los países de habla hispana aportan, de modo agregado, el 11% del stock mundial de emigrantes (190 millones de personas).
En el caso de Europa, a partir de 1960, una vez estabilizada y recuperada del trauma socioeconómico y político que supuso la Segunda Guerra Mundial, comenzó a conocerse un proceso creciente de inmigración iberoamericana, que se ha revelado especialmente intenso desde la década de los 90. Julio Cortázar refleja este proceso demográfico en Fantomas contra el imperio de las multinacionales (1975):
“Fue así como nuestro narrador […] se dio cuenta de algo curioso: la presencia inconfundible de una multitud de latinoamericanos en los lugares más diversos de la ciudad. Recapitulando […] se acordó de los dos dominicanos hablando animadamente en la plaza mayor, del boliviano que le explicaba a otro cómo comprarse una camisa en un supermercado del centro, de los argentinos que dudaban de la calidad del café antes de animarse con gran palmada en los hombros y entrar en un local de donde acaso saldrían agonizando. Pensó en las chicas (¿colombianas, venezolanas?), cuyo acento lo había decidido a arrimarse lo más posible, sin hablar de las minifaldas que constituían otro poderoso motivo de interés. En resumen, Bruselas parecía sensiblemente colonizada por el continente latinoamericano, detalle que al narrador le pareció extraño y bello al mismo tiempo”.
Julio Cortázar, nacido en Bruselas y fallecido en París, es un interesante ejemplo de presencia iberoamericana en Europa, una muestra elocuente de las consecuencias de una hibridación cultural por la cual un argentino pudo adquirir la ciudadanía francesa, cuando su nacimiento había sido producto “del turismo y la diplomacia”. La presencia de intelectuales latinoamericanos en Europa es un fenómeno de singulares y enriquecedores efectos para la cultura europea, por la cualificada formación de los protagonistas y por el buen número de ellos que, de un modo u otro, tienen residencia en Francia, Italia, el Reino Unido o España. Pero esta realidad no completa, ni mucho menos, el panorama de la inmigración iberoamericana en Europa.
La migración iberoamericana hacia los países de su referencia histórica
Las migraciones de hispanos y brasileños han tenido EEUU como destino preferente a lo largo de las últimas décadas. Los datos de la oficina del censo son muy claros: EEUU ha pasado de albergar a una población de origen “latinoamericano” que no superaba el 1% del total poblacional en 1950, a incluir entre su población a un 15,4% solamente de hispanos en 2008, con la perspectiva de que esa proporción se eleve hasta el 30% en 2050. Los datos de las admisiones de extranjeros en EEUU revelan el auge de la inmigración procedente de los países situados al sur de la Unión, concretamente entre 1981 y 1994, sobre todo de México y el Caribe. Ahora bien, a partir de esa fecha las cifras se reducen o retienen en su crecimiento, por más que sigan siendo destacables. Esta moderación del movimiento migratorio hacia el norte coincide con un importante crecimiento de la población iberoamericana en España entre 1991 y 2001, a la vez que los brasileños se consolidan como el principal grupo de extranjeros en Portugal: unos 60.000, el 15% del total de residentes legales con nacionalidad extranjera.
En España, algo más de un tercio de los inmigrantes registrados (el 34% en 2008) proceden de países que tienen el español como lengua oficial. La evolución de la inmigración iberoamericana en España durante el último medio siglo ofrece unas condiciones muy reveladoras. En los años 60, esta inmigración tuvo su origen en los exilios políticos y provocó la llegada a España de cubanos, venezolanos, argentinos, chilenos, peruanos y uruguayos. A finales de los 60 y principios de los 70, creció sensiblemente la inmigración uruguaya, chilena y argentina, de modo que en los años 70 la población argentina suponía un tercio de los iberoamericanos residentes solamente en Madrid. En los años 80, el número de iberoamericanos podría haberse duplicado en España, con una mayor presencia de mexicanos y colombianos. Entre 1991 y 2001 la cifra de residentes latinoamericanos y caribeños en España se cuadruplicó, al pasar de 210.000 a 840.000, con un especial protagonismo para la población de origen ecuatoriano. Asimismo, el padrón municipal de España ofrece una cifra de 1.255.729 iberoamericanos en 2004, que se han elevado hasta la cantidad de 1.871.239 en 2009, de los cuales cerca del 50% son ecuatorianos. La llegada de estos contingentes migratorios se ha visto beneficiada por una legislación que reconoce derechos de nacionalidad y residencia a los descendientes de españoles o que es fruto de unas relaciones políticas especialmente intensas. Con todo, estas cifras oficiales son algo inferiores a las estimaciones que se hacen desde algunos medios económicos y de comunicación, y que hablan de una cifra de 2,2 millones de latinoamericanos en España, donde se incluyen los inmigrantes procedentes de los países hispanohablantes de América y también de Brasil.
Inmigración iberoamericana en Europa
La inmigración iberoamericana presenta en Europa –España y Portugal aparte– algunas peculiaridades diferenciadoras, si bien existen elementos comunes que no deben desatenderse. Las causas que llevaron a un primer crecimiento destacable de la inmigración en Europa, durante los años 60 y 70, coinciden con las identificadas en España. Se trataba de un contingente que abandonó su país por razones políticas: las dictaduras. El exilio es, pues, un factor que explica cuándo y por qué motivos comenzó a intensificarse la inmigración iberoamericana en Europa y así los testimonia también Julio Cortázar en 1975:
“‘Exilados, claro’, pensó el narrador. ‘No tiene nada de extraño ni aquí ni en cualquier parte. De Chile, del Uruguay, de Santo Domingo, de Brasil; exilados. De Bolivia, de Colombia, la lista era larga y siempre la misma; exilados. Algunos habrían acudido para asistir a las sesiones del Tribunal Russell, para dar testimonio de persecución y de tortura; otros ya estaban ahí, ganándose la vida como podían o sobreviviendo en un mundo que ni siquiera era hostil, simplemente otro, distante y ajeno’”.
Sin embargo, el aumento progresivo de los inmigrantes iberoamericanos desde 1990 se ha debido también a otros motivos, que han incidido de modo diferente en distintas regiones de Europa. Esta diversidad causal se manifiesta, principalmente, en:
- Los exiliados, que huyen de los regímenes modernos con menor grado de libertad ciudadana.
- Los inmigrantes económicos, que buscan ingresos para enviar remesas suficientes a las familias que han quedado en el país de origen.
- Los intelectuales, que buscan en Europa una base de operaciones para su creación y actividad comercial.
- Los estudiantes, que acuden a las aulas universitarias europeas en busca de unas titulaciones prestigiosas que les abran las puertas laborales en sus países de origen.
Cifras generales de residentes iberoamericanos
Las estadísticas elaboradas por la OCDE nos dicen que en el año 2001, dejando a España a un lado, los latinoamericanos residentes en Europa –se incluyen también aquí los caribeños no hispanohablantes– eran 1.005.138 y que en 2005 la cifra cayó a 626.432. En ese mismo período, sin embargo, España pasó de tener 840.200 residentes iberoamericanos en 2001 a 1.064.916 en 2005. Estos datos nos permiten apreciar dos rasgos definitorios de la inmigración iberoamericana en Europa:
- La dinámica de España es independiente de la del resto de Europa, por la importancia de que coincidan la lengua de la inmigración y de la comunidad de acogida, como factor determinante.
- La presencia iberoamericana en Europa es inestable y obedece a causas políticas y socioeconómicas diversas, pudiendo crecer o reducirse de modo notable en el transcurso de unos pocos años.
Los datos que proporciona la OCDE revelan que, excluido el caso de España, los inmigrantes iberoamericanos más numerosos en Europa son los nacidos en Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Venezuela y Perú. A esta relación podrían añadirse los nacidos en Surinam, principalmente asentados en los Países Bajos, y los nacidos en Jamaica, cuya presencia se hace más notable en el Reino Unido. Todos ellos se computan conjuntamente cuando se habla de “latinoamericanos”.
Gráfico 1. Latinoamericanos en Europa, principales países de residencia (2001)
Las cantidades y proporciones de residentes iberoamericanos en Europa, por áreas de procedencia, fueron las siguientes en 2005: América del Sur 400.000 (69%), Caribe 144.000 (24%) y México y Centroamérica 41.000 (7%). En 2001, con unas cifras superiores, la proporción de caribeños alcanzó un tercio del total.
Gráfico 2. Porcentaje de residentes iberoamericanos en Europa, por región americana de procedencia (2005)
Por otra parte, dado el alto grado de arraigo cultural que suelen manifestar los iberoamericanos, no es disparatado pensar en la inclusión como personas de tronco iberoamericano a las de segunda generación que han estabilizado su residencia en Europa y que fácilmente podrían alcanzar la cifra de varios cientos de miles. Asimismo, la demografía iberoamericana europea se completaría con los protagonistas de la llamada “migración irregular”, inmigrantes que no tienen legalizada su situación en Europa y que algunas fuentes elevan a cantidades superiores al medio millón fuera de España. Las causas de este tipo de inmigración hay que buscarlas en la recesión económica global, especialmente la que afectó a los países sudamericanos a partir de 2001, y en la inestabilidad política de algunos países, como Colombia. A ello se unió la situación internacional creada como consecuencia del atentado del 11 de septiembre de 2001, que cerró las fronteras estadounidenses y contribuyó a derivar los flujos migratorios hacia otros destinos. La mayor parte de esta migración irregular se localiza en los países del sur de Europa, con España a la cabeza.
Los países de residencia
Una de las características de la inmigración iberoamericana en Europa es su irregular distribución geográfica. Algunos de los países de la UE han sido destino preferente para los iberoamericanos, principalmente por razones de ascendencia y según la facilidad para conseguir el pasaporte europeo, por las políticas de concesión de la ciudadanía propias de cada país. Dejando España y Portugal a un lado, los países que se han convertido en destinos preferentes de los iberoamericanos en los últimos 20 años han sido Italia, Suecia, Alemania, Suiza, el Reino Unido, Francia y Bélgica.
Tabla 1. Población latinoamericana y caribeña en una selección de países europeos (2005)
Países | América del Sur | México y Centroamérica | Caribe | Total |
Alemania | 66,459 | 10,270 | 17,031 | 93,760 |
Austria | 4,174 | 759 | 1,909 | 6,842 |
Bélgica | 7,972 | 1,102 | 1,499 | 10,573 |
Dinamarca | 3,095 | 613 | 452 | 4,160 |
Finlandia | 971 | 277 | 221 | 1,469 |
Francia | 25,357 | 3,950 | 17,355 | 46,662 |
Grecia | 494 | 75 | 217 | 786 |
Países Bajos | 19,714 | 1,638 | 2,280 | 23,632 |
Italia | 167,197 | 11,599 | 26,030 | 204,826 |
Luxemburgo | 601 | 45 | 187 | 833 |
Noruega | 4,450 | 535 | 721 | 5,706 |
Reino Unido | 42,204 | 5,147 | 65,430 | 112,781 |
Suecia | 15,778 | 1,815 | 1,388 | 18,981 |
Suiza | 28,239 | 2,792 | 7,948 | 38,979 |
Fuente: Padilla y Peixoto (2007).
La inmigración iberoamericana de Italia está compuesta principalmente por peruanos y ecuatorianos, seguidos de brasileños, colombianos y dominicanos. Habría que añadir también a los argentinos, uruguayos y venezolanos. La vinculación de Brasil, Argentina y Uruguay con Italia, en el siglo XIX y principios del XX, podría explicar el vínculo de los migrantes de estos países con Italia un siglo más tarde. Estos reciben de hecho la consideración de migrantes de retorno y las causas principales del traslado suelen estar en las necesidades económicas, unidas a la situación política de los países de origen. En el caso de los hispanos andinos y caribeños, habría que pensar más bien en razones económicas. La proporción de los inmigrantes peruanos, en concreto, pasó de un 6,4% en 1991 a un 29,6% en 2001. En total, los residentes iberoamericanos en Italia suponen entre un 8% y un 10% de los residentes extranjeros. Muchos de ellos son mujeres plenamente integradas en el mercado laboral.
Suecia ha sido un país receptor de inmigrantes exiliados y refugiados políticos iberoamericanos en mayor proporción que otras áreas europeas. Muchos de estos exiliados han acabado regresando a sus países de origen, pero un contingente importante de chilenos, junto a argentinos y uruguayos, han estabilizado su residencia en Suecia: de hecho, dos tercios de los chilenos residentes han solicitado y obtenido la nacionalidad sueca en los últimos años. La inmigración chilena tuvo su máximo apogeo entre los años 1990 y 2000, con una población superior a los 60.000 residentes legales, y se hizo presente también en Noruega. En 2005, los residentes iberoamericanos en Suecia fueron alrededor de 20.000, a los que habría que añadir todos aquellos que llegaron a conseguir la nacionalización.
Alemania, país receptor de población inmigrante durante las últimas décadas, principalmente desde Turquía, se ha convertido también en un destino atractivo para los iberoamericanos, de modo que, si en otros países europeos el número de residentes iberoamericanos ha llegado a reducirse por los retornos o las naturalizaciones, en Alemania los 68.000 residentes de 2001 pasaron a más de 93.000 en 2006. La mayor parte de estos iberoamericanos son de origen brasileño y han triplicado a los residentes chilenos, colombianos y peruanos, que son los siguientes grupos demográficos en importancia. Lógicamente, la notoriedad de la población iberoamericana en Alemania, por su población nacional o por el peso de los demás grupos migratorios, ha sido pequeña, pero no por ello deja de ser significativa en el conjunto de la migración americana en Europa.
El caso de Suiza llama la atención por su dimensión geográfica y demográfica. El número de iberoamericanos residentes creció de un modo muy significativo entre los años 1990 y 2000, pasando de unos pocos miles a unos 40.000, aunque según las bases de datos de la OCDE serían más de 60.000. El caso de Suiza también llama la atención por dos factores: el alto grado de feminización de su inmigración y la proporción de los residentes no legalizados, de los que se ha tenido noticia cierta, aunque no cuantificada con precisión.
Los datos de Reino Unido muestran una presencia iberoamericana superior a los 300.000 residentes en 2001, que en 2005 quedaron en algo más de 112.000. Dos tercios de este grupo poblacional tiene su origen en el Caribe y la mayoría de ellos proceden de las islas caribeñas anglohablantes, especialmente de Jamaica, aunque no hay constancia actualizada de cuántos de los caribeños son cubanos, puertorriqueños o dominicanos. Por otro lado, el censo británico incluye alrededor de 140.000 nacidos en EEUU, de los cuales alrededor de 100.000 son de origen hispano.
Francia y Bélgica presentan una dinámica inmigratoria similar en los últimos 10 años, pues la población iberoamericana ha venido a reducirse a la mitad, en un entorno de larga tradición “latina”, tanto en París como en Bruselas. En 2001 los iberoamericanos eran más de 100.000 en Francia y más de 25.000 en Bélgica, aunque se redujeron a 47.000 y 10.000, respectivamente, en 2005, al menos en los datos de la OCDE.
Perfil sociológico y educativo
Los inmigrantes iberoamericanos pertenecen, en su mayor parte, a los grupos de edad más activos laboralmente. Se trata, por tanto, de una migración con capacidad de repercutir en el mercado de trabajo europeo. Por su parte, la población ya asentada y nacionalizada ha podido extender su actividad social a muy distintos ámbitos y crear núcleos familiares propios, aunque la estadística sobre la segunda generación iberoamericana es bastante opaca. Desde otra perspectiva, merece destacarse el grado de feminización de la población iberoamericana, que se hace más patente en el caso de los colombianos y dominicanos, así como entre los ecuatorianos. Esta migración femenina, según Pellegrino, no suele estar ligada a la llegada de descendientes o dependientes desde los países de origen. En lo que se refiere específicamente a la inmigración brasileña, las proporciones que se manejan en los últimas dos décadas son de un 28% de profesionales, un 27% de estudiantes y un 16% de trabajadores especializados.
En el ámbito de la educación, los datos parciales de que se dispone apuntan a la llegada de inmigrantes con estudios superiores o con la enseñanza secundaria completa en unas proporciones notables, si bien a partir del año 2000 la cualificación académica de los iberoamericanos recién llegados ha ido descendiendo. En lo que se refiere a su nivel sociocultural, los iberoamericanos europeos generalmente tienen un nivel de escolaridad alto, como ocurre como más del 30% de los mexicanos, panameños, nicaragüenses, uruguayos, bolivianos y costarricenses. En los países europeos de la OCDE, el total de inmigrantes de escolaridad elevada supera el 40% de la población de 15 años y más, como en el caso de Polonia (43%), Francia (42%), Hungría (41%) y el Reino Unido e Irlanda (40%); los menores porcentajes, sin embargo, se encuentran en los Países Bajos (14%) e Italia (16%).
Entre los perfiles sociales de los iberoamericanos asentados en Europa, también se destaca el de los estudiantes. Se trata de una población que, en principio, disfruta de una estancia limitada en Europa, pero que en muchos casos termina convirtiéndose en residente permanente. Con todo, la interinidad de las estancias estudiantiles queda difuminada por la constancia, el volumen y el crecimiento de este tipo de residentes en Europa, lo que los convierte, en conjunto, en una parte significativa del paisaje social europeo y, muy singularmente, de su panorama cultural. Este componente poblacional a menudo es agente primario de la influencia iberoamericana en Europa y sirve de portavocía o escaparate de una población mucho mayor en dimensiones demográficas. Los estudiantes universitarios iberoamericanos constituyen una de las caras más amables y enriquecedoras de la presencia iberoamericana en Europa.
Por otra parte, para comprender la dimensión de la población estudiantil debe tenerse en cuenta que, en 2006, cerca de 3 millones de estudiantes se inscribieron en centros de enseñanza universitaria o superior fuera de sus países, según los datos de la OCDE y del Instituto de Estadística de la UNESCO. De ellos, el 43% tuvieron como destino países europeos, frente al 20% que se dirigió a EEUU, y es muy probable que la proporción europea se incremente en el futuro, debido a que el proceso de Bolonia busca precisamente la internacionalización de la universidad y la homologación internacional de títulos. En esta situación, los estudiantes iberoamericanos suponen un porcentaje del 6% respecto del total de estudiantes internacionales en los países de la OCDE, pero se ha experimentado un crecimiento sostenido desde el años 2000 y se prevé que este aumento pueda intensificarse. La distribución de estudiantes latinoamericanos en los países de la OCDE, en el año 2006, revela que cerca del 25% tuvieron como destinos países europeos distintos de España y que si se incluye España, Europa resulta para estos estudiantes casi tan atractiva como los EEUU.
Gráfico 3. Distribución porcentual de estudiantes latinoamericanos por principales países de residencia de la OCDE (2006)
Finalmente, junto a los iberoamericanos dedicados a los estudios universitarios y al ámbito laboral de los servicios y de las especialidades técnicas, han de destacarse los que brillan por su calidad creativa y por su capacidad de influencia en el ámbito intelectual. La obra de Borges, Cortázar, Carpentier o Neruda no puede entenderse desvinculada de Europa, ni de las influencias recibidas del pensamiento europeo. Algo parecido podría decirse de la literatura del mexicano Carlos Fuentes, del peruano Álvaro Vargas Llosa y del chileno Luis Sepúlveda, con la diferencia entre estos y los primeros de la facilidad que ahora existe para el traslado de América a Europa y de Europa a América, que permite a estos intelectuales disfrutar de residencias temporales en diferentes países.
Consecuencias lingüísticas y culturales
Una de las consecuencias más ostensibles de la inmigración iberoamericana es el refuerzo de las lenguas española y portuguesa en el repertorio idiomático europeo. Los datos del Eurobarómetro especial sobre los europeos y sus lenguas indican que en 2006 había un 6% de la población de la UE que era capaz de hablar español “para mantener una conversación”. Esto supone que una cantidad de alrededor de 27 millones de personas de la Unión tiene capacidad para comunicarse en español, aunque sea con una competencia limitada, a los que podría añadirse el grupo de nacidos en España y asentados en otros países de la UE (hablantes de dominio nativo) y los descendientes de españoles de segunda o tercera generación, nacidos en otros países de la UE (a los que se puede suponer una competencia limitada), que según las estadísticas de las Consejerías de Trabajo y Asuntos Sociales de España podrían ser en torno a las 400.000 personas.
Todo ello daría para Europa, excluida España, un número de hablantes de español de más de 27 millones, en grado de competencia variable. A estos podrían sumarse los iberoamericanos que no entran en las estadísticas oficiales por no estar en una situación legalizada (probablemente, medio millón fuera de España). Dado el alto grado de arraigo cultural de los hispanohablantes, no es disparatado pensar en la inclusión en el grupo de los iberoamericanos los de segunda generación que han estabilizado su residencia en Europa (entre 600.000 y 1 millón). Lamentablemente, no disponemos de estadísticas precisas para una población infantil y juvenil que se diluye en la demografía general de cada país, pero sí hay motivos para pensar que el estudio de la lengua española que estos iberoamericanos de segunda generación hacen en sus respectivos países de residencia, dentro de la educación reglada, podría encontrarse con la peculiar circunstancia de estudiar un idioma que ya conocen, al menos oralmente, mediante una metodología que no está pensada para nativos, en paralelo a lo que ocurre en EEUU, donde ya existen programas de enseñanza de español para hablantes de herencia. Finalmente, y en las actuales circunstancias, en las que la enseñanza pública de Francia, Italia, el Reino Unido y Alemania está introduciendo el estudio de la lengua española, no es aventurado pensar que se está produciendo un incremento del total de nuevos hablantes de español en Europa, aunque su competencia sea limitada en esta lengua.
En lo que se refiere a la lengua portuguesa, fuera de Portugal su dimensión demográfica es mucho menor que la del español, pero no por ello merece desconocerse. En el año 2000 los residentes brasileños en Europa –lusohablantes, por tanto– eran algo más de 60.000, pero a estos lusohablantes deben sumarse los cerca de 200.000 portugueses que residen en España, Luxemburgo y el Reino Unido, que son los países que más población reciben procedente del oeste peninsular.
Junto a las consecuencias que la inmigración iberoamericana tiene en el uso y el estudio de las lenguas, han de valorarse otros factores que ayudan a entender mejor qué supone lo americano en y para Europa. Debe entenderse, por un lado, que la comunidad iberoamericana, aun con sus diferencias internas, es una comunidad con un notable nivel de homogeneidad cultural, por la cantidad de referentes que comparten. Se trata, pues, de una cultura homogeneizada, con una amplia proyección internacional y que goza de un importante grado de lealtad. En EEUU, la minoría hispana ha mostrado una mayor capacidad de mantenimiento y pervivencia que otras comunidades de origen europeo, llegando a poner en duda el efecto de crisol de la sociedad estadounidense: la proporción de hablantes habituales de español entre los hispanos es superior al 80%. No puede decirse que los hispanos creen guetos lingüísticos impermeables en las sociedades en que se asientan –no es así ni en EEUU ni en Europa–, pero la lealtad lingüística hacia el español muestra una intensidad reseñable. Este rasgo, por otro lado, se complementa con el impacto de muchas manifestaciones culturales iberoamericanas, que contribuye a prestigiar a la propia población inmigrante; desde este punto de vista, la capacidad de penetración social que ha demostrada la llamada “música latina” en toda Europa es un indicador muy significativo.
Por último, el panorama de Iberoamérica en Europa ofrece una condición que resulta decisiva tanto para el proceso migratorio mismo como para la penetración de lo iberoamericano: la función de España como puente cultural entre ambos mundos. España es un potente foco de difusión de lo iberoamericano, en general, y de lo hispánico, en particular, en el resto de Europa. La afinidad lingüística y cultural con Hispanoamérica convierte a España en un foco de atracción para la inmigración americana y en un enclave de intermediación para los movimientos demográficos y culturales de esta población en el conjunto de Europa.
Conclusión:La popularidad y la extensión de la lengua española en Europa durante los siglos XVI y XVII son un hecho que ha llamado la atención de los especialistas. Juan de Valdés comentaba que en Italia se tenía por gentileza y galanía saber hablar castellano; Cervantes afirmaba que en Francia ni varón ni mujer deja de aprenderla; y Villalón señalaba que “Aún en Alemania se huelgan en la hablar”. Las causas de esta demostración del atractivo hispano hay que buscarlas en las condiciones de la política y en el prestigio de la cultura española de la época. Actualmente hay que hablar más bien de una afluencia demográfica desde América motivada por causas políticas y económicas. Hoy no se vive en Europa la influencia hispánica de un modelo literario, pero sí de un modo de hacer cultura y de transmitirla, muy singularmente en los campos creativos de la literatura y las artes plásticas. Todo ello está llevando al surgimiento de una renovada visión europea de Iberoamérica y de una visión americana de Europa.
La demografía ha contribuido a que lo hispano sea una realidad pujante en Europa y a darle pie para demostrar su capacidad de sincretismo. A ello contribuye el hecho de que muchos elementos culturales americanos son de cuño europeo, pues obedecen a materias trasplantadas y replantadas, por medio de las grandes migraciones, desde finales del siglo XIX, hasta los comienzos del siglo XX.
En ciertos aspectos, podría hablarse de un paralelismo entre la presencia que lo hispánico tiene en Europa y en EEUU: la población inmigrante se concentra por regiones según el país de origen, muestra una importante homogeneidad y persistencia cultural y presta especial atención a la lengua como seña de identidad. Además, si España está sirviendo de cabeza de puente para los americanos en Europa, el suroeste estadounidense –territorio fronterizo y antiguo espacio hispánico– está cumpliendo una función similar para los hispanos en el conjunto de EEUU. El paralelismo podría reflejarse también en la necesidad de atender de un modo específico a la enseñanza de español para las segundas generaciones dentro de los sistemas educativos públicos.
Iberoamérica está creando un espacio propio en Europa, como ya lo hizo el norte de África en Francia, Turquía en Alemania y Pakistán en el Reino Unido. Estamos ahora ante un fenómeno migratorio más extendido, que está viniendo a demostrar que el español y el portugués en Europa van mucho más allá de España y de Portugal.
Francisco Moreno Fernández
Dialectólogo y sociolingüista y catedrático de Lengua Española de la Universidad de Alcalá