Tema: En el último año ha resurgido la cuestión de si el posicionamiento de Pekín ante Occidente obedece a una singularidad estratégica de China.
Resumen: Este análisis, en primer lugar, perfila el reciente posicionamiento chino en relación con el mundo occidental. En segundo lugar, presenta un panorama general de los distintos foros y diálogos internacionales en que participa China como parte de ese impulso.En tercer lugar, reflexiona sobre una probable singularidad estratégica en el ascenso chino.
Análisis: En diciembre Pekín anunció la creación de dos históricos fondos de inversiones para la UE y EEUU, respectivamente, y Pekín y Tokio anunciaron que usarán sus respectivas monedas en sus intercambios comerciales bilaterales. Ambas son decisiones estratégicas que se suman a la solicitud de la UE a China en noviembre para que aporte alFondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), lo que subraya el creciente protagonismo chino.
Pese a las propias debilidades materiales tercermundistas del gigante asiático, sigue sorprendiendo su posibilidad de apuntalar y estimular a las economías estadounidense y europea a la vez, particularmente si se considera que la economía del primer socio de la UE –EEUU– se apoya desde hace años en la compra de buena parte de sus bonos del Tesoro por Pekín. Paralelamente, para Latinoamérica (entendida ciertamente como parte del mundo occidental), China ha acrecentado su condición de socio comercial principal e interlocutor de creciente importancia, particularmente en un 2011 en el que Pekín ha participado más activamente en diálogos y foros internacionales acordes con su grado de actor central en los asuntos mundiales.
Esa tendencia tan clara del posicionamiento de Pekín, con gran énfasis en el último lustro, ha llevado a distintos analistas a discutir una vez más el carácter sui generis del ascenso chino, que tanto sigue distinguiéndose del ascenso de otras potencias de la época contemporánea, y en qué medida se explica a partir de singularidades de la cultura tradicional china.
Recientes posicionamientos estratégicos chinos
Los extraordinarios datos de crecimiento material de China pesan tanto como la capacidad de Pekín de planificar y reaccionar con medidas económicas. Tal dualidad se demostró una vez más el 26 de diciembre al anunciar Pekín y Tokio el uso de sus respectivas monedas en sus intercambios comerciales bilaterales y cuando dos semanas antes Pekín anunció el lanzamiento de dos fondos por valor de 225.000 millones de euros para inversiones en EEUU y la UE, respectivamente. Igualmente, fueron evidentes las expectativas que suscita Pekín cuando en octubre recibió la solicitud de ayuda de la UE para que contribuyera al FEEF.
Ciertamente, si bien la más reciente colaboración chino-japonesa no pone en duda la supremacía del dólar, marca un hito más para el yuan en su creciente avance internacional porque Pekín, durante los últimos años, ha ido estableciendo acuerdos similares con otros países. De tal manera, que a comienzos de 2012 se ha relativizado aún más la importancia de las proyecciones más famosas del Fondo Monetario Internacional que sitúan al PIB chino en paridad de poder adquisitivo en un primer lugar mundial en 2016, o la proyección de la consultora Goldman Sachs que estima que China lo logrará, en dólares corrientes, en 2027.
No es sólo el poder de influencia que se desprende de las reservas en divisas de 3,2 billones de dólares lo que hace a China situarse a la par con EEUU (exceptuando los asuntos bélicos) antes de lograr los indicadores para alcanzarle en el primer baremo de poder, que es el tamaño de la economía.
Los ya citados fondos chinos de inversión para la UE y EEUU por 225.000 millones de euros,respectivamente, se anunciaron con gran sentido de la oportunidad un día después de la más reciente decisión de la UE de profundizar en su integración. Y es ciertamente más practicable que ésta, porque la decisión de la UE lograda in extremis se traduce en un mapa de ruta en cuyo centro sigue un euro a merced de una impredecible valoración de los mercados y con la autoexclusión del Reino Unido. Lo cual a su vez lleva a una UE teóricamente más expuesta a ceder a eventuales demandas chinas.
Es cierto que Pekín no parece presionar (ni siquiera al parecer en privado) por lograr ventajas por vía excepcional, según afirman en sendos artículos publicados en diciembre el embajador de China ante la UE, Song Zhe, y el subdirector para Europa de la Academia China de Ciencias Sociales, Jiang Shixue. Sin embargo, es inevitable que en algún momento se fortalezcan estas demandas porque hay terreno abonado para Pekín. En éste se cuenta negociar el alcance de la última directriz de la UE del 23 de diciembre referida al medio ambiente y que afecta a la aviación comercial china,pasando por la solicitud de que se rebaje la presión por la revalorización del yuan o que se termine o soslaye el embargo de armas, o la consideración de China como economía de mercado, o que se aumente la cuota de poder de Pekín en el FMI. O que se suspendan las críticas por los derechos humanos en China.
El fondo de inversiones anunciado por Pekín en Occidente potenciará la tendencia reciente de adquisiciones, inversiones, arriendos y compras por el Estado chino y por compañías alentadas por él. En el caso europeo, entre varias operaciones, destaca la cesión en arriendo por 35 años del puerto griego de El Pireo a la compañía COSCO, destinada a ampliar significativamente las capacidades portuarias de distribución de mercancías chinas en el Mediterráneo.
A medio camino entre EEUU y Europa destaca el proceso de rescate de las prestigiosas marcas Volvo y Saab por la corporación china Zhejiang Geely ante la declinante gestión por Ford Motors. También destaca la compra de territorio en Islandia por un millonario chino (tipo de compra con precedente en distintos continentes). En el caso estadounidense el intento de compra de Yahoo por la china Alibaba, la mayor empresa de comercio electrónico china, o el ya citado anuncio del Banco Central de China, agudizan la preocupación tardía de Washington por incapacidades propias para competir en dinamismo comercial con el gigante asiático. Y se agregan al crónico desacuerdo por el valor del yuan respecto del dólar, que entre otros factores ha llevado a la reciente quiebra histórica del consenso dentro del partido republicano respecto de cuál es la política más adecuada hacia China en esta década.
La creciente intensidad de los contactos entre China y Occidente
Las decisiones de expansión estratégica de China al mundo se relacionan con la interacción y acceso a más información que se viene experimentando desde hace una década tanto en EEUU como en Bruselas y en cada capital europea. Por ejemplo, en diciembre se celebró en Washington, Texas y Misuri el cuarto encuentro de antiguos representantes demócratas y republicanos con sus homólogos del Partido Comunista chino, destinado a incrementar los niveles de confianza mutua. Es un tipo de reunión integrada en los más de 60 foros sectoriales bilaterales entre EE UU y China.
Un conocimiento en tiempo real igualmente refinado de la UE ha alcanzado Pekín. Por ejemplo, Pekín ya estaba bien informado desde sus 27 embajadas (y a través de los distintos idiomas de los países miembros de la UE) de los entresijos que llevaron a Bruselas a posponer la cumbre UE-China del pasado 25 de octubre y también de los detalles técnicos de la misión de Klaus Regling, director del FEEF, despachada un par de días después a Pekín a solicitar ayuda para apuntalar al euro. China también está informada por las numerosas delegaciones de académicos chinos que visitan nuestro continente con la misión específica de conocer mejor las perspectivas de solución de la coyuntura de crisis.
Por otro lado, y pese a la suspensión de la Cumbre China-Europa prevista para el pasado octubre y pospuesta sine die, se siguen incrementando los foros que China mantiene con la UE a distintos niveles. Por ejemplo, Pekín toma el pulso transversal del poder de EEUU tanto a través de sus numerosos centros y think tanks dedicados al estudio de EEUU como en la interacción en una serie de diálogos directos con EEUU, tanto a nivel Track I como Track II. En los últimos años se han realizado los encuentros transversales denominados triálogos que comprenden relaciones bilaterales y trilaterales entre China, EEUU y la UE. Destacan el Trialogue21 impulsado por el East-West Institute y el China Institute of International Studies, así como el más reciente Trialogue organizado en Venecia en octubre pasado por el Aspen Institute y la Escuela Central del Partido Comunista de China.
Paralelamente, Pekín está adquiriendo una privilegiada relación con la otra parte de Occidente que es América Latina, tradicionalmente tan relacionada a Europa y a EEUU. Ciertamente, en relación con los polos de poder mundial importa recalcar el diálogo entre Pekín y Madrid sobre América Latina, así como el que se da entre Washington y Pekín sobre el subcontinente. Pero más aún importa recalcar la tendencia con la que ha concluido 2011, que es la clara acentuación de la relación del vínculo transpacífico de América Latina con China como centro. La baja asistencia de mandatarios a la última Cumbre Iberoamericana celebrada en Paraguay la explicaron algunos observadores españoles como clara muestra de una sobrecarga de la agenda y de una reorientación de la región hacia Asia Pacífico.
Pekín ha actuado con celeridad. En diciembre China fue la única potencia extrarregional que saludó la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que incluye a 33 países del continente reunidos por primera vez sin potencias extrarregionales. Pekín, además, ofreció su disposición a reforzar el intercambio y la colaboración con el organismo que en enero ya está celebrando sesiones para fundar las bases de su esquema organizativo. Más promisoria aún por su relación con Asia Pacífico, y con China en particular, aparece la Alianza del Pacífico, constituida en abril en Lima y que igualmente en diciembre celebró su segunda reunión. Agrupa a los países de habla española más relacionados con China a nivel político o comercial, como son Chile, México, Colombia, Perú y Panamá. La Quinta Cumbre Empresarial China-América Latina, celebrada en noviembre en Lima, no es sino una muestra más del grado de acercamiento Asia Pacífico con el gigante asiático.
O sea, que están dadas las condiciones para que China celebre cumbres al máximo nivel con América Latina, de la misma manera como Pekín ya hace con EEUU, Europa, África, los países de la ASEAN y la ex URSS.
¿Hay una singularidad estratégica china?
Ante la coyuntura internacional descrita y considerando los últimos 33 años de ascenso chino, surge una valoración estratégica nuevamente en boga aunque discutible. Ésta es: quizá los tres importantes polos de poder mundial (EEUU, la UE y China) podrían ser homologables en su dinámica de posicionamiento a los reinos combatientes previos a la primera unificación china hace más de 2.200 años.
Pero, a diferencia de ese posicionamiento estratégico tanto como táctico, ha de recordarse que si bien China ha acumulado el poder que tiene como resultado posterior del acercamiento de Washington a Pekín, en 1972, esa dinámica de ascenso no proviene tanto de utilizar las sinergias del nuevo socio, siguiendo la dinámica del pensamiento estratégico tradicional chino por el cual uno se puede valer de la energía del contrario (no pocas veces para beneficio común). Al fin y al cabo, recuérdese que China no tomó la decisión de ascender ni en 1972 ni en 1978, sino de avanzar. Recuérdese que varias de las medidas chinas se han ido adoptando sobre la marcha y con cautela y no han roto la paz en ninguno de los escenarios internacionales.
La más reciente pregunta sobre el excepcionalismo chino proviene de la argumentación de Henry Kissinger en su libro On China (con sus inevitables lagunas sobre la China profunda), el libro más influyente a nivel mundial sobre política internacional china publicado en 2011. Si nos aproximamos a China en clave kissingeriana significa que aceptamos la diferencia china en procesos clave tales como la percepción del tiempo y el espacio y, por tanto, que entendemos que los chinos planifican y negocian de manera distinta.
De hecho, por oposición a Occidente es cierto que se ha constatado que distintos funcionarios chinos tratan algunos asuntos críticos de manera holística tanto a nivel espacial como temporal, no pocas veces aceptando la continuación de una no solución. Y su actitud ante la aún fresca sucesión de Kim Jung-un en Corea del Norte, o las dilatadas negociaciones de Pekín con la UE sobre asuntos comerciales, lo vuelven a demostrar.
Por otro lado, Kissinger y otros observadores tanto de la dimensión política así como de la cultural indican que los chinos subrayan la importancia del juego del weiqi que, a diferencia del ajedrez, no posee una acción frontal orientada hacia el jaque-mate al rey, sino que está encaminada a rodear al adversario hasta incapacitar su movimiento y en buenas cuentas ganar evitando la batalla frontal.
Sin embargo, a la luz de la coyuntura se constata que las medidas chinas de apoyo económico y de estímulo inversor son globales. Se dan hacia las principales economías del mundo, pero también hacia el Asia Central ex soviética, hacia el Sudeste asiático, hacia América Latina, el mundo musulmán, Oceanía, Asia meridional y a África. La inevitable salida al exterior de una economía que necesita sacarle partido a sus 3,2 billones de dólares de reservas en divisas en momentos que coinciden con un bajón en el mundo desarrollado es pura lógica económica.
Por otra parte, si suponemos exageradamente que el juego de estrategia fundamental de los chinos es el weiqi y el de los occidentales el ajedrez, se puede desmontar simplemente pensando que tanto en el juego del weiqi como en el del ajedrez juegan dos actores, no una multiplicidad de ellos, como ocurre en la realidad en los procesos deliberativos de las democracias actuales y por supuesto que también en la instancia deliberativa máxima que es el Comité Permanente del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista. También hay situaciones del ajedrez que se parecen al weiqi porque aquél puede igualmente ser opaco y flexible. Por ejemplo, los movimientos de EEUU de acercamiento al régimen de Myanmar y de apostamiento de tropas en la Oceanía norte se podrían entender como movimientos tácticos dentro de una noción influida por el weiqi.
Así, el concepto clave no es el weiqi o el ajedrez, que como bien han notado distintos glosadores del libro de Kissinger, también lo juegan los chinos, sino que principios filosóficos más generales, como las fuerzas del yin y el yang, del tao (dao), que por ejemplo conducen a desdecirse o rectificar con cierta facilidad, facilitando una gran flexibilidad y profundidad estratégica mayor.
Igualmente, Pekín no dispone de un tiempo ilimitado como se podría entender a priori por la obvia diferencia entre regímenes de dictadura popular como en el caso chino, a diferencia de los democráticos occidentales que se enfrentan a la prensa y a los partidos de oposición. Uno de los argumentos que se esgrimen en China para no atolondrarse ayudando a las economías occidentales es precisamente la preocupación de una reacción adversa de la población china. En verdad, la creciente magnitud de una opinión pública (no de una sociedad civil) es un factor muy importante cuando se avalúa el poder chino, no un mero ardid cínico de Pekín a la hora de sondear a Occidente. Al fin y al cabo, como les ocurre a muchos países en esta coyuntura, tiene un margen de maniobra limitado.
Conclusiones: Si se analiza detenidamente el año recién concluido se constata nuevamente que China sigue posicionándose en el tablero central de poder mundial sin seguir los trayectos de ascenso de las potencias precedentes. Por ello, deberíamos desprendernos de la idea de que China encarna un nuevo poder hegemónico. No sólo en esta década sería impracticable, puesto que sus indicadores básicos tercermundistas (puesto 101 de acuerdo al más reciente índice de desarrollo humano de Naciones Unidas) más el grado de incertidumbre de gestión interna que le plantea el puesto 75 en el índice internacional de Transparencia Internacional van en contra de su propio poder.
Por otra parte, la notable expansión material china, con iniciativas estatales y privadas de empresarios relacionados con el gobierno chino que siguen el hilo expansivo natural de la economía para asegurar el aprovisionamiento de materias primas y el aumento del know how tecnológico, fortalece la salida del subdesarrollo sacando el mayor provecho en las negociaciones, regateando o no según la ocasión.
Por lo tanto, así como se ha hablado de la “potencia indispensable” al referirnos a EEUU, se podría hablar de la “potencia astuta” al referirnos a China. Aunque sea por una astucia del sentido común de operar con recursos limitados. Al fin y al cabo, los 3,2 billones de dólares de reservas en divisas le pertenecen a un país que engloba a casi un cuarto de la humanidad, con una población aún en el subdesarrollo y en proceso de envejecimiento antes de alcanzar el desarrollo.
He aquí la paradoja. China se ha convertido en una baza de reserva para la eventual estabilidad financiera mundial e incluso de la gobernanza global. Pero si bien China parece muy grande para el resto del mundo, éste es aún demasiado grande para China.
Lo que debiera llamar la atención es por qué Pekín se ha empeñado tanto en repetir los errores de las demás potencias en un sistema de economía global para el que no aparece aún la alternativa de la sostenibilidad.
Por último, EEUU y los países europeos más relacionados con China tienen una estrategia para China, aunque no hay una estrategia europea para China. En tanto, entre los países del conjunto de Iberoamérica, sólo Brasil tiene una incipiente estrategia para China. Y ciertamente Pekín dispone de estrategias para cada continente. De manera que el desafío habla por sí solo.
Augusto Soto
Consultor y profesor en ESADE