Tema: Se valora la situación del yihadismo en España tras los atentados en Londres.
Resumen: Se analiza la evolución que ha experimentado el yihadismo en España desde su implantación en la primera mitad de los años 90 hasta el momento actual: más de un año después del 11-M y nada más producirse los atentados de Londres.
Análisis: El espectro del terrorismo islamista ha vuelto a hacer acto de presencia en suelo europeo. Para los españoles la impresión es aún mayor debido a algunas de las similitudes existentes entre los atentados de Londres y la masacre de Madrid. Por ese motivo no está de más que en medio de la avalancha informativa que suele producirse en estas ocasiones nos preguntemos sobre la situación actual del yihadismo en nuestro país. Dicho de otra forma: ¿ha quedado España al margen de la amenaza yihadista tras el episodio puntual del 11-M y la retirada de las tropas de Irak? ¿Podemos contemplar los atentados de Londres como espectadores de algo ajeno? ¿Cómo debe interpretarse la desarticulación de nuevas redes yihadistas en España después de los atentados de Madrid?
Un primer problema que se plantea a la hora de responder a estas preguntas es la exagerada politización que ha sufrido el tema que nos ocupa desde el 11 de marzo de 2004. En la medida de lo posible vamos a procurar que este análisis deje de lado aquellos aspectos relacionados con la vida política nacional, limitándonos simplemente al análisis de las redes yihadistas, y permitiendo que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. Por otra parte, para entender mejor la situación donde nos encontramos, es preciso realizar antes un breve recorrido histórico del fenómeno yihadista en nuestro país.
El yihadismo en España hasta poco después del 11 de septiembre de 2001
Desde una panorámica muy general se pueden distinguir tres grandes etapas en la historia del yihadismo en España. Una primera de implantación durante el comienzo de la década de los 90; una segunda, de extensión e interconexión de las redes yihadistas y de captación de nuevos miembros entre la comunidad inmigrante; y una tercera a partir de los atentados Washington y Nueva York, donde las actividades de la segunda fase se solapan con la hostilidad creciente de estas redes hacia objetivos españoles.
Durante la década de 1980 se produjeron varios incidentes aislados en España que podrían atribuirse al yihadismo, entre ellos el que siempre se suele mencionar es el atentado bomba en el restaurante El Descanso en abril de 1985. Sin embargo, esas acciones terroristas fueron probablemente perpetradas por individuos que no vivían permanentemente en España.[1] La aparición de redes yihadistas integradas por personas que residían de manera estable se remonta a algunos años después, a la primera mitad de la década de los 90. Las redes que actuaron a partir de entonces fueron las siguientes:
(a) Redes argelinas. Se asentaron en España tras el inicio de la violencia interna en Argelia. Las primeras células del Grupo Islámico Armado (GIA) fueron detectadas en las comunidades autónomas de Cataluña y Valencia. Como consecuencia de las divisiones internas que experimentó el yihadismo argelino en la segunda mitad de los años 90, algunos de los activistas presentes en España se vincularon al Grupo Salafista por la Predicación y el Combate (GSPC), una escisión del GIA mucho más vinculada a al-Qaeda.
(b) Red de origen sirio (más conocida como “red de Abu Dahdah”). Tiene su origen en un grupo de antiguos simpatizantes de la rama radical de Hermanos Musulmanes sirios que llegaron a España en la década de 1980, huyendo de la persecución en su país. Según la policía, a mediados de los 90 se constituyeron en un grupo de apoyo a la yihad global, y algunos incluso marcharon a combatir como voluntarios a Bosnia. Atrajeron a su causa a otros musulmanes de distinta nacionalidad residentes en su mayoría en Madrid y muchos de ellos de origen marroquí. La red de Abu Dahdah fue desarticulada tras las detenciones efectuadas por la policía entre noviembre de 2001 y septiembre de 2003. El juicio quedó visto para sentencia hace apenas unos días.
(c) Miembros aislados de otras redes. Se trata de individuos que militaban en redes localizadas en el extranjero pero que vivían en España por diferentes razones personales (estudios, refugio, trabajo). Sería el caso, por ejemplo, de Ahmed Brahim, un argelino detenido en abril de 2002, acusado de haber colaborado financieramente con altos responsables de al-Qaeda en Europa; y el de Ahmed Ruksar, un paquistaní detenido en marzo de 2003 por haber contribuido presuntamente a la financiación del atentado de al-Qaeda en la isla tunecina de Djerba en abril del año anterior. En otros casos se trata de personas que simpatizan con Hamas o Hizbollah, u otros grupos radicales, pero que no tienen vinculación operativa con ellos.
Son varias las características que destacan durante este período:
(a) La mayoría de los integrantes de estas redes profesaban el salafismo radical y tenían contacto entre ellos antes de comenzar a residir en España. Por tanto, durante las primeras fases, las redes constituían en cierta medida un fenómeno importado, y no surgieron como consecuencia del éxito proselitista de un individuo aislado con personas que no habían tenido relación previa con el islamismo radical. Pero más tarde esos grupúsculos iniciales se ampliaron con nuevos miembros gracias a las actividades de reclutamiento.
(b) Al principio se trató de un fenómeno independiente del incremento de población inmigrante que experimenta nuestro país desde mediados de los años 90. Los yihadistas procedían de lugares que apenas contaban con diáspora en España (Siria, Argelia, Pakistán o Indonesia). Sin embargo, en la segunda mitad de la década de los 90 las redes yihadistas comenzaron a dirigir su propaganda y reclutamiento hacia la creciente comunidad islámica inmigrada. Sin caer en la simpleza de criminalizar la inmigración, es indudable que este hecho ha complicado las labores de vigilancia policial y de inteligencia, y ha ampliado la cantera de potenciales candidatos entre los inmigrantes que llegan radicalizados o entre aquellos, que una vez en España, se aproximan a la órbita de captación yihadista.
(c) Las actividades que desempeñaban eran de carácter logístico. Una de las principales funciones consistía en la difusión de propaganda con el fin de ganar simpatizantes, voluntarios y recursos, que en muchos casos canalizaban fuera de España. También se dedicaban a la obtención de fondos mediante donativos y, sobre todo, mediante pequeños delitos, así como a la prestación de refugio, información, enlace y documentación falsificada a otros yihadistas en el extranjero.
(d) La agenda política de estos grupos y su red de contactos personales estaban muy vinculadas en un primer momento a su región de origen, pero posteriormente se fueron expandiendo hasta acabar conectadas ideológica, y en muchos casos operativamente, con el yihadismo global. Las redes argelinas eran inicialmente células logísticas de apoyo a la lucha en Argelia pero a finales de los 90 establecieron cada vez más relación con otras redes no compuestas exclusivamente por argelinos y que además preparaban atentados en Europa (como los comandos Meliani y Varesse, en Alemania e Italia respectivamente) y comenzaron también a apoyar la lucha en Chechenia (las llamadas “redes chechenas” en Europa). La red de Abu Dahdah estuvo inicialmente muy vinculada a personas procedentes de Oriente Medio. Sin embargo a finales de los 90 la red integró a un importante número de marroquíes y sus relaciones se ampliaron, apoyando supuestamente a algunos campos de entrenamiento en Afganistán e Indonesia.
(e) Por último, las actividades desarrolladas por estas redes eran en muchos casos difícilmente perseguibles desde el punto de vista del Derecho Penal. El carácter informal de las relaciones entre sus miembros hace difícil probar su pertenencia a banda armada. La posesión de propaganda yihadista no es un delito y los pequeños crímenes con fines de financiación están sancionados con penas ligeras. Además, con anterioridad a los atentados de Washington y Nueva York, los gobiernos europeos apenas tenían conciencia de la amenaza que representaba al-Qaeda. Incluso dentro de las agencias policiales (también las españolas) los poco numerosos especialistas en terrorismo islamista eran considerados con frecuencia como personas que malgastaban el tiempo en asuntos que proporcionaban escasos resultados judiciales y limitado prestigio.[2]
Dinámicas post 11-S: la creciente agresividad del yihadismo global alcanza España
No es que antes de los atentados de Washington y Nueva York el yihadismo tuviera una actitud benigna hacia EEUU y Europa. Pero fue a partir de aquella fecha cuando miles de individuos simpatizantes con la causa se sintieron especialmente animados a pasar a la acción, valiéndose de sus propios medios y actuando en el país donde se encontraban. Además, al atractivo que suscitaba el daño producido por menos de veinte terroristas a la primera potencia mundial, también se unió a partir de entonces la sensación objetiva de un aumento de la presión policial en países donde hasta entonces los yihadistas habían sido poco molestados (aunque sí vigilados). Dicha dinámica también se produjo entre las redes yihadistas asentadas en España, y esta fase todavía no ha terminado.
Como muestran las siguientes gráficas, poco después del 11 de septiembre se incrementó sensiblemente el número de detenciones de presuntos yihadistas en suelo español. A ello contribuyó la información que hasta entonces habían recabado pacientemente las agencias de seguridad (en especial el Cuerpo Nacional de Policía y el actual CNI), así como la que proporcionaban otros países aliados.
Por tanto, junto a las clásicas justificaciones que esgrime el yihadismo global para cometer sus acciones terroristas, es muy probable que la creciente hostilidad hacia objetivos españoles estuviera también animada por la respuesta antiterrorista del gobierno tanto en el interior (detención y extradición de yihadistas) como en el exterior de nuestras fronteras (cooperación internacional en los ámbitos policiales y de inteligencia, y apoyo a las operaciones militares en Afganistán, en las aguas del Océano Indico Occidental y en Irak).
En el caso concreto de la red del 11-M, el apoyo del gobierno español a EEUU, materializado en la presencia de tropas en Afganistán e Irak, ocupó un lugar importante en el imaginario yihadista a tenor de los comunicados que grabaron los miembros de la red y de los testimonios de personas que conocieron a algunos de ellos. El deseo de revancha por la acción antiterrorista dentro de España también parece estar más que probado en uno de sus cabecillas, Allekema Lamari, ya que después de su salida de la cárcel a mediados de 2002 manifestó su voluntad de atentar en nuestro país.
Pero obviamente el análisis del cambio de tendencia no se puede concluir afirmando que haya sido –o esté siendo– el gobierno español quien ha provocado la hostilidad mediante su política antiterrorista. Al hablar de las motivaciones se corre el riesgo de caer en una interpretación demagógica que establezca una causalidad directa entre un determinado hecho y la acción terrorista; olvidando que entre el posible estímulo y la respuesta se interpone un acto de libertad moralmente perverso que convierte en únicos responsables a aquellos que planifican, apoyan y ejecutan la atrocidad del atentado.
Nota importante sobre las tablas de este ARI:El número oficial de personas detenidas e imputadas por su presunta colaboración con el terrorismo islamista es mayor que el que suman estos cuadros. En ellos sólo se ha incluido a los presuntos yihadistas, dejando fuera a los delincuentes comunes que han colaborado en tareas puntuales con la red a cambio de dinero (por ejemplo, los españoles implicados en la trama de los explosivos de Asturias).En las detenciones también se ha contabilizado a los siete suicidas del piso de Leganés, así como las personas extraditadas a España. El número total de detenciones es superior al de individuos que aparecen en la Tabla 3 de nacionalidades porque varios de ellos han sido detenidos en el marco de operaciones policiales diferentes. |
Además de la actitud crecientemente agresiva, otra transformación que experimentó el yihadismo en España después del 11-S fue la composición de las redes. Tras la desarticulación de la red de Abu Dahdah el protagonismo pasó progresivamente a una nueva categoría que denominamos redes magrebíes y que a día de hoy son el principal actor yihadista en nuestro país. Están compuestas mayoritariamente por argelinos y marroquíes, más algunos individuos de nacionalidades minoritarias. Se trata de un cambio muy destacable ya que hasta hace relativamente poco las redes argelinas en España eran homogéneas en cuanto a su nacionalidad (por eso las hemos considerado aparte en las tablas en años anteriores) y la relación entre los yihadistas marroquíes y argelinos era escasa como consecuencia de las malas relaciones entre unos y otros.
En los últimos años esas redes magrebíes también han venido incrementando su tendencia hostil contra otros países europeos (recuérdese Holanda a finales de 2004, diversas detenciones en Italia y el Reino Unido que abortaron preparativos de atentados, y quizá también haya algún rastro de ellas en los atentados de Londres, aunque de momento es pura especulación). En el caso de España existen indicios de que en el año 2003 nuestro país podría haber sido escenario de acciones terroristas por parte de las redes magrebíes, de no haberse producido las operaciones policiales Lago, Arco, Aguadulce y Fuga, donde varios individuos (algunos de ellos residentes en España y otros procedentes del exterior) fueron detenidos bajo dicha sospecha.
En ese mismo año 2003 también se encontraba plenamente constituida la red del 11-M, pero por desgracia no fue suficientemente identificada. Según los datos disponibles en fuentes abiertas, el origen de este grupo se encuentra en los restos de la red de Abu Dahdah. Es decir, en algunos individuos que no fueron detenidos por escasez de pruebas, o porque no fueron considerados peligrosos en aquel momento, y que formaron un nuevo grupo dentro del cual tomó cuerpo la idea de atentar en España. A partir de ese primer núcleo fueron reclutadas otras personas de confianza para llevar a cabo la campaña terrorista.
Todavía no existe plena certeza sobre quién tuvo la idea de atentar contra los trenes de Madrid, ni tampoco sobre quién ejerció el mando del grupo. Es posible que no se tratara de una persona en concreto, sino que tanto la idea como el liderazgo fueron múltiples. Las fuentes policiales y de inteligencia destacan el papel del tunecino Serhane Ben Abdelmajid, del argelino Allekema Lamari y el papel fundamental que desempeño el marroquí Jamal Ahmidan en la financiación y obtención de explosivos. Posiblemente fueron ellos quienes dirigieron la red.
Existen dudas sin embargo sobre la importancia del egipcio Rabei Osman El Sayed, del marroquí Amer Azizi y del sirio nacionalizado español Mustafa Setmarian. A pesar de su compromiso y experiencia no existen pruebas firmes de que ninguno de ellos se encontrara en España cuando se preparaban los atentados, o de que pudieran influir de manera determinante sobre la planificación e inspiración del grupo. Sin embargo, un individuo que ha recibido menos atención, y que posiblemente pudo jugar una función clave en la formación de la red del 11-M, es el marroquí Mustafa El Maymouni. Fue detenido en Marruecos muy poco después de los atentados de Casablanca en mayo de 2003 y, hasta entonces, ejerció cierto liderazgo sobre aquellos que no habían sido encarcelados con motivo de la acción policial contra la red de Abu Dahdah en noviembre de 2001.
Otra cuestión todavía no aclarada es quién fabricó las bombas que los yihadistas colocaron en los trenes. Hasta ahora se han barajado varios nombres: el marroquí licenciado en químicas, Abderrahim Zbakh; el también marroquí y estudiante de ingeniería técnica en telecomunicaciones Abdelhak Chergui; el traficante de explosivos Suárez Trashorras; o incluso alguno de los suicidas de Leganés, gracias a los conocimientos adquiridos en un manual o proporcionados por algún yihadista especializado en explosivos con el que hubieran tenido relación antes de iniciar la campaña terrorista. Quizá el desarrollo de las investigaciones en el Reino Unido pueda aportar alguna luz nueva sobre cómo redes compuestas por individuos que no han pasado por los campos de entrenamiento terroristas adquieren ese tipo de preparación.
La red del 11-M fue rápidamente desarticulada y todavía, un año después de los atentados, continúa el goteo de detenciones de personas presuntamente implicadas en la trama. Pero lo más destacable es que en este tiempo también se ha arrestado a otros yihadistas que supuestamente estaban planeando nuevos atentados contra nuestro país:
(a) En septiembre de 2004 los Mossos d’Esquadra detuvieron a una decena de personas de origen paquistaní, acusadas de prestar apoyo logístico a la causa yihadista y de haber comenzado a planear un posible atentado contra edificios simbólicos de Barcelona. El juez que instruye la causa considera que el presunto jefe del grupo, Mohammad Afzaal, tuvo una reunión en Dubai con un líder de alto nivel de al-Qaeda a comienzos de 2004.
(b) Entre octubre y noviembre de 2004 la policía detuvo a casi cuarenta individuos de origen marroquí y argelino, en el marco de las operaciones NOVA I y II, que al parecer pretendían hacer estallar un camión suicida cargado con 500 kilos de explosivos contra la Audiencia Nacional. Supuestamente también planeaban una segunda oleada de atentados contra lugares públicos de Madrid como, por ejemplo, el estadio Santiago Bernabeu, la torre Picasso, estaciones de metro y tren, etc. La red estaba formada en su mayor parte por individuos que habían establecido relación durante su estancia en prisiones españolas. Varios de sus miembros también habían estado en contacto con integrantes de la red del 11-M.
(c) En diciembre de 2004 la policía detuvo a dos marroquíes, presuntamente vinculados a la red del 11-M, que en septiembre de ese mismo año habían sido sorprendidos en los alrededores de una central nuclear en Guadalajara, con una cámara de fotos y sin ser capaces de explicar su presencia en aquel lugar.
(d) También en diciembre de 2004 fueron detenidos cuatro marroquíes en Barcelona que habían entrado en contacto con un intermediario de un país de Europa Central para comprar explosivos. Al parecer tenían pensado atentar en la Nochebuena de ese mismo año.
(e) En junio de 2005 fueron detenidas 14 personas (la mayoría de ellas de origen marroquí y dos argelinos) acusadas de formar parte de una red de reclutamiento en España para enviar voluntarios a Irak. Se tiene constancia de que enviaron hacia aquel país al menos a cuatro voluntarios, aunque sólo uno de ellos logró entrar en Irak. Entre los detenidos varios habían expresado su voluntad de participar en atentados suicidas.
Variedad de perfiles y trascendencia de la integración sociocultural
Una pregunta que surge fácilmente en el análisis del yihadismo en nuestro país es qué tipo de individuos componen esas redes. No es posible establecer un único perfil. Los dos rasgos que se repiten son varón e inmigrante de primera generación. Varían la nacionalidad, la edad, el nivel de educación, la situación económica, modo como se desarrolló el proceso de radicalización, la situación legal en España (nacionalizados, con permiso de residencia o en situación irregular), el tipo de población donde vivían (pequeños pueblos, guetos y barriadas de clase media en grandes ciudades), y la situación familiar (casados y con hijos residiendo en España, o en su país de origen, y solteros).
La investigación sobre las características personales de los yihadistas se encuentra con el obstáculo del acceso fiable a los datos personales de muchos de ellos. No obstante, es posible recopilar información valiosa a través de fuentes abiertas, sobre todo la que ofrecen los medios de comunicación o la Oficina de Relaciones Informativas del Ministerio del Interior cuando se producen las detenciones.
La información de que disponemos hasta el momento en nuestra base de datos (que incluye a más de doscientos presuntos yihadistas detenidos en España) no permite aún una investigación científica, pero es lo suficientemente representativa como para ofrecer una panorámica general de las características personales de muchos de ellos. A partir de las diversas variables personales que acabamos de apuntar se pueden distinguir dos grandes categorías para agrupar a estos individuos: los socialmente integrados y los socialmente marginales.
El primer grupo incluye a personas en su mayoría casadas, con un empleo habitualmente poco cualificado pero que les proporciona ingresos medios, que han vivido en España durante varios años, con situación de residencia legal (algunos nacionalizados españoles) y que hablan bien el castellano. Algunos han realizado estudios universitarios. Los hay de diferentes edades pero por lo general se trata de individuos que están cerca de la treintena o en una edad algo superior. Si no fuera por su militancia yihadista, se podría decir que son personas que han tenido éxito en su proyecto migratorio.
El segundo grupo esta compuesto por personas que se encuentran a mitad de camino en su estabilización social: con trabajos precarios e inestables, recursos económicos insuficientes y, en algunos casos, en situación de residencia irregular en España. Algunos incluso han optado por un modo de vida al margen de la ley como pequeños delincuentes. Muchos no han formado todavía una familia y comparten alojamiento con otros inmigrantes, en determinados casos simpatizantes o miembros de la red. La edad media también es relativamente elevada, más de veinticinco años o en la treintena.
No puede decirse que ninguno de estos dos grupos sea predominante. Varía según la red. Entre las decenas de detenidos durante las operaciones policiales NOVA I y II el perfil mayoritario se correspondía con el socialmente marginal, pero entre los integrantes de la red del 11-M y de la red de Abu Dahdah había un destacada proporción de socialmente integrados, especialmente entre aquellos que desempeñaban tareas de responsabilidad.
Por tanto, se confirma una vez más que la marginación social no es una variable explicativa suficiente para la militancia yihadista, ya que, además de que la inmensa mayoría de los inmigrantes musulmanes en situación marginal no ingresan en esas redes, son también muchos los que sí optan por el yihadismo a pesar de que su estatus social es aceptable y, en algunos casos, superior a la media de sus compatriotas inmigrados. Esta realidad concuerda con los datos que ofrece Marc Sageman en un estudio sobre una muestra más numerosa de yihadistas, detenidos en otros países del planeta.[3] De esta manera, más que en factores de carácter socioeconómico la motivación yihadista guardaría probablemente relación con otros elementos relacionados con la pertenencia al grupo y la búsqueda de identidad, sobre los que también llama la atención Sageman. Los lazos de amistad y parentesco jugarían así un papel crucial a la hora de integrarse en una de estas redes. En muchos casos primero vendría la relación personal y más tarde la ideología radical.
Desde ese punto de vista, las redes de yihadistas se corresponderían con lo que el sociólogo Manuel Castells denomina oasis identitarios, construidos sobre la identidad de resistencia del yihadismo global.[4] De ese modo, los integrantes de estos grupos no se sentirían miembros de la sociedad española, sino que para ellos su comunidad de referencia sería la de los muyahidines que combaten en Irak, Chechenia, Palestina, Afganistán, Cachemira, etc. De ahí la importancia que ha adquirido Internet para estas redes como vehículo de transmisión de noticias, discursos e imágenes. Los vídeos con escenas de enfrentamientos armados y entrenamiento despiertan más fácilmente las pasiones haciéndoles sentir que la causa yihadista trasciende al grupo de individuos que tratan personalmente en España y es compartida por otros miles en diferentes lugares del planeta. Llegan así al convencimiento de que mediante su militancia en nuestro país pueden contribuir a la lucha de sus otros “hermanos” en los distintos frentes de la yihad global.
Conclusiones: Después de todo lo visto podemos destacar a modo conclusión las siguientes ideas. La primera es que el yihadismo lleva camino de convertirse en un fenómeno estructural en España. En los últimos años estas redes han captado nuevos miembros entre la comunidad inmigrante, sobre todo marroquí, y seguramente mantendrán esa política en los años venideros, conforme se incremente además el número de personas de ese origen.
La segunda idea es que el yihadismo está adoptando una expresión particularmente agresiva en el caso de España. Antes y después del 11-M se ha detenido a un buen número de individuos que planeaban atentar contra nuestro país; y es posible que la eficacia policial suscite enormes deseos de revancha en nuevas redes yihadistas. Esa es, en concreto, una de las lecciones que se extrae de las operaciones NOVA I y II a finales de 2004, ya que, al parecer, los terroristas querían vengar con su campaña a la red del 11-M, y para ello pretendían comenzar los atentados en el aniversario de la matanza de Atocha. El paso a la violencia por parte de una red parece haber animado a que otros yihadistas, hasta entonces en situación pasiva, se sumen a la acción directa.
Por último, la política antiterrorista en el interior de España deberá prestar atención a la integración sociocultural. Como se ha señalado en el análisis, el sentimiento de pertenencia/rechazo hacia la sociedad española es una variable a tener muy en cuenta en los procesos de radicalización y captación de los yihadistas. En ese sentido, la aparición de focos de salafismo radical en prisiones o en otros espacios podría preparar el terreno a la actividad reclutadora de la yihad global. Su existencia puede llegar a ser tan peligrosa como la de las mismas redes yihadistas.
Javier Jordán
Profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Granada
[1] Puede encontrarse una descripción más detallada sobre la historia del yihadismo en España en Javier Jordán, “El terrorismo islamista en España”, publicado en Amalio Blanco, Rafael del Aguila y José Manuel Sabucedo (ed.), Madrid 11-M. Un análisis del mal y sus consecuencias, Trotta, Madrid, 2005, pp. 79-112. También se ofrece una narración mucho más extensa y concreta en el libro de Jose María Irujo, El agujero. España invadida por la yihad, Aguilar, Madrid, 2005.[2] Sobre este particular, y otros relacionados con el yihadismo en España, son de gran interés las comparecencias de los responsables de la lucha antiterrorista en la Comisión de Investigación sobre los atentados de Madrid del Congreso de los Diputados. Particularmente la de los altos cargos policiales Mariano Rayón y Rafael Gómez Menor, la del Coronel de la Guardia Civil Faustino Álvarez y la del antiguo director del Centro Nacional de Inteligencia, Jorge Dezcallar. Todas se encuentran recogidas íntegramente en http://www.congreso.es[3] Marc Sageman, Understanding Terror Networks, University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 2004.[4] Manuel Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Volumen II: El poder de la identidad, Alianza Editorial, Madrid, 1998.