Tema
En mayo próximo se celebrarán unas elecciones inscritas en el intenso ciclo electoral 2017/2019. Estos comicios presidenciales tienen rasgos exclusivamente panameños (el tradicional favoritismo opositor) junto a otros similares al resto de la región. El país acude a las urnas en medio de una alta desafección ciudadana hacia partidos y políticos, una campaña centrada en el mal funcionamiento de las administraciones públicas, en la inseguridad y en la corrupción y, sobre todo, en la desaceleración económica y sus consecuencias sociales.
Resumen
En 2019 Panamá cumple 30 años desde el regreso de la democracia y lo hace acudiendo a votar un nuevo presidente para el quinquenio 2019-2024. El próximo 5 de mayo 2,7 millones de votantes están llamados a elegir al presidente y vicepresidente, así como a los 71 diputados de la Asamblea Nacional, 20 del Parlamento Centroamericano (Parlacen) y 81 alcaldes. Siete candidatos aspiran a la presidencia, cuatro vinculados a partidos o coaliciones y tres de libre postulación (independientes). Panamá vuelve a caracterizarse electoralmente por la tendencia al cambio dentro de la continuidad. Cambio porque parte como favorito el opositor Laurentino Cortizo y continuidad debido a que en este país la victoria de los opositores es una constante histórica: el oficialismo no ha ganado nunca unas elecciones presidenciales desde 1989. Cortizo lleva una amplia ventaja en la mayoría de las encuestas, en una campaña que ha girado en torno a problemas como la corrupción, las consecuencias sociales de la desaceleración económica, la inseguridad o la desafección ciudadana. Los siete candidatos buscan atraer a un electorado que muestra deseos de cambio y renovación y demanda una administración pública capaz de diseñar políticas públicas más eficaces y transparentes.
Análisis
Introducción: características generales e históricas del sistema político-partidista panameño
La historia de Panamá, el país más joven de América Latina (nació como Estado en 1903 tras separarse de Colombia), puede dividirse en tres grandes etapas: el período liberal que evolucionó desde un sistema elitista a uno con mayor grado de participación ciudadana (1903-1968); la etapa del régimen autoritario (1968-1989); y el actual período democrático. Después de unos comienzos convulsos e inestables (1903-1931), en los que sobresalió la larga presidencia de Belisario Porras Barahona (1912-1924), desde los años 40 y hasta 1968 el país se dividió en partidarios y detractores de Arnulfo Arias. Arias alcanzó tres veces la presidencia de la República, aunque nunca concluyó ningún mandato. Así fue el inicio del arnulfismo, del cual el actual Partido Panameñista, PPa, es heredero.
El PPa es una de las dos fuerzas-movimientos que han articulado la vida política panameña. Entre 1968 y 1989 la hegemonía arnulfista fue desplazada por el torrijismo, primero liderado por el carismático general Omar Torrijos y luego controlado por el también general Manuel Antonio Noriega hasta que la intervención estadounidense de 1989 acabó con el régimen autoritario, dando paso al actual período democrático. El torrijismo (nacionalista, populista y caudillista como el arnulfismo, pero en su caso escorado a la izquierda) engendró en 1979 el otro gran movimiento: el Partido Revolucionario Democrático (PRD), utilizado por Noriega para dar cobertura política a la dictadura.
Desde las elecciones de 1989, una vez restaurada la democracia, el arnulfismo (PPa) y el torrijismo (PRD) fueron las fuerzas predominantes en un sistema político-partidista que posee dos características sobresalientes. La primera particularidad de la política panameña es su sistema de alianzas presidenciales, que ha provocado que desde 1989 ningún partido haya llegado en solitario al poder. Las grandes fuerzas predominantes (PPa, PRD y desde 2009 el emergente Cambio Democrático –CD–) siempre han necesitado de coaliciones con otros partidos más pequeños y minoritarios que les apoyaran y completaran para vencer en las elecciones.
La segunda es la falta de continuidad. Los diferentes oficialismos nunca han revalidado la confianza del electorado, que siempre fueron superados por la oposición en las elecciones presidenciales. Esta volatilidad también escondía una continuidad: torrijismo y arnulfismo se alternaron en el poder desde 1989. Sin embargo, la histórica alternancia PPa-PRD se rompió en 2009 cuando Ricardo Martinelli, del hasta entonces minoritario CD (derecha), ganó las elecciones, aunque aliado al panameñismo arnulfista. Se produjo entonces el mayor cambio de dinámica política desde el regreso de la democracia. Por primera vez no triunfó una alianza encabezada por el PPa o el PRD. En 2014 el arnulfismo recuperó la presidencia tras una traumática ruptura con Martinelli.
Figura 1. Presidentes de Panamá desde 1984
Presidente | Partido que encabezaba la coalición ganadora |
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Guillermo Endara (1989-1984) | PDC coaligado con parte del arnulfismo. La Alianza Democrática de Oposición Civilista (ADOC) reunía al Partido Liberal Auténtico (PLA) de Arnulfo Escalona Ríos, el PDC de Ricardo Arias Calderón y MOLIRENA de Guillermo Ford Boyd, los disidentes legitimistas del PPa y el pequeño Partido de Acción Popular (PAPA). |
Ernesto Pérez Balladares (1994-1999) | PRD. |
Mireya Moscoso (1999-2004) | Partido Arnulfista (este partido en 2005 volvió a llamarse Partido Panameñista, PPa, como en los tiempos de Arnulfo Arias). |
Martín Torrijos (2004-2009) | PRD. |
Ricardo Martinelli (2009-2014) | CD en coalición con el PPa (antiguo Arnulfista). |
Juan Carlos Varela (2014-2019) | PPa. |
Fuente: elaboración propia.
El sistema político-partidista panameño sigue caracterizándose tanto por la continuidad como por el cambio: la continuidad de los viejos ejes (arnulfismo y torrijismo, aunque con las siglas PPa y PRD) que, sin la presencia de los históricos liderazgos carismáticos, continúan siendo capaces de ganar elecciones; y el cambio debido a que estos dos partidos pugnan ahora no sólo entre sí sino con fuerzas emergentes con capacidad para desplazarles de su histórica posición predominante, tal y como ocurriera en 2009 con CD. Esta última fuerza, que en solitario obtuvo poco más del 5% de los votos en 2004, pasó, ya en coalición, a ganar las elecciones de 2009 y parece haberse consolidado como el principal rival del PPa (así ocurrió en 2014) o del PRD (como se prevé que suceda en 2019), transformando el histórico bipartidismo coalicional (PPa vs PRD) en un sistema que pivota en tres grandes coaliciones en torno al PRD, al PPa y, desde 2009, al CD.
Candidatos presidenciales
En estas elecciones presidenciales hay siete candidatos, la misma cifra que en 2014, una cantidad que casi dobla a los aspirantes de la mayoría de las elecciones celebradas desde 1994. Compiten el gobernante PPa, que aspira a la reelección con José Blandón de candidato. Enfrente tiene a los opositores Laurentino Cortizo (PRD), Rómulo Roux (CD) y Saúl Méndez (Frente Amplio por la Democracia –FAD–, izquierda), y a los independientes Ana Matilde Gómez, Ricardo Lombana y Marco Ameglio.
En Panamá no hay segunda vuelta y el candidato más votado se convierte en presidente electo con el único requisito de tener un voto más que el segundo. Aquellos con mayores opciones de triunfar se mueven en el centro político (centroderecha o centroizquierda) y las posibles alternativas anti-establishment, antisistema o con acusados rasgos populistas parten inicialmente con escasas opciones de victoria. Lo novedoso en esta ocasión es que el voto a candidatos independientes, tanto para la presidencia como para el legislativo, puede ser mucho mayor que en citas anteriores. De hecho, otra característica actual es la sobreabundancia de candidatos independientes no sólo para presidente sino también para la Asamblea Nacional, lo que evidencia el desgaste de los partidos ante la ciudadanía.
Tras dos derrotas consecutivas (2009 y 2014), el torrijista PRD intentará llegar al Palacio de las Garzas con Laurentino (“Nito”) Cortizo, de 66 años. Desde antes del arranque de la campaña lideraba las encuestas, como la de StratMark Consultores (elaborada para La Estrella de Panamá) que en diciembre le otorgaba un 44,5% de intención de voto. Esta ventaja ha ido creciendo: en febrero 48,5% y en marzo 52,3%. Si bien en abril experimentó una ligera disminución, 49,9%, la diferencia con sus rivales continuaba siendo significativa: casi doblaba a Roux (25,4%) y quintuplicaba a Lombana y Blandón.
Otros sondeos han dado resultados similares: Gallup le otorga a Cortizo un 51% y GAD3, para el diario La Prensa, le sitúa con una intención de voto del 27,9%, 11 puntos más que Roux (16,9%). La principal variación en este sondeo es que en tercer lugar, con el 15,3%, figura el independiente Ricardo Lombana, quien ha centrado su campaña en atacar a la “vieja política” y la corrupción. Alguna otra encuesta, como la de Doxa, apunta a un resultado más estrecho (Cortizo, 35% y Roux, 29%) pero con ventaja para el perredista.
Cortizo, empresario ganadero, diputado de la Asamblea Nacional entre 1994 y 2004 y ex ministro de Desarrollo Agropecuario entre 2004 y 2006, lidera la alianza “Uniendo Fuerzas”, integrada por el Movimiento Liberal Republicano Nacionalista (MOLIRENA), partido que ya estuvo en las coaliciones ganadoras de 1989 y 1999 apoyando unas veces al PPa, otras al PRD y en 2009 a CD. Las promesas de Cortizo van dirigidas a intentar responder a los principales problemas del electorado: la reactivación de la economía y el combate a la pobreza (que ronda el 20%) y a la desigualdad (Panamá es el 10º país más desigual del mundo según el Banco Mundial). Además, levanta la bandera de la transparencia y la lucha contra la corrupción en un país sensibilizado con este tema tras los escándalos que rodearon el gobierno del ex presidente Martinelli (2009-2014).
El segundo candidato en intención de voto es Rómulo Roux, de 54 años, que fue canciller de Martinelli. Encabeza la coalición “Un cambio para despertar” junto al Partido Alianza. Como Cortizo, centra su discurso en reactivar la economía, aunque su oferta más llamativa es generar 400.000 empleos. Ex canciller de Martinelli entre agosto de 2012 y febrero de 2013, lleva como vicepresidente a un conocido periodista audiovisual, Luis Casis, una estrategia para captar votos aprovechando la popularidad de un reportero dedicado a la denuncia y a los temas sociales. Este periodista es conocido por haber ayudado en los últimos tres años a que 103 niños panameños, enfermos y sin recursos, hayan podido ser intervenidos en hospitales de Madrid, Barcelona, Bogotá y Boston. Roux se ha consolidado en segundo lugar, aunque lejos de Cortizo, en la mayoría de los sondeos. En diciembre tenía el 22,2% de intención de voto, subió al 23,9% en febrero y al 25,4% en abril, aunque su progresión parece insuficiente para ganar la elección.
José Blandón, de 51 años, es el candidato del oficialista PPa. Alcalde del distrito de Panamá desde 2014, lidera la Alianza Panamá Podemos conformada por el panameñismo y el democratacristiano Partido Popular. Ha tratado, infructuosamente, de alejarse de la desgastada imagen de su compañero de partido y actual mandatario, Juan Carlos Varela, para no verse arrastrado por la baja popularidad presidencial: la encuesta Gallup de febrero señaló que un 75% desaprueba su gestión y que tan sólo un 20% lo aprueba.
Blandón ha ido perdiendo fuerza en las encuestas y disminuyendo su intención de voto hasta llegar a ser superado por el independiente Ricardo Lombana, el candidato revelación del tramo final de campaña. Éste ha pasado de un 0,8% de intención de voto a comienzos de año al 9,9% en abril. Su mensaje contra la “política tradicional”, los partidos y los políticos (propone reducir el número de diputados, prohibirles el uso de fondos públicos e impedir la reelección) ha canalizado el voto de protesta. El mismo señala que la clave de su progresión en las encuestas reside en que es “percibido como el candidato antisistema y ese es el secreto de nuestro ascenso. Hay un hastío ciudadano frente al sistema partidista, frente a la corrupción, frente a todas esas cosas que por 30 años han causado tanto daño al país”. Impulsa una nueva Constitución que “rompa los puentes” de la impunidad y la corrupción, que considera “el principal problema del país… si no arreglamos el problema de la corrupción vamos a seguir dando vueltas en lo mismo”. De perfil “progresista” (defiende el matrimonio homosexual), este abogado, periodista y ex cónsul en Washington durante el gobierno de Martín Torrijos es el candidato más joven (45 años) y lidera el movimiento “Otro Camino Panamá”. A estos cuatro candidatos se unen Saúl Méndez, del izquierdista FAD, y los independientes Ana Matilde Gómez –ex procuradora general de la Nación– y Marco Ameglio –antiguo diputado panameñista–, ninguno de los cuales alcanza el 5%.
En Panamá también habrá comicios legislativos. Como en el resto de América latina, se asiste a una continua y creciente fragmentación del sistema de partidos, dando lugar a legislativos divididos y sin mayorías claras. Todo indica que la coalición vencedora, cualquiera que sea, no tendrá mayoría en un parlamento de 71 diputados, como ocurrió con Varela entre 2014 y 2019. El PRD será nuevamente la primera minoría, un partido que ha sido, ocupara o no la presidencia, la fuerza con mayor representación parlamentaria, aunque de forma decreciente tras pasar de los 41 escaños de 2004 a los actuales 25. En 2009, pese a que la coalición que arropaba a CD tenía mayoría absoluta (37 de 71 escaños), el PRD era el partido con la mayor bancada: 22 diputados.
El 5 de mayo culminará una campaña marcada por las nuevas reglas electorales aprobadas por la Asamblea Nacional en abril de 2017, que buscan mayor transparencia y menos clientelismo en el proceso electoral. Por primera vez establece un tope en los gastos de campaña –10 millones de dólares (US$) los candidatos presidenciales y 300.000 para los diputados– y obliga a publicar la lista de donantes 15 días después de las elecciones. Hasta ahora no existía la veda electoral, lo que hacía que las campañas se alargaran en el tiempo. En esta ocasión, la campaña dura dos meses, del 4 de marzo al 2 de mayo, convirtiéndose en la más corta de la democracia.
Finalmente, las iglesias evangélicas no han tenido en estas elecciones panameñas un papel central como en Costa Rica en 2018 o en las elecciones mexicanas. En Panamá en torno a un quinto de la población es evangélica, pero, a diferencia de Costa Rica, no han presentado un candidato presidencial. De todas formas, las fuerzas políticas panameñas han coqueteado con las iglesias neopentecostales. Blandón lleva como vicepresidenciable a Nilda Quijano, quien cumple una triple condición que la convierte en una apuesta atractiva: mujer, negra y evangélica. El reverendo Manuel Ruiz, de la iglesia “El Tabernáculo de la fe”, ha hecho púbico su respaldo a Cortizo, mientras que “Un Cambio para Despertar”, que integran CD y el partido Alianza, acude coaligada con Acción Democrática Nacional, que dirige el pastor Rolando Hernández, activista contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Los principales temas de la campaña
Las propuestas de los candidatos no se han salido demasiado de las principales preocupaciones de los panameños. Las últimas encuestas, como la de Gallup Panamá, revelan que éstas se centran en temas de carácter económico-social (desempleo, falta de oportunidades, bajos salarios, aumento de precios y pobreza/desigualdad) y los referidos al mal funcionamiento de los servicios públicos (inseguridad, corrupción, insuficientes servicios de salud, educación, falta de agua potable y alcantarillado). Son problemas estructurales que arrastra Panamá históricamente, algunos de los cuales se han visto agravados por la actual desaceleración económica. La encuesta de abril de StartMark señala a la corrupción como el principal problema (30,7%), seguido por el desempleo (17,1%). En tercer lugar aparece el coste de la vida (11,3%), seguido de los bajos salarios y la mala calidad de la educación, la pobreza y –con el 3,3%– los servicios de salud.
Sobre los próximos comicios planean estos temas que, de una forma u otra, han condicionado la evolución del gobierno de Varela (2014-2019). Y si bien éste no ha evitado la desaceleración económica y el deterioro de los niveles de vida (desempleo), deja como herencia positiva una menor polarización y tensión en comparación con lo ocurrido en la anterior administración de Martinelli. Su gestión ha estado marcada no tanto por medidas económicas o sociales sino por importantes decisiones, en especial en política exterior: en 2017 su gobierno reconoció a la República Popular China, el segundo usuario más importante del Canal de Panamá tras EEUU, y rompió los históricos vínculos con Taiwán. Este giro culminó en 2018 cuando Panamá se ha convertido además en el primer país latinoamericano en integrarse en la iniciativa china conocida como Franja y Ruta.
La presencia china ha estado muy presente en la campaña por los resquemores que provoca entre una parte del sector de la empresa privada, que critica los acuerdos firmados por Varela, al considerarlos apresurados. Uno de los temas más debatidos ha sido el del tren que China quiere construir entre la capital panameña y la frontera con Costa Rica, que podría expandirse al resto de América Central. Se trata de un proyecto que despierta suspicacias y elogios al mismo tiempo. Es percibido como una obra con la que el gigante asiático busca aumentar su influencia en la región, mientras otros consideran que fomentará el desarrollo y el comercio con el interior panameño y ayudará a la integración regional. Cortizo ha manifestado su deseo de revisar el proyecto de construcción del Tren Panamá-David debido a su coste excesivo.
Con esta herencia, la campaña electoral ha girado principalmente en torno a tres grandes apartados. En primer lugar, los problemas económicos (desaceleración, percepción del incremento del coste de la vida –pese a que la inflación ronda el 1%– y crisis del sector agrícola); segundo, los de carácter social (educación, inseguridad, informalidad y déficit de acceso a servicios públicos); y, finalmente, los relacionados con las propuestas de tipo político-institucional (la polémica en torno a si es o no necesario convocar una Asamblea Constituyente y cuál sería su naturaleza). En esta línea, al presentar su programa de gobierno, Cortizo destacó que estaba basado en “cuatro pilares, una estrella y 125 propuestas” coincidentes con las preocupaciones señaladas: “Los pilares del buen gobierno, ley y orden, economía competitiva que genere empleos y combate a la pobreza y la desigualdad; y una estrella, la educación”.
La ralentización económica (Panamá ha pasado de crecer al comienzo de esta década por encima del 11% a menos del 4% actual) es el tema que más preocupa a la ciudadanía. Explica el continuo incremento del desempleo, que impacta a la baja en el consumo de la población, acentuando la desaceleración económica. Panamá, que según el FMI crecerá en torno al 5,4% en 2019, ha sido en los últimos años el país de mayor expansión no sólo de Centroamérica sino de toda la región (junto a República Dominicana y Paraguay), con una economía basada en los ingresos del Canal, la construcción y la inversión extranjera.
El ciclo de desaceleración comenzó hace más de un lustro y ha tocado fondo en 2018, cuando el PIB creció sólo un 3,7%. El índice de desocupación laboral se ha convertido en el más alto de los últimos siete años (en agosto de 2012 la tasa de desempleo era del 4,1% y a partir de 2014 comenzó a incrementarse hasta llegar al 7% actual). Panamá no ha sido una excepción en América Latina y en los últimos quinquenios los diferentes gobiernos no han abordado las reformas necesarias para superar la ralentización y remediar los problemas estructurales en los terrenos político (el mal funcionamiento del sistema judicial), social (el retraso educativo o de acceso al agua) y económico (la ralentización, la crisis del agro y los problemas que arrastra la politizada e ineficiente Caja de Seguro Social).
La preocupación por el menor crecimiento y el desempleo subyacen en las promesas de los principales candidatos. Cortizo ha utilizado como reclamo para atraer el voto su oferta de reactivar la economía. Se ha comprometido a generar nuevos empleos poniendo en circulación más de 1.000 millones de dólares para pagar las facturas no abonadas por la administración a los proveedores del Estado. En esa misma línea, Roux promete crear 400.000 puestos de trabajo.
En 2019 la situación económica (estancamiento, elevado coste de la vida y desempleo) desplazó como principal preocupación a la inseguridad, que encabezaba la lista en la última década. Y si bien el actual gobierno ha reducido la tasa de homicidios de 17 por cada 100.000 habitantes a 10, la percepción de inseguridad, aunque muy inferior a los parámetros regionales, continúa elevada: el 82% percibe al país como no seguro.
Junto a la situación económica y la inseguridad, la corrupción ha sido el otro gran tema del debate electoral. En primer lugar, es un problema estructural de la sociedad panameña. Según el Índice de Percepción de la Corrupción 2018 de Transparencia Internacional, Panamá ocupa la posición 93 de 180 naciones evaluadas. Además, la corrupción ha estado muy presente en la campaña pues esta se ha desarrollado en pleno juicio a Martinelli, el primer expresidente en la historia nacional en sentarse en el banquillo. Se enfrenta a una pena de 21 años de cárcel por peculado y espionaje político. Martinelli está acusado de crear una red de espionaje con dinero público que interceptó las comunicaciones a decenas de políticos, activistas sociales, empresarios y periodistas durante su mandato. Martinelli ha estado muy presente en la campaña porque, a pesar de encontrarse preso, optaba al segundo cargo de elección popular más importante del país: alcalde de la Ciudad de Panamá, así como a un escaño en la Asamblea Nacional. Pero a ocho días de las elecciones el Tribunal Electoral anuló esas candidaturas. Tras conocerse esta decisión, Martinelli insistió, desde la cárcel, en el voto para los candidatos de su partido.
También hay otros temas en discusión. La oposición de parte de la opinión pública a la reelección de diputados y autoridades locales explica la campaña cívica “#NoALaReelección”, sobre todo en las redes sociales. Asimismo, existe una fuerte corriente que busca impulsar reformas constitucionales profundas para renovar la institucionalidad, aunque todavía no hay consenso sobre el método a seguir para alcanzar estos cambios: una Constituyente Paralela prevista en la Carta Magna y que no altera los mandatos de las autoridades electas el 5 de mayo, o una Asamblea Constituyente originaria no contemplada en las leyes.
Conclusiones
Las elecciones de Panamá, más allá de sus propias peculiaridades, se mueven dentro de parámetros latinoamericanos. Todo indica que el electorado, como lleva haciéndolo desde 1989, optará por castigar al oficialismo, como ocurrió este año en El Salvador y en 2018 en México, Brasil y Colombia. En medio de una creciente desafección hacia los políticos y los partidos, debería ser la principal y tradicional fuerza de la oposición –el PRD– quien canalice este voto del enojo y no una figura periférica a los grandes partidos como en los casos salvadoreño o brasileño.
De confirmarse la victoria de Cortizo (y su magnitud), se produciría un nuevo triunfo electoral de características plebiscitarias. El ex ministro de Martín Torrijos superaría en más de 20 puntos a su máximo competidor. Este resultado recuerda a México en 2018 (López Obrador aventajó en más de 30 puntos al segundo) y a El Salvador, donde Nayib Bukele superó en casi 22 a su principal rival.
A contracorriente de la tendencia regional, de vencer Cortizo, triunfaría un partido situado en el centroizquierda por más que el PRD haya ido abandonando sus primigenias raíces más radicales. Este resultado no sintonizaría con el supuesto “giro a la derecha” en América Latina. Un giro que no se ha producido ni en Costa Rica, ni en México con López Obrador o en El Salvador, donde el partido GANA que respaldó a Bukele está en el centroderecha, si bien el candidato proviene de la izquierda, del FMLN.
El próximo presidente panameño posiblemente deberá convivir con un legislativo fragmentado y sin sólidas mayorías, siguiendo la tendencia predominante a escala regional (Brasil y Colombia) aunque con la notable excepción de México. Esta fragmentación y polarización entre las diferentes fuerzas políticas son los principales obstáculos para que cualquier administración pueda acometer, con perspectivas de éxito y suficiente respaldo, los principales retos de país: la desaceleración económica, la reducción de la pobreza y la desigualdad, la crisis del sector agrario, la subida del nivel de vida y los deficientes servicios públicos (salud, educación y seguridad).
El nuevo gobierno, además, puede tener escasos incentivos para aplicar reformas estructurales, al menos a corto plazo: primero por la dificultad de encontrar apoyos en el legislativo y segundo porque el viento económico va a soplar de cola: el Banco Mundial proyecta que Panamá será en 2019 el segundo país de mayor crecimiento en toda la región, incluyendo Centroamérica, Latinoamérica y el Caribe, con un pronóstico del 6% del PIB.
Carlos Malamud
Investigador principal, Real instituto Elcano | @CarlosMalamud
Rogelio Núñez
Profesor colaborador del IELAT, Universidad de Alcalá de Henares | @RNCASTELLANO