Gazprom en Asia: viabilidad e implicaciones para la UE (ARI)

Gazprom en Asia: viabilidad e implicaciones para la UE (ARI)

Tema

Aun en el caso de que Rusia aumente sus exportaciones a Asia oriental no debe darse por seguro que caigan las ventas a la UE.

Resumen

Este ARI plantea que las exportaciones rusas de gas natural a Asia oriental irán en aumento a lo largo de la próxima década, pero defiende que no se dan las condiciones necesarias para que esas exportaciones crezcan al ritmo previsto por las autoridades rusas. Por tanto, las ventas a la UE no se verán particularmente afectadas por el comercio con Asia, al menos a lo largo de la próxima década. En cualquier caso, Rusia dispone de otros recursos para mantener o incluso aumentar, si fuera necesario, sus exportaciones de gas a la UE.

Análisis

Rusia es el primer exportador mundial de gas natural, pero concentra todas sus ventas en el continente europeo: la UE (60%), la CEI (30%) y otros países europeos (10%). A medio plazo, el gobierno ruso tiene como objetivo incluir a Asia oriental en su cartera de clientes. Los primeros intercambios con esta región tuvieron lugar en 2009 y el objetivo del gobierno es que en 2030 estas ventas lleguen a representar la quinta parte de todas las exportaciones rusas de gas natural, algo más de 70.000 millones de m3 (mmm3). Si este fuerte aumento de las ventas a Asia llegara a materializarse, Rusia tendría dificultades para seguir incrementando sus exportaciones a la UE.

Requisitos para que aumenten las exportaciones de gas a Asia
No obstante, a pesar de los deseos del gobierno, no es fácil que en los próximos años se consolide un espacio de intercambio ruso-asiático. Para que estas relaciones fructificaran tendrían que cumplirse tres requisitos.

El primer requisito es que aumente la extracción de gas en los campos que se encuentran geográficamente cercanos a los mercados asiáticos. Estos campos se reparten en cuatro grandes áreas: Irkutsk y Krasnoyarsk, en Siberia oriental, y Saja-Yakutia y Sajalín, en el Lejano Oriente. Las reservas probadas de estas cuatro regiones son superiores a las de un país como Argelia, pero actualmente la única zona productivamente activa es la isla de Sajalín, cuya aportación a la producción nacional apenas llega al 2%. No obstante, los planes del gobierno son que en 2030 la contribución del conjunto de estas regiones llegue al 15%. Si esos planes se cumplen, la producción de toda la región pasaría de 11 mmm3, a 150 en 2020 y 140 en 2030.

Para el abastecimiento de los mercados asiáticos, Rusia también cuenta con la posibilidad de desviar hacia el este parte del gas extraído en Nadym-Pur-Taz (Siberia occidental), donde actualmente se extrae el 90% del gas ruso. No obstante, estos campos irán reduciendo su producción a lo largo de las próximas décadas, por lo que se trata de una opción de corto plazo de la que no pueden depender en el futuro las relaciones comerciales con los países asiáticos.

El segundo requisito es que las regiones productivas y los mercados de exportación estén físicamente conectados. En este sentido, las únicas vías de transporte que por el momento están operativas se encuentran en la isla de Sajalín. Sajalín-1 dispone de un gasoducto desde el que el consorcio liderado por la americana Exxon ha empezado a exportar gas a China; mientras que en Sajalín-2 se ha puesto en marcha, bajo la dirección de Gazprom, la primera planta rusa de licuefacción de gas (LNG), con capacidad para cargar 10,5 mmm3 al año.

Sobre la mesa hay otros proyectos necesarios para hacer factible la explotación de los campos situados en los territorios continentales, pero su construcción aún está lejos de ser una realidad. Los dos más importantes son el Chajadanskoje-Khabarovsk (Ch-Kh) y el Altai. El Ch-Kh permitiría transportar el gas de Saja-Yakutia hasta la costa del Pacífico, donde enlazaría con la tubería que procedente de Sajalín baja hacia China y Corea del Sur vía Vladivostok. Por su parte, el Altai entraría en China por su extremo más noroccidental (provincia de Xinjiang) a través del pasillo que se forma en el cruce entre las fronteras de Rusia, China y Kazajistán.

La construcción del Altai permitiría exportar a China gas procedente de Nadym-Pur-Taz, con lo que el comercio con este país no sólo dependería de la puesta en marcha de los campos más orientales, sino que podría abastecerse (al menos temporalmente) de los grandes campos que están actualmente operativos en Siberia occidental. Más adelante, el Altai también podría nutrirse de los campos de Kovytka y Krasnoyarsk, que al quedar integrados en la red estatal de gasoductos podrían combinar la exportación con el abastecimiento del mercado interno.

En tercer lugar, tanto la apertura de nuevos campos como el desarrollo de las infraestructuras de transporte dependen a su vez del establecimiento de alianzas entre rusos y asiáticos. Estas alianzas, que tendrían que ser tanto políticas como empresariales, deberían concretarse en la firma de acuerdos de largo plazo. Estos acuerdos habrán de ser financieros y comerciales. La cooperación financiera es imprescindible para costear los grandes programas de inversión que serán necesarios para que el comercio se materialice. Los compromisos comerciales son básicos para asegurar la continuidad de los suministros y, por consiguiente, la rentabilidad de las inversiones. Como se analiza más adelante, las negociaciones entre rusos y asiáticos para la concreción de este tipo de acuerdos nunca han sido sencillas.

Problemas para el cumplimiento de los requisitos de exportación a Asia
El cumplimiento de los tres requisitos anteriores se enfrenta a no pocas dificultades, lo que pone en duda la capacidad de la industria gasista para satisfacer los planes del gobierno. Por un lado, las alianzas con los clientes asiáticos continúan sin materializarse, lo que inevitablemente retrasa el avance de las inversiones. Estos retrasos actúan a su vez como elemento disuasorio frente al establecimiento de vínculos más estrechos entre las partes. Por otro lado, la crisis económica internacional, la bajada de los precios de la energía y la caída de la demanda externa e interna de gas natural añaden nuevos problemas e incertidumbres que probablemente redunden en retrasos aún mayores de los programas de inversión inicialmente previstos, tanto los orientados a la explotación de las reservas como los dirigidos a la construcción de las infraestructuras de transporte.

Alianzas con los socios asiáticos
Históricamente, Japón siempre ha sido el principal candidato para inaugurar las relaciones comerciales con Asia-Pacífico, pero ese potencial nunca ha llegado a concretarse. Japón es un gran importador de gas natural (94 mmm3 anuales), pero dispone de una estructura de proveedores estable y diversificada basada en una extensa red de plantas para el procesamiento de gas licuado que facilita el transporte marítimo a grandes distancias, por lo que no depende en exceso del gas de su vecino ruso, con quien nunca ha mantenido buenas relaciones políticas. A las tensiones diplomáticas se han unido más recientemente las conflictivas relaciones entre Gazprom y las empresas japonesas con presencia en Sajalín-1 (Sodeco, 30%) y Sajalín-2 (Mitsui, 12,5%; Mitsubishi, 10%). Así, los acuerdos entre ambos países continúan retrasándose, a pesar de que tras la apertura en 2009 de la planta de LNG en Sajalín-2, a pocas millas de la costa japonesa, se dan todas las condiciones para que el comercio entre ellos comience por fin a desarrollarse.

Actualmente, China “sólo” consume 80 mmm3 de gas, lo que apenas representa el 2%-3% de su balance energético, pero si se cumplen las previsiones oficiales podría llegar a 200 mmm3 en 2020. Se trata de un escenario idóneo para la formalización de acuerdos con Rusia. Sin embargo, las múltiples negociaciones, declaraciones, tratados y acuerdos que ambas partes han celebrado y anunciado desde la desintegración de la URSS tampoco han llegado nunca a concretarse en el establecimiento de relaciones comerciales. Recientemente, las desavenencias se han centrado en las diferencias en torno a los precios de compra-venta, pero a ello se unen dos tipos de incertidumbres relacionadas con la política energética china: la primera se refiere a las dudas con respecto al calendario y la intensidad del programa de gasificación tan largamente anunciado por las autoridades; la segunda duda que continúa sin despejarse es si China apostará por la importación marítima (actualmente sólo está operativa una planta de LNG, pero dos están en construcción y está prevista la instalación de otras nueve) o terrestre (a través de gasoductos que bombeen gas desde el interior del continente). La participación china en la construcción de un gasoducto, operativo desde diciembre de 2009, que permite importar gas desde Turkmenistán, demuestra que la opción terrestre no está en absoluto descartada. Sin embargo, el gasoducto turkmeno plantea un nuevo problema, puesto que supone una clara alternativa de abastecimiento frente al gas ruso. Aun a pesar de estas dificultades, en diciembre de 2009, los representantes de ambos gobiernos volvieron a reunirse para explorar la posibilidad de firmar un nuevo acuerdo de suministro que garantizaría a partir de 2015 la entrega de 70 mmm3 a través del gasoducto Altai.

El tercer gran candidato para recibir el gas ruso es Corea del sur. En septiembre de 2008, este país se ha mostrado dispuesto a concretar un acuerdo, que incluye la compra de 10 mmm3 anuales durante 30 años a partir de 2015. Este se añade al ya existente, que comprometía a Sajalín-2 a suministrar 1,5 mmm3 anuales desde 2008 hasta 2028. Así pues, las relaciones comerciales con Corea no parecen sujetas a las trabas, tanto políticas como económicas, que dificultan la concreción de acuerdos con China y Japón, pero en contrapartida se trata de un mercado relativamente pequeño, abastecido por múltiples proveedores, y que por sí mismo no justifica la realización de grandes inversiones. Además, sus infraestructuras de importación están basadas en el gas licuado, lo que limita las exportaciones rusas al gas de Sajalín.

En suma, el lanzamiento de la planta de LNG en Sajalín garantiza la exportación de un cierto volumen de gas hacia Asia-Pacífico, pero en el largo plazo el aumento de las ventas a Asia pasa por el establecimiento de acuerdos bilaterales que favorezcan el comercio por gasoductos e impulsen la actividad de los campos situados en los territorios continentales. En este sentido, China se erige en el actor clave. El gran tamaño de su mercado y la en apariencia mayor predisposición de su gobierno a negociar con Rusia (en comparación con Japón) lo convierten en fundamental para superar los límites que imponen las plantas de Sajalín 1 y 2.

Incertidumbres y restricciones financieras
La crisis actual ha restringido de forma considerable los recursos financieros disponibles para el desarrollo de todas las inversiones necesarias para el desarrollo de las exportaciones hacia Asia-Pacífico. En 2009, la caída de la demanda europea provocó un descenso del 24% de las compras a Rusia. Este descenso de la demanda externa, unido a la caída de la demanda interna, ha devuelto las cifras de producción a los niveles de 2001 (582 mmm3). Esa caída simultánea de las ventas y de los precios ha repercutido muy negativamente sobre los ingresos de Gazprom, cuya posición financiera ya no se presenta tan holgada como en el pasado. Por sus exportaciones a Europa, la compañía ingresó menos de 40.000 millones de dólares en 2009 frente a los 73.000 millones obtenidos en 2008. En estas condiciones, los gastos de Gazprom se recortaron un 17% con respecto a 2008 y para 2010 la compañía ha anunciado un programa que eleva en un 5% la cifra de 2009 pero que aún se sitúa por debajo de las cantidades aplicadas antes de la crisis.

En los próximos años, aunque las ventas se recuperen, los contratos de exportación que tengan que renovarse durante el período 2010-2012 lo harán con una considerable rebaja del precio de venta, acercándose más a los 280 dólares por cada 1.000 m3 pagados en 2009 que a los 410 dólares que se abonaron de media en 2008. Medvedev ha adelantado que a lo largo de 2010 ese precio se situará en torno a los 325 dólares. Esa rebaja sólo se verá parcialmente compensada por la subida de los precios internos, lo que hará difícil que Gazprom disponga durante la próxima década del margen inicialmente previsto para liderar diversos proyectos de forma simultánea y todos ellos de gran envergadura.

A las dificultades de la compañía se suman las del Estado, que en 2009 cerró el ejercicio fiscal con un déficit del -6% del PIB, por lo que se encuentra ahora en una posición mucho más débil a la hora de apoyar los grandes proyectos anunciados en la estrategia energética para 2030. Esta situación hace especialmente necesario el establecimiento de alianzas con socios y gobiernos extranjeros. Sin embargo, la crisis también ha golpeado a las grandes empresas europeas, para las que resulta ahora más difícil aportar financiación para el desarrollo de los proyectos de colaboración con Gazprom que se encuentran actualmente en marcha. Por último, la mala situación por la que atraviesa tanto la economía rusa como la europea ha sembrado dudas lógicas con respecto a la futura evolución de la demanda, lo que exige ser cauteloso en el desarrollo de los proyectos, incluso aun contando con financiación para llevarlos a cabo. Recientemente, estas dudas se han agravado por la aparición de nuevas incógnitas, como el desarrollo tecnológico para la producción de gas shale o la creciente competencia de las energías renovables.

En estas condiciones, es difícil que las autoridades rusas mantengan su apuesta por una estrategia de inversiones en aluvión, basada en el desarrollo simultáneo de los campos vírgenes en las regiones orientales y septentrionales (Península de Yamal y Shtokman). Lo más razonable es que se decidan por una estrategia secuencial, lo que les obligaría a elegir entre ambas zonas. En este caso, lo más probable es que opten por desarrollar en primer lugar los campos del norte. Lo que significa que, al menos durante la próxima década, las inversiones se concentrarían en Yamal, mientras que la producción oriental seguiría dependiendo del desarrollo de Sajalín 1 y 2. Más adelante, podría iniciarse la actividad en algunos campos del este (Krasnoyarsk, Irkutsk y Saja), sin que sea descartable que los mayores esfuerzos continúen centrados en el desarrollo de otros campos de la costa ártica.

Repercusiones sobre Europa del aumento de las exportaciones hacia Asia
Si se confirmase el escenario previsto en el párrafo anterior, las ventas a Asia procedentes de Sajalín, aunque crecieran, no tendrían efectos de desviación de comercio sobre Europa. Sólo si, a pesar de las dificultades anteriormente reseñadas, los máximos responsables, políticos y empresariales, de la industria gasista concedieran finalmente prioridad a las inversiones en las regiones orientales, la oferta exportable hacia la UE podría verse reducida. Fundamentalmente, porque las inversiones en el este detraerían recursos para el desarrollo de los campos situados en las regiones septentrionales, más cercanas a los mercados europeos.

Si se estima que en 2030 la producción nacional llegará a 860 mmm3 (frente a 660 mmm3 de 2008) y el consumo doméstico a 620 mmm3, la oferta rusa de exportaciones no rebasaría los 240 mmm3. En este escenario, si la concentración de las inversiones en el este permitiera vender en Asia las cantidades actualmente previstas por el gobierno (70 mmm3), Europa sólo podría recibir 170 mmm3. Si a su vez se descuentan los 80 mmm3 que actualmente reciben los países de la CEI, las ventas a la UE (incluyendo a Turquía) se reducirían a 90 mmm3 frente a los 150 mmm3 que se importaron en 2008.

A la vista de estos datos, el impacto sobre la UE sería sin duda notable. Sin embargo, Rusia cuenta con distintas vías a través de las cuales podría compensar esos efectos de desviación comercial, de forma que las ventas a la UE se mantengan, al menos, en torno a los niveles actuales. Estas vías son las siguientes:

  1. Reducción del ritmo de crecimiento del consumo interno: Rusia cuenta con un amplio margen para moderar su consumo de gas, mediante cambios en la política de precios y la aplicación de medidas de ahorro energético. Además, el crecimiento del consumo interno depende en gran medida del ritmo al que se recupere la economía rusa, lo cual no es fácil de predecir a la vista de su alta sensibilidad a la evolución de los precios del petróleo, pero todo indica que será difícil que la economía rusa pueda seguir creciendo al mismo ritmo que en el último decenio (6% de media anual). Si el producto creciera en torno al 4%, el consumo de gas podría crecer por debajo del 1% de media anual, con lo que demanda interna en 2030 podría quedar por debajo de 570 mmm3.
  2. Importación de gas procedente de Asia Central: la estrategia ministerial da por seguro que esas importaciones se mantendrán en torno a 70 mmm3 a lo largo de las próximas décadas. Este objetivo no es improbable. Aunque en 2009 la caída en la demanda rusa y europea hizo que el comercio con Turkmenistán volviera a interrumpirse, situando las importaciones en la región en 20 mmm3, las compras en 2008 llegaron a situarse por encima de los 60 mmm3. Obviamente, las autoridades rusas conceden a este “complemento” centroasiático un papel fundamental en su estrategia de diversificar el comercio hacia Asia, sin sacrificar el aumento de las exportaciones a la UE.
  3. Reducción de las ventas a los países de la CEI: la política de vender a estos países grandes cantidades de gas a precios cercanos a los domésticos hace tiempo que se está modificando. La equiparación del precio CEI al internacional, unida a la construcción de gasoductos que reducirán notablemente el tránsito del gas ruso por este países, es más que probable que conduzca a una paulatina reducción del gas exportado a estos países en beneficio de los mercados de la UE.
  4. Aumento de la producción internacional de Gazprom: a lo largo de los últimos años el monopolio estatal ha desarrollado una ambiciosa política de expansión internacional, que incluye la firma de acuerdos y la realización de inversiones en otros países de África y América Latina productores de gas natural. La extracción de gas en estos territorios podría tener como destino la UE, lo que no sólo permitiría ampliar las ventas “rusas” a Europa sino que serviría además para abrir las puertas a los mercados de los países más occidentales.

Conclusión

El escenario más probable es que, a pesar de los deseos del gobierno, la industria gasista rusa continúe retrasando sus planes de expansión hacia las regiones orientales. No obstante, si esos planes se desarrollaran según el calendario previsto por el gobierno, Rusia tendría dificultades para aumentar al mismo tiempo sus exportaciones a la UE. Pero aun en este caso la caída de las ventas a la UE no debe darse por segura, puesto que Rusia tiene a su alcance diversas alternativas para mantener en aumento su oferta exportable a los mercados comunitarios.

Rafael Fernández
Profesor contratado-doctor de Economía Aplicada, UCM