Tema: El partido del presidente Oscar Arias busca permanecer en el poder, aunque se enfrenta al desgaste de una gestión intensa y la combatividad de sus rivales.
Resumen: Las elecciones costarricenses de febrero de 2010 auguran el triunfo del gobernante Partido Liberación Nacional (PLN) y de su candidata Laura Chinchilla. Sin embargo, la popularidad del presidente Arias muestra algunos signos de deterioro que podrían afectar el resultado electoral. Hace unos meses, la ventaja de la candidata oficialista era más amplia y esta reducción está asociada con una campaña negativa de sus adversarios y con el deterioro de un gobierno activista en el logro de objetivos controvertidos, como el tratado de libre comercio con EEUU.
La campaña no ha girado sobre temas ideológicos o económicos, sino sobre la situación de la inseguridad ciudadana, terreno donde el mismo Arias ha admitido que está en deuda con el país. Esta situación ha sido aprovechada principalmente por el candidato libertario Otto Guevara, quien ofreciendo mano dura y “cero tolerancia” ha dado un salto en las encuestas y logra entre un 23% y 30% de respaldo, mientras Chinchilla permanece en el 45%. Los partidos Acción Ciudadana y Socialcristiano no logran superar la barrera del 20% .La sorpresa de Guevara ha residido en una hábil articulación del malestar, utilizando una estrategia populista de identificación con el temor y la ansiedad del ciudadano.
El otro gran fenómeno de estos comicios lo protagoniza la probable continuación del esquema multipartidista, dada la tendencia (38%) de los votantes a emitir su voto por diferentes partidos en la elección presidencial y en la parlamentaria. De nuevo, Costa Rica deberá afrontar los problemas de la gobernanza con un gobierno dividido.
Análisis: Se ha iniciado el proceso electoral que culminará el 7 de febrero próximo, ese día los costarricenses elegirán presidente, dos vicepresidentes, 57 diputados y concejos municipales en 81 cantones. El ganador deberá obtener al menos el 40% de los votos en la primera vuelta. En caso de no hacerlo se convocará una segunda en el mes de abril, donde competirán los dos candidatos que hayan obtenido el mayor número de votos.
Los principales partidos contendientes son el gobernante Partido Liberación Nacional (socialdemócrata centrista), el Partido Acción Ciudadana (PAC, centro-izquierda), el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC, centro-derecha) y el Movimiento Libertario (ML, (derecha). También participan dos partidos de izquierda: el Frente Amplio (izquierda tradicional) y Alianza Patriótica (izquierda renovada).
El sistema electoral es mayoritario para la elección presidencial y proporcional para las elecciones parlamentarias. Los diputados se eligen por provincias, de listas cerradas que proponen los partidos. El presidente de la República solo puede ser reelegido una vez de forma no consecutiva. El proceso electoral costarricense es gestionado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), apartidista, nombrado por la Corte Suprema de Justicia, que goza de gran competencia técnica y credibilidad ante la ciudadanía.
De acuerdo con CID-Gallup siete de cada 10 entrevistados dice tener confianza “mucha” o “algo” en el TSE para asegurar que las elecciones sean honradas e imparciales. Este respaldo a la organización es evidente también entre los seguidores de las distintas agrupaciones partidistas; no obstante, disminuye considerablemente entre los seguidores del PAC.
Dado el predominio del partido de gobierno, el panorama electoral al principio parecía aburrido y todos auguraban un triunfo fácil para la candidata del PLN, Laura Chinchilla, cobijada por la aprobación favorable a la gestión del presidente Óscar Arias.
Encuestas y sorpresas
Sin embargo, encuestas recientes (CID-Gallup, del 4 al 10 de diciembre) revelan que esa diferencia ha decrecido: la candidata oficialista ha perdido puntos desde el pasado mes de octubre. La distancia con su más inmediato seguidor, Otto Guevara, se ha reducido a 22 puntos porcentuales.
Paralelamente, las opiniones favorables sobre la labor del presidente Arias también han disminuido, pasando de una aprobación del 67% en octubre al 58% en diciembre. Igualmente, y para ese mismo período, han disminuido las opiniones favorables sobre la persona del mandatario, pasando del 73% al 66%.
Guevara ha dado una sorpresa al sobrepasar la barrera del 15%, donde parecía estar atascado desde hacía varios meses; su candidatura es postulada por el Movimiento Libertario, que se define por su fe “hayekiana” en el mercado y por la propuesta de mano dura en materia de seguridad.
Guevara ha tenido un avance inesperado desarrollando una campaña populista que promete tolerancia cero con la delincuencia y ofrece el “cambio Ya”; de esa manera ha tocado el sentimiento popular, cansado de la inseguridad y de promesas y Guevara ha asumido la representación de ese malestar. De acuerdo con la encuesta de CID-Gallup, Guevara alcanza el 23% de la intención de voto entre los votantes decididos a participar en el proceso electoral, mientras que Chinchilla mantiene un sólido 45%. Sin embargo, Guevara tiene un porcentaje de opiniones favorables del 36% y de opiniones desfavorables del 44%, lo que pareciera marcar un límite a su ascenso futuro, frente a la candidata oficialista que exhibe un 55% de opiniones favorables y un 36% de desfavorables.
El Libertario es la gran sorpresa de esta campaña, pues tras los resultados electorales de 2006 y del referéndum sobre el tratado de libre comercio con EEUU (2007), cuando las fuerzas de izquierda obtuvieron un 48% de los votos a su favor y el gobierno un 51%, todo llevaba a predecir que el giro a la izquierda del sistema político se aceleraría. Por el contrario, el progreso de los libertarios revela un posible desplazamiento del eje del sistema político del centro-izquierda hacia el centro-derecha.
La discusión del tratado generó un amplio movimiento social de oposición, donde convergieron ecologistas, intelectuales, religiosos, estudiantes y las tradicionales fuerzas de izquierda. El debate llevó a que, por presión de los opositores, el gobierno convocara un referéndum para preguntar si la ciudadanía estaba de acuerdo con un tratado que eliminaba los monopolios estatales de telecomunicaciones y de los seguros, y creaba una nueva legislación en materia de propiedad intelectual.
La discusión pública giró, durante los dos primeros años del gobierno de Arias, sobre el tipo de inserción de Costa Rica en la economía mundial. Las fuerzas antiglobalización desarrollaron una campaña nacionalista contra la visión del partido de una inserción inteligente en el mundo. Manifestaciones, discusiones parlamentarias y debate mediático mantuvieron al país girando en torno a este tema, que finalmente fue zanjado en una votación nacional (el primer referéndum en la historia del país) el 7 de octubre del 2007, con el triunfo de las fuerzas del “sí” al TLC.
El actual candidato por el PAC, Ottón Solís, quien perdiera las elecciones del 2006 frente a Oscar Arias por un 1%, fue parte de este movimiento y todo llevaba a pensar que esa oposición al gobierno y al tratado iba a expresarse electoralmente en su favor. Sin embargo, la movilización social se esfumó en las querellas internas del partido de Solís y en una confrontación con las fuerzas más a su izquierda, lo que provocó que algunos de los líderes más prominentes del movimiento hicieran casa aparte al PAC y ahora van con sus propios minipartidos a los comicios. Estas fracturas no son importantes en términos de votantes, pero sí parecieran privar al PAC de algunos cuadros de importancia estratégica, así como de ideas y propuestas.
Agotamiento de una representación del malestar, residuos bipartidistas y “videopolítica”
De acuerdo con todos los estudios de opinión, Ottón Solís, a la izquierda del PLN, quien obtuvo el 40% del voto en las elecciones pasadas, más bien ha visto deteriorada su posición y sólo alcanza el 15% de las intenciones de voto. El candidato del PAC cuenta con el 32% de opiniones favorables y un 59% de opiniones desfavorables. Solís, después de dos candidaturas presidenciales (2002 y 2006), no es más el retador y su representación del malestar con la política, centrada en un discurso eticista contra la corrupción, ha cedido lugar a otra representación (Guevara) centrada en la demanda de ley y orden ante el crecimiento relativo de la delincuencia.
Por otra parte, el gran actor de la época bipartidista (1983-2002), el PUSC, ha continuado su declinar y su candidato, Luis Fishman, solo recibe el 11% de las intenciones de voto, cuando en el pasado había llegado hasta el 48% del electorado. Las opiniones favorables para el socialcristiano son del 30%, mientras que las desfavorables son del 49%. Las causas inmediatas de este descenso deben buscarse en las acusaciones de corrupción contra los ex presidentes Rafael Ángel Calderón y Miguel Ángel Rodríguez y en la condena reciente a cinco años de prisión del primero.
La “videopolítica” ha personalizado las campañas y los candidatos tienden a tener mayor apoyo que sus partidos, hecho que no sucedía en épocas de fuertes identificaciones partidarias. Según CID-Gallup, el PLN tiene un 40% de apoyo popular, el PUSC un 10%, el ML un 10% y el PAC un 8%, superando todos los candidatos el grado de adhesión partidaria. Sin embargo, la fuerte adhesión al PLN brinda una importante plataforma a la candidata oficialista, ventaja de la que no gozan sus contendientes. Para Chinchilla el reto reside en trascender esa base inicial y proyectarse hacia otros sectores que no han apoyado a su partido en pasadas elecciones.
Quiebre de voto y gobernabilidad
Un factor importante para la gobernabilidad futura del país es el fenómeno del “quiebre del voto”. En efecto, los votantes no parecieran dispuestos a emitir un voto homogéneo, dándole al ganador una mayoría legislativa. Por el contrario, de acuerdo con CID-Gallup, a la pregunta “¿Votará usted para presidente, diputados y regidores por un mismo partido?”, el 40% de los entrevistados respondió que quebraría su voto. Este fenómeno es más fuerte en el PAC (39%), un poco menos en los libertarios y socialcristianos (32%) y más débil en el partido de gobierno (29%), pero lo cierto es que en relación con la encuestadora aproximadamente un tercio de los votantes no votará por el mismo partido en las elecciones presidenciales y parlamentarias.
Según otra encuesta, realizada por la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica, el 40% dice que votará por el mismo partido en todas las papeletas; por partidos, en el PLN los decididos a votar por Chinchilla (un 50,6%) dicen que lo harán parejo y un 41,4% piensan quebrar el voto por otros partidos; en el PAC, los porcentajes respectivos son del 52,1% y del 37,2% y en el Movimiento Libertario del 48,4% y del 35,7%; en esta encuesta no se preguntó por el voto socialcristiano.
Por su parte, la empresa UNIMER señala que la tendencia a quebrar el voto en el electorado en general es del 38%. En el PLN y el PAC es del 31%, del 20% para el PUSC y del 42% para los libertarios.
Los datos anteriores confirman una tendencia del sistema de partidos hacia el multipartidismo. Esta inclinación, que se inició en 2002 con el 26% del voto para el PAC en los comicios de ese año, vino a poner fin a casi dos décadas de bipartidismo en las que el PLN y el PUSC se repartieron más del 90% del electorado. Esta transformación del sistema de partidos ha puesto grandes retos al sistema político costarricense, que lleva ya tres administraciones de multipartidismo y cinco de gobiernos sin mayoría legislativa clara.
El derrumbe del bipartidismo obedeció a la poca apertura de los partidos tradicionales frente a sectores sociales emergentes y a la exclusión de las cúpulas partidistas de ciertos dirigentes insatisfechos con la transformación ideológica y práctica de los partidos hacia las posiciones neoliberales. Este es el caso de Ottón Solís, quien salió del PLN disconforme con las políticas económicas extraídas del consenso de Washington.
Las acusaciones de corrupción de 2004 contra los ex presidentes Calderón y Rodríguez jugaron un papel importantísimo en el derrumbe de los socialcristianos y confirmaron la recomposición del sistema de partidos iniciada como consecuencia del agotamiento del duopolio político, fruto también de la pérdida de identidades partidarias, ancladas fuertemente en el escenario fundador del sistema: la guerra civil de 1948. El transcurso del tiempo y el surgimiento de nuevas generaciones, para las que los hechos fundadores perdieron significación, deben también acreditarse como causas de la implosión del bipartidismo.
El gobierno del Estado, dividido entre un ejecutivo y un legislativo con fuerte presencia de partidos de oposición, augura una continuación de los problemas de gobernabilidad, lo que llevará al nuevo gobierno a la búsqueda de mecanismos de alianza novedosos con las fuerzas opositoras con las que tenga mayor afinidad.
Segunda ronda
La intención de voto por la candidata del partido de gobierno, quien sería la primera presidenta mujer en la historia del país, si mantiene su ventaja, oscila entre el 40% y el 45%, lo que ha llevado a considerar la hipótesis de una segunda vuelta electoral, pues la constitución exige el 40% de los votos emitidos para ser elegido en la primera ronda.
Desde 1936 solo se ha dado una segunda vuelta electoral en la historia política del país (2002), la cual fue ganada por el socialcristiano Abel Pacheco, tras una primera vuelta en la que logró el 38%, Rolando Araya (PLN) el 32% y Ottón Solís el 26%. Dados los resultados de las encuestas, los márgenes de error (3%) no permiten pensar en esa hipótesis por el momento, pues técnicamente el 45% de Chinchilla aleja esa circunstancia, aunque la volatilidad de las intenciones de voto no permite descartar enteramente una segunda vuelta en abril del 2010.
Desde el punto de vista de los temas de campaña, esta se puede calificar como monotemática. El tema de la seguridad ciudadana ha sido hegemónico, pues el país tiene un problema objetivo y subjetivo de seguridad. Bien que las tasas de homicidios no pueden compararse a las de sus vecinos, con 11 homicidios por cada 100.000 habitantes frente a cifras que llegan a los 60, lo cierto es que la delincuencia ha aumentado aceleradamente en los últimos años y ha generado una percepción de inseguridad que repercute en la esfera de lo político.
Es así como CID-Gallup apunta a que en uno de cada cuatro hogares costarricenses reside una persona que ha sido víctima de un robo o asalto en los últimos cuatro meses. Por otra parte, ese mismo estudio apunta a que el 52% de los entrevistados considera como principal problema del país la violencia y el crimen, el 10% el uso y tráfico de drogas, el 10% la falta de empleo y mejor salario, el 6% el coste de la vida y el 5% la corrupción en el gobierno.
Dadas estas percepciones, no es extraño que la campaña electoral esté girando enteramente alrededor de este tema. Todos los candidatos prometen seguridad, firmeza y hasta mano dura; quien logre posicionarse como la mejor oferta en este terreno gozará de una importante ventaja. Guevara ha sido el más agresivo, pero Chinchilla y Fishman juegan sobre el hecho de tener experiencia como ministros de Seguridad Pública. Solís, más comedido, ha intentado destacar el tema de la educación, pero sin resultados tangibles.
Algunos sectores de la prensa y de la intelectualidad han clamado por una campaña de ideas y discusiones serias frente a los excesos de la “videopolítica”, pero lo cierto es que los candidatos participan cotidianamente en decenas de actividades en las universidades y con grupos de intereses que los invitan a debatir. Enero brindará la oportunidad para que lo hagan en los medios de comunicación más importantes como ha sido la costumbre en campañas anteriores.
Lo ideológico
El tema ideológico ha jugado algún papel, sobre todo por parte del PLN, que ha tratado de jugar al centro del espectro político ideológico presentándose como de centro, frente a los extremos de un PAC etiquetado de estatista y de un ML señalado como fundamentalista de mercado.
El PAC trata de posicionarse como heredero auténtico de la tradición socialdemócrata, frente a un PLN supuesto traidor por entreguismo a las políticas neoliberales, en las que ubica también al ML. El ML, tradicionalmente un partido de corte ideológico, se ha despojado de esa armadura y ha incursionado por la ruta de un pragmatismo electoral, dejando atrás las referencias a Hayek y Friedman para centrarse en el ataque al continuismo y la propuesta de mano dura en materia de seguridad.
El 2009 ha sido un año de baja inflación, con aumentos del desempleo en ciertos sectores de la economía (construcción y turismo) lo que supone un aumento del malestar que podría repercutir en los resultados electorales. Sin embargo, durante noviembre la economía ha dado las primeras muestras de recuperación. La población está divida en este punto, pues el 49% piensa que el país va por el rumbo equivocado, mientras que un 41%, piensa que va en dirección correcta; de acuerdo con la encuesta de CID-Gallup, la mayoría de los entrevistados piensa que la situación de su familia está igual que hace un año y la mayoría de la gente siente que estará mejor o igual dentro de un año.
No es posible hacer extrapolaciones directas de estos resultados, pero si las cosas se perciben bien, ¿por qué cambiar?, este es el reto de los opositores del gobierno y de su candidata. Para los primeros una percepción favorable deslegitima su llamado al cambio, mientras que el partido de gobierno busca arroparse en estos juicios para lograr la continuidad de su gestión.
Abstencionismo e indecisos
La desafección con el sistema de partidos se empezó a manifestar por vez primera en 1998 cuando la tasa de abstencionistas paso del 20% en los procesos anteriores a un 30% en este último. En 2002 se repitió el fenómeno y en 2006 aumentó a 34%. Para las casas encuestadoras, es probable que el fenómeno se repita o empeore, aunque el Tribunal Supremo de Elecciones señala que podría disminuir y ha emprendido una campaña publicitaria para llamar a votar, dirigida fundamentalmente a los más jóvenes. En todo caso, este fenómeno depende del grado de fervor que logren despertar los partidos en el último tramo de este proceso, durante el próximo enero.
Es de señalar que el fenómeno de la desafección con el proceso electoral y con los partidos no está en relación directa con una desafección con el sistema, pues como lo ha señalado recientemente el Latinobarómetro, el 91% de los costarricenses en ninguna circunstancia apoyaría un gobierno militar, un 74% prefiere la democracia a cualquier otra forma de gobierno y el 63% está satisfecho con la democracia.
La volatilidad del electorado se refleja en las oscilaciones de los indecisos. Es así como en octubre, de acuerdo con la empresa Demoscopía, solo existía una franja del 16,6% de electores indecisos. No obstante, en diciembre este segmento ha aumentado al 27,5%. Estas variaciones se explican por algunos escándalos en que se han visto envueltos ministros y diputadas del gobierno, así como por la campaña negativa que ha hecho dudar, no solo de la candidata oficial, sino también de todos los candidatos. Este hecho se comprueba también con el porcentaje de personas que dicen que no votarán, que varía del 6,2% al 13,9% de acuerdo con la misma encuestadora.
Conclusiones: De acuerdo con todas las evidencias que suministran los estudios de opinión, la tendencia general es que gane de la candidata del partido de gobierno, Laura Chinchilla. Sin embargo, la continuidad del partido en el poder está ligada a la percepción de este y del presidente que sigue siendo positiva, aunque con tendencia a la baja, lo que podría provocar una reducción de la ventaja de la candidata oficialista y hasta una segunda ronda electoral.
Otro elemento que ha jugado en la campaña es la excesiva identificación de Laura Chinchilla con la figura de Arias; bien que el rechazo al presidente no es significativo, la percepción de esta politóloga como un mero instrumento del presidente para seguir reinando por “interpósita mano” podría perjudicarla, pues le quitaría identidad e independencia a los ojos de los votantes.
Otro fenómeno que han identificado las encuestas de opinión está relacionado con el grado de participación electoral. A más participación electoral, la ventaja de Chinchilla tiende a disminuir.
De igual manera, se confirma que el segundo lugar lo ocupa Otto Guevara, candidato libertario, que ha logrado movilizar la impaciencia y el temor con la situación de inseguridad y promete un cambio inmediato. El futuro de esta candidatura está ligado a que los votantes perciban su propuesta como la alternativa al gobierno actual, que a pesar de contar con una mayoría de opiniones favorables, también cuenta con opiniones desfavorables (aproximadamente un tercio del electorado), que movilizadas en una dirección única podrían deparar un crecimiento importante de la opción libertaria como alternativa opositora.
Sobresale en este panorama el deterioro del PAC y de su candidato Ottón Solís, quien con un 15% de intención de voto, a un poco más de un mes de las elecciones, parece muy difícil que remonte su desventaja. Sin embargo, la dinámica de las campañas ha jugado a su favor en situaciones anteriores. En 2002 salió de la nada y frente al sistema bipartidista logró un 26% y luego (2006), desfavorecido por las encuestas durante todo el proceso electoral, logró alcanzar a Oscar Arias y situarse a 27.000 votos de la victoria. Cualquier cambio estará sujeto a modificaciones en su estrategia de comunicación, hoy dispersa y sin eje central.
La propuesta socialcristiana de Luis Fishman, quien empezó tardíamente la campaña esperando el resultado del juicio del ex presidente Calderón, ha estado estacionada entre el 10% y el 13% el último año, lo que revela un núcleo duro de votantes que de permanecer estable le dará una representación parlamentaria, pero nada hace pensar que tenga opción al triunfo en la primera vuelta o que pase a la segunda.
El fenómeno del quiebre del voto permite suponer la elección de una Asamblea Legislativa igual o más fragmentada que la actual, con las inevitables consecuencias negativas para las tareas de un presidente minoritario sin apoyo parlamentario. La fragmentación y recomposición del sistema de partidos crea un panorama muy fluido y provoca pensar que el nuevo parlamento tendrá una composición parecida al actual, donde el partido gobernante seguirá siendo minoría y requerirá de arduas negociaciones para llevar adelante sus proyectos.
La lectura del proceso electoral en términos estrictamente ideológicos impide una adecuada comprensión de este. La migración de votantes que se opusieron al tratado de libre comercio con EEUU (30%) hacia las tiendas libertarias señala que el movimiento social engendrado por esta oposición estaba determinado por otros factores (descontentos sectoriales y generales con las transformaciones estructurales de los últimos años) más que por identidades ideológicas rígidas. La lectura de la situación en este sentido ha permitido al ML desarrollar un populismo de derecha que pocos esperaban. Esto revela la volatilidad del electorado, confirmada también por las intenciones de quiebra de voto entre los electores.
La atmósfera electoral es tranquila, a pesar de las normales campañas negativas que buscan disminuir la intención de voto de los rivales. Lo cierto es que Costa Rica ha vivido ya 14 campañas electorales en paz y confianza con los resultados electorales, sin experimentar ningún tipo de sobresaltos o acusaciones de fraude electoral. El árbitro es respetado (el TSE) y la ciudadanía espera una tranquila renovación del poder.
Constantino Urcuyo
Director académico del Centro de Investigación y Adiestramiento Político Administrativo (CIAPA)