Tema
La iniciativa EuroStack propone una visión y una hoja de ruta para lograr la soberanía tecnológica y una infraestructura europea competitiva y sostenible. El análisis examina su contenido, potencial impacto, así como los desafíos a los que se enfrenta.
Resumen
En un contexto geopolítico convulso, la iniciativa EuroStack propone una ambiciosa reforma del ecosistema digital europeo, articulada en torno a una política industrial digital soberana que permita desarrollar infraestructura y servicios digitales propios. Inspirada en el modelo indio de infraestructura digital pública, la propuesta busca asegurar la competitividad, soberanía tecnológica y la protección de los valores europeos desde los chips hasta los datos. EuroStack destaca por ofrecer por primera vez una visión política, estructurada y estratégica para el ecosistema digital europeo. Se enfrenta a retos importantes que cuestionan la viabilidad de su implementación y su posibilidad de éxito, como la falta de liderazgo político y las posibles tensiones entre los actores del panorama digital europeo. En última instancia, su éxito dependerá de si la Comisión Europea y los Estados miembros recogen el guante lanzado por think tanks, academia e industria, y dotan a la iniciativa de financiación, reformas y voluntad política.
Análisis[1]
1. Introducción
No es ningún secreto: en Europa soplan vientos de cambio. Se observa en los planes de defensa y seguridad de la Unión Europea (UE), de simplificación regulatoria, de competitividad industrial, de apoyo al automóvil, la política comercial, las ayudas de Estado… Tras años de “despertar geopolítico”, parece que finalmente la UE comienza a dar los primeros pasos decisivos y reacciona ante el escenario internacional convulso que la rodea.
Sin embargo, el impulso con el que se van a dar esos pasos en el área de política tecnológica puede no ser ni tan decidido como en otras materias, ni holístico. En las primeras semanas de 2025 la estructura del ecosistema de tecnología digital mundial y europeo se puso en entredicho. Se discutió abiertamente el papel de las redes sociales y las Big Tech en sistemas democráticos; de sus CEO y su pleitesía al nuevo presidente estadounidense Donald Trump; de su influencia en elecciones extranjeras ante el apoyo de Elon Musk a la candidata de Alternativa para Alemania en las elecciones al Bundestag alemán… Todos estos eventos provocaron reacciones, como la iniciativa Free Our Feeds o el discurso del presidente del gobierno español Pedro Sánchez pidiendo, entre otras, la responsabilización de los dueños de las redes sociales por el contenido disponible en ellas. También hizo que las visitas a la página web European Alternatives, que indica qué empresas europeas proporcionan productos y servicios digitales similares a los de las Big Tech, subieran en un 343% entre el 1 de enero y el 1 de marzo de 2025.
Pero parece que estas ambiciones de reforma y desacople de la dependencia casi completa de Estados Unidos (EEUU) han ido perdiendo prioridad en la agenda política europea.[2] La necesidad de buscar fórmulas que permitan a la UE responsabilizarse de su defensa, así como de apoyar a Ucrania en la guerra contra Rusia, han acaparado la atención política y mediática de manera absolutamente comprensible. Aun así, lo han hecho a expensas de arrinconar y desplazar del foco conversaciones cruciales para el futuro de la UE, incluyendo su seguridad tecnológica, competitividad y la salud de su democracia.
Está claro que el ecosistema digital europeo es vulnerable y dependiente en muchos sentidos. Se ve afectado por una falta de visión y una política industrial europea coherente, y por muchos otros males que adolece la Unión: fragmentación de los mercados de capitales, falta de inversión privada en innovación, legislación aplicada de manera heterogénea entre Estados miembros… Por ello, y pese que a nivel político el foco no se esté poniendo aquí, es necesario prestar atención a las iniciativas que se están desarrollando en los márgenes para dar solución a muchos de los problemas del ecosistema tecnológico y digital europeo. Entre ellas, EuroStack.
EuroStack se trata de una iniciativa de completa reforma del modelo digital europeo a través de política industrial digital. Hasta ahora, se trata de un ejercicio casi puramente intelectual y propositivo, pero es novedoso por su alto grado de ambición, su amplio alcance y porque, en el nuevo orden mundial que se está configurando, puede que tenga cabida. Eurostack ofrece la orientación, la visión y la ambición en el ámbito digital que falta a nivel político.
2. El debate sobre la soberanía tecnológica europea
En losúltimos meses, el debate sobre la soberanía digital y tecnológica europea ha ganado protagonismo. Prueba de ello es que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha creado una Vicepresidencia Ejecutiva para la Soberanía Tecnológica, Seguridad y Democracia, cartera que ocupa la finlandesa Henna Virkkunen.
La soberanía tecnológica es un concepto fluido y disputado sobre el que aún no hay un consenso extendido en cuanto a definiciones, objetivos, alcance e implicaciones. En el contexto de la UE, el término se utiliza para recuperar parte de la territorialidad tradicionalmente ausente cuando se habla de internet, productos y servicios digitales. La soberanía tecnológica se refiere a desarrollar e implementar tecnología propia que permita la competitividad de la economía europea al mismo tiempo que amortigüe vulnerabilidades ante decisiones y eventos que tengan lugar en otros países o en grandes empresas que acaparen el mercado. La UE busca así tener un papel activo, ya no meramente pasivo o reactivo, en la definición, la propiedad y los principios que gobiernan el ecosistema tecnológico europeo.
El debate de la soberanía tecnológica y digital europea entronca con reflexiones que están ocurriendo también en otras partes del mundo en torno a la infraestructura digital pública (DPI, por sus siglas en inglés) y el acceso a servicios digitales esenciales. Tanto en el G20 como en Naciones Unidas (por ejemplo, en el Pacto Digital Global) se habla de la importancia de la infraestructura y los bienes públicos digitales para el desarrollo y para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La India y Brasil son países pioneros en esta materia que están aplicando sus propias definiciones y sistemas de DPI.
En este contexto, aparece la iniciativa EuroStack, que se ha detallado ampliamente en el informe dirigido por Francesca Bria, Paul Timmers y Fausto Gernone. El nombre EuroStack alude al stack o pila tecnológica, es decir, la combinación de tecnologías, sistemas y componentes utilizados para construir una solución tecnológica digital. También se inspira en la DPI India, que en 2009 introdujo un sistema de identificación oficial digital para sus ciudadanos, complementado más tarde con otras plataformas de pagos y acceso a datos, y que se conoce como India Stack. El EuroStack, por tanto, y en palabras de los propios impulsores de la iniciativa, busca crear una cadena de suministro digital liderada por Europa, desde su parte física y de recursos –a diferencia del India Stack, que no incluye hardware local y depende de proveedores generalmente estadounidenses para ello– hasta la capa de aplicaciones concretas o plataformas de datos.
De esta manera, la EuroStack trata de poner fin a la corriente de pensamiento por la que se asumía que la regulación y el Efecto Bruselas eran suficientes para alcanzar el modelo de gobernanza tecnológica deseado. Sus impulsores argumentan que la regulación europea, que trata de imbuir los valores y prioridades europeos en la economía digital, no es un mecanismo lo suficientemente potente. Para conseguir un ecosistema digital bajo los términos europeos hace falta que sea Europa quien desarrolle la tecnología. Y para ello, no sirve únicamente con crear redes sociales o sistemas de inteligencia artificial (IA) generativa europeos. Bajo servicios y productos digitales concretos, hay otras capas tecnológicas: los recursos críticos, los chips, las redes de conectividad, el Internet de las Cosas y los dispositivos, la nube, el software, los datos y la IA (Figura 1). Todas ellas contienen valores y no tienen por qué ser los preferidos en la UE.
Figura 1. Capas del stack o pila tecnológica

Por tanto, dice la iniciativa, ante la deriva de aquellos países de los que dependemos excesivamente para el funcionamiento de nuestra economía digital, hay que actuar y buscar alternativas europeas en todas esas capas (siete en total). La finalidad sería obtener una cadena de valor tecnológica europea que asegure la soberanía tecnológica, la competitividad y una economía digital europea en nuestros propios términos. El resultado será una infraestructura digital europea común.
3. Repensar el ecosistema tecnológico europeo: los seis pilares de EuroStack
Los pilares de EuroStack son seis y dos de ellos ya han sido abordados: (a) una visión política del futuro tecnológico europeo a través de (b) infraestructura digital soberana en sus siete capas. Para materializar dicha visión, se necesitan otros elementos, como son (c) productos mínimos viables (MVP, por sus siglas en inglés), (d) una comunidad de código abierto robusta, y (e) un modelo de gobernanza sostenible, todo ello articulado en (f) una política industrial digital.
La cadena de suministro digital debe tener componentes y alternativas europeas en las siete capas de infraestructura anteriormente mencionadas, como Eurochips, una nube e IA soberanas o bienes comunes de datos. Sobre la infraestructura, se necesitan productos y servicios digitales paneuropeos, escalables e interoperables en sectores estratégicos, como la medicina o la manufactura. Estos casos de uso se conocen como MVP (c). Servirían para pilotar y demostrar el potencial de la tecnología digital europea que respeta los compromisos de privacidad y sostenibilidad, entre otros. La iniciativa prevé que los MVP se identifiquen a través de EuroStack Challenges, es decir, programas sectoriales competitivos en los que desarrollar y financiar productos y servicios europeos reuniendo al mejor talento digital.
El cuarto elemento de EuroStack es la comunidad y la tecnología de código abierto (d), en la que Europa tiene una tradición arraigada. Un estudio de Open Future apunta a que el software de código abierto contribuye al PIB de la UE de manera similar al sector del transporte aéreo y marítimo combinado: entre 65.000–95.000 millones de euros. EuroStack se apalancaría en la innovación de código abierto para acelerar la colaboración y atracción de talento al ecosistema de “desarrolladores, investigadores, pymes, industria, e innovadores” europeos.
Desde la perspectiva de la gobernanza (e), el EuroStack involucraría a actores públicos y privados para el diseño de políticas, seguimiento de progreso e inversiones. La estructura contaría con órganos de liderazgo estratégico y supervisión, como un Comité Directivo del Eurostack compuesto por representantes de las instituciones europeas, los Estados miembros, industria, académicos y sociedad civil. También se prevén órganos de coordinación operativa y de implementación, y mecanismos y equipos para asegurar la agilidad y la respuesta a tecnologías emergentes, la transparencia, rendición de cuentas, y el establecimiento de alianzas globales entre las que se comparta el conocimiento.
Para conseguir todo esto, es decir, una cadena de valor europea, se necesita entonces una política industrial digital con una dirección clara (f). Esta política industrial tendría cuatro patas que buscan reducir cuatro brechas o dependencias:
- Brecha entre investigación y desarrollo de tecnología, y la comercialización y escalado de los productos: se utilizaría contratación pública con requisitos de compra de tecnología europea. También se aunarían las iniciativas ya existentes, unificando prioridades comunes, distribuyendo los recursos de forma coherente y acelerando la comercialización.
- Brecha entre la dimensión de la inversión disponible y la necesaria: se abordaría a través de un nuevo Fondo Europeo de Tecnología Soberana con una dotación de 10.000 millones de euros en el primer año, llegando a los 300.000 millones de euros a los 10 años. Aquí residirían los fondos para los EuroStack Challenges, y se consolidarían algunos de los mecanismos y fondos ya existentes, así como la financiación de Estados miembros, el Banco Europeo de Inversiones (BEI), inversores institucionales y otros.
- Brecha de talento e innovación: se crearía la Agencia Europea de Innovación Disruptiva, que acogería una red de innovadores e investigadores para alinear la disrupción tecnológica con las prioridades estratégicas y la financiación disponible. Se ofrecerían condiciones de investigación competitivas para atraer al mejor talento. Además, se propone que la Comisión Europea y el BEI adquieran participaciones en empresas de importancia crítica, de manera que se proteja su titularidad y propiedad intelectual.
- Reducción de dependencias y construcción de interdependencias sostenibles: se establecerían acuerdos de coinversión y se crearían joint ventures en países ricos en recursos para garantizar la extracción sostenible, especialmente en materias primas fundamentales. También se diseñaría una política exterior económica cohesionada que asegure que las tecnologías que formen parte del EuroStack estén integradas en iniciativas internacionales.
Pese a la amplitud y detalle de la iniciativa, hay ciertos elementos importantes que no se desarrollan o no se contemplan, y que serían imprescindibles para el éxito del EuroStack. Inicialmente, podemos identificar cuatro. En primer lugar, cómo integrar a las pymes innovadoras en las medidas de estimulación de demanda (por ejemplo, compra pública con requisitos de contenido local) para no favorecer sólo a los grandes jugadores ya establecidos en el mercado.
La segunda pregunta sin responder es qué mecanismos de coordinación y gobernanza permitirán ligar las muchas agendas y agentes que interactúan en EuroStack, y que van desde política de competencia a comercio o sostenibilidad. Esta necesidad de concreción en la estrategia se agudiza cuando se busca aprovechar las sinergias entre los sectores de defensa, energía e incluso transporte en el desarrollo de redes de conectividad.
La tercera cuestión sin definir es la operacionalización de una política económica exterior cohesionada que ligue inversiones de Global Gateway a esfuerzos de promoción de estándares europeos o tratados comerciales. Esto no se ha conseguido completamente en los últimos años, y depende enormemente de la coordinación público-privada, por lo que hacen falta ideas concretas para llevarlo a cabo.
Finalmente, pese a ser absolutamente indispensable, falta determinar qué lugar ocupa el talento en EuroStack. En un primer momento, la iniciativa sí identifica el talento como un componente clave de la primera capa del stack tecnológico, la de los recursos. Pero las medidas propuestas de política industrial hablan de atraer y retener el talento que ya existe y que no está adecuadamente aprovechado y al servicio de las metas europeas. Sin embargo, no se tratan dos aspectos fundamentales: cómo estimular la creación de nuevo talento (incluida la mejora y reciclaje de competencias de trabajadores ya formados), ni cómo capacitar al sector público a nivel europeo y de Estados miembros para llevar a cabo esta importante labor de reforma. Sin funcionarios adecuadamente preparados en la comprensión de las dinámicas desencadenadas por las tecnologías emergentes, pero también en habilidades digitales y blandas, será muy complicado conseguir un EuroStack en el que el sector público y privado vayan de la mano.
4. Por qué debería importarnos
La iniciativa EuroStack, con sus más y sus menos, es relevante y merece atención. Hay ciertos aspectos que, desde una perspectiva realista y enmarcada en los debates geopolíticos o de falta de recursos financieros, se asemejan más a un castillo en el aire que a un plan de acción aplicable a corto y medio plazo. Hay detractores que ven los discursos relacionados con la soberanía tecnológica en general, y el EuroStack en particular, como proteccionismo encubierto y una pataleta por la ausencia de gigantes tecnológicos europeos. También, como un potencial despilfarro de recursos públicos para recrear estructuras que ya existen con el pretexto de un discurso político atractivo.
Pero siendo honestos, es cierto que es un discurso político atractivo porque: (a) por primera vez se propone cómo debería estructurarse el ecosistema digital europeo, (b) resuena con iniciativas y conceptos políticos adyacentes que se están poniendo en marcha y discutiendo en foros europeos, y (c) procede de la sociedad civil.
En primer lugar, la iniciativa EuroStack rompe con el miedo que ha generado en las últimas décadas la tecnología en la política. En el ámbito tecnológico y digital, la UE siempre ha adolecido de falta de visión política y ambición, de la capacidad de conceptualizar una foto alternativa a la que aspirar y que reconfigurase las dinámicas del ecosistema digital.
Salvando las distancias, e ignorando sus éxitos o desaciertos, nunca se ha concebido para la transición digital algo similar al Pacto Verde Europeo. Lo más parecido han sido grandes estrategias europeas como la Brújula Digital de 2021. Esta establecía objetivos de digitalización en infraestructuras, negocios, servicios gubernamentales y de habilidades entre la ciudadanía. Pero la Brújula no identificaba metas ambiciosas sobre la configuración del ecosistema digital y el grado de participación de la UE y sus empresas en el mismo. Faltaban elementos e indicadores concretos de inserción en las cadenas de suministro de tecnologías críticas, desarrollo de tecnologías propias más allá de los semiconductores, sobre capacidades concretas, recursos efectivos para la innovación y competitividad local. Y a los planes individuales les faltaba coherencia. Por primera vez se ofrece una visión estructural, conjunta y estratégica para una industria que no es comparable a otras, ya que tiene un impacto transversal en prácticamente todos los aspectos de la economía y de la vida ciudadana y democrática. Para lo digital, se había pospuesto una reflexión sosegada, direccional y estratégica año tras año.
En segundo lugar, la materialización del EuroStack entronca con el discurso político y los conceptos estratégicos en los que se mueve la Unión. EuroStack conjuga elementos de política industrial con seguridad económica, seguridad de investigación, autonomía estratégica abierta y transición verde: tengamos estándares y una contratación pública que favorezca no solo la tecnología made in Europe, sino también la más eficiente y sostenible, que proteja la privacidad de la ciudadanía, los datos como un bien común, y nos permita alcanzar nuestras metas verdes y digitales.
Además, su materialización necesita de muchas de las reformas que reclaman informes tan importantes como los de Draghi y Letta. De esta manera, encaja también con la agenda regulatoria que se está siguiendo en la Comisión Europea y en la Unión en su conjunto. Su viabilidad dependerá, entre otros, de los avances en la Unión de Ahorros e Inversiones para movilizar el capital que necesitan las empresas innovadoras, de simplificación de la regulación y de los procesos para acceder a fondos europeos, de esfuerzos de capacitación de población en habilidades digitales, de retención y atracción de talento, de protección de activos estratégicos y propiedad intelectual, etc.
Por último, y frente a la falta de visión política en los Estados Miembros y las instituciones europeas, es la sociedad civil la que ha dado ese paso adelante. Han sido académicas –las principales caras visibles en este caso son Francesca Bria y Cristina Caffarra– y think tanks los que han impulsado los eventos y el informe originarios. Es decir, no se observa un tira y afloja entre intereses corporativos, beneficios políticos y/o partidistas en su concepción. La sociedad civil está tendiendo una mano a las instituciones y a los decisores políticos con una visión intelectual y una hoja de ruta que salva las distancias entre el contexto actual y la falta de conocimiento tecnológico a nivel político. Les han tendido la mano, y deberían recoger el guante.
Quien sí lo ha hecho ha sido la industria europea sostenible y de código abierto. El 14 de marzo, 95 organizaciones enviaron una carta a Ursula von der Leyen y Henna Virkkunen.[3] Los firmantes incluyen, entre otros, 56 empresas, 25 asociaciones europeas y nacionales y cinco financiadoras. Más de la mitad (55%) son alemanas, francesas e italianas. Tan sólo cinco son entidades españolas, lo cual deja mucho que desear sobre la participación española en procesos políticos importantes como este. Nueve son de ámbito europeo y, en ellas, sí que hay representación española entre sus miembros y socios. Todas las entidades firmantes urgen a la Comisión Europea y sus líderes a desarrollar una política industrial digital para conseguir la independencia tecnológica y la soberanía digital de la industria europea.
La carta de la industria nace tras esfuerzos que han conseguido cristalizar en la iniciativa EuroStack con el apoyo de los partidos europeístas del Parlamento Europeo. La máxima expresión de este apoyo se vio en septiembre de 2024, cuando el Partido Popular Europeo (PPE), los Socialistas y Demócratas (S&D), Renew y los Verdes respaldaron conjuntamente el evento “Hacia la Independencia Digital Europea: Construyendo el EuroStack”, impulsado por Bria y Caffarra, entre otros.
Desde entonces, el Parlamento también parece haber recogido el guante. La Comisión parlamentaria de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo ha comenzado una reflexión sobre la soberanía tecnológica y la infraestructura digital de la UE. La eurodiputada francesa Sarah Knafo del grupo parlamentario euroescéptico Europa de las Naciones Soberanas es la encargada de redactar un informe al respecto. Los grupos políticos ya han presentado numerosas enmiendas al mismo y, entre ellas, se propone desarrollar un Eurostack de tecnologías digitales. En paralelo, eurodiputados de otros grupos (PPE, S&D, Renew) están trabajando al mismo tiempo en un informe alternativo. Esto demuestra que existe un cierto apetito político y una disposición por discutir la idea, aunque sea desde distintos puntos del espectro ideológico.
De esta manera, lo que comenzó como un reclamo académico, ha encontrado eco en la industria y también en el Parlamento Europeo. Por tanto, la pelota está ahora en el terreno de juego de la Comisión Europea y los Estados miembros. Algunos países ya han empezado a reaccionar en los últimos días. En el acuerdo de coalición del futuro gobierno alemán liderado por Friedrich Merz incluye en el texto el “refuerzo de la iniciativa EuroStack para aumentar la resiliencia digital”. En respuesta, el gobierno francés también parece a favor de explorar su potencial. Por su parte, España no se ha pronunciado.
5. El riesgo de acabar en un cajón
Pese a las bondades y el mérito que se aprecia en la iniciativa, existe el riesgo de que este esfuerzo acabe en un cajón. El movimiento EuroStack, aunque en ascenso (con apariciones en prensa nacional, europea e internacional)[4], es aún incipiente. Ha sido en los últimos dos meses cuando han aparecido los primeros documentos sólidos que definen de manera concreta sus objetivos, componentes, hoja de ruta y aliados. No queda claro cuál es su continuidad, pero el ruido va en aumento. Para empezar, el futuro informe ya mencionado del Parlamento Europeo, aunque con enfoques no necesariamente alineados, hace que el tema siga sobre la mesa.
Aun así, se observan cuatro riesgos para su posible recorrido. El primero es la falta de liderazgo político. Para que una iniciativa y una visión de este calibre sea exitosa, es imprescindible audacia, valentía y un liderazgo político decidido y reconocible. El concepto de EuroStack parece estar alineado con el sentimiento en las instituciones europeas y en los Estados miembros a favor de mayor soberanía tecnológica e infraestructura digital made in Europe. Sin embargo, las prioridades cambiantes y los volantazos de Donald Trump han hecho que la política comercial, de defensa y apoyo a Ucrania desplacen cualquier otra prioridad. Puede que la respuesta de la Comisión Europea a los nuevos aranceles del 20% impuestos sobre todos los productos europeos tengan a las tecnológicas estadounidenses en el punto de mira. Y aunque no lo estén, se puede aprovechar parte del ímpetu que están recibiendo áreas como defensa para avanzar en mecanismos que beneficiarían en cualquier caso la creación de un stack tecnológico europeo.
Además de la falta de liderazgo político y el peso de otras prioridades, el segundo riesgo es cómo el movimiento intelectual va a conjugar distintos intereses empresariales y políticos, con diferentes actores empujando en direcciones que pueden ser contradictorias. Hasta ahora las empresas firmantes de la carta enviada a la presidenta y la vicepresidenta ejecutiva, a excepción de Airbus o Sopra Steria,[5] son relativamente pequeñas en comparación con sus competidores internacionales. El concepto incorpora a grandes operadoras, como pueden ser Telefónica o Deutsche Telekom, a través de asociaciones europeas.[6] Veremos cómo se concreta o vira la iniciativa cuando toque priorizar las redes más eficientes energéticamente o abordar la fragmentación del mercado europeo de conectividad, temas que pueden llevar a fricciones internas. El crecimiento de EuroStack como proyecto en número y características de los actores participantes puede ser muy positivo y enriquecer la idea, pero también puede resultar en una cacofonía que le quite solidez y peso en un momento en el que los retos a los que se enfrenta Europa son inmensos. Por tanto, si la hoja de ruta no está clara, la iniciativa puede desecharse.
Un tercer riesgo procede del papel que se prevé para las empresas no europeas en la configuración del EuroStack. La iniciativa sí que abre la puerta a alianzas globales, especialmente en la mitigación de riesgos en la cadena de suministro. Aun así, no deja claro en qué lugar quedarán las grandes tecnológicas chinas y estadounidenses en un nuevo paradigma de código abierto, interoperabilidad basada en especificaciones europeas, y sin dinámicas de bloqueo y cautividad en un mismo proveedor de productos y servicios. Las características que definen la visión de EuroStack destacan por su contraste con el modelo de negocio e integración vertical de las tecnológicas estadounidenses. Por lo tanto, o éstas se adaptan a las especificaciones europeas, requiriendo un ajuste significativo en su manera de operar, o quedarán fuera del EuroStack. De alguna manera, hay apetito por esta agenda, ya que está claro que a la UE no le gusta Donald Trump, y viceversa. Pero apostar por el EuroStack y dar los primeros pasos formales y prácticos para desarrollarlo (desarrollo de infraestructura de nube soberana e IA federada, por ejemplo), se entenderá al otro lado del Atlántico como un ataque contra las empresas estadounidenses y no como una apuesta en seguridad económica y autonomía estratégica europea. En el caso de la tecnología digital, las dependencias de EEUU son tan grandes que esos dos conceptos implican necesariamente desplazar a las empresas estadounidenses para ceder algo de espacio a las europeas.
El último riesgo y, probablemente, el más acuciante a corto plazo, es el encaje que tiene la iniciativa en el ciclo político de la UE y en su entramado institucional. Hoy estamos en los primeros compases de la negociación del próximo Marco Financiero Plurianual. Inversiones de este calibre deberían estar en los primeros borradores, ya que extraer la financiación de otras partidas más adelante supondría una negociación política mucho más complicada. Al mismo tiempo, el informe no conecta la estructura de gobernanza propuesta con reformas institucionales concretas. Se entiende que sería la Dirección General de Redes de Comunicación, Contenido y Tecnología (DG CNECT) la responsable de ello, pero sus recursos humanos están sobrecargados con la aplicación de los Reglamentos de Servicios y Mercados Digitales y la Oficina de Inteligencia Artificial. También deberían contribuir otras direcciones generales, como la de Investigación e Innovación (DG RTD), de Comercio y Seguridad Económica (DG TRADE) o de Mercado Interior, Industria, Emprendimiento y Pymes (DG GROW). EuroStack marca cuáles son los primeros pasos que tomar para implementar la iniciativa, pero no cómo ligarla a las estructuras actuales. Sin esto, y en la vorágine de prioridades e iniciativas digitales, se puede convertir en una excusa importante para enterrar el documento en un cajón.
Conclusiones
La iniciativa EuroStack ha irrumpido en el panorama de pensamiento sobre política digital y tecnológica europea. En el entorno geopolítico y doméstico más convulso desde la creación de la economía digital, plantea que establecer normas sobre la gobernanza de las plataformas digitales y la tecnología no es suficiente; hay que empezar a ser dueños de la misma. Para ello, la UE debe desarrollar una política industrial digital europea activa que favorezca la creación de infraestructura digital europea, con inversiones públicas e incentivos para la inversión privada, y con sistemas de gobernanza y programas de inversión orientados a resultados. Y, sobre todo, la acción industrial de la UE debe proteger y preservar no solo los valores fundamentales de la UE, sino también los principios de soberanía y seguridad de la infraestructura, despropietarización e interoperabilidad de la tecnología, sostenibilidad, los datos como bien común, gobernanza inclusiva y principios democráticos.
Más allá de sus méritos o deméritos en los detalles, su principal atractivo es a nivel conceptual: un rediseño de arriba a abajo de una industria en la que en los últimos 20 o 30 años los europeos hemos aceptado las reglas impuestas por otros o las hemos moldeado a nuestro favor, pero no las hemos decidido de manera autónoma. Por fin Europa trata de diseñar a su imagen y semejanza un ecosistema tecnológico digital. Sobra decir que eso también significa establecer los raíles de gobernanza que le permitirán proteger su democracia.
Los riesgos son muchos. Entre ellos se encuentra la falta de un liderazgo político que abandere la iniciativa, su posible dilución al incorporar a más actores con intereses divergentes, la reacción de EEUU y otros ante la reconfiguración del ecosistema y la preferencia por tecnología hecha en Europa, y el encaje de la iniciativa en el entramado institucional y temporal de las instituciones europeas.
Pese a ello, lo que supone EuroStack es una oportunidad. Europa debería saber aprovecharla y España también. El gobierno no se ha pronunciado en cuanto a la propuesta, mientras que otros Estados miembros han empezado a hacerlo. Muy pocas organizaciones y empresas españolas están representadas entre los firmantes de la carta a la presidenta y la vicepresidenta ejecutiva de la Comisión. Tampoco ninguna de nuestras compañías se encuentra en el mapeo de empresas claves por capa del EuroStack que se identifican en su informe. EuroStack puede suponer un gran impulso federalizador de la Unión en materia de digitalización y tecnología, y está ligado a medidas que España ya apoya como parte de la profundización del mercado único. Nuestro país debería reconocer su potencial y apoyar a sus empresas. Se estima que el mercado de software español alcance a los 5.600 millones de euros de ingresos en 2029. Por tanto, España tiene ideas, empresas, productos y servicios que aportar a la pila tecnológica europea, pero aún le quedan tareas pendientes en la atracción y retención de especialistas en tecnologías de la información y la comunicación, y de inversión en innovación y desarrollo en el sector privado.
En definitiva, la sociedad civil está eliminando uno de los grandes obstáculos de todo aquel que se enfrenta a emprender una labor desde cero: la página en blanco. Académicos y think tanks ofrecen a la UE un borrador sobre el que trabajar. Ahora, el resto de las instituciones europeas, y especialmente la Comisión, deberían tomar el documento, adaptarlo a la realidad y a lo que se puede hacer, sin perder de vista la meta final. La dirección está clara: Europa por fin tiene la ambición; ahora sólo faltan dinero, reformas y, sobre todo, voluntad.
[1] La autora agradece a Miguel Otero Iglesias sus comentarios, que han enriquecido y mejorado este análisis.
[2] Según el programa de trabajo de la Comisión Europea para el año 2025, el Reglamento de Redes Digitales (Digital Networks Act) se prevé para el último trimestre de 2025, mientras que la publicación de la Estrategia Quantum de la UE ocurrirá en la primera mitad del año. En la Brújula de la Competitividad también se anunciaban para este año las estrategias de Aplicación de IA, IA en Ciencia y de Unión de Datos y el Reglamento de Desarrollo de IA y de la Nube. Pese a que estas iniciativas no se especificaban en el programa de trabajo de la Comisión para este año, se han recuperado en el Plan de Acción Continente IA publicado el 9 de abril de 2025.
[3] Un segundo grupo de 59 nuevas organizaciones firmantes se anunció el 4 de abril, llevando a un total de 154 y elevando el número de empresas adheridas a 112 (el doble que en la versión anterior). Entre las nuevas entidades, cuatro empresas españolas se sumaron a la iniciativa EuroStack, alcanzando un total de nueve organizaciones españolas entre las participantes. Como resultado de las nuevas firmas, el porcentaje de organizaciones alemanas, francesas e italianas se reduce levemente al 53% (dos puntos porcentuales menos).
[4] En La Vanguardia, Wired, Euractive, Open Future o Politico.
[5] De acuerdo com su página web, en 2024 contaba con 51.000 empleados y generó ingresos de 5.800 millones de euros.
[6] Ambas pertenecen a la asociación empresarial de proveedores de redes de conectividad Connect Europe, que sí ha firmado la carta destinada a Ursula von der Leyen y Henna Virkkunen.