Tema: Las elecciones legislativas portuguesas han dado lugar a una coalición de centro-derecha, la cuarta en los últimos 30 años, que no sólo deberá gestionar la crisis económica sino también dejar de lado sus diferencias en beneficio de la estabilidad del país.
Resumen: La crisis económica y el desgaste de seis años de gobierno han terminado con el ejecutivo socialista de José Sócrates. El nuevo primer ministro del PSD, Pedro Passos Coelho, procede del mundo empresarial y está dispuesto a aplicar drásticos ajustes para recuperar la confianza de los mercados, pero tendrá que entenderse con los democristianos del CDS, encabezados por Paulo Portas, que no comparten las recetas neoliberales de Passos. Además, la crisis ha puesto de relieve la necesidad de poner en marcha reformas constitucionales, por lo que ambos partidos tendrán que buscar el necesario consenso con los socialistas.
Análisis: El Partido Socialdemócrata (PSD), de centro derecha, ha logrado uno de sus mejores resultados el 5 de junio de 2011 en las elecciones legislativas para cubrir 230 escaños en la Asamblea de la República, pero sus 105 diputados le sitúan a 11 de la mayoría absoluta. Por el contrario, el Partido Socialista (PS) ha sufrido una estrepitosa derrota que ha reducido su presencia parlamentaria a 73 escaños, lo que supone el peor resultado de los socialistas en dos décadas. Con todo, la tercera fuerza política, imprescindible para formar el futuro gobierno, es el Centro Democrático Social (CDS-PP), partido de inspiración democristiana, que obtuvo 24 diputados. Por último, la Coalición Democrática Unida (CDU), coalición de comunistas y verdes, llegó a los 16 escaños, seguida por los ocho diputados del Bloco de Esquerda (BE).
Al nuevo gobierno le corresponderá la costosa tarea de poner en marcha las drásticas medidas exigidas por el FMI, el BCE y la CE en el pasado mes de mayo, como contrapartida a un plan de rescate de 78.000 millones de euros que persigue reducir el déficit (9,3% del PIB en 2010) y la deuda portuguesa. La consolidación presupuestaria pasa, entre otros aspectos, por una reforma de la sanidad, la flexibilización del mercado de trabajo (congelación del salario mínimo en 485 euros), la reducción de la remuneración de las horas extraordinarias, los recortes en las cantidades percibidas y en la duración del subsidio de desempleo, un programa de privatizaciones en los sectores de la energía y los transportes, nuevos incrementos del IVA, aumentos de los impuestos sobre salarios y pensiones superiores a 1500 euros… Este inevitable programa de austeridad ha llevado a asegurar a algunos analistas que el futuro gobierno será dirigido desde Bruselas, pero no estaremos ante un mero gobierno de gestión. De hecho, el nuevo primer ministro, Pedro Passos Coelho, se ha mostrado dispuesto a ir más allá del programa de austeridad acordado con las instituciones internacionales, pues su primera prioridad será recuperar la confianza de los mercados.
Será otro gobierno característico de ese bipartidismo imperfecto entre el PS y el PSD, que caracteriza a la democracia portuguesa, donde no han sido frecuentes las mayorías absolutas de una sola formación. No gobernarán tecnócratas, por mucho que el discurso imperante sea el de las medidas adecuadas para superar la crisis, sino políticos con mayor o menor experiencia, pero plenamente inmersos en el complejo entramado del sistema partidario portugués. De ahí que nuestro análisis asuma un enfoque centrado en la trayectoria de los partidos y en las personalidades de sus líderes.
José Sócrates, un verdadero animal político
El ciclo político del hasta ahora jefe de gobierno, José Sócrates, parece haber tocado a su fin, pues ha expresado su deseo de volver a ser militante de base, aunque la historia de la actual República Portuguesa también nos enseña que la mayoría de los ex primeros ministros terminan por aspirar al retiro dorado de la presidencia de la república, sobre todo si el inquilino de turno del palacio de Belem ha completado dos mandatos consecutivos y el nuevo aspirante cuenta con los apoyos explícitos de su partido. En cualquier caso, cuesta creer que Sócrates se haya despedido definitivamente de la política.
En febrero de 2005 el dirigente socialista supo aprovechar la oportunidad brindada por las querellas internas del PSD derivadas de la marcha a Bruselas de José Manuel Durão Barroso en 2004. Su rápida sustitución en la jefatura del gobierno por Pedro Santana Lopes, visto por la opinión pública como una especie de Berlusconi portugués, fue otra confirmación de que las crisis partidarias que se cierran en falso, terminan por pasar una inevitable factura. El poder y la influencia de Santana en los medios de comunicación favorecieron su percepción como un político ambicioso y relacionado con tramas oscuras, lo que le convirtió en un adversario fácil de batir por José Sócrates en los comicios. En el triunfo de Sócrates influyó su perfil de tecnócrata y de gestor de un Estado del bienestar que aún no presentaba los alarmantes síntomas de la crisis actual, pese a que la ampliación en ciernes de la UE anunciaba progresivos recortes en los fondos europeos, que tanto habían contribuido a la modernización de Portugal. Es cierto que los indicadores demográficos, sociales y económicos del país a lo largo de la pasada década resultaban cada vez más inquietantes, pero todavía no se habían extinguido las ilusiones europeas, alimentadas de paso por la llegada de un portugués a la presidencia de la Comisión Europea.
Por lo demás, hace seis años Sócrates conocía el estado de gracia, derivado de haberse convertido en secretario general del PS. Representaba otra generación, más admiradora de los socialismos nórdicos que de los latinos, frente a un veterano del 25 de abril como el poeta Manuel Alegre, incombustible en sus eternas aspiraciones presidenciales, o frente a João Soares, inseparablemente asociado a la figura de su padre, el fundador del partido. También contaba la experiencia y visibilidad de Sócrates en el Ministerio de Medio Ambiente durante el gobierno de Antonio Guterres, que le dieron la imagen de un socialista atento a las preocupaciones por el desarrollo sostenible y las energías limpias. Y a esto habría que añadir su perfecta sintonía con esas políticas posmodernas, propias de lo que ha venido en denominarse “socialismo libertario” de defensa de los “estilos de vida” y de las ampliaciones de derechos, concretadas durante su mandato en la ampliación de la ley del aborto y la legalización del matrimonio homosexual.
José Sócrates ha demostrado ser un verdadero animal político capaz de reinventarse a sí mismo cuando todo parecía perdido. Logró en 2005 la primera mayoría absoluta del PS, con 119 diputados, y aunque no la revalidó en septiembre de 2009 al obtener sólo 97 escaños, en la reciente campaña electoral no se mostró a la defensiva aunque su argumento más utilizado fuera que el PSD y el CDS eran los responsables de unas elecciones anticipadas por sus intereses partidistas de no querer apoyar el cuarto plan de austeridad del gobierno socialista con recortes sustanciales en pensiones, sanidad y beneficios fiscales. Sin embargo, la austeridad preconizada por Sócrates no fue incompatible con su estrategia de presentarse como el principal defensor del Estado del bienestar, amenazado por la implacable política neoliberal que pondrían en práctica los conservadores. El ex primer ministro fundía en su mensaje electoral el Estado del bienestar, Portugal y el socialismo. Sólo los socialistas representarían la igualdad de oportunidades y, aunque más mitigadas que en otras ocasiones, aparecieron en campaña las apelaciones a los orígenes del régimen democrático surgido el 25 de abril de 1974, cuando el PS habría salvado a la revolución de su deriva izquierdista, y en los años posteriores habría sido elemento de moderación frente a otra deriva: la del cavaquismo neoliberal.
Debilidades de la campaña socialista y perspectivas del partido en la oposición
Sócrates pedía el voto útil frente a los conservadores, enemigos por definición del Estado del bienestar, y frente a los extremistas de izquierda que sólo saben agitar a las masas en la calle sin aportar soluciones. Pero la inquietud socialista por el resultado del 5 de junio era demasiado evidente, porque llegaron a apelar a los votantes veteranos del PDS recordando los tiempos en que esta formación se llamaba Partido Popular Democrático (PPD). Así lo hizo Antonio José Seguro, cabeza de lista por Braga, y uno de los favoritos a suceder a Sócrates como secretario general del PS. Faltó poco para que Seguro llamara directamente al recuerdo de Francisco Sá Carneiro, el fundador del partido, cuyos postulados tendrían una dimensión más social que la representada después por Cavaco Silva y actualmente por Passos Coelho, que procede del mundo empresarial. La campaña socialista no desdeñó incluso captar sufragios de formaciones situadas a su izquierda, pero tampoco quiso halagarlas al reprocharles ásperamente que sus votos sólo servían para favorecer mayorías absolutas de la derecha, contra las que lucharían con movilizaciones callejeras al tiempo que se presentarían como guardianes de la ortodoxia izquierdista.
Se ha afirmado que las pasadas elecciones han supuesto el extremo del desencanto de los portugueses con los políticos hasta el punto de que la abstención alcanzó un 41%. Sin embargo, tampoco el programa electoral socialista era demasiado atractivo. No parecía tener el perfil ambicioso, y acaso desmesurado, que presentaba el programa del PSD. Se complacía en logros de gobierno y no faltaban las inevitables referencias a uso de energías renovables, rehabilitación urbanística, extensión de la red a todo el territorio nacional, simplificación y modernización de la administración… No contenía muchas propuestas novedosas y se le podía reprochar cierta falta de concreción.
En cualquier caso, el PS está ahora en la oposición y cabe preguntarse sobre su estrategia inmediata. Puede buscar la confrontación con el gobierno, al hilo de las futuras medidas de austeridad, pero no le conviene ponerse del lado de una oposición izquierdista, a la que sólo le queda el recurso de tomar la calle. Tendría un elevado coste para el PS ser asimilado a un partido populista y antiliberal. Una figura histórica como Mario Soares puede permitirse el lujo de criticar en sus artículos la globalización y reprochar a los socialismos occidentales sus connivencias con el neoliberalismo, mas ese tipo de discurso está descartado en los dirigentes del socialismo portugués. Éstos tendrán que incidir en la cultura de compromiso, pues el futuro puede traer una reforma constitucional, aunque aún no se perfile un consenso sobre su alcance, lo que llevará a buscar acuerdos con el PSD y el CDS. Por otra parte, los socialistas tendrán que esforzarse por convencer al electorado de que ellos harían mejor la gestión de la crisis que el gabinete liderado por Passos, con lo que sus críticas insistirán, al igual que en la campaña electoral, en que los conservadores están socavando el Estado del bienestar.
Pedro Passos Coelho, un gestor decidido y seguro de sí mismo
Pedro Passos Coelho, el nuevo primer ministro, presenta dos facetas en su trayectoria vital que no son opuestas sino complementarias: una temprana vocación política, que le llevó a significarse como presidente de las juventudes del PSD entre 1990 y 1995, y un conocimiento del mundo empresarial derivado de su trabajo como consultor cuando abandonó temporalmente la vida pública. Como dirigente juvenil, no dudó en enfrentarse a la cúpula de su partido, en los últimos años de los gobiernos de Cavaco Silva, contra la subida de las tasas universitarias, pese a que él mismo no había completado sus estudios por estar dedicado a actividades políticas, entre las que destacaron sus ocho años como diputado en la Asamblea. De hecho, Passos Coelho cursó entre 1999 y 2003 sus estudios de Económicas, indispensable carta de presentación para su labor de gestor, consultor y administrador de diversas empresas. Con todo, su capacidad para la reflexión y su interés por el pensamiento estratégico le llevaron a plantearse a dar un nuevo salto a la política.
El momento elegido era oportuno, pues el PSD, apartado del poder, vivía inmerso en luchas internas por el control de la secretaría general. La Plataforma de Reflexión Estratégica, impulsada por Passos Coelho desde 2008, era una manera de introducir nuevas ideas en el debate partidario, pero en las elecciones internas para la secretaría del PSD, celebradas en ese mismo año, el economista retornado a la política perdió por poco más de 2000 votos de diferencia frente a Manuela Ferreiro Leite, una mujer que gozaba de la plena confianza de Cavaco Silva, personalidad tutelar en el partido durante casi tres décadas. Sólo la derrota de la candidata en las elecciones legislativas de 2009 abriría el camino definitivo a Passos Coelho, que en marzo de 2010 obtenía más del 61% de los votos en las elecciones internas. Ese mismo año llegaba a las librerías portuguesas su libro Mudar, en el que critica al Estado excesivamente intervencionista y regulador y recalca que no corresponde al Estado crear riqueza ni ser el motor del crecimiento económico. Pide un mayor protagonismo de la sociedad civil, pues lo contrario no hará más que alimentar el peso del Estado y del gasto público.
Passos Coelho sabe dar la imagen del político decidido que huye de las actitudes dubitativas y elige resueltamente el camino a seguir, lo que implica que también asume el riesgo de equivocarse. Esta seguridad en sí mismo recuerda un tanto a Cavaco Silva, cuando asumió la jefatura del gobierno en 1985, aunque el actual primer ministro da la impresión de ser menos apasionado. Es profundamente analítico y se expresa en ocasiones en un tono profesoral tratando de explicar con detalle a sus oyentes todas las complejidades de un tema. Su carácter organizado y disciplinado le sirve además para controlar sus emociones en público, tal y como pudo verse en el debate televisivo que le enfrentó al mucho más visceral Sócrates. Acaso pretenda transmitir al público que más que un político al uso, pues no pertenece a los veteranos del PSD ni gusta de las glorias pasadas, es el gestor que pretende poner orden en una empresa llamada Portugal.
El nuevo primer ministro no sólo tiene proyectos relacionados con la gestión de la crisis económica. Su recorte del gasto público llega también al número de políticos en activo, con la reducción de la Asamblea de 230 a 181 diputados, y también pretende limitar el número de consejeros en los gobiernos municipales. Teniendo en cuenta el dominio del PSD en las zonas rurales y en las grandes ciudades, a excepción de Lisboa, esta última limitación tiene alguna de posibilidad de llevarse a efecto con el cambio de la ley electoral municipal. Sin embargo, rebajar el número de diputados implica que la mayoría absoluta se reduciría a 91 escaños, lo que favorecerá mayorías de un solo partido, y esto contribuiría a afianzar el bipartidismo en Portugal, aunque este proyecto encontrará la drástica oposición de los partidarios minoritarios, tanto de la extrema izquierda como del CDS, socio minoritario en el gobierno de Passos Coelho. Tampoco encontrará un camino fácil la pretensión del PSD de aumentar los poderes presidenciales, que fueron recortados cuando Mario Soares ocupaba la presidencia en difícil cohabitación con la jefatura de gobierno de Cavaco Silva. Los veteranos de la clase política portuguesa desconfían de un presidente que tenga unos poderes similares a los de Ramalho Eanes en los años inmediatos a la Revolución de los Claveles. En definitiva, será más sencillo reducir el número de ministerios que llevar a cabo unas reformas que pasan por una profunda revisión de la Constitución.
Paulo Portas, un permanente espíritu crítico
Paulo Portas, presidente del CDS-PP, ha tenido una experiencia previa de gobernar con el PSD en los gobiernos de Durão Barroso y Santana Lopes (2002-2005). Aquel período como ministro de Defensa convirtió a Portas en titular involuntario de los medios con informaciones ligadas a supuestas actividades de enriquecimiento ilícito o de financiación ilegal del CDS, entre las que destacaron las relacionadas con la compra de dos submarinos a la marina alemana, y que actualmente están bajo investigación judicial. Sus adversarios han vuelto a esgrimir estas acusaciones en la campaña electoral, aunque esto no ha hecho mella en los electores, que han proporcionado al partido democristiano los mejores resultados de su historia.
Portas, un antiguo militante de las juventudes del PSD, sabe perfectamente que el ascenso de su partido no se debe a su ideología, marcadamente nacionalista, sino a su carisma personal. Ha ganado votos no por ser conservador sino porque hay muchos electores que lo sitúan a la izquierda del PSD en la cuestión social y están convencidos de que puede amortiguar aquellas iniciativas que resulten demasiado liberales. Se mueve con soltura entre los pequeños agricultores, los pescadores, los veteranos de las guerras africanas y los retornados de las colonias. Ha ido evolucionando con el transcurso de los años, pero sigue siendo muy directo al decir lo que piensa. El vitalismo elemental de Portas contrasta con la administración de las emociones que parece hacer Passos en su búsqueda de ser percibido como un político serio y responsable, pero a la vez cercano al pueblo. En cambio, Paulo Portas es un político de denuncia, tal y como demostró en sus años de redactor de O Independente, un semanario que lanzó violentas críticas contra el gobierno de Cavaco Silva, lo cual no sería obstáculo para que años después Portas apoyara la candidatura de Cavaco a la presidencia de la república.
El futuro de una alianza
Algunos analistas políticos comentaron que la victoria del centro-derecha supone la realización del viejo sueño del primer ministro Francisco Sá Carneiro, fundador del PSD y muerto prematuramente en un accidente aéreo no esclarecido en 1980. El objetivo político de Sá Carneiro era “un presidente, una mayoría y un gobierno”, aunque no pudo verlo realizado. La fuerte personalidad política del general Ramalho Eanes en la presidencia se lo impidió aunque pudo constituir una alianza con el CDS para formar gobierno. Nunca compartieron el poder un presidente procedente del PSD con un gobierno encabezado por esta formación política, pero ahora esta situación se está dando con Cavaco Silva en la jefatura del Estado. Sin embargo, no hay mayoría absoluta en el PSD, si bien Passos Coelho apelara a los electores para conseguirla en una campaña electoral en la que sus críticas se extendieron tanto hacia el PS como al CDS.
La incógnita es saber si la alianza entre el PSD y el CDS será duradera. Es la cuarta coalición en tres décadas, desde que la primera arrancara en 1979 bajo el nombre de Alianza Democrática. Tuvo una vida corta porque se frustró con la inesperada muerte de Sá Carneiro, pese a continuar con el gobierno posterior de Pinto Balsemão. Más limitada fue la existencia de la alianza en 1999, año en que Marcelo Rebelo de Sousa, líder del PSD, y Paulo Portas estuvieron enfrentados en las elecciones europeas. Mejores expectativas tuvo la formación de una tercera alianza en 2002, pues Portas entró en el gabinete de Durão Barroso, pero la marcha de éste a Bruselas abrió brecha en la coalición, que sobreviviría menos de un año durante el gobierno de Santana Lopes.
La permanencia de la coalición actual irá lógicamente ligada a la mejora en las perspectivas de la situación económica. Si el gobierno PSD-CDS aparece ante la opinión pública como un mero transmisor de las medidas de ajuste exigidas para el rescate financiero, su impopularidad irá en aumento aunque su mayoría parlamentaria le permitiera llegar a 2015. En cualquier caso, la coalición estaría en una situación frágil si empeora la situación económica. Los desacuerdos entre los socios se acentuarían, y si Portas y sus ministros se retiraran del gobierno, Passos Coelho tendría que gobernar en minoría, lo que no es viable para acabar la legislatura en la actual situación de crisis. Cuesta creer que unas elecciones anticipadas dieran la mayoría absoluta a los socialistas, y con una mayoría simple se podría revalidar el papel del árbitro del CDS, que en una campaña electoral habría tenido que marcar muchas distancias con el PSD, pero esto no sería una buena noticia para un Portugal necesitado de estabilidad política y bajo la mirada inquisitiva de los mercados y de las instituciones internacionales.
En consecuencia, Passos y Portas no deben manifestar excesivamente sus diferencias y poner el acento en todo aquello que pueda unirles. Está en juego no sólo el destino de sus respectivos partidos sino el de su propio país abocado a una de las peores crisis económicas de su historia.
Conclusión: Si el PSD y el CDS logran consensos importantes, por encima de sus intereses y diferencias ideológicas, el futuro de la cuarta coalición de centro-derecha será mucho más positivo que el de las anteriores. Es urgente, sin embargo, buscar acuerdos, por mínimos que estos puedan ser, para las reformas constitucionales, pues la crisis portuguesa no sólo tiene una dimensión económica sino también política y social.
Antonio R. Rubio Plo
Doctor en Derecho y analista de relaciones internacionales