Tema: El grave terremoto sufrido por Japón el pasado 11 de marzo tendrá seguramente efectos negativos apreciables en la economía nacional y moderados en la economía mundial.
Resumen: La triple tragedia sufrida por Japón el 11 de marzo de 2011 (terremoto de magnitud 9, tsunami con olas de hasta 10 metros y crisis nuclear en la central de Fukushima) ha tenido un enorme coste humano y material. Desde el punto de vista económico se ha tratado de la catástrofe natural más costosa de la historia. Este análisis compara, en primer lugar, los efectos económicos del terremoto de Tohoku con los del terremoto de Kobe en 1995. En segundo término, expone las consecuencias previsibles del terremoto de Tohoku en la economía de Japón, cuyo PIB seguramente se contraerá en 2011. Finalmente, analiza las diferentes vías de impacto en la economía mundial de la crisis japonesa, para concluir que la incidencia será modesta, salvo que se agrave mucho la crisis nuclear, lo que parece poco probable.
Palabras-clave: Japón, terremoto, tsunami, crisis nuclear, Tohoku, crecimiento del PIB, cadenas de suministro, bolsas de valores, yen, materias primas, flujos de capital.
Descriptores: Japón, terremoto de Tohoku (marzo de 2011), terremoto de Kobe (enero de 1995), consecuencias económicas.
Análisis: Como es bien conocido, Japón sufrió el 11 de marzo de 2011 una triple tragedia: un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter (el peor desde que empezaron los registros hace 140 años), con epicentro en el mar a 72 km al este del extremo de la región nororiental de Tohoku; un tsunami con olas de hasta 10 metros; y una grave crisis nuclear en la central de Fukushima.
Importancia del desastre
El balance de víctimas, a 10 de abril, del terremoto de Tohoku (o del Este de Japón, como es denominado oficialmente) era de más de 12.000 fallecidos y más de 15.000 desaparecidos. A esas cifras, enormes para un país desarrollado, hay que sumar otras no menos impresionantes: 165.000 personas viviendo en refugios, 260.000 hogares sin agua corriente, 170.000 viviendas sin electricidad (sin contar los efectos de la réplica del 8 de abril, de magnitud 7,1) y 70.000 personas evacuadas del perímetro de 20 km alrededor de la central de Fukushima. Hay que comparar las cifras de personas fallecidas con las 6.000 muertes del terremoto de Kobe en enero de 1995. Están, sin embargo, muy alejadas de las víctimas mortales del terremoto de Sichuán (China) en 2008, que alcanzaron las 70.000, y, sobre todo, del terremoto de Haití en 2010 (más de 310.000 personas fallecidas). Esa diferencia es indicativa del alto grado de preparación ante las catástrofes y del elevado desarrollo económico de Japón: en caso de haberse producido un seísmo de esa magnitud en un país menos capacitado y en desarrollo, las víctimas mortales se hubieran contado seguramente por centenares de miles.
Desde el punto de vista económico, es aún demasiado pronto para disponer de estimaciones fiables del coste de la catástrofe. En todo caso, parece claro que se ha tratado de la tragedia natural más costosa de la historia. A finales de marzo, el gobierno japonés estimó la destrucción de capital físico (infraestructuras, fábricas y viviendas) en una cifra situada entre 16 y 25 billones de yenes (entre 198.000 y 308.000 millones de dólares), equivalentes a entre el 3,3% y el 5,2% del PIB. Hay que tener en cuenta que esa estimación se refiere únicamente a los daños en el stock de capital y excluye, por tanto, los efectos sobre los flujos, es decir, la merma en la producción. En comparación, los terremotos de Northridge (California) en 1994 y de Kobe en 1995 tuvieron un coste de 205.000 millones y 175.000 millones de dólares (actuales), respectivamente, mientras que el coste del huracán Katrina en 2005 rondó los 120.000 millones de dólares (actuales). El coste del terremoto de Kobe (llamado también terremoto de Hanshin, nombre de la región situada entre Kobe y Osaka) representó el 2% del PIB de Japón, proporción que se duplicará seguramente con creces en el de Tohoku.
Comparación con el terremoto de Kobe (1995)
El terremoto de marzo de 2011 tuvo su epicentro cerca de la región nororiental de Tohoku (cuyas seis prefecturas son el origen del 6% del PIB japonés), esto es, afectó a una región más o menos similar, en cuanto a peso económico, a la prefectura de Hyogo, la más afectada por el terremoto de Kobe en 1995. Sin embargo, hay tres grandes diferencias entre el terremoto de Tohoku y el de Hanshin. En primer lugar, esta vez se han producido, en las semanas posteriores, apagones eléctricos a gran escala, como consecuencia de la desestabilización del suministro de electricidad provocado por los desperfectos en las plantas generadoras. Las empresas Tokyo Electric Power (TEPCO) y Tohoku Electric Power perdieron un 20% de su capacidad. Ambas dan suministro a la mitad de la actividad económica de Japón. En segundo término, ha habido cadenas de suministro –nacionales e internacionales– que se han visto negativamente afectadas, especialmente en componentes electrónicos y de automoción. Algunas fábricas de importantes empresas japonesas tuvieron que parar su producción durante varios días. En tercer lugar, la grave crisis de la central de Fukushima se ha prolongado durante semanas, en lo que es ya el peor accidente nuclear desde el de Chernóbil en 1986, provocando emisiones radiactivas (cuyo alcance final no está todavía claro), concentrando la atención del gobierno y retrasando los esfuerzos de reconstrucción.
Los efectos en la economía de Japón
Japón se estaba recuperando, antes de la tragedia, de los efectos de la crisis financiera internacional reciente, que provocó en 2009 una caída del PIB del 6,3%, la mayor entre los países desarrollados. En 2010 el PIB creció el 3,9%, aunque en el último trimestre del año la tasa anualizada de variación del PIB fue negativa (-1,3%), como consecuencia del final de los estímulos que el gobierno había desplegado para hacer frente a la crisis.
Antes del 11 de marzo, las previsiones de crecimiento del PIB en 2011 se situaban en una horquilla de 1,3% a 2,0%. Tras el terremoto, los destrozos en el capital físico, las interrupciones de suministro de electricidad, los efectos adversos en algunas cadenas de abastecimiento (en el país del mundo que más ha desarrollado el just in time) y los efectos psicológicos de la crisis nuclear en el consumo y la inversión provocarán seguramente que la variación del PIB en 2011 sea negativa. La mayor parte de las previsiones publicadas a principios de abril arrojan una caída de entre 0,5% y 1,0%, aunque no cabe descartar que el descenso del PIB pueda ser mayor, particularmente si la crisis nuclear se prolonga durante varios meses o si tiene efectos ambientales mayores que los previstos hasta ahora. Algunos economistas anticipan una evolución en forma de V (caída inicial seguida inmediatamente de una recuperación, a medida que surten efecto las medidas de reconstrucción). No obstante, en este caso (a diferencia de Kobe), las consecuencias combinadas de la destrucción de capital físico y del freno de la actividad empresarial, por los apagones eléctricos y los efectos negativos en las cadenas de suministro, están siendo muy importantes. De lo que no hay duda es que el PIB caerá en el primer y segundo trimestres de 2011, situando al país en abierta recesión (con tres trimestres consecutivos de descenso), con independencia de una eventual recuperación en octubre-diciembre de este año.
Los esfuerzos de reconstrucción, que serán los mayores desde los inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se dejarán notar realmente en 2012, año para el que se prevé un crecimiento claramente superior al anticipado antes del terremoto (en torno al 2%). El incremento del PIB en 2012 podría situarse entre 3,0% y 3,5%, una cifra alta para un país como Japón, que ha tenido una expansión muy lenta desde los años noventa del siglo XX. Como tanto el déficit presupuestario (9,6% del PIB en 2010) como la deuda pública (226% del PIB en 2010, la más alta de la OCDE) son muy elevados, los gastos de reconstrucción podrían agravar los problemas de deuda pública del país y quizá provocar algunas tensiones en los mercados de deuda a nivel internacional, aunque únicamente el 5% de la deuda está en manos de no residentes, por lo no es previsible una crisis de deuda como la padecida por algunos países de la periferia europea.
Implicaciones en la economía global
Los efectos del terremoto de Tohoku en la economía mundial no serán importantes, salvo naturalmente que se agrave mucho la crisis nuclear de la central de Fukushima o que los apagones eléctricos afecten sustancialmente al área metropolitana de Tokio. Las previsiones mayoritarias de los analistas prevén una merma en el crecimiento mundial de entre 3 y 5 décimas, desde el 3,9% al 3,6%-3,4%.
La razón principal es que Japón es en la actualidad la tercera economía mundial y representa alrededor del 9% del producto bruto mundial (llegó a suponer el 14% en 1990). En 2010 Japón fue superado por China, que se situó en segunda posición mundial por tamaño del PIB. Además, la contribución de Japón al crecimiento del producto bruto mundial ha sido muy escasa en los últimos años: un más que discreto 5%, frente al 21% de China, el 14% de la UE y el 12% de EEUU, y comparable a la contribución de la India (4%), que tiene un PIB cuatro veces menor.
Así, con menos del 10% del producto bruto mundial, una caída del crecimiento del PIB de Japón de 3 puntos (del 2% al –1%) afectaría en 0,3% al ritmo de crecimiento de la economía mundial. Si la caída fuese mayor (hasta el –3%), la repercusión sería de 0,5%.
Es más, los efectos comerciales de la crisis japonesa serán moderados: Japón es el destino del 8% de las exportaciones chinas, del 5% de las de EEUU y del 2% de las de la UE. Sólo algunos países de Asia oriental (como Filipinas, Indonesia y Malasia) tienen a Japón como uno de sus principales mercados.
Con todo, hay que tener en cuenta que la economía mundial se encuentra todavía en una fase de recuperación, relativamente frágil, de la crisis financiera internacional de 2007-2009, la peor perturbación desde los años 30 del siglo XX. A tal cosa hay que sumar los problemas de deuda soberana en algunos países de la periferia europea (Grecia, Irlanda y Portugal) y los muy altos precios del petróleo, como consecuencia de la inestabilidad en los países árabes y la intervención militar en Libia, que están obligando a algunos bancos centrales a subir los tipos de interés, frenando así el ritmo de recuperación. Por añadidura, la política fiscal ya ha agotado su carácter expansivo y está siendo restrictiva en las economías principales.
Así y todo, no cabe esperar una gran perturbación por la caída prevista del PIB de Japón en 2011, puesto que la recuperación en curso parece ser bastante sólida, al menos en EEUU, Alemania, Francia y Canadá, además de en las grandes economías emergentes.
No obstante, son previsibles efectos de cierta importancia en algunas cadenas internacionales de suministro, en las bolsas de valores, en el tipo de cambio del yen y en los mercados de materias primas, especialmente energéticas, así como en algunos flujos internacionales de capital.
La escasez de componentes –sobre todo en la industria electrónica y de automoción– debida al terremoto de Japón será temporal y afectará sobre todo a las fábricas japonesas en el extranjero. La inestabilidad bursátil seguramente continuará, aunque es difícil distinguir el efecto de la caída de la bolsa de Tokio (el índice Nikkei ha caído el 10% desde el 11 de marzo) del de otros factores, como la intervención militar en Libia o la crisis de Portugal. En cuanto al tipo de cambio del yen, inmediatamente después del terremoto se registró una importante apreciación del yen como consecuencia de la repatriación de fondos desde el extranjero y de la conversión de moneda extranjera en yenes para hacer frente a la reconstrucción. Sin embargo, la intervención concertada de los bancos centrales de los países del G7, preocupados por las repercusiones del valor del yen en las exportaciones japonesas, ha frenado esa apreciación. Habrá que ver cuál de las dos fuerzas es más importante en los próximos meses, aunque no cabe descartar que las autoridades monetarias japonesas y extranjeras consigan, a medio plazo, estabilizar, tal y como pretenden, el yen al nivel actual. En lo que se refiere a los mercados internacionales de materias primas, el efecto se dejará notar en los casos del carbón y, en menor medida, del gas natural y del petróleo. La razón es que una décima parte de la generación de electricidad de Japón quedó fuera de juego por los destrozos del terremoto y del tsunami y por los problemas en algunas plantas nucleares, de manera que el país se verá obligado a aumentar sus importaciones de hidrocarburos. Japón fue en 2010 el primer importador mundial de carbón y gas natural y el segundo de petróleo. Dada la distribución por fuentes de la electricidad (30%, en cada caso, para gas natural y nuclear, 25% para carbón, 8% para hidroelectricidad y 7% para petróleo), lo más probable es que el impacto se deje notar más en los precios del carbón y del gas natural que en el precio de petróleo. En cualquier caso, el impacto será moderado y temporal, a medida que se recomponen las centrales nucleares que se pararon, sin dañarse, en el momento del terremoto.
Finalmente, cabe esperar un descenso de la inversión de Japón en el extranjero, tanto directa como en cartera, así como quizá también de su ayuda oficial al desarrollo. En 2010 la inversión directa en el extranjero de las empresas japonesas fue de 57.700 millones de dólares, frente a los 130.800 millones registrados en 2008. Cabe esperar que el descenso continúe en 2011 y que incluso se haga más pronunciado. En cuanto a la inversión en cartera, un aspecto interesante a observar en los próximos meses es si se reducirán o no las tenencias japonesas de títulos del Tesoro de EEUU, que ascendieron, en enero de 2011, a 885.900 millones de dólares, situando a Japón en segundo lugar en la lista de poseedores extranjeros, detrás de China (1,15 billones de dólares). La ayuda oficial al desarrollo fue de 11.000 millones de dólares en 2010 (quinto mayor donante del CAD, tras EEUU, el Reino Unido, Francia y Alemania), frente a los 7.700 millones de 2007 (y los 13.100 millones de 2005). Es de esperar que, como consecuencia del terremoto de marzo de 2011, la ayuda japonesa modere su crecimiento. No cabe descartar incluso una reducción, como la registrada entre 2005 y 2007.
Conclusiones: El terremoto de Tohoku de marzo de 2011 ha tenido enorme coste en vidas humanas, pese al alto nivel de desarrollo de Japón y a su elevado grado de preparación ante los seísmos. En términos económicos, se ha tratado de la catástrofe natural más costosa de la historia, por delante de los terremotos de Northridge en 1994 y de Kobe en 1995.
Los destrozos en el capital físico (que podrían rondar los 300.000 millones de dólares, el 5% del PIB), las interrupciones de suministro de electricidad, los efectos adversos en algunas cadenas de abastecimiento y los efectos psicológicos, en el consumo y la inversión, de la crisis nuclear de la central de Fukushima provocarán seguramente que la variación del PIB sea negativa en 2011. Las labores de reconstrucción, que serán las mayores desde las inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se dejarán notar realmente en 2012, año para el que se prevé un crecimiento claramente superior al anticipado antes del terremoto.
Los efectos a escala mundial serán previsiblemente modestos, porque Japón supone el 9% del producto bruto mundial y ha generado apenas el 5% del crecimiento de ese producto en 2005-2010. A principios de abril, las previsiones mayoritarias de los analistas prevén una merma en el crecimiento mundial en 2011 de entre 3 y 5 décimas, desde el 3,9% al 3,6%-3,4%. No obstante, cabe esperar efectos de cierta importancia en algunas cadenas internacionales de suministro, en las bolsas de valores, en el tipo de cambio del yen y en los mercados de materias primas, especialmente energéticas, así como en las inversiones directas y en cartera de Japón en el extranjero y, quizá también, en su cooperación oficial para el desarrollo.
Pablo Bustelo
Investigador principal (Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano y profesor titular de Economía Aplicada en la UCM