El voto en Uruguay, Chile y Brasil y el nuevo mapa electoral latinoamericano

Varias personas llegan a un colegio electoral para depositar su voto durante las elecciones municipales de 2024 en Santiago de Chile (Chile), el 27 de octubre de 2024. Chile
Colegio electoral durante las elecciones municipales de 2024 en Santiago (Chile), el 27 de octubre de 2024. Foto: Lucas Aguayo Araos/Anadolu / Getty Images

Tema
Las elecciones presidenciales en Uruguay y las locales en Chile y Brasil han cerrado el año electoral en América Latina, confirmando tendencias y adelantando algunas características que marcarán a la región en 2025.

Resumen
Las elecciones presidenciales y legislativas en Uruguay (más dos consultas constitucionales), las municipales en Brasil, y las municipales y provinciales en Chile han confirmado las nuevas dinámicas electorales propias de América Latina. Por un lado, persistencia del voto de castigo contra los gobiernos (Gabriel Boric en Chile) y partidos (Partido de los Trabajadores –PT– en Brasil) que no cumplen las expectativas ciudadanas, y, por otro, respaldo a los oficialismos con buenas gestiones, merecedoras del apoyo popular, como fue el alto número de alcaldes reelectos en Chile y Brasil y el respaldo a la coalición oficialista en Uruguay. El predominio de las distintas derechas, las más votadas en Brasil y Chile, va unido a su gran fragmentación. Las diferentes izquierdas no sólo no evitan la dispersión –salvo en Uruguay–, sino también afrontan problemas para aumentar significativamente su caudal electoral, dadas sus dificultades para conectar con las nuevas sensibilidades y preocupaciones, sobre todo de las clases medias urbanas y los más jóvenes.

Análisis
Electoramente, 2024 termina con las elecciones presidenciales y legislativas en Uruguay, aún pendiente la segunda vuelta (más dos consultas constitucionales), las municipales en Brasil, y las municipales y regionales en Chile; y también resta el balotaje para los responsables de las regiones. Estas elecciones se han celebrado tras diversas victorias oficialistas: El Salvador (reelección de Nayib Bukele), República Dominicana (reelección de Luis Abinader) y México (continuidad del lopezobradorismo y MORENA con Claudia Sheinbaum). También hubo dos victorias opositoras: José Raúl Mulino en Panamá y Edmundo González Urrutia en Venezuela (no reconocida por Nicolás Maduro). Estos resultados quebraron la tendencia predominante desde 2018, salvo en Paraguay, del voto de castigo a los oficialismos. Este año proyecta, en el corto plazo, una coyuntura electoral latinoamericana más heterogénea: triunfos opositores, tras una mala gestión gubernamental, en paralelo a victorias (plebiscitarias) de aquellos oficialismos exitosos en su lucha contra la inseguridad (Bukele), en promover el crecimiento económico (Abinader) o reducir la pobreza (López Obrador).

Los resultados en Uruguay, Chile y Brasil han consolidado esas tendencias y han redibujado otras. El voto de castigo primó en Brasil y Chile, mientras en Uruguay el oficialismo ha ido separado a los comicios. Por mandato constitucional están prohibidas las coaliciones en la primera vuelta. Así y todo, sumando los votos de las diferentes fuerzas que respaldan al gobierno, los partidos que conforman la Coalición Republicana han sido la opción más votada, aunque de forma individualizada el Frente Amplio (FA) tuvo mayor respaldado popular. El voto de castigo convive con el apoyo a aquellas gestiones municipales exitosas, con numerosos alcaldes reelectos (el 80% en Brasil y un elevado porcentaje en Chile), con preponderancia del centroderecha.

Los resultados han mostrado las dificultades de las fuerzas tradicionales –como el Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio “Lula” da Silva– para conectar con el electorado, en especial los jóvenes, las clases medias urbanas y los evangélicos, y sus demandas. Frente al problema de crecimiento de las izquierdas, incluso en Chile, hubo un avance del centroderecha en Chile y Brasil. También se han visto crecer opciones rupturistas, lideradas por outsiders de la derecha extrema, como el brasileño Pablo Marçal, que canalizan la desafección y la frustración popular ante los problemas económicos y de seguridad. En un tono más “a la uruguaya” otros políticos han adoptado formas rupturistas, como el colorado Andrés Ojeda y sobre todo el outsider antisistema Gustavo Salle. Finalmente, se ha producido el crecimiento de un voto más proclive a aquellos candidatos eficaces (o que prometen serlo) en su respuesta a las demandas ciudadanas, un voto que no se mueve tanto por ideología o vinculación partidaria sino que busca buenos gestores y no liderazgos ideológicos.

1. El voto de castigo en Brasil y Chile y el caso especial de Uruguay

Brasil abrió el turno de un intenso mes electoral en la región. Sus elecciones municipales se desarrollaron en octubre: la primera vuelta el 6 y la segunda el 27. Ese mismo día Uruguay celebró la primera vuelta de las presidenciales, las legislativas y dos consultas constitucionales y Chile municipales y, por segunda vez en la historia, la primera vuelta de las regionales (en Chile también se votó el 26).

Figura 1. Comicios en Uruguay, Brasil y Chile, 2024

BrasilUruguayChile
Elecciones municipales
(Primera vuelta: 6-X)
(Segunda vuelta: 27-X)
Elecciones presidenciales
(Primera vuelta: 27-X)
(Segunda vuelta: 24-XI)
Elecciones municipales
(Una sola vuelta: 26/27-X)
 Elecciones legislativas
(27-X)
Elecciones a gobernadores
(Primera vuelta: 26/27-X)
(Segunda vuelta: 24-XI)
 Dos referéndums
(27-X)
 
Fuente: elaboración propia.

2. Brasil

La primera vuelta de las elecciones municipales brasileñas deja tres conclusiones. Primero, el bolsonarismo creció y se consolidó como referente de la derecha, y el lulismo avanzó, aunque de forma insuficiente. Segundo, ni el bolsonarismo ni el lulismo son mayoritarios ni hegemónicos, el país se decanta por otras fuerzas vinculadas al centro, bien de centroderecha (Partido Social Democrático, PSD), bien de centroizquierda (Partido Socialista Brasileño, PSB) o bien de derecha moderada (Partido Republicano, PR), que por su pragmatismo y flexibilidad son potenciales aliados de Lula o de Bolsonaro, pero también los pueden desafiar. De hecho, pueden estar simultáneamente en gobiernos de distinto signo en diferentes administraciones. Tercero, el centroderecha y la derecha son más fuertes pero están divididos y la izquierda afronta problemas para crecer dada su dificultad para canalizar las demandas de jóvenes y clases medias urbanas. Se vuelve a mirar a Lula para las presidenciales de 2026, aunque emergen otras alternativas, como el PSB.

Tanto la primera como la segunda vuelta mostraron que la derecha en general y el Partido Liberal (PL) –que respaldó a Bolsonaro en 2018 y 2022– en particular son más fuertes en las grandes ciudades. El lulismo se recuperó en la primera vuelta de su crisis electoral de 2016 y 2020. Cuatro años después pasó de 182 prefecturas a 251, aunque esto fue insuficiente. El PT no gobernaba ninguna capital estadual desde 2016, pero esta vez recuperó terreno y disputó el balotaje en cuatro: Fortaleza, Cuiabá, Natal y Porto Alegre, aunque sólo ganó la primera. El avance del bolsonarismo fue mayor y pasó de controlar 344 prefecturas a 523. En la primera vuelta, mientras el lulismo no ganaba ninguna capital, el bolsonarismo conquistó dos: Maceió (Alagoas) y Rio Branco (Acre).

Figura 2. Desempeño del PT y el PL en primera vuelta, 2024

Capitales de estado en disputa26
Triunfos del PT en primera vuelta en capitales de estado0
Triunfo del PL en primera vuelta en capitales de estado2
Duelo PT-PL en segunda vuelta en capitales de estado2
PT luchó en segunda vuelta4
PL luchó en segunda vuelta9
Ciudades de más de 200.000 habitantes (52)PL ganó en 10 en primera vuelta PT ganó en 2 en primera vuelta
Ciudades de más de 200.000 habitantesPT aspiraba en segunda vuelta a ganar 23 PT aspiraba en segunda vuelta a ganar 13
Fuente: elaboración propia.

Los resultados de la primera y la segunda vuelta muestran que el PT tiene crecientes problemas para captar el voto joven y urbano frente a la mayor capacidad del PL. Éste ganó en cuatro capitales, aunque en ninguna de las 10 mayores: a Rio Branco y Maceió añadió Aracaju y Cuiabá, pero perdió en Goiânia, Belém y Manaus. Más éxito tuvieron las fuerzas del centrão. Los dos partidos con más prefecturas fueron el PSD, de Gilberto Kassab, 887, y el MDB, 853. El PSD ganó en Rio en primera vuelta y en Belo Horizonte en segunda. La fuerza del PSD y el MDB mostró, a escala local, el menor impacto de la dicotomía bolsonarismo-lulismo. En segunda vuelta, el bolsonarismo y el lulismo se enfrentaron en Cuiabá (Mato Grosso) y Fortaleza (Ceará), solo dos de las 15 capitales estaduales que se decidían en el balotaje. De hecho, el MDB y el PSD gestionan más capitales (10) y gobiernan más habitantes (27 millones frente a casi 2,5 millones del PL y otro tanto del PT).

Figura 3. Gobiernos en las capitales estaduales

PartidoCapitalesPoblación
MDB514,9 millones
PSD511,8 millones
PL42,6 millones
União45,4 millones
Podemos2763.000
PP21,7 millones
Avante12 millones
PSB11,4 millones
Republicanos1322.000
PT12,4 millones
Fuente: elaboración propia con datos de Folha de São Paulo.

La primera y segunda vuelta de las municipales confirmaron la preponderancia de los partidos del centrão, configurándose como posibles alternativas al bolsonarismo, pese a su avance, y al PT. En la batalla por la prefectura de São Paulo ganó de forma contundente, en segunda vuelta, el alcalde, Rodrigo Nunes del MDB, con apoyo del PSD, del Partido Republicano (PR) del gobernador paulista Tarsicio de Freitas y del bolsonarismo. Se impuso a Guilherme Boulos, respaldado por “Lula”. A la hora de reconocer apoyos, Nunes mencionó a De Freitas como el hombre del futuro, relegando a Bolsonaro que solo apoyó con desgana al alcalde. En la primera vuelta emergió la figura del outsider Pablo Marçal, que con su discurso agresivo, antipolítico y antisistema, conquistó al bolsonarismo. Sin tener un partido fuerte sumó el 28,14% de los votos, quedándose solo a 55.000 votos del balotaje, disputado por Nunes y Boulos, con el 29,49% y 29,06%.

Otras fuerzas de izquierda, con mayor penetración social, emergen como alternativa al PT. El prefecto de Pernambuco, João Campos, fue electo en primera vuelta con casi el 80%, y confirma la importancia del PSB que sumó un 20% más de prefectos. Campos basó su éxito en su capacidad de adaptar su mensaje y acción a lo que “la gente espera”, que los alcaldes y políticos mejoren sus vidas y gestionen con calidad y eficiencia. “Hay que tener mucho cuidado con las discusiones acaloradas desde el punto de vista ideológico, porque la agenda concreta sale de este campo. el centro también tuvo un mayor crecimiento en las elecciones, porque tiene una agenda menos ideologizada”.

3. Uruguay

Uruguay celebró elecciones presidenciales y legislativas el 27 de octubre, tras una campaña fría, alejada de la polarización existente en la región y otras partes del mundo. La lucha se sigue resolviendo de forma binaria, pero no como en el siglo XIX y hasta comienzos de la década de 1990 (entre colorados y blancos), sino entre dos grandes coaliciones: el Frente Amplio (FA), que va del centro a la izquierda, y la Coalición Republicana, desde el centro a la derecha y reúne a los dos partidos históricos (blancos y colorados) y otros dos más recientes, Cabildo Abierto y Partido Independiente.

Uruguay volvió a mostrar que, aunque afectado por problemas similares a los demás países de la región (inseguridad y crisis de representación política), los aborda de forma diferente. Primero, la segunda vuelta la disputarán los dos candidatos más centrados: Yamandú Orsi, del centroizquierda, y Álvaro Delgado, del centroderecha. Frente a elecciones polarizadas (Bolsonaro frente Lula, Fujimori frente a Castillo o Massa frente a Milei), en Uruguay el escenario electoral se mueve en el centro. El resultado confirma lo que apuntaban las encuestas. En el balotaje presidencial, el 24 de noviembre, se enfrentarán los candidatos del FA (Orsi) y del Partido Nacional (Delgado). En la primera vuelta Orsi, con el 43.9%, fue el más votado, seguido de Delgado (delfín del presidente Luis Lacalle Pou), con el 26,7%, algo mejor de lo esperado. La suma de las cuatro fuerzas que conforman la Coalición Republicana (que apoyan a Lacalle Pou) supera los votos del FA: 47% y 44%. El Partido Colorado tuvo el 16%, Cabildo Abierto el 2,4% y el Partido Independiente 1,7%.

El FA creció casi cinco puntos respecto a la elección anterior y los partidos de la Coalición oficialista retrocedieron. Pero, mientras blancos y colorados se reforzaron, Cabildo Abierto quedó fuera del Senado. El FA dominó en las zonas más pobladas (Montevideo y Canelones) y ganó 12 de los 19 departamentos, frente a seis del Partido Nacional (Blanco) y uno del Partido Colorado. Queda en el aire la gobernabilidad, tanto si gana Orsi como Delgado, ya que ninguno tiene mayoría en el legislativo bicameral. El FA domina el Senado, con 16 escaños sobre 30, por 14 del actual oficialismo (nueve blancos y cinco colorados). En Diputados, de 99 escaños, 48 son del Frente Amplio, 29 del Partido Nacional, 17 del Partido Colorado, dos de Cabildo Abierto, uno del Partido Independiente y dos del partido de Salle. La Coalición Republicana suma una banca más (49) que el FA (48).

Además de las presidenciales y legislativas, la atención se centró en dos consultas constitucionales, en especial el referéndum sobre la reforma del sistema de jubilaciones, que buscaba bajar la edad de retiro de 65 a 60 años, equiparar las jubilaciones mínimas al salario mínimo y eliminar los fondos privados de pensiones. Su atención fue mayor que la de la elección presidencial, por sus consecuencias trascendentales sobre el futuro institucional y económico del país. La propuesta fue impulsada por la central sindical PIT-CNT, el Partido Comunista (PC) y otras fuerzas minoritarias más a la izquierda en el FA. Sin embargo, causó el rechazo de buena parte del FA.

Tanto el presidente Lacalle Pou, como los ex presidentes Julio María Sanguinetti, Luis Lacalle Herrera e incluso José Mujica, pese a ser de distintos partidos, apoyaban el “No”. Mujica dijo que respaldar el “Sí” era provocar un caos, mientras Lacalle Pou pedía al resto del FA inclinarse por el rechazo y abandonar la ambigüedad. Las papeletas por el “Sí” sumaron el 38,81% de los votos. Al no alcanzar el 50% más uno de los votos, la propuesta fue rechazada.

Mientras la región se inclina por la mano dura contra la delincuencia, como en El Salvador y Argentina, en Uruguay el plebiscito sobre allanamientos nocturnos, con un 39,35% de respaldo, no pudo superar el mínimo para ser aprobado.

Finalmente, si bien Uruguay no escapa del fenómeno de la antipolítica, que en Brasil tuvo como figura destacada a Marçal, su impacto fue mucho más contenido. En esta elección emergió la figura de Gustavo Salle, de Identidad Soberana, que logró dos legisladores y el 2,69% en las presidenciales.

4. Chile

El 26 y el 27 de octubre Chile voto en elecciones municipales y regionales para elegir alcaldes y concejales, además de gobernadores y consejeros regionales. Estas elecciones confirmaron, como en Brasil, el proceso de fragmentación del sistema de partidos, el avance de la derecha –sobre todo del centroderecha– y el retroceso de las diferentes izquierdas.

La desunión fue la tónica dominante. El oficialismo fue unido sólo a la elección de alcaldes, donde el centroizquierda y la izquierda oficialista, además del Partido Demócrata Cristiano (DC), conformaron la alianza Contigo Chile Mejor. Para concejales y gobernadores se establecieron cuatro listas separadas. Las derechas moderadas fueron unidas en Chile Vamos (Renovación Nacional –RN–, Unión Demócrata Independiente –UDI– y Evópoli) para elegir alcaldes y gobernadores regionales, pero se dividió para concejales y consejeros regionales. La derecha histórica afrontó el desafío de la extrema derecha, dividida entre el Partido Republicano (PR) de José Antonio Kast y el Partido Social Cristiano (PSC) –una formación conservadora vinculada a las iglesias evangélicas–. Chile Vamos se enfrentó a los centristas de Centro Democrático (Amarillos y Demócratas) y al populista Partido de la Gente (PDG), del ex candidato presidencial Franco Parisi, que fue por separado.

Las municipales y provinciales fueron vistas como test al gobierno de Gabriel Boric. A diferencia de Uruguay, Boric partía con unos bajos índices de popularidad. Las elecciones se dieron en un doble contexto: los escándalos que han golpeado al centroderecha y al gobierno y las elecciones presidenciales de 2025. El caso Audio (tráfico de influencias) afecta a la derecha y el caso Monsalve (la renuncia de Manuel Monsalve a la subsecretaría del Interior, tras denuncia de presunta violación) golpeó al gobierno a una semana de las elecciones. Según la encuesta Cadem, la desaprobación de Boric subió del 60% al 65%, siendo el peor resultado desde la primera semana de mayo, posterior al asesinato de tres carabineros. Su aprobación bajó del 32% al 27%.

Se castigó al oficialismo, pero a escala local se premió a los gobernantes eficientes. Muchos alcaldes, independientemente del color político, fueron reelectos, como el oficialista Tomás Vodanovic en Maipú, los derechistas José Manuel Palacios en La Reina y Camila Merino en Vitacura. Los resultados pueden verse como un voto de castigo al oficialismo y a la izquierda que, pese a todo, resistió mejor de lo esperado. Con voto obligatorio, la participación subió del 43% al 85% del padrón, pasando de casi 6,5 millones de votos en 2021 a más de 13 millones en 2024.

En la elección de alcaldes hubo un empate virtual entre el oficialismo y la oposición. El oficialismo, que iba en una misma lista candidatos de la DC hasta del Partido Comunista, obtuvo el 30,1%. Los tres bloques de derecha, sumados los resultados de Chile Vamos (26,8%), PR (4,1%) e independientes y el PSC (3,25%), sumó el 34,4%. El oficialismo perdió 40 alcaldías respecto a las elecciones de 2021.

En las regionales, el oficialismo eligió tres de los cinco gobernadores que superaron el umbral del 40% para evitar la segunda vuelta, frente a uno de la UDI y un independiente cercano al oficialismo. En las 11 regiones restantes, incluyendo la Metropolitana y la de Valparaíso, habrá segunda vuelta con duelos entre las derechas y las izquierdas y sólo en Antofagasta se medirán dos figuras de izquierda: el gobernador Ricardo Díaz (independiente de izquierda) y Marcela Hernando (radical, de centroizquierda). En cinco de esas 11 regiones la derecha tiene muchas posibilidades de triunfo.

Las listas oficialistas lograron el 41,01% de los concejales frente al 45,9% de los de derecha. El primer partido más votado fue RN (centroderecha), con un 15,5%. En segundo lugar, los republicanos obtuvieron un 13,8%, seguidos de la UDI (derecha moderada) que sumó un 10,1%. La izquierda quedó por detrás con el Frente Amplio (FA), con el 7%, el PR y Partido Comunista (PC), con seis o siete. En términos de población gobernada en el plano local por cada bloque, el porcentaje bajo gobiernos locales de centroderecha y derecha pasó del 21,6% al 37,4%, y el gobernado por la izquierda y la centroizquierda del 40,1% al 38,5%. El porcentaje gobernado por independientes se mantuvo en torno al 24,5%.

Figura 4. Reparto de alcaldes, concejales y gobernadores, 2024

Cargos
ConcejalesOficialismo 41,01%
(940 concejales, pierde 409)
Derechas 41,9%
(1.185, gana 322)
Otras derechas 6,6%
AlcaldíasOficialismo 30,1%
(de 159 a 111 alcaldías)
Los tres bloques de derecha, 34,4%
(de 87 a 122)
Otras derechas
(PR 8 y PSC 1)
GobernadoresOficialismo 4
Oposición 1
Consejeros regionalesOficialismo (de 139 a 121)
Oposición
Fuente: elaboración propia con datos del Informe Decide Chile.

Conclusiones
Los recientes resultados de Brasil, Uruguay y Chile muestran algunas de las tendencias electorales predominantes en la región. Para comenzar, hay una cierta reivindicación de los políticos profesionales frente a los “políticos de redes”. Dos fuerzas entroncadas con el sistema, el PSD y el MDB, fueron las triunfadoras en los comicios brasileños y en Uruguay y Chile los partidos tradicionales siguieron siendo hegemónicos. En Uruguay la segunda vuelta se decidirá entre dos políticos de amplia experiencia de gestión: Orsi fue intendente de Canelones entre 2015 y 2024 y Delgado mano derecha de Lacalle Pou (secretario de la presidencia) entre 2020 y 2023.

En líneas generales triunfaron las opciones más centradas, no el centro político, que en algunos lugares dejó de existir. Las nuevas izquierdas de la región (Boric y Petro, sobre todo) y las antiguas (Lula y la renovación del FA) han pasado en dos años de encarnar la renovación y la esperanza de cambio a tener serias dificultades para atraer a los sectores sociales emergentes. El caudal electoral del frenteamplismo uruguayo, menos del 44% e inferior a la suma de la coalición gobernante, estuvo ligeramente por debajo de lo esperado, y reduce sus opciones de ganar un balotaje que será sumamente disputado. Cualquiera sea el ganador de las presidenciales no supondrá un gran cambio respecto a lo que ha sido el Uruguay del siglo XXI.

Las opciones más radicales no consiguieron grandes éxitos, aunque algunas lograron proyectarse a escala nacional. Este fue el caso del “partido” uruguayo Identidad Soberana (IS), liderado por el médico antiglobalista y antivacunas Gustavo Salle, que calificó a Javier Milei de “agente del Mossad”. Salle obtuvo dos diputados y se ha convertido en el árbitro de la Cámara de Diputados, donde el oficialismo tiene 49 escaños y el FA 48. El electorado brasileño también emitió un mensaje claro: evitó la llegada del extremismo de derecha a la segunda vuelta en São Paulo, pero también le advirtió a la izquierda que debe cambiar. En Chile ocurrió algo parecido con el retroceso del PC, derrotado en Santiago, y los pobres resultados de Republicanos, inferiores a los esperados, que complican una posible candidatura presidencial de José Antonio Kast.

Estas elecciones, pese a su carácter local en Brasil y Chile, han incidido en los dos países en la competencia por la presidencia. Las municipales brasileñas se han visto como un test de cara a las presidenciales de 2026, aunque la dinámica local sea diferente a la nacional. Han dejado a la izquierda lastrada por un lento e insuficiente crecimiento, cuya principal fortaleza es su unidad en torno a “Lula” da Silva, al no haber otro liderazgo comparable. En Brasil se produjo una profunda transformación del escenario político. El PT necesita reconquistar el terreno perdido entre los votantes urbanos. La derecha es más heterogénea. Las elecciones han mostrado que existe cada vez mayor distancia entre los viejos partidos (el PT y el PSDB) con respecto a una ciudadanía que quiere hechos y no discursos (un gobierno eficaz capaz de garantizar bienes públicos). El PT ya no llega ni a la clase media de las grandes ciudades ni al mundo evangélico.

El centro, el centroderecha y la derecha son mayoritarias y más fuertes pero están divididas. El liderazgo de Bolsonaro, que no puede competir en 2026, parecería haber crecido por el avance del PL en control territorial. Sin embargo, en el centro y a su derecha han aparecido líderes que pueden desafiarle. En el centro, el PSD y el PR aspiran a un liderazgo de centroderecha más moderado que el de Bolsonaro. Además, cuentan con poder territorial (el PSD de Kassab es el partido con más municipios en el país y el PR es hegemónico en São Paulo) y el liderazgo del gobernador Tarcísio de Freitas, antiguo aliado de Bolsonaro pero que ahora busca construir su propia base de poder con vistas a su candidatura en 2026. La victoria de Nunes sobre Boulos en la segunda vuelta en la capital paulista refuerza la posición de De Freitas, que emergió como el gran triunfador de la jornada del 27, aunque no haya competido en ella.

Bolsonaro ha visto emerger un liderazgo alternativo en la extrema derecha. Pablo Marçal, tras su éxito en las municipales, buscará saltar al escenario nacional y liderar a la extrema derecha. Marçal fue protagonista indiscutible en la campaña paulistana y obtuvo el 28,14%, a muy poca distancia de Nunes (29,48%) y Boulos (29,07%). Un sondeo de Quaest para las elecciones presidenciales tras la primera vuelta de las municipales muestra que el bolsonarismo se fragmentaría en tres frente al 32% de Lula. En todo el espectro de la derecha, Marçal, el outsider antisistema reuniría el 18%; Tarcísio de Freitas, bolsonarista moderado, el 15%, y Michelle Bolsonaro, la esposa neopentecostal del ex presidente, el 12% (hace unos meses superaba el 23%). Romeu Zema (Novo), gobernador de Minas Gerais, reuniría el 4%. Como apunta Eliane Cantanhede “el saldo de la primera vuelta es muy claro: derrota de la izquierda, decadencia del PSDB, fortalecimiento del Centrão (léase derecha) y división del bolsonarismo, entre radicales y pragmáticos. A pesar del ruido y la exposición de ese extraño candidato en la principal capital, Bolsonaro sigue siendo el líder de los radicales, pero ahora tiene una competencia real de Tarcísio, quien se ha perfilado como el líder de los moderados”.

En Chile no hubo ni debacle en la izquierda, ni avance meteórico de la derecha ultraconservadora (Republicanos) ni consolidación de una alternativa de centroderecha. La doble coalición gobernante obtuvo unos resultados discretos y la pérdida de apoyos fue menor de lo previsto. La victoria en Maipú de Tomás Vodanovic, alcalde del partido del presidente Boric, mostró que aún tienen fortaleza y lo coloca como referente de la izquierda para las presidenciales de 2025 (Boric no puede ser reelegido). Las elecciones representan también un triunfo para la potencial candidata del centroderecha, Evelyn Matthei, que consolida su liderazgo, fortalecida por los buenos resultados de Chile Vamos con algunas victorias significativas en Santiago y Providencia y en comunas populares urbanas como Independencia, Melipilla, Huechuraba y Antofagasta o en Ñuñoa con Sebastián Sichel. Chile Vamos consolida su preponderancia en el centro y la derecha pese a que el partido con más concejales fue el Republicano, un 11,2%, si bien la fuerza liderada por Kast ha perdido la “magia” que le llevó a ser la fuerza dominante en la segunda constituyente.