Tema[1]
El relato dominante sugiere que el estancamiento económico de la última década llevó a un desencanto con la democracia, una desafección con los partidos establecidos y con la élite política tradicional, a frecuentes movilizaciones de protesta, al voto de castigo, a la fragmentación y polarización del sistema político, y a una frágil gobernabilidad.
La evidencia parece confirmar este relato. Y, sin embargo, es una visión parcial de la realidad. A la luz de los datos, un relato alternativo también es posible.
Resumen
Los sucesos políticos en la América Latina de los últimos años se insertan en el contexto de tendencias globales de naturaleza similar. Y la región es una excepción.[2]
La dinámica política de la región hay elementos cíclicos, muy asociados al ciclo económico y sin que necesariamente tengan vocación de permanencia.
La democracia se ha consolidado en prácticamente toda la región y una generación entera de latinoamericanos ha crecido viendo en las elecciones el único modo legítimo de elegir un gobierno.
En desarrollo democrático y respeto por los derechos humanos, América Latina ocupa el primer puesto entre las regiones emergentes.
El apoyo a la democracia como régimen político sigue siendo ampliamente mayoritario respecto a otras alternativas. Un 67% de los ciudadanos latinoamericanos cree que “la democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno”.
Las propuestas políticas alternativas a las tradicionales, a izquierda y derecha, radicalizan la oferta política, sin embargo, no se observan cambios en la autopercepción ideológica del electorado que se mantiene anclada en el centro: un 68% de los latinoamericanos se autodefinen como de centro, centroizquierda o centroderecha.
Estos cuatro elementos –naturaleza global y cíclica de los retrocesos políticos, prevalencia de la democracia, un núcleo duro y mayoritario de apoyo a la democracia y de votantes autoidentificados con el centro– sugieren que los retrocesos políticos de los últimos años son más coyunturales que estructurales y podrían revertirse si se producen cambios en el contexto político global o si la economía de la región retoma el crecimiento.
Análisis
1. El relato predominante
En la región, desde 2019 o incluso antes, se ha generado un proceso de movilizaciones de protesta que, con mayor o menor intensidad y con mayor o menor organización, se ha extendido a varios países. Forman parte de ese proceso, el intento de toma de las sedes de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial en Brasil; las protestas en Perú por la destitución del presidente Castillo tras su intento de autogolpe; el proyecto frustrado de reforma fiscal en Colombia; el rechazo del programa de ajuste acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en Ecuador; o la subida del precio del transporte en Chile.
Aunque en cada país estas movilizaciones de protesta son atribuidas a motivos idiosincráticos, parecen tener un común denominador: el estancamiento económico posterior al final del superciclo de los commodities en 2013, agravado por la pandemia y el empuje inflacionario.
Así, se ha instalado un relato sobre América Latina que sostiene que ésta entró en una dinámica socioeconómica y política que se retroalimenta, creando un círculo vicioso del que resulta difícil salir. A grandes rasgos la caracterización del proceso es la siguiente:
- estancamiento económico prolongado;
- frustración de expectativas que provocan el descontento y el malestar ciudadano;
- desencanto con la democracia, desafección con los partidos establecidos y con la élite política tradicional;
- movilizaciones sociales de protesta
- voto de castigo, fragmentación y polarización del sistema político;
- frágil gobernabilidad, inestabilidad, y debilidad de los gobiernos para encarar agendas reformistas;
- baja inversión y persistencia del estancamiento económico.
1.1. Una década de estancamiento y frustración
Casi una década después del final del boom 2004-2013, cuando la región creció a una tasa promedio de casi un 5% anual, el PIB per cápita se ha mantenido estancado. Un pobre desempeño económico que superó las previsiones más pesimistas y antecedió a la pandemia. La tasa de crecimiento de América Latina promedió apenas el 1% anual en el sexenio 2014-2019 (Figura 1a).
Figura 1. Dinámica socioeconómica en América Latina
Notas:
– América Latina incluye Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Costa Rica, El Salvador, México, Guatemala, Honduras, Panamá, República Dominicana, Venezuela, Nicaragua y Cuba. En las figuras de carácter económico o electoral, Venezuela, Nicaragua y Cuba no han sido incluidas.
– Figura 1b: datos de 2021 no disponibles para Argentina, Paraguay y Uruguay.
– Figura 1d: según la agencia Moody´s.
– Figura 1f: datos de clase media correspondientes a 2002, 2014 y 2019. Algunos países varían según el año en función de la disponibilidad de datos.
Fuentes:
– Figura 1a y 1b: World Economic Outlook abril 2023, Fondo Monetario Internacional.
– Figura 1c: World Economic Outlook abril 2023, Fondo Monetario Internacional; y World Bank Data, Banco Mundial.
– Figura 1d: Expansion.com.
– Figura 1e: CEPALSTAT, Naciones Unidas.
– Figura 1f: CEPALSTAT (Naciones Unidas) y The Gradual Rise and Rapid Decline of the Middle Class in Latin America and the Caribbean (Banco Mundial).
Este estancamiento revirtió parcialmente los resultados de la lucha contra la pobreza alcanzados a raíz del boom de los commodities y extendió entre los millones de personas que accedieron por primera vez a las clases medias y vislumbraban un futuro mejor para sus hijos, el temor a perder el ascenso económico y social logrado (Figura 1f).
Partiendo de un escenario económico central para el próximo quinquenio definido por unas perspectivas de crecimiento del 2%, tasas de interés internacionales e internas significativamente más altas y un elevado endeudamiento público (Figura 1c), se concluye que hay escaso margen para implementar programas de redistribución de ingresos y combate a la pobreza similares en diseño y cuantía a los aplicados durante el boom y, simultáneamente, llevar a cabo la inversión pública necesaria en infraestructura física y digital que exige la modernización de las economías y su transición hacía un modelo productivo más sostenible.
Para millones de personas el futuro no fue como lo habían imaginado en 2013.
Para ilustrarlo, basta comparar el PIB per cápita que se hubiere esperado para 2021 de haber continuado la región creciendo a las tasas del boom, con el PIB per cápita realmente observado. Actualmente, el PIB per cápita es un 20% menor al proyectado desde la perspectiva de 2013 (Figura 1e).
Esa discrepancia entre la realidad imaginada y la real generó la frustración de expectativas que está en la base del malestar ciudadano: un descontento generalizado que se manifiesta, entre otros, en una creciente predisposición de la ciudadanía a protestar en las calles, al menos allí donde es posible hacerlo.
Figura 2. Dinámica política en América Latina, 2013-2022
Notas:
– Figura 2c: dato de América Latina no disponible por separado del Caribe. No incluye México.
Fuentes:
– Figura 2a: Latinobarómetro.
– Figura 2b: Latinobarómetro.
– Figura 2c: “The Age of Mass Protests: Understanding an Escalating Global Trend”, Center for Strategic & International Studies.
– Figura 2d: elaboración propia.
– Figura 2e: elaboración propia.
– Figura 2f: Worldwide Governance Indicators, Banco Mundial.
1.2. Estancamiento económico e insatisfacción con la democracia
El estancamiento económico y el malestar ciudadano han tenido un notable correlato político. Desde 2014, el apoyo a la democracia como régimen político y la satisfacción con su desempeño han disminuido considerablemente. El apoyo a la democracia ha caído 10 puntos y la satisfacción es apenas un 27% para el promedio de la región (Figura 2a).
a. Estancamiento económico y voto de castigo
El voto de castigo no ha sido piadoso con quien ocupa el poder. De las 19 elecciones presidenciales sin sospechas de fraude realizadas entre 2018 y 2022, 13 fueron ganadas por la oposición al gobierno de turno. Esto contrasta con lo ocurrido durante el boom, cuando los oficialismos en su mayoría eran reelectos. El kirchnerismo en Argentina, el Partido de los Trabajadores en Brasil, el Frente Amplio en Uruguay, el MAS de Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Álvaro Uribe en Colombia y, con un interregno, Bachelet en Chile, marcaron el fin de la era imperante durante el boom cuando los presidentes o sus partidos (en caso de no haber reelección) revalidaban sus mandatos (Figura 2d).
El voto de castigo explica el giro a la izquierda experimentado en la región desde 2018. La mayoría de los países más grandes, tras cuatro años de estancamiento, estaban gobernados por la derecha: Michel Temer en Brasil, Enrique Peña Nieto en México, Iván Duque en Colombia, Mauricio Macri en Argentina, Martín Vizcarra (sucesor de Pedro Pablo Kuczynski) en Perú y Sebastián Piñera en Chile. Allí donde gobernaba la izquierda, como Ecuador en 2018 y Uruguay en 2019, resultaron electos gobiernos de derecha o centroderecha. El voto de castigo se ejerce contra los que ejercen el poder, no por razones de giro ideológico del votante. La democracia, que obviamente no garantiza los buenos gobiernos, al menos ha cumplido con una de sus justificaciones conceptuales: permitir reemplazar a los gobiernos que el votante considera que no cumplen con sus expectativas.
b. Fragmentación y polarización
El prolongado estancamiento, que entró en su décimo año y abarca más de dos períodos de gobierno, ha llevado al desencanto con los partidos establecidos (en los casos en que éstos todavía tuvieran arraigo en la ciudadanía) y las élites políticas tradicionales.
Según el Latinobarómetro, la confianza en el presidente, en el gobierno y en los partidos políticos ha caído de manera significativa desde el comienzo de esta fase y se ubica en los niveles más bajos desde que se llevan registros (Figura 2b).
En esas circunstancias, los electores también expresan su malestar en las calles. De acuerdo con un estudio del Center for Strategic and International Studies (CSIS), las protestas masivas se han multiplicado por cinco entre 2009 y 2019 (Figura 2c) y, de acuerdo con el Global Protest Tracker, desde 2017 ha habido protestas masivas y/o violentas en Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Haití, Honduras, Nicaragua, Perú y Venezuela.
Además de expresar su malestar mediante protestas masivas, los electores buscan propuestas alternativas a las tradicionales y el voto emigra hacia nuevas opciones electorales, a izquierda y derecha.
Algunos ejemplos que muestran este fenómeno son Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador, Gabriel Boric y Alejandro Kast en Chile, Rodolfo Hernández y Gustavo Petro en Colombia, Pedro Castillo en Perú y Javier Milei en Argentina. Todos ellos tienen un discurso antisistema y, en algunos casos, un talante autoritario y un marcado desdén por las instituciones de la democracia liberal.
Esta huida hacia opciones alternativas a las tradicionales fragmenta el sistema político, porque se incrementa el número de candidatos presidenciales y de partidos con representación parlamentaria. Este fenómeno se ilustra con claridad si observamos la caída significativa respecto al periodo del boom que ha experimentado el porcentaje de votos con el que resulta electo en primera vuelta el candidato presidencial ganador (Figura 2e).
Dado que esta huida desde los partidos establecidos se hace desde el centro hacia los extremos, su consecuencia inevitable es polarizar el sistema político y la sociedad, lo que a su vez se transforma en un aumento de la distancia política e ideológica entre los bloques con posibilidades de alternancia en el gobierno.
Esta polarización se puede comprobar en la autoidentificación ideológica de los electores. Las opciones alejadas del centro han crecido desde el comienzo del estancamiento (Figura 5d).
c. Fragmentación, polarización y gobernabilidad
Si se entiende la gobernabilidad como la capacidad del Estado para gobernar de manera eficaz y legítima, la excesiva fragmentación y la polarización, unidas a los movimientos de protesta social, la socavan desde su propia base (Figura 2f).
Por un lado, la fragmentación lleva a que los presidentes electos inicien sus gobiernos con un reducido capital político, a la vez que se dificulta la tarea de gobernar al hacer más difícil la construcción de coaliciones estables y el logro de acuerdos legislativos.
Por otro lado, la polarización, genera un clima de permanente tensión y conflicto en el funcionamiento del sistema político que se concreta en la incapacidad de construir consensos que permitan llevar adelante políticas de Estado. Las protestas masivas tienden a influir en la agenda de gobierno muchas veces con un efecto paralizante.
Como señalan Malamud y Núñez (2021), esta frágil gobernabilidad hace que los gobiernos, al carecer de capacidad política y de los recursos financieros, no puedan dar respuestas rápidas y viables a la frustración ciudadana y estar a la altura de las expectativas de cambio que generaron.
d. Estancamiento, gobernabilidad y clima de inversión
La combinación de estancamiento económico, elevado endeudamiento, descontento social y frágil gobernabilidad, ha conducido a un deterioro de la calidad crediticia y del clima de inversión.
El promedio de los países de América Latina ostentaba una calidad crediticia del “grado inversor” en el pico del boom y en la actualidad ha caído a “grado especulativo” (Figura 1d). Este deterioro es consistente con el comportamiento de la inversión. Desde el comienzo del estancamiento la inversión se ha reducido en 1,4 puntos del PIB (Figura 1b), consolidando de esta forma las expectativas de bajo crecimiento, lo que retroalimenta el proceso.
En definitiva, el relato predominante parece estar avalado por los datos.
Sin embargo, un relato alternativo también es posible.
2. Un relato alternativo
Como se explicaba al comienzo del apartado, este relato alternativo se sustenta en cuatro elementos:
- la naturaleza global de los retrocesos políticos,
- la naturaleza cíclica de los retrocesos políticos, asociada al ciclo económico,
- la prevalencia mayoritaria en la región de la democracia como régimen político,
- un núcleo duro y ampliamente mayoritario en América Latina de apoyo a la democracia y de votantes autoidentificados con el centro.
2.1. Tendencias globales
Como ilustra la Figura 3, el retroceso político no es un fenómeno exclusivamente latinoamericano y se da en el marco de tendencias similares observadas en todas las regiones emergentes e, incluso, en EEUU y Europa. Por tanto, no se puede analizarse lo que ocurre en la región sin considerar lo que ocurre en el mundo.
La desaceleración económica de la última década tuvo lugar sin excepciones en todas las regiones emergentes y la inversión se ha desacelerado o contraído globalmente con relación al PIB (Figuras 3a y 3b). Como resultado de la desaceleración económica y la pandemia, se incrementó el endeudamiento público y se deterioró la calidad crediticia en todas las regiones emergentes (Figuras 3c y 3d).
Los coletazos políticos del pobre desempeño económico se han traducido en la pérdida de apoyo a la democracia, con excepción de Europa emergente, donde paradójicamente se han instalado gobiernos autoritarios en Turquía, Polonia y Hungría (Figura 3e).
El desencanto y la insatisfacción con la democracia han tenido como corolario la irrupción de protestas masivas en todas las regiones emergentes (Figura 3f), junto a la fragmentación política y el deterioro en la gobernabilidad (Figura 3g).
Figura 3. Tendencias socioeconómicas y políticas globales, 2013-2022
Notas:
– Figura 3d: según la calificación de la agencia Moody´s, y en su defecto de Fitch o S&P.
– Figura 3e: los valores se distribuyen según una Normal de media 0 y varianza 1.
– Figura 3f: dato de Europa del este no disponible por separado del resto de Europa.
– Figura 3g: la “fragmentación de las élites” es definida como la fragmentación de las instituciones del Estado según factores étnicos, raciales, religiosos o de clase; así como el uso de retórica nacionalista y/o xenófoba por parte de dichas élites.
Fuentes:
– Figura 3a, 3b y 3c: World Economic Outlook, abril 2023, Fondo Monetario Internacional.
– Figura 3d: Expansion.com.
– Figura 3e: C. Claassen, extraído de Our World in Data.
– Figura 3f: “The Age of Mass Protests: Understanding an Escalating Global Trend”, CSIS.
– Figura 3g: Fragilestatesindex.org.
2.2. Ciclo económico y ciclo político en América Latina
Los retrocesos políticos observados en América Latina no sólo se enmarcan en tendencias globales similares, sino también tienen un marcado componente cíclico relacionado con el ciclo económico. El magro crecimiento de la última década exhibe una tasa de crecimiento promedio del PIB similar a la del anterior período de estancamiento entre 1999 y 2003 (Figura 4a). Un ciclo similar ocurre con el apoyo y la satisfacción con la democracia por los electores, con niveles ligeramente inferiores a los registrados durante el estancamiento de 1999-2003 (Figura 4b).
Este ciclo se observa también en los niveles de confianza en el sistema político (partidos, presidente, y gobierno) que han caído significativamente desde el pico del boom, para ubicarse en niveles similares a los del estancamiento económico anterior (Figura 4c). Y aunque el voto de castigo ha mostrado una tendencia a deteriorarse de manera estructural –un fenómeno de alto interés en sí mismo y que trasciende el ciclo económico (Figura 4d)–, el incremento en la fragmentación política y el deterioro de la gobernabilidad exhiben un comportamiento cíclico similar al económico y los niveles actuales de fragmentación y gobernabilidad son similares a los del estancamiento de 1999-2003 (Figuras 4e y 4f).
En resumen, la regresión política actual no sólo está relacionada con el ciclo económico sino también nos remite a los niveles de retroceso observados durante el estancamiento anterior al de la última década, del quinquenio 1999-2003. Esta evidencia permite concluir que más allá de ciertas impresiones se trata de un fenómeno circunstancial que habrá de revertirse cuando la economía de la región comience a andar.
Figura 4. El ciclo socioeconómico y político en América Latina, 2003-2013-2022
Fuentes:
– Figura 4a: World Economic Outlook, abril 2023, Fondo Monetario Internacional.
– Figura 4b: Latinobarómetro.
– Figura 4c: Latinobarómetro.
– Figura 4d: elaboración propia.
– Figura 4e: elaboración propia.
– Figura 4f: Worldwide Governance Indicators, Banco Mundial
2.3. Las credenciales democráticas de América Latina
A pesar del retroceso de los últimos años, América Latina sigue siendo la región emergente más democrática del mundo.
El 74% de los países lo son y el 90% de la población vive en ellos (Figura 5a). También es la región donde el porcentaje de países en los que prevalece el respeto a los derechos humanos es mayor comparado a otras regiones emergentes. También es elevado en términos absolutos: en un 84% de los países de la región se respetan los derechos humanos y si observamos el porcentaje de la población que vive en países donde prevalecen los derechos humanos, aumenta al 93%, el más elevado en las regiones emergentes (Figura 5b).
A pesar del retroceso cíclico de los últimos años, el apoyo a la democracia como sistema político es mayoritario respecto a otras alternativas. Un 67% responde que “la democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno” (Figura 4b) y en 16 de los 18 países donde se realiza la encuesta del Latinobarómetro, más del 50% de los encuestados responde de manera afirmativa (Figura 5c).
Si bien las propuestas políticas alternativas a las tradicionales que han emergido a izquierda y derecha del espectro político tienden a radicalizar la oferta política, esa radicalización no se mimetiza en el electorado.
La autopercepción ideológica de la ciudadanía se mantiene anclada en torno al centro, con el que se identifica un 68% de los electores (Figura 5d). Esto lleva pensar que el éxito electoral de los proyectos más radicales está más relacionado con su condición de antisistema que de radical. El triunfo de Boric en la elección chilena en 2020 y la posterior derrota en el plebiscito constitucional (que el gobierno apoyó) es un ejemplo elocuente.
Figura 5. La democracia en América Latina: una perspectiva comparada
Notas:
– Figura 5b: se han considerado aquellos países con una puntuación superior a 0,5 en una escala de 0 a 1, donde 1 implica el máximo respeto a los DDHH.
– Figura 5c: Los valores se distribuyen según una función Normal de media 0 y varianza 1.
Fuentes:
– Figura 5a: V-Dem Institute. Extraído de Our World in Data.
– Figura 5b: V-Dem Institute. Extraído de Our World in Data.
– Figura 5c: Latinobarómetro.
– Figura 5d: Latinobarómetro.
Conclusiones
A diferencia del relato predominante, la perspectiva alternativa de este análisis interpreta lo que ocurre en América Latina en el contexto de las tendencias globales. La evidencia así expuesta lo que muestra es que la dinámica latinoamericana es muy similar a la del resto de países emergentes o desarrollados; América Latina no es una excepción, ni mucho menos, en un contexto global.
Por otra parte, muchos de los retrocesos políticos observados en la región desde 2013 son de naturaleza cíclica más que estructural, sin que necesariamente tengan vocación de permanencia. Pese al retroceso de los últimos años, el apoyo a la democracia como régimen político es mayoritario respecto a otras alternativas. Un 67% cree que “la democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno”. En 16 de los 18 países que mide el Latinobarómetro, más del 50% responde afirmativamente la pregunta. Y aunque las propuestas políticas alternativas a las tradicionales, a izquierda y derecha, radicalizan la oferta política, tal radicalización no se observa en la autopercepción ideológica ciudadana, que se mantiene en el centro: un 68% del electorado se autodefine como de centro, centroizquierda o centroderecha.
Estos cuatro elementos (la naturaleza global y cíclica de los retrocesos políticos, la prevalencia de la democracia, un núcleo duro y mayoritario de apoyo a la democracia, y un núcleo duro y mayoritario de votantes autoidentificados con el centro) sugieren que los retrocesos de los últimos años podrían revertirse al compás de los cambios en el contexto global y cuando la economía de la región se recupere.
En primer lugar, porque se va reconfigurando un contexto global en el que, después de la invasión rusa de Ucrania, los autoritarismos empiezan a perder lustre y a fortalecerse las democracias occidentales.
En segundo lugar, no se puede excluir la posibilidad de que América Latina entre en una fase expansiva en los próximos años. En los últimos 50 años, tasas de crecimiento superiores al 3% anual sólo se observaron en períodos en donde se conjugaron uno de los dos factores o ambos a la vez: elevados precios de las materias primas y fuertes afluencias de capital. Desde la invasión de Ucrania, los precios de algunos commodities han experimentado aumentos significativos alcanzando, en algunos casos, niveles no vistos desde 2014. Cuando la inflación comenzó a ceder en EEUU, y pese a las turbulencias financieras desatadas a raíz de la caída del Silicon Valley Bank (SVB), las entradas de capital en América Latina se han recuperado, aunque es cierto que los tipos de interés internacionales se prevé que sigan elevados.
Tampoco se puede excluir que el nuevo escenario geopolítico configurado tras la invasión de Ucrania potencie la riqueza del continente (tierras fértiles, sol, viento y agua, y la capacidad de producir energía limpia, abundante y barata) y permita a los países de la región dar un salto cualitativo en la sofisticación y complejidad de su matriz productiva, para crecer sostenidamente a un ritmo más elevado y emanciparse de la dependencia externa como el único motor de crecimiento.
Para aprovechar esta oportunidad, como ocurre siempre en situaciones que plantean desafíos complejos, se requerirá una gran dosis de liderazgo político, democrático, internacionalista, pragmático e inteligente.
Más allá del ruido y de las excepciones que confirman la regla, no escasean en América Latina líderes de estas características, a ambos lados del espectro político.
[1] Este análisis forma parte del Informe Elcano 32 “¿Por qué importa América Latina?”, publicado el 5 de julio de 2023.
[2] Siguiendo la metodología de Izquierdo y Talvi (2007), el análisis se realiza desde una perspectiva regional. “La región”, tal y como nos referimos a América Latina en este análisis, resulta ser una abstracción útil por dos razones. Primero, porque pone el foco sobre las tendencias y patrones comunes que se pierden fácilmente cuando se realiza el análisis desde la perspectiva de un país individual. Claramente, el desempeño económico y sociopolítico de los países latinoamericanos tiene lo suficiente en común para que tal abstracción tenga sentido. Segundo, aunque no todos los países se ajusten perfectamente al patrón regional en todas las dimensiones, sea por similitud o por contraste, esta abstracción sirve como un punto de referencia para evaluar y analizar el comportamiento de los países individuales.