El regreso de Libia: entre el cambio y el continuismo

El regreso de Libia: entre el cambio y el continuismo

Tema: Libia ha recorrido un largo camino hacia su rehabilitación internacional durante los tres últimos años. Las reformas realizadas hasta el momento han sido limitadas y se han centrado en el ámbito económico, con el objetivo de atraer mayores inversiones extranjeras directas, sobre todo en el sector del petróleo. No cabe esperar que dichas reformas vayan acompa­ñadas de una significativa liberaliza­ción política.

Resumen: Libia ha recorrido un largo camino hacia su rehabilitación inter­nacional durante los tres últi­mos años. Pocos habrían predicho a principios de 2003 los cambios que se avecinaban: la resolución de los princi­pales litigios internacionales que afectaban a Libia, incluido el caso Lockerbie; el levantamiento de las sanciones impuestas por Naciones Unidas en 1992 y 1993, ocurrido en septiembre de 2003; el anuncio libio, tres meses después, del abandono de sus progra­mas de armas de destrucción masiva; el posterior levantamiento progresivo por parte de Estados Unidos de sus sanciones bilaterales, incluidas las comerciales, diplomáticas y militares; la decisión del Consejo Europeo, en oc­tubre de 2004, de levantar todas sus sanciones económicas, además del embargo de armas que decretó 18 años antes. Este proceso de rehabilitación se ha producido de forma lineal y sin grandes sobresaltos, algo que no siem­pre ha sido la norma en las relaciones de Libia con el exterior.

Análisis: La transformación meteórica de Libia, tras largos años de conflictos y desconfianza con los países occidentales, se ha traducido en una intensa ac­tividad a varios niveles. A lo largo de 2004, el coronel Muammar el Gaddafi recibió la visita de varios líderes europeos (Tony Blair, Silvio Berlusconi, Gerhard Schröder y Jacques Chirac) con el propósito de intensificar las relaciones diplomáticas y, sobre todo, económicas. El propio Gaddafi visitó Bruselas en abril de ese mismo año, en lo que supuso su reconocimiento defi­nitivo como líder creíble, al que se le perdonaban los excesos y políticas erráticas del pasado. Las oportunidades económicas y comerciales que hoy ofrece Libia, tras años de sanciones y con abundantes ingresos de hidrocar­buros, son amplias y poseen un gran potencial lucrativo.

Las reformas realizadas hasta el momento en el país magrebí han sido limitadas y se han centrado en el ámbi­to económico, con el objetivo de atraer mayores inversiones extranjeras direc­tas. Sin embargo, aún existen varios obstáculos de cara a la normalización plena de las relaciones de Libia con el exterior. Esos obstáculos están ligados a la naturaleza del régimen y a la des­confianza mutua que generó el periodo de aislamiento. Cabe preguntarse qué cambios se han producido en el interior del país, y si éstos son suficientes para abordar los enormes retos a los que se enfrentan la economía y la sociedad libias. Solamente un nuevo cli­ma de cooperación, que no se limite a aspectos económicos y de seguridad, puede garantizar el desarrollo del po­tencial constructivo de Libia, tanto dentro como fuera de sus fronteras.[1]

Nuevo papel de Libia en el mundo
Las decisiones del líder libio de re­solver los contenciosos pendientes con los grandes países occidentales y des­mantelar sus programas de armas no convencionales se produjeron a los pocos meses del cambio de régimen en Irak, tras la invasión del país liderada por EEUU. Los pasos dados por Gaddafi fueron interpreta­dos como una medida preventi­va para que su régimen no co­rriera la misma suerte que el de Saddam Husein. En esos mo­mentos, a la Administración estadounidense le interesaba pre­sentar la transformación de Libia como un ejemplo de la va­lidez de su doctrina de guerra preventiva. Sin embargo, a pe­sar de la influencia que la políti­ca de Washington pudiera te­ner, Trípoli ya venía mostrando una actitud conciliadora hacia Occidente y había realizado con anterioridad intentos de normalizar sus relaciones con EEUU y la UE, varios años antes la llegada de George W. Bush al poder.[2]

En un informe de 1998, el departa­mento de Estado estadounidense re­conocía que “Libia no ha estado impli­cada en ningún acto de terrorismo internacional durante varios años”. Gaddafi condenó rápidamente los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, y declaró que EEUU estaba en su ple­no derecho de emprender represalias contra quienes los cometieron. El terrorismo yihadí también representa una amenaza para el régimen libio, que ha participado de forma activa en su erradicación. Los servicios de inteli­gencia libios han facilitado a los esta­dounidenses y británicos abundante información sobre al-Qaeda y otros grupos integristas con implantación en el mundo islámico. De hecho, la primera orden de captura internacional con­tra Osama bin Laden fue emitida por Libia en marzo de 1998, dos años antes de que Estados Unidos lo hiciera.

La colaboración de Libia con Estados Unidos ha producido un giro radical en sus relaciones. El pasado 15 de mayo, la Administración estadounidense anunció que retiraba a Libia de la lista de Estados que patrocinan el terrorismo y restablecía relaciones diplomáticas plenas con Trípoli, con el inter­cambio de embajadores. Esta decisión, tomada tras más de 25 años de ruptura, abre el camino a una posible visita de la secretaria de Estado, Condoleezza Ri­ce, a la yamahiriya. Cabe señalar que éste es el primer caso de un Estado que es retirado de la lista estadounidense de patrocinadores del terrorismo sin que se haya producido un cambio de régimen o dicho Estado haya dejado de existir.

Libia ha dado un giro a su política exterior durante los últimos años, apostando por estrechar lazos con África, en detrimento de las relaciones con el resto de países árabes, y desvinculándose en buena medida del con­flicto árabo-israelí. Trípoli se ha pre­sentado como uno de los mayores impulsores de la Unión Africana (UA) desde su creación en julio de 2002 como heredera de la Organización para la Unidad Africana (OUA), y ha presta­do su mediación en conflictos como el de Darfur, en Sudán. Asimismo, aun­que Gaddafi condenó la ocupación militar de Iraq, su postura fue bastante más tibia de lo que se hubiese espera­do de él en otros tiempos. De esta for­ma, el coronel pretende adquirir ma­yor protagonismo y mejorar su imagen exterior, presentándose como un ele­mento conciliador en el convulso esce­nario internacional.[3]

Lo primero… la economía
La economía libia depende casi exclusivamente de los hidrocarburos. La mejora de las rentas petroleras de los últimos años debido al aumento de los precios hace que Libia tenga la liquidez suficiente (según el Fondo Monetario Internacional, las reservas en divisas superarán los 56.000 millones de dólares a finales de 2006)[4], lo que le permite aplicar una amplia gama de políticas económicas a fin de incenti­var la llegada de empresas extranjeras. La Compañía Nacional de Petróleo (NOC, en sus siglas en inglés) ingresa cerca del 95% del total de divi­sas que recibe el país. Libia es el se­gundo mayor productor de crudo de África, con una producción actual estimada en 1,65 millones de barriles dia­rios (cantidad muy por debajo de los 3,2 millones de barriles diarios que producía a principios de la década de 1970). Además, posee unas reservas comprobadas de crudo superio­res a 39.000 millones de barriles, lo que equivale al 40% del total de las reservas comprobadas de África.

Tradicionalmente, el sector petro­lero libio se ha gestionado de una for­ma autónoma y más bien eficaz. En la actualidad, Libia necesita atraer grandes inversiones en dicho sector, que resulta vital en una economía que por el momento no logra diversificar sus fuentes de ingresos. De hecho, la propia supervivencia del régimen podría depender de su capacidad de producir más crudo y gas. El Gobierno espera aumentar su producción de petróleo hasta los 3 millones de barriles diarios de aquí a 2015. Para que eso ocurra, se estima que Libia debe atraer más de 30.000 millones de dólares en inversiones y tecnología moderna, con el fin de superar los efectos negativos de más de dos décadas de embargos y sanciones.[5]

El ritmo de concesión de licencias de exploración y producción se ha acelerado en los dos últimos años, al mismo tiempo que crecía la competen­cia entre las empresas petroleras internacionales para obtener las concesio­nes ofrecidas por la NOC. Las dos últimas subastas de licencias se han realizado de forma transparente y en ellas se han otorgado derechos de exploración y producción a petroleras estadounidenses (ExxonMobil, ChevronTexaco y las empresas del Oasis Group) y de otras nacionalidades, principalmente europeas y asiáticas.[6]

Con anterioridad, las autoridades libias ya habían mostrado su interés en el retorno de las petroleras estadouni­denses, que tuvieron una presencia im­portante en el país hasta que la Admiistración de Ronald Reagan les ordenó abandonarlo en 1986, y que aún así conservaban sus concesiones en territorio del país magrebí. En la ronda de concesión de licencias de oc­tubre de 2005, algunos países -como China, India, Indonesia y Japón- conseguían entrar por primera vez en el mercado libio, al haber ofrecido condi­ciones sumamente competitivas, en lo que algunos calificaron como un “ca­non de entrada”.

La creciente afluencia de empre­sarios a Libia no se está traduciendo en un incremento notable de las opor­tunidades para cerrar nuevos acuer­dos. Según un influyente diplomático europeo en Trípoli, “ninguno de los grandes contratos que las compañías [de su país] han intentado lograr se ha acabado firmando, a pesar de la cuida­dosa preparación, intensas negociacio­nes y fuertes muestras de apoyo”. Este fenómeno se produce como conse­cuencia del bajo gasto público de los gobiernos central y locales, a pesar de contar con elevados ingresos. Una ex­plicación podría ser la existencia de grandes incertidumbres y desacuerdos entre las élites libias sobre cómo se debe proceder. Otra posibilidad es que las autoridades libias estén esperando la llegada de un mayor número de em­presas estadounidenses, así como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Washington, para así poder beneficiarse de una mayor compe­tencia entre los países que deseen hacer negocios, bien sea entre EEUU y la UE, entre los propios países euro­peos o incluso entre los asiáticos (el ex presidente de China, Jiang Zemin, realizó una visita oficial a Libia en 2002). Para tal fin, Trípoli solicitó en 2004 la entrada en la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Situación interna
A pesar de no tener ningún cargo oficial, más allá de ser el líder de la re­volución de al-Fateh, el coronel Gad­dafi sigue llevando las riendas del país tras más de 36 años en el poder. El sistema de la yamahiriya (república de masas), creado por él de acuerdo con la “tercera teoría universal” expuesta en su Libro Verde, le permite controlar todo el sistema político y evitar el sur­gimiento de cualquier otro centro de poder, por modesto que sea. Todos los cambios introducidos en el sistema han tenido como objetivo consolidar su autoridad. Cabe destacar que no existe un mecanismo claro para su sucesión y, de continuar así, es de prever que la era post Gaddafi se inicie con una lucha por el poder entre diversos grupos con intereses socioeconómi­cos y políticos enfrentados.

El nombramiento, en junio de 2003, de Shukri Ghanem como primer ministro se interpretó como un triunfo de la línea reformista del régimen. Ghanem, un tecnócrata liberal defen­sor de la economía de mercado, se convirtió en el abanderado de las reformas económicas, como la privatiza­ción de algunas empresas públicas y reducción de las subvenciones estatales, así como de una mayor transpa­rencia del sistema político. La deci­sión de nombrarlo primer ministro mejoró la imagen de Libia, en un mo­mento en que el régimen buscaba el reconocimiento internacional. Sin em­bargo, numerosas iniciativas reformis­tas propuestas por Ghanem fueron torpedeadas por el ala dura del régi­men, concretamente por los influyen­tes comités revolucionarios y su hom­bre fuerte, Ahmed Ibrahim, quien se ve a sí mismo como heredero de la lí­nea ideológica revolucionaria y suce­sor del líder.

La decisión de Gaddafi, a princi­pios del pasado marzo, de reemplazar a Ghanem por un nuevo primer minis­tro, Baghdadi Mahmudi, menos entu­siasta de las reformas, representa una victoria de la vieja guardia y defenso­res del sui generis y desacreditado sistema de “poder popular” frente a los sectores más pragmáticos.[7]Dicho cambio también podría representar un reposicionamiento de los candidatos a suceder a Gaddafi (de 64 años de edad), que im­plicaría una pérdida de influencia de su hijo Saif al-Islam, más partidario de introducir ciertas reformas en el siste­ma, quien hasta hace poco parecía el candidato oficioso a la sucesión.

En junio de 2003, Gaddafi defen­dió ante el Congreso General del Pue­blo la eliminación del enorme e hiper­trofiado sector público, así como el inicio de un amplio proceso de privatizaciones. Esas declaraciones desper­taron gran interés fuera de Libia, aun­que hasta el momento no se han traducido en medidas concretas y tan sólo se ha privatizado un pequeño número de empresas. El reconocimiento de la necesidad de privatizar (“ampliar la base de propiedad”, en el lenguaje oficial) lleva implícito el reconoci­miento del fracaso del modelo económico establecido en la década de 1970, así como la insuficiencia de las reformas emprendidas a partir de 1987. Al mismo tiempo, la abolición de una de las máximas contenidas en el Libro Verdepor la que se considera a los trabajadores como “socios y no asalariados”, abre las puertas a que otras máximas revolucionarias tam­bién puedan ser alteradas.

Relaciones con la UE
A pesar de la conversión de Libia en los últimos años, su relación con la UE sigue siendo anómala. Entre Trípoli y Bruselas existen numerosos asuntos de interés mutuo, como son las relacio­nes comerciales, la inmigración, la lu­cha contra el terrorismo, las telecomu­nicaciones, el transporte, los servicios sanitarios y educativos, los servicios financieros, las reformas legislativas, el turismo, la agricultura y pesca, las infraestructuras, la protección del medio ambiente, etc. Varios países euro­peos mantienen estrechas relaciones comerciales con Libia, siendo éstos sus principales socios. No obstante, Libia es el único país del Mediterráneo que no tiene relaciones formales con la UE, ya que, entre otras cosas, la Comisión Europea no mantiene una delegación permanente en Trípoli (aunque desde mayo de 2005 cuenta con un representante no permanente).

A día de hoy, Libia posee el esta­tus de país observador en la Asocia­ción Euromediterránea (AEM o Proce­so de Barcelona), y como tal está presente en los diálogos políticos de alto nivel. Ya en 2004 Libia declaró su interés en integrarse plenamente en la AEM, aunque hasta el momento no ha cursado una solicitud formal. Junto con Siria, Libia es el eslabón perdido en el proyecto de la UE de crear un área euromediterránea de libre comer­cio para 2010. Las razones que las autoridades libias esgrimen para justifi­car su ausencia es que su país no estuvo presente en la redacción de la Declaración de Barcelona en 1995, ya que sobre él pesaban sanciones inter­nacionales. También que no pueden participar en una iniciativa cuyo obje­tivo final es “la creación de una zona de paz, estabilidad y seguridad en el Mediterráneo” mientras un miembro siga ocupando los territorios de otro (en referencia a la ocupación israelí de los territorios palestinos). En realidad, Libia sabe que puede conseguir de for­ma bilateral gran parte de lo que nece­sita de Europa sin tener que compro­meterse a aceptar el acervo de Barcelona.

Las recientes visitas de los princi­pales líderes europeos a Trípoli se pro­dujeron aun cuando Libia no era miembro de la AEM ni había firmado un acuerdo de asociación, como lo han hecho casi todos los países del sur del Mediterráneo. La línea adoptada por la Comisión Europea de emplear una estrategia de acercamiento realis­ta, condicional y progresivo con Libia, aunque pueda resultar necesaria en las condiciones actuales, corre el riesgo de ofrecer a Trípoli una versión de la AEM a la carta. En algunos círculos europeos se cree que la participación activa de Libia en el Grupo 5+5 (que incluye a los cinco países del Magreb -Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania y Túnez-; y a cinco europeos -España, Francia, Italia, Malta y Portugal-) sirve para que se incorpore al diálogo políti­co de forma gradual, como paso pre­vio a su integración plena en la AEM. Sin embargo, desde la Comisión Europea se recuerda que la UE tiene 25 paí­ses miembros. Por su parte, Libia continúa favoreciendo el marco del Grupo 5+5, e incluso su ampliación para in­cluir tanto a Egipto como a Grecia.[8]

En la práctica, Libia ya disfruta de las ventajas que ofrecería un área de li­bre comercio con la UE, puesto que sus exportaciones de energía no están sometidas a aranceles. Si el objetivo final de la UE es la integración plena de Libia en la AEM, tendrá que ofrecerle incentivos relacionados con el acceso a la asistencia técnica europea, así co­mo la posibilidad de participar en pro­yectos de infraestructuras regionales o en proyectos conjuntos de apoyo al desarrollo en África. Una vez definida con mayor claridad, la Política Europea de Vecindad (PEV) podría emplearse para fortalecer la cooperación en­tre la UE y Libia. En caso de que Trípoli decida dar muestras de acerca­miento a Israel (más allá de permitir la visita de judíos de origen libio al país) con el fin de estrechar las recientemente restablecidas relaciones diplomáticas con EEUU, el Proceso de Barcelona puede ofrecer el marco adecuado para sentarse en la misma mesa sin necesidad de estable­cer relaciones diplomáticas plenas.

Durante años Libia ha sido un país de destino para numerosos emi­grantes africanos. En los últimos tiem­pos también se ha convertido en un país de tránsito para aquéllos que tra­tan de llegar a Europa de forma ilegal, a bordo de embarcaciones cuyo desti­no suelen ser las islas italianas de Lampedusa y Sicilia. Se estima que hay entre 700.000 y un millón de inmigrantes subsaharianos en Libia (cuya población es de 5,5 millones). La UE ha propuesto colaborar con Libia en la lucha contra la inmigración ilegal me­diante programas de formación, ges­tión de demandas de asilo y sensibili­zación social. A pesar del interés mostrado por Trípoli, aún no se han producido grandes avances en este ámbito. La decisión del Consejo de la UE de levantar el embargo de armas que pesaba sobre el país magrebí se produjo sobre todo por la presión que ejerció Italia para poder suministrar material de vigilancia y control fronte­rizo a su vecino del Sur.

Según un informe de la Comisión Europea [9], Italia ha financiado la repa­triación de inmigrantes desde Libia hasta sus países de origen, así como la construcción de campos de detención para inmigrantes ilegales, además de haber dado formación a agentes de policía y suministrado material para el control fronterizo. El proyecto de crear campos para los solicitantes de asilo en territorio libio fue propuesto por Italia y otros países europeos, aunque carece del apoyo unánime de éstos. Varios observadores ponen en duda la compatibilidad de dichos cam­pos con el respeto de los derechos humanos. Según Amnistía Internacio­nal, “las personas que son devueltas a Libia desde Europa están expuestas a sufrir unas condiciones de reclusión degradantes y a ser nuevamente ex­pulsadas a países donde podrían sufrir tortura o cárcel”.[10]

Relaciones con España
En cuanto a las relaciones con España, en 2005 el total de las impor­taciones españolas de Libia ascendió a más de 2.280 millones de euros, mien­tras que las exportaciones fueron de tan solo 178 millones de euros. Estos datos arrojan un importante déficit comercial de más de 2.103 millones de euros. Casi la totalidad de las importa­ciones (el 98,2%) fueron com­bustibles y lubricantes, siendo Libia el suministrador de cerca del 10% del crudo importado por España.[11]

España tiene una presencia em­presarial limitada en Libia, centrada en la industria petrolera. En 2004 Repsol YPF obtuvo una producción neta cer­cana a los 7,8 millones de barriles de petróleo y es el operador principal del campo de El Sharara en la cuenca de Murzuq, donde recientemente se han descubierto nuevos yacimientos de crudo ligero dulce. Repsol YPF también posee contratos de exploración de gas y crudo en el golfo de Sirte. Enagás es otra empresa con intereses en Libia, en concreto en la importación de gas natural licuado (GNL) que procede de la planta de Marsa el Brega, cuya capacidad de producción se pre­tende incrementar sensiblemente, sien­do España uno de los clientes interesa­dos en adquirir parte del aumento de producción. Otras grandes empresas con intereses en Libia son: Indra, que ha firmado un contrato para moderni­zar el control automático del tráfico aéreo civil libio; Navantia, que ha presentado una oferta para la construcción de cinco buques de vigilancia cos­tera y oceánica; y Eurocopter España, que aspira a adjudicarse la moderniza­ción de helicópteros libios.

El Gobierno libio ha puesto en marcha planes de diversificación de la economía y proyectos de infraestruc­turas. La voluntad de diversificar los proveedores debería favorecer el au­mento de inversiones españolas en di­ferentes áreas. Existe un importante potencial –no exento de complicacio­nes– para realizar proyectos de infra­estructuras y aumentar las exportacio­nes de bienes de equipo y materias primas o semimanufacturas industria­les. La deficiente infraestructura del país requiere la realización de grandes inversiones tras el levantamiento de las sanciones para la modernización de la red viaria, plantas de desaliniza­ción y de generación de energía, infra­estructura turística, aviación y siste­mas de riego, entre otros.

A nivel estratégico, España tiene importantes intereses en Libia debido a su proximidad geográfica y a su perte­nencia a una región fronteriza, no exenta de graves problemas presentes y potenciales. Libia es un país impor­tante para la estabilidad del Magreb y para la seguridad regional, por lo que se hace necesario intensificar los con­tactos bilaterales e integrarlo en las estructuras multilaterales donde pueda ejercer un papel constructivo en ese sentido. Un marco adecuado para la normalización de las relaciones de Li­bia con los países de su entorno, entre ellos España, es su plena incorporación al Proceso de Barcelona. España cuenta a su favor con la ausencia de conflictos recientes y de un pasado co­lonial con el país magrebí (al contrario que otros países europeos como Italia, Reino Unido, Francia y Alemania). Pa­ra España resulta importante potenciar las relaciones bilaterales con Libia, así como corregir en parte su elevado défi­cit comercial con este país.

Limitaciones ante una completa normalización
Aún existen numerosos obstácu­los ligados a la naturaleza del régimen político libio que dificultan la plena normalización de sus relaciones con el exterior. Algunos de los problemas recurrentes son la falta de coherencia en el diseño y aplicación de las políticas, las trabas burocráticas, el alto grado de discrecionalidad administrativa, la falta de transparencia, el difícil acceso a la información, así como la existen­cia de un sistema judicial impredecible y un sistema bancario deficiente. Todos estos factores hacen que el país no sea todo lo atractivo que podría ser pa­ra los negocios.

Las em­presas que desean invertir en Libia se enfrentan a numerosas dificultades, que van desde la ausencia de normas comerciales consolidadas, procedi­mientos de contratación fiables y garantias jurídicas y financieras hasta la opacidad del sistema de toma de deci­siones y la falta de datos estadísticos fiables. No es de prever que todos los obstáculos desaparezcan en el corto plazo, aunque Libia tratará de mostrar algunos gestos para mejorar la con­fianza de los inversores extranjeros.

Una cuestión que dificulta las rela­ciones de Libia con el exterior es el caso de las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino que fueron encar­celados en febrero de 1999 y posteriormente condenados a muerte, acusados de contagiar el virus del sida a cientos de niños en el hospital infantil de Ben­gasi. La UE y otros países han expresa­do repetidamente sus reservas sobre el proceso judicial. Según estudios cientí­ficos, la epidemia de sida en Bengasi comenzó un año antes de la incorporación del personal sanitario a dicho hospital. A pesar de que el Tribunal Supremo libio suspendió las condenas a muerte en diciembre de 2005, este asunto seguirá creando tensiones en­tre Libia y la comunidad internacional, especialmente en vísperas del ingreso de Bulgaria en la UE. Las negociacio­nes continúan para buscar una salida a esta crisis que minimice el coste interno para las autoridades libias, mediante la concesión de ayudas internacionales a los afectados por el virus del sida y una mayor colaboración científi­ca europea en asuntos sanitarios.

Según numerosos observadores políticos y activistas de derechos hu­manos, Libia ha hecho importantes concesiones políticas a los países occi­dentales, pero casi ninguna a su propia población en lo que se refiere a intro­ducir reformas políticas y mejorar la situación de los derechos humanos. La posición oficial de la UE es que esos dos aspectos son esenciales para el de­sarrollo de las relaciones con el país magrebí. Sin embargo, algunos activis­tas libios consideran que esos princi­pios declarados no se corresponden con las actuales políticas europeas hacia Libia y acusan a la UE de hipocre­sía. Por otra parte, las resistencias in­ternas en Europa a recompensar el régimen libio continuarán mientras és­te no demuestre claros signos de mejo­ra en su historial relacionado con las libertades y los derechos humanos.

Conclusiones: Ahora que Libia ha recibido el certificado de rehabilitación de la comunidad internacional, no queda claro qué incentivos tiene el coronel Gaddafi para aplicar un amplio programa de re­formas que pueda crear el nuevo clima político y económico que tantas veces se ha anunciado. No hay motivos para creer que el régimen cesará en su prác­tica habitual de realizar cambios conti­nuos de personal y en las distintas instituciones con el fin de evitar la aparición de nuevos centros potencia­les de poder. Mientras no se produzcan reformas institucionales de gran cala­do, la mejora de las relaciones entre Libia y los países occidentales se cen­trará en aumentar las inversiones en el sector del petróleo, donde existe una creciente competencia entre las com­pañías estadounidenses y europeas.

Con independencia del ritmo y al­cance de las reformas económicas, no cabe esperar que éstas vayan acompa­ñadas de una significativa liberaliza­ción política. Por su parte, “Europa y sus Estados miembros están exploran­do las relaciones comerciales [con Libia] sin cuestionar las asunciones ideo­lógicas o sus implicaciones para la seguridad europea y mediterránea”.[12]

Podría parecer que Libia está vi­viendo una nueva revolución. La pre­gunta es si hay suficientes revolucionarios para llevarla a cabo hasta el final. Falta por ver si, además de desa­rrollar su infraestructura, Libia es capaz de adaptar la superestructura para desempeñar el nuevo papel internacional al que aspira.

Haizam Amirah Fernández
Investigador Principal de Mediterráneo y Mundo Árabe, Real Instituto Elcano


[1] Michele Dunne, “Libya: Security Is Not Enough”, Carnegie Policy Brief, núm. 32, octu­bre de 2004.

[2] Ronald Bruce St John, “Libya Is Not Iraq: Preemptive Strikes, WMD and Diplomacy”, Middle East Journal, vol. 58, núm. 3, verano de 2004.

[3] Véase un análisis anterior sobre estos asuntos en: Haizam Amirah Fernández, “La rehabilitación de Libia: más allá de Lockerbie”, Análisis del Real Instituto Elcano, núm. 108, 18 de septiembre de 2003. (www.realinstitutoelcano.org/analisis/333.asp)

[4]FMI, Country Report, núm. 06/136, abril de 2006.

[5] Economist Intelligence Unit, “Libya: Country Report”, enero de 2006.

[6]Selwa Calderbank, “At last, a real energy sector strategy for Qadhafi’s revived hydro­carbons oasis”, African Energy, núm. 94, enero de 2006.

[7]“Kaddafi’s Security, Continuity and Reform Agenda: Why Ghanem Was Removed from Prime Ministry”, The North Africa Journal, núm. 183, 23 de marzo de 2006.

[8] Entrevista a un alto cargo del ministerio de Asuntos Exteriores de Libia, febrero de 2006.

[9] Technical Mission to Libya on Illegal Immigration, Comisión Europea, diciembre de 2004.

[10] Amnistía Internacional, “Cooperación entre la Unión Europea y Libia: sin salvaguardias para los refugiados”, 12 de abril de 2005.

[11] Datos del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), disponibles en: www.icex.es.

[12]George Joffé, “Libya and Europe”, The Journal of North African Studies, vol. 6. núm. 4, invierno de 2001.