Tema: Tanto al-Qaeda como las extensiones locales o regionales controladas por los dirigentes de esa estructura terrorista suponen en la actualidad una amenaza para los ciudadanos e intereses europeos.
Resumen: Al-Qaeda sigue existiendo como estructura terrorista diferenciada de otros actores colectivos que integran las redes del movimiento de la yihad neosalafista global y continúa suponiendo una amenaza real para las sociedades europeas. Esta amenaza puede ser indirecta o directa. Es particularmente grave en el caso del Reino Unido, aunque en modo alguno insignificante para otros países de la Unión Europea. Al-Qaeda sigue intentando perpetrar un gran atentado terrorista, quizá catastrófico, incluso no convencional, en Europa. Más probables son otros incidentes menos espectaculares, aunque siempre letales, que al-Qaeda instigue o sólo facilite. A corto y medio plazo, será muy difícil que las agencias estatales de seguridad consigan anticiparse con éxito a todos los que han sido y serán planificados teniendo a ciudadanos e intereses europeos como blanco.
Análisis: Al-Qaeda, es decir, tanto el conjunto de individuos articulados bajo el liderazgo carismático de Osama bin Laden y la dirección estratégica de Ayman al Zawahiri a partir de los años noventa como, una vez descentralizada dicha estructura terrorista, las extensiones locales o regionales controladas por ambos dirigentes, han intervenido directamente en una parte sustanciosa de los centenares si no ya miles de atentados perpetrados desde hace más de dos décadas por el conjunto de actores individuales y colectivos integrados en el movimiento de la yihad neosalafista global. Más concretamente, apenas ha facilitado o perpetrado unos pocos de los incidentes de terrorismo yihadista ejecutados en la Unión Europea o contra ciudadanos e intereses de los países que la componen pero fuera del territorio comunitario.
Indirectamente, sin embargo, al-Qaeda ha instigado con frecuencia la ejecución de atentados contra blancos de adscripción europea a cargo de sus grupos y organizaciones asociadas o de células independientes pero cuyas actividades se inspiran en las ideas y el repertorio de violencia que propugnan los principales adalides del terrorismo internacional. Sobre todo ello existe evidencia pasada e indicadores recientes, en base a los cuales es posible afirmar que al-Qaeda sigue suponiendo una seria amenaza para las instituciones y poblaciones que habitan en el espacio de la Unión Europea. El directorio de aquella, sus allegados inmediatos y los activistas más estrechamente relacionados con ellos siguen empeñados en perpetrar algún atentado espectacular en suelo europeo, que podría incluso tratarse de un acto de terrorismo no convencional, mientras incentivan o facilitan las actividades terroristas de otros grupos y organizaciones relacionadas con el movimiento de la yihad neosalafista global en el espacio comunitario.
Algunos antecedentes
El primero de los episodios terroristas en Europa occidental que permitieron constatar la implicación de al-Qaeda tuvo lugar el 25 de julio de 1995. Ese día, la deflagración de un artefacto explosivo colocado en una concurrida estación subterránea de trenes regionales de París ocasionó la muerte a ocho personas y heridas a cerca de ochenta. Entre agosto y octubre de ese mismo año se produjeron varios incidentes más en la misma área metropolitana, aunque de menor intensidad, además de otro en la ciudad de Lyon. Sus autores eran miembros del Grupo Islámico Armado (GIA), procedente de Argelia, así como simpatizantes del mismo en el caso de alguna réplica tardía. Ahora bien, dicha organización, surgida en el contexto de la insurgencia islamista dentro del país norteafricano, se encontraba ya bajo el influjo de al-Qaeda, que contribuyó expresamente a la financiación de esa campaña de atentados en territorio francés.
Casi nueve años después, el 11 de marzo de 2004, en Madrid, diez bombas colocadas a primeras horas de la mañana en cuatro trenes de cercanías que circulaban con destino a una estación ferroviaria del centro de la ciudad estallaron de manera sincronizada, con el resultado de 191 muertos y algo más de 1.500 heridos. Su autoría fue reclamada en nombre del comité militar de al-Qaeda, aunque en su preparación y realización intervinieron individuos relacionados con, entre otros, el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM). Si bien España podía considerarse blanco genérico de este nuevo terrorismo internacional desde mediados de los noventa y específico desde finales de 2001, no fue hasta octubre de 2003 cuando Osama bin Laden mencionó por primera vez a nuestro país, señalizándolo así como blanco declarado de la yihad neosalafista global.
El 7 de julio de 2005, apenas iniciado el día, tres terroristas suicidas hicieron estallar casi al mismo tiempo los explosivos que portaban en distintos puntos del metro de Londres y un cuarto se inmoló cruentamente en un autobús urbano, casi una hora después. El número de víctimas mortales ascendió a 52. En un primer momento, la organización secreta de al-Qaeda en Europa se hizo responsable de los hechos. Ayman al Zawahiri no sólo asumió esa autoría en un mensaje grabado en vídeo y difundido dos meses después sino que, transcurrido un año, a través de Internet, reveló que dos de los cuatro jóvenes británicos descendientes de inmigrantes paquistaníes que eligieron la capital inglesa para lo que entendían era una operación de martirio, habían estado en un campo de adiestramiento de al-Qaeda en Pakistán, donde fueron preparados para llevar a cabo un acto como el que finalmente ejecutaron.
Pero ciudadanos e intereses europeos han sido afectados por el terrorismo de al-Qaeda también en otras regiones del mundo, en ocasiones como blancos preferentes y en otras circunstantes. En abril de 2002, por ejemplo, el Ejército de Liberación de los Santos Lugares, denominación que en realidad encubría a una partida de al-Qaeda, se atribuyó la muerte, entre otros fallecidos, de catorce viajeros alemanes que se encontraban en la isla tunecina de Yerba. Ese mismo año, un petrolero francés sufrió otro atentado de al-Qaeda a escasa distancia de las costas de Yemen, ejemplo entre tantos otros de los devastadores efectos que tiene una actividad terrorista estructuralmente descentralizada pero financiada y facilitada desde el núcleo central de al-Qaeda, sujeta eso sí a improvisaciones que con cierta asiduidad hacen fracasar los planes. En los últimos años la propia al-Qaeda o alguna de sus extensiones regionales bajo el control de los dirigentes de aquella han perpetrado y perpetran atentados contra blancos europeos en el contexto de los conflictos de Afganistán e Irak.
Además, numerosos incidentes de consecuencias potencialmente muy graves, relacionados siempre con al-Qaeda, han sido desbaratados a tiempo por distintas agencias estatales de seguridad europeas, tanto en sus respectivos países como fuera de ellos pero contra blancos de las mismas nacionalidades. Incluso antes del 11 de septiembre se consiguió evitar matanzas como la que una serie de individuos ligados a aquella estructura terrorista habían previsto para las navidades de 2000 en Estrasburgo. También pudo prevenirse –entre un número significativo de otros atentados desbaratados a tiempo por la policía y los servicios de inteligencia europeos, a menudo en colaboración con otros de terceros países– el que iba a ser perpetrado contra la embajada de EEUU en París en otoño de 2001. Al-Qaeda había proporcionado adestramiento, financiación y cobertura logística a los magrebíes integrantes de la célula que tenía encomendada la operación.
Al poco tiempo, en diciembre de 2001, un británico de entonces veintiocho años que se había convertido en musulmán, de nombre Richard Reid, intentó sin éxito destruir el avión de una compañía estadounidense que había despegado de París y se dirigía a Miami, mediante la detonación de una sustancia explosiva oculta en sus zapatos. No se trataba de un terrorista individual. Pertenecía a al-Qaeda y fue enviado a esa misión suicida por quien en aquellos momentos era máximo responsable de su comité militar, Khaled Shaikh Mohammed. Este último, junto al yemení Ramzi Bin al Shibh, ambos implicados en los atentados del 11 de septiembre, elaboraron después un sofisticado plan para perpetrar un atentado en el aeropuerto londinense de Heathrow, que trataron de completar otros destacados miembros de al-Qaeda cuando aquellos dos fueron finalmente detenidos por las autoridades paquistaníes.
Señalización de blancos
En una medida nada desdeñable, la amenaza que el terrorismo internacional supone en la actualidad para las instituciones y los habitantes de la Unión Europea continúa procediendo directamente de al-Qaeda, aunque en conjunto sea posiblemente mayor la que emana de sus grupos y organizaciones afiliadas. Por una parte, eso se deduce de los comunicados que Osama bin Laden ha hecho públicos desde mediados de los años noventa y de las numerosas proclamas emitidas asimismo por Ayman al Zawahiri. Estos mensajes contienen una amenaza genérica al conjunto de las sociedades europeas en tanto que corresponden al mundo occidental y debido a que sus gobernantes son presentados por los adalides de la yihad global como aliados de EEUU. Pero con frecuencia se torna específica para una serie de países europeos y declarada para aquellos expresamente mencionados como blancos.
A lo largo de 2006 hay numerosos ejemplos que ilustran tanto aquella amenaza genérica sobre el conjunto de las sociedades europeas como la que afecta más concretamente a los intereses y ciudadanos de determinadas naciones, dentro y fuera de sus respectivas jurisdicciones estatales. Ayman al Zawahiri reiteró en marzo del pasado año, a través de una grabación sonora divulgada en Internet, su habitual llamada a los musulmanes para, decía en esa ocasión, “atacar a Occidente como en Nueva York, Madrid y Londres”. En junio, esta vez mediante un vídeo accesible desde una conocida página web de orientación islamista radical, urgía a los musulmanes de Afganistán a combatir la presencia de tropas extranjeras en su país, entre las cuales hay, como es sabido, contingentes europeos y en concreto de España.
A finales de julio, mediante otro vídeo hecho público por un canal qatarí de televisión, al-Yasira, el mismo Ayman al Zawahiri insistía de nuevo en su hostilidad hacia la “civilización occidental y su líder América”, añadiendo esta vez que entre los territorios que fueron musulmanes y es preciso “liberar” recurriendo a la “yihad” se incluye “al-Andalus”, lo que debe ser entendido como una amenaza específica sobre España y, aunque no suele hablarse demasiado de ello, también sobre Portugal. En este último país se ha producido ya alguna tentativa de atentado por parte de individuos relacionados con las redes globales del terrorismo yihadista, cuando no posiblemente con otros cercanos al núcleo decisorio de al-Qaeda. En septiembre, de nuevo a través de una grabación en vídeo, el estratega del terrorismo global mencionó expresamente a Francia y, en conjunto, a los países que apoyaron la Resolución 1701 de Naciones Unidas sobre Líbano, donde hay soldados de varios países europeos desplegados bajo el mandato de dicho organismo internacional, entre ellos españoles.
Ya en el mes diciembre, asimismo del pasado año, al-Yasira volvió a difundir extractos de otro mensaje del mismo Ayman al Zawahiri, en el cual explicita por enésima ocasión que los objetivos de la yihad global en curso son, por una parte, recuperar las tierras que históricamente fueron musulmanas y, por otra, la formación de un califato islámico de acuerdo con la sharía o ley islámica, se supone que en la versión rigorista que es propia del salafismo yihadí. Además, acusaba vehementemente a Naciones Unidas de legitimar con su Carta la ocupación de lo que considera territorios históricamente musulmanes por parte de Gobiernos no musulmanes y de obligar a que los países que pertenecen a dicho organismo internacional reconozcan y acepten, entre otras, “la ocupación española de Ceuta y Melilla”. Una vez más se menciona a España.
Estas y otras proclamas, como las que han hecho referencia a las caricaturas de Mahoma en el caso de Dinamarca, pueden desde luego estimular la realización de atentados en países europeos, o contra personas e intereses de sus correspondientes nacionalidades pero fuera de los mismos, por parte de grupos y organizaciones relacionadas con al-Qaeda o de células independientes que se inspiran en sus mismos fines y procedimientos. En este sentido, los dirigentes de aquella estarían actuando como instigadores de actividades terroristas contra instituciones y poblaciones europeas por parte de unos u otros actores de la yihad neosalafista global. En primer lugar, al demarcar al conjunto de la sociedad europea como constitutiva del mundo occidental, el cual es presentado como enemigo de la nación islámica por los adalides de al-Qaeda; en segundo lugar, al mencionar una serie de países concretos, en función de su pasado histórico, de avatares recientes o de que hayan enviado tropas a determinadas zonas de conflicto como Afganistán, Irak o Líbano. En una evaluación de amenaza terrorista esto equivale a la señalización de blancos.
Implicación operativa
La amenaza que continúa suponiendo al-Qaeda para instituciones y sociedades europeas es no sólo indirecta sino directa. Esto es, referida a la intervención de sus propios líderes y miembros en la planificación, el “facilitamiento” o la ejecución de atentados contra blancos localizados en ese ámbito geopolítico o estrechamente asociados al mismo pero más allá de su frontera exterior. Así ocurría incluso antes del 11 de septiembre y así ha continuado siendo desde entonces, como ha quedado acreditado en algunos de los incidentes ocurridos desde aquella fecha a los que ya he aludido antes. Este pasado año, es muy posible que los dirigentes de al-Qaeda estuviesen implicados en los planes para destruir simultáneamente, mediante el uso de explosivos líquidos introducidos en pequeños recipientes disimulados en el equipaje de cabina, varias aeronaves comerciales estadounidenses en vuelo desde Londres hacia diversas ciudades norteamericanas, que fueron descubiertos y desbaratados por las agencias británicas de seguridad en agosto de 2006.
Al-Qaeda, según todos los indicios, sigue intentando perpetrar un gran atentado terrorista, quizá catastrófico e incluso no convencional, en Europa. Como igualmente ha tratado y trata de volver a hacerlo en Norteamérica. Muchos dicen que ya no se trata de una organización sino de un movimiento o de una ideología, pero lo cierto es que, pese a haber sido privada del santuario afgano y debilitada progresivamente durante los últimos cinco años, al-Qaeda continúa existiendo, se encuentra asentada en una zona del territorio tribal paquistaní adyacente con la frontera afgana y sustraída de cualquier autoridad estatal efectiva, ha reorganizado buena parte de su base operativa tanto en esa zona como ya también en una provincia de Irak, dispone de miles de activistas propios y está implicada en actividades terroristas tanto en su inmediato entorno surasiático como en otros ámbitos geopolíticos donde operan extensiones regionales o ha diseminado elementos destacados que a menudo actúan como emprendedores o intermediarios. Cabe discutir, eso sí, acerca del grado de control que desde el centro decisorio de al-Qaeda se ejerce en la práctica sobre los planes para cometer actos de terrorismo lejos de su escenario más cercano, incluyendo Europa.
Es posible que las dificultades que al-Qaeda encuentra actualmente para perpetrar directamente atentados en la Unión Europea, más allá de su aprobación o planeamiento, expliquen una eventual colaboración con entidades locales o regionales asociadas que tienen infraestructura y activistas en ese territorio, como el ya plenamente alineado Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) o el más difuso Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), además de otras redes norteafricanas y asiáticas susceptibles de movilización. Sin que ello signifique que la matriz de referencia del terrorismo global carezca de alguna presencia en Europa a través quizá de una trama de intermediarios o enlaces que actúen como emprendedores a la hora de llevar a cabo operaciones concretas. Al-Qaeda se ha descentralizado desde finales de 2001 pero hay indicaciones que sugieren también una regionalización, por lo que no puede descartarse que esto suceda también en Europa. Uno de los mensajes fidedignos en que se reclamaba la autoría de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres habla expresamente de una Organización de al-Qaeda para la Yihad en Europa.
En Europa occidental, la amenaza que procede de al-Qaeda adquiere especial relevancia en el caso del Reino Unido, donde un preocupante número de individuos y redes yihadistas existentes dentro del país mantienen estrechos ligámenes con el núcleo decisorio de aquella estructura terrorista en el sur de Asia, concretamente en Pakistán. Incluso la directora general del servicio de inteligencia británico que conocemos como MI-5, Dame Eliza Manningham-Buller, reveló ante un pequeño grupo de académicos reunidos en Londres el pasado mes de noviembre que a su agencia le constaban al menos 30 conspiraciones para cometer atentados en territorio británico y que lo más grave de esa amenaza proviene de, textualmente, “resilient networks, some directed from al-Qaeda in Pakistan, some more loosely inspired by it, planning attacks including mass casuality suicide attacks in the United Kingdom”.
Ahora bien, el hecho de que al-Qaeda carezca de similares capacidades de penetración en otros países europeos no reduce el nivel de la amenaza en su conjunto. Un diario de Lahore que se considera fiable y bien informado publicó en diciembre de 2006 un reportaje sobre británicos musulmanes y otros europeos, posiblemente conversos radicalizados, que han sido entrenados durante un año en un campo secreto de al-Qaeda cerca de la frontera afgana. El tipo más verosímil de incidentes terroristas en cuya planificación o ejecución intervenga de algún modo al-Qaeda que pueden ocurrir en algún país europeo a corto y medio plazo incluye un rango que previsiblemente oscila entre los atentados múltiples contra blancos más bien desprotegidos, mediante artefactos explosivos que no requieren una preparación excesivamente prolongada y complicada pero ocasionen un importante número de víctimas mortales, hasta los de carácter no convencional que incorporarían elementos radioactivos o químicos, sin olvidar los muy espectaculares y hasta catastróficos contra blancos que disponen de estrechas medidas de seguridad pero están dotados de una gran relevancia simbólica.
Al-Qaeda continuará tratando de hacerse con elementos químicos o radiológicos y el riesgo de que sean utilizados en atentados terroristas dentro de la Unión Europea no es insignificante y se incrementa. Recientemente, los servicios secretos italianos elaboraron un informe reservado sobre los escenarios operativos de la amenaza que plantea el terrorismo global, en el que no se descartan ni que al-Qaeda cometa un atentado en alguna ciudad mediante una bomba atómica de diez kilotones ni la hipótesis de un atentado con elementos químicos. Ahora bien, es más probable que los blancos del próximo atentado que tenga lugar en territorio comunitario sean de nuevo la aviación comercial o los transportes públicos, sin olvidar las infraestructuras críticas, los lugares donde se producen grandes aglomeraciones y los edificios públicos. También recientemente se ha sabido, gracias a la colaboración entre servicios de inteligencia europeos y norteamericanos, que en Pakistán, es decir, previsiblemente en conexión con al-Qaeda, se han elaborado planes para perpetrar un atentado espectacular y altamente letal contra el túnel que discurre bajo el Canal de la Mancha.
Conclusión: Al-Qaeda, en tanto que núcleo fundacional y referencia permanente para el movimiento de la yihad neosalafista global en su conjunto, continúa suponiendo una amenaza para las sociedades europeas. Esta amenaza terrorista es en unas ocasiones indirecta y, en otras, directa, pero siempre real. Al-Qaeda puede inducir la comisión de atentados contra instituciones y ciudadanos europeos por parte de otros actores individuales o colectivos que practican el terrorismo yihadista, como ha venido haciendo. Ahora bien, es de igual modo posible que se implique operativamente en la ejecución de una acción terrorista de gran envergadura, cosa que también parece haber ocurrido. Cabe también que al-Qaeda colabore con otros componentes locales o regionales de sus mismas redes del terrorismo global para planificar y perpetrar un determinado incidente o una campaña de atentados terroristas en la Unión Europea.
Empero, la amenaza de al-Qaeda no afecta por igual a los distintos países europeos. Como tampoco es uniforme la amenaza que plantean ni los grupos y organizaciones asociados con dicha estructura terrorista ni las células independientes que están inspiradas por su ideología. En la actualidad, el terrorismo relacionado directamente con al-Qaeda es más preocupante en el Reino Unido que en ningún otro país comunitario, sin que la amenaza que esa estructura terrorista supone por sí misma para el conjunto de la Unión Europea sea ni mucho insignificante. El estilo de atentado más verosímil si la propia al-Qaeda se implica en su realización correspondería a un acto de terrorismo altamente cruento y hasta catastrófico, quizá incluso no convencional. Eventualmente, dirigido contra blancos de relevancia simbólica pese a estar dotados con amplios dispositivos de seguridad. Su probabilidad, con todo, es aún más baja que la estimada para otro tipo de incidentes en los que esa estructura terrorista o alguna de sus extensiones regionales en áreas geopolíticas próximas intervengan como facilitadoras, que entonces cabe imaginar también considerablemente letales pero contra blancos mucho menos protegidos que otros. Será difícil evitar que uno u otro de esos posibles sucesos lleguen a conmocionar seriamente a las europeas y los europeos en un próximo futuro, pese a los esfuerzos preventivos que desarrollan los cuerpos policiales y los servicios de inteligencia.
Fernando Reinares
Investigador principal de Terrorismo Internacional, Real Instituto Elcano, y Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos