Tema: Se enumeran los principios que determinan la posición china ante la crisis de Corea del Norte, a sabiendas de que Pekín, en su condición de principal aliado estratégico de ésta, ostenta una influencia en Pyongyang que, sin embargo, no desea ejercer en toda su amplitud.
Resumen: La creciente crispación en las relaciones entre Corea del Norte y EEUU contrasta con el marco de diálogo y normalidad establecido entre las dos Coreas, que avanza lenta y discretamente a pesar de las dificultades. La diplomacia china, ejercida con notable discreción, se basa en los siguientes principios: apuesta por la desnuclearización, diálogo plural y directo con Washington y rechazo de acciones que puedan empeorar una situación que a Pekín se le revela cada día más incómoda.
Análisis: La crisis que enfrenta a EEUU y Corea del Norte no acaba de adentrarse por los cauces de la negociación. Washington mantiene reticencias para establecer un diálogo directo, como reclama Pyongyang, al tiempo que las autoridades norcoreanas incrementan su belicosidad verbal. Han anunciado una reanudación de la actividad nuclear y también han barajado la hipótesis de un ataque preventivo contra las tropas norteamericanas estacionadas en Corea del Sur a modo de preludio de una “guerra total”.
¿Se ha vuelto demente el régimen norcoreano? ¿Decide por sí mismo? ¿Se halla fuera de control? ¿Quién y hasta qué punto dispone de influencia moderadora en las decisiones de Kim Jong Il? ¿Tiene China menos capacidad de interlocución de la que se le supone? ¿Beneficia o perjudica a Pekín el desafío norcoreano? Es evidente que son más claras las preguntas que las respuestas.
El diálogo intercoreano
Paradójicamente, mientras la escalada verbal con EEUU se mantiene e incluso crece por momentos, los contactos entre las dos Coreas se desarrollan a buen ritmo. El pasado 11 de febrero llegaba al aeropuerto internacional de Incheon, en Corea del Sur, una delegación económica de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), encabezada por Pak Chang Ryon, para participar en la IV Reunión de Promoción de la Cooperación Económica Intercoreana. En ese encuentro de dos días se trató de avanzar en el proyecto de construcción de líneas férreas y de carreteras transfronterizas y se insistió en la necesidad de imprimir un nuevo impulso al complejo industrial de Kaesong, una obra que debiera haberse iniciado en diciembre pasado, pero que ha sido postergada a causa de las diferencias surgidas sobre la jurisdicción competente en la llamada “zona desmilitarizada”.
Curiosamente, la delegación norcoreana, en un marco de absoluta normalidad y ajena a los griteríos oficiales dirigidos a Washington, fue objeto de las atenciones diplomáticas usuales, incluyendo una recepción por parte del entonces ministro de Unificación surcoreano, Jeong Se-hyun.
Antes, durante la novena reunión ministerial intercoreana celebrada en la penúltima semana de enero, ambas partes habían acordado continuar todos los actuales intercambios y proyectos de cooperación, incluyendo la apertura de una vía desde Corea del Sur al monte Geumgang, en el Norte. En la segunda semana de abril debe producirse un nuevo encuentro, siempre que se consiga mantener ese clima de diálogo, inserto, sin embargo, en un contexto de difícil continencia verbal que catapulta las posiciones oficiales de Pyongyang a las primeras páginas de la prensa de medio mundo. Hasta ahora y en general, el calendario de reuniones se ha venido manteniendo, con una evaluación positiva de los progresos alcanzados en los vínculos bilaterales desde la firma de la Declaración Conjunta Norte-Sur de 15 de junio de 2000. Durante todo el año 2002, el diálogo intercoreano ha incluido las más variadas materias: prevención de inundaciones en el río Rimjin, ayuda humanitaria, turismo o conversaciones militares.
Por otra parte, pese a la dureza verbal de las últimas semanas, lo cierto es que, según informan en Seúl, no se han advertido en el Norte movimientos militares fuera de lo normal, que de producirse sí podrían afectar al diálogo bilateral, y los síntomas de normalidad se extienden a los contactos de Pyongyang con el exterior, ya sea en el ámbito diplomático o deportivo.
Esa coyuntural fluidez bilateral es consecuencia directa de un fracaso. Pyongyang intentó en un primer momento mejorar sus relaciones con EEUU, convencido de que el acierto en esa estrategia le permitiría intensificar los vínculos con Corea del Sur y Japón, y desarrollar éstos en condiciones de mayores seguridad y perspectivas. Los diferentes puntos de vista de las administraciones estadounidense y surcoreana constituyen una enorme dificultad añadida al proceso de diálogo Norte-Sur. Por ello, ante la beligerancia de la administración Bush, Pyongyang ha tenido que invertir las prioridades: primero Corea del Sur, luego Japón y por último EEUU. También ha instado a Rusia y China, cuya influencia es sin embargo limitada, para que convenza a Washington de que debe reorientar su actitud.
El papel de China
¿Es real la impresión de que China se mantiene al margen del enfrentamiento entre EEUU y Corea del Norte? Sin duda, China y EEUU, junto con Rusia y Japón, comparten la necesidad de mantener a la península coreana libre de armas nucleares. China no puede permanecer indiferente cuando en Washington se anuncian preparativos para un fortalecimiento militar en la zona y las autoridades de Corea del Norte han reanudado la actividad de la central nuclear de Yongbyon, clausurada desde 1994. Pekín es hoy el socio estratégico predilecto de Pyongyang, aunque China no parece estar ni mucho menos dispuesta a repetir los sacrificios del pasado ni a permitir que el interés de Pyongyang influya negativamente en unas relaciones que desea privilegiadas con EEUU y que se enfrentan por sí mismas a obstáculos significativos. En términos generales, China, al igual que Rusia, está interesada en la estabilidad de la península coreana y es favorable al proceso gradual de aproximación entre las dos Coreas, otorgando prioridad a la distensión con respecto a la reunificación rápida, preferencia, por otra parte, bastante compartida a escala regional.
Los principios sobre los que se asienta la posición de China son los tres siguientes:
En primer lugar, Pekín defiende la desnuclearización de la península coreana. La satisfacción de las preocupaciones de seguridad de ambas partes exige como premisa previa y esencial abordar este asunto. Pero ¿cuál debe ser la base de ese proceso? Para Pekín debe desarrollarse adecuadamente el Acuerdo Marco de 1994 y no disolverlo como si se tratara de un simple azucarillo. Además, China se opone a la eventual imposición de sanciones a Corea del Norte.
En Viena, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) decidía el 12 de febrero informar a todos sus miembros, al Consejo de Seguridad y a los miembros de la Asamblea General acerca del no cumplimiento de la RPDC y la incapacidad del Organismo para verificar el desvío de material nuclear sujeto a las salvaguardias, por lo que se podría iniciar un proceso que conduciría a la imposición de sanciones contra Pyongyang por su supuesto programa de armas nucleares. Conviene tener en cuenta que Rusia se opuso a incluir la cuestión nuclear de la RPDC en la agenda del Consejo de Seguridad y que, además, el alto representante de la UE Javier Solana se mostraba, en su visita por aquel entonces a Seúl, reacio a la introducción de posibles sanciones contra la RPDC “porque serían contraproducentes”, posición compartida por China.
En segundo lugar, China apuesta por el diálogo como mecanismo para propiciar un arreglo pacífico de la controversia. Directa o indirectamente, todas las partes interesadas en el contencioso coreano se intercomunican entre sí, pero el diálogo directo entre las autoridades norcoreanas y estadounidenses se resiste a tomar forma.
En opinión de China, aunque la crisis tiene que ver con la seguridad regional y la proliferación nuclear, la clave para resolver esta cuestión radica en la reanudación del diálogo entre EEUU y Corea del Norte, afirmaba recientemente Zhang Qiyue, un portavoz de la cancillería china, quien, además, desestimaba expresamente la petición de Washington para que China participase más activamente en la gestión de la crisis. Como principal suministrador de alimentos de Pyongyang, China podría desempeñar un papel clave en los esfuerzos diplomáticos estadounidenses por desmantelar las armas de destrucción masiva que posee Pyongyang, pero Pekín teme adoptar un protagonismo que se pueda traducir en una exigencia de mayor responsabilidad e intervención ante un país que continuamente le sitúa entre la espada y la pared, como lo evidencian los sucesivos incidentes con los refugiados norcoreanos. EEUU y Corea del Norte, “son los más capaces para resolver pacíficamente la cuestión”, apostillaba Zhang.
Pekín se ha ofrecido incluso como sede para acoger unas eventuales conversaciones entre EEUU y Corea del Norte encaminadas a negociar una salida a la crisis nuclear. Los contactos entre la Casa Blanca (fundamentalmente a través del subsecretario de Estado John Bolton) y Zhonnanghai (a través del viceministro de asuntos exteriores chino, Wam Gunagya) se han multiplicado en las últimas semanas, pero sin originar cambios de conducta que evidencien una nueva forma de actuar. El respaldo a la posición oficial de Corea del Norte en esa reivindicación no admite matices. En suma, buenos oficios y poco más.
Pero no sólo China, al igual que Rusia, apuesta por el establecimiento del diálogo bilateral que se reclama desde Pyongyang, sino que también ese es el caso de Corea del Sur. Así lo ha expresado recientemente Chyung Daichul, representante especial del presidente entrante Roh Moo-hyun, al vicepresidente estadounidense Cheney a principios de febrero, durante una gira que también le llevó a Japón. Seúl, que redobla su apuesta por el diálogo y la negociación con el Norte, teme verse atrapado entre dos fuegos. Por ello su apuesta consiste en establecer mecanismos de consulta intensa para discutir la crisis, que eviten unilateralismos y permitan consensuar las opciones de salida. Por esa razón, se ha creado un grupo consultivo bilateral sobre la RPDC.
Para EEUU, la alianza con Corea del Sur debe servir, en primer lugar, para evitar que China desempeñe un papel de líder en el proceso de reunificación de la península, cuestión diferente de la desnuclearización, aunque vinculada a ésta. En un segundo plano, tal alianza busca contener a Japón. China y EEUU comparten una misma idea: los contactos entre las Coreas no suponen un desafío, pero la reunificación sí representa una amenaza potencial. Divergen, claro está, en el objetivo final de un proceso que para Washington supondría la inclusión de toda península en el sistema político y militar, bajo el paraguas estadounidense, de la región de Asia-Pacífico. Hoy por hoy, Corea del Norte también opondrá resistencias a ese proceso que exige apoyo económico y garantías de seguridad difíciles de precisar.
El horizonte de la distensión intercoreana condiciona por completo la naturaleza de la relación Washington-Seúl, que tiene como núcleo principal la prevención de amenazas o ataques de la RPDC. Ese diálogo Norte-Sur y la percepción social en Seúl de un cierto distanciamiento de EEUU debieran ser tomados en consideración. Las protestas de algunos sectores sociales en Corea del Sur contra la presencia norteamericana son cada vez mayores, al igual que las exigencias de un cambio en el statu quo de las relaciones bilaterales, sometidas hoy día a un proceso de reevaluación que debería culminar en el plazo máximo de dos años. El ímpetu de la alianza Corea del Sur-EEUU puede debilitarse si se relaja la situación de tensión en el noreste de Asia y si no se crea a tiempo un nuevo marco específico que lime asperezas y defina un nuevo equilibrio entre alianzas y desencuentros.
Conviene señalar, por último, que China se siente globalmente marginada de un diálogo en relación con Corea del Norte, en el que EEUU otorga claramente prioridad a Tokio y Seúl, tejiendo una red basada en una alianza que debe ampliar su capacidad de maniobra para enfrentar los cambios que se puedan producir en la península en los próximos años.
En tercer lugar, China se opone a cualquier acción que pueda empeorar la situación actual. Rechaza, por tanto, el agravamiento de las veleidades nucleares del Norte así como las medidas de represalia que se pudieran promover desde EEUU. Se trataría, pues, de enfriar el proceso y retomarlo en el justo punto donde había quedado antes de la crisis iniciada en octubre pasado, cumpliendo ambas partes con lo pactado: cierre de las centrales y del programa nuclear y continuidad del suministro de combustible, lo que se traduciría inevitablemente en la paralización del abandono del Tratado de No Proliferación Nuclear.
Xulio Ríos es director del IGADI (Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional)