Tema: Libia ha recorrido un largo camino hacia su rehabilitación internacional durante los tres últimos años. Las reformas realizadas hasta el momento han sido limitadas y se han centrado en el ámbito económico, con el objetivo de atraer mayores inversiones extranjeras directas, sobre todo en el sector del petróleo. No cabe esperar que dichas reformas vayan acompañadas de una significativa liberalización política.
Resumen: Libia ha recorrido un largo camino hacia su rehabilitación internacional durante los tres últimos años. Pocos habrían predicho a principios de 2003 los cambios que se avecinaban: la resolución de los principales litigios internacionales que afectaban a Libia, incluido el caso Lockerbie; el levantamiento de las sanciones impuestas por Naciones Unidas en 1992 y 1993, ocurrido en septiembre de 2003; el anuncio libio, tres meses después, del abandono de sus programas de armas de destrucción masiva; el posterior levantamiento progresivo por parte de Estados Unidos de sus sanciones bilaterales, incluidas las comerciales, diplomáticas y militares; la decisión del Consejo Europeo, en octubre de 2004, de levantar todas sus sanciones económicas, además del embargo de armas que decretó 18 años antes. Este proceso de rehabilitación se ha producido de forma lineal y sin grandes sobresaltos, algo que no siempre ha sido la norma en las relaciones de Libia con el exterior.
Análisis: La transformación meteórica de Libia, tras largos años de conflictos y desconfianza con los países occidentales, se ha traducido en una intensa actividad a varios niveles. A lo largo de 2004, el coronel Muammar el Gaddafi recibió la visita de varios líderes europeos (Tony Blair, Silvio Berlusconi, Gerhard Schröder y Jacques Chirac) con el propósito de intensificar las relaciones diplomáticas y, sobre todo, económicas. El propio Gaddafi visitó Bruselas en abril de ese mismo año, en lo que supuso su reconocimiento definitivo como líder creíble, al que se le perdonaban los excesos y políticas erráticas del pasado. Las oportunidades económicas y comerciales que hoy ofrece Libia, tras años de sanciones y con abundantes ingresos de hidrocarburos, son amplias y poseen un gran potencial lucrativo.
Las reformas realizadas hasta el momento en el país magrebí han sido limitadas y se han centrado en el ámbito económico, con el objetivo de atraer mayores inversiones extranjeras directas. Sin embargo, aún existen varios obstáculos de cara a la normalización plena de las relaciones de Libia con el exterior. Esos obstáculos están ligados a la naturaleza del régimen y a la desconfianza mutua que generó el periodo de aislamiento. Cabe preguntarse qué cambios se han producido en el interior del país, y si éstos son suficientes para abordar los enormes retos a los que se enfrentan la economía y la sociedad libias. Solamente un nuevo clima de cooperación, que no se limite a aspectos económicos y de seguridad, puede garantizar el desarrollo del potencial constructivo de Libia, tanto dentro como fuera de sus fronteras.[1]
Nuevo papel de Libia en el mundo
Las decisiones del líder libio de resolver los contenciosos pendientes con los grandes países occidentales y desmantelar sus programas de armas no convencionales se produjeron a los pocos meses del cambio de régimen en Irak, tras la invasión del país liderada por EEUU. Los pasos dados por Gaddafi fueron interpretados como una medida preventiva para que su régimen no corriera la misma suerte que el de Saddam Husein. En esos momentos, a la Administración estadounidense le interesaba presentar la transformación de Libia como un ejemplo de la validez de su doctrina de guerra preventiva. Sin embargo, a pesar de la influencia que la política de Washington pudiera tener, Trípoli ya venía mostrando una actitud conciliadora hacia Occidente y había realizado con anterioridad intentos de normalizar sus relaciones con EEUU y la UE, varios años antes la llegada de George W. Bush al poder.[2]
En un informe de 1998, el departamento de Estado estadounidense reconocía que “Libia no ha estado implicada en ningún acto de terrorismo internacional durante varios años”. Gaddafi condenó rápidamente los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, y declaró que EEUU estaba en su pleno derecho de emprender represalias contra quienes los cometieron. El terrorismo yihadí también representa una amenaza para el régimen libio, que ha participado de forma activa en su erradicación. Los servicios de inteligencia libios han facilitado a los estadounidenses y británicos abundante información sobre al-Qaeda y otros grupos integristas con implantación en el mundo islámico. De hecho, la primera orden de captura internacional contra Osama bin Laden fue emitida por Libia en marzo de 1998, dos años antes de que Estados Unidos lo hiciera.
La colaboración de Libia con Estados Unidos ha producido un giro radical en sus relaciones. El pasado 15 de mayo, la Administración estadounidense anunció que retiraba a Libia de la lista de Estados que patrocinan el terrorismo y restablecía relaciones diplomáticas plenas con Trípoli, con el intercambio de embajadores. Esta decisión, tomada tras más de 25 años de ruptura, abre el camino a una posible visita de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, a la yamahiriya. Cabe señalar que éste es el primer caso de un Estado que es retirado de la lista estadounidense de patrocinadores del terrorismo sin que se haya producido un cambio de régimen o dicho Estado haya dejado de existir.
Libia ha dado un giro a su política exterior durante los últimos años, apostando por estrechar lazos con África, en detrimento de las relaciones con el resto de países árabes, y desvinculándose en buena medida del conflicto árabo-israelí. Trípoli se ha presentado como uno de los mayores impulsores de la Unión Africana (UA) desde su creación en julio de 2002 como heredera de la Organización para la Unidad Africana (OUA), y ha prestado su mediación en conflictos como el de Darfur, en Sudán. Asimismo, aunque Gaddafi condenó la ocupación militar de Iraq, su postura fue bastante más tibia de lo que se hubiese esperado de él en otros tiempos. De esta forma, el coronel pretende adquirir mayor protagonismo y mejorar su imagen exterior, presentándose como un elemento conciliador en el convulso escenario internacional.[3]
Lo primero… la economía
La economía libia depende casi exclusivamente de los hidrocarburos. La mejora de las rentas petroleras de los últimos años debido al aumento de los precios hace que Libia tenga la liquidez suficiente (según el Fondo Monetario Internacional, las reservas en divisas superarán los 56.000 millones de dólares a finales de 2006)[4], lo que le permite aplicar una amplia gama de políticas económicas a fin de incentivar la llegada de empresas extranjeras. La Compañía Nacional de Petróleo (NOC, en sus siglas en inglés) ingresa cerca del 95% del total de divisas que recibe el país. Libia es el segundo mayor productor de crudo de África, con una producción actual estimada en 1,65 millones de barriles diarios (cantidad muy por debajo de los 3,2 millones de barriles diarios que producía a principios de la década de 1970). Además, posee unas reservas comprobadas de crudo superiores a 39.000 millones de barriles, lo que equivale al 40% del total de las reservas comprobadas de África.
Tradicionalmente, el sector petrolero libio se ha gestionado de una forma autónoma y más bien eficaz. En la actualidad, Libia necesita atraer grandes inversiones en dicho sector, que resulta vital en una economía que por el momento no logra diversificar sus fuentes de ingresos. De hecho, la propia supervivencia del régimen podría depender de su capacidad de producir más crudo y gas. El Gobierno espera aumentar su producción de petróleo hasta los 3 millones de barriles diarios de aquí a 2015. Para que eso ocurra, se estima que Libia debe atraer más de 30.000 millones de dólares en inversiones y tecnología moderna, con el fin de superar los efectos negativos de más de dos décadas de embargos y sanciones.[5]
El ritmo de concesión de licencias de exploración y producción se ha acelerado en los dos últimos años, al mismo tiempo que crecía la competencia entre las empresas petroleras internacionales para obtener las concesiones ofrecidas por la NOC. Las dos últimas subastas de licencias se han realizado de forma transparente y en ellas se han otorgado derechos de exploración y producción a petroleras estadounidenses (ExxonMobil, ChevronTexaco y las empresas del Oasis Group) y de otras nacionalidades, principalmente europeas y asiáticas.[6]
Con anterioridad, las autoridades libias ya habían mostrado su interés en el retorno de las petroleras estadounidenses, que tuvieron una presencia importante en el país hasta que la Admiistración de Ronald Reagan les ordenó abandonarlo en 1986, y que aún así conservaban sus concesiones en territorio del país magrebí. En la ronda de concesión de licencias de octubre de 2005, algunos países -como China, India, Indonesia y Japón- conseguían entrar por primera vez en el mercado libio, al haber ofrecido condiciones sumamente competitivas, en lo que algunos calificaron como un “canon de entrada”.
La creciente afluencia de empresarios a Libia no se está traduciendo en un incremento notable de las oportunidades para cerrar nuevos acuerdos. Según un influyente diplomático europeo en Trípoli, “ninguno de los grandes contratos que las compañías [de su país] han intentado lograr se ha acabado firmando, a pesar de la cuidadosa preparación, intensas negociaciones y fuertes muestras de apoyo”. Este fenómeno se produce como consecuencia del bajo gasto público de los gobiernos central y locales, a pesar de contar con elevados ingresos. Una explicación podría ser la existencia de grandes incertidumbres y desacuerdos entre las élites libias sobre cómo se debe proceder. Otra posibilidad es que las autoridades libias estén esperando la llegada de un mayor número de empresas estadounidenses, así como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Washington, para así poder beneficiarse de una mayor competencia entre los países que deseen hacer negocios, bien sea entre EEUU y la UE, entre los propios países europeos o incluso entre los asiáticos (el ex presidente de China, Jiang Zemin, realizó una visita oficial a Libia en 2002). Para tal fin, Trípoli solicitó en 2004 la entrada en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Situación interna
A pesar de no tener ningún cargo oficial, más allá de ser el líder de la revolución de al-Fateh, el coronel Gaddafi sigue llevando las riendas del país tras más de 36 años en el poder. El sistema de la yamahiriya (república de masas), creado por él de acuerdo con la “tercera teoría universal” expuesta en su Libro Verde, le permite controlar todo el sistema político y evitar el surgimiento de cualquier otro centro de poder, por modesto que sea. Todos los cambios introducidos en el sistema han tenido como objetivo consolidar su autoridad. Cabe destacar que no existe un mecanismo claro para su sucesión y, de continuar así, es de prever que la era post Gaddafi se inicie con una lucha por el poder entre diversos grupos con intereses socioeconómicos y políticos enfrentados.
El nombramiento, en junio de 2003, de Shukri Ghanem como primer ministro se interpretó como un triunfo de la línea reformista del régimen. Ghanem, un tecnócrata liberal defensor de la economía de mercado, se convirtió en el abanderado de las reformas económicas, como la privatización de algunas empresas públicas y reducción de las subvenciones estatales, así como de una mayor transparencia del sistema político. La decisión de nombrarlo primer ministro mejoró la imagen de Libia, en un momento en que el régimen buscaba el reconocimiento internacional. Sin embargo, numerosas iniciativas reformistas propuestas por Ghanem fueron torpedeadas por el ala dura del régimen, concretamente por los influyentes comités revolucionarios y su hombre fuerte, Ahmed Ibrahim, quien se ve a sí mismo como heredero de la línea ideológica revolucionaria y sucesor del líder.
La decisión de Gaddafi, a principios del pasado marzo, de reemplazar a Ghanem por un nuevo primer ministro, Baghdadi Mahmudi, menos entusiasta de las reformas, representa una victoria de la vieja guardia y defensores del sui generis y desacreditado sistema de “poder popular” frente a los sectores más pragmáticos.[7]Dicho cambio también podría representar un reposicionamiento de los candidatos a suceder a Gaddafi (de 64 años de edad), que implicaría una pérdida de influencia de su hijo Saif al-Islam, más partidario de introducir ciertas reformas en el sistema, quien hasta hace poco parecía el candidato oficioso a la sucesión.
En junio de 2003, Gaddafi defendió ante el Congreso General del Pueblo la eliminación del enorme e hipertrofiado sector público, así como el inicio de un amplio proceso de privatizaciones. Esas declaraciones despertaron gran interés fuera de Libia, aunque hasta el momento no se han traducido en medidas concretas y tan sólo se ha privatizado un pequeño número de empresas. El reconocimiento de la necesidad de privatizar (“ampliar la base de propiedad”, en el lenguaje oficial) lleva implícito el reconocimiento del fracaso del modelo económico establecido en la década de 1970, así como la insuficiencia de las reformas emprendidas a partir de 1987. Al mismo tiempo, la abolición de una de las máximas contenidas en el Libro Verde, por la que se considera a los trabajadores como “socios y no asalariados”, abre las puertas a que otras máximas revolucionarias también puedan ser alteradas.
Relaciones con la UE
A pesar de la conversión de Libia en los últimos años, su relación con la UE sigue siendo anómala. Entre Trípoli y Bruselas existen numerosos asuntos de interés mutuo, como son las relaciones comerciales, la inmigración, la lucha contra el terrorismo, las telecomunicaciones, el transporte, los servicios sanitarios y educativos, los servicios financieros, las reformas legislativas, el turismo, la agricultura y pesca, las infraestructuras, la protección del medio ambiente, etc. Varios países europeos mantienen estrechas relaciones comerciales con Libia, siendo éstos sus principales socios. No obstante, Libia es el único país del Mediterráneo que no tiene relaciones formales con la UE, ya que, entre otras cosas, la Comisión Europea no mantiene una delegación permanente en Trípoli (aunque desde mayo de 2005 cuenta con un representante no permanente).
A día de hoy, Libia posee el estatus de país observador en la Asociación Euromediterránea (AEM o Proceso de Barcelona), y como tal está presente en los diálogos políticos de alto nivel. Ya en 2004 Libia declaró su interés en integrarse plenamente en la AEM, aunque hasta el momento no ha cursado una solicitud formal. Junto con Siria, Libia es el eslabón perdido en el proyecto de la UE de crear un área euromediterránea de libre comercio para 2010. Las razones que las autoridades libias esgrimen para justificar su ausencia es que su país no estuvo presente en la redacción de la Declaración de Barcelona en 1995, ya que sobre él pesaban sanciones internacionales. También que no pueden participar en una iniciativa cuyo objetivo final es “la creación de una zona de paz, estabilidad y seguridad en el Mediterráneo” mientras un miembro siga ocupando los territorios de otro (en referencia a la ocupación israelí de los territorios palestinos). En realidad, Libia sabe que puede conseguir de forma bilateral gran parte de lo que necesita de Europa sin tener que comprometerse a aceptar el acervo de Barcelona.
Las recientes visitas de los principales líderes europeos a Trípoli se produjeron aun cuando Libia no era miembro de la AEM ni había firmado un acuerdo de asociación, como lo han hecho casi todos los países del sur del Mediterráneo. La línea adoptada por la Comisión Europea de emplear una estrategia de acercamiento realista, condicional y progresivo con Libia, aunque pueda resultar necesaria en las condiciones actuales, corre el riesgo de ofrecer a Trípoli una versión de la AEM a la carta. En algunos círculos europeos se cree que la participación activa de Libia en el Grupo 5+5 (que incluye a los cinco países del Magreb -Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania y Túnez-; y a cinco europeos -España, Francia, Italia, Malta y Portugal-) sirve para que se incorpore al diálogo político de forma gradual, como paso previo a su integración plena en la AEM. Sin embargo, desde la Comisión Europea se recuerda que la UE tiene 25 países miembros. Por su parte, Libia continúa favoreciendo el marco del Grupo 5+5, e incluso su ampliación para incluir tanto a Egipto como a Grecia.[8]
En la práctica, Libia ya disfruta de las ventajas que ofrecería un área de libre comercio con la UE, puesto que sus exportaciones de energía no están sometidas a aranceles. Si el objetivo final de la UE es la integración plena de Libia en la AEM, tendrá que ofrecerle incentivos relacionados con el acceso a la asistencia técnica europea, así como la posibilidad de participar en proyectos de infraestructuras regionales o en proyectos conjuntos de apoyo al desarrollo en África. Una vez definida con mayor claridad, la Política Europea de Vecindad (PEV) podría emplearse para fortalecer la cooperación entre la UE y Libia. En caso de que Trípoli decida dar muestras de acercamiento a Israel (más allá de permitir la visita de judíos de origen libio al país) con el fin de estrechar las recientemente restablecidas relaciones diplomáticas con EEUU, el Proceso de Barcelona puede ofrecer el marco adecuado para sentarse en la misma mesa sin necesidad de establecer relaciones diplomáticas plenas.
Durante años Libia ha sido un país de destino para numerosos emigrantes africanos. En los últimos tiempos también se ha convertido en un país de tránsito para aquéllos que tratan de llegar a Europa de forma ilegal, a bordo de embarcaciones cuyo destino suelen ser las islas italianas de Lampedusa y Sicilia. Se estima que hay entre 700.000 y un millón de inmigrantes subsaharianos en Libia (cuya población es de 5,5 millones). La UE ha propuesto colaborar con Libia en la lucha contra la inmigración ilegal mediante programas de formación, gestión de demandas de asilo y sensibilización social. A pesar del interés mostrado por Trípoli, aún no se han producido grandes avances en este ámbito. La decisión del Consejo de la UE de levantar el embargo de armas que pesaba sobre el país magrebí se produjo sobre todo por la presión que ejerció Italia para poder suministrar material de vigilancia y control fronterizo a su vecino del Sur.
Según un informe de la Comisión Europea [9], Italia ha financiado la repatriación de inmigrantes desde Libia hasta sus países de origen, así como la construcción de campos de detención para inmigrantes ilegales, además de haber dado formación a agentes de policía y suministrado material para el control fronterizo. El proyecto de crear campos para los solicitantes de asilo en territorio libio fue propuesto por Italia y otros países europeos, aunque carece del apoyo unánime de éstos. Varios observadores ponen en duda la compatibilidad de dichos campos con el respeto de los derechos humanos. Según Amnistía Internacional, “las personas que son devueltas a Libia desde Europa están expuestas a sufrir unas condiciones de reclusión degradantes y a ser nuevamente expulsadas a países donde podrían sufrir tortura o cárcel”.[10]
Relaciones con España
En cuanto a las relaciones con España, en 2005 el total de las importaciones españolas de Libia ascendió a más de 2.280 millones de euros, mientras que las exportaciones fueron de tan solo 178 millones de euros. Estos datos arrojan un importante déficit comercial de más de 2.103 millones de euros. Casi la totalidad de las importaciones (el 98,2%) fueron combustibles y lubricantes, siendo Libia el suministrador de cerca del 10% del crudo importado por España.[11]
España tiene una presencia empresarial limitada en Libia, centrada en la industria petrolera. En 2004 Repsol YPF obtuvo una producción neta cercana a los 7,8 millones de barriles de petróleo y es el operador principal del campo de El Sharara en la cuenca de Murzuq, donde recientemente se han descubierto nuevos yacimientos de crudo ligero dulce. Repsol YPF también posee contratos de exploración de gas y crudo en el golfo de Sirte. Enagás es otra empresa con intereses en Libia, en concreto en la importación de gas natural licuado (GNL) que procede de la planta de Marsa el Brega, cuya capacidad de producción se pretende incrementar sensiblemente, siendo España uno de los clientes interesados en adquirir parte del aumento de producción. Otras grandes empresas con intereses en Libia son: Indra, que ha firmado un contrato para modernizar el control automático del tráfico aéreo civil libio; Navantia, que ha presentado una oferta para la construcción de cinco buques de vigilancia costera y oceánica; y Eurocopter España, que aspira a adjudicarse la modernización de helicópteros libios.
El Gobierno libio ha puesto en marcha planes de diversificación de la economía y proyectos de infraestructuras. La voluntad de diversificar los proveedores debería favorecer el aumento de inversiones españolas en diferentes áreas. Existe un importante potencial –no exento de complicaciones– para realizar proyectos de infraestructuras y aumentar las exportaciones de bienes de equipo y materias primas o semimanufacturas industriales. La deficiente infraestructura del país requiere la realización de grandes inversiones tras el levantamiento de las sanciones para la modernización de la red viaria, plantas de desalinización y de generación de energía, infraestructura turística, aviación y sistemas de riego, entre otros.
A nivel estratégico, España tiene importantes intereses en Libia debido a su proximidad geográfica y a su pertenencia a una región fronteriza, no exenta de graves problemas presentes y potenciales. Libia es un país importante para la estabilidad del Magreb y para la seguridad regional, por lo que se hace necesario intensificar los contactos bilaterales e integrarlo en las estructuras multilaterales donde pueda ejercer un papel constructivo en ese sentido. Un marco adecuado para la normalización de las relaciones de Libia con los países de su entorno, entre ellos España, es su plena incorporación al Proceso de Barcelona. España cuenta a su favor con la ausencia de conflictos recientes y de un pasado colonial con el país magrebí (al contrario que otros países europeos como Italia, Reino Unido, Francia y Alemania). Para España resulta importante potenciar las relaciones bilaterales con Libia, así como corregir en parte su elevado déficit comercial con este país.
Limitaciones ante una completa normalización
Aún existen numerosos obstáculos ligados a la naturaleza del régimen político libio que dificultan la plena normalización de sus relaciones con el exterior. Algunos de los problemas recurrentes son la falta de coherencia en el diseño y aplicación de las políticas, las trabas burocráticas, el alto grado de discrecionalidad administrativa, la falta de transparencia, el difícil acceso a la información, así como la existencia de un sistema judicial impredecible y un sistema bancario deficiente. Todos estos factores hacen que el país no sea todo lo atractivo que podría ser para los negocios.
Las empresas que desean invertir en Libia se enfrentan a numerosas dificultades, que van desde la ausencia de normas comerciales consolidadas, procedimientos de contratación fiables y garantias jurídicas y financieras hasta la opacidad del sistema de toma de decisiones y la falta de datos estadísticos fiables. No es de prever que todos los obstáculos desaparezcan en el corto plazo, aunque Libia tratará de mostrar algunos gestos para mejorar la confianza de los inversores extranjeros.
Una cuestión que dificulta las relaciones de Libia con el exterior es el caso de las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino que fueron encarcelados en febrero de 1999 y posteriormente condenados a muerte, acusados de contagiar el virus del sida a cientos de niños en el hospital infantil de Bengasi. La UE y otros países han expresado repetidamente sus reservas sobre el proceso judicial. Según estudios científicos, la epidemia de sida en Bengasi comenzó un año antes de la incorporación del personal sanitario a dicho hospital. A pesar de que el Tribunal Supremo libio suspendió las condenas a muerte en diciembre de 2005, este asunto seguirá creando tensiones entre Libia y la comunidad internacional, especialmente en vísperas del ingreso de Bulgaria en la UE. Las negociaciones continúan para buscar una salida a esta crisis que minimice el coste interno para las autoridades libias, mediante la concesión de ayudas internacionales a los afectados por el virus del sida y una mayor colaboración científica europea en asuntos sanitarios.
Según numerosos observadores políticos y activistas de derechos humanos, Libia ha hecho importantes concesiones políticas a los países occidentales, pero casi ninguna a su propia población en lo que se refiere a introducir reformas políticas y mejorar la situación de los derechos humanos. La posición oficial de la UE es que esos dos aspectos son esenciales para el desarrollo de las relaciones con el país magrebí. Sin embargo, algunos activistas libios consideran que esos principios declarados no se corresponden con las actuales políticas europeas hacia Libia y acusan a la UE de hipocresía. Por otra parte, las resistencias internas en Europa a recompensar el régimen libio continuarán mientras éste no demuestre claros signos de mejora en su historial relacionado con las libertades y los derechos humanos.
Conclusiones: Ahora que Libia ha recibido el certificado de rehabilitación de la comunidad internacional, no queda claro qué incentivos tiene el coronel Gaddafi para aplicar un amplio programa de reformas que pueda crear el nuevo clima político y económico que tantas veces se ha anunciado. No hay motivos para creer que el régimen cesará en su práctica habitual de realizar cambios continuos de personal y en las distintas instituciones con el fin de evitar la aparición de nuevos centros potenciales de poder. Mientras no se produzcan reformas institucionales de gran calado, la mejora de las relaciones entre Libia y los países occidentales se centrará en aumentar las inversiones en el sector del petróleo, donde existe una creciente competencia entre las compañías estadounidenses y europeas.
Con independencia del ritmo y alcance de las reformas económicas, no cabe esperar que éstas vayan acompañadas de una significativa liberalización política. Por su parte, “Europa y sus Estados miembros están explorando las relaciones comerciales [con Libia] sin cuestionar las asunciones ideológicas o sus implicaciones para la seguridad europea y mediterránea”.[12]
Podría parecer que Libia está viviendo una nueva revolución. La pregunta es si hay suficientes revolucionarios para llevarla a cabo hasta el final. Falta por ver si, además de desarrollar su infraestructura, Libia es capaz de adaptar la superestructura para desempeñar el nuevo papel internacional al que aspira.
Haizam Amirah Fernández
Investigador Principal de Mediterráneo y Mundo Árabe, Real Instituto Elcano
[1] Michele Dunne, “Libya: Security Is Not Enough”, Carnegie Policy Brief, núm. 32, octubre de 2004.
[2] Ronald Bruce St John, “Libya Is Not Iraq: Preemptive Strikes, WMD and Diplomacy”, Middle East Journal, vol. 58, núm. 3, verano de 2004.
[3] Véase un análisis anterior sobre estos asuntos en: Haizam Amirah Fernández, “La rehabilitación de Libia: más allá de Lockerbie”, Análisis del Real Instituto Elcano, núm. 108, 18 de septiembre de 2003. (www.realinstitutoelcano.org/analisis/333.asp)
[4]FMI, Country Report, núm. 06/136, abril de 2006.
[5] Economist Intelligence Unit, “Libya: Country Report”, enero de 2006.
[6]Selwa Calderbank, “At last, a real energy sector strategy for Qadhafi’s revived hydrocarbons oasis”, African Energy, núm. 94, enero de 2006.
[7]“Kaddafi’s Security, Continuity and Reform Agenda: Why Ghanem Was Removed from Prime Ministry”, The North Africa Journal, núm. 183, 23 de marzo de 2006.
[8] Entrevista a un alto cargo del ministerio de Asuntos Exteriores de Libia, febrero de 2006.
[9] Technical Mission to Libya on Illegal Immigration, Comisión Europea, diciembre de 2004.
[10] Amnistía Internacional, “Cooperación entre la Unión Europea y Libia: sin salvaguardias para los refugiados”, 12 de abril de 2005.
[11] Datos del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), disponibles en: www.icex.es.
[12]George Joffé, “Libya and Europe”, The Journal of North African Studies, vol. 6. núm. 4, invierno de 2001.