El triángulo estratégico China, EEUU, UE en 2024 desde una perspectiva española

Banderas china, estadounidense y europea ondeando a la luz del sol como fondo. China, EEUU y la UE conforman un triángulo estratégico
Banderas de China, EEUU y la UE ondeando. Foto: peterschreiber.media / Getty Images

Tema
Análisis prospectivo de las relaciones de España y la Unión Europea con Estados Unidos y China en un contexto incierto marcado por las múltiples citas electorales de 2024.

Resumen
2024 se presenta como un año potencialmente muy significativo en la reconfiguración del triángulo estratégico entre China, Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea (UE), lo que tendría repercusiones sustantivas sobre la política exterior española. A partir del análisis del posicionamiento de España y la comunidad euroatlántica ante la rivalidad entre EEUU y China, y de las relaciones bilaterales de España y la UE con estas dos potencias, se presentan tres posibles escenarios de evolución.

Análisis
La rivalidad geopolítica protagonizada por China y EEUU continúa marcando el actual nuevo orden internacional. EEUU y Europa a la cabeza capearon en 2023 estas convulsiones geopolíticas con bastante cohesión y con una fuerte alineación en cuestiones cruciales como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el apoyo a Ucrania. Debates más intensos se han visto tanto a nivel intraeuropeo como transatlántico con respecto a China y la guerra en Gaza. En 2024 el nivel de alineamiento entre EEUU y Europa probablemente será similar a la espera de los resultados de las elecciones europeas de junio y, especialmente, las presidenciales estadounidenses de noviembre. Este contexto electoral, incluyendo las recientes elecciones taiwanesas, también influirá en la evolución de la rivalidad estratégica entre EEUU y China.

España y la comunidad euroatlántica ante la rivalidad Washington-Pekín

El abandono de la política de COVID Cero por parte de las autoridades chinas a finales de 2022 ofreció una oportunidad evidente para retomar los contactos personales entre las autoridades y la población china y el resto del mundo. Se esperaba que esto abriera una ventana de oportunidad para revertir el deterioro de las relaciones de EEUU y la UE con China particularmente evidente desde el inicio de la pandemia. Por la parte europea, ha sido muy notable el flujo de visitas de alto nivel tanto de autoridades de la UE como de sus Estados miembros a China, que culminó con la 24 cumbre UE-China el 7 diciembre de 2023. Aunque sin grandes avances concretos, esta cumbre ilustra el proceso de recuperación de confianza en el que se encuentran ambas partes, que han abordado como principal cuestión cómo equilibrar sus vínculos económicos. Basta con compararla con la cumbre anterior, celebrada por videoconferencia en abril de 2022, que estuvo completamente marcada por el alineamiento de China con Rusia en la guerra en Ucrania, las sanciones económicas chinas contra Lituania, y las sanciones europeas y consiguientes contrasanciones chinas impuestas en marzo de 2021. En cuanto a EEUU, el incidente del globo de reconocimiento chino truncó que se iniciara un proceso similar en febrero de 2023. En cualquier caso, aunque las tensiones entre EEUU y China han sido mayores a lo largo de 2023 que entre la UE y China, el año también terminó con señales evidentes de distensión entre Washington y Pekín. La reunión entre Biden y Xi en California fue decisiva para ello y se han producido anuncios significativos, por ejemplo, la recuperación de canales de comunicación directa entre sus ejércitos, el compromiso chino de aumentar los controles sobre la exportación de los precursores químicos necesarios para la producción de fentanilo, el relanzamiento de la cooperación contra el cambio climático y el establecimiento de un diálogo en materia de Inteligencia Artificial.

De cara a 2024 identificamos tres elementos que probablemente serán particularmente influyentes en la evolución de las relaciones bilaterales entre China y EEUU: el estrecho de Taiwán, el seguimiento de los acuerdos alcanzados durante la visita de Xi a EEUU en noviembre de 2023 y las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024.

Al igual que en Bali un año antes, la reciente reunión entre Biden y Xi en California evidenció que el estrecho de Taiwán sigue siendo el punto más importante y peligroso de la relación bilateral. Consciente de ello, ambas partes han enviado señales de que quieren minimizar el riesgo de una crisis en la zona. En octubre de 2023 el número de incursiones de aeronaves de las fuerzas áreas chinas en la zona de identificación de defensa aérea de Taiwán ha sido el más bajo desde la visita de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, en agosto del 2022. Y Biden reafirmó ante Xi su compromiso con la política de una sola China y que no apoya la independencia de Taiwán. Aunque Pekín siga sin renunciar al uso de la fuerza para reunificar la isla bajo el control del gobierno central de China y Washington mantenga su cooperación militar con Taiwán, el esfuerzo bilateral por reducir la desconfianza mutua y revertir el alto nivel de tensión imperante desde que estallara la cuarta crisis del estrecho de Taiwán en agosto de 2022 ha sido particularmente valioso en el marco de la celebración de elecciones generales en Taiwán el 13 de enero de 2024. Aunque los procesos electorales en Taiwán han sido frecuentemente un contexto propicio para el aumento de las tensiones en la zona, ya sea por los intentos de Pekín de condicionar sus resultados o por el endurecimiento del discurso frente a China de algunos políticos taiwaneses que intentan movilizar así a su electorado, en este caso no ha habido incidencias significativas y ha imperado la contención tanto en Pekín como en Taipéi y en Washington. Todo ello a pesar de que el nuevo presidente de Taiwán será William Lai, el candidato más alejado de las posiciones chinas. Habrá que ver cómo evoluciona esta situación tras su toma de posesión el próximo 20 de mayo.

A pesar del esfuerzo de Biden por reducir la desconfianza mutua con el gobierno chino, son evidentes las diferencias entre la Casa Blanca y el Congreso de EEUU sobre la política hacia Taiwán. Desde el punto de vista de este último, es China la que está cambiando el statu quo en el estrecho de Taiwán, por lo que el Congreso debe demostrar más determinación en el apoyo de EEUU a la isla, suministrando todas las capacidades necesarias para su defensa. Por lo tanto, existe un amplio consenso bipartidista en el Congreso sobre Taiwán, con los republicanos quizás algo más ruidosos dominando la Cámara de Representantes, pero con cada proyecto de ley que ha salido adelante contando con un amplio apoyo bipartidista. Algo que, de manera más amplia, se percibió con la creación, en enero del 2023, del Comité Selecto sobre el Partido Comunista China, bipartidista y no permanente, con las misiones de evaluar los riesgos tecnológicos, militares y de seguridad nacional, y los riesgos económicos. Y es la Cámara de Representantes la que está mostrando y seguirá mostrando a lo largo del 2024 su preocupación por los obstáculos en la entrega de artículos de defensa estadounidense, dada la vulnerabilidad de los procesos industriales de defensa de EEUU puestos de manifiesto con la guerra en Ucrania. Taiwán se ha visto así vinculada a Ucrania y más recientemente con Israel por una lucha por los recursos que aprueba el Congreso de EEUU y todos ellos aparecen comprometidos no sólo por las diferencias entre republicanos y demócratas sobre cómo presentar los paquetes de ayuda, sino por las discrepancias entre los propios representantes republicanos que ahora dominan la cámara baja.

En segundo lugar, habrá que ver el alcance de los acuerdos alcanzados por Biden y Xi en la reunión en San Francisco. Los republicanos no se sintieron cómodos con esta cumbre porque en general no ven con buenos ojos los diálogos al más alto nivel entre los dos gobiernos. Para Biden, sin embargo, dicha reunión significaba en parte favorecer sus ambiciones electorales a corto plazo. De cara al 2024, Biden no puede permitirse una crisis con China en año electoral y con las guerras en Ucrania y Oriente Medio activas. Esta situación alimentaría las afirmaciones de los republicanos de que está mayor y es débil y reforzaría las acusaciones del favorito republicano, Donald Trump, de que el mundo está fuera de control bajo la mirada de Biden. El actual presidente también necesitaba demostrar que podía ser duro con China, tanto para rebatir los ataques republicanos como para mostrar que se centra en cuestiones que afectan a la vida de los estadounidenses. En este sentido, presionó con éxito a China para que se comprometiera a hacer más por frenar sus exportaciones de precursores químicos que los cárteles mexicanos utilizan para fabricar fentanilo, responsable del 70% de las muertes por sobredosis en EEUU. China ya se comprometió a realizar dichos controles en el pasado, en 2016 con Obama y en 2018 con Trump, pero no lo cumplió y el viaje de Pelosi puso fin temporalmente a su cooperación en materia antidroga. Si este acuerdo se cumple, podría salvar innumerables vidas en EEUU y dar a Biden cierto impulso político antes de las próximas elecciones. Pero es quizás el restablecimiento de los contactos militares el logro más importante de la reunión, rebajando las posibilidades de que las fuerzas navales o aéreas estadounidenses y chinas tropiecen en un incidente en los mares del sur o del este de China, y por lo tanto reduciendo las posibilidades de una posible escalada.  

La presión política sobre Biden para que endurezca su política hacia China no hará más que incrementarse a medida que se acerquen las elecciones de noviembre, pues los candidatos republicanos han mostrado una clara voluntad de intentar utilizar este tema como baza electoral. Aunque suele hablarse de un consenso bipartidista hacia China –que en cualquier caso se podría limitar al Congreso de EEUU a la hora de sacar adelante iniciativas–, es más preciso caracterizarlo como un común denominador, que consiste en sustituir la tradicional política estadounidense de implicación o compromiso (engagement) con China por otra de competición con elementos de contención. Aprovechando que China es percibida como la mayor amenaza para la economía y la seguridad de EEUU por su población, todos los aspirantes republicanos a la candidatura del partido para las elecciones presidenciales han criticado duramente a Biden por hacer demasiadas concesiones a China. Trump ha vinculado dichas críticas especialmente al deterioro del bienestar material de los norteamericanos reclamando la independencia económica del gigante asiático, aunque se niega a decir si EEUU debería ayudar a defender a Taiwán de un ataque de China. Nikki Haley ha sido la más explícita al relacionarlo con la defensa: “El éxito de China es derrotar a EEUU. Quiero decir, China es un enemigo. Se han estado preparando para la guerra con [EEUU] durante años. Me resulta increíble la debilidad con la que Joe Biden y Kamala Harris se ponen de rodillas cuando se trata de China”. De ahí que Biden y su Administración estén siendo muy activos a la hora de explicar a la población estadounidense las bonanzas de su estrategia hacia China.

El gobierno español muy posiblemente seguirá trabajando en 2024 para profundizar las relaciones transatlánticas y mantener una relación constructiva con China. El mayor riesgo para ello sería la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca y, aunque menos probable, un estrechamiento del alineamiento estratégico chino con Rusia con un mayor respaldo a su guerra de agresión contra Ucrania. En cuanto a la materialización de estas consideraciones en políticas públicas por parte de las autoridades españolas en 2024, probablemente lo más relevante sea la concreción del diseño de su estrategia de reducción de riesgos respecto a China en consonancia con el desarrollo de la estrategia de seguridad económica de la UE. Un punto central en este proceso será el intento de reducir el enorme déficit comercial que mantiene España con China para lo que se antoja imprescindible equilibrar las reglas del juego que regulan su interacción económica y que las autoridades chinas distorsionan con múltiples medidas.

La relación transatlántica y bilateral España-EEUU

La relación transatlántica se tuvo que enfrentar a un sinfín de retos y dilemas durante el 2023, un año en el que la guerra en Ucrania no ha sido el único protagonista. Otros retos en los que EEUU y el continente europeo han discrepado van desde el Sahel hasta la urgencia de abordar el cambio climático y el hecho de que la mayoría de los Estados europeos miembros de la OTAN no gasten al menos el 2% del PIB en defensa, una queja clave por parte de EEUU que se abordará de nuevo y con énfasis en la cumbre de la OTAN que se celebrará en el 2024 en Washington.

El principal revuelo en 2023 en la relación transatlántica fue, en un primer momento, en el ámbito económico como consecuencia de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) aprobada por la Administración Biden. Si bien los europeos elogiaron los avances que contenía contra el cambio climático, se opusieron a lo que consideraban medidas que violaban los principios de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que discriminaban las empresas de la Unión y que podían aumentar el riesgo de desindustrializar regiones en Europa. La IRA sonaba a nacionalismo económico, como se escuchó decir al presidente Biden en su discurso sobre el Estado de la Unión de febrero de 2023: “Debemos comprar EEUU para construir EEUU. Hemos estado importando productos extranjeros y exportando empleos estadounidenses”. La IRA puso en riesgo los avances logrados en los dos años anteriores por la Administración Biden, que cuando llegó a la Casa Blanca puso de nuevo a los aliados, tanto en el Pacífico como en Europa, a la cabeza de su agenda. No obstante, con el paso de los meses se fueron reduciendo las tensiones con negociaciones y reuniones entre las partes.

Pero el hecho de que el gobierno de Biden decidiera volcarse políticamente en estabilizar la economía nacional y en atajar la creciente inflación también ha sido alentador para quienes están fuera de EEUU. Al fin y al cabo, un EEUU fuerte, una economía estadounidense robusta, es imprescindible en el actual marco de competición estratégica y también para Europa. Por ello, la economía transatlántica ha seguido siendo la más poderosa del mundo en el 2023, con la inversión mutua manteniéndose como la verdadera columna vertebral de dicha economía transatlántica, siendo EEUU y Europa la principal fuente y destino de la inversión extranjera directa en el mundo. Sin embargo, y quizás debido las convulsiones geopolíticas que han protagonizado los últimos meses del 2023, se pospuso la reunión que debida celebrarse antes de que acabara el año del Consejo de Comercio e Inversiones (TTC) entre la UE y EEUU. Éste fue creado en el 2021 como la gran apuesta para avanzar en la cooperación transatlántica en el marco de la competición geopolítica con China, pero parece que su importancia ha decaído. No obstante, Bruselas y Washington se han comprometido en dar pasos definitivos en el 2024 hacia un acuerdo sobre el acero y el aluminio, y sobre minerales críticos. Este último está más avanzado que el primero y ayudaría a mitigar algunos de los efectos menos positivos de la IRA. EEUU y la UE también se han comprometido a trabajar en la exención de visados entre los Estados miembros de la UE y EEUU y a incrementar los intercambios académicos en los próximos cinco años, tal y como se avanzó en la cumbre UE-EEUU en octubre del 2023 –la segunda de la era Biden– y celebrada poco después del ataque de Hamás a Israel, que desde entonces ha centrado la mayor parte de la atención internacional y transatlántica.

Que norteamericanos y europeos sigan alineándose o tensionándose, o que fluya la coherencia en las relaciones transatlánticas en 2024 dependerá, por tanto, no sólo de los distintos resultados políticos, e indirectamente de las presiones externas provocadas por Rusia y China, sino también de la crítica situación en Gaza y la respuesta internacional, de las crecientes tensiones en el mar Rojo y del temor a una extensión del conflicto a otras áreas de Oriente Medio.

Con respecto a los resultados políticos, el hecho de que el presidente de EEUU que salga elegido en noviembre del 2024 sea republicano parece admitirse como un posible punto de inflexión en las relaciones transatlánticas a partir del 2025. Pero no sólo por el resultado en sí, sino porque del lado europeo un aumento de poder y la popularidad de la extrema derecha en algunos países podría dar lugar a una serie de fuerzas que acogerían favorablemente una victoria de Donald Trump o de un candidato republicano del mismo corte. En ese caso, serían partidarios de fomentar unos lazos bilaterales más estrechos en detrimento de un mayor compromiso entre Bruselas y Washington, lo que repercutiría en la relación transatlántica. No olvidemos que la UE por fin se ha hecho un hueco en Washington DC a la hora de hacer visibles sus intereses y prioridades, y para el gobierno de EEUU se ha convertido en un interlocutor a tener en cuenta cada vez más para las cuestiones, políticas, económicas y de seguridad.   

Pero antes de la celebración de dichas elecciones, 2024 seguirá marcado por la guerra en Ucrania y la incertidumbre sobre la propia guerra y las ayudas. Toda la atención está en la Cámara de Representantes de EEUU y su apoyo a Ucrania. Cabe señalar que, a pesar de cierto cansancio, una amplia mayoría de republicanos y demócratas, así como de estadounidenses en general, apoyan mantener la ayuda a Ucrania, pero dicha ayuda está siendo utilizada por un puñado de republicanos como moneda de cambio para endurecer la política migratoria de EEUU en la frontera con México.

El segundo hito en la relación transatlántica será la próxima cumbre de la OTAN que se celebrará en julio en Washington y que marcará el 75 aniversario de la organización. De cara a la cumbre, se llevará a cabo el mayor ejercicio de la Alianza en décadas, el Steadfast Defender. 31 aliados más Suecia demostrarán la capacidad de la OTAN para desplegarse rápidamente en toda el área transatlántica y llevar cabo complejas operaciones multidominio, en una clara muestra y mensaje de fortaleza y unidad aliada. Sin embargo, en la propia cumbre no se esperan grandes avances dado el clima preelectoral en EEUU, aparte de insistir en el incremento del gasto en defensa por parte de los aliados y enviar un mensaje positivo a Ucrania de cara a su posible futuro en la organización.

A ello se sumará el desarrollo de la guerra en Gaza, con Israel compitiendo principalmente con Ucrania, pero también con Taiwán, por los suministros estadounidenses sobre todo si la guerra en Gaza se alarga. Tanto estadounidenses como europeos expresaron su apoyo inicial por las muertes israelíes y su condena a Hamás. Sin embargo, en el contexto más amplio del conflicto entre Israel y Palestina, con algunas excepciones, y a medida que se prolonga y refuerza el castigo israelí en Gaza, se ponen más de manifiesto las divisiones tanto entre los responsables políticos como entre el público en general. También existe el peligro de que surja un conflicto regional. Las tensiones en el mar Rojo y los ataques de milicias vinculadas al régimen iraní hacen crecer las posibilidades de enfrentamientos de baja intensidad que de ir a mayores agravaría en Europa el problema del extremismo, complicaría la cuestión de la migración, y probablemente aumentaría la presión de los responsables políticos europeos para presionar a Israel, poniendo a los responsables políticos europeos en una posición incómoda frente a EEUU.

Durante demasiado tiempo, la relación transatlántica –y sus tres patas: la OTAN, la relación entre EEUU y la UE, y las relaciones bilaterales entre Washington y las capitales europeas– ha necesitado modernizarse para adaptarse a los nuevos tiempos y a la nueva realidad internacional. Los progresos han sido importantes, pero insuficientes a pesar de la fabulosa respuesta a Ucrania y pueden revertirse.  Esto significa que los responsables políticos europeos deberían planificar simultáneamente dos escenarios diferentes. Deben seguir dando prioridad a las relaciones constructivas con EEUU, pero también deben acelerar los planes para desarrollar instituciones y capacidades más sólidas, independientemente de quien esté en la Casa Blanca. Y el 2024 será un año clave. Lo que ocurrirá con toda seguridad es que con esta Administración Biden se va a cerrar una etapa en la política exterior de EEUU. Será la última Administración estadounidense verdaderamente europeísta.

En cuanto a la relación exclusivamente bilateral entre España y EEUU, sin duda se ha visto reforzada en el año 2023. Un año que comenzó con un recién inaugurado Instituto Cervantes en Los Ángeles con el objetivo de identificar el español como una lengua del futuro, vinculada a la ciencia, la tecnología y la inteligencia artificial. Por otro lado, con la Presidencia española del Consejo de la UE, el gobierno español aprovechó para dar un nuevo impulso a la relación bilateral. Así, el presidente del Gobierno voló a Washington en mayo del 2023, poco antes de tomar el testigo de la Presidencia española de la UE, donde puso en valor el apoyo de España a Ucrania, que durante el 2023 se mantuvo firme, y que el gobierno estadounidense valora enormemente. Ambos gobiernos han seguido manteniendo la buena sintonía política que ha ayudado a profundizar y ampliar la relación. Además de los avances en el reforzamiento militar en la base de Rota y el aumento de las relaciones comerciales y de inversión en ambos sentidos, destaca la promoción de una agenda positiva en América Latina centrada en el tema migratorio, el avance de las instituciones y el desarrollo económico a través de bancos multilaterales.

EEUU y España han continuado trabajando para hacer frente a la crisis climática, tratando de intensificar su cooperación en materia de sistemas de alerta temprana, protección de los océanos y resiliencia frente a la sequía, y continuando su estrecha colaboración en materia de seguridad energética. España, además, se incorporó de la mano de EEUU en el Comité Directivo Ejecutivo de la Red Blue Dot para reforzar la cooperación en materia de desarrollo de infraestructuras sostenibles e inclusivas. Ambos también han profundizado la cooperación en ciencia y tecnología a través de los Acuerdos Artemis de la NASA sobre el uso responsable del espacio exterior.

En cuanto al ámbito económico, a pesar de la competencia en Europa por atraer inversiones de EEUU, España ha empezado a mostrar su potencial para acercar inversiones estratégicas, con importantes inversiones estadounidenses en data centers y centros de I+D. Grandes empresas españolas también han ampliado de forma considerable sus operaciones en EEUU gracias a los proyectos impulsados por las grandes iniciativas legislativas de la Administración Biden, en especial la IRA y la Ley de Infraestructuras. Todas ellas suponen un compromiso y una certidumbre a largo plazo, independiente del resultado de las elecciones del próximo noviembre.

De cara a 2024, muchas de las iniciativas a las que se ha ido sumado recientemente España empezarán a andar y serán uno de los elementos importantes en una relación bilateral cada vez más heterogénea y diversificada. Políticamente, la sintonía entre ambos gobiernos se mantendrá como hasta ahora, a la espera de los resultados electorales en noviembre de 2024, que sí podrían dar un vuelco a la actual afinidad entre Madrid y Washington.

Relación bilateral de España y de la UE con China y la región Asia-Pacífico

Al hilo de lo visto durante la visita de Xi Jinping a EEUU en diciembre de 2023 y la comedida respuesta de China ante los comicios taiwaneses del 13 de enero de 2024, puede intuirse que la política exterior china en 2024 va a centrarse en intentar reducir las tensiones con Washington y en reforzar sus lazos con el denominado “sur global” en un contexto doméstico donde la gran prioridad será la reactivación de la economía. Aunque se moderasen en 2024 las tiranteces derivadas de la competencia estratégica entre Pekín y Washington, esta no va a desaparecer y China seguirá apostando fuertemente por desarrollar sus capacidades en sectores tecnológicos punteros en los que sigue siendo dependiente de EEUU y sus aliados.

China seguirá cultivando muy activamente sus relaciones con el sur global en 2024. Es muy probable que Pekín se apoye en estos países, particularmente en los que valoran positivamente su claro posicionamiento a favor de la desescalada bélica en las guerras en Gaza y Ucrania, para impulsar sus iniciativas de gobernanza global: Iniciativa de Desarrollo Global, Iniciativa de Seguridad Global, Iniciativa Global sobre Seguridad de Datos, Iniciativa de la Civilización Global e Iniciativa para la Gobernanza Global de la Inteligencia Artificial.

Aunque está por ver si China será instrumental para una salida diplomática a estos conflictos en 2024, lo que parece muy probable es que, al menos fuera de Occidente, podrá seguir capitalizándolos para reforzar su prestigio internacional. Para lo que también seguirá recurriendo a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que se reorienta hacia proyectos más pequeños y verdes más sustentados en las inversiones de empresas chinas en vez de en financiación al desarrollo. Asimismo, la diplomacia china también intentará acercar posiciones con cualquier aliado de EEUU que se muestre receptivo. La posible elección de Donald Trump como próximo presidente estadounidense, aunque presenta riesgos muy evidentes para las relaciones sinoestadounidenses, también podría brindar múltiples oportunidades a la diplomacia china para presentar a su país como un socio previsible y responsable ante otros actores de la comunidad internacional.

Corea del Sur y Japón continuarán aumentado significativamente sus presupuestos militares y afianzando su relación bilateral azuzados por un contexto regional que les resulta amenazador y que seguirá marcado por los avances del programa nuclear norcoreano y el desarrollo de las capacidades militares de China. Habrá que prestar atención a cómo un posible cambio de inquilino en la Casa Blanca pueda afectar al acercamiento entre Seúl y Tokio y al desarrollo de su cooperación con la OTAN, que probablemente seguirá profundizándose en 2024. Asimismo, un panorama geopolítico cambiante puede afectar significativamente a las estrategias plurianuales de transición climática y digital que están implementando estos países y que pueden generar notables oportunidades de cooperación para la UE.

Tras las elecciones generales taiwanesas, en 2024 habrá otras citas electorales significativas en la región. Al igual que en Taiwán, las elecciones indonesias del 14 de febrero alumbrarán cambios en la presidencia pues Jokobi, como le sucedía a Tsai In-wen, no puede presentarse a la reelección. En cualquier caso, en Indonesia es claramente favorita la candidatura continuista, encabezada por Prabowo Subianto, lo que supondría el mantenimiento de una política exterior de no-alineamiento activo en Yakarta. Todavía más continuista se presenta la situación en la India, donde Narendra Modi lidera las encuestas con un amplísimo margen y muy probablemente conseguirá un tercer mandato la próxima primavera. Paradójicamente, las elecciones que pueden tener más efecto sobre la región se celebrarán fuera de la misma si el 5 de noviembre en EEUU se impusiera un candidato republicano que tensase todavía más las relaciones con China y generara incertidumbre entre sus aliados regionales.

Es previsible que en 2024 Asia-Pacifico tenga poco protagonismo en la política exterior europea, a menos que estalle una crisis regional de cierta intensidad, como podría producirse en el estrecho de Taiwán, el mar del sur de China o en la península coreana. De lo contrario, la gran cuestión será el desarrollo de las relaciones con China, en particular, de los instrumentos derivados de la estrategia de seguridad económica de la UE en un contexto en el que el déficit comercial de la UE con China se duplicó entre 2020 y 2022 hasta situarse cerca de los 400.000 millones de dólares. De ahí que la UE muy probablemente redoblará el énfasis en la necesidad de equilibrar las reglas en las que se desarrollan sus relaciones económicas con China, como ya apuntaba von der Leyen a mediados de noviembre y se abordó en la cumbre bilateral posterior. La posible distensión entre EEUU y China, y un posible alineamiento de posiciones en los escenarios que se abran tras las elecciones presidenciales estadounidenses, por ejemplo, en relación a la guerra en Ucrania, podrían abrir una ventana de oportunidad para revertir la tendencia negativa en la que llevan sumidas las relaciones sino-europeas en los últimos años.  

Además, 2024 puede ser un año significativo para el avance de los acuerdos de libre comercio que la UE está negociando en la región, especialmente para que se cierre un acuerdo con Australia y se avance en las negociaciones con la India. El estrechamiento de los vínculos económicos con la India sería particularmente significativo por el efecto que podría tener sobre la autonomía estratégica y la seguridad económica europeas.

Conclusiones: posibles escenarios
Cualquier planteamiento prospectivo para 2024 sobre esta cuestión estará condicionado por el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses. Tanto en nuestro escenario base como en el optimista vamos a considerar que no hubiera un cambio de inquilino en la Casa Blanca o que, en caso de haberlo, no supusiera un riesgo para los consensos en que se sustenta la relación de EEUU con sus aliados europeos. Asimismo, consideramos que dichos comicios ofrecen incentivos tanto a Biden como a Xi para intentar minimizar las tensiones bilaterales antes de su celebración. En el escenario base, las estrategias de EEUU y la UE hacia China continuarían con un nivel de alineamiento medio-alto y no habría grandes modificaciones en sus relaciones bilaterales con China; EEUU seguiría siendo un aliado comprometido con la seguridad europea, aunque siguen las fricciones derivadas de políticas proteccionistas; y en Asia-Pacífico se mantendrían los puntos de tensión actuales y las tendencias en los mismos: desarrollo del programa nuclear norcoreano, militarización del estrecho de Taiwán e incremento del control efectivo de China en el mar del sur de China; así como la tendencia a un progresivo, pero limitado, alineamiento entre las afinidades geopolíticas y los lazos económicos.

En el escenario optimista incrementaría la congruencia dentro de la UE entre las estrategias de sus Estados miembros hacia China y EEUU. Asimismo, podrían alcanzarse acuerdos económicos con EEUU y China, que redujeran las discrepancias que se mantienen con estas potencias en este ámbito y, en relación a China, podría haber un acercamiento político gracias a un eventual papel constructivo de Pekín a favor de la retirada de Rusia de territorio ucraniano o en la estabilización de Oriente Medio.

En el escenario pesimista nos encontraríamos con la victoria de Donald Trump u otro candidato republicano que no valorase la relación con los aliados europeos y paralelamente impulsara una política más hostil hacia China. Aquí también podríamos con alguna crisis en algunos de los conflictos mencionados anteriormente, detonadas, por ejemplo, por la diplomacia coercitiva de una Corea del Norte envalentonada por el desarrollo de armamento nuclear táctico, por el cambio de gobierno en Taiwán o un incidente con víctimas que pudiese involucrar a tropas, aeronaves o embarcaciones chinas en alguno de los múltiples puntos en los que mantiene disputas con sus vecinos. En este escenario también habría un énfasis de las relaciones exclusivamente bilaterales entre Washington y algunos países europeos, en detrimento de otros países, de la propia UE y de la propia OTAN.